Revelaciones

Cris estaba feliz de haber arreglado sus problemas, o parte de estos, con Turey. Tenía muchas cosas que aclararle, tal vez, podrían encontrar una solución juntos. Lo único claro en su mente era que ya no más mentiras ni medias verdades. Y aunque no le gustaba su amistad con Tania, confiaría en su palabra. No en ella, pero sí en él.

Su vida se había convertido en una montaña rusa, durante todo este tiempo alternó sus estados ánimo: miedo, conmoción, resiliencia e incluso hasta amor. Cerró los ojos y una sonrisa lasciva apareció en sus labios que le provocó un escalofrío de placer. Anoche se comportó como una campeona, Turey la hizo sentir plena, deseada y por completo saciada.

—¿Soñando despierta?

Abrió los ojos de golpe y se encontró con el rostro de Tania. Ni siquiera se había dado cuenta de su presencia e ignoraba cuánto tiempo llevaba allí.

—Sabes, conozco ese sentimiento—dijo a la vez que comenzó a deambular por el lugar—. En nuestra época, la virginidad masculina está infravalorada. Cuando inicié a Turey en el mundo de los placeres, me enterneció su entusiasmo, ese deseo ferviente de aprender que me excitó como loca.

—No es bueno vivir anclada en el pasado—comentó Cris. La observó de reojo al ver que no contestó, añadió. —Le aconsejó que viva el presente.

—¿Para ver cómo le metes hasta la campanilla la lengua a Turey? No, gracias.

A Cris se le escapó una risita.

—¿Celosa?

—He experimentado los celos, y tu querida no me despiertas eso.

Cris deseaba un encuentro con ella. No para hablar de su esposo, sino para investigar un poco más sobre los reescribas. Alejandro le contó algunas cosas, quería preguntarle si había logrado conversar con Caonabo o desistió de hacerlo.

—Pues no parece, pero cambiando de tema, ¿cuál es el verdadero propósito de los reescribas? —inquirió.

La mujer la ignoró, se acercó a la mesa y se sirvió un poco de agua. Se desplazaron con palpable tensión por la choza.

—Los errores deben de ser corregidos, la conquista nos robó nuestra identidad y cultura ancestral—respondió siseando como una serpiente—. ¿Acaso ni te detuviste a analizar o por lo menos a convivir realmente con ellos?

» Los taínos no son personas estúpidas, ¿viste cómo se expresan en su arte? Combinan la música, la danza, el canto y la poesía. Su medicina está basada en el conocimiento de las propiedades de las plantas y en el uso de aguas ricas en minerales. Por el curso de las estrellas saben las estaciones del año, hacen sus celebraciones a la llegada de los solsticios y equinoccios. Tienen un maldito calendario lunar, en realidad te has detenido a escucharlos, su lenguaje, está cargado de diptongos, es dulce al oído.

Crismaylin contuvo el aliento y apartó la mirada de ella. Le empezó a doler la cabeza.

—Sí, eso lo sé—admitió.

—Lo sabes y no moverás ni un mísero músculo por ellos. —Su mirada llena de desprecio la atravesó—. Esa gente que ves allí, serán puestos al servicio de algún colono español. A hombres y mujeres los separarán sin la esperanza de volver a ver a sus familiares y eso incluye a los niños. Esos a los que tanto abrazas, maldita, hipócrita. Su destino será la esclavitud acompañada de una muerte temprana a causa del excesivo trabajo o de enfermedades.

—¿Crees que si pudiera hacer algo por ellos no lo haría? — Se rascó la nuca y la miró con cierta culpabilidad—. Todo lo que conocemos en el futuro surge de ese encuentro, nuevas etnias nacerán a partir de eso, yo misma soy producto de ese mestizaje.

Tania soltó una carcajada seca.

—Las etnias a las que aludes serán una minoría, víctimas de abusos; rechazados y ridiculizados por la sociedad actual. Obligados a aprender una lengua que ni siquiera es la suya, adoptar tradiciones extranjeras y la aniquilación casi por completo de su cultura e identidad. Hazme el favor y cállate la boca.

La mandíbula de Cris se puso rígida y de sus poros emanó pura rabia.

Turey entró al bohío con un regalo en manos, su padre lo había enviado a su esposa. Era algo extraño, pero ese gesto demostraba que la aceptaba en la familia. Cris reconoció el objeto de inmediato; era la parte del reloj que perdió cuando llegó aquí. Su corazón saltó de emoción y los ojos se le llenaron de lágrimas.

