Capítulo 5
UN LINAJE SANGRIENTO
El silencio se cernía sobre la habitación, solo interrumpido por los suaves crujidos de la chimenea y el latido de los corazones de los presentes. Me encontraba sentada en mi sillón favorito, contemplando el fuego bailar ante mis ojos mientras me sumergía en mis recuerdos más profundos.
La invitación de Alex a contar mi historia había sido un peso en mis hombros desde el momento en que había aceptado revelar secretos que habían quedado enterrados en el pasado. Sin embargo, ahora que el momento había llegado, me encontraba indecisa sobre... por dónde comenzar.
Con un suspiro, cerré los ojos y dejé que las memorias me envolvieran como una manta cálida. Según las imágenes cobraban vida en mi mente, decidí iniciar:
—Empezaré por lo menos importante... creo. —Enserié—. Fui la soberana de un reino que... al parecer ya no existe llamado Wainwright, también solía ser la Madre del Caos.
—¿Madre del Caos? —inquirió Ryan de brazos cruzados.
—Así se le llama a quien gobierna sobre los Clanes Vampíricos; Padre del Caos, Madre del Caos... —expliqué—. Solía tener más de 18,000 vampiros guerreros bajo mi mando. Mi familia estaba compuesta por once miembros y... Tristan.
—¿Tristan...? —Alex repitió pensativo y frunció las cejas—. Un momento, ¿qué edad tienes?
Reí para mis adentros.
—¿Cuantos años crees que tengo? —Esbozé una sonrisa y él negó con la cabeza, seguido de un ligero encogimiento de hombros—. Tengo 500 años, Alexei. Bueno... 501, para ser exactos. —Elevé el dedo con elegancia.
Alex compartió una mirada con Ryan y volvieron a mirarme.
—¿Quién fue el primer vampiro? —El rubio quiso saber—. ¿De dónde salieron?
—El vampiro más viejo que llegué a conocer fue a mi abuelo, pero es posible que existiera o exista alguno más viejo en alguna parte del mundo; nunca lo descarté —respondí—. Todo lo que sé al respecto, es que mi familia fue la que impuso las normas. Por algo gobernamos, gracias a la sangre de mi abuelo que corría por nuestras venas. Él era uno de los primeros, desafortunadamente no era una persona muy comunicativa. De hecho, el resto de la familia y yo no teníamos una buena relación con él.
—¿Así que toda tu familia era... tan poderosa como tú?
—Sí, Alex. Entre más viejo es un vampiro...
—Más fuerte es —Ryan terminó mi oración y asentí lentamente.
—Correcto —afirmé—. Tanto el origen del vampirismo como el de la licantropía son un misterio, con las brujas igual. —Ladeé la cabeza—. Para ser honesta, nunca me interesé lo suficiente por conocer mis orígenes o los de mis ancestros, mi familia estaba conmigo y eso era todo lo que me importaba. Cumplí con cada uno de mis deberes reales y me enfoqué en la prosperidad del pueblo... del reino, de mi gente.
—¿Y qué fue lo que salió mal? —preguntó Alex, interesado.
—Eso es lo que quisiera saber. —Me puse de pie y dí algunos pasos, abrazándome a mí misma—. Recuerdo que todo estaba bien antes de que... cerrara los ojos.
—Antes... mencionaste a Tristan. —Miré a Alex de inmediato tras escuchar la mención del nombre—. ¿Quién era Tristan para tí?
Volví a tomar asiento y suspiré.
—Todo. —Sonreí y mis ojos se humedecieron—. Mi alma gemela.
—¿Era humano? —inquirió Ryan.
—Cuando lo conocí lo era. —Solté una risa melancólica.
—Entonces, ¿puedes curar todo tipo de heridas? —Ryan me sacó de mis pensamientos.
—Sí. Puedo curar todo tipo de enfermedades también —revelé—. La sangre de los primeros es muy poderosa. Nuestro virus ataca y destruye toda enfermedad. Es como si tuviera vida propia y tomara el control de cada organismo vivo, destruyendo todo lo que pueda afectarle; enriqueciéndole de salud, fuerza, belleza y perfección. Nunca he visto a un vampiro enfermo, feo u obeso.
—¿Qué ca...? —Alex miró a Ryan—. ¿Puedes curar el cáncer?
—No conozco el término, pero sí, es posible. —Asentí. Parecía importante para él, para ambos. De repente empezaron a mirarme con una extraña fascinación y a imaginar diferentes escenarios en sus cabezas—. No hay un veneno tan poderoso y letal como el virus vampírico. Hay quienes dicen que es tanto una cura... como una maldición.
—¿Cómo lo ves tú? —Interesante pregunta, la que había hecho Alex.
