❦ Epílogo

Miré las celdas vacías de mis compañeros con nostalgia y volví a maldecir al no contar con cigarrilos en momentos tan difíciles como este, donde la mayoría de mis "amigos" se marchaban de este repugnante lugar.

Yo también quería irme y ver a mi pequeño Jung Kook, tanto como al maravilloso esposo que tenía, Tae Jyung. Reí casi internamente al pensar de esa manera. Tae había dejado de visitarme y de traer consigo a nuestro hijo, incluso podría decir que las visitas conyugales podían ser contadas con los dedos de mis manos y las visitas, que mayormente contenían pláticas en vez de esfuerzo físico eran a lo mucho unas cinco.

Me apoyé en la fría pared de la celda y seguí mirando a la nada, hasta que los gritos y algunos silbidos de parte de esos asquerosos que decían llamarse mis compañeros, se hicieron escuchar en todo el lugar.

Desvié mi mirada hacia la cama vacía de al lado y supuse que alguien nuevo había entrado.

- Otro para jugar - susurré para mí mismo.

El guardia se detuvo al frente de mi celda y dejando libre al nuevo reo, abrió las rejas y este entró.

Una sonrisa se plasmó en mi rostro al ver la hermosura de compañero que tenía y una gran sorpresa invadió mi ser al ver lo joven que se veía.

"El nuevo", como solíamos llamarlos aquí dentro, comenzó a mirarme con una sonrisa burlona, y al sentarse en su nueva y "acogedora" cama, extrajo una caja de cigarrillos de su bolsillo trasero.

Solté una risa de improviso, que claramente no era de humor verdadero, y observé como aquel mocoso se daba la gran vida al fumar delante mío.

- ¡Hey! - lo llamé. Él no contestó y se dispuso a encender un cigarro. - ¡Hey, mocoso, tienes compartir! - mi tono fue severo, tal y como de un padre cuando te descubre haciendo alguna travesura.

- No tengo por qué compartir con basuras como tú - contestó. Maldije mentalmente y de inmediato me coloqué de pie para dirigirme hacia él, sacando de mi bolsillo la navaja que había conseguido en una de las peleas que se hacían constantemente en la penitenciaria.

Pensaba clavar esa arma filosa en la garganta del mocoso, cuando este me extendió la cajetilla de cigarros.

Me detuve en seco y sonreí, para luego guardar de inmediato el arma blanca, que minutos atrás se iba a convertir en la prueba de un delito.

- Al parecer sabes cómo sobrevivir en este lugar. - dije en un tono burlón. El chico sonrió y asintió.

- Llevo entrando y saliendo de este tipo de lugares hace como tres años atrás.

Mantuve el hilo de la conversación mientras encendía el cigarrillo que se me había sido compartido.

- ¿Cuántos años tienes? - pregunté después de dar la primera calada a mi cigarro.

- Eso debería preguntarte yo - volví a mi cama con el cigarrillo en manos. La vida de ese niño me daba más curiosidad que la noche que vi por primera vez a Tae Jyung.

- Acabo de cumplir 15 el mes pasado.

Solté un risa de inmediato, que al poco tiempo tuve que reprimir al ver el rostro serio de mi acompañante.

- Eres demasiado menor para estar aquí ¿no crees? - cuestioné, dejando de lado las burlas o las risas. Él solo ladeó su cabeza de un lado a otro, como pensando la respuesta, y al último se encogió de hombros.

- Era eso o un reformatorio en el extranjero. - contestó sin importancia alguna.

- ¿Qué hiciste? - volví a preguntar. La curiosidad me carcomía con más intensidad y ciertamente este chico comenzaba a atraer mi atención.

- Eso es un secreto para todos, solo mi madre lo sabe - susurró.

- Me gusta lo misterioso, niño. - tiré el cigarrillo al suelo y lo pise con rápidez.

- No te acostumbres, anciano. - habló con más que rabia en sus palabras. - Solo estaré aquí por un año. Mi abuelo logró comprar a toda esta mierda de personas, por lo que soy el protegido de este penal, así que más te vale no tocar más de lo debido o te juro que te haré lo mismo que le hice a todas esas zorras.

Sus palabras fueron claras y directas.

