Capítulo único

Advertencia: este capítulo contiene contenido sexual. Si no te gusta este tipo de contenido, no sigas leyendo, aunque eso implique que perderás información de la historia.

Dedicada a AustriaSaurio por haber ganado en el "Concurso de dibujo de One Piece".

«Que plastas».

Así pensaba Tsusaba D. Kai, mientras observaba a lo lejos los hermanos de Sanji molestando a Nami. A la morena le daban ganas de darles una paliza, pero ella se controlaba. Es más, ya estaba el pelirrubio para gritarles muy cerca de ellos. Ese día era un evento muy importante: la boda entre Vinsmoke Sanji y Charlotte Pudding. ¿Quién se imaginaba que ese mujeriego se iba a casar con una mujer joven? Bueno, ya estaban casados. Ahora era la fiesta de celebración. Kira rodó los ojos con mucho desinterés. Si eran felices, allá ellos. El amor era secundario para ella porque nunca lo experimentó.

Cada cierto tiempo sus gafas resbalan por el puente de su nariz y se las tenía que colocar. Ella no tenía culpa de tener falta de vista. Si se les rompe, estaba segura de que el mundo se le caía bajo los pies porque comprarse unas nuevas no era para nada barato. Aunque si le hacía el favor de alguien de matar a cierta persona, no lo dudaría para nada. Ese mundo lo dejó cuando conoció a sus actuales amigos del grupo de Monkey D. Luffy. Eran casi familiares, pero los diferenciaba muchísimo por su apellido. La "D" era un misterio.

Ella estaba en una esquina observando todo desde esa posición. Ella no era muy sociable, solo con aquellas personas cercanas, como sus amigos. Los chicos parecían disfrutar de la gran velada porque había comida, baile y, lo más importante, bebida. El sake que se pidió no era muy amargo. Delicioso para su paladar. De pronto, sus ojos marrones se desviaron un poco a la derecha encontrándose con cierta figura. Un hombre solitario que no estaba acompañado por sus hermanos, ni siquiera por sus mellizos. Y que también la observaba.

Charlotte Katakuri era un hombre imponente, serio y frío. Cualquier persona que pasaba a su lado temblaba, incluso más cuando escuchaban su voz grave y tosca. Había un problema entre estos dos personajes. Cada vez que se miraban o cuando estaban cerca, había una tensión sexual que aún no estaba resuelta. Kira era alta, pero Katakuri le quintuplicaba. Como se notaba que era hijo de Charlotte Linlin, o también conocida por todos como Big Mom. Kira desvió un poco la mirada un tanto nerviosa. Esos dos se atraían sexualmente porque su personalidad era casi idéntica y se entendían perfectamente.

El peli-granate decidió aproximarse con pasos lentos hacia la morena y ella se quedó en su sitio. Kira no huía de una batalla o de un hombre. Si tenía que enfrentarse a él pues estará preparada para cualquier cosa. Por cierto, se fijó que el hombre vestía muy elegante con ese esmoquin negro. Le sentaba de maravilla. Y se dio cuenta que ella llevaba un traje largo y escotado y de color negro. Que gran casualidad de la vida. Katakuri ya estaba muy cerca de ella y apoyó la espalda en la pared.

Ninguno de los dos ha dicho ni una palabra. Eran personas que no les hacía falta mantener una conversación. Dos personas silenciosas y de pocas palabras. Kira no se iba a centrar en su acompañante. Debería estar más atenta para que Luffy, Usopp o Chopper hagan sus locuras.

—Te noto tensa.

No lo estaba, pero escuchar la voz de Katakuri lo provocó. Miró de reojo al hombre y solo dio un suspiro.

—Ahora sí que lo estoy —respondió secamente.

—No era mi intención —habló.

—Sé que tu intención es otra cosa. —La morena desvió un poco la mirada—. Además, no me lo niegues porque siempre vas detrás de mí.

—No te lo niego —lo confirmó—. No tengo culpa que seas una chica atractiva. Mis hermanos sienten interés hacia ti y siento curiosidad.