¡Crismaylin, estás ahí! ¡Respóndeme hija mía!

Era la voz de su abuelo, pudo percibir desesperación en su voz.

—¡Aquí estoy abuelo! —su voz se quebró al final.

¡Jesús santísimo, pensé que habías muerto!

Hubo un silencio, luego un hipido y Cris supo que su abuelo estaba llorando.

—Abuelo, no llores, estoy bien —la voz se le quebró de nuevo— pronto volveré.

¡Tus padres acusaron a Luis Emilio de secuestro, lo metieron a la cárcel y no me permiten hablar con él! ¡Todo aquí es un caos!

La voz de su abuelo se cortó de repente. Cris se puso muy nerviosa y Turey al sentirla tan abatida le acarició la cabeza.

—No gustar regalo—dijo con ternura—. ¿Por qué decir que marchar?

Cris lo miró como si el tiempo se detuviera. No podía hablar. Tania, con una sonrisa de satisfacción malévola en el rostro, la observó con los ojos tan fríos como el hielo.

—Va a abandonarte, como lo hacen las ratas antes que se hunda el barco.

El rostro de Turey palideció mientras giraba la cabeza entre su esposa y su amiga.

—¡¿Qué?! —preguntó confundido.

—No —aseveró con aspereza Crismaylin—, no voy a marcharme.

—Ah, no, si mal no recuerdo le dijiste a tu abuelo que pronto volverías.

Cris se sentía exhausta. En ningún momento apartó la mirada de los ojos de Turey.

—Tengo que explicarte algunas cosas—susurró con ansiedad—. Solo dame tiempo para aclarar mis ideas.

—¿De verdad le dirás todo? —indagó Tania con infinita arrogancia.

La viajera cerró los ojos. Inspiró. Hizo una plegaria breve pidiendo paciencia y volvió a abrirlos.

—Por si no lo sabe, mis conversaciones no son de su incumbencia. Esto es algo que debo de hablarlo con Turey, usted aquí está de más.

—Ni creas que quiero quedarme a escuchar tus inventos, pero por lo que veo, no puedo permitir que lo sigas engañando.

—Mi mujer nunca engañar—aseguró Turey tomando una mano de Cris, la cual estrechó.

—Me temo que debo de quitarte la venda de los ojos. Escúchame bien, te estimo mucho y lo sabes, así que no andaré con rodeos. La reunión donde está tu padre fue convocada por mis colaboradores, no hubo ningún presagio por parte de una princesa Samaní, quisimos reunirlos con la intención de advertirles. Vendrán personas a esclavizarlos, a robar sus riquezas y al final los exterminarán.

» No puedo quedarme como si nada ante esas malditas sanguijuelas. He compartido tanto tiempo con ustedes, me consta que son gente buena. Viven bajo un régimen de propiedad comunitaria, donde el robo y la mentira son altamente penalizados. Y esos mal nacidos vendrán a quitarles todo eso para inculcarles sus porquerías. Solo una persona podrida por dentro se quedaría callada, indolente a su futuro sufrimiento. Te digo esto porque al igual que tu esposa soy una viajera.

—Yo no entender —contestó él apartándose de un paso, pero sin soltar la mano de Cris.

—Tu mujer sabe muy bien que los días de tu gente están contados—añadió mirando con desprecio a Cris—, los torturaran hasta morir, separaran familias, esclavizarán niños, incluso ancianos. Violarán a todas las mujeres que encuentren. ¿Acaso ella te dijo algo, te advirtió?

Cris la fulminó con los ojos. Se tragó un nudo que le cerraba la garganta. Soltó el aire lentamente y dijo: —Lo que has dicho pensaba hablarlo hoy con él.

Tania lanzó una carcajada sin alterar su postura y volviéndose más soberbia si cabía.

—Benditas sean las coincidencias, querida, a ver, también pensabas hablarle de tu acuerdo con Coaxigüey.

—¿Cómo diablos? —exclamó Cris con la voz demasiado aguda.

—¿Acuerdo? — preguntó, Turey muy serio.

—Que te lo diga ella—demandó Tania—. Se supone que en un matrimonio no debe de haber secretos, ¿en verdad crees que la conoces? Eres tan inocente, Turey, ella siempre te ha engañado, se burla de ti junto con tu padre, a tus espaldas.

