Capítulo 10
¿QUIÉN DEMONIOS ERES TÚ?
Por unos segundos, esperé la respuesta del lobo. Lo miré a los ojos con la esperanza que me diera alguna una buena noticia, ¡la que fuera!
—Están muertos, es todo lo que sé. —Volvió a girarse para irse—. Lamento tu pérdida —dijo antes de subir.
No tuve la fuerza para decir algo, pues un nudo se había formado en mi garganta. Quería gritar de la rabia, pero solo sacudí la cabeza y evité las ganas de llorar para luego subir las escaleras.
Tras llegar a la superficie, noté lo tarde que era y entonces entendí la preocupación de la madre de Alex. Poco después escuché a los licántropos trasformarse e ir al bosque. Al parecer todo el mundo tenía un hogar... una familia a donde ir cuando caía la noche...
ALEX POV:
Ryan había llorado durante todo el camino y no sabía como ayudarlo. Finalmente no había podido ocultar más sus sentimientos y su miedo.
Cuando llegamos a mi casa, bajé de la camioneta y divisé a mi madre en la entrada. Lucía furiosa.
—¡Estás en graves problemas, jovencito! —Me apuntó con el dedo—. ¡¿Y tú a dónde crees que vas?! —le gritó a Ryan, quien aún estaba en la camioneta, sacándole un buen susto.
—Mamá, prometo que te diré todo —mentí, mientras Ryan se acercaba nervioso hacia nosotros.
—El atrevimiento... —soltó incrédula—. ¡Como si tuvieras opción! —Abrió la puerta para que entráramos.
Mamá permaneció callada, esperando mi explicación. En ese momento, miré a Ryan preocupado
—Iré al baño primero. —Subí las escaleras tan rápido que me tropecé en el último escalón.
¿Qué debía decirle?
«Es una historia muy loca, ma. Ryan y yo fuimos al bosque. Sí, a ese donde no se debe ir. Y adivina qué pasó después... sí, ¡nos perdimos! Pero eso no es todo. También nos persiguieron unos hombres lobo y despertamos a la reina de los vampiros. De hecho, justo estábamos con ella en su castillo y ahora es nuestra amiga. Tiene 500 años».
¡Imposible!
Caminaba de un lado al otro en el interior del baño. Tenía que pensar en algo... y rápido. Por un momento se me ocurrió enviarle un mensaje a Ryan para ponernos de acuerdo, pero mi mamá no era ninguna tonta. Se daría cuenta de inmediato.
RYAN POV:
Junto a Alex, Tatiana era lo más cercano que tenía a... una familia. Era como una tía para mí. Me provocaba un miedo... decepcionarla. Siempre me recibía en su casa sin objeciones, me daba de comer... se preocupaba por mí... de verdad.
—Ryan, confío en tí con Alex. —Con un gesto con la mano, la mujer regordeta me invitó a acompañarla a tomar asiento en la sala de estar—. Sé que siempre cuidas de él. —Se cruzó de brazos sobre el sofá, y me miró con aquella expresión vulnerable. Después de unos segundos de silencio volvió a abrir la boca—. Pero necesito que me digas qué sucede. ¿Por qué... mentir? ¿Hicieron algo malo? —La preocupación era notable en su voz. Incluso hablaba más bajo que de costumbre.
—Yo... —Estaba creando en mi mente la excusa perfecta.
—Escúpelo. —Asintió.
—Una amiga necesitaba ayuda con un trabajo de la escuela. —Alex se me adelantó titubeante. Ni siquiera lo había visto llegar—. Como vive lejos... p-pensé que te preocuparías si sabías que conducimos tanto.
—¿Eso es cierto? —Me miró.
—¡Mamá! —Alex arrastró la voz.
—Lo es, no te preocupes. —Ella suspiró aliviada—. Nunca haré nada que ponga en peligro a Alex —me ví obligado a asegurar. Pero, ¿sería capaz de cumplir esa promesa?
