༈ Capítulo: 03 ༈

Siara:

—Alza las manos y arrodillate contra el piso—una voz grave y masculina se hizo escuchar. Dejándome en blanco unos segundos, al observar la enorme figura, de un hombre de apariencia atlética vestido completamente de negro.

—¿Q-quién eres tu?—esas fueron las primeras palabras que se me ocurrió preguntar, debido a lo familiar de esta situación.

Espero por mi salud mental que no sea así.

Es innecesario que pregúntes cuando es obvio—se mofó y mi respiración se volvió pesada con aquella respuesta.

Era uno de ellos.

Mis ojos se desenfocaron y mi pulso empezó acelerarse.

Es...uno de esos bastardos—susurrre para mi misma sintiendo como si un rompe cabezas se completará en mi mente. Pensando en mi hermano, en sus amigos, y en ese bastardo. No podía terminar de aceptar que incluso a miles de kilómetros de distancia. Ellos siguieran torturandome.

No cuando Clark me lo prometió.

Patée el suelo con fuerza esparciendo aún más el batido de fresas que anteriormente se encontraba en mis manos y ahora ensuciaba el piso.

Una decepción insoportable
se acentuó sobre mi, dejándome perdida en mis pensamientos. Ya que no podía comprender nada de las acciones de mi hermano. El me prometió que iba dejar de ostigarme luego de lo que pasó hace un año, ¿Entonces por que de nuevo lo hacía?

¿Por que carajos estás personas disfrutaban tanto hacerme daño?

—¡No lo repetiré! ¡Alza las manos y arrodillate si no quieres una bala en tu cabeza ahora mismo!—me espante en mi sitio al escuchar la voz del  hombre más cerca de mi y también dejé caer mi hamburguesa.

Estaba tan hundida en mis pensamientos que no me percaté del momento donde se acercó tanto y colocó esa arma cerca de mi cabeza. Sus ojos me observaron con frialdad y tenía los labios fruncidos en una mueca de desagrado como si me estuviera despreciando.

Como el.

Como ellos.

Como todos esos bastardos que solo aparentan amabilidad cuando les conviene.

Los odio a todos.

Trague en seco perturbada por todos los pensamientos que se acumulaban en mi cabeza. Pero era imposible detenerlos, cuando me observaba con esa expresión tan familiar para mi, y a la vez tan dolorosa. Con unos ojos verdes parecidos a los de ese mal nacido.

Al maldito que terminó por hacerme entender a las malas. Que ser una buena persona entre tanta mierda, solo te hace ser alguien estúpido.

Apreté mis manos con mucha fuerza, buscando paciencia—Por favor, alejate de mi—le pedí en tono firme retrocediendo un paso—. Solo concedeme eso y seguiré tus órdenes—le observé decidida—. De lo contrario haré que te arrepientas de intimidarme toda tu despreciable vida.

—¿Enserio?—Dio un paso al frente volviendo a recuperar la distancia pérdida entre ambos, y colocó de nuevo su arma cerca de mi rostro. Pero retrocedi otra vez aparentando tranquilidad.

—Se que tus únicas órdenes son; no atentar contra mi vida, y no provocarme una lección que se pueda ver a plena vista—pronuncié. Haciendo una guía en mi cabeza de las innumerables veces que los amigos de mi hermano me han intimidado—. Así que no vuelvas apuntarme con esa cosa, termina lo que te ordenaron, y lárgate.

Sus ojos se entrécerraron y podría decir que su ceño también se fruncío. Si no tuviera las facciones de su cara cubiertas por un pasamontañas.

Se llevó la mano al oído y pude adivinar que se trataba de un audífono, ya que lo había observado en diversas ocasiones cuando los guardaespaldas de mi padre recibían una orden o daban un reporte. —Cambió de planes—susurró presionando su oreja pero alcance a escuchar. Y esta vez no seguí en mi papel de sumisa.

Me comporte así toda mi vida y nada bueno salió de éso. Esta vez haciéndole caso a mi institución no me quedé de brazos cruzados y aproveche su leve distracción para agacharme evitando el arma.

