oxxxi. capítulo treinta y uno

━━━ F. C. B A R C E L O N A
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lexxie & marce
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Gaia apagó su coche, escuchando como el motor dejaba de emitir su típico rugido. El sol iluminaba las calles de Barcelona, con el aire impregnado de esa tranquilidad mañanera que ofrecía una sensación de gusto. A su lado, en el asiento del copiloto, Pedri se quitaba el cinturón de seguridad, antes de cogerla de la mano y llevársela a los labios, dejándole un beso de agradecimiento en ella. Le dio una sonrisa, sonrojándose ante ese acto, a pesar de estar acostumbrada a él. Su novio ya tenía el alta médica, tanto para poder entrenar en conjunto con los chicos del equipo como para jugar, lo cual era un indicativo de que aquella lesión que sufrió había quedado en el pasado; pero la costumbre de que ella condujera no acababa, por alguna razón al canario le gustaba.

Era extraño, porque cuando llegaban juntos al entrenamiento los fans podían verlos ingresando, sacando fotos y también cada vez que se detenía por su novio a que firmara un par de autógrafos. Ellos eran los menos disimulados del mundo; pero aún así nadie les había dicho algo al respecto, sin embargo, solo era cuestión de tiempo que los interrogaran acerca de ello dentro del vestuario. Para su buena suerte, ese día lo tenía libre porque sus responsabilidades como actriz se volvían cada vez más presentes en su vida, tenía el futuro estreno de la segunda parte de su película y debía hacer muchas cosas con respecto a ello.

—¿Listo? —le preguntó a su novio, observándolo con una sonrisa—. Trata de no exigirte demás, ¿vale? Llévalo con cuidado y recuerda que nada de juegos bruscos.

Pedri asintió, con una sonrisa burlona entre sus labios mientras se arreglaba el cabello, antes de poder estirarse hacia ella para juntar sus labios en un cariñoso beso. La catalana se había vuelto amante de la manera en la que ambos encajaban, haciendo crecer esa sensación de estar hechos el uno para el otro y creando aquel sentimiento único que llenaba su corazón. Una suave queja escuchó, provocando que se separaran y, en la parte trasera, Fer había dejado de prestarle atención a su móvil para verlos con una mueca.

Gaia dejó salir una suave risa nerviosa, sintiendo como su corazón latía con fuerza por aquel juego constante que Pedri y ella mantenían, esa danza entre el amor y el secreto que los rodeaba, dándole un aire de tensión y emoción por la picardía de ser descubiertos. Se supone que a esas alturas de su relación, ambos debían saber perfectamente cómo disimular y mentir si la situación lo requería, pero parecía ser que con cada día que pasaba, se volvían peores en ello.

Los momentos que compartían entre las exigencias del fútbol, su trabajo y las sospechas que levantaban a su alrededor no creía que fuesen suficientes para ella, no porque el tiempo sea corto, sino porque no podía llegar a disfrutarlo del todo sabiendo que debía mentir y fingir ante todos. Había dejado aquel tema tranquilo, por un periodo de tiempo, pero la culpa la llenaba por dentro cada vez que se obligaba a proyectar una sonrisa en su rostro y decir que estaba bien con aquello, cuando no era así. No solo le mentía a sus amigos y compañeros, sino también a ella misma y eso era lo que más le pesaba.

Estaba claro que Pedri no le creía, que sabía que aquello le jodía y se esforzaba constantemente en recordarle que solo era cuestión de tiempo, esperar un poco más y serían esa pareja que siempre había querido. «Solo una o dos semanas más, cariño», le decía él, con total confianza, pero ella ya ni se esforzaba en creerle.

—Lo sé, vida mía —aceptó Pedri, con una sonrisa y dejándole otro rápido beso en los labios, provocando un nuevo quejido de Fer. La emoción brillaba en sus ojos, aquel sentimiento llenándole por completo porque solo debían esperar dos días más y de nuevo podía estar jugando oficialmente en el campo con sus compañeros—. No debes preocuparte por nada, estoy bien y seguiré al pie de la letra las indicaciones de Xavi y el staff, ¿vale? —Gaia hizo una mueca, sacándole una sonrisa—. Venga, que lo fácil es el entrenamiento, lo complicado vendrá en evitar o esquivar el interrogatorio de todos por los últimos rumores de la prensa acerca de nosotros.

—Si quieres decirme algo, dímelo a la cara, gilipollas —bufó Fer, rodando los ojos—. No me tires dardos, ya dije que lo sentía.

Gaia mordió su labio, evitando dejar escapar una risa al oír el tono despreocupado y casi desinteresado de su cuñado. En las últimas semanas, los rumores en torno a Pedri y ella habían crecido exponencialmente, sobretodo por el comentario de Fer en una página de chismes donde la defendía y, si se leía entre líneas, casi podía confirmar la relación. La catalana no estaba molesta por ello, agradecida aquella intervención porque así podían dejar de involucrar a su novio con otras chicas que, aunque no quisiera, hacían que sus celos florecieran. Sabía que Pedri tampoco había tenido problemas con eso, pero lo duro ni siquiera había iniciado.

—No te estoy tirando nada, exagerado —le aseguró Pedri, volteándose levemente para ver a Fer a la cara—. Solo estoy diciendo que los chicos me van a bombardear de preguntas por todo lo que se dice, nada más. Mucho han estado aguantándose, pero es mejor que me acorralen a mi antes de que Gallita se enfrente a eso.

—Bueno, no me molesta…

—Si lo hace; pero eres tan buena como para aceptarlo —Pedri no sonrió, su tono de voz era serio; pero estaba lleno de una melodía cariñosa. Él tomó su mano de nuevo, besándola dulcemente y llenándole de ese ambiente amoroso que le encantaba—. Te prometo que esto no deberá ser así, ¿vale? Solo dame un tiempo, una o dos semanas… Solo… Bueno, estoy esperando algo.

Algo estaba ocultando, la rubia lo sabía y no hizo más que confirmarlo en su cabeza cuando aquellas palabras de su novio fueron precedidas por una extraña mirada que compartió con Fer a través del retrovisor. Existía algún secreto entre los dos, algo que solo ellos conocían y que, su alma chismosa, necesitaba saber porque quedarse con una interrogante no era muy de ella. Sin embargo, antes de siquiera preguntar, su Canario volvió a acercarse, juntando sus labios y haciendo que todo su alrededor desapareciera con ese acto.

Amor, ese era el único sentimiento que su corazón podía sentir que transmitía ese beso. «Yo te quiero con toda mi vida, ullets blau», fue inevitable para ella no recordar esas palabras de Pedri, aquellas que la habían hecho tan feliz después de un amargo momento. La verdad era que a pesar de haber tenido esa fuerte discusión, motivada por una esporádica inseguridad y unos celos sin sentido, dónde se dijeron cosas de las cuales se arrepintieron de inmediato, notando el error por haber reaccionado tan mal, Gaia solo podía pensar en esa declaración genuina de amor.

Una vez llegó a asegurar que sería la chica más feliz del mundo cuando él le dijera aquello, y no se equivocó. Le había confirmado que no estaba dando todo de si por nada y que sus sentimientos eran correspondidos con la misma intensidad. Lo bueno de todo ese momento, es que pudieron dejar ese malentendido atrás, quedando solo como una discusión de pareja sin sentido alguno, algo que debían dejar salir antes de arreglarlo por completo. Gaia se aseguraba a si misma que no le importaban ninguna de las ex de Pedri, sin interesarse si la prensa no dejaba de hablar ni un segundo de ellas, o al menos eso era lo que trataba de hacerse creer.

—Venga, que me tengo que ir. Si llego tarde, Xavi me va a reñir —dijo Pedri, rápidamente—. Te adoro, hadita, nos vemos más tarde.

—¡Ay, pero que mono! —les molestó Fer, haciendo una extraña voz chillona. Gaia rió—. ¿Y a mí no me dices nada bonito, hermano?

Pedri rodó los ojos, ante el tono meloso de Fer.

—Sí, no molestes a Gaia —bufó, volteándose a mirarlo con seriedad—. Trata de no estorbarle o incordiarla mientras esté trabajando.

—Buah, tío, que amargado —se quejó Fer, riendo—. Si hasta pareces tú el hermano mayor. Venga va, vete que si no el suegro te va hacer correr veinte vueltas extras al campo por llegar tarde.

Pedri no respondió aquella burla, solo atinó a darle un último beso como despedida, coger su bolso de entrenamiento y salir del coche. Gaia soltó una risa al ver cómo Fer, ni corto ni perezoso, se pasaba al asiento delantero con emoción, como si de un niño a punto de dar un paseo se tratase. Aunque no era la primera vez que pasaban un tiempo así juntos, como familia, si le gustaba que él se mostrara tan feliz de poder ver como era su mundo artístico.

—¿Estás listo para pasar todo un día conmigo, Fer? —le preguntó Gaia, con diversión.

—Joder, sí —asintió, ajustándose el cinturón de seguridad—. Mi cuñada es una actriz famosa que me llevará todo un día a sus quehaceres de rubia millonaria. ¡Estoy preparadísimo!

Y, con esas palabras, el motor del coche volvió a emitir su típico rugido al ser encendido, dispuesto a llevarla a todas sus actividades de ese día y motivado en emprender su marcha.

Para ella, era un poco complicado lidiar con todas las responsabilidades que tenía a su alrededor. El estreno de la segunda parte de su película se estaba acercando y debía hacer promociones, grabar cosas para ello y juntarse con sus compañeros de cast para realizar entrevistas. Después de eso, tenía que hacer de modelo, posar en sesiones de fotos para ser portada de revistas y su nuevo papel de embajadora de Armani. Luego, hacer stream en twitch, para no olvidar a sus seguidores y fans, que siempre estaban apoyándola, y el tema de ir a Kosmos para reuniones por la nueva liga de fútbol femenil que planeaba su hermano.