—Cierto, cierto. —Rió—. Me preocupé por nada, ¿no es así? —Se puso de pie y caminó a la cocina, que estaba justo a unos metros, atrás de los sillones—. Así que... esta chica... ¿cómo se llama? —inquirió mientras recalentaba algo en el microondas.
—Athena —Alex contestó.
—¿Qué tan difícil fue eso? —Hablaba de decir la verdad—. Alex, no más mentiras, ¿de acuerdo?
—Sí, mamá —aceptó con la voz anodina.
—Bien. Coman algo, a bañarse y a la cama. Le diré a Jessica que estás aquí —me informó y negué con la cabeza.
Jessica era la mujer que me... "cuidaba", mi tutora.
—Ya le envié un mensaje.
—Ah.
Alex me tomó del brazo y me impulsó a subir. Lo esperé al final de la escalera mientras que él se acercó y lo escuché servir dos platos de cereal.
Luego de comer y ducharnos, Alex en el baño de arriba y yo en el de abajo, salimos casi al mismo tiempo, encontrándonos en el pasillo. Cuando abrimos la puerta para entrar a su habitación, casi gritamos al encender la luz y ver que Athena estaba allí, esperándonos. Yacía en el sillón de la esquina con las piernas cruzadas, a oscuras, como el típico personaje de una película de espías.
ATHENA POV:
—¡Por... Dios! —Alex se frotó el pecho, se había sobresaltado al verme. Ambos lo habían hecho.
Había decidido visitarlos porque no quería estar sola.
—¿Qué? —pregunté arrastrando la voz—. No soy tan fea —bromeé.
—¿Por dónde entraste? —preguntó Ryan—. ¿Cómo nos...?
—Entré por la ventana y... —respondí con el dedo elevado— no me costó nada encontrárlos —confesé con naturalidad—. Estoy aburrida.
—¿Y...? —Ryan se encogió de hombros y en su rostro se formó una expresión que parecía que le estaba dando un infarto—. En serio, ¿qué haces aquí?
—También te extrañé, cariño. —Entrecerré los ojos—. Solo tenía ganas de...
—¿D-De qué? —Alex preguntó.
—¡De ducharme, obvio! No he visto agua en mucho tiempo. —Tampoco era que los vampiros pudiésemos oler mal—. Eso y que estoy aburrida —repetí—. Son mis únicos amigos, tengan un poquito de compasión —expresé dramática y me puse de pie, pasando por entre medio de los dos.
Alex me siguió apresuradamente.
—Baja la voz, mi mamá está durmiendo. —Señaló la puerta cerrda.
—¿Así está mejor? —le hablé con la mente y él asintió—. ¿Cómo se usa esto? —Me refería a aquella cosa llamada ducha.
Con la mente, él me explicó y me mostró como se hacía cada cosa. Seguido salió para darme privacidad y encontar un suéter grande y cómodo para mí.
Para cuando salí, Alex se había dormido y Ryan aún estaba despierto; ambos acostados uno al lado del otro en la cama. El rubio yacía en el lado izquerdo, con la mente llenas de preguntas y escenarios que lo atormentaban.
Con delicadeza me metí a la cama entre los dos y reposé mi cabeza y brazo sobre su pecho. Al principio pareció que me apartaría, pues lo había dejado muy confundido, pero luego dudoso puso su brazo derecho sobre mi hombro. Alex despertó para acercarse más atrás mío y habló.
—¿Estás bien?
—No, pero no quiero hablar de eso.
—Entonces, ¿deberíamos hablar de algo que te haga feliz? —Reí suavemente y asentí, enderezándome para poder verlos a ambos por igual—. ¿Cómo era tu mamá?
—Hm... —Pensé y suspiré antes de hablar, con las manos en el abdomen—. No le gustaba la violencia. Ella era... como lo que los humanos asumen que es un ángel. Nunca seré la mitad de buena de lo que era ella.
—¿Se parecía a tí? —preguntó Ryan.
