Capítulo 6
La respuesta tardó, miéntras tanto yo estába atento al sonido de la respiración que se volvío turbia.
—No, hablá con su hermano ¿Qué es lo qué se le ofrece?
Me decepcioné, pero eso esperaba.
—Quisiera hablar con los padres de Rosa.
—Eso no será posible —respondió con un suspiro.
—¿Por qué no? —pregunté.
—Asuntos familiares.
—Tengo un asunto familiar que hablar con ellos.
—Puede hablarlo conmigo, lo escucho.
—Insistó ¿no hay alguna manera de que se presenten?
—Claro que no, no se puede.
Ahora entiendo a quíen se parece nuestra musa.
— ¿Puede usted preséntarse?
— No lo sé, tal vez mañana.. pero solo un momento y dígame por lo menos de qué trata ¿Tuvo una pelea? ¿Es sobre algún concurso?
—Tuvo una pelea señor, mañana entraremos en detalles ¿le parece? Pues también de esos concursos debémos hablar.
—Perfecto.
—Está bien, le veo mañana buen día.
—Igualmente.
Colgue insatisfecho, no le iba a sacar mas información de la que le saqué a Rosa. Pero al menos el respondería por educación lo fundamental.
Así que simplemente no pueden venir los padres.. eso sólo aumenta la curiosidad en mi sistema.
¿Quiénes fuerón los responsables de esa extraña criatura?
Alguíen toca la puerta, despegando de mi cabeza los pensamientos intrusos.
Samantha ante mi se presenta y recuerdo que hoy tiene su consulta. Amablemente le pido que se siente y así inicio su terapia.
.........
Rosa. 🌹
Tenía en mis manos el libro de Walt Witman y se sentía hermoso. Flotaba en nube hacía el salón, quería leerlo ahora. Mi cuerpo chocó contra algo duro que desprendía un olor delicioso... miro al responsable y me encuentro con los ojos grises de Gregorio.
—Por que no te fijas idiota —suelta fingiendo molestia; qué parece ser auténtica.
Sonrió ignorandólo. Paseo mi vista en busca de alumnos fuera y veo las instalaciones vacías.
—¿Por qué no estás en el examen? —le pregunto al precartarme de eso.
— No tenía ganas —respondió sin importancia.—Ven, acompáñame a las canchas Rosita.
Río y lo sigo pues tampoco quiero ir a clases. Caminamos en silencio, sin embargo; comodos y tranquilos. Agradezco lo enorme y verde del instituto, el aire fresco nos baña suavemente mientras nos perdíamos en el paisaje placentero; la precisión en los salones, perfecta y elegante arquitectura. Inclusive la compañía me pareció grata.
Gregorio es un imbécil, pero es honesto. Y es honesto siempre.
Su madre murió, aunque no habla mucho de eso, el era muy chico. Su padre lo ignora todo el tiempo y por eso es tan deliberado.
Al llegar veo como se sienta en las bancas, saca un encendedor y palmea a un lado para que yo también me siente.
Saca con cuidado de su bolsillo algo, echo un vistazo y un cigarrillo de marihuana perfectamente armado se esconde en sus manos.
Ruedo los ojos, han encontrado a Gregorio fumando yerba tres veces este año. Gracias a las generosas donaciones de su padre el sigue aquí.
—¿Quieres?...— me ofrece alzando una ceja y sonriendo malicioso.
Por un momento me siento tentada pero recuerdo que yo no tengo un padre que ofrezca grandes cantidades de dinero por mi, mucho menos por estupideces cómo está.
—No gracias, otro día —respondo suspirando.
Recordé la clase de padre de realmente tengo.
—Vamos Rosa, para eso te pedí que vinieras, tienes muchas tensiones, esto te ayudará — me golpea con su hombro incitandome al crimen.
—¿Desde cuando te preocupa eso a ti, he?— le pregunto evasiva.
—No lo ves, estás alterada todo el
tiempo, además lo haces con una facilidad tremenda, incluso más yo, eso es imposible según mi padre.
— Si, lo sé —admiti en un suspiro.
¿Y si realmente esto ayude?...
—¿Sabés qué? Dame eso antes que me arrepienta.
Sonríe triunfante. Me pasa el cigarrillo y lo colóco entre mis labios. El tomó el encendedor y me dijo que aspirará lo que pudiera —agregó un nena, acompañado de un guiñó — mientras el encendía la punta. Lo hice y sentí mis pulmones invadidos por el humo, no lo tolere demasiado tiempo y lo expulse de golpe. Toci varias
veces para eliminar el escozor.
Le pasó el cigarro mientras me recupero, el lo sujeta con cuidado y lo lleva a sus labios. Con destreza y agilidad inhalaba y exhalaba el humo. Por un momento me perdí observándolo, de aspecto siempre fuerte y molesto, era muy masculino. Su cabello era negro cobrizo, sus hombros cuadrados y amplios. Era muy alto y así sentado y relajado sus facciones eran más limpias, se podían apreciar mejor. Sus ojos no eran grandes, pero tampoco pequeños aunque inusuales por la neutralidad poseída. Su nariz era firme y sus labios exactamente proporcionados. Ahora ya entendia a Bianca..
Me pasó el cigarrillo y está vez lo hice mejor, al intentarlo otras cuatro veces más una sensación fuerte invadió mi sistema. Fue extraño; lo sentí de golpe. Oleadas placenteras, aunque incómodas al principio me recorrían el cuerpo. Mis pensamientos flotaban extraños, pero más claros de lo que jamás había sentido. Una tranquilidad se instaló y me dieron ganas inmensas de reír.
Lo miré y sonrió divertido.
Jamás había mirado esa sonrisa. Ni en sus labios ni en sus ojos...
—Te dije que te sentirías mejor —dijo sonriendo seductor.
Eres precioso...
No pude responder, me sentía demasiado estúpida, incoherente. Por un momento creí decirlo en voz alta por la manera tan fuerte y clara que lo sentí. Por qué los pensamientos se sienten ¿no? ¿Qué es lo que son realmente los pensamientos? No lo sé...
Me empezé a asustar por la manera tan rápida en la que pensaba, cambiaba el tema y después no recordadaba que era lo que pensaba.. Mientras yo pasaba por los conflictos mentales Gregorio continuaba fumando y yo no comprendía como podía estar tan normal después de haber fumado así. Poco después guardó la evidencia, se levantó y echo un vistazo.
—Ven, sígueme —me ofreció su mano y la tomé perdida y confusa.
¿A donde íbamos?
No lo sabía, pero al momento no me importaba.
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