Entonces impulsando mi cuerpo
con todas las fuerzas que ejercieron mis piernas pude lograr que ambos cayeramos al piso de manera abrupta. Ignore el dolor que sentí al instante de la caida centrándo mis ojos en el arma que estaba a pocos centímetros de su mano cubierta por un guante negro, e intenté sujetarla. 

Pero mis reflejos no fueron tan rápidos como quería, ya que sus dedos largos rodearon mi muñeca, impidiendo que pueda utilizar plenamente el arma.

—¡Suelta la pistola perra! —gritó el bastardo torciendo mi muñeca y aprete mis labios aguantando el dolor.

—¡Perra tu madre bastardo! ¡Y sueltame, antes de que haga que la bala que me prometiste, te atraviese el cerebro o la boca!—con mi mano libre busque pararme y tomar fuerza para golpearlo, pero su otra mano me agarró de la cintura y me empujó hacia su cuerpo quedando los dos encima del otro.

—Entonces empieza...—derrepente torció dolorosamente mi muñeca,   y no pude evitar soltar un grito de dolor— ¡Vamos PERRA hazme un agujero en la cabeza o en la boca!

Empecé a forcejear contra su enorme cuerpo, tratando de alejarlo y tomar el arma mientras el ejercía fuerza en mi muñeca.

—¡Basta, déjame! ¡Me vas a romper la muñeca animal! —grité sintiendo mi muñeca arder de dolor bajo su tosco agarre. Y su mirada se tornó más intensa sobre mi. Enojándome por ver la burla expresa en sus ojos.

—Entonces deja de sostener el arma, y arrodillate como la buena puta que eres; Siara—su tono cambio a uno de asco y apretó mi cintura con fuerza—. No quiero permanecer demasiado tiempo cerca, del desperdicio de los Oldfield—mi cuerpo se detuvo de manera automática, repitiendo en mi cabeza una y otra vez sus palabras de forma errática. Los pensamientos destructivos consumiendo mi cordura poco a poco.

Todo este tiempo he controlado mis emociones, para que no me afecten las palabras hirientes que regularmente escucho. Pero que este hombre que oculta su identidad con un pasamontañas, me juzgue y me insulte de tal manera, cuando está aquí recibiendo dinero de mi hermano por agredirme. Hacé que todo ese autocontrol se desvanezca.

Porque lo más doloroso de todo esto, no es que este tipo me diga ésas palabras. Lo peor de todo, es que todas esas personas que me recuerdan día a día, la poca importancia que tengo para mi padre y hermano. Repiten de una manera u otra, las mismas palabras que ellos han usado de manera despectiva para referirse a mi.

Y ya estoy cansada de eso.

Si me denigran de esa manera sin darles una razón por la cuál hacerlo.
Es mejor que me convierta definitivamente, en lo que ellos tanto quieren para que sus palabras sean ciertas.

Miré fijamente los ojos esmeralda del bastardo que aún se mantenía torciendo mi muñeca. Percatándome de algo interesante

—¿Quieres que me comporte como una buena puta pero me llamas desperdicio?—pregunté de manera sarcástica y solté finalmente el arma. Acomodando mi cuerpo encima del suyo.

—¿Qué?— soltó confundido.

—Casi me trago tu teatro maldito bastardo—baje mi mano libre hasta su abdomen, y lo observé con burla
cuando me apuntó nuevamente con su arma. Soltando por fin mi muñeca adolorida.

—¿Qué estas haciendo?—su voz que antes expresaba desprecio y burla, se escuchó por primera vez con seriedad.

—Están obvia la respuesta que me sorprende que no la sepas—entrecerré mis ojos cuando al  tocar bien su abdomen percibí una textura demasiado gruesa como para ser sólo ropa. «¿Tal vez podría ser un chaleco antibalas?» pensé continuando la conversación—. Preocúpate de que primero no tengas una erección al querer humillarme. Ya que eso hace que toda la credibilidad de tus palabras desaparezca.

—Realmente estas loca, no se de que carajos hablás—me observó de
arriba abajo presionando la punta
de la pistola justo en mi entrecejó.
Pero al contrario de intimidarme,
sus acciones no hicieron más que divertirme, y terminé de bajar mi mano dejándola justo encima de la protuberancia dura que presionaba mí abdomen.

