Capítulo 2: Realidad
No era como si pudiera hacer algo para evitarlo, había estado inconsciente y Ramson había hurgado en mi teléfono, chismoseando mi privacidad.
Me levanté del mueble para prepararme algo de comer cuando sentí mi teléfono vibrar, al mirar la pantalla vi que era mi papá, estaba llamándome. Solté un suspiro cerrando los ojos con fuerza, preparándome para lo que fuera a decirme.
—¿Hola papá? —murmuré.
—Necesito que vengas, trae ropa para quedarte —dijo—, también si puedes, prepárame algo para desayunar.
Asentí con la cabeza aunque sabía que él no me veía.
—Está bien, voy para allá.
Colgué la llamada y preparé una comida rápida al igual que mi bolso con todo lo que iba a necesitar para quedarme a dormir allá, agradecía que fuera sábado, así entonces me quedaría todo el día. Llegué a los diez minutos al hospital, subí las escaleras hasta el piso cuatro casi sin aliento, al menos me había estado acostumbrando poco a poco a la actividad física, nunca me gustó el deporte.
Busqué el número de habitación hasta que ví el 108 marcado en la puerta, giré la perilla y entré, aparté la mirada del cuerpo desnudo en la camilla enseguida, el olor era terrible, sabía que le estaban cambiando el pañal, mi padre cruzó una mirada conmigo pareciendo preocupado y luego siguió ayudando a la enfermera.
Salí de la habitación sin atreverme a mirarla otra vez. Por más tiempo que tuviera viendo el cuerpo desnudo para bañarlo o cambiarle el pañal y la sonda, no me acostumbraba. Entré cuando la enfermera se fue, el olor era un poco más agradable, dejé mi bolso y las cosas en una mesa para saludar a mi mamá dándole un beso en la frente.
—¿Cómo sigues mamá? —pregunté forzando una sonrisa, sus ojos lucían unas profundas ojeras alrededor, su cuerpo que alguna vez fue regordete, ahora era huesos cubierto con piel.
—Bien, mi amor —mi madre extendió una mano hacia mí y yo se la tomé sintiéndola insufriblemente fría—, ¿Cómo está tu bebé?
Aclaré mi garganta y crucé una mirada con mi papá, él alzó las cejas ya pareciendo resignado a los disparates que decía mi madre.
—Yo no tengo hijos, mamá —dije—, es Lilian la que tiene un bebé.
Mi hermana mayor Lilian tenía un niño de 3 años, pero ellos vivían en otro país y dejaron de viajar a visitarnos cuando la enfermedad de mi madre se agravó, ella dijo que no soportaba ver el estado en el que se encontraba mi madre y no iba a tolerar que su hijo viera a su abuelo así.
—No —mi madre miró mi estómago pareciendo repentinamente furiosa—, ¿Dónde está tu barriga? ¿Abortaste?
—Amor, Paola no tiene hijos —dijo mi papá con un pesado suspiro.
Mi madre pareció procesar esa información por un largo rato, y soltó mis manos observando la televisión sin atreverse a decir nada más. A veces ella sufría de esas raras alucinaciones donde decía cosas sin sentido, los médicos dijeron que era parte de la enfermedad.
—Escucha Paola —dijo mi padre cuando me acerqué a él—, vendré por la mañana, solo debes estar pendiente si necesita agua o acomodar la almohada, si vez algo anormal, solo avisa a la enfermera.
Afirmé con la cabeza, mi padre se despidió dándome un beso en la frente y se fue de la habitación. El me pedía de vez en cuando que me quedara, mi padre se quedaba casi todo el tiempo aquí en el hospital desde que mi madre empeoró y tuvieron que dejarla hospitalizada, ya llevaba casi dos semanas.
Admiraba que mi padre siguiera amándola y nunca la hubiera dejado, pero desde ese entonces yo pasaba mucho tiempo sola, por eso empecé a escribir, y posiblemente por eso tenía una ligera obsesión por Ramson... está bien una ENORME obsesión, porque parecía tener una vida perfecta.
Tomé asiento en el mueble donde yo dormiría para ver en la televisión un raro programa de comida japonesa con mi madre, hasta que la escuché roncar profundamente.