—Tengo sus ojos. —Sonreí—. El cabello de mi padre. Mi madre era rubia, su cabello era casi... blanco. Papá tenía unos... extraños ojos verde oliva... —Volví a sonreír—. A él tampoco le gustaba la violencia, supongo que eran muy parecidos esos dos. Tal para cuál...
—¿Tenías una mejor amiga? —esta vez, fue Alex quien preguntó.
—Ah. —Reí—. Maxine Black. Ella era... genial. Aprendí muchas cosas de ella.
—¿Y mejor amigo?
—Haa —suspiré una vez más—. No sé si tenía uno... tenía muchos amigos hombres; mis generales de guerra. Pero... sí tuviera que elegir... posiblemente estaría entre Tristan y Fitz.
Cuando miré a Alex, ya se había dormido y otra vez volví a sonreír. Ryan roncaba tranquilamente del otro lado.
***
—Athena —escuché una voz llamarme a lo lejos. No la reconocía, pero a la vez me resultaba tan familiar—. Athena, escúchame con atención... tienes... que... él... no... él... —la voz entrecortada se vió interrumpida por un ruido que me trajo de vuelta a la realidad. Abrí los ojos casi instantáneamente.
El despertador.
—No quiero... —se quejó Ryan con la voz ronca, sobre ir a la escuela.
Ya había amanecido y el sol se colaba por la cortina oscura de la ventana.
—Tuve un sueño muy... extraño. —Me incorporé con el ceño fruncido.
—Ah ¿sí? ¿Qué soñaste? —preguntó Alex, levantándose con pereza.
—Bueno... no estoy segura si fue un sueño exactamente. Se sintió... muy real.
—¿Qué quieres decir?
—No lo sé, Ryan. Alguien me llamaba, no sé si era mujer o hombre, solo sé que me llamaba por mi nombre y sentí que conocía a la persona, como si tuviéramos una... conexión y...
—Solo fue un sueño, tranquila, he tenido sueños más raros —interrumpió y asentí, pero no pude evitar seguir pensando en ello.
La madre de Alex ya se había ido de la casa para ese entonces. Ambos chicos y yo nos preparamos para ir a la escuela, después de un desayuno rápido.
El camino tenía mucha más nieve que antes y los árboles estaban completamente blancos. El frío era más intenso esa mañana, el viento soplaba haciendo que mis cabellos sueltos se levantaran. Se sentía bien.
Ya en clases, junto a Alex escuché al profesor decir algunas palabras antes de comenzar:
—Bueno jóvenes, como saben... o no sé si vieron los noticieros... una noticia muy lamentable. Hubo una balacera dónde murieron 26 estudiantes y 5 fueron heridos, en una escuela cercana. Ésta va a ser cerrada permanentemente. ¿A qué voy con esto? —preguntó–. Habrán muchos estudiantes nuevos. Talvez cambien los grupos... —Los chicos empezaron a secretear—. También asignaron profesores nuevos para aquellas clases que tenían libres —continuó explicando—. Lo que quería decir es... que se muestren empáticos con ellos. Sean amables. Algunos perdieron compañeros y no es facil superar un trauma así. Empezarán a llegar mañana o en las próximas semanas, posiblemente.
Luego de que el hombre terminara de hablar, me acerqué a su escritorio.
—¿Puedo ir al baño? —inquirí. Quizás lo vampiros no defecaban, pero... sí que teníamos que orinar.
Al salir del baño, me dirigía a la clase nuevamente cuando de la nada, una esencia familiar me entró por la nariz. Sentí que era parte de mí misma...
Otro vampiro.
¡Otro vampiro!
Casi salgo corriendo. Con urgencia busqué en los pasillos, ojeando cada esquina.
—¿Qué haces? —la voz suave de Alex atrás mío llamó mi atención.
—Hay otro vampiro aquí —le informé con la mente—. Vuelve a la clase y mantente en grupo.
—Pero...
