Capítulo 2. Dylan.

"La oscuridad, una voz silenciosa me alcanzó, susurros invisibles que desvelaron los secretos más profundos de mi ser".

 Hoy sería un día interesante en mi vida. Aún no podía creer que mis ojos volverían a mirar su rostro angelical. Por muy cursi que suene, volvería a ver esa mirada aunque pareciera fría. Tenía los ojos más enigmáticos. Eran azules pero a veces parecían tener colores distintos, entre azul turquesa y verde. Personalmente creía que eran los ojos más hermosos que jamás hubiera visto. Miraban fijamente con una pureza y dulzura indescriptible. Lo cierto es que yo podría fácilmente perderme en los ojos de esa mujer. Su cabellera era un torbellino de rizos pelirrojos, bailando en el viento con una intensidad y calidez que capturaba todas las miradas a su paso. Así era ella en mi mente, su presencia era como un imán irresistible, atrayendo las miradas y la atención de todos a su alrededor, generando una atracción magnética que resultaba imposible de ignorar.

Nos conocíamos desde siempre, desde que éramos unos mocosos infantiles. Era mi mejor amiga. Fuimos a la misma escuela desde el kindergarden hasta el instituto. Siempre estuvimos juntos hasta que decidimos irnos a distintas universidades. Al principio solo era mi acompañante de travesuras. Nos las arreglábamos solos para ir a delinquir en la playa. Así lo veo ahora, siempre nos tapábamos nuestras fechorías. Siempre cómplices, teníamos hasta un club que una de nuestras amigas decidió quemar en una mañana de abril. El fuego arrasó con parte del bosque y también con la cabaña del guardabosques. Lo cierto es que todos nos mantuvimos firmes y jamás delatamos el nombre de quien había iniciado el fuego y mil una historias como esa, conservábamos todos esos secretos que siempre nos mantuvieron unidos, más cerca el uno del otro.

No recordaba el momento en que mi amiga de la infancia se había convertido en la mujer más bella que jamás hubiera visto. Solo recuerdo que un verano fuimos a bañarnos en el mar y la vi. Se quitó la ropa y traía un bañador rojo de dos piezas que resaltaba muy bien sus curvas. ¿Qué decir de las curvas de esa mujer? Para mí eran un camino lleno de peligro y tentación, una carretera sinuosa que desafiaba a la gravedad y me invitaba a perderme en sus curvas con una mezcla de emoción y precaución. Esa vez fue la primera vez que la deseé. El deseo me consumió sin piedad esa primera vez que la anhelé, como un fuego ardiente que encendió mi cuerpo y mi mente, dejándome sin aliento y sin más opción que sucumbir ante su irresistible atracción. Tan es así que mi cuerpo no pudo evitar tener una reacción sorpresiva: mi miembro se levantó como un intruso inoportuno, desafiando mi control y dejando en evidencia mis pensamientos más íntimos en un incómodo y embarazoso instante. A decir verdad, creo que ella ni lo notó, pero fui el hazmerreír de varias chicas que no pudieron evitar caer en cuenta de la situación.

En fin desde ese día, había hecho mi cometido y declarado que ese cuerpo y esa boca eran míos, ella se había convertido en mi obsesión, la vida me la había arrebatado ya muchas veces, y aunque con el paso de los años no habíamos perdido contacto , porque yo la habría visitado e incitado a encontrarnos, la realidad es que ninguno de esos encuentros esporádicos que tuvimos han sido suficiente para saciar la intensidad de nuestra conexión, dejándome siempre anhelando más de ella... esta vez la vida la regresaba a nuestra ciudad, por lo que yo no iba a desaprovechar la oportunidad de tenerla por fin para mi.

Como aquella noche de Año Nuevo donde habíamos quedado en pasarla viendo los fuegos artificiales que adornaban toda la abadía de Westminster , nos veríamos ahí y caminaríamos hacia el río, con el escenario perfecto para sellar el momento con un beso y las luces iluminando el Big Ben, o esa era la idea que tenía en mi mente , sin embargo ella nunca llegó, me mando un mensaje con su ubicación pidiéndome que la fuera a buscarla si quería divertirme, la dirección era un club de mala muerte en Camden town, tan pronto cómo terminaron los fuegos artificiales, me apresuré a tomar el subterráneo en dirección línea negra, llegue a la calle de mornignton crescent y busque el lugar donde ella se encontraba, era un club pequeño donde se tocaba música retro, entre tanta gente me fue difícil encontrarla al punto que ya desesperado había decidido irme, cuando por fin volteé a las escaleras y ahí estaba ella, en un mini vestido pegado de lentejuela azul , sentada recargada en la pared, mi primer instinto fue abrazarla.

-Dylan, llegas tarde, sonreí. La tomé entre mis brazos y la cargué para llevarla a casa después de ver que se había quedado casi dormida. Cuando salía, no pude evitar encontrarme con algunos de sus amigos de Oxford que me había presentado cuando la había visitado.