Y aún así, no podía olvidar su compromiso con el club. Había luchado todos esos años para obtener un trabajo como creadora de contenido con ellos y no pensaba descuidarlo solo por sus demás obligaciones. Quizás era agotador, cansándose a mitad de semana, pero estaba feliz por hacer todo lo que le gustaba.

Cada día que pasaba estaba lleno de compromisos y responsabilidades, demasiado ocupada en todo y teniendo mucho que hacer, que aún así le sorprendía poder mantener una buena relación amorosa. Gaia amaba lo que hacía, a pesar de acabar cansada porque se divertía y le emocionaba cada proyecto que llegaba a su vida, era lo que había deseado desde niña. Su sueño perfecto.

Su día avanzó con normalidad, bastante más llevadero teniendo la compañía de Fer. Desde una sesión de fotos para ser la portada del mes de Cosmopolitan España, pasando por promociones juntos a Julio Peña para “A través del mar”, hasta terminar en las oficinas de Kosmos para una reunión de ideas para la creación de la Queens League, la liga de fútbol femenil que quería poner en marcha su hermano. A eso de la tarde, pensó que había podido tener libertad de la prensa, pero a penas pusieron un pie fuera de la empresa, el bombardeo de los periodistas llegó a ellos.

A través de los años Gaia se había vuelto experta en esquivarlos, así que, colocándose sus gafas negras, tomó del brazo a Fer y se abrió paso entre ellos, evadiendo los temas principales de los que querían obtener respuestas. Shakira y su mudanza a Miami, el tiempo de Gerard con los niños, su reacción a la canción de su ex cuñada, los impagos a hacienda —En esta le fue imposible no dejar salir una risa burlona— y fue por ello que agradeció cuando llegó a su coche.

—Ha sido divertido —le dijo Fer, con una sonrisa, entrando al coche—. Dile a Pedri que no te he molestado en lo absoluto, porque quiero acompañarte más veces.

Gaia rodó los ojos, burlonamente.

—Solo dices eso porque un par de modelos coquetearon contigo —bromeó, provocando una risa en él—. Se nota que tienes la misma personalidad coqueta que tu hermano.

—La de él le bastó para conquistar a una heredera millonaria, la mía a un par de modelos novatas. Creo que tengo que perfeccionarme, si soy el mayor de la familia.

—No creo que sea tu culpa, los futbolistas siempre juegan con una enorme ventaja.

—Sí, lo descubrí con Gavi.

A pesar de su tono burlón y resignado, que intentaba continuar con la comodidad que existía en la conversación, Gaia se vio incapaz de reírse de aquello, una mueca se formó en su rostro, sabiendo que aquel tema no era por completo gracioso para él. A pesar de que del otro lado se encontraba su mejor amigo, ella sabía que Fer había sido rechazado por una chica a la que quería y que le gustaba mucho desde hace algún tiempo, la cual se estaba haciendo cercana a Gavi y quizás un par de sentimientos podían estar creciendo entre ellos. No le debía ser fácil, porque eso no se superaba de la noche a la mañana.

—¿Quieres hablar de ello? —le preguntó a Fer, suavemente, tratando de proyectarse como un apoyo. Él hizo una mueca, dirigiendo la mirada a través de la ventana—. Sé que Gavi es mi amigo, pero tú también y quizás descargarte sea lo que necesites para cerrar ese capítulo y poder avanzar mejor.

Fer volvió la mirada hacia ella, dándole una sonrisa sincera.

—No tengo mucho que decir, tampoco quiero ponerte en una posición incómoda, Gaia —le dijo—. Ya he aclarado todo con él, supongo que solo necesito tiempo para deshacerme de estos sentimientos y buscarme a alguien a la que sí le guste. No hay malos rollos entre nosotros, todos somos amigos.

—Es algo que veo muy maduro de tu parte, supongo que son cosas de la edad —bromeó, encogiéndose de hombros. Fer le empujó, juguetonamente—. Pienso que te has comportado muy bien con todo esto, pero si algún día quieres emborracharte y quejarte del amor, sabes que estoy aquí para ser tu amiga fiel.

—Tú no me sirves, boba, que te va bien en el amor.

—¡Sí, lo sé! —chilló Gaia, aplaudiendo con emoción al recordar su relación y haciendo un mini escándalo dentro del coche—. Aún falta para que termine el entrenamiento, ¿te parece ir a comer algo mientras esperamos a Pedri?

—Vale, me gusta. Así todavía no se nos acaba el día juntos, cuñada.

Sonrió, poniéndose en marcha. A Gaia le gustaba demasiado su amistad con Fer, era como tener un soplo de aire fresco entorno al secreto que debía guardar. Con él no debía cuidar sus palabras, mentir o buscar excusas del porqué se llevaba tan bien con Pedri, solo era la verdad y nada más que eso. Con los demás era diferente, Ferrán no sabía nada y últimamente tenía sus propios rollos amorosos como para estar lidiando con los de ella, mientras que Gavi, que sí estaba al tanto de todo, no parecía estar teniendo mucho tiempo libre después de la caída por Copa del Rey. Si antes se esforzaba mucho, ahora lo hacía el doble y eso lo dejaba tan ocupado, que solo creaba más distancia entre ellos.

El recuerdo de aquella derrota en casa por Copa del Rey ante el Real Madrid le provocó una molestia, nadie se había esperado un resultado de esa manera. Esa noche, Gaia estaba entre sus responsabilidades con el club, soportar la caída de su equipo y seguir huyéndole a Vinicius que no parecía aceptar un no como respuesta, menos cuando tenía la euforia tan alzada por su estúpida victoria. La rubia pensó que quizás debía ser más clara al rechazarlo, tal vez poner fin a su amistad si eso significaba poder deshacerse de la incomodidad de sentía con aquel coqueteo.

La brisa fresca de la tarde les golpeó el rostro cuando llegaron a su destino, a tan solo una calle de la Ciudad Deportiva, la cafetería frente a ellos se mostraba como el lugar perfecto para hacer un poco de tiempo hasta que el entrenamiento llegara a su fin. Muchas veces, Gaia no podía disfrutar de las calles y establecimientos de Barcelona sin estar rodeada de una multitud de fans o de periodistas que buscaban sacar algún título de ella o su familia, pero ese día parecía estar todo a su favor. El lugar estaba casi vacío, tan solo unos pocos asientos estaban siendo ocupados por parejas de adultos mayores y gente preocupada en sus propios asuntos como para prestarle un poco de atención.

Luego de pedir un par de bebidas y darse el gusto de probar los postres más recomendados en la cafetería, Gaia y Fer salieron a sentarse en una mesa al aire libre, disfrutando del clima de ese día y distrayéndose con las personas que iban de un lado a otro.

—Mamá ha estado llamando todos los días —le dijo Fer, reiniciando la conversación—, se fue hace tan solo la semana pasada y aún así no deja de llamar, dice que van a venir de nuevo a ver el partido de Pedri, ahora que se recuperó de la lesión.

—Lo sé —rió—, también me ha llamado a mi. Me agrada, tengo a alguien con quién hablar y se escucha muy emocionada porque llegue pronto las vacaciones.

—Es tu primera vez en Canarias y será con nosotros, es un privilegio albergar a la realeza de Cataluña.

—Gilipollas —bufó, lanzándole una servilleta echa bola—. Tengo muchas ganas de conocer Tegueste, Pedri y vuestro padre no han dejado de hablarme de él, contando sobre lugares que debo visitar y a dónde piensan llevarme.

—La verdad es que han creado mucha expectativa con tu visita…

—Tanta que vuestra abuela no quiso esperar a las vacaciones y vino solamente a conocerme.

Fer, que se había llevado su batido a la boca, se ahogó por sus palabras y tuvo que cubrirse con las manos para evitar hacer un escándalo con sus fuertes carcajadas. Gaia lo observó burlonamente, se había acostumbrado a las visitas de Rosy y Fernando, emocionada por poder pasar más tiempo con ellos; pero la última vez se llevó una sorpresa, al notar que no estaban solos, sino que iban acompañados con la abuela de Pedri que, al parecer, no solo tenía muchas ganas de ver a sus nietos, sino también de conocerla.

—Sí —dijo Fer, luego de haber calmado su ataque de risa—. Al parecer el secreto de vuestra relación va desapareciendo poco a poco.

Aquellas palabras solo provocaron que le diera una sonrisa, sin mucho interés mientras agitaba su bebida desconcentradamente. Se encogió de hombros, ese era un tema que no quería tocar de nuevo por el momento, porque los últimos días habían estado intensos con todos los rumores de Pedri y ella. Cómo siempre, una parte de la prensa era amable, comentando lo interesante que sería una relación entre ellos y lo llamativo que podía ser verlos juntos; pero del otro lado, no parecían compartir ni los mismos pensamientos, y mucho menos la amabilidad.

Estaba demasiado enterada de como se movía la prensa rosa en España, lo malintencionada y amarillista que podían llegar a ser solo por buscar una noticia que llamara la atención. Solo veían lo malo, comentaban todo aquello que pudiera generar una reacción en el público y hacerse viral, lo cual era problemático cuando también existían personas que eran capaces de decir y hacer de todo solo por quince minutos de fama. Gaia era a la primera a la que no le gustaba mantener su relación secreta, detestaba tener que fingir una sonrisa en cada stream y decir que todos estaban locos cuando le hablaban de los rumores con Pedri, teniendo que afirmar que solo eran amigos; pero, quizás, leyendo los titulares en las redes sociales, podía entender por completo la posición de su novio con respecto a ello.