—Vé —insistí con la mirada tan seria que comprendió la gravedad del asunto. No sabía quién era aquel vampiro y no quería exponerlo a más peligro. Luego de verlo atravesar la puerta, continúe buscando por el corredor. Justo al final del pasillo, estaba el vampiro junto a otros tres hombres, frente a la oficina de recepción. Era muy, muy alto, de cabello negro y ojos verdosos. Su vestimenta era completamente negra. Asentía en la conversación aunque no parecía tan interesado. Entre tanto, entendí que hablaban de un partido de fútbol—. Ey, tú —susurré desde el otro extremo. Hicimos contacto visual, pero él pareció no reconocerme. Me miró indiferente y cambió la mirada con desinterés—. Solo quiero hablar. —Me volvió a ignorar—. Idiota... —solté entre dientes con la intención de provocarlo.
—Ahora vuelvo —le dijo a los ancianos y ellos asintieron para seguir charlando entre sí.
¡Pero claro que había funcionando!
Abandoné los pasillos con mi velocidad sobrenatural y esperé menos de un segundo por su aparición, en medio del campo de juego.
—¿Quién demonios eres tú? —preguntó con un enojo evidente—. ¡¿Por qué no puedo entrar en tu maldita mente?! —Lo observé con curiosidad, pero no contesté—. ¡Respo...!
—¿Qué te hace pensar que puedes hacerlo? —interrumpí.
Extrañaba hablar con alguien tan detestable como yo podía llegarlo a ser. Pero no podía evitarlo, hacer enojar a hombres como éste era mi pasatiempo favorito.
—Soy superior a tí —dijo y no pude evitar soltar una carcajada.
Enfurecido me tomó del cuello de la camisa con fuerza.
—Quítame las manos de encima si no quieres irte a casa sin ellas. No lo repetiré —advertí con una expresión amenazante.
Era obvio que era joven, inmaduro y con una grave falta de educación.
—Te pregunté algo. Responde —apretó los dientes, por igual su agarre—. ¿Quién demonios eres?
Me liberé de sus manos con facilidad. Seguido leí su mente y él estaba estupefacto. «¿Cómo ella...?», se preguntó.
—Athena Callan Wainwright es el nombre —le dije relajada mientras me arreglaba la camisa que él había estrujado con su salvajismo—. ¿Y tú nombre...? —Levanté la mirada y ya se había ido.
Ofendida lo seguí en dirección al bosque. Cuando iba corriendo, se aproximó desde la parte trasera de un árbol. Con rapidez esquivé su golpe, inclinando el cuerpo hacia atrás. Con aquella misma velocidad le aprisioné ambas manos con fuerza en la espalda y le estrellé el rostro contra un árbol.
—¡Voy a matarte! —bramó, pero yo ya estaba acostumbrada a esa frase. Podía sentir la ira irradiando de su cuerpo lleno de odio. Él era... un asesino. De tener la fuerza, sin duda me habría matado.
—Necesitas un bozal, niño. —Seguía percibiendo aquel aroma familiar en él—. Nombre, ¿cuál es tu nombre?
—¡Jódete! —Hizo tanta fuerza que sus venas se brotaron y lo liberé, parecía que iba a explotar.
Una vez más se abalanzó hacia mí y con una patada en su pecho lo lancé lejos, haciéndolo rebotar varias veces en la tierra del bosque. Con rabia me mostró sus colmillos y gruñó, con una mano en el suelo.
—¿En serio te enojaste? —Me crucé de brazos—. Pero si yo solo quería hablar.
Justo cuando él iba por un segundo ataque, la voz de Alex me alertó:
—¡Déjame en paz! —mi chico castaño gritó con una profunda angustia.
Paré en seco con los ojos bien abiertos y sin dudarlo, avancé de vuelta a la escuela sin mirar atrás.
La única palabra en mi mente en ese momento era el nombre de Alex. Mi impulso fue tan grande corrí como si mi vida dependiera de ello, sin importarme que algún humano me viera desplazarme con un selaje a través de los pasillos de las instalaciones. Por suerte, todos los estudiantes aún estaban en clase.
