oxxxii. capítulo treinta y dos
━━━ F. C. B A R C E L O N A
⚽ ♪ 。 Un dia de partit
lexxie & marce
fanfiction 🔵🔴
• Ataque Prometedor: ( 175 votos ; 130 comentarios )
• Contraataque: ( 420 votos ; 180 comentarios )
El resplandor del sol matutino impregnaba en todos los rincones de su hogar aquel día, ocasionando que esa mañana pudiera sentirse con un aura especial. Luego de semanas de rehabilitación por haber sufrido una lesión y casi cumpliéndose un mes de aquello, Pedri se sentía feliz porque estaba a nada de volver a jugar un partido oficial con sus compañeros, después de tantos entrenamientos diferenciados y de sesiones en solitario con el fisioterapeuta.
Había contado los partidos que se perdió todo ese tiempo, deseando estar ahí y disfrutar de las victorias del equipo como uno más. Cada juego que tenían era un mar constante de exigencias para darlo todo de si, a pesar de que existía una enorme ventaja con respecto a sus perseguidores más cercanos, eso no era excusa para relajarse y salir confiado al campo. Estaban a poco de poder obtener de manera oficial y matemática el título de La Liga, si los resultados lo acompañaban, sería mucho antes de lo esperado.
Con una mezcla ferviente de emoción y nerviosismo, Pedri bajó las escaleras de su hogar, sintiendo una renovada energía en su interior luego de haber recibido aquel llamado importante hace tan solo unos minutos y que le obligaba a ponerse en marcha con todo lo que tenía que hacer. Al llegar al último peldaño, pudo darse cuenta que Fer se encontraba sentado en el sillón, con el mando de la consola entre sus manos y prestándole total atención al juego delante de él.
—¿Ya te vas al entrenamiento? —le cuestionó, sin mirarlo; pero notando su presencia—. Es un poco temprano, ¿no?
—Tengo que hacer un par de cosas antes, ya debo acostumbrarme a conducir por mi cuenta —bromeó, acercándose a él—. Me han llamado hace un par de minutos. El regalo para Gaia estaría listo para una o dos semanas más.
—Buah, ¿tanto? Creí que para esta semana ya estaría todo listo.
Pedri rió, sintiendo como sus mejillas se coloreaban ante la vergüenza de lo que estaba a punto de soltar.
—Lo estaría, sí; pero he pedido que le añadan algo más. Así que se atrasa por mi culpa, pero eso me da más tiempo para organizar algo espectacular, para plantarle cara a los chicos sobre mi relación y saber como decirle a Xavi sin que me devuelva a Las Palmas en el proceso.
El juego que se veía en la enorme pantalla fue puesto en pausa, mientras Fer reía y dejaba el mando a un lado para poder mirarlo. Todo ese asunto del secreto iba a terminar de una vez, tan pronto el regalo para su novia estuviese listo y él pudiera poner al tanto de ello a todos a su alrededor. Gaia era adorada en el vestuario, había crecido con muchos de ellos, los mayores pudieron verla crecer a través de los años y para su entrenador era como una hija demasiado consentida.
Algunas semanas, Pedri tuvo que toparse como los capitanes se ponían en modo hermano mayor con ella cada vez que se le acerca un jugador de otro equipo, como Xavi la sobreprotegía de todo aquello que la rodeaba y como algunos canteranos se encargaban de espantar a cualquiera que tuviera algún mínimo interés en Gaia. Estaba rodeado por todos lados, teniendo que guardar sus sentimientos para no generar algún tipo de conflicto interno en el club.
Era una mezcla de todo, de como no quería ser la causa de algún tipo de rencilla con sus demás compañeros hasta el tema de la aceptación de sus sentimientos. Decirlo en voz alta, que todos lo supiera iba a hacerlo mucho más real, más sólido de lo que ya parecía ser. Al inicio, eso era aterrorizante para él, jamás había tenido una relación de esa índole antes y ese miedo al compromiso se hacía presente, preguntándose si estaba haciendo bien. Hasta que las respuestas acerca de ello llegaron por si solas, esclareciendo sus pensamientos y, sobretodo, su corazón. Ahora estaba listo, pero al mismo tiempo existían demasiado factores externos que complicaban un poco el asunto.
—Eres importante para el equipo, no creo que tome esa decisión —bromeó su hermano, pero al no verlo reírse, volvió a ponerse serio—. Pienso que le das muchas vueltas al asunto de lo que realmente merece, quizás podrías decirle a los chicos del equipo y ya.
—Hermano, las cosas deben hacerse bien o mejor no hacerlas —dijo, rodando los ojos—. Tú sabes quien es mi novia, ¿no? ¿La has visto? Se merece algo espectacular y significativo, me he comportado como un idiota y debo demostrarle que sí me importa de una forma increíble, digna de ella.
—Cuando estás enamorado se nota lo asquerosamente cursi que eres —se burló Fer de él, Pedri le sacó el dedo, haciéndolo reír—. Venga, vete ya, pesado. Y como consejo de hermano para que disfrutes este día, te pido que dejes de darle larga a tus asuntos y vayas con la verdad por delante, no sea que todo se te devuelva para morderte el culo.
—Inspirador.
—Pedri, lo digo de verdad.
El futbolista rodó los ojos, tratando de que ese tono de seriedad que utilizaba su hermano no se hiciera más fuerte, así que se apresuró en coger su móvil y darle un amigable empujón antes de salir de casa. Fer solía tener razón en varias cosas y sabía que podía contar con el cuando requería de algún consejo para su vida o de alguna conversación intensa que no pudiese tener con alguien más, pero en ese tema no creía que fuese el caso. Solo quería hacer un lindo detalle por su novia, esperar un par de semanas más hasta que su regalo esté listo y poder entregárselo, dejar hablar a su corazón y liberarse de aquel secreto que guardaban. Debía y quería hacer todo ese momento especial para ella, se lo merecía.
La música en la radio llenaba el coche, mientras se abría paso por las calles de Barcelona. Esa mañana había sido un poco diferente para él y no le gustaba en lo absoluto, no encontraba placer en despertar en una cama fría y vacía, porque se había acostumbrado a dormir junto a su novia y a levantarse a su lado, con el olor de su perfume de vainilla llenándole la nariz y recibiendo besos de su parte para comenzar bien el día. También notaba la diferencia en el auto, Gaia solía colocar de su música favorita en inglés y cantar con mucho sentimiento todo el camino a la Ciudad Deportiva, animándolo a que la siguiera sin importar que tan mala fuese su pronunciación.
Eran esas pequeñas diferencias, esos pequeños momentos que a él le fascinaba compartir con ella y que provocaban que sus sentimientos aumentaran cada día más. Gaia lo hacía todo tan diferente e igualmente divertido, que eso se impregnaba en su ser y ya se veía incapaz de poder hacerlo de una manera diferente.
En las calles de Barcelona se podía notar un ambiente singular, que llenaba el aire con el olor de las rosas frescas siendo acompañado por el sonido de las risas risueñas que se podían apreciar de los transeúntes. Sant Jordi era una fecha especial para la ciudad y sus habitantes, una a la cual no le había prestado la suficiente atención en el pasado hasta que tuvo en su vida a una bonita catalana que, con su sola presencia, provocó que aquel día se volviera algo importante para él.
Los girasoles que le solía regalar, ese día quedaban atrás porque la tradición dictaba que el obsequio de los enamorados eran las rosas rojas. Podía ver las calles de la ciudad en su camino a obtenerlas, igual de bulliciosas que siempre; pero impregnadas por aquella aura de mística que florecía en el ambiente, como los establecimientos de flores y libros, que se mostraban llenos de personas que, como él, buscaban ese regalo perfecto para sus parejas. Desde que llegó a Barcelona, Pedri jamás se había detenido a observar la magia que aquel día otorgaba, pero ahí estaba, la mezcla perfecta entre tradición y cultura esparciéndose con fiereza en el lugar.
Pedri se vio atraído por los escaparates de las tiendas, decorados con esmero con las banderas catalanas y mostrando bonitos detalles florales que reflejaban la llegada de la primavera. El flameante espíritu de Sant Jordi lo poseía, pudiendo admirar con otros ojos —Unos más enamorados que los anteriores— esa festividad encantadora de la ciudad. La leyenda decía que Sant Jordi salvó a la princesa matando a un dragón y que de su sangre brotó un rosal, quizás podía adaptarse un poco a aquel relato, porque él no tenía una princesa en su vida, sino una reina que buscaba hacer feliz siempre.
Observando la hora en su reloj y después de tomarse un par de fotos con algunos fans que lo habían reconocido en las bulliciosas calles, terminó de hacer sus compras del día y las colocó en el coche antes de ponerse en rumbo a la Ciudad Deportiva para el entrenamiento. Llevaba algo de tiempo, incluso iba más temprano de lo usual, porque su deseo era encontrar a su novia antes de que todos llegaran y poder darle su obsequio de ese romántica fecha.