—Es inútil negarlo, cuando la puedo sentir perfectamente en mi mano malnacido—le sonreí apretando
su erección con bastante fuerza. Sobresaltandome cuando de forma brusca giro mi cuerpo quedando encima de mi.

—No intentes jugar con fuego niña, cuando no sabes en lo que te estas metiendo—senti como su mano se metió debajo de la fina blusa de tirantes que me cubría. Provocando una sensación calida que escaló por mi piel. Despertando algunas memorias pasadas, que me recordaban de manera retorcida. Que no era ningúna oveja blanca después de todo.

—El que debería parar de jugar eres tú—enrroye mis piernas en sus caderas, y lleve una de mis manos hasta su cuello apretándolo—. He estado tanto tiempo en el fuego que ya no me hace daño. —su mirada se clavo en mi como una daga ardiente, y tomó una cercania muy peligrosa a mis labios.

—¿Estas segura de lo que dices niña? —su mano descendió de mi abdomen a mi pelvis jugando con el elástico del mini short de pijama que traía.

—Tan segura que puedo decirte, que lo mejor para ti sería que te alejaras de mi. Por tu bien.—lo observé a los ojos con una expresión fría. Sin ningún juego al pronunciar esas palabras.

—Ja' que podría hacerme alguien como tú—sus manos descendieron por mi cuerpo analizandolo, y sus dedos se adentraron en mi pijama hasta tocar mis bragas—. Puedo romperte y doblegarte fácilmente, eres demasiado delicada.

Una sonrisa sombría se apoderó de mis labios al oír sus palabras. Me recordaban a la primera vez que me sentí libre. Sin moral. Un alma libre que solo buscaba descargar su ira de una manera incompresible para la sociedad.

Empuje mi cuerpo contra el suyo, dando rienda sueltas a mis emociones. Me mordi el labio inferior, cuando observé que sus labios y los míos quedaron a solo unos centímetros. Y de manera desvergonzada, deslice mi lengua sobre sus labios dejando un rastro húmedo en su boca.

—Creo que tienes una errada percepción de mi—sus ojos me quemaban con su intensidad—. Si solo vieras lo que pasó con el último idiota que se atrevió a subestimar...

—Cállate—interrumpió mis palabras chocando sus labios contra los míos.

Frunci mi ceño intrigada por su acción. Encontrandome con sus ojos esmeraldas, irradiando una emoción desafiante, que hizo hervir mi sangre de emoción. Aceptando seguirle el juego pero agregando mis propias reglas

Su lengua trazo mis labios de la misma manera que hice con el. Adentrándose en el interior de mi boca, chupando mis labios y luchando contra mi lengua en un reto que no quería perder. Mordi su labio inferior separandome un poco para después succionarlo fuertemente cuando sentí su mano a punto de traspasar la tela de mis bragas.

Con su mano libre tomó mi barbilla, alejándose de mis labios para luego lamer mi cuello y dejar leves mordidas en mi barbilla, las cuales disfruté tranquilamente, mordiendo mis labios para acallar los sonidos de placer.

Pero abri mis ojos deteniendo su mano cuando casi toca mi sexo. Sus ojos se deslizaron hacia los míos y con una sonrisa de lo más egocéntrica,
se relamió los labios levantándose. Dejándome libre de su cuerpo.

—Ya te asustaste putita.

Entrecerré los ojos con una sonrisa igual o más egocéntrica de la que el mostraba. Levantándome y sentándome en sus piernas.

—No putito. Ahora es mi turno de jugar.

Tumbe su cuerpo contra el piso, montandome sobre el nuevamente. Mirándolo a los ojos de forma divertida, tomé sus brazos y los lleve por encima de su cabeza.

Me observó con una ceja alzada.

—No importa lo que pienses en este momento—comenté mirando su reacción—. Resevartelo al igual queignoro que llevas un pasamontañas.

Empecé a estimularme con su erección, de arriba abajo. Se sentía como una roca presionando mi sexo húmedo. Me mordi el labio inferior, con la mente nublada de pensamientos fugaces y lujuriosos.