Al cabo de unos segundos, llegué al escenario donde se producían sus sollozos.
Alex estaba en el suelo de los baños de hombre con una bebida derramada por encima. Sus brazos temblaban descontroladamente y él lloraba avergonzado, mientras que el culpable de su desgracia yacía satisfecho, recostado de la pared...
Aspen.
—Ese video no significa nada... —dijo uno de sus amigos y lanzó el teléfono de Alex al suelo.
—¿Por qué eres tan débil? —escuché a Aspen preguntarle. Sus dos acompañantes rieron y compartieron una mirada de complicidad—. ¿En serio crees que te vamos a aceptar en el equipo? —Se cruzó de brazos y ladeó la cabeza, con una expresión de burla. Así que... de eso se trataba—. Deberías hacerte un favor, ahórrate la humillación y ni siquiera lo intentes, ¿sí?
—¿Humillación? —Finalmente entré al lugar.
—¿Qué...? —balbuceó el otro partícipe.
—¡E-Este es el baño de hombres! —exclamó el de antes, nervioso.
Claro que su reafirmación me tuvo sin cuidados.
Aspen desenlazó los brazos y me miró sorprendido como los demás, boquiabierto. Mi amigo permaneció con ambas manos en el suelo, preocupado y muy atento a la situación.
—Yo te mostaré lo que es una humillación —le informé a Aspen inexpresiva y miré a los otros dos—. Piérdanse —ordené, pero ellos miraron a su líder expectantes—. Dije que se larguen —repetí, esta vez con hipnosis y el iris de los ojos en aquel vívido carmesí.
Los dos chicos salieron despavoridos, cerrando la puerta de un tirón.
—¡Athena, no! —Alex trató de ponerse de pie cuando me vió dar un paso al frente, pero no pudo incorporarse porque tenía un tobillo lastimado—. No... —volvió a decir, tratando de detenerme.
—¡¿Qué eres?! —preguntó Aspen que me veía directo a los ojos. Dudaba si lo que veía era real o un producto de su propia imaginación. Tuvo que parpadear varias veces para creerlo y entonces retrocedió hasta terminar topándose con la pared—. ¡N-No te acerques! —gritó con la mano elevada. Lucía desesperado, como si viera a Lucifer en persona. Su corazón bombeaba tan fuerte...
¿Debía estar tan asustado? Por supuesto que sí. Tocar a mi familia era el equivalente a tener el deseo de morir, así que en aquel momento... yo era, quizás, aún peor que el mismo diablo.
—¿Que qué soy...? —Sonreí mientras me acercaba lentamente a él—. He estado pensando en eso y en mi propósito desde que llegué a este lugar. Talvez estoy aquí para ser tu castigo divino, Aspen Greith —seguí acercándome con aquel tono amedrentador—. Dices que Alex es débil, pero tú lo atacas en grupo y te ocultas detrás de tus secuaces. Si esa no es la verdadera imagen de alguien débil y cobarde, no sé lo que es.
—¡¿T-Tú qué sabes?! —cuestionó en voz alta.
—Sé que los tipos como tú son mi platillo favorito. —Volví a sonreír, esta vez mostrando mis colmillos. Con fuerza tiré de su cabello, obligándolo a inclinar la cabeza hacia atrás. Temblaba bajo mi agarre como un tierno potrillo acabado de nacer. Por unos segundos pensé que incluso mojaría sus pantalones, salvo que Ryan entró por la puerta de repente.
—¡¿Qué está...?! —Su mirada rápido se centró Alex, en el suelo—. ¡¿Estás bien?! —Caminó deprisa y se puso a cuclillas a su lado—. ¿Puedes caminar?
—No —respondió él en voz baja, negando con la cabeza suavemente.
—¿Él te lastimó? —El rubio quiso saber.
—Solo vámonos. —Sonó a una súplica. Nos miró a Ryan y a mí con aquella mirada que nos pedía que no hiciéramos nada... que no nos metiéramos en problemas por él...
