Capítulo 11: Ella

RAMSON STONE

Mientras caminábamos a hablar con el entrador Terry,  sentí la necesidad de voltear  para ver si Paola seguía ahí, pero no, se había ido, como supuse que haría si tenía un mínimo de sentido común.

—Está tan loca por ti —comentó Hendrick—, ahora que la vi de cerca no está tan mal, tal vez yo la invite a salir.

—No, déjala —dije, me enfureció que Hendrick dijera eso, posiblemente porque Paola de algún modo u otro me pertenecía, era mí acosadora, mía.

—Tienes a una, luego a otra —Nancy se acercó de repente a nuestras espaldas, al parecer había escuchado nuestra conversación.

Me valía mierda.

—Si quieren estar conmigo, yo no tengo la culpa —envolví un brazo por el hombro de Nancy y ella giró los ojos con dramatismo solo para dedicarme una sonrisa, ella estaba feliz de estar conmigo, a ella no le importaba nada más que eso.

—Ah ¿y crees que la rarita que escribe querría estar contigo luego de lo que hiciste allá? —dijo Hendrick alzando una ceja.

—Cuando apenas me acerco a ella, olvida incluso respirar —dije—, estar con ella sería tan fácil como abrir un refresco.

—Que cruel —dijo Nancy alzándose de puntillas para darme un beso en la mejilla, Hendrick no dijo nada y entramos a la sala de natación.

PAOLA STALONE

¿Por qué tuve que ir con él? ¡Se suponía que ni siquiera pensaría en él!

¡Estúpida Paola, estúpida!

Arranqué otra hebra de mi cabello, y la dejé caer al suelo.

Mientras me dirigía a la biblioteca revisé mi teléfono, muchas notificaciones de wattpad, la nueva historia estaba teniendo muchas reacciones, me encantaba que todos elogiaran el carácter de Judís.

Así quería ser yo; fuerte, autosuficiente, una mujer antibalas, pero era realmente difícil.

Yo era tan blanda como un pan remojado.

Solté un suspiro y me junté con Stefani para terminar la investigación del proyecto de química, después de una hora, cuando por fin terminamos, me fui en autobús a mi casa a buscar las sábanas y la comida de mi papá, para seguidamente salir para el hospital.

Así era mi día a día menos los sábados donde podía estar todo el día en el hospital junto a mi mamá.

Cuando me acercaba a la parada de autobús, escuché a alguien seguir mis pasos, me detuve abruptamente y miré hacia atrás.

No había nadie.

Tranquila Paola, estás demasiado sensible.

Comencé a caminar otra vez, pero me detuve en seco al ver a un hombre frente a mí, fruncí el ceño y abrí la boca sorprendida, ¿acaso era Ron? ¿El hombre de mi historia? Lo recordaba porque cuando desperté en el hospital él estaba ahí, creí que había sido una alucinación.

Pero estaba frente a mí.

—Hola Primor —dijo pegando sus labios a mi frente, lo miré confundida e hice lo que me pareció más lógico: lo esquivé y seguí caminando.

Solo estás paranoica Paola. No es real.

Ron siguió mi paso hasta la parada del autobús donde debían de faltar alrededor de diez minutos para que pasara la siguiente ruta.

—¿Vas a ignorarme?

Él me agarró de brazo forzándome a prestarle atención, joder, sí que tenía fuerza.

—Estoy harto de tu comportamiento Judís.

Ah, yo estoy harta de que tú aparezcas de la nada.

Me solté de su agarre y me atreví a mirarlo, sus rasgos justo como los había descrito en la historia; apariencia de ángel, y su cuerpo perfectamente ejercitado, ¿y cómo no? Se suponía que el Ron de mi historia era un exmodelo.

—Tengo la teoría de que no eres real —dije—, eres un poco: demasiado perfecto.

Ron pareció ofendido y arregló mi cabello colocándolo detrás de mi oreja, incluso lo podía sentir, él debía de ser real...

...Joder, estaba enloqueciendo.

—¿Por qué dices eso Primor? —dijo—, ¿estás tan estresada por lo de tu madre?

Comencé a afirmar con la cabeza creyendo por un instante que hablaba de mí, pero luego recordé que Judís (la protagonista de mi historia) tenía una relación toxica con su mamá, eran enemigas.

—No, sino porque estoy enamorada de un idiota —dije—, descubrió las historias eróticas que tengo de él y se encarga de hacerme sentir humillada.

