Capítulo 18

Athenea casi entra en pánico al ver cómo la sangre mancho rápidamente la blusa de Jelly y por acto reflejo intento detenerla; sin embargo, eso no hizo ningún cambio por lo que se puso de pie para buscar cualquier cosa con la que pudiera detener el flujo de sangre de la chica, pero justo en ese momento el cuerpo de Jelly se explotó en un polvo dorado.

«¿Qué diablos?» Se cuestionó pestañeando ante la imagen.

«Esto es un sueño, esto es un sueño. Estás cosas no pasan en la vida real», se dijo, pero mientras miraba el desastre a su alrededor se dio cuenta de que era imposible negar lo sucedido.

Su sala era un desastre. Su casa era un desastre. Su vida se estaba convirtiendo en un desastre demasiado rápido no podía detenerlo.

Otro grito provino del segundo piso recordándole que no podía detenerse a lamentar la destrucción o cuestionar lo que pasaba.

Su madre estaba en peligro y era su deber salvarla.

«Aún si tengo que dar mi vida para eso», pensó Athenea.

No sabía quién podría estar en el segundo piso con su progenitora, no del todo. En ese momento creía que todo era posible, pero si de algo estaba segura era de que no iría desarmada.

«Otra cosa en la que tengo que pensar», se dijo recordando la pelea.

¿Cuándo diablos ella había aprendido a defenderse así? Nunca, esa era la respuesta. Athenea nunca en su vida se había metido en una pelea; sin embargo, su cuerpo parecía saber muy bien cómo actuar en esos casos y estaba agradecida por ello en ese momento.

Tomo un pedazo de cristal roto por uno de los vasos escondiéndolo en la parte delantera de su pantalón con cuidado de no lastimarse antes de agacharse y coger la daga con la había apuñalado a Jellyfish subió las escaleras.

Miro con recelo el segundo piso buscando algún rastro de la araña que había visto antes, pero no encontró ninguna señal.

«Quizá eso si fue mi imaginación», se dijo.

En silencio empezó a subir las escaleras y podía jurar que escuchaba cada uno de sus pasos con total claridad; por lo que Athenea no tenía el factor sorpresa de su parte contra su enemigo en el segundo piso.

Cuando llegó a la parte superior de la escalera miró a su alrededor antes de ir a la habitación de su madre.

La puerta estaba entre abierta; por lo que con cuidado la empujó sin ingresar para evitar caer en una trampa. Sin embargo, toda precaución que tuvo se fue volando cuando vio a Mina golpeada y atada en una silla casi desmayada.

Athenea corrió a su madre completamente asustada por su estado.

—Mamá, mamá —la llamó, pero no obtuvo respuesta— Mamá, por favor, responde —le rogó con sus primeras lágrimas cayendo al no obtener repuesta de su progenitora.

En ese momento sentió que le arrebataban su corazón; por lo que, cuando escuchó el sonido de la puerta cerrándose tras ella junto una risa lleno de furia cada fibra de su cuerpo.

La persona con ella en la habitación había dañado a su madre. Había lastimado a la mujer que más amaba y no se lo iba a perdonar jamás.

Girándose vio a la responsable del estado de Mina.

«Sí, la responsable». Una mujer estaba recostada en la puerta como si estuviera teniendo su mejor momento mirando a Athenea sufrir. Una maldita mujer que había hecho que su madre confiará en ella.

—Vaya, vaya. Debo decir que estoy sorprendida —dijo con un tono malicioso— No pensé que la diosa del orgullo fuera tan sentimental.

—Vete al infierno —le gruñó Athenea. Estaba harta de defenderse y explicar mil veces que ella no era la diosa griega Atenea.

No lo haría más, querían guerra, pues guerra les iba a dar.

—Ya estuve ahí, querida. Estuve ahí cuando me convertiste en un horrible animal —le dijo Lidia con furia.

—¿De qué demonios hablas?

—Cierto, no lo recuerdas —le respondió crípticamente mientras se reía antes de burlarse de ella preguntándole— Dime, Athenea ¿Qué se siente saber que fallaste protegiendo a tu mamá?

Athenea vio rojo en ese momento y lanzó el cuchillo en su mano contra Lidia sin pensarlo demasiado; sin embargo, la muy maldita se había movió rápidamente a un lado dejando que el cuchillo se incrustara en la puerta.

Lidia cargo contra Athenea aprovechando que estaba desarmada y apenas pudo impulsarse y hacerlas caer de lado para evitar lastimar a su madre.

El golpe la aturdió unos segundo debido a que Lidia había caído sobre ella por lo que sin piedad la mayor tomó a Athenea por los pelos jalándola para golpearla en suelo haciéndola marearse aún más, por lo que, en un acto reflejo atinó a golpear a la mujer entre sus piernas para quitársela de encima.

Lidia contrario a Jellyfish se movía más rápido y tenía más aguante; y eso lo descubrió cuando la muy maldita apenas se había quejado del golpe de Athenea, por lo que, la enganchó con sus piernas para poner hacerla perder el equilibrio y dejará de concentrarse en golpear su cabeza,

Pataleando Athenea logró librarse de Lidia empujándola a un lado y golpeándola en el rostro con toda su fuerza para poder ganar tiempo e ir por la daga. Terminaría con eso de una vez; sin embargo, los malos nunca jugaban limpio y la mujer no iba ser la excepción.

