Capítulo 6

Jimin miró la hora en su reloj, eran las nueve de la mañana. Namjoon iba a tener una junta directiva, se hallaba en el sector correcto. No pasaron demasiados minutos para cuando los ejecutivos terminaron por salir de la puerta de vidrio esmerilado.

Mirando con algo de cautela hacia los lados, entró a la sala.

—Estoy aquí.

—Puntual —Namjoon estaba sentado al final de la mesa, tenía un lapicero en su mano, algunas hojas sobre ella, y su inseparable iPad más allá—. Muy bien, hay que hablar.

—Estamos de acuerdo, quiero-

—Empiezo yo, ¿cómo lo hiciste? ¿Lo conoces? —su mirada fue dura y perceptiva. Dejó el lapicero en la mesa para prestarle atención.

—¿Por qué es lo primero que piensas?

—¿Por qué respondes como pregunta? Es sencillo de contestar, quiero saber si lo conoces y sé honesto.

—No... no lo hago —pero hubo duda, y Namjoon se mantuvo en su criterio—. Le di un trato digno y lo identificó.

—Jimin, hablo en serio.

—Ya, y yo. Te lo dije la otra vez, se necesita gente de tacto más fino, que controlen sus emociones en situaciones estresantes. Sé que no es fácil, pero se supone estamos en lugar que lo mínimo que se pide es aparentarlo para brindar los cuidados adecuados. La dirección no ha escuchado a quiénes han reclamado por ello, parte de los que trabajan necesitan de un curso de un bioética y salud mental. Jungkook está asustado y no dejará de estarlo si lo están constantemente presionando.

El entrecejo de Namjoon se juntó y asintió con rigurosidad. Se tomó unos segundos antes de abrir la boca.

—Jungkook... —repitió su nombre, meditativo, y suspiró hastiado—. No estoy encargado del caso de Jungkook, no es mi rol como presidente, pero me mantengo en contacto del asunto por cuestiones legales que le involucran, como su registro inexistente. Se solicitará un control atingente y evaluación del personal, te lo mencioné y se hará. Pero Jungkook... ha estado el tiempo suficiente para observar un pequeño avance, y no lo cumple. Y luego...

—¿Qué sucederá con él?

—De acuerdo con su evolución o no, será transferido de establecimiento. Y puede que... tal vez a ninguno.

Jimin le vio genuinamente extrañado.

—No estoy comprendiendo.

—No debería contarte su historial, pero asumo que nada de lo hablado aquí y antes abandonará el círculo. ¿Correcto?

—Lo es.

—Dilo.

—Correcto, Nam. Nada saldrá de acá.

—Tiene alteraciones en sus niveles de hemoglobina, deficiencia de vitaminas, llegó desnutrido pero ha mejorado por la nutrición parenteral. Sin embargo, los exámenes psicomotores están bien, las resonancias magnéticas, electroencefalograma, tomografías, pruebas neuropsicológicas, análisis de mutaciones específicas. Su funcionalidad cerebral está dentro de los parámetros normales, y para instituciones públicas, un adulto consciente de sí mismo que no tiene problemas psicomotores puede, jurídicamente, valerse por sí mismo.

—¿Qué? No tiene registro, ¿pretenden echarlo a la calle sin más?

—Por supuesto no, la mitad de los trámites están arreglados con registro civil, el inconveniente es que Jungkook no coopera y hay últimos detalles necesarios para que los finalice. Pero sí, una posibilidad es que siga con su vida tal como lo hizo antes de llegar.

—¿Qué hay de las pruebas psicológicas? No saben lo que le sucede, ¡puede ser un riesgo para sí mismo o podrían estarlo buscando y querer dañar!

—Jimin, lamentablemente, las autoridades no responden si no hay denuncia de por medio, y Jungkook no parece señalar nada al respecto. Nada, incluso con los cuestionarios o escalas de evaluación, no responde. Y la observación directa no es suficiente para determinarlo. Servicios sociales está involucrado y tampoco ha dado.

—Dime que todavía queda algo por hacer, dime que queda y lo haré.

Namjoon le dedicó una mirada introspectiva. Había tanta lástima en él, como sobreesfuerzo, que no pudo vincular.

—Queda, dentro del tiempo límite.

—No es justo.

—El sistema nunca es justo, Jimin.

Ordenó el material sobre la mesa y se levantó del asiento.

—Aun así, no te corresponde involucrarte. No eres familiar ni tampoco tu enfoque está en este ámbito.

—Puedo hacerlo.

—No cuestiono tus habilidades. Y reitero, no manejo personalmente el caso de Jungkook, no puedo determinar una posición tuya en él. Ser mi hermano no me hará manipular la resolución.

