IX. Conectados
No sabría cómo describir el primer beso que tuvimos Lucas y yo. Pero les aseguro que ha sido el mejor de toda mi vida. Sentí lo que describen en las películas y en los libros: fuegos artificiales en mi cabeza, en mi estómago, en todo mi ser.
Él era el indicado. Si había alguien con quien quería ser vulnerable, era con él. La pintura había llegado para revolver todo en mi, mi ser, mi existencia, mi forma de pensar, de sentir las cosas. Su forma de ser era genuina, era única, era también vulnerable, donde me mostraba sus características positivas como las negativas. Y estaba lista para emprender esta travesía con él.
Después del beso, hablamos de escritura otra vez. Es que era nuestro tema favorito. Teníamos que crear en conjunto una corta historia y decidimos quedarnos para formular las ideas y construir el relato que debía de ser de fantasía, un género que ninguno de los dos incursionábamos pero que nos retaba en este proceso.
—La maestra dijo que tenía que tener los elementos de circo, un tatuador y magia —dije recordando las instrucciones.
—Mmm, ¿hacemos que el tatuador posea una tinta mágica que conceda deseos? —preguntó Lucas mientras jugaba con los dedos de mi mano izquierda. Estaba sonrojada y sonreía por cualquier estupidez.
—Me encanta.
Y así comenzamos a escribir garabatos en nuestros celulares que era lo que teníamos a la mano. Compartimos un documento en Google Drive, y ambos comenzábamos a escribir.
Luego de varios intentos, y cariños entre ambos de pasada, culminamos el relato con mucho entusiasmo. Esa tarde nos despedimos con otro magnífico beso y con la alegría que nos brotaba por los poros.
Al día siguiente, nos encontramos en el club de escritura para dar a conocer nuestro escrito con mucho entusiasmo.
—Los veo diferente —dijo la maestra con curiosidad—. ¿Será que la escritura los ha unido más?
Ambos sonreímos como dos idiotas. Me atrevería a decir como dos idiotas enamorados, pero no sabría decir si me estaba adelantando a los hechos.
La maestra nos pidió compartir nuestro escrito en conjunto y así lo hicimos. Nos habíamos inspirado en las tres palabras y habíamos creado algo magnífico que decía así:
>>Recién había llegado el circo ambulante, el cual era muy conocido por los diversos lares. Todos corrían con alegría a participar del mismo y visitaban con mucha emoción cada carpa que era parte de él. En una de esas carpas, se encontraba un misterioso tatuador, quien guardaba un secreto magistral. A menudo recibía a curiosos que deseaban conocer con ansias sobre su trabajo, pues por ahí decían que el tatuador poseía una tinta mágica que concedía deseos. El hombre esperaba con ansiedad al primer cliente del día; estaba listo para conceder el un deseo. Apenas en esos instantes, un joven de unos veinte años entró.
—¿Es usted el tatuador? —preguntó el joven con curiosidad.
—Eso es así. Puedes pasar —respondió mirándolo directo a su boca. Lo que nadie sabía era que el tatuador era parcialmente sordo y leía los labios de las personas para poder comunicarse con efectividad.
El joven tomó asiento y con rapidez preguntó información sobre los precios de los tatuajes.
—Para mi primer consumidor, es gratis —respondió el tatuador—. ¿Deseas tinta regular o mágica?
—¡Mágica por supuesto! Por eso he venido —exclamó el joven—. Deseo eliminar todos los problemas de mi vida, todos.
—¿Todos? —preguntó con curiosidad y dudando de que hubiera leído bien sus labios—. Pedir un deseo de esa magnitud puede traer graves consecuencias.
—Me escuchó bien, dije todos. Quiero un tatuaje pequeño en mi pecho; que sea un sombrero de mago con una varita mágica. Que así todos mis problemas desaparezcan de una vez y por todas.
—¿Estás seguro de lo que pides? —volvió a preguntar el tatuador—. No me responsabilizo de lo que ocurra por pedir tal deseo.
A pesar de las advertencias del tatuador, el joven estaba decidido. Con mucho cuidado, limpió el área del pecho del muchacho, y mojó la aguja con tinta mágica. Comenzó a realizar el dibujo que el joven deseaba aun estando consciente de que con gran probabilidad ocurriría algo inesperado. Y así fue.
No hizo nada más que terminar el tatuaje, cuando el joven desapareció del lugar. El tatuador soltó la aguja y la colocó sobre la mesa. Se dirigió hacia su diario y escribió las siguientes palabras: «Por más que les advierto, no aprenden. Los problemas no se resuelven con magia, y más cuando el problema mayor es la misma persona que no quiere poner de su parte para encontrar una solución. Pobre joven, otro más que ha desaparecido».
Cerró su diario y tomó asiento. Era momento de esperar a su próximo cliente y rogar que éste se diera cuenta que era una persona sorda para así poder ser liberado de su propio hechizo.
—¡Excelente! —reaccionó la maestra al escuchar el relato—. Me encanta muchas veces. Cuéntenme, cómo fue el proceso de entablar las ideas entre ustedes, en ponerse de acuerdo en lo que querían, en entrelazar las palabras y las ideas de ambos.
—Pues ya teníamos las tres palabras que usted nos había dado y que debía ser de fantasía, lo cual era algo nuevo para nosotros. Compartimos ideas dialogando y colocándolas en un documento Word en Google Drive donde podíamos ir escribiendo los dos —dije dando un breve resumen.
