Capítulo 28: "La cruel verdad"

Así pasó la semana, mi hermana saliendo con sus antiguas amigas, yo escribiendo historias, evitando a Ramson, y mi papá en el hospital trabajando. La policía estaba esperando que el desconocido volviera a llamar para poder capturar la llamada, pero no lo hacía, era como si supiera lo que estaba ocurriendo, los exámenes que me habían hecho no revelaron que tuviera algo anormal en mi cerebro que causara esas alucinaciones, pero por suerte Ron tampoco se había aparecido.

Esperaba que todo siguiera así de normal, necesitaba estar tranquila.

Era de tarde cuando estaba casualmente en el balcón, la computadora en mis piernas y la brisa refrescando el día tan caluroso, estaba inspirada terminando de escribir la historia de Ron y Judís cuando de repente por mi vista periférica vi a Ramson salir en su bicicleta, miré la hora en mi computadora, 5:00  pm, se suponía que él debía de estar en sus clases de natación a esta hora.

Mierda.

¡MIERDA!

Me levanté rápidamente y entré a la casa casi tropezando con mis propios pies antes de que me viera, había estado haciendo un excelente trabajo evitándolo y sacándolo de mi vida enfocándome en otras cosas, sin embargo cuando estuve a salvo dentro de la casa, escuché la puerta principal sonar dos veces.

—¡Lilian abre la puerta! —grité, creo que era la frase más larga que le había dirigido desde que llegó, esperé un momento y al ver que no hubo respuesta, fue que recordé que Lilian había salido con sus amigas.

Era Ramson, estaba muy segura de que era él.

La puerta volvió a sonar, decidí ignorarla, él solo se iría.

Ja. Habían pasado exactamente diez minutos y Ramson Stone no paraba de golpear la puerta como un pájaro carpintero.

No podía concentrarme con esos golpes.

Bajé las escaleras dispuesta a pelear. Abrí la puerta principal y observé a Ramson apoyado del marco, su puño alzado mostrando sus nudillos enrojecidos posiblemente de tanto tocar.

— ¿Qué quieres? —dije entre dientes, cuando de repente vi algo arrastrarse abajo y chocar contra mis piernas, bajé la vista observando a Pistacho.

Ay Dios, mi corazón se arrugó.

El enojo se evaporó.

Creo que mi rostro enseguida se iluminó observando al pequeño perro, lo tomé en mis brazos y el comenzó  a lamerme como si también me hubiera extrañado.

—Hola —dijo Ramson. Apenas lo miré para volver a enfocar mi atención en Pistacho llenándolo de besos—. Paola, ¿Cómo estás?

¿Qué cómo estoy? Evidentemente mejor sin ti imbécil.

Quería ignorar su pregunta, pero realmente era difícil cuando estaba justo frente a mí y la molestia me hacía sonrojar las mejillas.

—Bien, gracias por preguntar —no oculté el sarcasmo de mis palabras y me atreví a mirarlo.

—Quería explicarte lo que pasó realmente en la fiesta...

—No me importa —dije simplemente—. Ya tú no me importas.

Forcé una sonrisa cuando vi su cara anonadada y empujé la puerta de una patada. Ramson interpuso un pie logrando que la puerta rebotara y dio un paso dentro de la casa.

—¿Entonces por qué me has estado evitando? —dijo sosteniendo la puerta—, te llamo y me ignoras, te busco y te vas, si no te importara no actuarías así, mereces una explicación, quiero dártela.

¿Qué parte de: intento-ignorarte-adrede no entiendes?

Claro que me importaba, me importaba muchísimo, pero no podía seguir demostrando mis sentimientos, no quería seguir siendo rechazada.

Alcé las cejas y lo ignoré dejando que Pistacho subiera por mi pecho para lamer mi cara, su colita moviéndose con tanta energía que me sacó una pequeña sonrisa, era imposible enojarse cuando Pistacho me hacía feliz.

Ramson aclaró su garganta, apenas lo miré.

—Pistacho te tiene mucho cariño —comentó.

—Es fácil ganarse el cariño de un perro —dije fijando la mirada en él—, tan fácil como abrir un refresco.

Lo observé incomodarse y la culpa se reflejó en su cara, sus ojos verdes cristalizándose un poco y sus mejillas tornándose rojas.

¿Qué acaso iba a llorar?

No, es un mentiroso, no le creas Paola.

Pistacho se removió en mis brazos, así que lo solté, él enseguida corrió por la sala y se acomodó en el mueble.

