Capítulo 1

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***

La vista que tenía delante a través de la ventana de la camioneta sin edificios, vida citadina y muchas cosas que podían distraerte podía resultar aburrida para algunos, menos para ella; para ella aquello era algo bienvenido y apreciado.

Por primera vez en mucho tiempo, Athenea sentía que su vida iba en la dirección correcta y no podía arrepentirse del camino que tomaba.

Después de varias conversaciones acerca de cómo estaban llevando su vida en Paris, y los problemas que últimamente se les presentaron, ella su madre decidieron buscar un lugar tranquilo para vivir.

No fue difícil después de su mamá, Mina, consiguiera un trabajo como docente de historia del nivel primario. La suerte estuvo de su lado ya que encontró aquella oportunidad en un pueblo bastante tranquilo, casi aburrido, que era exactamente lo que buscaban.

Con eso resuelto lo demás por que hacer como cancelar el alquiler de su departamento, darle de baja en el instituto, sacar los pasaportes fue fácil de realizar; por lo que sin perder más tiempo y cuando tuvieron todo en orden hicieron las maletas para ir pueblo que les prometía un nuevo inicio.

Nuevo Agrigento. Ese era el nombre del pueblo al que se estaban mudando en el sur de Italia y Athenea creía firmemente que llegaría a amar debido a que tenía mucha influencia de una de las culturas más antiguas que ella más admiraba, Grecia.

—¿Estas emocionada? —preguntó Mina atrayendo su atención y Athenea sonrió.

—Estoy más que emocionada —le respondió con una tranquilidad interior que no había sentido en mucho tiempo.

Mucho menos después de que la prensa quisiera hacerla una muñeca de televisión.

—Me alegra eso, mi niña —le dijo su mamá mirándola brevemente y dándole una sonrisa— Este cambio nos hará bien —agregó y Athenea asintió.

Ambas tenían fe en que mudándose a Nuevo Agrigento dejarían su pasado atrás.

Su madre era originalmente de España, pero se mudó a París cuando una oferta de trabajo le surgió justo en el momento en el que su familia decidió darle la espalda por tener una hija sin un hombre al lado.

Algo malditamente oportuno.

Athenea recordaba cada momento de su vida en París, al menos desde que tenía uso de razón y había amado vivir en esa ciudad. Sin embargo, en ese momento quería escapar, sí, escapar, de allí y del ojo crítico de varias revistas que la querían en su portada y no porque tuviera el cuerpo de una modelo o algo similar, aunque era bien parecida, tenía el cabello castaño ondulado, con un tono de piel bronceado y ojos marrón claro. Pero no era por eso que la buscaban, no.

Las revistas la querían en su portada por la fama que podría traerle su inteligencia.

"La diosa de la sabiduría ha vuelto", había sido el primer título y mantra de la única revista que había podido escribir sobre ella gracias al instituto donde estudiaba.

Los traidores de los directivos, a pesar de saber que no quería entrevistas, firmaron un acuerdo en el que Athenea debía posar para una prestigiosa revista y responder a todas las preguntas que le hicieran, aunque algunas eran muy estúpidas.

¿Qué comes para mantener ese nivel de inteligencia? ¿Tus padres son súper dotados de inteligencia como tú? ¿Sufriste de mucha presión por parte de ellos al ser tan inteligente? ¿Qué se siente llevar el nombre de una diosa griega? ¿Considerar que eres la persona más inteligente del mundo? No pareces ser la típica nerd ¿Entonces tienes amigos?

¿Era en serio que le preguntaran eso? Athenea casi le dice a la entrevistadora lo que pensaba de sus preguntas, pero una mirada del director y supo que tenía que ser una alumna ejemplar digna del título de la revista.

Como si a ella eso le importara; sin embargo, actuó como una niña buena aunque por dentro quisiera matar a todos por obligarla a pasar aquello.

Esa entrevista fue el detonante para que la prensa francesa se ensañara con ella y quisiera averiguar más de su vida, por lo que se había encontrado bajo constante presión académica, que no era un problema, por parte de la escuela. Además tenía que soportar la mirada atenta de todas las personas que esperaba que cometiera un error para hacer un escándalo de eso.

Casi un año. Solo pudo aguantar ese tiempo con toda esa situación, antes de que su madre tomara cartas en el asunto y le propusiera mudarse de Paris.

Athenea ni siquiera lo tuvo que pensar dos veces.

Justo eran las vacaciones de mitad de año cuando Mina la dio de baja en el instituto después de que encontraran un nuevo lugar para empezar.

—¿Cuánto falta? —le preguntó Athenea a su madre sin dejar de mirar por la ventana.

—Según el GPS debemos llegar en una hora a más tardar —le respondió su progenitora y Athenea asintió.

«Una hora más. Una hora más para empezar una nueva vida», se dijo la chica mentalmente con la esperanza de que lo que sea que les esperara en ese pueblo fuera mejor que la vida que habían tenido en París.

***

El letrero de Bienvenidos a Nuevo Agrigento apareció frente a ellas exactamente cuarenta y siete minutos después.

Athenea y su madre no podían ocultar sus nervios y su emoción al haber llegado por fin a su destino.

—¿La casa queda muy lejos de la entrada? —preguntó Athenea admirando la calle por la que pasaba emocionada.

—No, sólo a unos minutos más —le respondió su madre.

«Ya casi en casa», pensó la chica sonriendo.