—Sin él no habría conocido a mi esposo, entonces lo veo como algo bueno. Mi sangre ha salvado incontables vidas y siempre estaré agradecida por eso.
—Entiendo...
—¿Qué hay sobre los hombres... lobo? —habló Ryan.
—Pueden cambiar a su antojo, excepto en luna llena. Sólo el Alfa puede mantener su forma humana en luna llena. Mi abuela decía... que los hombres lobo eran los esclavos de la luna y que los vampiros eran los esclavos del sol.
—Pero tú puedes caminar bajo el sol. —Alex frunció el ceño.
—Porque soy una primera. —Elevé una mano y el castaño asintió—. Los vampiros se dividen en clanes y los hombres lobo en manadas. Estas manadas en su mayoría estan compuestas por un Alfa, el líder; una Luna, la pareja del Alfa; un Beta, el segundo al mando o consejero del jefe; un Gama, quien mantiene la disciplina en la manada; y por último, un Omega, es el rango más bajo, usualmente se destacan por ser los más débiles de la manada.
—¿Y cómo sé lo que soy yo?
—No lo sabrás hasta que tengas tu primera trasformación —le dije a Ryan—. Pero... me da la impresión de que podrías ser un beta, tienes una personalidad fuerte y determinada —comenté. Hicimos contacto visual y detecté cierta inseguridad en su mirada—. Tu aura es fuerte —repetí.
—Ni siquiera sé qué lo que eso significa.
—Lo entenderás... —aseguré—. Hay cosas que tendrás que aprender por tu cuenta. Luego de tu primera trasformación, también adquirirás una esencia y la habilidad para detectar las de otros hombres lobo.
—¿Como... un olor?
—Así es, Alex. Una aroma, perceptible solo para vampiros y licántropos.
—¿Y eso es relevante porque...? —Ryan arqueó la ceja.
—Gracias a esa esencia, el hombre lobo puede encontrar a su Mate. A su pareja predestinada.
—Por favor. —Ryan soltó una risa y se volvió a cruzar de brazos—. Eso es una tontería... alfas, mates, betas. —Se levantó de golpe y dió algunos pasos frente a la chimenea—. ¡No tiene sentido!
—No me creas si no quieres, pero te estoy diciendo la verdad. Necesitas encontrar una manada, antes de que, sin saberlo, te conviertas en un Rogue.
—¿Un qué? —Se giró hacia mí.
—Un hombre lobo sin manada. Un blanco fácil —detallé—. Alguien considerado una amenza. Solo se es un rogue cuando no tienes manada, desertas o eres desterrado. Pero no te preocupes, me aseguraré de que tu posible alfa se haga cargo de su error.
Me sentía como un padre anticuado hablándole a su hija adolescente que se había embarazado sin antes contraer matrimonio. La presencia de Alex y Ryan me distraían del caos en mi interior.
—¿Qué hay de tu familia? —La pregunta de Alex me generó un nudo en la garganta.
—¿Están seguros de que quieren que les cuente? —quise saber—. Es... mucho.
—Sí, sí. —Alex asintió.
Si lo pensaba lo suficiente, la historia de mi vida podía fácilmente llamarse "Un Linaje Sangriento". Todo había comenzado con la unión de mis abuelos en 1477...
—Mucho tiempo atrás, cuando las personas sobre la tierra aún viajan a caballo o en carruajes, provieniente de un lugar remoto y desconocido, un barco arribó a los puertos de Inglaterra. De allí, bajó un hombre llamado Aedus Callan, mi abuelo.
»Aedus era alguien de la nobleza, un conde; se percibía en todo su semblante, forma de caminar, hablar y aires de superioridad. Era un vampiro, su apariencia denotaba entre los 50 y 60 años, aunque su edad hasta hoy permanece como un secreto«.
»Un año después de asentar en un pequeño pueblo, conoció a una joven princesa de 18 años, mi abuela... Caliope Wainwright. Aedus, quien siempre obtenía lo que quería, ofreció una gran cantidad de oro a cambio de desposar a la bella chica de ojos esmeralda. Su padre aceptó sin dudarlo, pues prefería a sus seis hijos varones y parte de la gran fortuna del conde de tierras lejanas«.
—¿Cómo alguien puede... vender a su propia hija? —Ryan se cruzó de brazos, otra vez.
Era algo que yo no entendía tampoco, así que solo pude negar con la cabeza con pesar.
