XII. Comienzo

2 años después

Fue el fin de la relación, pero el comienzo de dos nuevas travesías. Ambos habíamos aprendido mucho en el trayecto y nuestras experiencias dictarían nuestro progreso. Quizá muchos de ustedes dirán que fue un amor muy joven, que no sabíamos lo que hacíamos, y que apenas conocimos la complicación del amor. Pero otros entenderán que no importa si es el primer, segundo o último amor, cada experiencia, por más "pequeña" que sea, te marca la vida. Y fue una marca muy dolorosa, que al día de hoy aún cargaba con ella.

Yo aprendí que no solo se podía vivir de la atracción, que el amor sí existía y que había que construirlo con altas y bajas. Conocí lo que era un primer verdadero amor juvenil. Lucas aprendió a entender y a trabajar con sus situaciones y a no por ello intentar alejar a la persona que amaba. Prefirió la soledad en esos momentos, y a pesar de que estaba dispuesta a brindarle su debido espacio, prefirió no aceptarlo en esos momentos para no hacerme más daño en el proceso.

¿Fui su amor a primera vista? Sí, de eso él estaba seguro y yo estaba segura de que así era. ¿Fue una mala decisión dejar este primer amor ir? Puede que sí, pero creo que jamás lo sabría con exactitud. Pero para Lucas era pertinente dejarme ir, a mí, su amor, para protegerme. Y yo también tuve que aceptar su decisión, aunque me doliera. Aunque nos doliera.

Entonces entendí lo que era el amor. Era mucho más allá de la atracción y era algo real.

Amor es amistad.

Amor es confianza.

Amor es entendimiento.

Amor es acompañar.

Amor es dar espacio.

Amor es esperar.

Amor es apoyo.

Amor es comunicación.

Amor es respeto.

Amor es tolerancia.

Amor es cariño.

Amor es cuidar.

Amor es salud.

Amor es alegría.

Amor es tristeza.

Amor es entender que habrá problemas.

Amor es solucionar esos problemas.

Amor es crear metas.

Amor es luchar por esas metas.

Amor es de dos.

Amor es vida.

El amor es... ser atraídos, amados y complicados... sin dejar de repetir el ciclo.

Y así terminé una vez más otro de los garabatos que hacía en mi libreta de notas mientras disfrutaba de un día soleado bajo un árbol en la universidad. Habían pasado ya dos años desde aquél primer amor y aún los recuerdos me venían a la cabeza como si hubiera sido ayer. Aún extrañaba esas largas conversaciones llenas de sustancia, y esas caricias y risas que valían oro.

Aún me dolía el rompimiento de tal relación porque sabía que podía haber tenido frutos si hubiéramos sido un poco más maduros y hubiéramos entendido que los problemas y las complicaciones era algo normal en una relación. Que los problemas no podían regir una relación, sino el amor, la confianza y el entendimiento que nos unía.

Me confortaba saber que al menos habíamos logrado la meta de graduarnos de cuarto año, como queríamos. Me dolía todavía saber que yo había empezado la universidad sin él. Sin mi amor. Y que dos años después todavía no había encontrado a alguien como a él, que me hiciera sentir lo mismo o algo mejor. Porque para menos, no me iba a arriesgar.

Mientras agarraba la libreta y seguía dejando mis apuntes que en algún momento utilizaría para escribir mi primera novela, inspirada en los libros de Jane Austen, allí de lejos se veía una figura que se seguía acercando a mi.

Esa figura era distintiva en todo el sentido la palabra, y a pesar de los años, la podía reconocer en cualquier lado y en cualquier momento. Admito que me restregué los ojos en varias ocasiones para saber si estaba viendo bien o si ya era momento de hacerme unos buenos lentes. Pero no, no estaba equivocaba. Y no sabía si estaba lista para verlo de nuevo ante mis ojos.

Y ahí estaba, dos años después, aquel becado que volvía a hacer su magnífica entrada. Por fin estaba aquí, justo como me dijo que nos volveríamos a encontrar: en la universidad. Ahí estaba el becado que había conocido tres años atrás, la pintura que me había robado mi aliento. Y se veía más seguro de sí mismo que nunca, con sus uñas y dedos sanos. Y con la sonrisa que tanto anhelaba volver a ver.

—Hola Mia. ¿Gustas tomar una taza de café?

Sonreí. El destino nos estaba dando una segunda oportunidad.

—Me encantaría, pintura. 

FIN.

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