—Por favor así no fueron las cosas —dijo Ramson—, Nancy...

Nancy, ya estaba harta de esto.

—¿Sabes qué? —lo interrumpí— no me importa, ya nada de ti me importa.

Ramson dio un paso dentro e intentó agarrar mis brazos para seguir justificándose, pero yo lo empujé y aprovechando su momento de vacilación cerré la puerta en su cara.

Solté un suspiro, si alguien me hubiera dicho meses atrás que Ramson Stone estaría detrás de mí y yo lo estaría evitando no lo hubiera creído.

La puerta volvió a sonar con fuerza, sabía que era él.

—Ya vete —grité cruzándome de brazos.

—Pistacho se quedó en tu casa —escuché que dijo del otro lado. Mi mirada fue al mueble donde Pistacho estaba acostado y sus enormes ojos me observaban.

Ouh.

—Lo dejaré aquí... —escuché que dijo Ramson— tal vez podamos hablar cuando estés más tranquila.

Mi culo va a hablar contigo.

Dudaba que pudiera estar tranquila hablando con él, pensando lo que me había hecho, lo estúpida que me había comportado, él me volvía débil y no estaba dispuesta a seguir siendo una estúpida.

—Como quieras —respondí y subí a mi habitación, Pistacho me siguió corriendo conmigo, al menos el perro me tranquilizaba llenándome de besos y mimos.

Decidí escribir un poco para descargar mi mente, Pistacho estaba acostado a mis pies durmiendo plácidamente, cuando de repente la puerta de mi habitación se abrió y vi a Lilian asomar la cabeza.

Tuve un terrible deja vú que me hizo estremecérseme.

La habitación.

Ella peinándome el cabello.

Después haberme quedado dormida en sus brazos...

—¿Qué mierdas haces en mí habitación? —dije entre dientes colocando la computadora a un lado en la cama, podía sentir el nudo en mi estómago formarse y los malos recuerdos invadirme.

Joder, tenía muchos años tratando de superarlo.

Lilian abrió la boca perpleja por mi reacción y abrió un poco más la puerta para entrar, su ropa deportiva pero notoriamente costosa.

—Cálmate Paola —dijo—, creí que podríamos ir por un helado, no lo sé, salir por ahí...

¿Estaba hablando enserio? No oculté mi rostro de burla, ella debía de estar bromeando.

Solté una risa irónica y me levanté de la cama completamente enojada, dispuesta a golpearla si fuera necesario, Pistacho se despertó y comenzó a gruñir hacia Lilian probablemente percibiendo mi molestia, los ojos de Lilian fueron al perro y frunció el ceño con una expresión que decía algo parecido a “¿Y ese perro qué hace aquí?”
Decidí ignorar su interrogante.

—¿Qué parte de: “no te quiero cerca” no entiendes? —gruñí empuñando mis manos.

Mi hermana negó con la cabeza mirando del perro hacia mí como si cualquiera de los dos le saltaría encima para morderla. 

Ganas no me faltaban.

—Por favor Paola, han pasado muchos años —dijo—, es hora de superarlo, es hora de pasar la página...

Quería golpearla.

¡Iba a golpearla!

Que hablara como una psicóloga no ayudaba a bajar mi molestia, por ella me había vuelto introvertida, por ella me había encerrado en los libros y tenía miedo a muchas cosas. La odiaba.

—¿Superarlo? ¿Pasar la página? —Repetí incrédula—, eres una sínica.

Lilian pareció llenarse de valor y entró un poco a la habitación ganando un ladrido de Pistacho que la sobresaltó.

—No hay día en la que no me arrepienta —dijo volviendo a enfocar la mirada en mí—, ¿por qué crees que dejé de visitarlos? ¿Por qué crees que huí?

No me atreví a decir nada, solo la observaba con fijeza, después de esa noche que ella huyó con su novio, y luego cuando regresó embarazada, se fue definitivamente a otro país, dejando el daño en mí, dejando una enorme huella.

—Porque eres egoísta  —respondí en un hilo de voz.

No había otra palabra para describirlo.

Yo era la hija sonriente, alegre, siempre haciendo travesuras, pero todo en mí había cambiado.

—Lo fui —dijo—, pero déjame explicarte Paola, cuando estábamos en tu habitación...

Llevé las manos a mis oídos.

—No —interrumpí sin querer escucharla—, cállate.

—Enfrentémoslo Paola —refutó hablando por primera vez del tema—, esa noche en la habitación no debí tocarte, no debí acabar con tu inocencia.

Y entonces mi mente se partió en dos.

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