Ambos se miraron mutuamente. Esa conexión extraña resurgió en lo más profundo de sus seres. Si era cierto que se atraían porque a Kai le gustaba los hombres altos y este era una excepción en comparación con otros. Nunca se imaginó ver a un tipo que le quintuplicaba. Lo único que deseaba era ver el rostro de ese hombre. Siempre cubría su boca con esa bufanda gruesa. ¿Qué escondía? Solo visualizaba unas costuras. Seguramente tuvo un accidente de pequeño.

No volvieron a hablar, más bien se centraron en la fiesta que todavía les deparaba en esta noche. Kai solo quería estar tranquila y que los chicos no hicieran nada, por ejemplo, destruir un vaso o un objeto de gran valor porque a ver quién lo iba a pagar. Pero Katakuri no se alejó de ella en ningún momento. Estaba claro que su intención era acostarse con ella. No eran pareja y no estaban comprometidos, y podían hacerlo sin ningún problema. Pero Kai no estaba muy segura de ello. El problema era que le peli-granate era tan atrayente que quisiera tener un interés de amor.

Es decir, tener una relación seria con él, pero Katakuri era un hombre mayor y seguramente que todavía querrá ser soltero sin compromiso alguno. La morena no iba a pensar más en ello y lo mejor que hizo era separarse de la pared y estar con Zoro. Al menos él le daba mucha más seguridad. No obstante, la mirada del segundo varón de Big Mom estaba clavada en ella. Sin darse cuenta, se estaba poniendo más nerviosa de lo normal. Ella era una asesina, no debía temer ante un sujeto como él.

El peliverde se dio cuenta lo que estaba pasando. Solo con ver el cuerpo hincado de Kai ante la mirada hambrienta de Katakuri no le daba buena espina. No le importó mucho que su amiga estuviera a su lado, e incluso que le agarrase del brazo, señal de que no se separara. Eso a Charlotte no le gustó demasiado que frunció el ceño con mucha molestia. Era verdad que esos dos se llevaban bien, pero que la tocase lo ponía enfermo. Vaya, parecía ser que el hombre más buscado por todas las mujeres estaba teniendo celos.

Como le gustaría ser él ahora mismo, pero Katakuri era muy alto en comparación con ese muchacho. Gruñó por lo bajo el hombre porque estaba teniendo una oportunidad con ella. Kai huía de él. Estaba claro que ella era una mujer muy difícil y no negaba que le gustaba lo retos. Cuanto más difícil era, más ganas tenía. Y no quería ser un acosador con la joven, es decir, no asustarla demasiado. Pero sentía una impotencia enorme porque quería por lo menos tener un mínimo contacto. Que las yemas de sus dedos rocen con cautela su piel. Ganas tenía de saber si era suave al tacto.

El hombre mayor dio un suspiro enorme porque a veces tenía pensamientos de rendirse porque no lo iba a conseguir. No obstante, Katakuri tenía mucha determinación para hacer que Kai sea definitivamente su novia. De pronto, sonó una música casi melosa y cualquier persona le entraría ganas de bailar. El oji-granate observaba con detenimiento a la chica, casi pidiéndole que, por favor, bailase con él. Pero ella lo ignoraba rotundamente porque estaba muy centrada en la conversación con Zoro.

Katakuri no paraba de fruncir el ceño bastante molesto, incluso apretó los nudillos que se quedaron de color blanco. Debía acercarse, decirle que realmente necesitaba estar cerca de ella. Y no solo en cuanto al sexo, sino también en lo sentimental. Kai le gustaba demasiado. Le gustaría que ella fuese su novia. Entonces vio que Zoro se alejó de la chica. ¡Era su gran oportunidad y no la podía perder! El grandullón caminó en dirección hacia ella y la morena se giró, encontrándose al hombre imponente delante de sus narices.

—¿Te apetece bailar? —preguntó.

—No soy de bailar —dijo. Otra vez esa seriedad—. Katakuri, deja de intentar ligar conmigo porque ese método no te va a funcionar.

