I. Atracción
¿Qué es el amor?
Dicen por ahí que es el sentimiento de afecto universal que se tiene hacia una persona y es expresado a través de acciones. ¡Qué bonito se lee esa definición!
Solo que nunca lo he experimentado.
Pero sí he sentido atracción hacia otros chicos. Oh, y sé muy bien lo rico que se siente.
Incluso he llegado a pensar que muchas personas confunden ese sentimiento de atracción hacia otra con el amor. Y cuando se acaba esa atracción, naturalmente muere ese "amor" falso.
¿Estoy mal?
No lo sé. Pero por ahora me mantengo firme de que no creo en el amor. Solo en la atracción física.
O al menos eso creo...
Me encontraba en esos momentos haciendo garabatos en mi libreta de notas. En ocasiones disfrutaba venir a Starbucks a tomarme un rico capuchino mientras navegaba en el móvil y depositaba mis pensamientos y los convertía en palabras.
Era un tanto difícil creer que una chica tan popular en el colegio como yo, con las mejores amigas, y tantos pretendientes, estuviera pasando un día de sus vacaciones de verano sentada sola en una mesa de Starbucks. Pero es que a veces me gustaba estar algo alejada del bullicio y de las miradas.
Pero no me mal interpretes, me gusta que me miren. Y me encanta también mirar. ¿Por qué no?
A lo que me refiero es que cuando vives en una ciudad pequeña, donde casi todos se conocen, o al menos los has visto, aunque no entables conversación con ellos, hay veces que uno solo quiere un espacio a solas.
Alejé un poco mi mirada de la libreta y tomé en mis manos mi vaso de Starbucks para saborear las últimas gotas de mi capuchino. Era momento de irme para casa. Comencé a recoger la mesa cuando unos murmullos acapararon mi atención. Dirigí mi mirada buscando de donde provenían las voces. Frente a mi, al final del pasillo, se encontraban tres chicos. Los reconocí rápido. Aunque no estaban en mi colegio, iban a una escuela cerca. Como les dije, ciudad pequeña, nos conocemos o nos reconocemos.
Me estaban mirando.
Pues, que miren.
La verdad es que la mayoría de los chicos me observaban. No me creía la más guapa del mundo, pero me veía bien. Lo sabía. Por algo mis compañeros me consideraban la más popular en el colegio. Los chicos disfrutaban jugar con mi pelo largo lacio, rubio y un poco ondulado en las puntas que, según ellos, le daba ese toque perfecto para complementar mis ojos café y tono de piel claro y radiante. También los escuchaba a menudo hablar de mi cuerpo. Según ellos, tenía el trasero tal como les gustaba; a la par con mi figura.
En resumen, sí, era atractiva y lo sabía.
Terminé de recoger mi mesa, tomé el móvil en mis manos, me levanté, deposité la basura en el contenedor y procedí a salir no sin antes regalarle una guiñada a los tres chicos que me seguían mirando. Hola guapos, pensé.
Volteé mi cabeza y sonreí para mis adentros.
Salí de Starbucks y mi celular sonó en esos momentos. Era mi mejor amiga.
—¡Holaaaa! —dijo tan pronto acepté la llamada. Me quedé al lado de la puerta de la tienda en lo que respondía el teléfono.
—¡Hola Sarita! —respondí con entusiasmo.
—¿Qué haces?
—Estaba tomándome un capuchino, pero ya me voy.
—Mmm, qué rico. Mira, ¿quieres venir a mi casa hoy? ¿O voy a la tuya?
Les juro que no era mi intención ignorar a Sara en esos momentos, pero algo más llamó mi atención.
Un chico. Un chico que caminaba hacia mí, alto, seguro de sí mismo, con el cabello marrón ondulado, serio y con un poco de barba que le hacía la sombra perfecta en su rostro. ¡El puro maquillaje de los hombres! Tan exquisito.
Mírame. Mírame como yo te estoy mirando a ti, pensé.
—¿Mia? Mia, ¿sigues ahí? ¿Hola?
Escuchaba a Sara todavía al teléfono, pero yo había quedado flechada al mirar a ese galán que se me acercaba. No tenía pinta de que fuera de esta ciudad. Jamás había visto a un chico como él. Era alguien nuevo.
Sabía lo que esto era. Pura atracción. Y me encantaba.
Mírame, volví a pensar.
Me acomodé rápido el pelo para mostrar mis ojos seductores y utilicé mi pose de nunca fallar. Coqueta y sonriente.
¡Pero no miró! ¡No me miró! ¿Cómo es posible? ¡Todos me miran y el que quiero que me mire no lo hace!
Así no más, el chico entró a Starbucks y me dejó con las ganas de seguir saboreándolo con mi mirada.
Esto era imposible. ¡Nunca me habían ignorado de tal forma! Todos me miraban y hasta me hablaban cuando hacía mi pose seductora.
Excepto él.
¿Quién es? ¿De dónde es? Estaba segura de que no era de por aquí. ¿De dónde había salido?
Me acordé de Sara y vi justo que había colgado la llamada. Ya le contaría, pero antes, necesitaba ayuda de los expertos. Si yo no lo había reconocido, alguien más lo iba a lograr.
Entonces se me ocurrió una idea.
Me giré hacia el cristal y miré hacia dentro de la tienda. Allí estaba el galán pidiendo su café en la caja registradora. Agarré mi móvil, apunté con rapidez hacia el cristal y tomé una foto de la espalda del chico.
No tenía foto de su rostro, pero con la silueta de la espalda, de ese cuerpo atlético, su altura y de su pelo, era suficiente para que cualquiera de mis contactos me iluminara quién era.
Caminé con rapidez y me alejé de la tienda lo más que pude. Cuando ya supe que estaba lo bastante lejos, miré de nuevo mi celular y procedí a dejar un mensaje con la foto que había tomado tanto en mi Facebook como en Instagram.
El mismo decía así:
Al muchacho que acaba de entrar en Starbucks, y no se atrevió a mirarme ni a pedirme el número... estaba loca de que me hablaras. Parecías una pintura de renacimiento.
Facebook e Instagram, por favor, ayúdame.
Lugar y tiempo: Starbucks de la Calle San Gerardo. Miércoles 24 de junio, 3:42pm.
NO JUZGUEN.
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