—¿Incluso si es una ayuda para él? No digo que manipules, pero puedes hablarlo, tu autoridad no es imparcial en todo esto. Si por lo que cuentas debiese hacer una conclusión, digo que hasta ahora soy el único que lo ha tratado como merece, ¿cómo va a ser posible que en todo un mes nadie haya obtenido su nombre? ¿Sabes lo que dice?

—Dime, ¿qué viste en él? —esta vez su actitud terminó por afirmar la conjetura de Namjoon—. ¿Por qué el entusiasmo por ayudarlo?

Jimin debió hacer una pausa antes de contestar. No estaba seguro si lo mejor era revelar su primer encuentro. Fallarle una vez más a Namjoon no estaba en sus planes, y tampoco creía que contarle ayudaría al caso. Al contrario, le prohibiría, como su hermano y como presidente, su próximo contacto.

—Estableció confianza conmigo, y si no empezamos desde una base, será imposible proseguir. Nadie lo hará, Jungkook no ve cercanía con ninguno.

—¿Por qué crees que será distinto si está contigo? —entornó los ojos, escrutando cada gesto del pelinegro.

—Él habló conmigo, dijo... dijo llamarse Jeon Jungkook, y me permitió estar en su espacio.

Namjoon le miró desconcertado.

—Jimin, ¿cómo...? —tomó la libreta y iPad y las apretó a su regazo—. Proporcióname la información puntualizada al correo, tengo que realizar una llamada. Esto queda entre nosotros.

El presidente tomó camino a la salida y Jimin le llamó confundido.

—¿Namjoon qué hay de...?

—Nos estamos comunicando.

No dio oportunidad a continuar y Jimin tuvo que comerse las palabras.

Fue una charla fugaz que lo dejó lleno de dudas. Pese a la falta de datos, Jimin no se detuvo ahí. En cuanto finalizó la hora de su práctica, fue a visitar a Jungkook.

Quería saber cómo estaba, si se sentía solo. Su nivel de compromiso se había ligado de tal manera que se culpaba de todo lo que le había ocurrido.

No era el responsable de sus heridas físicas, pero había estado junto a él el primer día y no había respondido a la ayuda que necesitaba. No podía sentirse más impotente de la ética que pretendía llevar.

Tocó antes de entrar, y cerró la puerta tras de sí cuando lo hizo.

—Jungkook.

Su nombre se percibía suave en la boca de Jimin. Jungkook así lo creyó.

Se encontraba sentado en el suelo, recargado contra el sistema de seguro de la barandilla, y donde llegaba parte del sol, sobre sus piernas yacía el abrigo azul que le había dado. Jimin tenía que reconocer que el lugar era frío, y la anemia y deficiencia por la que Jungkook pasaba no le amparaba en absoluto.

—Mira, te traje esto —dio pasos adelante hasta situarse a su costado, manteniendo distancia.

El muchacho tenía los párpados juntos. Jimin pudo notar el sutil bronceado de su piel, y no logró evitar compararlo con la madrugada en que le conoció. Desvalido, pálido, una piel falta de vida, tan lastimada que podían advertirse hematomas y descamación por la sequedad.

—Es un cuaderno —se agachó a cuclillas. Jungkook trató de abrir los ojos, y le resultó con pesadez debido a la luz—. Y un paquete de lápices, creí que querrías pasar tu tiempo en algo que no sea sólo esperar.

Él giró la cabeza y reparó en los objetos que traía Jimin en sus manos. Tenía razón, era un cuaderno y lápices de varios colores. Subió la mirada a Jimin y luego la bajó demostrando su sincero interés.

Jimin casi pudo apreciar el destello en él. No entendía por qué nadie le había dado aunque sea hojas sueltas para que dibujara, tal vez habían tratado de realizarle evaluación psicológica mediante dibujos, pero no parecía que le dejasen el papel para explorar.

Jungkook actuaba prudente y no tenía historial clínico de comportamientos de riesgo, salvo tratar de atacar al personal cuando se vio sobreestimulado entre toques, miradas, conversaciones, y máquinas haciéndole estudios. Mas no daba indicio de autolesiones, tampoco conductas de índole destructivas. De caso contrario, estaría en observación continua o compartiendo habitación con otros pacientes.

—Es tuyo, tómalo —se los ofreció, y Jungkook nuevamente le miró a los ojos, luego bajó la vista. No dudaba de que se lo regalaba, le sorprendía que alguien le regalara algo.

