Capítulo 19
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***
Era casi media noche cuando Mina comenzó a despertar.
Athenea se había quedado dormida a lado de su madre en una silla con la cabeza recostada sobre ella; por lo que sintió el momento exacto en el que su madre empezó a acariciarla; sin embargo, no se movió.
Por muy cobarde que pareciera no quería abrir los ojos e iniciar una conversación que podría cambiar la vida de ambas.
A pesar de que su plan inicial había sido despertar a Mina hace varias horas y exigirle respuestas sobre lo que había dicho Lidia no podía hacerlo cuando ella misma no podía darle y darse respuestas de lo que había sucedido.
Aquel día no tenía explicación lógica en su mente por más vueltas que le diera.
Ningún ser humano debería hacerse polvo luego después de ser apuñalado. Eso no era normal, lo normal era que estuvieran muriendo mientras se desangraban.
—Sé que estas despierta, Aty —susurró Mina con la voz un poco ronca, pero sin dejar de acariciarla.
Athenea se negó a mostrar respuesta quedándose quieta sintiendo el cariño de su madre.
Solo tenía dieciséis años, era una chica normal a la que le habían puesto su mundo de cabeza en cuestión de horas.
El silencio lleno la habitación y por un momento Athenea creyó que Mina se había vuelto a quedar dormida hasta que la escuchó hablar.
—Hace varios años en Madrid hubo una pareja muy feliz que estaban esperando el nacimiento de sus dos hermosas niñas. Dos hermanas gemelas que nacieron para alegrar aún más sus días...
«No, por favor, no», pensó Athenea. Una parte de ella aun negaba a creer que lo que había dicho Lidia era cierto.
—Mientras crecían ambas chicas se volvieron inseparables. Eran amigas, confidentes y mucho más incluso cuando sus vidas tomaron rumbos separados —dijo haciendo una pausa antes de continuar hablando con cierto resentimiento— En un viaje a Grecia una de ellas conoció el amor y al amor de su vida, que hizo que brillará aún más con el sentimiento invadiendo cada fibra de su ser.
Mina suspiró pensando sus siguientes palabras.
—El amor entre la pareja fue como un cuento de hadas demasiado perfecto, tan perfecto que luego de dos años juntos decidieron dar el gran paso de casarse...
Esa pausa le dijo a Athenea que lo que sucedió después no era bonito.
—Los padres de la chica no querían que se casara con el muchacho por no ser de una clase social alta —dijo riéndose— Pensaron que su negativa detendría a su hija de hacer lo que pensaba.
—Pero no fue así —afirmó Athenea con seguridad y hablando por primera vez.
—No, no lo fue —concordó Mina— Eso solo hizo que ella se escapara de casa con él perdiendo el contacto con toda su familia por varios meses.
«El típico chicle», pensó Athenea.
—Sin embargo, una noche el esposo contacto con la gemela de la chica pidiendo ayuda para cuidar a su mujer. La hermana aceptó sin pensarlo dos veces en especial cuando supo que su gemela estaba embarazada.
Embarazada. Esa palabra resonó en Athenea.
—Todo marchaba bien hasta que ciertos eventos extraños empezaron a suceder —contó Mina— Cuando estaban fuera de la casa sentían como si estuvieran siendo observados y en varias ocasiones la gemela embarazada sufría accidentes inexplicables —dijo.
Athenea noto que Mina evitaba usar cualquier otra palabra que no fuera chica, gemela o gemela embarazada.
—El esposo harto de la situación quiso buscar respuestas para detener los ataques a su mujer e hija por nacer.
Respuestas. Respuestas. Respuestas. Todo el mundo las busca, pero son pocos la que las encuentran.
—¿Y las encontró? —preguntó Athenea en un susurró.
—No. Lo que encontró... Lo que encontró fue su muerte —señaló entre dientes— A pesar de saber el peligro se arriesgó a ello y murió en el intento dejando a su familia desamparada.
Athenea no tenía que ser una genio para saber que Mina había le guardado resentimiento al hombre por ello.
—¿Qué fue lo que pasó luego?
—Los ataques cesaron hasta que naciste —dijo tan sencillamente que parecía mentira— Fuiste nuestra luz después de días de oscuridad, eras nuestra alegría y estábamos decididas a darte el hogar que te merecías, pero la vida tuvo otros planes.
