Capítulo 8
El irreconocible de Gregorio me llevo hasta su "guarida" al parecer aquí está cuando todos lo estamos buscando.
Me alaga que me trajera.
Aunque no agradezco lo que me costó subir. Tuve que trepar un árbol para subir al salón de mantenimiento y por el techo nos deslizamos hasta la parte de arriba del salón de química. La vista era preciosa y eso detuvo mis reclamos que se avecinaban.
Me sorprendió lo amable que fue, sin embargo no en exceso, llevaba aún esa particular neutralidad.
Platicamos y reíamos con desliz, y nada acerca de nuestras vidas, eso fue lo mejor.
Debo admitir que Gregorio bañado en sol, tan ligero y suelto era un deleite.
Me confesó que piensa estudiar leyes y que sólo finje no saber que hacer con su vida para que nadie se entrometa.
Nos dimos cuenta que era hora de volver, el tiempo pasó rápido.
Bueno, yo me di cuenta, él pensaba quedarse más tiempo. Claro que no lo permiti y nos fuimos.
Gregorio bajó del árbol primero, para ayudarme a mi desde abajo. Me dijo tranquilamente que saltará, pero dudaba en su destreza para atraparme, así que me baje con agilidad una ramas para poder saltar de una altura razonable. Gregorio no lo permitió del todo, me ayudó cuándo me tuvo a su alcance. Rápidamente tomo mis caderas para aminorar el impacto contra el suelo. Le agradecí aunque no era necesaria la ayuda, pero el orgullo masculino no está convencido de esas pequeñas cosas.
Le sacudi del cabello unas cuantas hojas secas, y paseamos un momento más pero esta vez en silencio y profundamente tranquilos.
Me perdí en mis pensamientos y en mi pecho un dolor se instaló de repente, de alguna manera los efectos desaparecieron o tal vez yo no los note, un nudo en mi estómago y ganas de vomitar me invadieron, mire a Gregorio desconcertada y el se detuvo.
—¿Estas bien? —pregunto con el ceño fruncido.
Sonreí y asentí, no quería dramatizar.
Llegamos con Sebastián, Bianca y Lorena a nuestra próxima clase, yo no pude olvidar el malestar aunque lo fingí. Sentía que algo iba mal y no se me despego la idea en todo el día.
Al final de todas las clases decidí escabullirme de mis amigos e irme rápido. La ansiedad me estaba matando. Me fui por la salida trasera para no encontrarmelos, caminaba discretamente por la grava del estacionamiento y escuché un susurro, el corazón me latió rápido, me estába estoy volviendo loca y las primeras señales no tardaban en aparecer.
Lo escuché de nuevo pero está vez más fuerte, me di cuenta que no estaba loca, era el tutor que iba saliendo en su coche.
Suspiré fastidiada.
Detuvo el auto y asomó su rostro por la ventana. —¿Necesitas que te lleve?
—No, gracias —respondí rápidamente.
—No deberías estar saliendo por aquí. ¿ Y la puerta principal? —pregunto interrogativo.
—Me queda más cerca si tomo este camino —respondi con simpleza.
Me observó en silencio —¿Estas segura que no quieres que te lleve?
—Segurísima.
—Esta bien. Nos vemos mañana —dijo y arrancó el coche.
—Pero, gracias —respondi al viento.
Retome mi camino, la desesperación no tardo en llegar y ansiosa corrí hacia mi casa.
Al llegar tenía miedo de entrar, me detuve en la puerta unos segundos y tras un suspiro abrí. Caminé buscando a mi madre y evitando a mi padre. El silencio presente era distinto. Menos pesado. Escuché unos ligeros sollozos y me encamine al cuarto de mi hermano pues de ahí creía que venían. El llanto se detuvo cuando me aproxime y del cuarto salió Esteban con la cara enrojecida y las mejillas húmedas.
Me observó triste y se acerco a mí.
—¿Qué pasa? —le pregunté preocupada.
Sus ojos se empaparon y me abrazó con fuerza.
—Esta muerta, la mato. —dijo con la voz quebrada. Manteniendo su agarre.
Al principio no entendí, se separó y me miró a los ojos, viéndolos claros y tristes la realidad me golpeó y entendí.
No.
Mi madre.
Mis ojos se inundaron y se me abrió el pecho del dolor. Lo abraze con fuerza.
—¿Donde está él ? —pregunte aterrada.
—Escuchame bien Rosa. No fui capaz de matar a mi padre. Yo no soy como el. Debemos irnos por que volverá. Aquí tiene muchos secretos. Espere por tí. Pero debemos irnos ya — dijo determinado, secándose las lágrimas.
Asentí atarantada y fui corriendo por mis cosas que no eran muchas.
Abrí la puerta de la habitación. Tome rápidamente mis libros y los eche a una mochila, tome unos cambios de ropa y dispuesta a abrir la puerta he irme un ruido capto mi atención. Creí que tire algo y me gire para identificar que causó el sonido. Lo último que vi fue un movimiento rápido hacia a mi. Un dolor intenso en mi cabeza palpitó y me hizo perder el conocimiento.
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