Hasta ese momento, para la prensa nada estaba confirmado, nada era seguro y solo eran teorías y rumores que tomaban fuerza día tras día, pero aún así eso no evitaba que los atacaran. Gaia era fuerte, le había tocado lidiar con eso toda su vida, acostumbrándose a los apodos que le ponían, a las mentiras y a que supusieran cosas de ella que no eran verdad; pero que daban como hechos. Era por ello que pensaba que sería la más atacada en los medios y por los haters, juzgando su carrera y oportunidades, minimizándola a su relación amorosa; pero no, el principal atacado había sido Pedri.

A su novio le estaban creando una reputación de “fuckboy”, creyéndoles a chicas random en tiktok, poniendo en duda sus intenciones con ella y su compromiso con el club. Todo escalaba tan rápidamente que hasta Fer tuvo que salir en su defensa, sumamente enojado por todo lo que se decía de su hermano y buscando callar las mentiras que todos daban por hecho entorno al canario.

—Bueno, quizás eso no sea lo mejor —dijo, en voz baja y sin mirarlo. Una silencio se formó entre ellos, permitiendo darse cuenta que la cafetería estaba llenándose poco a poco con pequeños grupos de personas, creando un mar de voces a su alrededor, entre conversaciones en voz alta a suaves cuchicheos que pretendían no ser escuchados—. Te agradezco por haber salido en nuestra defensa, ¿sabes? Sobretodo por la de Pedri, es horrible lo que están diciendo de él.

Fer le dio una sonrisa sincera, acomodándose en la silla dónde estaba.

—La verdad, te digo que me esperaba un griterío de vuestra parte por haber sido un metiche —bromeó, tratando de aligerar el ambiente—. Ya sabes, por probablemente haber confirmado vuestra relación, sabiendo que queréis llevarla en privado. Lo lamento, no debí haberlo hecho, pero a veces me sobrepasa la manera en la que hablan de vosotros y las mentiras que dicen.

—No te preocupes, ni Pedri ni yo estamos molestos por eso, te lo agradecemos, en realidad —sonrió—. Creo que te admiro un poco, a mí me gustaría saltar un más para defenderlo y callar a la prensa como lo suelo hacer, pero… Ya sabes, no quiero hacer que todo incremente y ponerlo a él en una posición incómoda, a la que no está preparado.

La catalana le dio una sonrisa, buscando demostrar que el tema no le afectaba, pero de inmediato se le deformó en una mueca incómoda. Ella jamás había sido de quedarse callada, ni en internet y mucho menos cuando involucraban a una persona que quería, siempre estaba dispuesta a hacer callar a los bobos y haters, hacerlos quedar en ridículo y eliminar cualquier clase de rumor; pero esta vez no podía ser así, tenía que guardar silencio y hacer como que no sabía de nada, solo para no levantar sospechas.

Por un momento su mirada se desvió hacia una mesa detrás de Fer, dónde un grupo de chicos los veían y hablaban entre ellos en voz baja junto a un par de chicas jóvenes. Les dio una sonrisa, acomodándose las gafas negras, y volvió su atención hacia su cuñado.

—No es por defenderlo, ¿vale? Pero a él tampoco le gusta el secretismo en vuestra relación —Fer se inclinó hacia ella en la mesa, con total seguridad—. Sé que Pedri está contento con lo vuestro y quiere salir contigo como una persona normal, habla de citas y lugares a dónde quiere ir contigo; pero el que seáis famosos os pone un alto nivel de complejidad a ello.

» Solo es cuestión de esperar un poco, ¿sí? La prensa os dejará tranquilos cuando se aburran y os vean felices, siendo una pareja bonita —Gaia asintió, apretando los labios—. Tal vez sean una o dos semanas más de espera, en serio, si es que no se retrasan y…

—¿Si no se retrasa qué? —interrumpió, confundida.

Lo vio abrir los ojos de forma exagerada, como si acabara de darse cuenta que había hablado demás, metiendo la pata con algo en particular. Eso solo incrementó sus sospechas y, como jamás lo notó tan nervioso de aquella manera antes, alzó una ceja en su dirección, indicándole que esperaba una respuesta, provocando así un fuerte sonrojo por su parte. Fer, tratando de ignorarla, se llevó una enorme cucharada de la tarta de chocolate a la boca, llenándola y haciéndole señales sobre que no podía hablar.

Eso solo le confirmó que tanto Fer como Pedri estaban ocultándole algo, ambos se comportaban de forma extraña y parecían tener una especie de fijación con repetir una y otra vez que algo ocurriría dentro de una o dos semanas. Era como si una cosa importante fuese a ocurrir en ese tiempo, pero a Gaia no se le cruzaba por la cabeza que era lo que podía ser, colocándola de malhumor porque era una cotilla de primera y deseaba saber absolutamente todo. No le hacía ninguna gracia que esos dos estuvieran con un misterio sin decirle nada.

—¿Te he hablado de mi amiga María? —preguntó Fer, luego de tragarse el pedazo de pastel, actuando como si nada y cambiando abruptamente el tema—. Es una amiga de la familia desde hace años, también es de Canarias.

—Fer…

—El asunto es que ella también está enterada de lo vuestro —continuó él, sin hacerle mucho caso—. Está muy al tanto de los rumores porque es tu fan, además es una metiche y nos llamó para interrogarnos sobre eso. Pedri tuvo que soltarle todo, con lujo y detalles.

—Creo que me cae bien.

—Y más te caerá al conocerla, literalmente le gritó a Pedri por no haberle contado antes y exigió tener un día de chicas contigo allá.

Esa idea quitó momentáneamente el tema anterior de su cabeza, Gaia rió al escuchar aquella exageración de Fer y todo lo que él le seguía contando con referencia a Canarias, sus amigos y su familia. Sin embargo, un pequeño ruido zumbaba en su cabeza como una abeja rondando por el lugar, y era pensar en la facilidad con la que llevaban aquella relación secreta; pero al mismo tiempo pública. Un pequeño grupo de amigos y familiares sabían de ellos con total seguridad, pero eran esos que no veían demasiado y, de igual forma, no podían hablar de ello con alguien más.

A pesar de los rumores ruidosos que los rodeaban, el equipo no tenía ni idea de la relación que llevaba con Pedri, salvo la de unos buenos amigos, y lo peor es que era que no existían planes de decirles pronto, lo cual le jodía. De alguna manera, era una contradicción en toda regla, ¿por qué algunos podían saberlo y otros no?

En medio de sus cavilaciones mentales, el sonido de su móvil encima de la mesa atrajo su atención. La imagen de Pedri se mostró de inmediato en la pantalla, era aquella fotografía que le había tomado durante su primera cita en el museo de Sevilla. Era un recuerdo que la hacía tan feliz.

—¡Cariño! —chilló, atendiendo la llamada—. ¿Ya ha terminado el entrenamiento, vida mía?

—No, todavía falta al menos una hora —rió—; pero te llamaba porque ha pasado algo en el entrenamiento y quiero contarte.

—¡Uy, chisme! —dijo, apoyando los codos en la mesa y esperando que él comenzara a hablar, todo ante la atenta mirada de Fer—. ¡Venga, cuenta! Soy todo oídos, te juro.

—Bueno, hubo una escena lamentable con un imbécil hoy. ¿Sabes quién es el ex de Noa? —Gaia hizo una mueca, un grupo de bulliciosas personas pasaba por su lado, casi sin dejarle escuchar las palabras de su novio—. Pues el muy imbécil… Oye, Gallita, ¿me estás escuchando? ¿Qué es todo ese ruido?

—Unas personas muy ruidosas que no me dejan escuchar tu chisme —bufó, dirigiéndoles una pesada mirada, haciendo reír a Fer—. Estoy en la cafetería que está a una calle de la Ciudad Deportiva con Fer, pero no te distraigas, cariño. ¿Qué me estabas contando del imbécil de Pol Lemar?

La simple mención de ese nombre provocó la misma reacción en los dos hermanos González, no le extrañó para nada, conocía de sobra la historia que giraba entorno a ellos con el ex de Ainhoa, como la ayudaron en su difícil ruptura y fueron ese apoyo que ella necesitaba. Pol generaba fuertes sentimientos en las personas que conocía y ninguno era bueno, siempre eran negativos.

—Bueno, resulta que… —Esta vez, un par de chillonas jovencitas que se acercaban a ellos le impidió escuchar la narración de su pareja—. Ullets blau, me queda aún un rato de ejercicios en el gimnasio, cuando acabe le pediré a alguno de los chicos que me deje allá en la cafetería con vosotros y así os cuento todo.

—Pedro —rogó, haciendo un mohín con sus labios, uno que él no podía ver; pero que quizás intuía por su tono de voz—. No me dejes esperando con la duda por una hora completa, o sea, sabes cómo soy.

—Sí, ansiosa y chismosa —rió.

—Tal vez, pero así me quieres.

—Con mi vida entera, mofletes.

Aquella respuesta, dicha sin dudas o nervios, provocó un estallido de emociones en su corazón, sacándole una risilla nerviosa y el sonrojo en sus mejillas por aquella nueva declaración de amor. La confianza plena con la que fueron dichas esas palabras le volvía a asegurar que todo valía la pena por él, por la relación y por lo que eran los dos como una pareja, que no estaba dando pasos a ciegas en un camino desnivelado, sino todo lo contrario.