Cris tembló de cólera.

—¡Estúpida cizañosa! —gruñó ofendida por su insinuación—. No tienes ningún derecho.

—El amor que siento por Turey me lo concede. Eres tan patética que ni siquiera lo niegas—. Se echó a reír y ladeó la cabeza—. ¿Por qué no hablas? Termina de quitarte esa careta de mentirosa.

La viajera levantó la barbilla.

—No respondo ante provocaciones.

—Pero si esto no es una provocación—aseguró mientras una sonrisa elevaba las comisuras de su boca—. Es desenmascarar a una genocida.

Los latidos del corazón de Cris chocaron impetuosos contra su pecho. Apretó la mano de Turey que aún la tenía entrelazada a la suya. Necesitaba estar lejos de esa arpía para explicarle todo. Quiso alejarse, llevándolo consigo, pero él no se movió ni un palmo. Es más, la retuvo en su sitio.

—¿Cuál fue el pacto? —Tembló sintiéndose a la deriva.

Turey mostraba un rostro sin expresión. Sus ojos le dejaron ver a la viajera por un instante su miedo de que las palabras de Tania fueran ciertas. Cris pestañeó varias veces. Le temblaba el labio inferior.

—Turey... —susurró.

—¡Habla! —le ordenó con un áspero zarandeo.

—¿Qué te explique del regalo que le mandó? —añadió Tania—. No, no creo que lo haga. Ellos hicieron un pacto, él le conseguía un objeto con el cual regresar y ella fingiría que te amaba. Al parecer, los dos están cumpliendo con el acuerdo.

La mano de Turey que agarraba a Cris se enfrió de pronto. Su corazón se retorcía dentro de su pecho. Se estremeció y durante un largo instante no dijo nada. Solo respiraba. Al final, todos tenían razón, era indigno de recibir amor, era un monstruo, un repudiado por los dioses.

—Amor, mírame—le suplicó Cris desesperada al verlo tan afligido.

Turey la miró y pudo ver en sus ojos confusión y dolor. Luego quiso apartarse cuando se tornaron agresivos.

—¿Es cierto? — exigió saber.

Cris sintió una gran opresión en la garganta.

—Yo...yo...es que...

—Eres mentirosa y mala—le gritó tomándola por los hombros.

La furia y la amargura de su voz la golpearon.

—Déjame explicarte. —Ella agachó la cabeza y se mordió el labio—. Todo tiene una explicación.

—Pues no será hoy, nos acaban de informar que tu aldea fue atacada por los Caribes. Tu padre también está enterado, pero no llegará a tiempo por más que quiera. Le pedí a Agueybana que te concediera diez de sus mejores guerreros. Te acompañaría; sin embargo, Caonabo después de tanto tiempo por fin accedió a recibirme y no puedo desaprovechar esa oportunidad. Mi lucha es por ti, mi querido Turey.

Tania se inclinó para darle un beso en la mejilla. El taíno hizo un amago de sonrisa que afloró en sus labios. Se le escapó una lágrima y tuvo que tomar una bocanada de aire por la punzada de dolor que empezó a perforar su corazón.

Miró a Cris y en sus ojos brilló algo distinto. Decepción. Los ojos de Tania se llenaron de lágrimas. Con voz temblorosa, añadió—: Estoy convencida de que mereces un futuro mejor del que te espera. Y lucharé para que así sea. No conozco a nadie en este mundo que merezca más la felicidad que tú.

Negó con un gesto cansado. A Cris le partía el corazón verlo tan afectado y que ella fuera la causante. Tania se marchó y Turey se apartó de Cris como si el mero contacto lo quemara, su rostro era una máscara desafiante, tomó sus cosas para ir a defender a su gente.

—¡Espera, iré contigo!

—No —respondió él, secamente.

—No te pedí permiso—replicó sorbiendo por la nariz.

Turey permaneció inmóvil en la puerta, con la expresión llena de preguntas y confusión. Se encogió de hombros.

—Trae el regalo de mi padre—expresó con firmeza.

Se unieron a los demás guerreros, y antes de marcharse le dio un consejo:

—Cuando llegar allá, hacer lo que te diga, ¿está claro?

Y sin esperar respuesta, la castigó con el más duro de los silencios, uno asfixiante que rompió el corazón en mil pedazos de la viajera.

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