—En cuanto a las ideas, Mia quería de alguna forma u otra traer una persona con diversidad funcional y yo quería traer el tema de los problemas que tiene una persona y cómo le gustaría a ese ser resolver los problemas con facilidad, cuando sabemos que no es así de fácil —añadió Lucas.
—Me parece fantástico. ¿Y qué tal la conversación de ustedes? ¿Cómo fue el proceso como tal de escritura?
—Creo que fue bastante liviano una vez que sabíamos lo que queríamos —opiné—. Yo creo que la clave fue la comunicación y conocer lo que queríamos cada uno plasmar. Después de eso, escribíamos y nos corregíamos y pensábamos cómo mejor desarrollarlo.
—Sí, fue una experiencia muy interesante que nos encantaría repetir.
—¿Qué opinan de la escritura? ¿Se sienten cómodos trabajando en conjunto?
Lucas y yo nos miramos y sonreímos.
—Creo que ya tengo la respuesta —dijo la maestra con una pequeña sonrisa—. Bueno seguiremos creando relatos durante este año para seguir puliéndolos y exponiéndolos a nuevos retos.
Así no más se fue otro día más en la escuela y Sara ya venía con su cantaleta de siempre.
—O sea, primero me abandonas por Sebastián, y ahora con Lucas. ¿En qué plano queda tu mejor amiga? Digo, si todavía lo soy.
—¡Claro que lo eres, Sara! Eres la mejor. ¿Por qué hoy no vamos al cine?
—¿De veras? ¿Te parece? ¿Tu y yo?
—Sí, tu y yo.
—¡Siiii!
Y así tuvimos una noche de amigas, de películas, de disfrute jugando con las máquinas de monedas del cine, y de mantecado al final.
—¿Qué sabor? —preguntó la que nos iba a servir el mantecado.
—De chocolate de menta —respondí.
—¿Vaso o cono?
—Cono.
—¿Y tú? —preguntándole a Sara.
—Cono también y de fresa.
Nos sentamos a comernos los mantecados y a dialogar.
—Entonces, ¿serás novia de Lucas?
—No lo sé, aún no me lo ha preguntado —respondí pensativa.
—Bueno ya parecen.
—Pero todavía no me ha hecho la pregunta. Debo esperar la pregunta, ¿no?
—¿Y por qué no le preguntas tú? ¡Mujeres al poder!
—¡No me atrevo! Además, quiero que el me pregunte.
—Te lo va a preguntar cuando menos te lo esperes.
No es que había dejado a un lado a Sara, pero sí pasaba más tiempo con Lucas. Me encantaba seguir conociéndolo, y el tener en común el club de escritura nos hacía estar más tiempo juntos. También nos manteníamos en comunicación por teléfono en la noche. Y esta noche no fue la excepción. Pero uno de sus mensajes me llamó la atención y me hizo detenerme a pensar. Después de todo, se acercaba el momento que tanto estaba esperando y que ya Sara me había indicado que estaba más cerca de lo que pensaba. Y no se equivocaba.
En esos momentos recibí un mensaje de texto de Lucas que decía: He aprendido con el tiempo que lo más importante en mi vida no son las cosas materiales, sino las personas que son parte de mi vida. Quiero que tú seas parte de ella. ¿Me darías la oportunidad?
¿Me estaba pidiendo ser su novia de una forma diferente? Y es que tenía tantas cosas positivas que no tenía forma de decirle que no quería formar parte de su vida. Al contrario, lo tenía todo. Lo único que me preocupaba era ya algo que sabía de él, y no sabía si verlo como un "contra", pero si hiciera una lista como las que me gustaba hacer, en definitiva, colocaría esa preocupación ahí. Y procedí a hacer la lista sin pensarlo dos veces.
Los Pros de Lucas:
1. Tan amigable que me siento cómoda a su lado en todo momento.
2. Tan generoso que me brinda de su tiempo, conocimiento, confianza, entrega su sonrisa y atención.
3. Tan humilde que se muestra modesto y no tiene la creencia de que es mejor que otros.
4. Tan trabajador que no falta a sus responsabilidades al menos que no esté en una coma.
5. Tan gracioso que resulta divertido y agradable estar a su lado.
6. Tan romántico que a veces me empalaga, pero en el interior se me revuelca el estómago con mariposas inexistentes.
7. Tan alto que cuando quiero mirarlo a los ojos, termino con dolor en el cuello y no me importa.
8. Tan guapo que jamás me imaginaría que lo estaría escribiendo en estos momentos.
Los Contra:
1. Aquello que me había confesado y que lo estaba empezando a notar poco a poco. Su ansiedad aumentaba cuando algo no salía como él quería y se frustraba. Su carácter amable y de felicidad, cambiaba drásticamente.
Vi el mensaje de texto varias veces, volví a releer la lista, y regresé al mensaje.
Cuando ese único contra, no lo visualizaba como algo negativo, sino como algo de su personalidad que aceptaba y que estaba dispuesta a seguir con él, a entenderlo, comprenderlo, sabía ya la respuesta.
¿Era esto lo que llamaban amor?
Respondí con toda seguridad su mensaje. Ya sentía que lo amaba, y no había vuelta atrás.
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