Esa Gran Amistad

El tiempo había transcurrido entre tú y aquel agradable esqueleto que llevaba por nombre Papyrus. Ambos se habían vuelto grandes amigos, que sin darse cuenta, tenían muchas cosas en común. Y en muchos casos, encajaban perfectamente, como la pieza faltante de un rompecabezas.

Habían pasado ya unos meses desde que ambos se conocieron, Papyrus se hizo cada vez más confiado en sí mismo estando a tu lado y tu cada vez habías empezado a desarrollar una serie de sentimientos había él. Se cuidaban mutuamente y sobretodo se ayudaban.

La universidad se había vuelto cada vez más y más pesada, al punto de que, aunque asistieras a clases de cocina, no servía para nada, ya que no tenías tiempo para cocinar comida para ti misma. Eso no había hecho más que enojar a Papyrus cuando lo descubrió.

Ese día te dio un sermón gigantesco sobre como los humanos debían mantener una dieta balanceada y como comer comida instantánea no era sano para tu salud. Ese mismo día, dijo que temía que tu enfermases y que no podía darse el lujo de que algo malo te pasara. Se había vuelto muy sobreprotector contigo y eso, te agradaba...a ambos.

Aquel día se cumplían exactamente ocho meses desde que se conocieron, fecha que Papyrus prometió jamás olvidar, y así lo había hecho luego de que celebraran hasta ahora ocho "amimesiversarios", como aquel esqueleto, lo llamaba. Mientras tú decidías solo llamarlo "La reunión a la que Papy le puso un nombre gracioso".

En esa festividad, hacían todo tipo de cosas divertidas, pero por raro que parezca, Papyrus ese día llego a tocar la puerta de tu casa con una expresión seria. "¿Algo malo de paso?" Empezabas a cuestionarte a ti misma cuando éste habló.

— ____ sé que siempre vamos a reuniones divertidas, en lindos lugares humanos, pero... esta vez me gustaría mostrarte algo más mío —Dijo.

— ¿Algo más tuyo? —Preguntaste confundida— Oye, no importa donde sea, la idea es que pasemos todo el día juntos ¿no? Y no solo a la hora de clases —Respondiste, logrando sacarle así una de esas tantas sonrisas sonrojadas.

Fue entonces cuando él te invitó a ir a aquella montaña, a que conocieras a su familia y amigos, pensaste que sería un poco caótico y raro, pero era tu mejor amigo y en un día especial para ambos ¿Cómo decirle que no? Fue así como juntos tomaron rumbo a aquella montaña.

Tu departamento, quedaba un poco lejos de donde actualmente existía un camino notorio para comenzar a escalar aquella montaña. Si bien con el paso del tiempo muchos monstruos comenzaron a vivir como humanos en la ciudad, había otro gran porcentaje que prefería permanecer viviendo en lo que era un humilde pero hermoso pueblecito en el bosque.

Ese era el caso de Papyrus, que junto a su hermano y amigos cercanos, decidieron quedarse en aquel lugar. Al llegar al pequeño poblado te diste cuenta de que en su sencillez y humildad era muy hermoso. Algunas casitas por aquí y por allá, dispersas pero no tanto. Un pequeño parque donde habían algunos monstruitos jugando, un castillo bastante llamativo y por ultimo lo que parecía ser una taberna.

Papyrus varias veces te había comentado que su hermano trabajaba en un bar de la ciudad y que había aprendido mucho de su amigo Grillby, quien era dueño al parecer de la taberna que acababas de ver, ya que ésta poseía un gran letrero con las letras GRILLBY'S en frente del local.

Ambos fueron a esa taberna, pero solo Papyrus entro en ella, buscando a su hermano. Cuando Sans salió, te saludo con su típica sonrisa y el común "Hola niña" que siempre usaba contigo. De camino a casa de ambos esqueletos, Sans contaba uno que otro chiste solo para hacer molestar a su hermano, y aunque aquel trio sabía que eran malísimos no podías evitar reírte, no por el chiste, sino por lo gracioso que Papyrus se veía enojado.

