Capítulo 12
Los pensamientos de Athenea estaban dispersos, tanto así, que por primera vez agradecía tener un coeficiente intelectual que la hacía aprender y comprender los temas más rápido que cualquiera de sus compañeros; ya que, aun cuando no prestaba atención y el profesor le preguntaba del tema que trataba ella sabía exactamente que responder.
No era que se sintiera orgullosa de no estar atendiendo la clase, pero no podía dejar de pensar en la profecía que le había dicho Apolo, porque eso era lo que era, una profecía.
«Una que me condena», pensó Athenea.
Estaba frustrada. Por más que pensara no podía comprender algunas de las palabras que le había dicho Apolo.
«La portadora de la Égida llegará a buscar la verdad».
Bien eso era lo único que había resuelto y que era obvio para cualquiera que escuchara esa parte.
Su nombre representaba a la portadora de la égida, a la diosa Atenea, y además su curiosidad por querer saber lo que pasaba la había arrastrado hasta ese punto donde quería averiguar la verdad.
«Trayendo consigo el resurgir de viejos enemigos, el peligro tocará su puerta».
Esa era una parte que le preocupaba a niveles astronómicos.
En primer lugar Athenea no tenía enemigos, pero si se basaba a los hechos podrían ser los enemigos de la diosa de la sabiduría griega irían contra ella, claro si existían, estaría muerta antes de empezar si quiera a luchar.
Ahora, la parte de la desgracia tocando su puerta la ponía nerviosa. Athenea había iniciado esa investigación para salvar a su madre del mismo destino que habían tenido los padres de los demás, pero aquella parte de la profecía no auguraba exactamente lo que ella quería, es más, presagiaba todo lo contrario.
«Para revelar su esencia deberá morir quien era».
Claro, no podía olvidar ese pequeño detalle en el que se anunciaba su muerte. Una tragedia clásica, y aunque era demasiado preocupante no le sorprendía, después de todos fueron los griegos los que inventaron la tragedia.
«Idiotas».
«¿Por qué demonios inventarían algo que hacía sufrir a los demás?» Se preguntó y la respuesta llegó con amargura.
«Son dioses, la tragedia no los afectaba, sólo estaba destinada a los humanos, a los héroes».
Athenea suspiro y se masajeo las sienes. Ella tenía que evitar esa profecía. No tenía idea de cómo, pero estaba segura que lo haría.
«Solo tengo que averiguar cómo y estar un paso por delante de lo que sea que vaya a pasar», se dijo con determinación, claro era más fácil pensarlo que hacerlo, pero haría el intento.
***
Durante el receso Artemisa no dejaba de mirar a Athenea y se preguntó si se había enterado de la conversación con su hermano.
Dudaba qué Apolo le hubiera dicho de su reunión; ya que, su hermana técnicamente le había prohibido hacerlo, por otro lado, no creía que Hermes guardará el secreto.
—¿Hasta cuándo van a seguir así? —les preguntó Hefesto a ambas chicas— ¿No creen que es suficiente?
—No sé de qué hablas —respondió Artemisa haciéndose la desentendida.
Hefesto la miró intensamente antes de girarse a Athenea.
—¿Y tú?
— ¿Yo qué?
Hefesto se mostró frustrado ante su respuesta, por lo que se puso de pie antes de mirarlas con los ojos entrecerrados a ambas.
—No puedes proteger a Apolo de todos, Artemisa. El tiene una vida propia al igual que tú —le dijo Hefesto a la pelinegra antes de girarse a Athenea— Y tú. Piensa en lo que haces ¿Qué estás dispuesta a sacrificar por calmar tu curiosidad? —le preguntó; sin embargo, antes que pudiera responderle se fue dejándolas solas.
Ninguna de las dos dijo nada durante varios minutos, dedicándose sólo a ver a los alumnos del colegio interactuar entre ellos.
Athenea prestó especial atención a Afrodita que estaba discutiendo con Hera y señalando sin reparo alguno a Helena.
No había pensado mucho en ello, pero ahora que veía esa situación una duda se instaló en su mente.
«¿Por qué Hera defendió a Afrodita?»
Si se basaba en lo que todos decían, y que cada uno de ellos era como una réplica de los antiguos dioses griegos, Hera no tenía afinidad alguna por Afrodita como para que la defendiera, de hecho, la reina de los dioses no tenía afinidad por nadie que no fuera su esposo, Zeus, y los héroes que obtenían su gracia.