Un sollozo se escapó de Mina haciendo que Athenea levantará su rostro por primera vez.
—¿Qué planes? —preguntó tomando las manos de su madre.
—Una noche prendieron fuego a la casa con nosotras dentro —le respondió— Apenas tuve tiempo de sacarte de tu habitación, fue difícil, pero logré sacarnos; sin embargo cuando intente regresar por mi hermana no pude hacerlo —dijo llorando— Hubo una explosión mientras ella aún estaba dentro... El fuego la mató.
Athenea abrazo a Mina que se veía desconsolada mientras le decía aquello.
—Lo siento, lo siento —le dijo a su madre— No tienes que hacer esto. No tienes que hacerlo.
Mina negó aclarándose la garganta.
—Los noticieros sacaron la tragedia de la muerte de una madre soltera, su hija y su hermana en un incendio —le dijo sorprendiendo a Athenea.
—¿Qué?
—Después de esa noche me di cuenta del peligro que había y no podía permitir que te siguiera rondando y perderte también; por lo que no deje que nadie supiera que estábamos vivas —le respondió— Hice creer a todo el mundo que habíamos muerto en ese incendio y me cambié el nombre —admitió.
Me cambié el nombre. Eso quería decir que a Athenea no se lo había cambiado.
—¿Por qué a mí no? —preguntó.
—Porque tu nombre era lo único que podía mantener en ti por ellos —le dijo.
—¿Cuál era tu nombre? Tu verdadero nombre —preguntó.
Su madre dudo, pero al final respondió—Alicia De Alba.
Ahora todo tenía un poco más sentido para Athenea.
Moreau era un apellido francés y Mina siempre le había dicho que era española; por lo que, Athenea pensó que su familia se mudó a España antes de que nazca y fallecieron, ya que cuando preguntó le dijo que no tenían más familiares vivos.
—¿Y el nombre de ellos? —preguntó Athenea un poco más recelosa.
Mina le sonrió con nostalgia tomando sus manos con la de ella.
—Karina De Alba y Mauricio Soler —le respondió— Esos eran los nombres de tus padres.
Ahí estaba. Lo había dicho.
Admitió que ella no era su madre en esa oración y la mirada en ella le dijo que aunque le dolía no se arrepentía de ello.
—Siempre serás mi madre —le dijo Athenea a Mina tomando sus manos.
—Y tú siempre serás mi hija —le respondió su mamá con la voz quebrada. Sin embargo, el momento de tranquilidad entre ambas se rompió rápidamente cuando un frío lleno la habitación paralizándolas.
«Un momento, solo un momento de paz es lo que pido». Pensó Athenea girándose y se arrepintió cuando vio a una de las ancianas que se le habían presentado de camino al valle de los templos.
—Ven al templo de Zeus, hija del señor de los cielos, portadora de la Egida. Ven y encuentra las respuestas que buscas. Ven y encuentra la verdad —le dijo la anciana antes desaparecer.
Cada palabra había resonando en la habitación como un eco y con una mirada a Mina, que estaba casi pálida, mirando en la misma dirección que Athenea supo que su madre también había visto a la vieja.
—¿Qué te dijo? —preguntó Mina y supuso que al igual que con Afrodita ella no había escuchado lo que la anciana le había dicho; por lo que pensó su respuesta unos segundos mientras tomaba una decisión.
—Dijo que debemos irnos de nuevo Agrigento —respondió decidida—Ya vuelvo —le dijo a Mina antes de salir de su cuarto.
Fue a su habitación donde había dejado sus cosas luego de ir a recogerlas de la sala.
Tomó su teléfono y marcó el número de una de las pocas personas que en su poco tiempo en ese pueblo pensó que jamás iba a llamar.
—Aló —contestó la persona al otro lado de la línea al segundo timbre.
Athenea se quedó en silencio un momento analizando los pros y los contras de su decisión.
—¿Aló? ¿Quién es? —preguntó la chica.
—Necesito un favor —respondió sin perder el tiempo, sabía que Afrodita reconocería su voz.
—¿Qué necesitas?
Sin preguntas, sin dudas, tal y cual había dicho Apolo que sería y justo lo que Athenea necesitaba. Solo esperaba no arrepentirse de su decisión.
***
El secreto fue revelado y aún falta más por venir.
Espero que les haya gustado y de ser así no olviden dejar su voto y comentarios :3 Me encanta leeros.
Au revoir!!!
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