Sabia que el secreto que mantenían no iba a durar mucho, Pedri no paraba de repetirlo y cada vez le prometía que solo era cuestión de tiempo para que todos los supieran a su debido momento. Aquello era todo lo contrario a los sentimientos del canario, que se jactaban de ser duraderos, reales y bastante especiales, y era todo lo que ella pedía, porque le otorgaba aquella seguridad que necesitaba para saber que no estaba cayendo de nuevo en los mismos errores de su pasado. No estaba entregándole su corazón a una persona que la traicionaría, tomándolo y pisándolo sin piedad alguna.

Eso no era algo que estaba ocurriendo entre ellos y que mucho menos iba a suceder, Pedri no era su ex, no había ni un gramo de similitud entre ellos dos. Jamás iban a compararse en algo.

—¿Sigues ahí, vida mía? —le preguntó su novio, al otro lado de la línea, sacándola de aquella ensoñación en la que se había sumergido. Una tercera voz se oyó, seguido del grito de Pedri respondiendo en su dirección, quizás debía volver al entrenamiento—. Hadita, tengo que irme, ¿de acuerdo? Pero te prometo que te contaré todo lo que ocurrió aquí, con lujo y detalles dentro de un rato.

—No espero menos de ti, afecte meu —Soltó una risa risueña—. Bueno, nos vemos ahora, te quiero.

Pedri no le respondió, tan solo le lanzó un beso a través de la línea, para luego colgar la llamada. Gaia tuvo que ignorar aquel pinchazo de la espinita clavándose en su interior al no escucharlo responderle el “te quiero”. Se dio un leve regaño mental, llamándose a si misma exagerada por aquel pensamiento que rozaba a lo dramático, ella ya sabía que Pedri la quería y no necesitaba que estuviera diciéndoselo a cada rato.

¿O sí?

Soltó un suspiro, mientras movía la cabeza para tratar de alejar esa voz molesta que la hacía dudar. Colocó su móvil de nuevo encima de la mesa, a un lado de los platos vacíos, y volvió a prestarle atención a Fer.

—¿Vas a contarme que sucedió en el entrenamiento, hadita? —La manera burlona en la que se mencionó aquel apodo solo le confirmó que buscaba avergonzarla por el comportamiento tan cursi que tenían; pero Gaia no se sintió así en lo absoluto. Levantó la mirada y le regaló una sonrisa orgullosa—. ¿Crees que algún día sientas eso que las personas normales llaman vergüenza?

Gaia negó.

—Geri dice que perdí esa capacidad desde que era una niña —rió—. Pedri dice que sucedió algo con el gilipollas de Pol en el entrenamiento, no me ha contado exactamente qué; pero va a venir dentro de un rato para hacerlo.

—Te estás muriendo de la curiosidad por dentro, ¿verdad?

—Muy lentamente —confirmó, moviendo su cabello rubio de forma exagerada y haciéndolo reír—. Te juro que como no llegue aquí exactamente en una hora, lo pondré a dormir hoy en el sillón.

—Eso quiero verlo —bromeó, cogiendo su propio móvil—. He puesto en marcha el temporizador, a ver si mi querido hermano llega dentro de sesenta minutos.

Con una risa compartida, Fer inició la cuenta regresiva del temporizador, haciendo que el tiempo comenzara a correr. La tarde pasó llena de bromas y con una refrescante sensación de tranquilidad, disfrutaban del sol brillando encima de ellos y del aire fresco que les otorgaba Barcelona, compartiendo risas e intercambiando anécdotas de la infancia, cada una más divertida que la anterior, que los hacían unirse más como amigos y creaba una complicidad entre ellos. La cafetería, que en un inicio estaba casi desértica, empezaba a mostrarse llena, incrementando los cuchicheos de las conversaciones a su alrededor e igualmente las miradas indiscretas en su dirección.

Las gafas negras en su rostro era perfectas, creaban el efecto Superman en ella e impedía que muchos pudieran reconocerla con la facilidad característica con la que se podía conocer a una persona famosa. O eso fue hasta que un par de tímidas chicas se acercaron a ellos, preguntándole de manera avergonzada si podían tomarse una foto con ellas y chillando mientras le decían que les había gustado A Través de mi Ventana. Después de eso, en menos de cinco minutos, toda la cafetería estaba al tanto de su presencia en el lugar.

Las reacciones del establecimiento eran divididas, tal como ocurría casi la mayoría del tiempo. Por un lado, chicas y chicos jóvenes, fans del fútbol, de su película y seguidores de su canal de twitch, se acercaban para saludar y pedir autógrafos o fotografías para tener evidencia de que la habían conocido. Mientras que, por el otro, se encontraban los bobos de turno, aquellos que se creían tan guays haciéndose los interesantes, fingiendo que no les importaba su presencia, pero que igualmente se tomaban la molestia de repetir la palabra “nepobaby” en voz alta, al igual que cantar estrofas de la canción de Shakira dedicada a su hermano.

Las cosas negativas solía ignorarlas, concentrándose tan solo en lo bueno y bonito de la vida, y eso lo obtuvo cuando la calma volvió a llenar el lugar, después de la fugaz emoción que hubo en todos por haberla reconocido. Sin embargo, fue un momento tan efímero que poco pudo disfrutarlo, porque un nuevo mar de cuchicheos, risillas nerviosas y sonidos de asombro se escucharon por toda la cafetería cuando observó al nuevo cliente llegar. Pedri se abría paso entre un par de mesas buscando llegar hasta ellos, justo en el momento exacto cuando el temporizador que había puesto Fer llegaba al número cero, indicando el final del la cuenta regresiva.

Gaia le dio una sonrisa nerviosa a su novio justo cuando este dejó un beso en su cabeza, antes de sentarse a su lado, con total seguridad, demasiado cerca de ella y pasando el brazo por detrás del respaldo de la silla. El nivel de exposición pública al que se estaban enfrentando en aquel momento era el mayor que habían tenido en los últimos meses y no iba a ser más que echarle mucho más leña al fuego de rumores que se incendiada a su alrededor.

—Buah, has llegado justo a tiempo, hermano —Fer sonrió, cogiendo su móvil y mostrando la pantalla en dirección a Pedri. Podía observarse en ella los ceros de la antigua cuenta regresiva—. Tan solo un minuto tarde y Gaia te habría dejado durmiendo en el sofá está noche.

Los ojos marrones de Pedri se fijaron en ella, Gaia pudo notar el cariño con el que ellos la veían, pero también la diversión por aquellas palabras de burla.

—¿Por qué me harías eso? —preguntó, con diversión—. Si sabes que no puedo dormir si estoy alejado de ti, ullets blau.

Fue como un auto reflejo quizás motivado por la costumbre entre ellos, Pedri se acercó a ella, casi como si quisiera besarle los labios, pero los ojos azules de Gaia se desviaron a mirar detrás de él, haciendo contacto visual con un par de chicas que las veían emocionadas. Así que, un poco nerviosa, corrió el rostro, provocando que los labios del canario fueran a parar a su mejilla en un toque extraño que al parecer él no se esperaba.

Pedri le dio una mirada extrañada; pero Gaia le ofreció una sonrisa tratando de alejar cualquier inseguridad de su cabeza.

—Te he pedido un pastel de red velvet —le informó, haciendo como si nada y acercando el plato con aquel postre por encima de la mesa—. Lastimosamente, aquí no hacen tu dulce favorito, las galletas de avena sin gluten.

—Que pecado, deberían considerar ponerlo en su carta —bromeó—. ¿Qué tal el día, cariño? Por favor, dime que Fer no te dio mucho la lata o sino no volveré a dejarlo ir contigo.

Fer, sentado frente a ellos, y provocando que la cercanía que mantenía con Pedri se viese aún más notable, soltó una risa sarcástica y le sacó el dedo del medio a su hermano menor.

—Me he comportado mucho mejor que tú, gilipollas.

—Sí —secundó Gaia, con una sonrisa burlona—. Se la pasó de lujo con dos modelos coqueteándole.

—Es que el acento canario las vuelve locas —bromeó Pedri. Gaia alzó una ceja en su dirección—. Bueno, o eso es lo que me han dicho, cariño.

Un nuevo beso fugaz fue dejado en su mejilla y, mientras Gaia rodaba los ojos, un grupo de jóvenes se plantó frente a la mesa, demasiado emocionados. Dos de ellos incluso llevaban la camiseta blaugrana y ese simple detalle le hizo volver a la realidad. No debían estar haciendo eso, no cuando se suponía que debían llevar la relación con un bajo perfil y evitar cualquier cosa que atrajera la atención hacia ellos. La rubia se sentía incómoda pensando que su afán de olvidar el secretismo estaba obligando a Pedri a mostrarse y hacer cosas para las que él no estaba listo aún.

La mirada de la rubia se posó en el canario, buscando en su rostro alguna señal de molestia. Quizás alguna sonrisa forzada hacia los fans o el porte tenso característico de no estar pasándola completamente bien; pero no halló nada de eso en él. Pedri se mostraba feliz, ajeno al mar de pensamientos que a ella la acomplejan, sin embargo, cuando su móvil, colocado encima de la mesa, comenzó a sonar tuvo que obligarse a poner la mente en blanco para poder responder.

Aún más cuando en la pantalla, dónde se mostraba la llamada entrante, podía apreciarse la foto de su representante, Mónica Bernabéu, su tía.

Pedri siempre recordaba lo que era ser un fan del fútbol siendo un niño, esa emoción ante la idea de poder ver a tu ídolo y lograr una foto con él o ganarte un autógrafo de su parte. Era por eso que llevaba tan bien lo de ser amable con los seguidores del club, porque recordaba con claridad al pequeño que alguna vez fue queriendo un recuerdo de su jugador favorito y un momento que podría atesorar cuando fuese mayor. Buscaba que pudieran verlo justo como él veía a Iniesta cuando era tan solo un pequeño admirador.