Pero él era Alex White, él lo valía.
—Si veo que alguna vez... vuelves a acercarte, mirar o mencionar a Alex, juro que haré de tu vida un infierno, ¿fuí lo suficientemente clara? —pregunté. Aspen asintió muchas veces, aún aterrorizado—. Dime, ¡¿quedó claro?! —Mi mirada se había ensombrecido.
—Sí, ¡sí! —su voz salió sin fuerza.
Lo solté, y después de alejarse varios pasos sin perderme de vista, por fin salió corriendo por la puerta. Si se hubiera quedado más tiempo, probablemente se habría desmayado.
—Alex. —Me acerqué a él, y junto con Ryan lo ayudé a parar.
—¿Por qué no... te defendiste? —Quise saber. Era claro que eran tres contra uno, pero aún así...
—¿Por qué no me llamaste? —Ryan esperó una respuesta también.
Alex pareció muy abrumado y opté por disculparme:
—Lo siento, no te preocupes. Todo está bien. Todo estará bien. —Lo acerqué para abrazarlo—. Ya vuelvo, ¿sí? —Caminé en dirección a la puerta.
—¡¿Qué vas a hacer?! —Alex preguntó asustado, pensando que iría por Aspen.
Me detuve y los volví a mirar para responder:
—No se trata de eso —aclaré y pensé unos segundos—. Si no regreso vayan a casa sin mí. Conozco el camino.
—Pero... —Alex volvió a objetar, pero al dar un paso una expresión de dolor se dibujó en su rostro.
—Vé —me dijo Ryan—. Yo lo llevaré a la enfermería.
Sin más preámbulos, salí de la escuela directo al bosque. Estaba segura que que aquel vampiro no seguiría allí, sin embargo, existía la posibilidad de que hubiera dejado un rastro a su paso.
Al llegar a aquel preciso lugar, me puse a cuclillas para investigar el suelo sobre el que habíamos estado. Desafortunadamente, el desgraciado había borrado sus huellas, como un profesional... como alguien que estaba acostumbrado a ser perseguido.
—Maldición —solté entre dientes y me levanté, quedando erguida—. Bueno, al menos...
—¿Siempre hablas sola? —Una voz masculina me hizo buscar su dueño con la mirada.
—Todos lo hacemos, ¿no lo crees? —Hice una mueca de "tengo razón"—. ¿Qué haces aquí, Roan? —le cuestioné.
Lento, comencé a regresar a la escuela. Él caminaba detrás de mí.
—Pues...
—¿Sabes qué? No importa. Llegas en el momento indicado. —Paré en seco para encararlo—. Tengo algunas preguntas.
—Iba a decir que estás en mi territorio, pero adelante. De seguro lo tuyo es mucho más importante —dijo sarcástico y se cruzó de brazos.
—¿Tú territorio? —pregunté poniendo énfasis en el «tú»—. Aún no eres el alfa, además eso es irrelevante. —Hice otra mueca—. ¿Dónde puedo encontrar más vampiros?
—¿En... todo el mundo? —Enarcó la ceja como si fuera obvio.
—Sí, pero... ¿dondé?
—Soy un hombre lobo, ¿recuerdas? No lo sé y no me interesa —argumentó con frialdad—. No tengo muchos amigos vampiros que digamos. —Se cruzó de brazos y pude notar sus músculos. A pesar del clima frío, solo traía una camiseta negra y un mahón cualquiera. Sus botas negras estaban semi-enterradas en la nieve y cuidadosamente, él me analizaba de pies a cabeza... justo como yo a él.
Después de unos segundos de mutua observación, rompí el silencio:
—Ahora tienes una.
—¿Qué...?
—Una amiga vampiro —repliqué mientras caminaba a su alrededor, como si asechara a mi presa—. Dijiste que no tienes una —continué.
—Sí es relevante que estés en mí territorio. —Me ignoró—. ¡¿Sabes...?!