Como era costumbre cada año, la Ciudad Deportiva también se encontraba impregnada por el ambiente festivo. Su corazón empezó a latir con fuerza cuando entró, notando como el equipo de las redes sociales del club trató de recibirlo con la típica rosa de ese día y con sus cámaras en manos, dispuestos a captar el momento para crear contenido. Ser atrapado por su novia mucho antes de lo esperado, sin darle tiempo a reaccionar ante lo que iba a decirle cuando le diera su regalo no estaba en sus planes; pero un alivio lo llenó cuando se dio cuenta que Gaia no se encontraba entre ellos.
Mae, una de las chicas de marketing y compañera de su novia, se apiadó de él al ver el fugaz miedo en su rostro y las manos ocupadas con el ramo de rosas rojas, dejándolo que siguiera caminando por el pasillo como si nada e indicándole que ya recibiría aquella flor en otro momento, cuando no estuviera tan lleno. Agradeciendo silenciosamente ese gesto, siguió su camino en dirección al vestuario, era bastante temprano; pero varios de sus compañeros ya habían llegado y quería entregarle aquello a Gaia antes de empezar su jornada laboral, no deseaba que ella llegara a pensar que iba a dejarla aquel día tan especial sin un detalle romántico de su parte.
Sergi y Frenkie se cruzaron en su camino, tan puntuales como siempre, y no dudaron en mostrar interés ante su ramo de rosas, de las cuales se negó a emitir una respuesta y logró obtener un par de burlas por parte del español antes de dejarlo seguir sin más. Maldijo en voz baja cuando otro dúo de chicos empezó a interferir en su caminar, Alejandro y Ansu, mucho menos amigables que los dos compañeros anteriores, lo persiguieron con preguntas y bromas hasta lograr sacarlo de quicio. No quería encontrarse a su novia estando con esos dos tontos.
—¡Son para Gaia, joder! —bufó, perdiendo la paciencia y caminando más rápido para perderlos—. Parad ya, pesados. Conseguíos una novia o algo, dejadme tranquilo.
Un suspiro se escapó de sus labios al darse cuenta que se había desecho de sus dos amigos molestos justo cuando llegó a la puerta del vestuario. Se tomó un respiro antes de abrirla, cansado por el ajetreo que llevaba en ese día, pero un par de voces se escucharon desde adentro, deteniéndolo por completo.
—Que pesado eres, de verdad, tío —Era la voz de Gaia.
—Venga —pidió aquella segunda voz. Se trataba de Ferrán—. Tía, venga, ya dime quién es tu novio.
—¿No que respetabas mi privacidad y mi decisión de mantener a mi novio lejos de vuestros chismosos ojos?
—Y la respeto, eh; pero hoy estoy considerablemente aburrido y meterme en tu vida es uno de mis pasatiempos favoritos.
—Joder, vete a buscar otro, gilipollas.
—Pero si eres mi favorita, mimada.
Las risas de ambos se mezclaron en una sola, indicando que aquellos insultos no iban dichos con la intención de lastimarse sino demostrando la enorme confianza que existía entre ellos. A su cabeza vino el recuerdo de aquella discusión y el motivo por el cual se dio, se preparó para sentir una punzada de celos, al menos el mínimo grado de desconfianza que le motivara a entrar por esa puerta y hacer notar su presencia; pero esperó tanto y nada llegó a él. Ni si quiera fue extraño para si, sabía que no iba a sentir eso porque esa misma noche le dijo la verdad a su novia: No estaba celoso de Ferrán, de ninguna manera existente. No había ningún motivo para hacerlo, sobretodo porque confiaba en él, en Gaia y en la relación que todos llevaban.
—Bueno, tengo un poco de tiempo libre que me permite inmiscuirme en tu vida, ¿sabes? —continuó Ferrán, buscando aligerar el ambiente con una broma; pero a nadie pareció hacerle ninguna gracia, ni siquiera a él. Podía escucharlo con un tono débil, dejando entrever esa pizca de acidez en sus palabras—. No soy ajeno a los rumores, Gaia y aunque la enorme mayoría de ellos no los creo, no está demás preguntar.
—Pues deberías dejar de leer a la prensa rosa y a toda la prensa en general —le regañó, Pedri casi quiso reír al imaginársela cruzándose de brazos, era algo que solía hacer—. Todo lo que dicen son puras tonterías sin base alguna. Vamos, Ferri, sabes... Bueno, no es nada, de verdad.
La voz se le fue en un hilo, sonando débil y sin ningún tipo de gana. Pedri podía reconocer las mentiras que existían en sus palabras, como a pesar de hacer su mayor intento no podía lograr que permanecieran en su boca. Su corazón recibió un golpe fuerte, que lo llenaba de culpa y que le recordaba que ella estaba haciendo eso era por él, que le mentía a uno de sus grandes amigos solo por su deseo de seguir ocultos cuando eso ya no era lo que quería.
—Gaia —La voz de Ferrán sonó tan dulce que lo empalagó por completo, pocas veces le había escuchado de esa manera—, mírame a los ojos y dime que no tienes nada con Pedri. Bella rossa, nos conocemos mejor que nada, ¿en serio serías capaz?
El silencio se propagó por todo el lugar, estaba seguro que si un alfiler se caía podría escucharlo con una enorme claridad. No tuvieron que haber llegado hasta ese punto solo por las inseguridades que él sentía en el inicio de la relación, su novia no debía estar siendo interrogada sobre la existencia de algo entre ellos dos, Gaia no debía estar pasando por eso solo por su deseo de mantenerse oculto, con un bajo perfil de todo y todos.
A Gaia le jodían las mentiras de una manera inexplicable, no era buena con ellas y mucho menos diciéndoselas a personas que quería. Era un ser abierto y sincero, siempre yendo con la verdad por delante y a la cara, sin miedo a nada, ¿por qué debía estar pasando por ese incómodo momento solo por él? Un suspiro resonó por el lugar, siendo seguido por un par de ruidos desde dentro, parecía que se estaban moviendo en el vestuario y Pedri tomó una decisión, sujetó el pomo de la puerta con seguridad, dispuesto a dar la cara por su novia y acabar con ese secreto que ya los estaba molestando a los dos.
Cuando quiso entrar, la voz de Gaia lo detuvo de forma abrupta.
—No tengo nada con Pedri —dijo ella, con una seguridad sorprendente. El tono fuerte de su voz le hizo flaquear, haciendo que la pequeña espina de la duda incluso se instalara en él, porque aquella mentira había sido dicha con tanta naturalidad que cualquier podía llegar a creérselo—. Ferrán, por favor, ¿cómo crees que voy a tener algo con él?
Y seguido de ello dejó escapar una carcajada. Aquella risa que tanto amaba oír a cada segundo, en ese momento se sintió como un ruido molesto en sus oídos, semejante al pasar unas uñas afiladas en un pizarrón. Era una completa burla, así podía escucharla. Unas repentinas ganas de vomitar se instalaron en él, sintiendo al mismo tiempo como el más caliente de los fuegos lo quemaba por dentro, queriendo salir y arrasar todo a su paso. Incluso el ramo de rosas entre sus manos pareció hacerse más pesado, teniendo que sujetarlas con fuerza hasta el punto de casi hacerse daño.
—Me cae bien, claro que sí, como un amigo —continuó ella, sin dejar atrás ese tono burlón. «Amigo», repitió con ironía esa palabra que tanto odiaba, lo había golpeado fuerte—. Es majísimo y al principio era divertido coquetear con él porque no lo conocía, pero ya, que no hay que buscar más, todo normal con él.
—Gallita…
—Tío, no me creas si no quieres —bufó Gaia, interrumpiéndolo y haciendo que un ruidoso golpe se escuchara, no sabía que lo había provocado—. Joder, estás súper pesado últimamente, macho.
Estaba molesta, se notaba con solo escucharla; pero no era una molestia con fuerza, con esa fiereza de enojo sino que se motivada por la frustración y estaba bastante seguro que se debía más al tema de tener que guardar ese secreto de Ferrán, siendo tan importante para ella, que por estar siendo cuestionada. Los ligeros pasos de Gaia se escuchaban altos, estaba acercándose a él, así que tuvo que esconderse a la vuelta del pasillo para que no llegara a pillarlo escuchando aquella conversación.