Un par de extraños flashes lo desconcentraron, justo cuando Fer terminaba de tomar la última foto con el pequeño grupo de personas y le entregaba el móvil a los dos adolescentes que le agradecían con una sonrisa por ello. Buscó a Gaia con la mirada encontrándola a tan solo unos metros apartada de ellos apartada, lejos de la mesa donde estuvieron hasta hace pocos segundos sentados. Tenía su móvil pegado a la oreja, parecía estar hablando con alguien y, no podía obtener mucha información de ello, porque estaba de espaldas.

A tan solo un par de pasos alejados de ella, pudo encontrar la causa de eso flashes extraños que había percibido antes. Unos cuantos periodistas, armados con micrófonos y cámaras, no paraban de sacarle fotografías, grabarla y lanzar preguntas en su dirección. Gaia se veía imperturbable haciendo caso omiso a las cientos de interrogantes que eran dichas hacia ella, cada una de ellas buscando ser el titular de periódicos o revistas y el tema de debates en los programas de cotilleos.

«¿Cómo es que su novia podía acostumbrarse a ello y no parecer afectada de alguna manera», se preguntó a si mismo, observándola con admiración y un poco de pena. Una chica de veintiún años no debería haberse acostumbrado a eso, por más famosa que fuese ella o su familia. Para él, eso era una clase de acoso, que podía llegar a agobiar a las personas, quizás para Gaia no era nada, porque se había obligado a ignorarlo y a vivir con ellos toda su vida. Se trataba de aquello que se podía conocer como “las consecuencias de la fama”.

No le gustaba, para nada. Menos que ella tuviera que hacerle frente a eso sola.

—Creo que acaba de recibir una buena noticia.

Las palabras de su hermano llevaban mucha razón y, con un silencioso murmullo, estuvo de acuerdo con él. No podía dejar de ver la enorme sonrisa de oreja a oreja en el rostro de su novia, notando los pequeños saltos que daba a medida que hablaba. Ante sus ojos, eran dos escenas completamente diferentes; pero que a la vez se encontraban unidas. Por un lado, Gaia, concentrada en sus cosas y conversando con alguien en su móvil, mostrando una emoción exorbitante que la sobrepasaba. Mientras que, al mismo tiempo, los paparazzi lanzaban preguntas hacia ella, el tema de Gerard, Shakira, los niños, la canción. Todo eso se repetían una y otra vez.

Para Pedri fue imposible ocultar su mueca, molesto por el sinfín de cosas que lanzaban hacia ella para incomodar la e incordiarla. La sonrisa en el rostro de su novia era demasiado perfecta, única y como una obra de arte, de las que merecían ser exhibidas en un museo para que pudieran admirarla. No iba a arriesgarse a perderla, menos dejar ir el brillo de felicidad en sus ojos o la actitud arrolladora que tenía solo por alguna tontería que aquellos buitres que se hacían llamar periodistas pudieran soltar.

—Ya regreso —dijo, en voz alta.

Sus palabras salieron tan rápidas y se movió de la misma manera, que no supo si Fer lo alcanzó a oír. Igualmente, tampoco le había dado tiempo de responder, para si quiera llegar a detenerlo, porque fue casi automáticamente hacia su novia, sin apartar la mirada de ella e ignorando las voces de los paparazzi, que ahora iban dirigidas hacia él. Trató de llevar al fondo de su corazón a aquel agobio que había estado sintiendo hace semanas, imaginar que la prensa rosa descubriera su relación y buscaran la manera de atacarlos por todos lados. Sin embargo, ese pensamiento se esfumó de su cabeza tan pronto llegó, no existían razones lógicas por las cuales debía esconderse o fingir que no había nada entre ellos.

Se acercó a su novia con sigilo, colocando una mano en su espalda y haciéndole notar que estaba ahí con ella. Gaia se sobresaltó, volteándose hacia él para darle una sonrisa brillante, antes de despedirse de la persona con la que había estado hablando a través del móvil y poner toda su atención en él.

—¿Quién…?

—¡Me lo han dado! ¡Me han dado el papel! —exclamó ella, con mucha emoción, mientras apretaba el móvil entre sus manos y seguía dando pequeños saltos—. ¡Voy a protagonizar una nueva película!

Su felicidad era contagiosa, no solo por la desbordante alegría que irradiaba sino también por el orgullo que sentía por ella. Le dio una sonrisa abriendo sus brazos para estrecharla en un abrazo y felicitarla como lo merecía, sabía lo mucho que había deseado obtener aquel papel y cuanto se esforzó preparándose para aquella audición. Sin embargo, lo que no esperaba, era que su rubia diera un paso atrás, dándole una mirada nerviosa antes de hacer chocar sus manos en un gesto amigable; pero que jamás compartieron alguna vez.

Aquel acto le extrañó; pero trató de no verse tan confundido o afectado por esa acción, a pesar de que su rostro fuese tan expresivo en ese momento. Sus manos permanecían juntas después de aquel choque, provocando que los flashes se volvieran más constante y las preguntas aún más fuertes. Estaban llamando la atención, los rumores los rodeaban y ahora se encontraban frente a la prensas, después de meses en silencio acerca de la relación que llevaban.

—Eso es asombroso, hadita —le dijo, con cariño—. Venga, vayamos a cele…

—¡Gaia, eh! ¿Cómo está tu hermano? ¿Cómo están Milán y Sasha? ¿Han ido a ver a los niños, Shakira los ha dejado?

Hubo una voz que se hizo más fuerte por sobre las demás. La cara de Pedri se deformó en una mueca al reconocerla y ni siquiera quiso darse la vuelta para confirmar aquellas sospechas. El mismo periodista de siempre, aquel que se encargaba de seguir a Gaia y Gerard a todos lados, como una molestia y acosadora sombra, buscando siempre algo malo acerca de ellos y tratando de hacerlos quedar lo peor posible ante el país en su torpe programa de chismes.

Ese hombre también era el responsable de la campaña en su contra, por haber empezado a difundir rumores sobre su persona, entrevistando a chicas que ni siquiera conocía; pero que aseguraban con total falsedad haberse liado con él. Sergi Castelá era un grano en el trasero y no le importaba cuantas veces creara chisme falsos acerca de su vida amorosa, siempre y cuando pudiera dejar a Gaia en paz.

—¡Gaia! ¿Qué opinas de la canción de Shakira? —Una nueva ronda de preguntas de su parte comenzó—. ¿Él es tu novio? ¿Son ciertos los rumores? ¿Vas de cacería de nuevo con otro futbolista? ¿Fue Pedri o tu hermano por quienes conseguiste el trabajo en el club?

Si de por sí ya estaba molesto por la presencia de ese hombre, su humor no hizo más que empeorar ante aquel montón de preguntas estúpidas que estaba lanzando en dirección a su novia. La vio morderse el labio, conteniendo las ganas de no soltarle un mar de improperios a los periodistas, porque a pesar de todo, no quería ponerse a la prensa en contra. Sería un movimiento muy malo para su carrera y para el renombre que tenía en España Su rubia le dirigió una mirada apenada, por lo que pudo darse cuenta que aquel silencio también era por su causa, no queriendo hacer más grande el asunto o colocarlo en una situación que pudiera llegar a incomodarlo.

Ella no deseaba situarlo a él en medio de algo que pudiera salirse fácilmente de control.

—¡Gaia, Gaia! ¿Algún trabajo nuevo? ¿Tu hermano ha logrado conseguirte un papel o el dinero ya no le vale para hacerte un nombre en ese medio?

Era una lástima que Pedri estuviera lo suficientemente enojado como para pensar de la misma forma lógica y razonable que ella.

—Gaia tiene el suficiente talento para poder conseguirse papeles por ella misma —bufó, volteándose enojado hacia la prensa. Los flashes le dieron en todo el rostro y se preguntó si alguna vez llegaría a acostumbrarse a ello—. No necesita de nadie porque ha trabajado muy duro para ello. Es algo que no se puede decir de ti, que lo único que haces es propagar mentiras y dedicarte a acosarla.

Los murmullos a su alrededor tomaron más fuerza que antes, ahora, como había hablado directamente hacia ellos, querían que respondiera a todas sus demás preguntas. Estaba molesto, cabreado por la forma en la que ninguneaban la carrera de su novia y desmeritaban todos los esfuerzo y el trabajo duro que ha hecho. La prensa rosa era molesta, no le gustaba y deseaba deshacerse de ella lo más pronto posible, dándose cuenta que quizás no tuvo que haber caído en ese juego, porque ellos no iban a detenerse.

Unas manos le sujetaron del brazo y lo tiraron para que caminara, no se había dado cuenta del follón que había formado entre la prensa y los fans que estaban presentes. Tuvieron que salir de ahí escoltados entre el mar de gente hacia el auto de su novia, Fer iba a sus espaldas, siguiendo sus pasos, mientras que Gaia caminaba por delante de él con sus gafas puestas y una expresión de seriedad en su rostro. No parecía demasiado contenta.

Por un momento llegó a creer que era por la situación, el agobio que debía sentir por estar lidiando con eso después de un día ajetreado; pero cuando se acercó a ella para cogerla de la mano, el agarre fue tan efímero que pensó que solo había sido producto de su imaginación. Llegar al coche fue un alivio, más cuando este se puso en marcha, dejando aquella vergonzosa situación atrás. Hasta que sintió el ambiente llenarse con una tensión sofocante, Gaia conducía sin despegar la mirada del camino, con el rostro más serio que le había visto; Fer veía a través de la ventanilla trasera, mientras él solo se limitaba a pensar en lo que acababa de suceder.