Un joven normal de quince años jamás hablaría de esa manera, pero eso se trataba de personas normales, no de niños como ese o de hombres como yo.

- No te preocupes mocoso, tengo donde meter mi polla.

- Claro que lo sé, papá.

Tragué grueso y bajé la mano que estaba extendida y pidiendo otro cigarrillo más, mi boca se había quedado entreabierta y mi mirada buscó esos ojos achocolatados, como los míos, al igual que esa contextura delgada, que solía tener a esa misma edad y al encontrar las similitudes, caí en cuenta de lo que sucedía.

- ¿Acaso no te acuerdas de mí, papá? ¿No te acuerdas de tu pequeño Jung Kook? - preguntó él. Solo me quedó sonreír al darme cuenta de quien estaba al frente mío. Jung Kook, mi hijo, siempre me había admirado desde la primera vez que nos vimos, él era un inocente, un bebé que TaebHyung cuidaba con su vida entera, un niño que desconocía de su otro padre hasta los tres años, que llevaba el mismo nombre de mi mejor amigo, un niño que era de mi sangre y la de Tae... que era nuestra bendición y que ahora era la maldición de muchas personas al ser igual que yo.

- Sabes en qué te has metido, ¿cierto?

Él asintió.

- ¿Por qué? - pregunté más que confundido.

- Mamá siempre me contó de ustedes, de su relación, de lo que hacían y de lo valiente que fuiste al entregarte a la policía y haberte culpado de todos los asesinatos.

Me encogí de hombros.

- No podía permitir que Taehyung tuviera un embarazo en este lugar. Los hubieran matado.

Él me sonrió y se recargo en la pared del lugar, al igual que yo. Ya sabía que pregunta me haría.

- Entonces, ¿Si lo sabías?

Asentí, claramente hablábamos del embarazo que supuestamente Tae Hyung me escondió. No era estúpido, él tampoco lo era, habíamos perdido un bebé antes de Jung Kook, estaba seguro que hasta Tae sabía sobre el embarazo.

- Tuve dos mujeres antes que Tae Hyung, sé los síntomas de un embarazo. - mentí. Un suspiro salió de sus labios y al igual que yo hice anteriormente, tiró su cigarrillo al suelo.

- Mamá te extraña.

Bajé la mirada de inmediato y pensé en todo lo que Tae y yo vivimos. Fueron hermosos, como desquiciados momentos.

- ¿Qué hiciste para estar aquí? - evadí cada una de sus palabras y decidí cambiar de tema. No era algo bueno revivir malos momentos.

- Lo mismo que tú y mamá... me enamoré. - la sonrisa burlona que se dibujaba en su rostro me daba a entender que estaba mintiendo.

Sonreí al igual que él.

- ¿A cuántas mataste? - fui directo al grano.

- Treinta y cinco y empecé con la niñera. - comenzó a reír, tal parecía que aquello le causaba gracia y ¿a quién no? Era un Jung, todos los de este apellido contaban con la sangre "contaminada", con un maldito pasado que nos condenaría para siempre, empezando desde mi padre y madre.

[❦]

- Pensé que llamarías a Jung Kook antes que a mí. - me burlé, tomando asiento y mirando de frente a mi esposo.

- Papá viene a verlo constantemente. - me contestó.

Bufé en respuesta, no podía ver, mencionar, ni oír que alguien hablara de ese hombre. A mí nunca me hizo ningún bien, me metió a la cárcel y no me permitió conocer a mi hijo. Para mí, no había peor hombre que él.

- ¿Por qué permitiste que él entrara aquí? Sabes lo difícil que es vivir en una prisión, por lo menos sabes cuántas peleas tengo que enfrentar para pasar una noche tranquilo. Yo creo que no, nunca lo sabrás, porque tuviste la vida comprada, Tae Hyung.

Él me miró con asombro y por primera vez sentí que estaba diciendo la verdad después de tanto años.

- Papá educó a Jung Kook... - fue su respuesta. - después de su nacimiento, ellos me internaron, no salí hasta que él cumplió los dos años. ¡Me perdí dos años de su vida! - dijo indignado.

- ¡Y yo solo lo vi pocas veces durante toda su vida! ¡Hay mucha diferencia Tae Hyung! - su mirada se tornó agresiva, ahora parecía querer golpearme.

