X. Amados
Pensarán que la declaración de Lucas por mensaje de texto quizá no fue la mejor y que lo ideal hubiera sido en persona. Pero, es que él tenía otros planes. Lo hizo por mensaje de texto para saber cuál era mi pensar y si estaba alineado con el de él, para luego aventurarse a realizar el evento más sencillo pero mágico que jamás pude haber imaginado.
Nunca olvidaré ese día, donde me invitó al mismo parque donde nos habíamos dado el primer beso. Nos sentamos en los columpios mientras veíamos el anochecer caer y salían poco a poco las estrellas. Hablamos de nuestros sueños, de los que queríamos, de cómo veíamos la vida, y de lo que pudiéramos hacer juntos. Estábamos alineados en todos nuestros pensamientos, y era el momento perfecto para hacer la pregunta que tanto estaba esperando.
—¿Amor?
—¿Sí? —respondí. Era la primera vez que me llamaba por amor, y le había respondido con naturalidad, sin pensarlo dos veces. Como si desde siempre me llamara amor. En definitiva, me gustaba más que bebé.
—Hace unos días te pregunté si querías ser parte de mi vida y me respondiste que sí.
—Así es.
—Quisiera hacerlo más oficial, porque me gusta lo anticuado —dijo mientras agarraba mis manos con las de el y las acariciaba—. ¿Quieres ser mi novia?
—¡Sí, sí y sí, pintura! —respondí con emoción.
Otro beso. Y más besos siguieron a continuación. Y fue así como una tarde de un día en octubre, nos hicimos formalmente novios.
Nuestra relación fue mágica, hermosa, única, todo lo que hubiera soñado. Los días se iban rápido, los meses volaban, las actividades se hacían cortas, el tiempo se iba a las millas cuando andábamos juntos. Éramos la pareja del momento, pues la felicidad de ambos nos brotaba por los poros.
Compartíamos juntos en casi todo, en las clases, en el almuerzo, en el club de escritura, en las tardes. Sara y Laura nos apoyaban al cien por ciento y les gustaba compartir también con nosotros. Una cosa que ambos tuvimos claros era en no dejar de lado nuestras amistades mientras disfrutábamos de nuestro amor.
Pasamos Halloween juntos, donde nos disfrazamos de los personajes de la película animada "Enredados" (Tangled), yo de Rapunzel y Lucas de Flynn. Nuestros cumpleaños los pasamos de maravilla con nuestras amistades. Y en la época de las fiestas navideñas, la pasamos en familia. Mi madre invitó a Lucas y a su papá a comer a nuestra casa y fue una reunión genial y en armonía. Tití conoció de forma oficial a Lucas y su comentario fue más que bien recibido.
—Ya veo por qué dejaste a Sebastián y nunca quisiste nada con Santiago. Este chico es un amor, y te notas feliz y cómoda con él. Estoy orgullosa de ti.
—Gracias, tití.
Mi mamá estaba muy contenta con Lucas, por como me trataba, por como era, por como pensaba. Aunque como toda madre, notó algo que le llamó la atención.
—Vi algo raro en Lucas. Se estaba mordiendo las uñas y sacándose los pellejitos muy seguido. Tiene que tener cuidado de no hacerse daño o coger una infección por ahí. Estaba demasiado ansioso.
—Sí, lo sé mamá, estoy tratando de trabajar eso con él.
—La ansiedad es un trastorno que es muy difícil de controlar. Los pensamientos son recurrentes y aunque está en la persona en lograr tener las herramientas para alejar esos pensamientos erróneos y equivocados, también necesita ayuda profesional.
—¿Crees que Lucas necesite ayuda profesional?
—Requerir ayuda profesional no es algo malo, Mia. Y sí, si su ansiedad sigue en aumento como la que noté hoy, yo diría que sí.
—¿Me recomiendas decirle?
—Yo creo que, aunque ustedes sean jóvenes, si tienen ya la confianza, pueden hablarlo. Pero al final, recuerda que es él quien decide.