—No tuviste que haber reaccionado —le dijo Gaia aún sin verlo. Pedri se sentía regañado por su tono de voz. ¡Pero si no había hecho nada malo!—. Estoy acostumbrada a esto, a ellos gritando y cuestionando todo de mí. Sobre todo a ese hombre, a él en específico, ¿vale? Esto no es nuevo para mí.

—Pero para mí sí —bramó, un poco más fuerte de lo que le habría gustado—. Gaia, eres mi novia, lo sepan ellos o no, y no voy a quedarme de brazos cruzado, como un inútil escuchando toda la mierda que te tiran sin hacer nada. ¡Lamento haberte defendido, si eso es lo que te molesta!

—Eso no me… —Se calló, soltando un suspiro—. Te agradezco que me hayas defendido, que les hayas dicho esas cosas sobre mí, Pedro.

» Mi temor viene a que esto que acaba de suceder se te vuelve en contra. Acabas de salir de una lesión y no necesitas esta clase de foco y exposición por el momento, porque ahora solo debes concentrarte en el próximo partido.

—Déjale esa preocupación a mi representante —bufó.

Y el coche volvió a sumergirse en un silencioso sepulcral, con una tensión que podía cortarse con facilidad. Escuchó como Fer hizo un ruido con su boca,  evidenciando la incomodidad que sentía por estar presente mientras ellos tenían lo que podía calificarse como una discusión de pareja.

—Mira yo… —suspiró—. Lo siento, ¿vale? No era mi intención crear tal alboroto, menos hacerte molestar por ello.

—No pasa nada. Creo que estoy tan acostumbrada a pelearme yo sola con la prensa que es un poco raro cuando alguien más lo intenta e intercede por mí.

—Sabes, igualmente no me importa si sacan veinte titulares de esto —dijo, encogiéndose de hombros—. Lo único que me interesa es rendir dentro del campo, a lo de afuera poco le presto algún tipo de atención.

—No quiero que esto empañe tu regreso…

—Y no lo hará —le aseguró, con una sonrisa—. Esperemos que Geri haga una tontería y acapare la atención, para que puedan olvidarse de este momento.

Gaia rió.

—Bueno, eso no es algo difícil de lograr.

—Al final nunca me contaste que sucedió en el entrenamiento.

—Bueno… ¡Ay, Gaia! ¡Joder, cariño!

La rubia rodó los ojos ante el dramatismo de su novio, murmurando un casi inaudible «exagerado» antes de dejarle un rápido beso en la nariz, disculpándose un poco con él. Echó las pequeñas tiras de cera que usó para limpiarle las cejas a un lado y, luego de haber hecho todo lo necesario, cogió una de las mascarillas que había comprado y se la puso a Pedri en el rostro. Sonrió, aguantándose la risa al verlo hacer una mueca, pero al mismo tiempo cerrando los ojos y disfrutando de su tacto.

Sus manos le acariciaban con suavidad el rostro, para que la mascarilla pudiera adherirse firmemente a la piel con mayor facilidad. Una vez estuvo listo, aplaudió emocionada y se apresuró en coger su móvil, se tomaron una rápida selfie, en dónde ambos se veían demasiado adorables, mostrando la linda pareja que eran al estar usando mascarillas juntos antes de dormir. Pedri se levantó de la silla, acomodando la banda lila que sujetaba su cabello e impedía que cayera en su cara, y caminó hasta la cama, para echarse en ella.

—Que te deje hacer todas tus cosas de belleza en mi rostro y ponerme una mascarilla no significa que debas ser tan brusca.

Gaia volvió a rodar los ojos, mostrándole una sonrisa burlona.

—Deberías dejar de quejarte, Pedro. ¿Quieres estar guapo o no?

—Yo siempre estoy guapo —le dijo él, haciendo un puchero. Gaia tuvo que aguantar su risa, vio por última vez su pijama en el espejo de su habitación, y caminó para meterse en la cama con su novio—. ¿Cuánto tiempo dijiste que debo quedarme con esto?

—Estás pesadito, eh. Yo te aviso, ¿vale? La mascarilla nos hace bien, así que deja de hacer morros y disfruta de una noche de belleza con tu novia.

—Sabes bien que estas son mis noche favoritas, hadita —sonrió, tomando el mando de la tv para poder poner algo en ella—. Te besaría, pero la última vez me reñiste por haberte movido la mascarilla.

—¿Ves? Ya vas aprendiendo —bromeó, sintiendo como la mano de su novio se colaba por dentro de su camiseta para pincharla—. Ay, deja de cambiar tanto de tema y mejor cuéntame que fue lo que sucedió hoy en el entrenamiento.

La catalana tuvo que esperar con toda su paciencia a que su novio encontrara una buena película que poner de ambientación en la habitación, como si fuese cosa del destino y trayendo consigo ciertos recuerdos, Creed comenzó a emitirse y Michael B. Jordan apareció en pantalla. El volumen fue bajado un poco y Pedri pudo voltearse hacia ella para hablar.

—Si sabes quien es el ex de Noa, ¿no?

—Sí, Pol Lemar, un gilipollas con todas sus letras —bufó—. Tiene el ego más grande que un castillo; pero igual de frágil que un cristal. Es un asco, se coló en mi fiesta, molestó a Ainhoa y lo tuve que echar a patadas del lugar.

—Esa es mi chica —halagó, tirándole un sonoro beso—. Bueno, con el equipo acabábamos de jugar un partido amistoso entre nosotros y…

Quizás había tenido que esperar todo el día para poder escuchar aquella historia, pero estaba valiendo la pena. Porque Pedri comenzó a relatarle con todos los detalles lo que había sucedido en el entrenamiento como el equipo, al ir en dirección al vestuario para ducharse se encontraron con una escena que, de tan solo imaginarla, le hizo hervir la sangre. Ainhoa siendo acorralada contra la pared por Pol, totalmente desencajado por la furia, quizás producto de haber discutido segundos atrás.

Si algo se había prometido, es que no iba a juzgar a la morena por su decisión de haberse liado con aquel tío en el pasado. Sabía de sobra lo manipuladores y mentirosos que podían llegar a ser los hombres con las mujeres, haciendo caer hasta a la más fuerte y lista en sus redes, solo con tal de subir su ego. Incluso, a pesar de todo, Gaia sentía pena por ella, una chica tan fuerte, lista e independiente como lo era Ainhoa, no merecía que su recuerdo más cercano del amor y las relaciones románticas fuese con ególatra narcisista como lo era Pol. Ella merecía muchísimo más que eso.

La historia siguió su curso, Pedri le contó como haberla encontrado en aquella posición, dándose cuenta que Pol la había agredido, fue lo único que necesitó Gavi para pegarle un puñetazo, dejándolo sangrando por la nariz. Eric también la defendió e incluso el mismo Pedri le amenazó con golpearlo, en defensa de su amiga. Y Gaia en serio lamentó haberse perdido aquel día de trabajo, a ella también le habría gustado decirle unas cuantas verdades en su cara a Pol e incluso haberle dado un buen manotazo a ese gilipollas.

—Lo odio —chilló, moviéndose en la cama con agresividad—. Se fue muy limpio, a mi parecer. Todos tuvieron que haberle pegado una buena hostia para que se callara la jodida boca y jamás se atreva de nuevo a hablar o buscar a Noa.

—El doctor Lemar…

—Nada, es su hijo, a pesar de lo imbécil que es. Nadie merece un gilipollas como él en su vida, mucho menos Ainhoa.

Pedri se quedó en silencio, parecía no saber si decir algo en ese momento. Quizás era por notarla tan molesta de solo imaginar aquella situación en la Ciudad Deportiva o, por el contrario, se debía a que a Ainhoa volvía a ser tema de conversación entre ellos, luego de aquella pelea que habían tenido hace tan solo unas semanas, donde ella también se había visto involucrada de manera indirecta. La verdad era que, después de aquello, Gaia no había tenido alguna clase de contacto con la morena, salvo su trabajo en el club y las promociones que debían hacer; pero casi siempre la evitaba para no generar un mayor conflicto.

Después de todo, se trataba de la mejor amiga de Pedri, su pareja, y la chica de la que Gavi estaba enamorado. No iba a buscar problemas que pudieran meterla en situaciones incómodas con ellos dos, solo quería llevar la fiesta en paz.

—Yo… —Trató de hablar, aclarándose la garganta—. Creo que fue mi error ese día haberla mencionado en nuestra discusión. Yo sé que ahora no estáis en las mejores términos, pero ella es mi amiga y no quiero que pienses que fue la culpable por esa pelea que tuvimos.

Gaia soltó una risa seca, alzando la ceja

—Y no lo hago, no la culpo a ella de ninguna manera. Te culpo a ti —Pedri la miró fijamente—. Por más cosas que ella te haya podido decir, con buenas o malas intenciones, tú no debiste dejar que eso te comiera la cabeza. Si tan seguro estabas, jamás debiste dudar.

Pedri asintió.

—Tampoco desconfiar de mi o de Ferrán por unas simples palabras —continuó Gaia—. Por dios, él es tu amigo, lo conoces también desde hace años, incluso antes de llegar a Barcelona. Tal vez, si hubieses preguntado de otra forma, sin acusarnos de nada, no habríamos llegado a eso.

—Lo lamento, aquella noche te dije que no me bastaría la vida para poder disculparme por eso. Fue mi culpa, lo sé, me dejé llevar por una tontería porque yo ni siquiera siento celos de Ferrán o algo así, solo dudé por… por…

—Por tonto —Gaia le ayudó a terminar.