—¿Ni siquiera un poco? Solo... quiero estar cerca de ti.

¿Cómo? ¿Qué deseaba estar cerca de ella? Sus ojos marrones se clavaron en los granates de él averiguando si mentía o no. Ese brillo en su mirada era tan distinto a otros hombres. Kai dudaba un poco. No le agradaba el hecho de bailar y teniendo en cuenta que él era muy alto. Una idea se le cruzó por la cabeza y le dedicó una pequeña sonrisa.

—¿Qué te parece si salimos de aquí? Quiero tomar un poco el aire.

Katakuri vio eso como una esperanza. Esperanza de que ella quisiera realmente estar con él. El peli-granate aceptó encantado la oferta y Kai caminó en dirección a la salida siendo seguida por el grandullón. La morena sentía la mirada de los hombres, pero los ignoraba por completo. O algunos desviaban la mirada al ver a Katakuri con ella. Ese hombre era un peligro para cualquiera. Era mejor alejarse de él cuanto antes. La joven Kai echaba miradas hacia atrás para ver si el grandullón la estaba siguiendo. Cada tres pasos que daba, era una para el hombre. Y parecía que en cualquier momento la iba a aplastar.

Ya fuera del edificio, el aire frío del viento iba jugando con los cabellos morenos de la joven. Era casi hipnotizante ante los ojos de Katakuri. Era increíble que esa chica lo embelesó desde la primera vez que la vio. Kai se giró, apoyando los codos en el muro con la mirada puesta en el grandullón. Los ojos granates destelleaban como nunca, como si le gustaba esto.

—Ya me tienes aquí.

—Y con unas vistas agradables.

—¿Hacia a mi persona?

—Me refería al paisaje —corrigió.

—Lo sé —bromeó.

—Tengo una pregunta para ti: ¿de verdad piensas que solo estoy interesado en ti por sexo?

El silencio entre ambos reinó y era bastante incómodo. Kai mantuvo la compostura tranquila con la vista clavada en el suelo. No sabía si decir la verdad o callarse para siempre.

—Eres un hombre poderoso, Katakuri. Todas las mujeres van detrás de ti, llamando tu atención, pero esto es una excepción porque eres tú quien va detrás de mí. Así que, sí, pienso que solo estás interesado en mí para tener sexo.

—¿Y si te digo que no es así?

—Toda tu familia es así, Katakuri.

—Yo soy una excepción —corrigió—. Yo... no soy el hombre que tú piensas.

El rostro de Kai mostró confusión e intriga ante esa respuesta del peli-granate. Algo ocultaba. ¿Será por lo que esconde debajo de la bufanda?

—¿Me estás diciendo que no te has acostado con ninguna mujer?

El silencio de nuevo. Katakuri desvió la mirada muy avergonzado y Kai expresó sorpresa. Era imposible que ese hombre era virgen a sus cuarenta y ocho años. Cierta incomodidad se creó en el ambiente y la morena no estaba muy segura de que decir. ¿Debería ignorar aquello?

—Puedes burlarte de mí, si quieres —le aconsejó.

—Yo me burlo de la gente estúpida, pero eso no —confesó—. ¿Por qué? ¿Por qué tanto tiempo?

—Es por algo que aún no superé.

—¿Tiene que ver con lo que escondes debajo de la bufanda?

—Sí, está muy relacionado.

—Katakuri, tu frontón indica que eres guapo y seguro que el resto de tu rostro lo es —dijo sin pelos en la lengua.

—Dudo mucho que opinarás lo mismo si llegas a verme sin la bufanda.

Kai se estaba dado cuenta de que el hombre seguro de sí mismo, estaba perdiendo esa facultad tan representativa de él. Era muy extraño verlo en ese estado, pero había una explicación para que él cambiase su forma de pensar. La morena suspiró por lo bajo.

—¿Quieres ir a un lugar más privado? —sugirió Kai.

—¿Ahora te dio por ir a otro sitio? Antes querías huir de mí —bromeó un poco Katakuri.