Logró ocultarse donde ella no pudiera verlo al salir, a pesar de sus anteriores ganas de irrumpir en ese vestuario y esclarecer todo el asunto entre ellos, si lo encontraba oyendo una conversación privada no iba a ser nada bonito. En su cabeza seguía reproduciéndose el tono con el que Gaia había afirmado no tener nada con él, siendo cada vez más dolorosa a media que lo repetía, con ese tono cubierto de burla. Dando a entender que para él era imposible llegar a tener si quiera una oportunidad de relación con ella.
«Como un amigo», repitió con asco. Fue un golpe completo a su ego, tan duro que ni siquiera podía negarlo porque sabía que eso lo había provocando él. ¿Por qué tuvieron que haber llegado hasta ese punto? Tener que mentirle a la cara hasta a sus propios amigos solo para seguir manteniendo el bajo perfil que una vez acordaron tener en su relación, ¿acaso eso en serio era necesario? Al inicio era para cuidarse ambos y a sus carreras, mantener los focos fuera de ellos, a la prensa alejada y sus nombres lejos de titulares; pero ahora, con tantos rumores llenándolos cada día, ¿qué era lo que les impedía decirlo a todo el mundo?
«Tú mismo», se recordó. Fue su idea, era él quien se negaba a decirlo cada vez que salía el tema y que quería seguir manteniendo ese perfil bajo ante todo el mundo. Las cosas se habían salido de control, porque lo que deseaba era una relación privada, no secreta. Pero es que hacer eso, era sinónimo de darle una completa realidad a su noviazgo y eso antes era algo que le aterrorizaba, porque en el pasado no tuvo una relación mínimamente comparable a esa, nada con la misma intensidad como lo que existía entre Gaia y él.
Todo se sentía tan jodidamente complicado porque era estar en un conflicto con él mismo y que, de esa manera, involucraba a Gaia. Los pasos de su novia perdían fuerza mientras se alejaba del pasillo y no dudó en asomarse por la esquina, tratando de ver de que manera se iba. Solo alcanzó a ver su espalda encorvada, arrastrando los pies con una actitud decaída. Mierda.
Estaba claro que no podía seguir haciéndole eso. No a ella y tampoco a él mismo.
La observó yéndose hasta que el pasillo quedó en un completo silencio, nuevamente. Pasando una mano por su rostro y soltando un suspiro, salió de su escondite y volvió hacia la puerta del vestuario, nada estaba saliendo como quería en ese día. Puso una mano en el pomo de la puerta, pero antes de poder tirar de ella, ésta se abrió y le mostró a Ferrán frente a él. Su amigo le regaló una sonrisa, sin nada en su mirada que le indicara un poco de la antigua conversación que tuvo con Gaia y él no sabía que había escuchado, hasta que sus ojos se posaron en las rosas que llevaba.
—Joder, que se da una rosa, no un ramo —bromeó, como siempre.
Pedri soltó una risa nerviosa.
—La leyenda dice que de la sangre del dragón brotó un rosal.
—Te doy esa, hermano —rió, quitándose de la puerta para dejarlo entrar al vestuario—. Es la primera vez que veo que celebras Sant Jordi, al menos de esta manera. O no, no me digas, ¿acaso eres el favorito de Sarah y los de marketing? A todos nos dieron solo una rosa y a ti un ramo.
—No, no, son mías. Las compré para regalarlas hoy y celebrar este día.
Vio a Ferrán asentir, mientras le daba una sonrisa. El ambiente dentro del vestuario era tranquilo, el Valenciano estaba en sus cosas y eso le ponía de los nervios, sin entender por completo las razones. No parecía existir más que la típica amabilidad y compañerismo que siempre le mostraba, pero Pedri sabía que él tenía una enorme sospecha sobre el verdadero grado de su relación con Gaia y quería que le cuestionara sobre eso. Tenía el secreto en la punta de la lengua y le estaba matando, necesitaba dejarlo salir.
—Son para Gaia —añadió, sin poder contenerse.
Necesitaba que Ferrán le preguntara, que le cuestionaran como lo hizo con la rubia y así él poder dejarse ir, romper aquel secreto para que su novia no tuviera que seguir guardándolo con una persona que apreciaba tanto. Sin embargo, no hubo nada de su parte, ni siquiera una pequeña molestia o reproche en sus ojos, se estaba esperando cualquier cosa menos una sonrisa, como la que le obsequiaba.
—Sin duda van a gustarle, es un ramo bastante bonito —le dijo como respuesta, dándole la espalda—. Hace unos minutos salió de aquí, ¿no te la encontraste fuera? Le alegrarás el resto del día si se lo das ahora.
—Yo… —se aclaró la garganta, tratando de no demostrar que los había estado escuchando—. Bueno, no la vi. Supongo que se las daré dentro de un rato, al igual que el libro —Inclinó el ramo, mostrando como perfectamente adentro de él estaba colocado aquel libro que le compró, uno que ya le había escuchado hablar—. Puede agregarlo a la biblioteca que tiene en su casa cuando lo termine, junto a los demás.
Ferrán lo miró de nuevo, aún con esa sonrisa que lo colocaba nervioso y Pedri sabía que, aunque no le dijera nada, estaba uniendo cada pieza en su cabeza hasta poder armar todo; pero no le importaba. Deseaba que lo cuestionara, que le preguntara hasta lo más mínimo para poder soltar la verdad que lo consumía por dentro —Y si él se encontraba así, no quería ni imaginar lo mal que la había pasado Gaia con eso—. El olor de las rosas llenó su nariz, incrementando la ansiedad en su interior y acelerando sus palpitaciones, se sentía como un volcán a punto de hacer erupción.
—Rosas y un libro, es genial. Casi parece que has investigado sobre este día, Canario —bromeó. Pedri se sonrojó, porque le había dado justo en el clavo—. Es un día bastante bonito, ve a buscar a Gaia de una vez, ya verás lo feliz que se pone.
El tono casi desinteresado que Ferrán usaba lo dejaba un poco descolocado, porque parecía que no se sorprendía con ninguna de las palabras que salían de su boca y que solo estaba esperando que las dijera. La vergüenza se propagó por su cuerpo, sintiéndose tonto por haber desconfiado de él de forma esporádica sin razón lógica alguna. Esperaba escucharlo molesto o siendo acosador, exigiéndole hablar sobre lo que existía con Gaia o el por qué de los rumores que circulaban en la prensa, pero nada de eso era mostrado por parte de su amigo.
Quedó aún más extrañado cuando, con total normalidad, Ferrán le dio la espalda y se acercaba a su propia taquilla para terminar de ponerse la ropa de entrenamiento, mientras seguía hablándole de otro par de temas, cosas a las que no le ponía ni un gramo de interés. La risa que soltaba le llenaba los oídos, cosa que en otro momento podría ser tan normal, justo ahora le producía una sensación de intranquilidad, ni siquiera el Joker podía conseguir eso con Batman. Un nudo se formaba en su garganta, sintiendo como las manos le cosquilleaban bajo la sensación de las flores. ¿Por qué no le preguntaba nada cuando él quería hablar de eso?
—Venga, tío, cámbiate ya —le dijo, riendo. Pedri se sentía cada vez más ansioso—. No esperas que lo haga yo, ¿verdad? Sé que es temprano, pero…
—Estoy enamorado de Gaia.
Las palabras salieron de su boca como si tuviesen vida propia, una clase de vómito verbal que era incapaz de contener. Soltó un suspiro, no sabía cuando había querido decir eso en voz alta, pero tampoco se daba cuenta como el secreto lo estaba matando a él también. Limitándolo a grandes niveles solo para resguardarlo de los demás, una completa tontería.
Fueron envueltos en una nube de silencio que llenaba todo el vestuario; pero Pedri no lo sentía tenso, sino liberador. Era como quitarse un enorme peso de su cuerpo, alejando ese nudo en su garganta y la sensación de ansiedad de él, no hallaba ningún rastro del miedo a la realidad que había sentido en el pasado, solo una tranquilidad absoluta. Decirlo en voz alta, fue mejor de lo que llegó a pensar y aunque era la primera vez que lo hacía, que rompía el secreto, se dio cuenta que debía de haberlo sacado de su pecho desde antes.
Ferrán se volteó a mirarlo, con la camiseta entre sus manos, un ceja se alzó en su rostro de forma divertida y soltó:
—¡No, júramelo! ¿Tú, en serio? —preguntó, con su voz cargada de sarcasmo. Pedri se sonrojó—. Hermano, joder. Uf, menos mal me cuentas, casi ni me enteraba de ello, me has dejado… loco. Ni idea tenía, eh.
El sarcasmo habitaba en cada una de sus palabras, siendo acompañado por una fuerte risa burlona que buscaba avergonzarlo. Pedri sonrió, mostrándole el dedo del medio y provocando un ambiente divertido entre ellos. Los ansiosos nervios que había sentido al inicio de esa conversación se evaporaron como el aire, permitiéndose reír junto a su amigo y disfrutando de la reciente sensación de libertad.