Potenciandos por el enojo que sentía, y los recuerdos malditamente satisfactorios, que llegaban a mi mente como un huracán. Haciéndome pensar en lo bueno que fue castigar a ese desperdicio que jugó conmigo.

Esa vez no pude disfrutarlo completamente, pero tal vez está sea mi oportunidad.

Levanté mi cara unos centímetros, y mis ojos quedaron fijos en los verdes del bastardo con pasamontañas. Este me miraba de una forma tan oscura y embelesada, que me dejaba ver lo interesado que estaba por mi.

Algo que me pareció más entretenido, cuando continúe bajando mi mano nuevamente a su pantalón. Sus ojos siguieron mis movimientos, tal vez curiosos por el siguiente paso que tomaría. Lo cual fue una motivación más, cuando desabotone lentamente su pantalón y bajé el cierre.

Jugando con la emoción espontánea que surgió en sus iris, deslicé mis dedos de a poco tocando los bordes del boxer que llevaba, y baje la tela gruesa del pantalón para tener mejor acceso a su parte inferior.

Pude ver como su miembro se endureció mucho más si era posible, dibujando un contorno largo sobre la tela negra del bóxer que lo cubría, que me dejaba ver previamente el tamaño que se cargaba.

Amiga, pero que fuerte.

Escuché la voz de mi subconsciente, y estuve completamente de acuerdo.

Me relamí los labios en un gesto deseoso, que ocultaba un atisbo de nerviosismo, al ver lo lejos que escaló esta situación. Pero mis manos se movieron automáticamente, queriendo aliviar de la forma más rápida la excitación entre mis piernas.

Aparte la tela del bóxer con una de mis manos, y con tremenda lentitud, saboreando el momento,  lo tomé del tronco de su duro miembro, aún sin sacarlo del todo, de la prisión que el bóxer representaba en este momento.
Las venas que podía apreciar parecían explotar, y el jadeo ronco que salió de sus labios me dejó más necesitada que nunca. Pero de repente sus manos se soltaron de mi débil agarré.

—Que decepción...Te dejé el trabajo más fácil y aún así fallaste—una gruesa y calculadora voz se escuchó a mi espalda, tensando mi cuerpo.

—No es lo que piensas—el bastardo de ojos verdes, me empujó con fuerza alejándose de mi cuerpo—. Conoces todos los rumores que hay sobre está chica. Es una puta que intentó seducirme.

Mí boca se abrió con sorpresa. ¿Qué carajos dijo?

¿Esa es tu excusa?—el nuevo desconocido se adelantó a mis palabras—¿Acaso le quieres echar todo la culpa, a una inmadura de 18 años?

Otro estúpido a la lista. Pensé apretando con enojó mis manos.

—¡Váyanse a la mierda los dos, y salgán de aquí antes de que llamé a la policía!—fijé mis ojos por primera vez en el teléfono, que estaba pegado a la pared a unos metros de distancia.

La lucidez ya había regresado un poco a mi cabeza, y un leve sentimiento de arrepentimiento se coló en mi interior. Pero lo ignore corriendo de forma rápida hacia la pared.

Donde nerviosa escuchando las excusas baratas que el ojos verdes le daba a su aliado, marque el número de emergencias, maldiciendo por no escuchar nada.

—Por favor suena, por favor...—pedí con insistencia marcando nuevamente el número.

—Creo que eso no te va a funcionar—un susurro amenazante paralizó mi cuerpo—. Ya que antes de entrar corte la línea.

Me mordi el labio inferior con frustración.

Estoy jodida.

Mís ojos se desviaron hacia atrás, observando por primera vez al acompañante del ojos verdes.

—¿Tienes miedo?—unos ojos negros como la misma oscuridad, y una sonrisa cruel me recibieron. Dejándome una leve sensación de temor, al ver su imponente figura.

Si. Definitivamente estaba jodida.

••••

Tercer borrador.

Hola chicxs. 🖤

Es mi primera vez escribiendo una escena tan spicy 🔥

¿Qué tal les pareció el capítulo?

Nota: Dije que se venían cosas fuertes, así que les advertí. 🙂

Goodbye ♡

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