Ron pareció incrédulo, debía recordar que se suponía que Judís era su esposa, por lo tanto él creía que era mi esposo... ay por favor, esto iba a volverme loca.

—¿Enamorada de un idiota? —Dijo ofendido—, espero que ese idiota sea yo.

Solté una carcajada y él también se rió un poco, ¿acaso él era un producto de mi imaginación? ¿Un fantasma? ¿mi esposo en un mundo paralelo?

Porque real parecía un disparate.

  Observé a una mujer acercarse a la parada, me miró de reojo sin ocultar su altivez y expresión repelente, era lo malo de vivir en esta zona de ricachones.

—¿En serio te estás llamando a ti mismo idiota? Eres increíble —Miré a Ron dispuesta a seguir preguntándole de su relación con Judís cuando de repente me di cuenta que él no estaba a mi lado.

Había desaparecido.

¿O nunca había estado?

—Disculpe señora —dije observando el autobús acercarse, la señora pareció un poco desconfiada cuando me acerqué a ella—, ¿vio al hombre que estaba junto a mí?

El autobús se estacionó y la señora me miró sobre el hombro antes de que la puerta se abriera.

—Por favor, no me hables.

Se subió al autobús y yo apenas pude reaccionar para montarme antes de que el autobús me dejara, no me atreví a decir nada más a nadie, ¿estaba inventando cosas?

Estás enloqueciendo Paola.

De seguro era un efecto por el golpe que me había dado en la cabeza, pero sabía que no era normal.

Al llegar al hospital, subí las escaleras y entré a la habitación donde estaba mi mamá, mi padre estaba leyendo un libro de medicina, apenas me miró ofreciéndome una sonrisa agotada.

Me acosté junto a él, mi madre había despertado, pero no hablaba y solo se quedaba dormida por largas horas, le conté a mi padre la rara experiencia de dormir en casa de los Stone, ocultando evidentemente que hablé con Ramson en la madrugada en mi habitación, eso sería un castigo seguro.

—Hoy me pasó algo raro —dije luego de un momento—, vi a un chico, pero creo que no estaba realmente ahí, ¿entiendes? Creo que era un producto de mi imaginación.

Mi padre frunció débilmente el ceño y me prestó más atención.

—¿Por qué lo dices?

—No lo sé —dudé un poco—, es solo que... no creo que exista, de igual forma...

Me interrumpí cuando mi teléfono comenzó a vibrar en mi pantalón, me disculpé y lo saqué de mi bolsillo para atender, mi padre siguió leyendo su libro, pero sabía que escuchaba mi conversación.

—¿Hola? —susurré, una respiración profunda del otro lado fue lo que escuché, miré el número en la pantalla de mi teléfono, creo que era el mismo que me había estado llamando antes, así que colgué.

¿Quién intentaba llamarme y ni siquiera hablaba?

—¿Quién era mi amor? —dijo mi padre, abrí la boca para contarle de las misteriosas llamadas cuando la puerta de la habitación sonó y vi a Alfredo entrar.

—Afedo —susurré teniendo una rara mezcla de emociones, no sabía si correr a saludarlo como siempre hacía o quedarme así, simplemente observándolo sin saber dónde ocultarme.

Él saludó a mi papá, miró a mi madre notando lo dormida que estaba y finalmente hizo lo que temía: Me miró.

—¿Puedo hablar contigo Pao?

Tenía que inventar algo, pero siempre había sido una terrible mentirosa.

—Yo, es que me voy en un rato y necesito hablar con mi papá... —dije casi dándome una palmada en la espalda de la excelente excusa.

—No te preocupes mi amor, puedes irte, y así aprovechas que Alfredo te acompañe —dijo mi padre sin despegar la mirada del libro, pero sabía que lo hizo apropósito, él siempre miró a Alfredo como un buen chico para mí.

Obviamente no sabía de la confusión sexual de él.

—Ah bien, es-está bien —tartamudee deseando poder darle un lepe en la cabeza a mi padre por no leer mi mente ni entender mi ingeniosa excusa.

Tomé mi bolso despidiéndome de ellos y salí con Alfredo.

—¿Qué querías hablar conmigo? —dije cuando caminábamos a su auto, nos montamos pero él no arrancó, simplemente aferró sus manos al volante y negó con la cabeza.