Y por los siguientes cuatro minutos ninguno dijo nada, cada uno se sumergió en su mundo e ignoró al otro.

- ¿Por qué Jung Kook? ¿Por qué ese nombre? - tenía muchas dudas, pero de todas, aquella era la que más me impresionaba.

Su mirada estaba fija en un punto del suelo y su rostro serio me daba a entender que Tae Hyung ya había cambiado demasiado.

- Sabía todo lo que sufriste cuando perdiste a tu mejor amigo, además es un bonito nombre.

- ¿Cuándo saldré de aquí? ¿Cuándo saldremos de aquí? - traté de cambiar de tema, no me gustaba re-abrir heridas y recordar a Jung Kook y la manera tan cruel en la que murió.

- YoonGi está viendo aquello, papá también. Muy pronto volveremos a estar juntos. - una sonrisa macabra apareció en su rostro y su mano extendida por encima de la mesa me mostró nuevamente a mi Tae Hyung, a aquel que no tenía compasión de matar.

Tomé su mano entre las mías y sonreí.

No había relación más excitante que la que contiene peligro y sinceramente la nuestra contenía todo tipo de riesgos, riesgos que enfrentamos y de las que salimos libres; siempre fue así. Tae Hyung y yo nunca nos detendríamos, y Jung Kook... estaba más que claro que él tampoco quería la vida que su abuelo le ofrecía.

Porque a pesar de haber empezado con una pequeña atracción en un club a medianoche, nuestra relación se había fortalecido y convertido en un amor... un amor que no era puro, que no contenía inocencia, pero que era sincero. Porque a pesar de todo lo que dije o le hice a Tae Hyung, yo lo amaba.

- ¡Ya acabó su tiempo! - gritó el policía al tiempo que se asomaba por la puerta.

- Dispara. - ordené. Tae Hyung lo hizo y comenzó a reír al ver como aquel hombre caía al piso con un agujero en su frente. La pistola seguía entre sus manos y las mías estaban encima de las suyas.

No tardamos en unir nuestros labios como en los viejos tiempos y mantener nuestras pieles en contacto.

Porque esto fue, era y siempre sería una atracción peligrosa.

[❦]

Una de mis manos se aferraba al volante, mientras que la otra sostenía la mano de Tae Hyung. Él me sonreía de vez en cuando y miraba al espejo retrovisor cada cinco minutos, para asegurarse de que Jung Kook se encontrara bien.

— ¿Cómo va todo por allá atrás? — preguntó mi esposo. Nuestro hijo nos miró y sonrió, clavando otro cuchillo más en el cuerpo de la chica que habíamos recogido hace menos de una hora en la carretera.

— Se murió rápido.— contestó mi hijo, como si fuera un niño de cinco años y no, uno de dieciséis. — esto no fue divertido. — dijo con un puchero en sus labios. Tae Hyung rio y alejando su mano de la mía, la dirigió hacia nuestro hijo, pasando uno de sus dedos por la mancha de sangre en su mejilla.

— Tal vez la próxima dure más. — dije en un intento de animarlo. Jung Kook hizo un puchero y asintió apenas, sacando la navaja del cuello de la chica y riendo al ver la cantidad de sangre que salía de aquella zona.

— Es cierto, bebé. — Tae Hyung trató de convencerlo y Jung Kook nos sonrió, para luego pedir que detuviéramos el auto y arrojar el cuerpo de aquella chica a la carretera, que por cierto se encontraba desértica. No nos costó más de cinco minutos lanzar ácido al cadáver y desaparecer todas las pertenencias de aquella chica, dejando sin rastro a cualquier detective que estuviera por encima de nosotros.

La noche llegó cuando menos lo esperamos y ver a mi hijo dormir en los asientos traseros y a Tae Hyung, babear en la ventana del auto me llenó de orgullo y felicidad, más que todo, felicidad, pues luego de tantos años, volvíamos a estar juntos, a disfrutar de nuestra paternidad y por sobre todo, reafirmar que esto siempre sería una atracción peligrosa... un amor peligroso, no para ambos, sino para los que nos rodeaban.

▶THE END◀

Maratón 11/11

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