Los cogió y apoyó sobre sus piernas. Deslizó la palma por la tapa del cuaderno y sintió el relieve del diseño. Reconoció al Spiderman de la portada, había visto una película de niño, y tuvo algunos cómics que finalmente se perdieron entre la humedad y la basura que se acumuló en casa.

—Cien hojas tiene, puedes ocuparlas todas. Si se te acaban, dímelo y te traeré otro. Lo mismo con los lápices, y no puedo... darte un sacapuntas, así que tuve que comprar estos lápices estilo crayón.

Jungkook ya no le veía, estaba inmerso los objetos a su disposición. Abrió el paquete de lápices y enseguida comenzó a rayar sobre el papel. Se recogió en su posición para impedir que Jimin viese lo que trazaba.

De pronto hizo una pausa, y reparó en él por un instante. Este sostuvo su mirada sin pestañear.

—Gracias —musitó, oscilando entre sus fanales.

Jimin le sonrió ligeramente y asintió. El castaño regresó la concentración al dibujo entre sus manos y continuó.

El mayor consideró que no era buena idea permanecer a su lado mientras lo hacía, darle su espacio para expresarse sonaba como la opción más apropiada, así que se irguió para marcharse, de todas formas había comprobado el estado de Jungkook y se sentía más calmo después de ello. No obstante, esto de inmediato captó su atención y entonces agarró la manga de su camisa para sujetarle. Él no había estimado la misma opción como la más acertada.

—Quédate —se veía confuso. ¿Lo había incomodado?

Cerró el cuaderno y lo apartó. A lo mejor lo había aburrido.

Jimin se sorprendió y de inmediato volvió a la posición en que se encontraba.

—¿No te desconcentro? Pensé que-

—Quédate —insistió, había un tono de aflicción en su súplica—. No dibujaré.

—Oh, no, no —respondió en rapidez—. No me molesta que lo hagas, si es lo que crees. No quería molestarte yo a ti en caso de que necesitaras tu espacio.

Jimin se acomodó en el suelo.

Jungkook negó. No le estorbaba que estuviese, por el contrario, le facilitaba a continuar en lo suyo. La soledad la conocía bien y, aunque el montón de personal de salud yendo para aquí y para allá lo pusiese ansioso, diferenciaba bien entre la imprudencia y la compañía. Le gustaba esta última.

—De acuerdo, me quedo —aseguró, mientras se recargaba contra el respaldo de la barandilla, tal como Jungkook, quien no se vio incómodo por su acción, en cambio abrió de nuevo el cuaderno y siguió dibujando, pero, una vez más, lo ocultó de Jimin.

El sol los iluminó parte de la tarde hasta que finalmente el cuarto empezó a ensombrecerse y dibujar se tornó dificultoso. Jungkook ya había usado varias hojas.

—Tengo que regresar a casa —mencionó el pelinegro. Jungkook no quería estar otra vez solo, pero también entendía que Jimin no vivía en ese hospital, y su manera de asentirle fue cortando una hoja del cuaderno para ofrecérsela.

Jimin la tomó y se encontró asombrado de lo que había trazado. Era el ventanal de su casa, tenía la minuciosidad de la iluminación y las sombras del alba cuando Jungkook lo percibió tras él. Tenía proporción, ángulo desde el interior de la casa hacia afuera.

—Wow —simplemente soltó. Se notaba medio difuso por el tipo de lápiz utilizado, pero también le daba una perspectiva de profundidad—. Está precioso, tu habilidad de artista es impresionante.

Jungkook apretó sus labios y bajó la mirada, cerrando el cuaderno.

—Eres impresionante —observó el papel en su mano de nuevo y después regresó a Jungkook—. Gracias.

Él abrazó el cuaderno y no dijo nada. No acostumbraba a recibir halagos, así que apretó el abrigo azul con cierto nerviosismo y se mantuvo así. Jimin lo notó e identificó la suciedad en este, probablemente la había manchado entre el camino al hospital, aquel día había llovido fuerte.

—Hey —le llamó y esperó a la recepción de Jungkook—. Ya sé que te gusta, pero no lo disfrutarás bien si lo tienes hasta con barro en las esquinas.

Jungkook lo apretó todavía más al percatarse que hablaba del abrigo.

—Jungkook, no lo botaré, ni te lo quitaré. Hagamos algo, me lo llevo, lo lavo y te lo regreso. Limpio y más bonito, olerá bien, será más suave, y ningún enfermero te cuestionará otra vez por tenerlo. Te prometo que no le pasará nada, no dejaré que lo haga.

No olvidaba lo que Taehyung había declarado, que era importante para Jimin. Si era preciado, lo cuidaría bien.

Así que Jungkook, una vez más, creyó en él.

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