—Yo estoy confundido —dijo—, creí que en el algún momento te darías cuenta de mis sentimientos por ti, o que te llegarías a enamorar de mí, somos mejores amigos desde que empezamos el instituto, parecía que debía ocurrir.

Guardé silencio por bastante tiempo, tal vez así se olvidaría del tema o desaparecería de algún modo cósmico.

Observé la ventana cuando por fin decidió arrancar el auto. Esto era incómodo.

¿Debería salta por la ventana?

No, debía enfrentar esta mierda como la adulta responsable que intentaba ser.

—Nunca me di cuenta, creí que eras gay —dije por fin—. Además, tú sabías del enamoramiento que tenía por Ramson, sabes que siempre ha sido... él.

Lo miré sintiéndome culpable de confesarle mis reales sentimientos.

Sin embargo Alfredo se limitó a negar con la cabeza.

—Pero... es un imbécil.

—Lo sé —solté un pesado suspiro—, estoy intentando superarlo, pero es un poco difícil.

Había estado demasiado tiempo enamorada de él, ilusionándome... acosándolo...

Siendo estúpida, muy estúpida.

Ningún chico se enamoraría de la rarita fea que nadie quiere...

—Déjame ayudarte a olvidarlo —dijo—, dame la oportunidad.

Volteé a mirarlo para ver si bromeaba con mi mejor cara de: “¿Estás jodiendo o qué?”, él me miró completamente serio y sincero.

Estacionó el auto cuando por fin llegamos a casa, sus ojos grises completamente brillosos, ahora que lo detallaba recordaba lo guapo que siempre me había parecido Alfredo, solo que creí que era gay.

Maldición, éramos mejores amigos, creí que siempre estaríamos juntos, no quería mezclar las cosas y que salieran mal.

—No quiero arruinar esto —dije—, eres muy importante para mí Afedo.

—Tú también eres importante para mí —dijo tomando mi mano y dándole un beso en el reverso—, por eso quiero esto.

Me trataba bien, era mi mejor amigo y... ¿por qué no? A mi padre y mi madre les caía bien. Aunque mi corazón estaba en Ramson, joder, necesitaba olvidarlo. 

Tal vez esta decisión no era justa, y posiblemente muy egoísta.

—Está bien... —susurré.

Observé una enorme sonrisa formarse en su rostro, me encantaba verlo feliz...

De repente él comenzó a inclinarse, no, no, no, quería besarme, no estaba lista para esto.

Lo detuve colocando una mano en su pecho, él pareció incrédulo.

—Con calma —dije y agregué: —  Vamo a calmano Afedo po favo.

Alfredo giró los ojos y me dio un beso en la frente. Esto era raro, debía comenzar a acostumbrarme a verlo de otra manera y a aceptar sus mimos cariñosos, tal vez debería comenzar a escribir una historia inspirada en él.

No, tampoco así.

Me bajé del auto y antes de abrir la puerta de mi casa lo observé irse.

Iba a enloquecer.

El único novio que había tenido fue Sky, cuando tenía 10 años, en la escuela y él le dijo a un amigo de él que me preguntara como los típicos niños inmaduros, acepté llena de vergüenza sin saber ni siquiera quien era ese niño, duramos tres días donde apenas nos saludamos y lo más rebelde que hicimos fue apenas rozarnos los labios, claro que debía confesar que antes había dado otros besos más a otras personas, pero esa era otra historia que no quería recordar.

Escuché el pitido de un auto, voltee confundida pensando que era Alfredo, pero me encontré con la camioneta de la señora Stone, su vidrio estaba abajo y me saludaba agitando su mano.

—Nona preparará la cena —dijo— ¿vienes?

Vaya, vaya...

¿Por qué era tan amable conmigo?

Afirmé con la cabeza en respuesta, Nona era su ama de llaves desde hacía casi cuatro años, había estado de vacaciones, me imaginaba que por fin se había reincorporado, era información inútil que mi madre me había dicho por ser amiga de Donna.

—Claro —sonreí—, voy a buscar unas cosas.

Ella asintió con la cabeza y manejó unas casas más antes de estacionarse en la suya.

¡Joder! Yo quería alejarme de Ramson y su madre no me dejaba, pero agradecía que estuviera pendiente de mi.

Vamos, Paola, eres fuerte, puedes compartir otra noche en esa casa y actuar como si Ramson no existiera.

Era lo que pretendía hacer, ignorar a Ramson.

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