Capítulo 29: Mala situación
Inevitablemente mi mente fue muchos años atrás cuando me había quedado dormida en sus brazos y luego sus manos manoseando mi cuerpo, todo se sentía como sombras en mis recuerdos, sombras perversas donde no podía gritar por ayuda porque su mano me cubría la boca y no podía ni siquiera respirar.
Era tan pequeña.
Tan inocente.
Había intentado borrar tanto esa parte de mi vida, perderme en los libros, ser completamente cerrada, ni siquiera se lo había dicho al psicólogo cuando mis padres vieron ese raro cambio de “la niña feliz” a “la callada”, me daba vergüenza, me daba miedo, me daba asco, sabía que eso había estado muy muy mal, pero también sabía que Lilian había dicho que eso siempre lo hacían las hermanas, era un secreto.
Un secreto que tiempo después comprendí era abuso.
Por eso me daba vergüenza.
Por eso se sentía tan terrible.
—Voy a denunciarte —las palabras salieron frágiles, pero ¿Quién me creería? ¿Qué caso tenía hablarlo ahora después de tantos años?
Prefería olvidarlo, actuar como si nunca hubiera pasado, después de todo, Lilian se había ido del país, sin embargo, siempre aparecía como una maldita sombra.
Pude verla tensarse, Lilian negó con la cabeza y una vena de su cuello resaltó.
—Eso pasó hace muchos años Paola —dijo—, era solo una niña experimentando, ahora soy una mujer con una familia, no puedes destruir mi familia.
Ahí estaban sus técnicas de manipulación, lo peor era que tenía razón, no podía destruir su familia por algo que pasó hacía muchos años atrás...
—¿Entonces debo quedarme tranquila porque eras solo una niña experimentando? —Dije sintiendo un desagradable nudo en la garganta—, ¿debo quedarme tranquila porque a pesar de que me violaste tienes una familia y no puedes ir a la cárcel?
Ella era una niña experimentando cosas sexuales conmigo; su hermana menor, su hermana inocente que confiaba en ella ciegamente. Por ella tuve un pequeño desenfoque de lo que era una relación “normal”, en la escuela besaba a las niñas, hasta que mi madre dijo que eso era “malo”, que las lesbianas irían al infierno.
Por eso mi madre no puso objeción cuando vio mi obsesión con Ramson, por eso me obsesioné con él ciegamente, intentando dejar atrás los demonios que me perseguían.
—No te hice eso Paola —dijo—, según recuerdo que mi toque fue superficial.
Ja.
Apreté mis puños, ese era el descaro más grande del mundo.
—Me tocaste contra mi voluntad siendo una niña —dije—, tú eras una adulta, eras mayor de edad.
Era una pedófila sin justificación.
Lilian abrió la boca posiblemente para decir algo que justificara inútilmente sus actos, pero la interrumpí diciendo:
—He pensado mucho de tu estadía aquí, ya has estado mucho tiempo.
Su expresión se volvió incrédula, como si no pudiera creer que yo le estuviera diciendo tal cosa.
—¿Estás echándome? —afirmé con la cabeza en respuesta, y ella continuó diciendo: — No puedes echarme, ésta es la casa mi papá y soy la hermana mayor.
—Tienes razón, pero eres la pedófila hermana mayor —repliqué—, y juro que le diré todo a mi papá, incluso arruinaré a tu familia si no te vas ahora mismo a tu país de mierda.
Ella pareció pasmada al procesar mis palabras descubriendo la amenaza indiscreta, y entrecerró los ojos un poco.
—No serías capaz.
Alcé la barbilla y me crucé de brazos para decir llena de valentía:
—Pruébame.
Fuimos un reto de miradas, o por lo menos de mi parte porque Lilian pareció removerse incómoda y salió de la habitación, su mirada triste revolvió algo en mi estómago, no era remordimiento por haberla chantajeado, sino tal vez melancolía porque así fueron las cosas y así serían siempre entre nosotras.
Escuché mucho ruido durante la siguiente hora y luego muchas puertas siendo azotadas, me asomé por el balcón y observé a Lilian salir con una maleta, un taxi la ayudaba a acomodar sus cosas, podía sentir una extraña satisfacción invadirme, pero no por eso me sentía feliz, tenía un terrible hueco en mi pecho.
Ella había dejado esa huella.
Por una fracción de segundo alzó la cabeza y me miró, no hizo ningún gesto al igual que yo, solo se montó en el auto y desapareció en la noche.
Sentía el peso bajar de mis hombros, pero no entendía ese nudo en la garganta que me demandaba llorar.
Mi papá estaba de guardia así que estaba otra vez sola.
Me acosté otra vez en la cama intentando distraerme en mi habitación, quise seguir escribiendo pero ya no tenía ánimos ni me sentía inspirada, así que intercambié mensajes con KingRamson un poco, solo cosas simples para distraerme, no le confiaba muchas cosas ahora que sabía que me conocía y posiblemente yo también.
Paolateama: ¿Ves alguna clase conmigo?
KingRamson: Puede ser...
Paolateama: Si o no.
KingRamson: Puede ser... Fea al cubo.
Tal vez la molestia de revivir lo que me había hecho mi hermana tuvo que ver en mi respuesta, ya estaba harta de no parecer comprender nada y que todos tuvieran de algún modo el control sobre mí.
Paolateama: Vete a la mierda.
Me salí del chat y decidí dormir abrazando a Pistacho, su lengua caliente acariciando mi brazo como un consuelo.
Estúpido Ramson Stone, estúpido KingRamson, estúpida Lilian, me sentía en mi peor momento.
—Al menos sé que tú me quieres ¿cierto? —susurré a Pistacho acariciando su pelaje, él siguió moviendo su colita mientras me acariciaba con su lengua en respuesta, creo que era el cariño más real que iba a conocer.
Cerré los ojos y por fin ambos nos quedamos dormidos.
Era de mañana, tal vez las 5 am, tenía demasiado frio, miré el calentador al lado de mi cama; estaba encendido, ¿por qué hacía tanto frio entonces? Mis ojos rodaron a la ventana, ¿Qué hacia la ventana abierta?
Me levanté detallando que Pistacho no estaba en la cama, fruncí el ceño en confusión, ¿él había abierto la ventana? No, yo siempre le pasaba el seguro, era imposible que el pequeño perro abriera el seguro, deslizara el vidrio, subiera a tan alta altura como estaba el marco de la ventana, y huyera a su casa.
—Pistacho —susurré mirando alrededor de la oscura habitación y me asomé a la ventana para cerrarla.
No sé por qué asomé la cabeza hacia afuera.
No debí hacerlo, solo debí cerrar la ventana y volver a dormir.
Pero no fue lo que pasó.
Cuando asomé mi cabeza hacia afuera vi a Pistacho en el suelo del patio como si hubiera saltado, ahogué una exclamación sintiendo el terror invadirme.
Solo pensaba ¿Por qué?, no encontraba una justificación ni tampoco una respuesta.
Corrí fuera de mi habitación escaleras abajo directo a la cocina donde estaba la puerta que daba hacia el patio, la fría brisa me azotó y sentí que traspasó mi piel. Me quedé pasmada observando a Pistacho, a diferencia de mi caída donde quedé aturdida, él tenía su pequeña barriga abierta, todos sus órganos afuera y su cuerpo rodeado de un charco de sangre.
Sentía que iba a desmayarme, vomitar o gritar de horror, pero solo me quedé ahí parada observándolo.
Pistacho estaba muerto.
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