Apagué el televisor y proveché de meterme en mi wattpad antes de dormir, gran error, habían actualizado la historia que leía y luego me distraje leyendo los comentarios que dejaban en mis historias, de repente salió reflejada una llamada entrante, era Alfredo, mi mejor amigo desde que inicié el primer año del instituto.
Sonreí y atendí la llamada.
—Hola Pao —escuché.
De repente una enfermera entró a la habitación diciendo que iba a vaciarle la sonda a mi madre.
—Espera un momento —susurré al teléfono caminando hacia la puerta, salí al pasillo para poder hablar más tranquila, mientras la enfermera hacia su trabajo.
—Listo —solté un suspiro—, estoy en el hospital, me quedaré esta noche.
— ¿Cómo sigue la señora Carla? —murmuró.
—Supongo que bien dentro de lo que cabe. —dije, en realidad no quería hablar de eso, así que cambié el tema:— Oye, no te he contado, aparecí en la cama de Ramson Stone esta mañana.
—¿Qué? —dijo sobresaltado.
Le comencé a contar lo que me dijo Ramson, que me había desmayado viéndolo y que sabía de mi obsesión con él, incluso le conté de la historias que descubrió en mi wattpad, Alfredo sabía que escribía pero nunca le comenté más nada, a él no le gustaba leer, ni tampoco quería que pensara que era toda una niña tonta con mis fantasías basadas en Ramson.
—¿Y ese hijo de puta revisó tu teléfono así sin más? —Dijo—, ¿Ni siquiera le diste una bofetada?
Estaba muy ocupada intentando respirar correctamente.
Aclaré mi garganta sintiendo acalorarme al recordarlo.
—Solo me fui de su casa, no ocurrió nada Afedo...
Afedo era el apodo que le había dado el día que compramos un enorme pote de helado de chocolate para ver una película en mi casa, habíamos comido tanto helado que mi lengua se congeló de modo que no podía pronunciar bien su nombre. Así que decidí llamarlo así.
—Por fin hiciste algo inteligente —interrumpió—, primero te dejas humillar por él y luego solo quieres escribir de él, deberías madurar y olvidarlo de una vez por todas.
Giré los ojos, no era la primera vez que me lo decía, siempre quería que olvidara a Ramson por mi enfermiza obsesión, pero de alguna forma, Ramson se había convertido en mi escape.
—Si no te conociera supondría que estás celoso —ironicé, Alfredo me había confesado hacía un tiempo que le gustaba un hombre, pero que no se atrevía a salir del closet todavía, yo era la única persona que lo sabía.
—Lo estoy —dijo enojado—, si ese idiota te llega a poner una mano encima...
Perdí el hilo de la conversación cuando observé varios enfermeros entrar a la habitación de mi madre prácticamente corriendo junto con un doctor.
Maldición.
Mi mamá.
Sentí como la sangre se drenaba de mi cuerpo. Abandoné la conversación que tenía con Alfredo y corrí hacia la puerta, pero me topé con un enfermero que me privaba el paso.
—Lo siento señorita —dijo —, espere afuera.
Mi corazón latía desenfrenado, mis ojos comenzaron a llenarse de lágrimas.
Había vivido muchas veces este mismo momento, mi madre convulsionando, mi madre dejando de respirar, pero nunca dejaba de afectarme, porque sabía que en cualquier momento ella podría morir.
—Por favor —dije preocupada— solo dígame qué le está pasando a mi mamá...
En el fondo podía escuchar mucho ruido y alcanzaba a ver personas moviendose rápidamente. El enfermero pareció titubear un poco como si simplemente quisiera terminar de cerrar la puerta.
—Está sufriendo de un paro cardiaco —dijo—, están intentando estabilizarla, así que por favor espera afuera.
Me separé de la puerta y retrocedí pegando mi espalda de la pared deslizándome hasta que mi trasero chocó contra el suelo y las lágrimas invadían mi rostro.
Coloqué el teléfono en mi oído sin saber si Alfredo seguía ahí y dije:
—No va a pasar de hoy —sollocé—, mi madre va a dejarme.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top