En casa de aquellos hermanos se encontraba una joven de tez azulada y una pequeña chica que parecía ser algo así como un dinosaurio amarillo... o eso te pareció. Undyne y Alphys. Eran sus nombres. Amigas de Papyrus las dos, lo que en un principio pareció ocasionar un pequeño nudo en su corazón. Y aún más cuando escuchaste decir a una de ellas "oye cariño..." pero, lo que no esperabas para nada fuera que la otra le respondiera un "si, dime".

Eso si no te lo habías venido venir, y entonces ¡BOOM! Adiós nudo, hola sentirse avergonzada por esa forma de pensar.

El resto de la mañana fue divertida, hicieron bromas, viste a Papyrus por primera vez usar sus poderes mientras jugaba con Undyne, y vaya que era asombroso. Ambos se sintieron muy emocionados, tú por ver a tu amigo hacer algo tan genial y él por enterarte que pensabas que él era genial, solo por eso, por algo que para Papyrus era común. Usar sus poderes.

Cuando empezó a caer la tarde, las amigas de Papyrus se fueron, Sans dijo que quería tomar una siesta, que estaba cansado y que debía tomar energías para luego irse. Por otra parte, Papyrus te pidió que esperaras en el salón de su casa, una muy hermosa por cierto.

Él subió a lo que pensaste era su habitación y al bajar llevaba en sus manos una llave. "¿Una llave? ¿Para qué?" te preguntabas. Él tomo tu mano, la cual luego de unos segundos soltó mientras te miraba sonrojado. Él llevaba sonrojándose todo el día. Normalmente hacia eso cuando se encontraba apenado, pero no sabías porque.

Te guio afuera de la casa y subiendo un poco más la colina, alejándose de aquel cálido y acogedor pueblo, hasta llegar a lo que parecía ser una puerta de acero con un candado.

"Tras esta puerta... está el lugar donde vivía. Quiero que lo conozcas" Dijo.

Él quería enseñarte el subsuelo, él quería que vieras como era el lugar donde estuvo encerrado tantos años, eso era... muy privado y... bonito de su parte. Siempre sentiste curiosidad por preguntar por su pasado, por como era antes de subir, pero al ser un tema que según tu era delicado, nunca tomaste el valor de hacerlo.

Papyrus abrió la puerta dejando ver un camino un poco oscuro, sus ojos comenzaron a brillar ligeramente de un tono naranja pero se apagaron al instante de ver como sacabas tu celular y alumbrabas con la linterna de éste. Planeaba alumbrar con su magia pero tu idea resultaba ser mejor.

Mientras descendían llegando a lo que parecía ser un jardín de flores amarillas, iba contándote la historia que escuchaste tantas veces de la boca de tu abuelo. La guerra, los monstruos, el encierro, pero Papyrus sabía más, más cosas, más razones, más sucesos que vivieron los monstruos aquí abajo. Todas las cosas por las que habían tenido que pasar esos pequeños seres, te parecía un poco cruel.

Siempre habías oído la historia, pero aunque de niña siempre habías soñado con intervenir y ayudarles, sabias que no podías hacer nada. Más tampoco estabas al tanto en aquella época, ni actualmente, de todo lo que habían sufrido hasta hoy. A pesar de todo, ellos seguían siendo seres sonrientes y amables y eso, era de admirar.

Durante el trayecto, Papyrus te contaba un montón de cosas, no solo historia del lugar, sino que también te enseñaba sus lugares favoritos. En los cuales que a pesar de no haber vivido siempre recuerdos positivos, aun hacían que éste mantuviera una sonrisa en su rostro. Iban caminando tranquilamente y en silencio por primera vez en el viaje, cuando llegaron a lo que Papyrus dijo se llamaba "Waterfall".

Lleno de cascadas y sonidos acuosos, ese lugar parecía una laguna mágica, traída directamente de los cuentos de hadas y duendes hasta ahí... Bueno, después de todo, los monstruos eran magia. Todo lo de ellos parecía ser mágico.