—Ey, ¿a dónde crees que la llevas, fortachón? —dijo un sujeto bajito, pelirrojo, con el pelo despeinado.

—Quítate si no quieres que te parta la cara. La llevaré a casa. —Él se apartó.

Mientras íbamos en el taxi, trataba de mantenerla consciente, pero era inútil; estaba en un estado como si su ser hubiera abandonado temporalmente el mundo tangible, sumida en un profundo letargo ajeno a la realidad que la rodeaba. La dirección del departamento al que íbamos estaba en un mensaje anterior. Era un edificio en la zona de Mayfair, una zona muy exclusiva en el centro de Londres. En cuanto llegamos, la cubrí con mi abrigo, la tomé entre mis brazos, subimos hasta el cuarto piso, abrí la puerta y la coloqué en la sala del penthouse de su amiga Cheryl. Ella seguía inconsciente. Le quité los zapatos, que eran unos tacones de 10 centímetros que resaltaban sus torneadas piernas.

La contemplé dormir plácidamente, abrazada por los brazos cálidos de Morfeo, mientras su respiración suave y serena llenaba la habitación de paz y tranquilidad, hasta que me quedé dormido. Minutos después, unas caricias sigilosas me despertaron. Sus manos recorrían mi piel de una manera desesperada. Sus caricias creaban pequeñas chispas de electricidad que encendían fuegos invisibles en mi piel, y despertaban mis pasiones más desfrenadas. Cuando menos lo esperé, sus labios ya estaban en los míos. En ese beso yacía un rastro de vino, era una mezcla dulce y embriagadora que desató una danza de emociones y dejó un suave cosquilleo en mis labios. La deseaba tanto que estaba a punto de perderme en esos labios que básicamente me habían pertenecido desde que tenía 13 años, habíamos prolongado ese momento tanto, deseaba tocarla, recorrerla por completo, probarla y tenerla. Era la primera vez que la tenía así, deseosa de mí, desesperada, buscándome. Fue un momento de verdadera fantasía. Un suspiro escapó de mis labios cuando la cruda realidad se abrió paso, rompiendo la frágil burbuja de mi fantasía y dejando al descubierto la verdad.

—Nathan, ámame —susurró con los ojos cerrados.

En ese instante, la realidad se estrelló sobre mí como un cubo de agua fría, sacudiendo mis ilusiones y dejándome temblando en medio de la rabia y la desilusión. Esos besos y esas caricias ardientes no me pertenecían. Podía tener su cuerpo ahora mismo, es más hacerla mía si hubiera querido, pero no la tendría a ella. Aunque ella hubiera accedido, por completo aunque su perfume me volvía loco, decidí apartarme después de que nuestros labios se encontraron en un beso cargado de pasión y rabia, como si en ese instante se fusionaran el fuego y el hielo. Era un beso ardiente y feroz, donde cada mordisco y cada suspiro eran una expresión de deseos incontrolables y emociones intensas que chocaban y se entrelazaban en un torbellino de fervor desenfrenado.

—No voy a tocarte —le susurré al oído.— La próxima vez serás tú quien solo pueda pronunciar mi nombre. Me rogarás que te toque y que te haga el amor de una manera salvaje. Después de eso, ella se quedó completamente dormida.

Momentos después, ella basqueó toda la habitación, por lo que tuve que ayudarle a cambiarse y ducharse. Gocé verla desnuda como no se puede tener una idea. La noche me sonreía, y no iba a desaprovechar la oportunidad de llevarme el souvenir más íntimo que podría tener de ella, que tenía toda su esencia. Tomé sus panties y las metí en el bolso de mi abrigo. Aunque la escena era lo más atractivo de la noche, debía hacerla dormir pronto. Tenía un cuerpo increíble, y verla así no hizo más que aumentar el deseo que me hacía hervir la sangre al saber que sus pensamientos no me pertenecían.

Maldije un instante más el momento en que había conocido a ese malnacido que no había hecho nada por ganarse su corazón, y sin embargo, ahí estaba el desgraciado presente en su vida como hace ya algunos años. De verdad no entendía cómo si existía esa distancia abismal que hacía que sus vidas nunca pudieran ni siquiera coexistir, ella aún lo amaba. Lo que sí sabía es que ella necesitaba decepcionarse más de él para poder borrarlo de la faz de la tierra. Yo solamente necesitaba tener paciencia, ella era mía y siempre lo fue. Solo tenía que encontrar la manera de que ella regresara a mí.

Recordar esa escena y el calor de sus labios, y saber que si habíamos tenido nuestro momento no hizo más que mi cuerpo se volviera a estremecer, y como era de esperarse, mi miembro se volvió a levantar como aquella vez en la playa. Saqué los panties negros con encaje que aún guardaba como el más preciado de mis tesoros, y solo comencé a tocarme y volver a fantasear con ella. Ella tenía que ser mía; si no sería mía esta vez, me encargaría de que no fuera de nadie.

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