—Deja de burlarte, gilipollas —rió Pedri—. Ella y yo tenemos una relación, ¿desde cuándo lo sospechas tú, eh?
—La conozco a ella mejor que a mí mismo y también te conozco a ti, afecte meu —le dijo, en broma—. Sois demasiado evidentes, tío. Los apodos cursis, los rumores, como os tratáis, las sonrisitas que os dais cuando pensáis que nadie os ve.
Pedri abrió la boca para contestarle, pero Ferrán no lo dejó.
—Te la pasaste todo el rato en Qatar molestándome e indagando quien era esa rubia de ojos azules que viste en la despedida de Geri.
La imitación de su acento Canario, con todo lo que había dicho en el mes de noviembre para adivinar quien era Gaia, le hizo rodar los ojos.
—Y jamás me dijiste, gilipollas —le acusó.
—Y aún así lograste conocerla, te la ligaste y ahora llevan una relación, que mantienen oculta de todos.
Aquel tono acusador que había estado esperando todo ese rato, logró salir; pero no por los motivos que creía. Pensó que escucharía molestia al saber que mantenía una relación romántica con Gaia, no por estar manteniéndola en secreto.
—Gaia ha salido de aquí mintiéndome mientras me miraba a los ojos, yo la llevé a eso a pesar de saber cuánto le jode —continuó, adquiriendo un tono serio y acusador—. En todos nuestros años de amistad, jamás lo había hecho. No a este nivel y mucho menos mirándome a la cara, nunca ha podido mentirme sin sentirse culpable y confesar segundos después.
» Y si tú estás tan enamorado de ella, ¿por qué la haces guardar un secreto?
—Fue una decisión de ambos al inicio —le explicó—. Lo decidimos juntos, por diversas circunstancias, pero ahora la relación es mucho más seria y estoy tratando de arreglar eso.
—¿Por qué secreta? Ya sabes, ¿por qué no decirnos a nosotros? Somos amigos y compañeros de equipo, tampoco íbamos a matarte.
—Es difícil, ¿vale? Ya te dije que lo estoy resolviendo, pero pienso hacerlo a lo grande porque ella se lo merece.
—¿Ves? Con eso que has dicho ya no quiero golpearte —rió.
Pedri rodó los ojos, sonriendo.
—Me quieres demasiado como para hacerlo —bromeó—. Entonces, ¿me guardas el secreto, hermano? Es una sorpresa para ella y quiero que sea especial. A Gaia le hace falta hablar con alguien que no sea yo y liberarse también de este secreto, si tú…
Pedri se quejó, cuando sus hombros fueron tomados con fuerza y con una rapidez que le impidió reaccionar con claridad. Fue sacudido de un lado a otro, con aquella agresividad a la que Ferrán estaba acostumbrado cuando se encontraba feliz y tuvo que plantarse en el suelo para evitar un golpe sin intención, pero igual de duro, de su parte.
—Venga sí, sabes lo emocionado que me pone ser parte de esta relación, cuenta conmigo —gritó, sacudiéndolo más fuerte. Pedri chocó contra su taquilla, llevándose un golpe en el hombro—. Joder, las flores. Ve a dárselas ya, gilipollas, antes de que empecemos y Xavi actúe en modo padre celoso con ella. Vamos, vamos.
Recibió un par de empujones más, animándolo a salir del vestuario. Pedri bufó, intercambiando un par de bromas junto a Ferrán y, al final, el que terminó saliendo del lugar fue el Valenciano. Volvió a quedarse en el más profundo silencio, viéndose solo se permitió pensar durante un momento. Todas las razones que consideraba válidas en el inicio para mantener la relación en secreto quedaban solo como un vago recuerdo, volviendo cada una más tonta que la anterior, eran como un nudo que lo ataba a no reconocer y oficializar por completo su noviazgo, impidiéndole poder disfrutar de él en lo absoluto. Quitando aquella situación incómoda que tuvieron con la prensa y los fans, salir con Gaia en público había sido increíble, se sintió bastante bien tener un momento así juntos
Incluso el recuerdo de su primera cita en Sevilla le emocionaba. Podía recordar con claridad lo bonito que fue estar con Gaia compartiendo juntos, divirtiéndose con una actividad que ella amaba y sin preocuparse por su alrededor, tan solo ellos dos. ¿Cómo podía seguir privándose a si mismo y a su novia de momentos así? Limitándose a actuar como solo un par de amigos, cuando la simple idea de pensar en ellos dos como eso le era inconcebible en cualquier situación.
Sus pensamientos se alejaron de él cuando la puerta del vestuario fue abierta de nuevo. Bufó, pensando en que sería Ferrán por segunda ocasión, buscando molestar; pero el aroma de las rosas que todavía sujetaba entre sus manos se envolvió por un conocido olor a vainilla. Gaia entraba con una mueca al lugar, con la mirada baja y usando sus gafas ese día, casi haciendo malabares para tratar de acomodárselas mejor por su rostro ya que se habían deslizado hasta la nariz. Las manos las tenía ocupadas, en una traía su cámara, sujetándola con cuidado y siendo el objeto más importante para ella; mientras que en la otra, de forma difícil, se veía mucho más complicada porque llevaba una rosa, un libro y su móvil.
Por un momento, fue impresionante para él verla ahí tan de repente, quedándose estático en el lugar y sin saber que hacer, hasta que ella le dio una sonrisa, haciendo que todo a su alrededor se iluminara en colores.
Pedri se apresuró a acercarse a ella y ayudarla con todas sus cosas. Primero, con el dedo índice, le empujó los lentes con cuidado de no tocar el cristal para colocarlos correctamente en su rostro y, de inmediato, sus ojos azules le mostraron ese brillo tan intenso que le ponía nervioso cuando ella lo veía fijamente, hasta se olvidaba de su nombre cuando eso ocurría. Era como un retumbar desubicado de su corazón, un sentimiento tan puro que se arraigaba dentro de él y le hacía actuar como un tonto frente a ella.
Sin embargo, eso no le importaba porque le hacía feliz y, sobretodo, lograba hacer que Gaia lo mirara con esos intensos ojos llenos de amor. Justo como él la veía a ella.
—¡Hola, vida mía! —le saludó ella, con ese entusiasmo tan característico que mostraba—. Shakira dejó esta mañana a Milán y Sasha mientras arregla todo lo del colegio en Miami para su mudanza, no han parado de preguntar por ti y cuando te verán para jugar.
Le dio una sonrisa, escuchando como le contaba aquello con felicidad, mientras juntaba sus narices en un beso esquimal. Gaia le lleno los oídos de una encantadora melodía con su risa, haciendo que su corazón palpitara más fuerte.
—Me encantará verlos, Fer de seguro querrá tener la revancha contra ellos —bromeó, antes de besarla.
El simple roce de sus labios era como ese elixir que necesitaba para vivir y que, si le era arrebatado, se convertía en su debilidad absoluta. Amaba estar con ella de formas inimaginables, buscando siempre ese contacto físico que le permitiera asegurarse que aquello no se trataba de un sueño perfecto, del cual se despertaría en cualquier momento y lo llevaría de vuelta a la realidad. No, eso en verdad estaba pasando, y la ensoñación de cuento de hadas no se trataba más que de su vida.
Le quitó la cámara de las manos y el móvil, tratando de no mostrar interés por la rosa y el libro que sujetaba, dejándolos en su puesto para poder concentrarse totalmente en ella. Los ojos de su novia se desviaron con curiosidad hacia el ramo de flores que sostenía y, fingiendo que no sospechaba que eran para ella, pasó los brazos por sus hombros y le dio un suave beso en la mejilla. Quizás ese día podía sentirlo con un cariño diferente, más puro, por el aura mágica que significaba Sant Jordi para los enamorados.
—Para la persona que al conocerla, cambió por completo la trama de mi vida. Feliz Sant Jordi, ullets blau —le dijo, besándole cortamente los labios y tendiendo hacia ella el ramo de rosas rojas, con aquel libro “Todo sobre él amor” de Bell Hooks, para que pudiera cogerlo—. Por este y muchos más Sant Jordi a tu lado.
Gaia volvió a reír, tomando el ramo de rosas con una actitud risueña, con la mano que tenía desocupada.
—Está hermoso, vida mía, muchas gracias —Un nuevo beso fue dejado en sus labios esta vez más largo y cariñoso que el de antes, el cual Pedri aceptó con gusto, sujetándola por la cintura, atrayéndola con fuerza hacia él—. Yo también te traje un regalito, vida mía. Me gusta mucho este día y tú te mereces también un lindo detalle.
—Es hermoso, así como tú. ¿Qué me has traído, hadita?