—Sin que nadie tomara en cuenta la opinión de Caliope al respecto, el matrimonio se llevó a cabo y Aedus se coronó rey; mi abuela vivió un completo infierno despuésde eso. Allí, entre los lujos, Caliope sufrió cada uno de los abusos jamás creados. Desde golpes, hasta humillaciones. Eso sin mencionar los extraños comportamientos de Aedus, como por ejemplo: el hecho de que siempre comía solo y con la orden de no ser interrumpido. Moría el que lo hiciera.
»Entre otras cosas, Aedus tenía un fuerte y enfermizo deseo por lastimar a otros. Le satisfacía de alguna manera perversa y retorcida. Caliope le tenía un miedo angustiante a su esposo, lo cual... era entendible. Desde el inicio, había sentido una profunda oscuridad en él«.
—¿Hubo una razón en específico por la cual se casó con ella... ese monstruo? —inquirió Alex.
—Poder —repliqué—. Mi abuela no lo sabía en aquel entonces, pero ella era una bruja real.
—¿Real de verdadera o...?
—No, Ryan. Real de realeza —aclaré—. Ella no sabía que Aedus reprimía sus poderes con hipnosis, control mental.
—¿Eso significa que eres mitad bruja? —Alex levantó las cejas.
Negué con la cabeza y reí para mis adentros. «Ojalá», pensé.
—En fin... no es hasta tres años después que Caliope consiguió dar a luz a su primera hija: Selena Callan, mi tía. Tiempo después tuvo a mi tío Cadus y finalmente, a mi madre Helena. Mientras la abuela criaba a sus hijos, Aedus hizo crecer aquel reino que había encontrado en ruinas. Allí, empezó su reinado del terror que solo trajo miedo y sufrimiento...
Aquel monstruo no conocía el amor.
»Más tarde, mi abuela descubrió cómo, misteriosamente, luego de 3 años de tortuosos intentos de darle un heredero a Aedus, se concedió este hecho. Lo confrontó y él confesó con toda la intención de asustarla, que era una criatura del mal, un demonio... un vampiro y que le había dado de su sangre en la bebida durante mucho tiempo, para que pudiese así, concebir a sus hijos demonios«.
»Así fue como la abuela nos percibió a todos al principio, temía que todos fuéramos los vívidos y malignos clones de Aedus«.
—¿Alguna vez Caliope trató de escapar? —preguntó Alex.
—Lo intentó... huir, pero él dijo que si quería irse sería sin sus hijos, por eso decidió quedarse. Años pasaron y mientras los hijos iban creciendo, Aedus los obligaba a ver cómo torturaba y asesinaba a sus víctimas... a personas inocentes, solo por deporte. Por suerte, mi abuela se encargó de humanizar a los niños y criarlos con amor, de educarlos para hacer el bien.
»Un día, ya adultos, los 3 hijos se rebelaron en contra de Aedus. Cadus lo enfrentó y éste fue asesinado vilmente ante su madre y hermanas. Aedus se marchó 3 días después dejando todo atrás, incluyendo sus más de 1,000 soldados y posesiones«.
—¿Cómo lo mató? —cuestionó Ryan.
—Le cortó la cabeza con su espada —respondí—. Después de eso, pasaron semanas hasta que dieron a mi abuelo por muerto. El Reino de Wainwright quedó inactivo, sin gobernante... por un año. Hasta que mi abuela sugirió que mi madre debía tomar el trono a pesar de que mi tía era la mayor y le correspondía a ella. Mi tía Selena era demasiado inestable para hacerlo. Era necesario, el pueblo ya no tenía de quién depender, y si todo seguía así, pronto aparecería cualquier tonto a querer tomar el lugar.
—Tiene sentido... —Alex se encogió, abrazando sus propias piernas.
—Mi madre tenía 23 años y se encontraba a la búsqueda de un esposo cuando se enamoró de un esclavo: Anthuane La Croix, mi padre. Él vivía en los establos, recogiendo estiércol y alimentando el ganado. A mi madre le encantaban los caballos, así que iba a los establos seguido. El resto es historia. —Sonreí para mí misma—. Intentaron casarse, pero el pueblo y los sacerdotes rechazaron el matrimonio entre la reina y un ex-esclavo. Repudiaban que un francés se convirtiera en rey... un rey francés en Inglaterra. Mi madre renunció al trono y poco después convirtió a mi padre.
»Un año después de eso, en 1520, nací yo; mientras que a su vez mi tía Selena a sus 40 años tuvo a mi prima Sienna meses antes el mismo año; el padre era un noble a quien convirtió y luego asesinó antes del nacimiento de la niña. Se quedó con toda su fortuna. —Reí—. Luego nació mi primer hermano Ethiene. Seis años más tarde, nació mi otro hermanito Aiden y por último nació el pequeño, Ethan. Los mismos sacerdotes que se negaron a casar a mis padres, se negaron a bautizarme a mi y a mis hermanos así que la familia rompió todo vínculo con la religión. Conservamos los apellidos de los abuelos... Callan y Wainwright«.