—Entiendo, gracias mamá.
Pero a pesar de la ansiedad que presentaba Lucas, no le impedía continuar en las clases, ni en el club de escritura, ni en su relación conmigo. Todo seguía normal. Hasta que llegó febrero, el mes de la amistad y el amor.
Lucas tenía planificado con anticipación ir a un restaurante que tenía mesas en el exterior con unas sombrillas hermosas y adornadas con luces que hacían todo verse tan mágico. Nos vestimos elegantes para la ocasión, como que era un día especial para pasarlo de maravilla. Pero no contamos que, así como nosotros queríamos pasar ese día, muchas otras parejas también.
Cuando arribamos al lugar, el mesero nos indica que la mesa que se nos habían separado había tenido un percance la sombrilla y la habían tenido que remover. Por lo que teníamos la mesa reservada, pero sin la sombrilla que era lo que le daba ese toque más mágico e íntimo.
—Vámonos —dijo Lucas nervioso.
—¿Qué? Pero si ya estamos aquí.
—No es lo que tenía planificado.
—Lo sé, amor, pero ya estamos aquí, está bonito el ambiente. Aunque la mesa no tenga la sombrilla, no pasa nada. Lo importante es estar juntos. Nosotros hacemos las memorias, no la sombrilla.
—No, no puedo. Si nos quedamos, no será lo mismo.
—Dale, amor. Ya tenemos esta reservación. Si nos vamos, ¿a dónde vamos a ir? Va a estar todo lleno.
—Ok, ok.
Nos quedamos, pero ahí empecé a notar lo que él me había dicho. Sus pensamientos estaban en otro lugar, no conmigo. Su cuerpo estaba presente a mi lado, pero no si mente. No paraba de morder sus uñas, sus dedos, de mover sus pies incontrolablemente.
—Amor, estoy aquí. Hablemos. Necesito que bajes un poco la ansiedad, te estás haciendo daño.
—No puedo, déjame así por favor.
—Pero te estás haciendo daño... y no me gusta verte así.
—Mia, por favor, no puedo controlarlo.
Me sentía impotente, no sabía qué hacer. Quería ayudar y no sabía cómo. Esa fue una ocasión, pero los días pasaron y su ansiedad iba en aumento hasta por las pequeñas cosas que ocurrieran. Aumentó más cuando se acercó el tiempo de solicitar a las universidades y enviar todo el papeleo. La ansiedad lo estaba consumiendo. A pesar de que yo estaba ahí para ayudarlo, su ansiedad no disminuía. Ya los dedos se le llenaban continuamente de sangre y no se daba cuenta.
Busqué información en línea, pregunté a mi mamá, busqué alternativas para ayudarlo. Intenté todo lo que tenía a mi alcance, pero por todos lados decía que había que buscar ayuda profesional.
—¿Amor, puedo hacerte una pregunta?
—Sí, claro —respondió Lucas.
—¿No has pensado en ir a algún psicólogo para tratar la ansiedad por la que estás pasando?
—Me ofendes, Mia.
—¡No, no! De veras, no lo tomes a mal. Es por tu bien. No es que sea algo malo. Es como cuando uno va al médico por un catarro. A veces uno necesita una consulta o ayuda de un profesional. Hay que darle prioridad y el mérito que merece tanto a la salud física como mental y emocional.
—Entiendo. Pero yo estoy bien, esto no es nuevo. Lo controlaré.
Pero no lo podía controlar.
Fue más notable cuando en el club de escritura teníamos que escribir y cumplir con unos plazos y Lucas estaba fallando en ello. Había leído que cuando la ansiedad comenzaba a limitarte de tus tareas diarias o incluso en lo que más te apasionaba, era ya algo serio que se debía atender.
Así pasaron los días... lo meses... hasta que llegó finales de abril, a pasos de un mes de la graduación de cuarto año, cuando Lucas no apareció más en la escuela.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top