Gaia le dio una sonrisa, mientras se las ingeniaba para entregarle aquella rosa roja y el libro que llevaba en su mano, este último decorado con un pequeño lazo. Lo cogió, sin soltarla, ni siquiera cuando ella intentó separarse de él para mostrar mejor sus obsequios, Pedri no sabía que magia revoloteaba ese día, pero no quería alejarse de ella ni un segundo.
—Déjame explicarte el por qué del libro primero —Trató de decir ella, al escuchar su risa cuando leyó la portada en voz alta. “Harry Potter y La Piedra Filosofal”—. Los niños que no tienen el hábito de la lectura o las personas que apenas están comenzado en él, suelen iniciar con libros llamativos, que sean divertidos y fáciles de comprender, llenos de magia y fantasía.
» Cuando tengo mis momentos de lectura en casa, tú sueles siempre estar conmigo y utilizar tu móvil para no distraerme. Creí que sería bonito que tengas tu propio libro para que puedas leer a mi lado y así compartir juntos.
—¿Y escogiste Harry Potter?
La burla empañaba sus palabras, pero el detalle que había tenido lo enternecía por completo. Gaia rió, tocando su rostro cariñosamente.
—Tambien me pareció divertido que el primer libro de tu colección sea justamente del chico al que le robas la magia, Pedri Potter.
El Canario soltó una risa, encantado de escucharla diciéndole ese apodo, mientras la sujetaba fuertemente con un brazo, sin dejar ni un centímetro de distancia entre sus cuerpos. Ojeó el libro con diversión, recordando que solo había podido ver dos veces ese tipo de películas, una fue de pequeño junto a su hermano, y la otra, de forma más reciente, con Gaia en una de sus noches de películas.
—Si te gusta, podrías comenzar tu propia colección, así como la mía.
Soltando un “ujum” y fingiendo que examinaba el libro con minuciosidad, lo pensó. Aquella idea le gustaba mucho más de lo que estaba dispuesto a admitir en voz alta.
—Lo leeré, claro —aceptó, sacándole una sonrisa—. Solo si me dejas poner mi futura colección junto a la tuya.
—Vale, te haré un espacio en mi biblioteca. Hasta podrías poner los libros de Iniesta que te voy a comprar, eh.
Reconociendo la burla, rió junto a ella.
—¿Ves? Así ambos tenemos nuestro espacio de lectura juntos, como nos encanta estar.
—Pero es solo para leer, eh —le avisó, tocándole la nariz con el dedo—. Que te conozco de sobra, Pedro González.
—Venga, que también podemos hacer otras cosas interesantes ahí. Poner en prácticas ciertas cosas que lees de algunos libros que se oyen demasiado tentadoras.
Una nueva carcajada salió de ella, haciendo que esa melodía suave que tanto amaba llenara sus oídos. El olor de las rosas y la vainilla de su perfume se impregnaba en el vestuario, mezclándose con su risa haciendo eco por todo el lugar, mostrándole un ambiente que rozaba en la perfección. Solo le hacía falta una sola cosa.
Con todo el amor que llenaba su enamorado corazón, rozó sus labios con un gesto suave hasta poder juntarlos ese tan ansiado beso de su parte. La magia de Sant Jordi los envolvía en esa burbuja especial, llena de los sentimientos que tenían el uno por el otro y sin querer ponerle fin a aquello de alguna forma.
Sus labios se movían como uno solo, hablándose sin la necesidad de usar palabras entre ellos, solo transmitiendo el amor que sentían. Haber sentido algún tipo de duda en su relación ahora se sentían como una tontería sin sentido alguno, porque estar a su lado era como ser ese arcoíris que aparecía en el día más perfecto, convirtiéndolo en una vista impresionante. Todo lo veía claro con ella, con Gaia, su novia.
—Gracias por el regalo —le dijo Gaia, cuando se separó, sin detener su risa por el montón de besos que le dejaba por todo el rostro—. Pensé… Bueno, no te había hablado de este día y lo importante que era para mí. No eres catalán, pensé que pasaría desapercibido para ti.
—Me tomé el tiempo de investigar un poco —se encogió de hombros—. Un día que celebra el amor y a las parejas, creo que es un día perfecto para nosotros.
—¡Ay, pero sí eres el novio perfecto, afecte meu!
«Lo intento», respondió en su cabeza, tan cierto que casi dolía.
—Tú eres la perfecta, pequitas —le dijo, dejándole un suave beso en la nariz—. Prepárate, porque esta noche tenemos una cita a la luz de la luna para celebrar este día, así que ponte más guapa de lo que ya eres.
—¿Una cita? ¿Tú y yo?
La sorpresa no solo se hizo evidente con el tono de voz que usaba, sino también con el brillo de sus ojos, que mezclaba la ilusión y la emoción por aquella idea. El cariño llenó su cuerpo al verla sonreír con felicidad, marcando las mejillas con ese tono rojizo que la hacia ver más bonita que nunca.
—Cariño, no podemos… Bueno, ya sabes, los rumores y lo del perfil…
—Olvídate de eso, ¿sí? Es un día especial, una fecha para los dos y nos merecemos una cita en Barcelona como la pareja que somos.
La vio, Gaia no parecía del todo segura.
—¿Lo dices en serio? —cuestionó—. No quiero sentir que te estoy…
—Basta de sobrepensar, pequitas. Quiero llevarte a una cita, pasar una noche agradable contigo. ¿Recuerdas ese museo en Sevilla? Pues deseo hacer algo similar, divertido y que podamos disfrutar los dos juntos.
—¿Seguro?
—Segurísimo, vida mía.
La enorme sonrisa que brotó del rostro de Gaia pareció iluminar el lugar, provocando que los colores se volvieran mas brillantes a su alrededor y la calidez se instalara en su pecho. Jamás había pensado sentirse de esa manera con alguien, pero con su rubia resultaba todo de una forma tan natural que ya no se podía imaginar ni un segundo sin ella.
Gaia era única, sus ojos solo podían observarla de forma especial. La perfección se asomaba en cada parte de su ser que casi parecía irreal, como si él no fuera merecedor de algo tan bueno como esa relación o de alguien tan increíble como lo era ella. Una chica excepcional, que no solo le gustaba de manera física, sino también emocional y espiritual, que se convirtió en su máximo apoyo en todos los aspectos de su vida. Estaba completamente seguro que aquel secreto debía terminarse pronto, ella no merecía algo así.
—Me encanta la idea de una cita, amor. En serio, eres el mejor novio de todo el mundo. ¡Te quiero muchísimo, afecte meu!
«Y yo te quiero muchísimo más, mi hadita», le respondió; pero no en voz alta. Ella merecía mucho más que unas simple palabras, que fácilmente podía llevársela el viento, necesitaba algo más tangente y especial, lo cual estaba dispuesto a darle. Solo era cuestión de esperar, solo un par de semanas más y la libertad sería suya.
📅 29 de Abril
📍 Barcelona.
Sin importar cuantas dudas de asomaran en su cabeza por aquellas voces que le generaban miles de inseguridades, Gaia siempre encontraba pequeñas razones de las cuales aferrarse para seguir. Recordar la noche de Sant Jordi era una de ellas, porque había sido tan perfecta que una sonrisa siempre se escapaba de ella cada vez que pensaba en esa fecha.
Una ráfaga de viento le pegó en el rostro y bufó al ver cómo un par de puños se movían frente a su cara, imitando gestos de boxeo. Al notar el poco interés que mostraba, las manos fueron a parar a su cabello, desordenándolo para lograr una reacción en ella, Gerard estaba especialmente fastidioso esa noche. Gaia continuó sin decir nada, por lo que su hermano decidió seguir molestándola, al punto de robarle el plato que tenía delante, lleno de dulces, que había preparado para esa noche.
Riéndose, Gerard salió de la cocina con aire de triunfo. Gaia tomó un profundo respiro, aquella noche iba a ser tan larga si tenía que soportar a su hermano de esa forma, contó hasta diez y se recordó que, a pesar de ser el mayor, él era un completo tonto. Se concentró en sacar un nuevo plato de la vajilla y llenarlo de los dulces que su novio le había regalado, antes de encaminarse al salón para echarse en el sillón.
Pedri y Fer estaban teniendo una noche de hermanos en su propia casa y como Gerard no fue invitado a eso, se puso en modo rencoroso y le obligó a hacer el mismo plan con él. Así que ahora estaban juntos, en el salón de casa y sentados en el sillón, viendo la tele y hablando de la vida. El ex futbolista pasaba tanto tiempo fuera de su hogar, de viaje en viaje, que Gaia ya ni siquiera recordaba cuando había sido la última vez en que tuvieron un momento así.
—¿Y qué tal te va con la chica esta, eh? Mmm, la de Kosmos, la nueva asistente de Dalia, ¿cómo es que se llamaba?