Pedri la miró, sus ojos marrones cargados de cariño mientras le daba una sonrisa ladina. Lo vio alzar la mano, sacándola debajo de las sábanas, y con el dedo índice le dio un suave toque en la nariz.

—Sí, por tonto —El Canario le confirmó, Gaia rió—. Pero soy tu tonto y celoso novio, así que debes soportarme así.

—E increíblemente, así te quiero, eh —bromeó, con toda la verdad saliendo de su boca—. ¿Qué más da? Yo solita me metí en esto y no parece haber vuelta atrás.

—Tampoco voy a dejarte ir tan fácil. Somos uno solo, Gallita. Tú y yo, hoy y siempre.

Gaia hizo un puchero, dejándose llevar por aquellas palabras llenas de cursilería y que deseaba con todo su corazón que fuesen verdad. Pedri, olvidándose de todos los regaños que le había dado en el pasado cuando usaban esas mascarillas, se movió por la cama, debajo de las sábanas y buscó posicionar las manos en su cuerpo para atraerla hacia él y empezar a dejarle un montón de besos por todo el rostro.

Las cosquillas habían iniciado y su risa llenaba toda la habitación, escuchándose por sobre el ruido de la película que se emitía en su televisor. Hasta que, en un momento, de ella salió un ruido extraño desde el fondo de su nariz, Gaia se sonrojó cuando escuchó a Pedri riéndose con fuerza, no era la primera vez que la escuchaba soltar aquella risa de cerdito, sabía que él lo había hecho a propósito. Le gustaba cuando ella se reía, siempre mencionaba que era un sonido bonito de escuchar, pensó en decirle algo, pero cuando abrió la boca, en la puerta se escucharon un par de golpes.

—¡Eh, esas manos donde pueda verlas! —La voz de Gerard puso fin a las risas y el momento divertido que estaban teniendo, había entrado a su habitación con autoridad y sin importarle que no le hubiesen dado el paso. Gaia rodó los ojos, sin hacerle mucho caso—. Lo digo en serio, Pedri, aleja esas manos de mi hermana.

—Un poco tarde, esas manos ya me han hecho muchas cosas —le respondió, sentándose en la cama para poder verlo. Pedri se sonrojó, avergonzado—. ¿Qué haces vestido así, Geri?

Gerard se encontraba parado frente a su enorme cama, los miraba con una expresión de seriedad; pero la diversión cubrió sus facciones ante aquella pregunta. Lucía un impecable traje negro, parecía nuevo, como si estuviera recién comprado, la desalineada barba que tenía había sido rebajada y, al igual que su cabello, se mostraba cuidada y arreglada. Incluso su habitación se llenó de una fuerte fragancia, una especie de perfume que jamás olió antes.

—Te has peinado —bufó Gaia, con burla—. ¿Por qué te vestiste como una versión mayor, pero más divertida de Marc?

—¿Qué pasa? ¿Acaso no me puedo arreglar un poquito? —cuestionó su hermano, como si nada—. Tengo una cena con Oriol, Dalia y otras personas, debo dar una buena imagen. Soy el presidente de Kosmos.

Gaia hizo una mueca, miró a Pedri unos segundos y se dio cuenta que él tampoco le creía ni una palabra a Gerard. No era que desconfiaran, pero dado los antecedentes de su hermano, era mejor sospechar de todo.

—No lo sé, así me arreglaba yo cuando sabía que iba a ver a Gaia —dijo Pedri, riendo.

—Sí, bueno, el novio de mi hermana, que no respeta su hogar y usa una mascarilla y una diadema lila, mejor que no opine —bufó, yendo hacia el espejo para poder verse reflejado en él. Gaia frunció el ceño, observando como ponía tanto detalle a su apariencia—. No me veo como Marc, ¿verdad? No quiero dar la apariencia que él tiene, ya sabes, la de tener siempre un palo metido por el…

—Entendimos, Gerard —le interrumpió Pedri. Gaia rió.

—No, la verdad parece que quieres meter tu palo en…

—¡Gaia! —exclamó Pedri, sin dejarla terminar—. De verdad, vosotros sois idénticos, eh. Tienen la misma boca sucia.

—En la ducha eso no parecía molestarte.

Un nuevo ataque de risa salió de ella, haciéndose más fuerte al ver cómo Pedri se sonrojaba por estar dejándolo en evidencia y al notar la mirada asqueada que Gerard le dirigía a través del espejo, como si deseara jamás haber escuchado algo como eso. No era su culpa, él fue quien había ingresado a su habitación a molestar cuando ellos estaban tan tranquilos, su hermano volvió a voltearse en su dirección, pasó una mano por su traje e hizo una mueca.

—Venga, cuéntanos —pidió Gaia—. ¿Por qué tanto arreglo? ¿Va a ir Clara a esa reunión y quieres reconquistarla o algo parecido?

—Olvídate de Clara, eso ya es pasado, ¿de acuerdo? No podría volver con alguien que pretendía hacerme pasar un mal cumpleaños —bufó—. Kosmos tiene una nueva contratación, es la asistente personal de Dalia. Es guapa, rubia, alta y me detesta.

—Como la mayoría de mujeres de España —bromeó Pedri.

—Exacto —sonrió su hermano—. Pero, a diferencia de las demás, ella no sabe nada de fútbol y no puedo mostrarme por ese lado, ¿vale? Por lo general me lo disculpan todo porque soy campeón del mundo, de Champions y un ganador en toda regla.

—La humildad es cosas de la familia, me doy cuenta —le dijo su novio, Gaia rodó los ojos—. Entonces que, ¿vas a conquistarla?

—Lo intentaré, pero estará difícil. De todas formas, no hay desafío completamente difícil o imposible para mí, ¿de acuerdo? Soy Gerard Piqué…

—Ya veo lo que dices de la humildad —le dijo Gaia a su novio, con burla—. Espero que te vaya bien con ella, trata de no ser tan ególatra y evita hacer tus típicas niñerías, ¿vale? Quieres conquistarla, no iniciar una guerra.

—Buena suerte —le dijo Pedri—. Si todo sale bien, nos encantaría conocer a esa chica en una cena familiar, antes de que la engañes.

Gaia se cubrió la boca con las manos, evitando tocar la mascarilla y removerla, para reírse de aquellas palabras de su novio hacia su hermano y de la mueca seria de éste en su dirección. Gerard rodó los ojos, les sacó el dedo del medio y, mirándose por última vez en el espejo, se despidió de ellos y atravesó la puerta de la habitación para irse. La rubia negó, sabiendo que quizás iba a tenerlo un poco difícil con aquella chica si seguía comportándose como el mismo bufón de siempre.

—¿Crees que lo logre? —le preguntó Pedri, aún mirando hacia la puerta—. Cuando una chica te detesta, es a veces imposible hacer pasar de eso al amor.

Gaia rió.

—Tendría que conocer a la chica para poder emitir una opinión acertada —murmuró—. Pero si Ainhoa ahora puede llevarse bien con Gavi, teniendo esa actitud y sabiendo como eran en el pasado, pues no creo que algo sea imposible en esta vida.

Pedri asintió, volviendo a recostarse a su lado y quedándose en silencio, escuchando como Adonis Creed entrenaba junto a Rocky Balboa a mitad de la película. Gaia comenzó a hacerle cariño en el cabello, tratando de no mover la banda lila que le sujetaba.

—Bueno… El ex de Noa —volvió a hablar Gaia—. Siento que ella solo tuvo mala suerte, una jugarreta de la vida que le puso delante a un ser tan narcisista y vengativo como Pol. Algunos ex simplemente desaparecen de tu vida luego de hacerte daño, a veces es lo mejor porque así puedes sanar las heridas más rápido.

Pedri apretó los labios, sintiendo el ambiente cambiar de una forma extraña.

—Creo que no sé de eso —murmuró—. En mis relaciones siempre he tratado de ir con la verdad o, en todo caso, de dejar las cosas claras desde el principio.

El silencio se formó entre ellos, ambos dándose cuenta que el tema del Pol, el ex novio de Ainhoa, quedaba en el pasado, porque ahora se giró hacia ellos. Gaia jamás se había preocupado por las antiguas relaciones de Pedri, ni siquiera cuando estas salían en la prensa para mostrar su faceta de “fuckboy” y hacerlo quedar mal. Sin embargo, ahora le generaba un poco de curiosidad, pero no quería ser entrometida, no deseaba que se formara una discusión como la que habían tenido hace un par de noches.

No obstante, ella sabía que el tema de sus ex novios era algo que sí se le había cruzado por la cabeza a Pedri, comiendo sus pensamientos y haciéndolo dudar hasta de su mejor amigo solo por los celos y lo poco clara que tenía la imagen de su pasado. No iba a mentir diciendo que pocas personas sabían lo que ocurrió entre ella y su ex pareja, la verdad era que lo funó por todos lados. Con sus amigos, con los de él, con su familia, con sus seguidores, con la prensa y no paraba de dar indirectas hacia lo poco hombre que fue, quizás su nuevo novio debía también saber la verdad.

—Ir con la verdad, dar la cara con ella siempre es lo mejor. Te hace más hombre y no un cobarde —comenzó a hablar, de nuevo, tanteando el terreno. Pedri dejó caer la cabeza hacia ella, perdido en las caricias en su cabello—. Me habría gustado que mi ex me diera la cara, que al menos me dijera las razones de porque hizo aquello. Quizás así no le habría cogido tanto odio —rió. Sintió a Pedri ponerse tenso bajo su toque—. Yo… Pedro, ¿recuerdas a Nico González? Estuvo hasta hace poco contigo en el equipo.