También estaba el asunto que le había ordenado silencio a Paris, aunque este no le había hecho caso alguno. La confianza con la que hizo esa orden como si esperara que la cumpliera.
¿Qué escondía Hera?
Ahora que recordaba qué en sus primeros días le dijeron que ella tenía poder en el colegio, pero nunca se puso a pensar que extensión tenía ese poder.
—Tengo que preguntar —dijo Artemisa rompiendo el silencio y atrayendo la atención de Athenea— ¿Por qué tienes tanto interés en averiguar la relación de las muertes de nuestros padres?
—Aún tengo viva a mi madre —le respondió Athenea sin dudar.
Sabía que era cruel decirlo así ya que la pelinegra había perdido a la suya, pero no quería mentirle más de lo que hacía.
—Todos los que tienen el nombre de un olímpico han perdido a sus padres, y yo no pienso perder a la mía —agregó con determinación.
—¿Y qué tan lejos piensas llegar para descubrir la verdad? — le preguntó Artemisa con una mirada curiosa.
—¿Por ella? Hasta el final —de eso no tenía ninguna duda.
—¿Aún si eso significa tu propio final?
Si Athenea no hubiera hablado con Apolo y este no le hubiera dicho la profecía la pregunta hubiera sonado irracional a sus oídos, pero lo había hecho, sabía a qué se refería Artemisa con esa pregunta y dudo.
—Dime Athenea ¿Qué tanto estas dispuesta a morir por descubrir la verdad? —presionó la pelinegra.
—Estoy dispuesta a todo si eso significa salvar a mi mamá —le respondió Athenea mirándola con determinación— Y no me importa si tengo que destruir el mundo para lograrlo o morir en el intento.
Artemisa negó.
—Sabes que eso no es lo que haría la diosa griega, ¿verdad?
—Yo no soy ella —le respondió Athenea con un gruñido— Y si los dioses griegos existen y esperan algo de mí deben estar decepcionados porque nunca haré lo que ellos quieren —le dijo.
Noto que Artemisa quería decirle algo; sin embargo, antes pudiera respóndele una sombra las cubrió a ambas.
Jelly y dos chicas más estaban frente a ellas con una revista en las manos.
«No, no, no», pensó Athenea reconociendo la revista.
La estúpida de Jellyfish la miró con malicia en sus ojos antes de hablar.
—Buenos días, princesas del Olimpo — les dijo exageradamente y haciendo una reverencia.
—Lárgate, Jelly —le espetó Artemisa mirando con saña a una chica que acompañaba a la pelirroja.
—Calma cazadora, hoy no venimos a hablar contigo —le respondió Jelly antes de poner su mirada a Athenea— Hoy vengo a hablar con la favorita de Zeus —dijo.
—Pues esta princesa no quiere hablar contigo —le respondió Athenea poniéndose de pie— De hecho, le servirías mejor a esta princesa su te desapareces de su camino —agregó antes de empezar a alejarse.
Viendo por el rabillo del ojo a Artemisa imitar su acción y fue confortante para ella la muestra de apoyo a pesar de su situación.
—¿Huyes, Athenea? — le preguntó Jelly con burla— ¿Miedo de que tus amigos se enteren quién eres? —agregó y ella detuvo sus pasos— Dime, princesa. ¿Por qué no contarles tu historia a todos? —dijo la última pregunta y para entonces un gran grupo se había reunido alrededor.
Athenea se giró y miró a Jelly con una calma fingida.
«Guerra quieres, guerra vas a tener», pensó enfrentándose a la mirada de odio de la pelirroja.
No tenía nada grave que esconder, pero si para vencer a la chica debía revelar su pasado y ser la atracción de la feria lo haría.
***
Fireeeeeeeeeeeeee... Enciendan sus apuestas ¿Quién ganará este enfrentamiento? No te lo pierdas en el próximo capitulo. XD
Debo admitir que amo cuando Athenea se pone en modo soy mejor y no me dejaré pisotear por nadie, y no por creerse superior, creo que hasta ahora no ha actuado así sino porque nadie sea en la situación que sea debe dejarse manipular o pisotear por cualquier otra persona.
Espero que les haya gustado este cap. No olviden dejar su comentario y votito se aprecia bastante :3
Au revoir!
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