—Élia —respondió su hermano, metiéndose un puñado de dulces a la boca—. Élia Martí. Y no, no me va nada bien, para que sepas. Me odia, con toda su alma, ¿puedes creerlo?
Gaia se quedó en silencio, llenando su boca de dulces y haciendo su respuesta inentendible, para no lastimar los sentimientos de su hermano. También aprovechó de subir el volumen de la tele, porque él en serio no deseaba oír lo que ella tenía para decir. La verdad en ese momento no era la mejor opción.
—Da igual, no me voy a dar por vencido —continuó Gerard—. Soy encantador, le gusto; pero ella aún no lo sabe. Además, es divertido molestarla porque me mira malísimo, no se queda callada y es como un jugueteo entre nosotros.
Por alguna extraña razón, Gaia sentía un molesto deja vu con esas palabras.
—Coqueteas bien raro —bufó, luego de tragar. Un viejo juego de la Premier League se mostraba en pantalla—. Acabas de terminar no una, sino dos relaciones por motivos complicados y molestos. Una infidelidad y la ansiedad que genera salir con una persona famosa. ¿Cómo pretendes que Élia no te odie y confíe en ti teniendo ese historial?
—No lo sé, no está tan mal, ¿no? —Gaia lo miró, alzando una ceja—. Buah, que difícil es ligar con esta reputación.
—No te preocupes, dentro de un par de años este tema se habrá olvidado casi por completo y las chicas volverán a lanzarse hacia ti. Paciencia.
Gerard se quedó en silencio, masticando con tranquilidad y con la mirada fija en la televisión. La verdad es que Gaia creía mucho en lo que acababa de decir, sabiendo que quizás iba a ocurrir en un menor tiempo del expresado porque su hermano era un ex futbolista súper famoso, siendo campeón en toda regla y eso siempre atraía la atención, sin importar que tan funado estuviera. Muchos como él, e incluso peor, existían en el fútbol y otros deportes.
El partido que se repetían en la televisión pareció aburrir a su hermano, porque de inmediato cogió el mando y comenzó a cambiar de canales, buscando algo entretenido que ver. Mientras hacía zapping, su móvil emitió un sonido, anunciando la llegada de un nuevo mensaje. La felicidad se hizo evidente en su rostro al leer el nombre de Pedri en la pantalla, así que no dudó en cogerlo y ver de que se trataba.
«Sálvame de aquí, no lo soporto. Me la paso mejor contigo, hadita», pudo leer, seguido de un emoji llorando. El mensaje venía adjunto con dos fotos, una de Fer sacando el dedo hacia la cámara, con el mando de la consola en sus piernas y la otra era una selfie de Pedri, sin camiseta y haciendo un puchero.
Un ruido proveniente de Gerard le hizo rodar los ojos y le tecleó una rápida respuesta a su novio. «Tengo mis propios problemas aquí, cariño. También tengo que lidiar con un tonto que no soporto», seguido de dos fotos de su parte. Una de su hermano, distraído y recostado en el sillón y la otra era una selfie de ella, alzando el dedo pulgar y haciendo una mueca con su boca.
—Joder, que no hay nada bueno, tío —se quejó su hermano, justo cuando dejaba el móvil de lado—. Que no quiero ver El Hormiguero, tío, pongan algo más, coño.
—Más respeto, estúpido, que yo voy a aparecer ahí en un mes —bufó—. Mejor ve a buscar las cosas para jugar al FIFA.
—Bah, claro que no, quiero ver la tele, algo divertido.
Gaia rodó los ojos.
—Lo que no quieres es que te vuelva a patear el trasero, ganándote por goleada.
—Que te den.
—Ojalá, pero Pedri está ocupado.
Esquivó el par de dulces que Gerard tiró en su dirección, cuando tres toques en la puerta llamaron su atención. Gaia se levantó del sillón, de forma burlona, y caminó hasta la entrada de su hogar, extrañada por la visita nocturna. A esas horas de la noche, si alguien había llegado hasta ese punto de su casa, significaba que el visitante tenía la autorización para hacerlo, así que ni siquiera se molestó en darle un segundo vistazo a su atuendo. Sus pies estaban enfundados con sus pantuflas con orejitas de conejo, mientras ella tan solo utilizaba su pijama —Una camiseta y unos pantaloncillos de Pedri, que le quedaban grandes—.
Ferrán se encontraba ahí, a la luz de la luna y mostrándole una sonrisa decaída, que la puso alerta de inmediato. Se veía fatal, pero no a nivel físico.
—Linda visita, espero que me hayas traído algo —bromeó, sacándole una leve sonrisa ladina—. ¿Qué haces aquí?
—Sabes, antes de Gavi tenías otro amigo con el que solías pasar el rato.
Gaia rió, echándose a un lado para dejarlo pasar.
—Sí, pero Enric sigue en Ámsterdam estudiando, duh, no puedo molestarlo.
Ferrán le dio un golpe en la cabeza, fingiendo estar molesto por ignorarlo en la mención de sus amigos y se adentró por completo a su casa. A pesar de su intento por querer verse divertido, el semblante decaído de su rostro le generaba mil y un dudas, sabía que no estaba pasando por los mejores momentos últimamente, lo cual solo la hizo sentir más culpable que nunca. En otra situación, ella habría estado más al pendiente de él y de lo que le ocurría.
Gerard seguía maldiciendo hacia la tele, saludó de forma distraída a Ferrán y siguieron su camino hacia la cocina, dónde empezó a sacar un bol y el helado del refrigerador, sirviéndose a ambos, con un par de cucharas.
—Sira y yo acabamos de terminar, es definitivo.
Gaia abrió lo ojos de forma excesiva, sin esperarse aquella información. Era cierto que sabía que no estaban en los mejores momentos, incluso llegaron a darse un tiempo; pero no se imaginaba que fueran a llegar hasta ese punto. Era cierto que la experta en equitación no era de su completo agrado, pero primero que todo estaba su preocupación por su mejor amigo, al que no dudó en abrazar.
—Ferri, yo… Lo siento mucho, en serio, sé cuando la querías.
Él no respondió, solo se aferró a sus brazos como si fueran su único apoyo. Gaia apretó sus labios, acariciando su cabello con suavidad y dejando que el silencio los envolviera en una nube de confidencialidad que hace tiempo no disfrutaban como amigos. Ni siquiera cuando ella estaba en Pamplona y él en Manchester había sufrido tal distancia, siempre buscaba mantenerse juntos y al tanto de la vida del otro, buscando ser esa voz de la razón que ambos necesitaban.
En el mismo Barcelona fue que se alejaron, Gaia estaba tan ocupada con su propia vida que no había podido darse cuenta del mal momento que estaba pasando su amigo. Una culpa se instaló en su cuerpo, sintiéndose la peor amiga del mundo y sin encontrar las palabras adecuadas para poder decirle. ¿Cómo se consolaba a alguien por una ruptura? No había tenido que lidiar con algo como eso en el pasado. Gerard era un idiota, Enric estaba ocupado en sus estudios, Gavi era otro tema y Ferrán tenía a Sira, hasta ahora.
—Fue de mutuo acuerdo, los dos llegamos a eso —le dijo él, en voz baja, quizás tratando de ocultar el dolor que estaba sintiendo—. Juntos no estábamos yendo a ningún lado, ella quiere irse a París y yo seguir aquí en Barcelona, y…
La voz se le entrecortó, dejando salir el dolor que trataba de ocultar. Gaia sintió una fuerte opresión en su pecho y apretándolo más contra si, buscando darle de esa calidez para mostrarle su apoyo.
—¿En serio era eso lo que tú querías, nene? —le preguntó al oído, en voz baja—. Sé que duele, ¿pero cómo te sientes en serio con ello?
—Creo que… quizás era lo mejor para nosotros, ¿no? Sira quería cosas diferentes a las que yo quiero y… Bueno, no lo sé, todo se me está juntando y siento que ya no puedo.
El de Valencia ocultó el rostro en su pecho, dejándose llevar por el sentimiento de tristeza que empañaba su ruptura. Gaia era una mierda rencorosa, dividida entre el dolor de ver a su mejor amigo de aquella manera y la molestia de saber por quien se encontraba así, si la morena de por sí le caía mal, ahora estaba odiándola con cada fibra de su ser.
—Me siento atrapado en el fondo de un pozo sin salida, ¿cómo voy a salir de aquí? —bufó él, Gaia le acarició el cabello—. Soy criticado cada puta semana porque no se me dan las cosas en el campo, a pesar de intentarlo con ganas cada vez que entro. Mi relación se rompe por problemas que parecen no tener solución de ninguna de las dos partes, me siento cada vez más solo tocando ese fondo al que nadie quiere llegar.