Caminaban tranquilamente por aquel lugar, cuando a lo lejos viste algo azul brillar. Era una flor, una flor azulada que brillaba en aquella, oscuridad haciendo a su alrededor un área cálida. Te acercaste a ella corriendo y atraída por sus hermosos colores la tocaste, tocaste sus pétalos, era tan suave y delicada. Definitivamente querías una en casa.

— Que hermosa, nunca la había visto —Dijiste mientras seguías acariciando los pétalos de aquella flor.

"Que hermosa, nunca la había visto..."

— ¿¡Que rayos!? —Mencionaste un poco asustada, alejando tu mano de aquella flor y desviando tu mirada a Papyrus que se encontraba a tu lado, mirándote con una sonrisa.

— No temas, no hace daño, es una flor eco. Repetirá lo último que escuche —Respondió, acompañado de una ligera risa, mientras poco a poco tomaba tu mano y la llevaba nuevamente a donde estaba aquella flor.

"No temas, no hace daño, es una flor eco. Repetirá lo último que escuche..."

Y sonreíste al igual que él. Eso sinceramente era... magnifico. Le dijiste a Papyrus que querías sembrar una en casa, pero el freno un poco tu entusiasmo diciendo que solo creían allí, en Waterfall, en ningún otro lugar. Luego del encuentro con aquella flor, el viaje continuó.

Llegaron posteriormente a un lugar lleno de nieve, se sentía como si fuera navidad todo el tiempo allí. Y aunque pareciera un poco ilógico, porque estaba completamente abandonado, aún se sentía cálido y hogareño. Visitaron la antigua casa de Papyrus y jugaron con la nieve. Al final del día, hicieron el trayecto nuevamente a la superficie y Papyrus fue a dejarte en tu casa.

Ese "amimesiversario" sin duda había sido tu favorito. Su octava celebración, pensaste que nunca tendrías una mejor, aunque esperabas que la novena o la décima fuera magnifica también. Después de todo involucraba a El gran Papyrus y su magnífica amiga ____. O así solía llamarte.

El tiempo comenzó a hacer de las suyas, las personas no duran para siempre... los humanos no son como los monstruos, no viven infinitamente hasta que tienen hijos, ellos... se enferman ¿cierto? Ese no era el caso de ____, pero si de su abuelo. Aquel que tantas veces le conto historias sobre esos monstruos, aquel al que tantas veces le dijo luego de crecer que no le parecían la gran cosa y aquel al que tanta ilusión le hizo saber que tu mejor amigo era un esqueleto que salió de aquella montaña.

Tu abuelo era un señor mayor, de unos ochenta y tantos años. Había sido marinero toda su vida y en tu pueblo natal, que quedaba cerca de la costa, era muy conocido y popular. Lo que significó que incluso antes de tu madre te llamara para avisarte de su situación de salud, ya todo el pueblo lo sabía.

Estabas tan preocupada y agradeciste tanto que estuvieras de vacaciones en la universidad, que sin pensarlo dos veces gastaste tus ahorros en comprar un boleto de avión que te llevara a aquella ciudad, donde de niña tantas cosas habías vivido.

Mientras hacías tus maletas no sabías muy bien como decírselo, como decirle a Papyrus que te irías por un tiempo, hasta que tu abuelo mejorara u... otra cosa pasara. No sabias que hacer ni que decir, así que sin poder explicarlo simplemente no lo hiciste. Te fuiste sin decir nada, con la excusa de que le mandarías un mensaje cuando llegaras allá.

Luego de hacer tu maleta y que en la paginas de boletos confirmaran tu vuelo, llamaste a un taxi, la tarjeta donde guardabas el resto de tus ahorros, tu bolso y partiste al aeropuerto sin mirar atrás, y es que no podías fallar a tu abuelo, no podías decir que no al escuchar las palabras de tu madre en esa llamada...

"Él dice que quiere verte"

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top