Sacando el cuchillo de la puerta Athenea se giró dispuesta a matar a Lidia, ya no le importaba nada, pero cuando la observó detrás de Mina con una soga alrededor de su cuello hizo aumentar su furia.

—Aléjate de ella —gruñó Athenea negándose a mostrar su miedo mientras Lidia apretaba la soga un poco más logrando que Mina se queje.

—¡Maldita sea! ¡Aléjate de ella!

—¿Por qué defiendes tanto a una mentirosa, Athenea? —le preguntó Lidia riéndose de ella— Tú eras la diosa de la justicia, no te parece contradictorio defender a alguien que no ha ahecho más que mentirte —le dijo a Athenea que no respondió a su acusación mientras miraba a su madre que por la asfixia había despertado y miraba con pánico a Athenea ante las palabras de la mujer detrás de ella.

Ella no tenía que ser una genio para preguntarse por qué la miraba así.

«¿En qué me mentiste mamá?»

—De no ser por ella tú ahora no estuvieras pasando esto y serías muy feliz tres metros bajo tierra junto a tu verdadera madre —continuó diciendo Lidia y Athenea no pudo detener la pregunta que salió de sus labios.

—¿Qué quieres decir?

—¿Acaso no es obvio? Lo que estoy diciéndote es que la mujer que estas tratando de salvar no es tu madre —le respondió con una sonrisa de satisfacción— Ella es la hermana gemela de tu verdadera mamá. Ella. Es. Tu. Tía —dijo como si fuera una sentencia y quizá era así, la verdad siempre era una sentencia.

«No, esa no puede ser la verdad», se dijo Athenea. «Eso no podía ser cierto. Su mamá jamás le hubiera mentido de esa manera».

—Suéltala —le gruñó de nuevo a Lidia más que enojada.

—¿O qué? ¿Qué puedes hacer tú como una simple mortal? —le preguntó con burla y Athenea sonrió.

—Te puedo matar, tal y como hice con tu secuaz.

—Medusa quería venganza porque destruiste su belleza —le dijo dándole una mirada envenenada— Yo quiero venganza porque destruiste mi vida haciéndome un mounstro, convirtiéndome en las pesadillas de los niños.

—¿En qué diablos te convertí? —le preguntó mientras pensaba en un plan.

—Te daré una pista —le dijo apretando aún más la soga en el cuello de Mina— Un concurso, una victoria y una mala perdedora.

Esas palabras se unieron rápidamente en la mente de Athenea que supo de inmediato a la historia que Lidia se refería.

—Aracné —susurró y la mujer sonrió satisfecha.

«Mierda», pensó antes lanzar la daga en su dirección, pero sin intención de atinarle. Su intención era asustarla y alejarla de su madre.

Por suerte su plan improvisado dio resultado y Lidia se movió soltando brevemente a Mina que aprovecho eso y se impulsó con todo y silla para el lado opuesto.

Athenea corrió hacia Lidia dejándola en el suelo con ella en su encima ahorcándola.

«Quería venganza. Quería hacerla sufrir y pagar cada golpe que le había hecho a su madre».

La mujer le daba una buena lucha y en un momento invirtió los papeles, por lo que, ahora era ella la que estaba siendo asfixiada.

—Eres estúpida —le dijo Lidia.

Athenea trató de alejar las manos de la pelinegra de su cuello, pero no pudo hacerlo.

La desesperación casi gana la batalla hasta que recordó algo.

Tanteando sin que Lidia se diera cuenta saco de su pantalón el pedazo de vidrio que había escondido y sin pensarlo dos veces apuñaló a Lidia en un costado sacándosela de encima.

La mujer gritó de dolor soltando a Athenea, pero a diferencia de Jelly no se desvanecía.

La daga.

Empujándola lejos suyo Athenea se tomó unos segundos para respirar mientras Lidia se quejaba.

Su mirada cayó en un arma que al parecer se convertiría en su aliada y justo en el momento que tomó la ex compañera de su mamá la jaló por una de piernas poniéndose encima de ella con la intención de volver a asfixiarla.

Athenea no lo pensó dos veces cuando llevo la daga al cuello de Lidia haciéndola sangrar brevemente antes de que, y al igual que Jelly, se convirtiera en un polvo dorado que terminó manchándola.

Apenas se tomó un par de segundos antes de correr en dirección a su mamá aun con todo el dolor que pulsaba alrededor de su cuerpo, y en especial en su cabeza.

Mina estaba bastante golpeada y parecía que al haberse caído se golpeó la cabeza desmayándose por completo.

—Perdón, mamá. Perdón —dijo Athenea mientras cortaba las sogas liberándola y con las fuerzas que penas le quedaban alzaba, medio arrastraba, a Mina sobre su cama.

Su madre necesitaba descansar y ella necesitaba tiempo para pensar.

La culpa y las dudas estaban inundando su mente.

***

Ahora, ahora... ¿Recuerdan que al inicio les pregunte que ocultaba Mina? Bueno aquí tenemos una pista... ¿Será esa la verdad? Lo descubriremos en el próximo capítulo xd

Me ha costado un poco escribir estas escenas de "acción" que espero mejorar en el futuro.

Espero que les haya gustado el cap y de ser así recuerden dejar su estrellita y comentarios :3 Los estaré leyendo

Au revoir!!!

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