—Lo bueno de tocar fondo, es que solo puedes ir hacia arriba, no queda nada más —le susurró—. Solo puedo ayudarte, si tú me dejas, nene. Lo hemos intentado estos meses contigo, tus padres, Arantxa, todos tus amigos y yo. Por favor, Ferri, esto es un problema que se resuelve con ayuda profesional y mucho apoyo.
La idea de un psicólogo había sido tocada antes, siendo alargada por su parte y dándole poca importancia porque no la consideraba tan necesaria para su situación. Ferrán se estuvo conteniendo, aguantándose todos esos sentimientos y dejándose caer por si solo en un vacío hasta tocar el fondo de él, dándose cuenta que solo podía ser ayudado si él se dejaba.
La cocina se quedó en silencio, el sonido que podía escucharse era el que provenía del salón, el ruido del televisor emitiendo quizás un programa que Gerard encontraba como interesante. El porte tenso de Ferrán se suavizó bajo su tacto poco a poco, con respiraciones lentas y un momento de tranquilidad que ambos necesitaban. El ex City la había acompañado a sus once años a su primera cita con el psicólogo, experto en fobias y que la ayudó a superar niveles elevados de aquel miedo a la oscuridad, permitiéndole poder salir de noche, ir al cine y dejar de sentir esa ansiedad cuando iba a dormir.
Era justo que ella le retribuyera de la misma manera, siendo ahora por un tema más adulto y complicado como lo era su salud mental en ese momento. Si era necesario llevarlo de la mano a cada una de sus citas y esperar por horas en una incómoda recepción, lo haría solo por él, porque le importaba mucho más de lo que alguna vez llegó a admitir en voz alta.
Un último suspiro salió de él antes de alejar las manos de su cuerpo, pero Gaia no lo soltó, seguía abrazándolo como un koala a su rama.
—Venga, nena, suéltame, ¿no? —dijo Ferrán, riendo por lo bajo—. Que nos vamos a acalambrar si la pasamos así toda la noche.
—Para una vez que te doy de todo mi amor, vienes a tratarme así —bufó, alejándose de él. Una calidez se instaló en su pecho al escucharlo reír con sinceridad—. A la próxima, que te vaya a abrazar Gerard, de verdad, no me valoras lo suficiente.
La rubia se acercó hasta él, dándole una sonrisa y mirándolo a los ojos, la tristeza todavía los llenaba.
—Yo hablo en serio, ¿vale? Necesitas más ayuda de la que tu familia o yo podemos ofrecerte, sentirte así y pasar por todo lo que estás pasando no es fácil.
—Supongo que tienes razón, pero… No lo sé, es más difícil aceptarlo y darme cuenta de todo.
Gaia le dio una sonrisa ligera.
—Aceptarlo es el primer paso y buscar ayuda es el segundo. Es lo mejor para ti y lo sabes, Ferrán.
—Deberé comenzar pronto, ¿no? Tratar de no hacer un hoyo mayor debajo de mi y hundirme más de lo que ya estoy, tocar fondo es demasiado para cualquiera.
Gaia no se contuvo, lo abrazó de nuevo y dejó la cabeza en su pecho. Él necesitaba esa clase de apoyo de todos los que lo rodeaban, alejarse de los comentarios tóxicos y el mal a su alrededor, necesitaba crear nuevos hábitos y concentrarse más en si mismo, por completo. Cuando se separaron, cogieron los potes de helado, con varias cucharas y fueron de nuevo al salón, dónde Gerard seguía en el mismo sitio, su hermano no dijo nada acerca de Ferrán, intuyendo que no era el momento.
—Tío, deja un puto canal de una sola vez —bufó Ferrán, cuando Gerard volvió a cambiar de canal con el mando—. Me tienes mareado.
—Calla tú, gilipollas —le respondió Gerard, de vuelta—. Si no hay nada bueno, ¿Qué quieres que ponga? ¿El Hormiguero?
Gaia se echó hacia atrás, riéndose cuando Ferrán pasó por encima de ella, buscando quitarle el mando de la tele a Gerard. Antes había tenido que soportar a un tonto y ahora eran dos, que peleaban como niños y no se ponían de acuerdo con nada. Sin embargo, ese momento de bochornosa vergüenza le gustaba, su mejor amigo necesitaba desconectarse de todos los problemas que habitaban en su cabeza y que le impedían disfrutar de todo lo que verdaderamente importaba.
Diez minutos exactos, dónde tenía a Ferrán y Gerard peleando por el mando de la tele encima de ella y cambiando los canales en el transcurso de ello. Las imágenes pasaban por la pantalla de un segundo a otro, casi ni dando tiempo de ver algo interesante o si quiera caer en cuenta que era lo que ocurría. Hasta que se mostró una cara demasiado familiar, siendo cambiada con la misma rapidez que todo lo demás.
—Basta —regañó, empujándolos a ambos y quitándoselos de encima—, parecéis niños, eh. Milán y Sasha se comportan mejor que vosotros, basta de la pelea.
Ambos empezaron con sus quejas, que fueron calladas cuando les quito la razón por la cual peleaban: el mando, ahora estaba en sus manos y cambió rápidamente de canal hasta llegar a esa cara que le resultaba tan familiar, dándose cuenta que no lo había imaginado. Pedri se encontraba riendo junto a un entrevistador, sabía que no era en vivo porque él estaba justamente en su propio hogar junto a Fer. Recordaba haberlo acompañado a unas cuantas entrevistas en las últimas semanas, pero sin saber de que se trataban por tener que ir a cumplir su propio trabajo. Le alegró poder verlo.
—Es Pedri —informó, con una enorme sonrisa entre sus labios—. Esto es interesante y lo veremos, ¿entendido?
Su tono no admitía replica alguna, a pesar de las quejas provenientes de su hermano y su amigo, ambos terminaron aceptando. Se quedaron en silencio, oyéndolo hablar con su típico acento canario y bromeando con el entrevistador, era increíble verlo en esa faceta, siendo amado por la cámara y dejando salir su personalidad divertida que alegraba a todos.
—… estar en uno de los mejores equipo del mundo puede ser una carga difícil de llevar, ¿no lo crees? ¿Cómo lo llevas, tienes un apoyo en tu vida o…?
La pregunta del entrevistador era bastante buena, y dejó que Pedri le diera una sonrisa encantadora, concentrándose en responder.
—Sí, la verdad es que tengo cuatro pilares fundamentales en mi vida, que son mi apoyo constante en los momentos más bajos y…
Una sonrisa se escapó de Gaia, enternecida con las palabras de su novio y disfrutando de aquella entrevista.
—Cuatro pilares fundamentales —repitió el entrevistador, con curiosidad—. ¿De quiénes se trata? Cuéntanos un poquito, menciónalos.
Lo vio reír.
—Bueno, en realidad solo son tres y un repre, pero ese no cuenta tanto —corrigió, bromeando. Gaia hizo una mueca, pero aún así logró soltar una llana risa, sin tanta comicidad—. Mi padre, mi madre y mi hermano son las personas más importantes de mi vida.
El entrevistador pareció complacido, pero el tema no acabo ahí.
—¿Y una novia por ahí no tienes? —cuestionó con interés. Gaia sintió como su corazón latía con fuerza.
—No, todavía no —respondió, riendo—. Que todavía soy muy joven para eso.
—Bueno, pero tendrás…
—No, para nada —le interrumpió Pedri, totalmente seguro de sus palabras. Gaia ahora solo podía sentir un nudo en su garganta—. No tengo ni novia, ni nada de eso. Venga, que no.
—A ver, no quiero mencionar a nadie, pero me han dicho… Me han dicho que eres un fiera, eh.
Pedri soltó una carcajada, sujetando el micrófono de la cadena con más fuerza. Gaia sentía las ganas de vomitar acumulándose en su interior, como siempre su estómago empezaba a dar retortijones por aquellas palabras mientras podía notar las miradas de Gerard y Ferrán sobre ella, con total atención a su actitud. Y cuando pensó que ya no podían romper más su corazón, Pedri continuó hablando.
—Bueno, sabes… Eh, trato de disfrutar como cualquier joven de mi edad; pero no… Se dicen muchas cosas cuando no hay ninguna relación en mi vida, enamorarme no está en mis planes en este momento porque solo quiero concentrarme en mi carrera. Pienso que hay mucho tiempo y…
El canal fue cambiado, pero Gaia ya había escuchado todo. Esa entrevista ponía fin a la horda de rumores y noticias que los habían estado vinculando desde hace semanas, era el punto final para la prensa y que clarificaba todo ese asunto. Una risa seca se escapó de ella, sintiendo como el dolor de su corazón roto le ardía por todo el cuerpo al escuchar como en su cabeza se repetían una y otra vez cada una de sus palabras.