»Todos en mi familia nacimos siendo vampiros. Con el tiempo y la ayuda de mi abuela, aprendimos a controlar el hambre. Incluso descubrimos que no podíamos morir, a menos que fuera por decapitación, o claro... una estaca de madera de cerezo. También descubrimos que podíamos ponernos en un estado de "hibernación" como los osos. Lo empezamos a hacer en épocas de invierno«.
—Ah, ¿por eso el ataúd? —preguntó Ryan.
Asentí.
—Tiempo después, mi abuela partió. Se fue a vivir con las amigas de su madre a un pueblo cercano.
—Oye, ¿y tú abuela era vampiresa también?
—No, solo tuvo hijos vampiros por la sangre que se le daba —le aclaré a Ryan.
—¿Entonces podía envejecer? —Asentí otra vez, ante la pregunta de Alex.
—Y como mencionaba, aunque nacimos siendo vampiros, podíamos comer comida normal, pero después de los 18 años la sangre acababa tentando a todos. Una vez pruebas sangre, ya no hay vuelta atrás; ya no puedes comer comida humana, causa náuseas. Es como comer algo en descomposición. Una vez bebes, dejas de envejecer y pierdes la habilidad de dormir o en otras palabras... deja de ser algo... necesario.
—¿A qué edad bebiste por primera vez? —cuestionó Ryan.
—Paciencia... —repliqué—. Al final mi tía Selena sí gobernó el reino, aunque solo fue hasta que yo cumplí la mayoría de edad. Pocos reinos se levantaban en nuestra contra. Los que lo hicieron, no vivieron para contarlo. —Negué con la cabeza.
»Justo en ese 1540, recibí una carta de mi abuela en la que decía que sentía que dos males se acercaban. Que uno de ellos era una terrible enfermedad, pero que ambos traerían muerte. Una semana después, regresó mi abuelo, el hombre que no había conocido pero del que lo sabía casi todo. Aquel hombre que todos habían dado por muerto, volvió con algunos hombres... hombres dispuestos a ejecutar cada una sus órdenes, al igual que los míos«.
»Pero, lo más extraño fue que no parecía tener interés en retomar el trono. Incluso parecía una persona normal y decente. Eso hasta que una noche, me obligó a beber sangre, como con mi abuela. Insertó sangre, en este caso humana, en mi vino. Ahí la respuesta a tu pregunta, tenía 20. Mis soldados querían asesinarlo ese día, pero me negué«.
—¡¿Por qué...?! —Alex lo mandó a callar.
—Entonces —seguí—, dí mis primeras órdenes como reina. En caso de los sobrenaturales, prohibí matar humanos, o convertirlos en contra de su voluntad. Solo se podía matar a un humano si era un violador, cometía el asesinato de algún inocente o ponía en riesgo la vida de otros. Prohibí los matrimonios forzados y todo tipo de maltrato en contra de mujeres y niños.
»Por último, comencé a anular matrimonios de mujeres maltratadas y violadas por sus esposos. Si alguien se negaba a seguir mis reglas, pagaba con la muerte, esclavitud, o en casos muy, muy raros... eran desterrados, al igual que si discriminaban otras razas; latigazos. A los violadores se les daba cien latigazos y se les castraba, era la condición de algunos si querían seguir viviendo. Por mis "nuevas reglas" gané varios enemigos en el camino, pero ninguno difícil de manejar«.
—¿Y qué hay de Aedus? Seguro planeaba algo macabro —comentó Alex.
—Yo también sospechaba de él. Permanecía en el castillo, aunque mantenía un perfil bajo. En ocasiones de posibles guerras, parecía querer tomar el mando y dar órdenes, una que otra vez dió un buen consejo. Lo mantenía vigilado por mis hombres en todo momento. Se escondía del pueblo.
»Mi madre lo evitaba a toda costa y con frecuencia me pedía que tuviera cuidado con él. Tanto era su temor que empezó a salir con mi padre y hermanos a "pasear" solo para que no estuvieran cerca de él. En cambio mi tía Selena, aunque también parecía temerle, desesperada, intentaba obtener la aprobación del viejo y hacía que su hija Sienna hiciera lo mismo. —Hice una pausa para suspirar—. Volviendo a Aedus, a veces pasaba todo el día en su alcoba, solo salía de noche y volvía en la madrugada. Parecía que le temía a algo, lo que me era extraño, porque según aquellas historias que me habían contado, él no le temía... a nada«.
¿A qué podría tenerle miedo?
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