—Esto lo hago para que te quites la bufanda sin que haya espectadores. Solo nosotros. Tú y yo.

Una idea alocada, pero con solo una intención. Katakuri no estaba muy seguro de ello, aunque era Kai. Ella le gustaba muchísimo porque era muy diferente a otras mujeres. Una chica desinteresada por todo y que sólo se centraba en lo que más le llamaba la atención. ¿Debía confiar en ella? El grandullón estuve ausente por un rato pensando con claridad lo que iba a responder. Finalmente, aceptó, asintiendo con la cabeza. Kai esbozó un poco la sonrisa y vio que Katakuri empezó a caminar, alejándose del evento. Ella lo siguió después. Seguramente que él conocerá un buen sitio para estar a solas sin que nadie les molestase. Un motel, tal vez.

Fueron directos al vehículo de Katakuri. Ella aún se preguntaba cómo era posible que existieran este tipo de coches para gente como él. Bueno, así eran las grandes empresas. Innovan para satisfacer las necesidades de sus clientes. Ya subidos en el auto Katakuri puso en marcha el motor para ir directos a un sitio idóneo. Kai aprovechaba esas ocasiones de silencio para verlo de reojo. La curiosidad la mataba. Esa costura casi visible le llamaba mucho la atención. Este sería su gran oportunidad de ver lo que ocultaba. Estaba un poco nerviosa porque tenía a su lado a un hombre que imponía mucho con la mirada y con su voz grave y madura.

Los minutos pasaron y llegaron a un motel, como sospechaba la joven. La suerte que tuvieron era que no hubo mucho tráfico aquella noche. Ahora sí que los nervios se notaban y no era la única. Katakuri aún dudaba si esto era buena idea, pero debía confiar en Kai. Un botones los atendió, pidiéndole las llaves al dueño del vehículo. Sí, este empleado conocía la reputación de Katakuri y no hizo preguntas. Ella siguió los pasos del hombre sintiéndose, por primera vez, pequeña e impotente. La recepcionista los recibió con una gran sonrisa de oreja a oreja, mientras apuntaba el nombre de ambos. Solo era una noche, ¿no?

Ya con la tarjeta de acceso a la habitación en mano caminaron en dirección al ascensor porque la puerta se encontraba en el quinto piso. «Tranquila», se mentalizaba una y otra vez pensando en que no pasará nada, pero lo luego afirmaba que si ocurrirá. Su corazón palpitaba con más fuerza y sus mejillas se tornaban de color rosado. Un tono que le sentaba bien. Quien estaba más nervioso era Katakuri porque sus manos no paraban de sudar y le dificultaba respirar. Él se maldecía por estar así.

Todo fue en orden: entrar en el ascensor, esperar unos segundos, salir de ahí, caminar por un largo pasillo y llegar a la puerta número 510. Los corazones de Kai y Katakuri dejaron de bombear sangre por un segundo, cuando el hombre colocó la tarjeta en el lector para abrir la puerta. Olor a rosas inundó sus fosas nasales. Ella no era una fanática a los olores suaves, pero no negaba que esas flores tenían ese toque peculiar. Ambos entraron y él cerró la puerta tras de sí. Realmente esto iba hacer una tortura.

—Bien, ¿cómo lo hacemos? —preguntó directa al grano—. ¿Te lo quitas tú o te lo quito yo?

Una cuestión que se debería resolver en cualquier momento. Katakuri dudaba mucho. Posó su trasero en la cama sintiendo la mirada fija de la morena. Él estaba dispuesto a mostrarle ese secreto. Iba dirigiendo su mano a la bufanda lentamente y se la iba quitando, creando un ambiente tenso. De pronto, los ojos de Kai se agrandaron al ver el verdadero rostro del peli-granate. Su boca estaba conformada por unos colmillos enormes y esa cicatriz llegaba hasta su comisura.