—¿Qué? —Me detuve frente a él.
—Se supone que debería matarte solo por estar aquí.
—Reglas estúpidas, si me preguntas a mí.
—No lo hago.
Solté una risa ante su obstinación.
—Muy bien... muy bien... —Negué con la cabeza—. Ladras y ladras, pero no muerdes. —Sonreí—. Me gustas, Roan...
—¡Un momento! —Me tomó del brazo con fuerza—. Ese aroma... —Me olfateó sutilmente.
—¿Huelo mal? —bromeé.
—Tu ropa. ¿Estuviste con otro vampiro recientemente?
—Si la respuesta es sí... —pregunté indirectamente.
—Peligro. Ese... olor significa peligro. Peligro para tí, peligro para los que te importan... y para los que no también. —Me liberó de su agarre.
Giré sobre mis pies para pensar, dándole la espalda al lobo.
—Tengo que irme. Gracias por la... advertencia.
—¡Espera, aún no termino contigo...!
De regreso a casa de Alex, me adentré por la ventana y me dediqué a aguardar por ellos allí. La espera se hizo larga, así que cerré los ojos para dormir. Otra vez, aquel sueño inexplicable abordó mi mente como el borroso trazo sobre una página.
Poco después, los chicos llegaron y con curiosidad, Alex me interrogó sobre el vampiro al que había detectado. A ambos chicos les conté lo sucedido y sobre el encuentro con Roan. Por su parte, Alex me mostró un vendaje que le habían puesto en el pie. Por suerte, no era grave y tampoco estaba fracturado.
Luego de una ducha, los tres estábamos tirados sobre la cama. Alex me explicaba la función del televisor y sobre el hecho de que nada allí era real... o en parte.
Tiempo más tarde, era momento de arreglarnos para aquella fiesta a la que nos habían invitado. Con cuidado me coloqué mi vestido negro y brillante, pero no tenía unos zapatos que hicieran juego y me rehusé a usar zapatillas deportivas.
—Veré si mi mamá tiene unos tacones. —Alex señaló sobre su hombro con el pulgar y salió de la habitación. «¿Tacones?», me pregunté mentalmente. ¿Con aquella nieve?
Ryan ya tenía su atuendo negro y zapatillas del mismo color. Había acompañado su apariencia con una colonia envolvente. Su cabello corto estaba bien peinado; se lo había cortado en aquel momento en el que nos había dejado a Alex y a mí solos en aquella tienda de ropa. Definitivamente iba a extrañar aquellas hondas rubias sobre su cabeza.
—¿Qué son...?
—Pruébatelos. —Alex regresó.
—Me gustan, pero... no estoy segura de saber cómo usarlos. —Miré el par de zapatos negros con un atisbo de confusión. Estaba sentada al borde de la cama.
—Te ayudo —Ryan tomó los tacones y empezó a atarlos a mis tobillos. Se veían complicados, pero cuando me puse de pie, entendí que no lo eran, en lo absoluto—. Cuando mi hermanita era pequeña, solía robar los tacones de mamá. Siempre corría a mi cuarto para que yo se los pusiera. —Sonrió—. Listo.
Se incorporó.
Parecía extrañar a su familia tanto como yo...
—Los últimos detalles. —Alex se acercó con una botella de cristal y roceó un poco de su contenido en mi piel. El olor era fuerte para mí, pero no desagradable.
—Me gusta —afirmé. Alex también se perfumó—. ¿Qué debería hacer con mi cabello? Solo sé hacer peinados de mi época... —confesé.
De repente, los tres escuchamos un portazo y giramos la cabeza al mismo tiempo, en dirección al marco de la entrada a la habitación.
—Debe ser mamá... —comentó el castaño—. ¡¿Mamá?!
Mientras Alex esperó su respuesta, mi mente sólo podía girar en torno a aquello que había estado por murmurar sobre aquel vampiro, antes de que Roan se apareciera: «Al menos... obtuve su nombre».
Caspian.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top