—Sí.

—Nico era mi amigo, uno de los mejores. Formaba parte del grupo junto a Gavi, Fermín, Cristo y Biel, aquellos que estábamos juntos desde La Masía —comenzó a hablar, agarrando cada vez más confianza—. Empezamos una relación a los diecisiete, a pesar de la distancia todo parecía ir bien entre nosotros. O al menos eso era lo que yo creía, duramos tres años.

—¿Tres? —cuestionó, sin verla. Estaba haciendo cuentas—. Eso significa que…

—Que terminamos a los veinte —confirmó—. El año pasado tan solo, es una suerte que lo hayan cedido al Valencia este año.

—Era amigo de Gavi, supongo que mío también, ¿no? Digo, los veía juntos hasta que… Bueno, parece ser que pasó algo entre ellos y se separaron. Siempre pensé que fue por celos profesionales, Gavi escalaba en el equipo y Nico quedaba en el olvido.

Gaia soltó una risa seca.

—Entre ellos sí fue eso, o al menos fue lo que lo inició. Su amistad dio fin con él y con todos los chicos definitivamente cuando rompimos —explicó—. Tener una relación a distancia es complicado, pero yo pensaba que lo llevábamos bien hasta que Javi, el novio de Aurora, y Gavi me visitaron un día en Pamplona, me dijeron que Nico se había liado con otra.

» Fue un golpe durísimo a mi ego, a lo que yo soy como persona. ¿Qué tenía esa otra que yo no y por qué Nico había decidido echar por la borda lo que habíamos sido todos estos años por ella? —bufó, Pedri se volteó a mirarla, mientras le tomaba la mano para darle seguridad—. Entendí que no debía pagar mi dolor con ella, pensar de esa manera porque quién me falló fue él. Yo… yo solo quería una explicación de él, si había sido yo la que falló en algo o si ya no me quería como antes, si la distancia y el que ambos estuviésemos tan ocupados fue un detonante para ello.

—¿Y qué te dijo?

—Nada, no me respondió esa única llamada que le hice —rió, sin gracia—. No fue capaz de darme la cara, pero lo bloqueé de todos lados y justo ahora no hay ni una forma en que pueda comunicarse conmigo.

—¿No ha vuelto a buscarte?

Gaia negó.

—No a mi directamente, pero sí ha intentado hacerlo mediante Fermín y Cristo —se encogió de hombros—. Les dijo que estaba arrepentido, que fue solo cosa de una vez; pero ninguno de los dos estaba de humor para escucharlo después de lo que me había hecho —rió—. Es chistoso, ¿no lo crees? Mi hermano es un infiel y a su hermanita menor le rompieron el corazón de la misma manera.

Su broma no lo hizo reír, Gaia no estaba herida porque ya había superado aquel tema, no sentía absolutamente nada por Nico, a pesar de que en su momento sí llegó a dolerle con mucha fuerza. No solo era su novio, fue su amigo por muchos años y en él puso toda su confianza, con la cual jugó, haciéndole pasar el peor mes de su vida. Con el ego por el suelo y el corazón roto, pisoteando sus sentimientos y haciéndola sentir como la nada misma.

—Es un imbécil —dijo, como si aquello respondiera a todas sus preguntas—. No puedes simplemente fallarle a una persona que dices querer, no puedes no darle la cara y actuar como un cobarde.

—Lo he superado —dijo, quitándole importancia—. Funarlo en todos lados fue mi ayuda para eso, dejar de verlo también y sobretodo, que me haya fallado de esa manera. Perdió mi confianza y todos los sentimientos que tenía hacia él justo en el momento en que me traicionó.

» Ahora es como un recuerdo borroso en mi vida, una mala experiencia que me ayudó a saber que es lo que quiero en una relación en serio y que no estoy dispuesta a soportar —aseguró—. Supongo que por eso la confianza mutua es tan importante para mí, por eso es que no me gustan las mentiras y los secretos, porque todo eso se hace cada vez más grande y nos afecta.

—Con eso que me has dicho, se me hace aún más raro que no nos hayamos conocido antes —habló Pedri, jugando con sus manos entrelazadas—. Sin embargo, lo agradezco, ¿sabes? Nos conocimos en el momento adecuado, porque no habría soportado haberte conocido siendo su novia, imaginarte tan solo como una amiga no es algo que me guste. Para mí, tú y yo estamos hechos el uno para el otro.

Gaia le dio una sonrisa, amándolo cada vez más.

—Por como me llevo con los chicos, hace crecer rumores de que me he liado con todos ellos, siendo mentira —continuó, buscando alejar todas esas dudas de aquella niche—. Estoy rodeada de futbolistas en mi día a día y es por ello que mis relaciones más fuertes han sido con ellos, tanto en amistad como románticamente.

» Yo… A ver, tuve otro lío cuando terminé con Nico —murmuró—. Fue un par de meses antes de conocernos en la despedida de mi hermano y supongo que es por ello que me he ganado una mala reputación, sabes.

—¿Exactamente de quién estás hablando?

—Óscar Mingueza —respondió. Pedri no dijo nada—. Fue solo un lío de un par de noches, nada importante. Ni él, ni yo nos queríamos como para algo más.

Pedri hizo un ruido con los labios, Gaia trató de adivinar si la estaba juzgando; pero no le decía nada.

—Creo que era la primera vez que hacía algo así —Trató de justificarse—. No soy de líos de una noche, mi personalidad cursi y romántica no me lo permite, ¿sabes? Sobretodo también por mi renombre en España, tengo que tener cuidado con las personas que entran a mi vida, que no vayan por ahí comentando que estuvieron conmigo o vendiendo cosas de mi a la prensa. Supongo que por eso busco estar con chicos que, bueno, les tenga poco de confianza.

—Gaia, no debes explicarme nada —le dijo, con suavidad—. Y es en serio, éramos libres de liarnos con quienes queríamos antes y no por eso debemos ser juzgados. Entiendo tu punto, cariño, y en realidad me parece normal que tengas esos ligues porque te la pasas rodeada de futbolistas.

—Para algunos, eso es sinónimo de poder juzgarme.

—Es una estupidez —bramó, de forma tajante—. Si es así, que critiquen a los futbolistas que se lían solo con modelos, una tras una. O solo con influencers, todas famosas y llamativas, que buscan ser portadas de revistas y titulares por sus relaciones amorosas. Hay mucha doble vara en cuanto a estos temas.

—Bienvenido al mundo de una mujer famosa, cielo. Si yo fuese un chaval, que estuviera liándose cada fin de semana con una modelo diferente, me llamarían campeón; pero como soy una chica a la que se le conocen ciertos rollos, me llaman zorra.

Gaia rió, casi sin gracia y se quedó observando la mueca seria en el rostro de Pedri. Se veía pensativo, pero no molesto, sino como si estuviera dándole vueltas a un asunto en su cabeza. Sin embargo, lo que le gustaba era haber podido librarse de todo eso que llevaba por dentro sin ser juzgada, sin que le echaran malas miradas o le cuestionaran el porque solo se habían liado con jugadores que pertenecieron al Barcelona.

—Lamento haberte hecho sentir mal aquella noche por este tema —se disculpó, de nuevo—. Como recompensa, dejaré que me juzgues por mis ligues, ¿qué te parece? Busca los vídeos en tiktok y comenzaré a hablar.

Gaia soltó una risa, tirando juguetonamente de su cabello por aquella broma con referencia a las chicas mentirosas de tiktok. Sin embargo, el tema de las ex novias o ligues de Pedri le causaba curiosidad, pero no quería verse como una insegura por aquello, ya que él estaba con ella y no le veía sentido alguno revolver en aquel pasado.

—No eres chistoso, tonto —bufó, con diversión.

—Por favor, soy el más chistoso del mundo, si te conquisté con mi personalidad.

—Y tu acento, no lo olvides. Los Canarios juegan muy a favor, afecte meu.

Pedri soltó una risa.

—Ay, mi preciosa rubia, deja de darle todo el crédito a mi acento, si caíste solo por mi linda personalidad. Así como yo caí ante ti y tus ojitos azules.

Gaia sonrió, sin parar de reír y toquetear el cabello de su novio mientras lo arreglaba. Le gustaba demasiado cuando estaba así de largo, dando un aspecto rebelde y despeinado. Tan concentrada estaba en él, que no se dio cuenta cuando Pedri cogió su móvil y colocó la cámara apuntando hacia ellos, ambos aparecieron reflejados en él y la imagen que veía solo le confirmaba lo bonitos que se veían juntos, y lo felices que eran cuando hacían ese tipo de cosas.

—¿Cómo es eso que siempre dices? —preguntó él, acercándose el móvil al rostro—. Get ready with me…

With us —le corrigió, tratando de no reírse por su pronunciación—. Somos dos. Es prepárate con nosotros, hay que enseñarte un poquito más de inglés.

—¿Para qué? Si te tengo a ti y mientras estés siempre a mi lado, tengo todo lo que necesito en esta vida.

Gaia hizo un puchero, lleno de ternura por la palabras tan bonitas que él le decía. No le importaba ser una cursi de primera, siempre y cuando pudiera serlo junto a su novio. Se acercó a su rostro y, olvidándose de las mascarillas, besó sus labios, llenándole de ese acto de amor y trasmitiéndole todos aquellos sentimientos que su corazón le pedía demostrarle. La relación en secreto era difícil, pero sabía que al final del día, todo valía la pena por él, porque lo quería más que nada en este mundo y porque se encontraba loca y estúpidamente enamorada de su canario.

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