Cualquier persona se asustaría y huiría en el acto, pero ella realmente se aproximó con mucha curiosidad para verlo más de cerca. Alzó las manos con atrevimiento para tocar esos colmillos enormes y Katakuri se agachó para dejar que lo hiciera. Su miedo absoluto se estaba desvaneciendo poco a poco cuando sintió los dedos de Kai. Ninguna persona se atrevió a hacerlo. Sus caricias eran demasiadas tiernas como para negarlo. Katakuri comenzó a ronronear por lo bajo e iba inclinando su cuerpo hacia adelante para que ella siguiera.

—¿En serio que escondías esto? No tiene nada de malo.

—Eso díselo a la gente que se dedica a insultarme.

—¿Te han puesto mote?

—Anguila pelícano —musitó.

—Son idiotas —dijo la morena—. Yo pensaba que eso no te afectaba.

—Y es así, pero sucedió un caso y siempre me he culpabilizado de ello.

Kai alzó los ojos para ver la mirada del grandullón. No quería meterse en ese problema porque tendrá que ser duro para él. Realmente estaba embelesada por la belleza del hombre. Sí, era atractivo para sus ojos. Y se atrevió a implantar un beso en sus labios y Katakuri se sonrojó brutalmente porque no pensó que ese momento iba a ocurrir. La chica que le gustaba demasiado se atrevió a hacer ese acto. Kai se separó con las mejillas sonrojadas que agachó la mirada muy avergonzada. Ninguno de los dos ha dicho nada al respecto, simplemente dejaron que el silencio sea testigo de lo que iba a ocurrir en ese momento.

Katakuri apoyó las manos en las caderas de la joven para atraerla y sentarla en su regazo. Sentirla cerca era agradable. Sus narices rozaron con sutileza casi con timidez. En ningún momento apartaron la mirada. Kai estaba hipnotizada porque ese color granate llamaba su atención.

—¿Quieres intentarlo? —preguntó con un simple susurro Katakuri.

—Estamos aquí, ¿no?

—A lo mejor no te sientes preparada.

—No dudes de mi capacidad, Katakuri.

Una respuesta sencilla y directa para los oídos del grandullón. Él apretó un poco los dedos en la figura de la joven y se acercaba lentamente a su rostro para volver a rozar sus narices. A ambos les gustaba ese contacto. El beso volvió a resurgir, aceptándolo con mucho gusto. Kai siguió acariciando con mucha ternura el rostro de Katakuri casi tocando las costuras de esa cicatriz. En serio, ese hombre era atrayente y no lo negaba en absoluto. Sus manos descansaban en el pecho del hombre, mientras se seguían besando.

No había brusquedad. Katakuri no quería asustarla porque era demasiado grande para ella, además de no tener mucha experiencia en cuanto al sexo. Sí, estaba bastante nervioso porque no estaba seguro si lo iba hacer bien, pero tenía que confiar en su instinto. Kai se apartó un poco para buscar la cremallera de su vestido que se ubicaba por la zona de su espalda. Lo iba bajando lentamente, mientras Katakuri no apartaba la mirada. «Va muy rápido», pensó, tragando saliva ya que sentía la garganta secándose.

Ver esa belleza delante suya y sentada en su regazo le fascinaba. Esos pechos llamaban su atención. Les pedían a gritos que los tocase. Él miró a Kai no muy bien qué hacer, si hacerlo o no.

—¿Miedo? —La morena se estaba divirtiendo con esto.

—No quiero hacer nada indebido.

—Eres el primer hombre que me dice eso.

—¿El primero? —repitió con un tono molesto.

—No soy para nada virgen, Katakuri —comentó Kai con un semblante tranquilo.

—Lo sé, pero no hace falta que hicieras ese comentario.

—Solo digo la verdad.

Las mejillas de Katakuri estaban incendiadas. ¿Cómo puede ser que esa chica fría pudiera ser tan adorable? El grandullón guio sus manos grandes hacia los pechos voluminosos de Kai sosteniéndolos con mucho cuidado. Escuchar un gemido bajito por parte de ella fue lo más placentero que había escuchado en su vida.