Miró la estructura de los pequeños condominios y casas que había, también visualizo a varios chicos andando de un lado a otro y varias personas de la tercera edad mirando el auto en que iban desde el balcón.

—¿Crees que a este pueblo le agraden cuando llegan nuevos residentes? —le pregunto Athenea a Mina.

En varios libros juveniles que había leído, porque no sólo leía cosas educativas, los recién llegados no siempre eran bienvenidos.

Claro, que el que eso pasara en un libro no lo hacía real, pero Athenea había hecho su parte investigando y era cierto; de hecho, las estadísticas a nivel mundial, aunque bajas, eran preocupantes para lugares como aquel.

—En realidad no tengo idea —le respondió su progenitora con duda en su voz por primera vez desde que habían empezado a hacer las maletas para mudarse— Supongo que lo descubriremos con el tiempo —declaró y eso no dejó más tranquila a la joven.

Con un suspiro Athenea miró de nuevo por la ventana prestando atención a las pocas personas que se detenían para ver su auto.

Una chica en particular llamó su atención. Tenía la piel blanca, cabello rubio claro y ojos celestes que la miraban con recelo y preocupación.

Aquello fue incómodo para Athenea; sin embargo, de nuevo, no conocía ninguna costumbre de ese pueblo, porque obviamente no creería todo lo que leyó en Internet, por lo que sólo quedaba esperar y aprender de ellos.

—Llegamos —escucho decir a su madre y Athenea prestó atención al lugar en el que habían aparcado.

La casa constaba de dos pisos y fiel al estilo que había visto anteriormente tenía una estructura moderna, sin perder el estilo greco romano, era color rojiza con amarillo oscuro en degradado, tenía un balcón que podía ser decorado perfectamente con varias macetas todo tipo de flores.

—Entremos —dijo su madre y ambas bajaron del auto emocionadas por ingresar a la casa.

A penas abrieron la puerta las recibió una imagen de una sala comedor, poco amueblada, con paredes color hueso, en el centro del techo tenía una lámpara araña colgando que daba una perfecta iluminación.

—Bueno, creo que podemos decorar esto y hacerlo más hogareño —propuso su Mina y Athenea no pudo estar más de acuerdo.

Este sería su nuevo hogar y pensaba hacer de él el mejor.

—Sí, además está casa tiene más espacio que nuestro departamento en París —le respondió Athenea emocionada—. Podríamos poner más cuadros alrededor de la casa —dijo y madre estuvo de acuerdo.

Ambas se adentraron más llegando a la cocina que tenía un estilo entre colonial y moderno, y a diferencia de la sala sus paredes estaban pintadas de un color plomo, casi humo, que contrarrestaba con el color de caoba de los muebles y la isla con piedra de granito en la superficie.

—¿Crees que haya servicio de delivery? —preguntó Athenea.

—No lo sé, Aty —respondió Mina no sorprendiéndose por su pregunta.

Siendo siempre ellas dos Athenea sabía lo que su madre pensaba y viceversa, o al menos la mayoría de veces.

Además no era que ninguna de ellas no supiera cocinar, si no que al ver la cocina se dieron cuenta que tendrían mucho trabajo por delante para acomodar sus cosas de dentro y cocinar sería lo último en su lista de cosas por hacer.

—Siempre podemos salir y buscar un restaurante para comer — propuso y Mina asintió con una sonrisa cómplice.

Juntas subieron al segundo piso de la casa que tenía un pequeño espacio cerca a las escalaras perfecto para armar una biblioteca con todos los libros que tenía.

—Biblioteca —dijeron Athenea y Mina al mismo tiempo riéndose por lo mismo.

Había un cuarto en la parte posterior y otro que tenía el balcón además de un baño entre ambos.

—Me quedó con el del fondo —le dijo Athenea a su madre sin dudar.

—¿Segura? —preguntó Mina y ella asintió.

Amaba tener la vista panorámica, pero tenía miedo que al igual que en París al tener una vista diaria de ello se volviera monótono y perdiera el gusto.

—Bien, vamos a traer las cosas —dijo su madre y Athenea la siguió al auto para bajar las cajas que habían traído.

Justo iba cargando su tercera caja cuando se tuvo esa sensación de que alguien la estaba observando por lo que mirando alrededor se dio cuenta de que estaba en lo cierto.

La misma chica rubia que había visto anteriormente estaba a unas casa de la suya mirándola igual que antes, pero está vez iba acompañada de un chico, bastante musculoso y con el cabello negro largo, que la miraba con rabia y no es que Athenea tuviera vista de águila, pero era obvio además que podía sentirlo.

Athenea frunció el ceño en forma de reto. ¿Qué demonios se creían esos dos? Ninguno de ellos la conocía por lo que no podían juzgarla sin más y ella no se amedrentaría ante nadie.

La chica le susurró algo al chico antes de darle una última mirada e ingresar juntos a la casa frente a la que habían estado parados.

«Genial, los idiotas viven cerca», pensó Athenea con suspiro molesto.

Dando una mirada a la calle se cuestionó por primera vez si había hecho lo correcto mudarse sin más a aquella ciudad; sin embargo, tan pronto el pensamiento llegó, negó.

Ella había hecho lo correcto. Cada fibra de su ser se lo decía y nadie, ni si quiera unos adolescentes sin gracia, la harían pensar lo contrario.

***

¿Les gustó? Si sí, no se olviden dejar su estrellita y comentarios que les pareció, me anima bastante leerlos :3 

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