Podía sentir la mirada de Gerard y Ferrán en ella, mientras el silencio tenso los envolvía. No quería voltearlos a ver, porque sabía que iba a encontrar ese brillo de la pena en sus ojos e iba a derrumbarse con ellos. Su amigo ni siquiera tenía el conocimiento exacto del porqué de su actitud y tampoco podía decírselo, no cuando aquel secreto no era solo suyo y su novio se esforzaba en esconderlo tan bien que hasta lograba confundirla a ella.
Siempre buscaba aferrarse de algo que la motivara a seguir, ¿pero ahora a qué podía hacerlo? ¿El recuerdo de la noche de Sant Jordi o como Pedri seguía sin decirle te quiero cada vez que ella se abría con él? ¿Cuál de los dos era más pesado y hacía mella en su corazón? Porque sentía que con cada buena acción de su novio venía acompañada de un doloroso recuerdo que lo eclipsaba totalmente y la hundía en un mar de dudas e inseguridades.
—Esto es una puta mierda —gruñó Gerard, quitándole el mando de las manos por completo. Gaia no quiso mirarlo—. ¿Me estás diciendo que esa mierda es verdad? ¿Qué él es capaz de decir y negar todo sobre…?
—Gerard, cállate —pidió, con la poca fuerza que le quedaba a su voz. Ferrán estaba presente y no debían discutir eso con el ahí—. Por favor, ahora no.
—Y si no es ahora, ¿cuándo? —bufó, demasiado molesto como para cuidar sus palabras. Gaia apretó los labios, sintiéndose pequeña ante el tono de su voz y le lanzó una mirada a Ferrán, que solo provocó una risa sin gracia de su hermano—. Ya veo, ¿es por Ferrán, no? No me digas, él tampoco lo sabe, ¿verdad? Ni siquiera sé porque pregunto cuando la respuesta es evidente
—Geri…
—¡No! —le espetó Gerard a Ferrán, que intentaba calmarlo—. Tú no te metas, menos si no tienes ni idea de porque estamos peleando. Cuando no sabes porque carajos Gaia tiene que aguantarse toda la mierda que lanzan sobre ella solo para tener que soportar esto.
—Es en lo que quedamos —murmuró, sin tener la valentía de mirarlo—. Lo decidimos los dos, tener un perfil bajo y mantener a la prensa alejada de nosotros.
Eso no pareció mejorar su humor.
—Gaia, una cosa es querer mantener vuestra relación en privado, fuera del foco de la prensa, eso lo entiendo; pero algo totalmente distinto es admitir en una entrevista pública que lo verán miles y millones de personas, que se está soltero y que jamás se ha enamorado —bramó, levantándose del sillón con molestia. Gaia fijó sus ojos en el suelo—. Esa mierda es una falta total de respeto hacia ti, que eres su novia.
La rubia apretó los labios con fuerza, tratando de no dejar escapar sus sollozos y sintiendo como las lágrimas se aglomeraban en sus ojos. Una mano fue puesta en su hombro, en señal de apoyo y Gaia se derrumbó al escuchar la voz de Ferrán tratando de calmarla, había dejado que el secreto de su relación saliera a la luz con él sin haberlo hablado antes con Pedri, eso no debía de haber ocurrido.
—¿Te acuerdas de Sevilla? —le preguntó su hermano, sin bajarle a su malhumor, a la pura indignación que sentía porque ella estaba pasando por eso—. Él se molestó porque tú dijiste que no tenías novio frente a personas importantes para ti, que son de tu total confianza. ¿Por qué él si puede decir con total tranquilidad que está soltero? No me parece nada justo para ti.
» Papá, el abuelo, Xavi, Leo, Andrés, Busi, Jordi, Sergi, Puyi, Cesc, Marc y un sinfín de nombres más —Gaia sollozó al escucharlo enumerar a todos ellos—. Has tenido a hombres que siempre te han tratado como una reina, diciéndote cosas y haciéndote sentir como el ser más increíble de este mundo. ¿Por qué te empeñas en querer seguir una relación con un chico que solo te quiere mantener en secreto?
Gaia alzó la mirada, dispuesta a enfrentarlo y tener al menos la dignidad de verlo a los ojos mientras le decía todo aquello; pero quizás su imagen era tan lamentable que hizo que todo el enfado que estaba sintiendo su hermano se evaporara en un parpadeo, mostrándole ese brillo mezclado entre pena y culpabilidad. Gerard dio un paso hacia ella, intentando tocarla y murmurar una baja disculpa; pero no obtuvo respuesta de su parte.
La catalana lo esquivó, sintiendo la humillación en cada parte de su cuerpo y huyendo de ese lugar. Estaba siendo una cobarde, como lo había sido los últimos meses, incapaz de darle una fuerza a su voz y exigir lo que ella quería en esa relación. Si es que podía llamarse así.
Cerró la puerta de su habitación con fuerza y volvió a sentir ese deja vu de estar repitiendo un momento exacto en su vida. Así era como había estado durante aquella noche con Pedri, con esa pelea que tuvieron y de nuevo estaba en una posición similar. Con las pocas ganas que tenía, se metió en su cama y se escondió debajo de las sábanas, dejando ganar a ese nudo en su garganta y liberando las lágrimas que estaba conteniendo. El Señor Mofletes era su único acompañante, justo como lo ha sido durante esos meses, y el apoyo más cercano que tenía que no iba a juzgarla.
¿Y si su hermano tenía razón? ¿Por qué se esforzaba en mantener una relación que Pedri quería seguir llevando en secreto? ¿Por qué ella era la única que parecía estar sufriendo con tener que ocultarse de todos cuando él lo hacía ver tan común?
Buscaba aferrarse a algo, que le hiciera continuar y confiar en sus sentimientos. La cita en Sevilla, los momentos lindos con él, las risas compartidas, los regalos que demostraban lo que sentía, aquel fugaz “Te quiero” que le dijo y el día de Sant Jordi. Era lo único que llegaba a su cabeza; pero, todo eso era opacado por otro montón de cosas.
Todos aquellos “te quiero” que no le correspondía, el silencio incómodo en el que se veían envueltos cada vez que sucedía, el mal gesto que tuvo con ella en el antro, como se esforzaba en seguir manteniendo la relación en secreto, escucharlo decir que no estaba enamorado y menos interesado en ello. La entrevista que acaban de ver. Abrazo al Señor Mofletes con más fuerza, buscando el valor del apoyo que ella siempre le daba a los demás.
Ahí estaba, abrazando a un peluche que él le regaló y teniendo su corazón rompiéndose cada vez ante los malos recuerdos en los que estaba envuelto su relación durante los últimos meses. Tan concentrada estaba en su dolor, que ni siquiera prestó atención a la puerta de su habitación abriéndose lentamente, mucho menos a que el intruso se acercó a su cama y le tocó el cabello con ternura.
—Muchas personas dicen que debemos expulsar el dolor de nuestro cuerpo para poder tener una visión más clara de las cosas, tomar las decisiones adecuadas en base a lo que queremos —Ferrán estaba ahí, ofreciendo ese apoyo que ella necesitaba—. Bella rossa, el amor jamás debe doler, no de esta forma.
Y Gaia se permitió llorar con más fuerza, siendo un mar de inseguridades y dudas, recordando cada palabra de Gerard, cada mal gesto de Pedri hacia lo que ellos eran y cada bonito momento que pasaron juntos como una pareja, en secreto. Casi cumplían tres meses, en dónde no todo era perfecto; pero sí funcional. ¿Estaba dispuesta a seguir soportando esa clase de momentos solo porque quería estar a su lado?
¡Hola, hola!
Acá está el nuevo capítulo, que me ha costado un montón editarlo porque todo el día estuve ocupada.
En fin, un par de aclaraciones antes. Ni Ferrán ni Pedri le dijeron a Gaia que el primero ya está enterado de la relación, por lo que en la segunda parte del capítulo es entendible que Gaia piense que Ferrán aún no sabe nada de ella y Pedri. Segundo, si no entienden qué es lo que tiene Pedro planeado para una o dos semanas, calma, es poco a poco que va a develarse ese misterio.
Hoy se lesionó Ferrán, estoy triste.
Bueno.
• ¿Les gustó el capítulo?
• ¿Parte favorita?
• ¿Qué les pareció el día de Sant Jordi para Gaia y Pedri?
• ¿Qué opinan en si de la relación de ellos dos? ¿Qué les parece estando juntos?
• ¿Qué opinan sobre lo que le dijo Geri a Gaia? ¿Creen que estuvo bien o sobrepasó los límites?
• ¿Alguna opinión sobre Ferrán?
• ¿Teorías para lo que sigue?
Gracias por leer <3
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top