—¿Sensible? —cuestionó muy inocente.

—Ser gracioso no te pega para nada, Katakuri —respondió.

—Ah, ¿no? —cuestionó de nuevo, ya atreviéndose a coger un pezón y pellizcarlo—. A veces suelo sacar mi lado divertido.

Kia no dijo nada porque empezaba a temblar. Ese hombre, aunque no tuviera mucha experiencia, sabía dónde tocar. Eso se les enseñaba a los adolescentes en los cursos de sexología. Uno de los puntos erógenos del ser humano. La cabeza del hombre se colocó en su hombro para aspirar su dulce aroma y se atrevió a morderlo con suavidad. Esos dientes eran capaces de atravesar y triturar la carne, como un verdadero tiburón. Y pensar que Katakuri era un amante de los donuts, algo que Kai lo desconocía por completo.

La morena iba desabotonando los botones de esa camisa molesta y al abrirla se encontró ese tatuaje enorme que tanto le caracterizaba. Un color rosado o granate como sus ojos. Su tentación fue demasiado grande que sus dedos rozaron la curvatura de aquella línea gruesa. El peli-granate se estremeció tanto que su vello corporal se erizó. Él ronroneó por lo bajo casi muy cerca de su oído. Kai nunca imaginó escuchar a un gato grande que no evitó reír por lo bajo, mientras iba deshaciendo de la camisa.

Pegó un chillido cuando Katakuri la acostó en la cama con algo de brusquedad. Su boca atrapó el otro pezón para estimularlo, mientras escuchaba como Kai gemía por lo bajo y se retorcía de placer. Sus manos descansaban en el cuero cabelludo para agarrarlo con fuerza, una manera de decirle que siguiera porque le estaba gustando muchísimo. Y él no pararía hasta ver que estuviese duro, como diamante en bruto. Lo disfrutaba como nunca. Hasta sentía un leve apretón en los pantalones que crecía poco a poco. Era señal de excitación.

—Ve despacio, por favor —le suplicó—. Estás haciendo muy rudo conmigo.

—Entonces no me quiero imaginar cuando llegue ese momento.

—Te recuerdo que eres muy grande en comparación conmigo. Me destrozarás.

De alguna manera, eso le divirtió muchísimo a Katakuri. Era verdad que el cuerpo de Kai era delicado y fácil de romperse por su brusquedad. El peli-granate se separó, colocando ambas manos a los lados del cuerpo de la morena para admirarla desde una posición formidables. No paraba de repetirse así mismo que Kai era relativamente hermosa y se sentía el hombre más afortunado del mundo.

—No me mires así —dijo muy avergonzada.

Él la ignoró por completo y le dio un pequeño beso en los labios. Sus colmillos eran un estorbo, pero para Kai no le importaba en absoluto. Le gustaba esa sensación de sentir esos afilados dientes. Poco a poco ese beso se convertía en algo fogoso y sus lenguas empezaron a entrelazar entre sí. La tensión sexual era inminente. No se podía ignorar. Casi las manos de la morena no llegaban al borde del pantalón de Katakuri. Un cuerpo demasiado grande. Ella miró de reojo viendo un gran bulto crecer. Se desmayaría si lo llegase a ver.

Un gemido de sorpresa salió de sus labios al sentir el dedo de Katakuri presionar su entrada, aún con las bragas puestas. La estaba torturando de esa manera y seguía temblando, incluso tuvo que llevarse las manos hacia su boca para no gritar con fuerza. Estaba claro que a este hombre le encantaba torturar, ya se notaba esa sonrisa socarrona que llevaba al escucharla. Deslizó la última prenda por sus piernas y ver aquella joya llamarlo. Para sus ojos se veía apetecible.

Kai iba a decir algo, pero ahogó un gemido al sentir la lengua juguetona del peli-granate torturar su botón más apreciado. No sé esperó para nada que él se atreviese a realizarle un sexo oral. ¿Y se suponía que no tenía experiencia? Al ser tan grande era capaz a llegar a rincones que provocaban que suspirara y tiritase. Y no de frío que digamos. Ella gimió su nombre y él respondió moviendo con más rapidez el músculo. Y aprovechó para deshacerse de los pantalones y de la última prenda que le quedaba, liberando por fin su hombría. A Kai casi le daba un ataque al corazón.

«Eso no va a caber», pensaba y otra vez los gemidos volvieron porque él no acabó. Las manos de Kai agarraban con firmeza las sábanas dejando en blanco sus nudillos. Si seguía así, era más probable que llegase al orgasmo y dejarla seca por unos instantes. Sus caderas fueron alzadas por él para tener mayor acceso y seguir torturando, incluso se atrevió a meter la lengua en aquella cavidad. No hacía falta un consolador u otro tipo de juguete sexual. Solo bastaba ese músculo casi habilidoso. Las paredes vaginales lo aprisionaron y ella llegó a su primer orgasmo.

Katakuri la dejó en la cama para que reposara, mientras observaba como ella cogía aire para respirar. De alguna forma, lo satisfacía demasiado, incluso ronroneaba por lo bajo. Ahora la cuestión era: ¿podrá soportar esa monstruosidad?

—¿Quieres que lo dejemos en otro momento? —preguntó Katakuri aún con muchas dudas.

—¿Y dejarte con las ganas?

—Puedo partirte en dos.

—Que mono. Preocupándose por mí —bromeó—. Estaré bien, mientras no exageres con los movimientos.

—¿No temes dejarte inválida?

—Si ocurre eso, te encargarás del seguro médico y la silla de ruedas.

Eso era un buen trato. Kai abrió las piernas dejando que el hombre se colocase entre sus piernas apoyando la punta en su entrada. Debía estar lo más relejada posible para recibirlo. Katakuri poco a poco se iba adentrando y la morena lo seguía con pequeños gemidos algo dolorosos. Mira que había estado con hombres, pero este era un caso especial. El peli-granate no siguió adentrándose más porque ya era suficiente, sin embargo, el calor que emanaba en sus entrañas era increíble, incluso como aprisionaba su gran miembro.

Con las manos apoyadas en la cama se iba moviendo despacio conteniendo esas ganas de realizar un vaivén en perfectas condiciones. Kai empezaba a acostumbrarse ante ese intruso que empezaba a disfrutar demasiado. Nunca imaginó tener sexo con alguien tan poderoso como Katakuri. Sus manos quedaron apoyadas en sus brazos casi clavando las uñas en su piel y él no le importó demasiado porque estaba muy centrado.

Y otro beso nació porque ese acontecimiento lo estaba exigiendo. Realmente el deseo carnal era tan poderoso que no lo podían dejar de lado. Los minutos pasaron y la eyaculación estaba próxima por lo que el hombre se tuvo que salir para correrse en su vientre. No era buena idea dejarla embarazada ahora y a ella no le haría mucha gracia ser madre joven. Los dos no paraban de jadear, recuperando casi el aire que les quedaba.

—Ha sido increíble —se sinceró Katakuri.

—No eres el único que lo piensa.

—Ah, ¿sí? Eso me halaga demasiado.

—Katakuri —lo llamó—, ¿soy tu amante ahora? ¿O cómo va el rollo?

—Yo quisiera que fuéramos más que amantes. —Ladeó la cabeza a un lado—. Pero si no quieres, lo entenderé.

—Sabes que yo no soy nada y tú eres alguien muy importante. Y tampoco quiero que los paparazzis aparezcan y hagan alusiones de que tú y yo somos pareja.

—¿Por qué no? Así los hombres sabrán que eres de mi propiedad.

—No soy un objeto —le riñó.

—No lo decía en ese sentido.

Mira que este hombre venía de una familia que siempre quería lo que quería. Kai suspiró por lo bajo aceptando la sugerencia del grandullón.

—Pero si te vuelves infiel, te vas derechito por donde hayas venido, ¿entendido?

Katakuri esbozó una pequeña sonrisa aceptando la propuesta.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top