oxxviii. capítulo veintiocho

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lexxie & marce
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El aroma de los girasoles que sostenía entre sus manos era tan fuerte que casi podía llenar cada rincón del coche, era inevitable no deleitarse con ese aroma tan dulce. Sus dedos se paseaban con una lenta suavidad sobre cada uno de los pétalos, admirando con cariño el color amarillo de ellos y sintiendo una calidez instalarse en su pecho debido a aquel nuevo obsequio. Sin embargo, le causaba pena que algo tan hermoso tuviera que, inevitablemente, sucumbir al paso del tiempo, teniendo que marchitarse en algún momento del futuro a pesar del enorme esfuerzo que colocaba para mantenerlas de ese modo.

Gaia amaba las flores, los girasoles eran sus favoritos porque su brillante color amarillo significaba la felicidad y era una emoción que pretendía jamás dejar ir, sin importar cuan difíciles se pusieran las cosas. Aquellos pensamientos que atravesaban su cabeza, se evaporaron en un santiamén cuando una fuerte mano se posó en su pierna, apretándola con cariño en el mismo momento en que el coche se detenía a causa de un semáforo. La rubia despegó su mirada de aquel regalo, dado como una muestra sincera de afecto por parte de su novio detallista, y miró a Pedri, con el semblante relajado y esperando pacientemente el cambio de color.

Amaba las flores y, sobretodo, amaba el detalle que su novio tenía siempre con ella. Sin embargo, un mal sabor se instaló en su boca, que la hizo apretar los labios, formando una línea recta en su rostro. Volvió la mirada a las flores, y, como quien no quiere la cosa, soltó aquella pregunta que se había estado conteniendo desde que salieron de casa.

—Y si somos una pareja, ¿por qué debemos actuar solo como amigos frente a los demás?

De inmediato sintió los ojos marrones de Pedri fijándose en ella, fue solo durante unos cortos segundos porque, casi de inmediato, el claxon del coche de detrás sonó, colocándolo en la obligación de volver a ponerse en marcha por el cambio de color del semáforo. Entre los dos, se empezó a formar un silencio incómodo, Gaia no estaba esperando una respuesta inmediata de su parte, porque ya había escuchado sus razones antes de salir de casa; pero, muy en el fondo de su corazón, deseaba que se retractara de ello y mandara por el caño aquel acuerdo con el que llevaban su relación.

Con cada día que pasaba, el peso de guardar un secreto de las personas importantes de su vida se hacía mucho más complicado. Para ella, mentir era difícil, más cuando siempre fue una persona muy abierta con su vida. No obstante, a medida que eso ocurría, también incrementaban sus sentimientos hacia el canario, de una forma inevitable porque, a pesar de todo, se sentía muy feliz a su lado.

La rubia sinceramente pensaba que su relación estaba yendo muy bien, por el lado correcto, sobretodo cuando fue capaz de abrirse sobre su nictofobia con él, incrementando la confianza y que todos aquellos sentimientos entre ellos tan solo fuesen en aumento. ¿Y cómo no hacerlo? Aquel tema era difícil para ella, pero fue más llevadero al sentirlo apoyándola, dándole ánimos para que continuara y sin llegar a juzgarla, pudo escucharla con atención y cuidarla cada vez que se derrumbaba en sus recuerdos. Fue un golpe de cariño enorme para su corazón ver a Pedri llegar un día y arreglar su habitación con lámparas de noche que podían alumbrar todo el lugar, llevando la luz y alejando toda la oscuridad que la aterrorizaba.

—No es que… —dijo Pedri, deteniéndose para soltar un suspiro, sin apartar la mirada del camino—. Cariño, ya hemos hablado de esto. Pensé que estabas de acuerdo con mantenerlo en privado.

«En privado sí, no en secreto», pensó Gaia para si misma, recordando las palabras de su hermano.

—Lo sé, pero… No te pido que hagamos una rueda de prensa solo para informar nuestra relación, pero sí quiero dejar de inventar excusas a los chicos para verme contigo o mentirles acerca de mi pareja.

—A mí tampoco me gusta mentir, menos tener que aguantarme las ganas de soltarle un manotazo a Eric cada vez que te coquetea —Las palabras fueron serias de su parte, pero Gaia se deshizo de su mueca para soltar una suave risa—. No quiero tener a la prensa encima de nosotros, no cuando son capaces de inventarse cualquier cosa o sacar de contexto hasta un like en Instagram solo para molestarnos.

» Lo digo en serio, cariño. Esto... Esto es lo mejor para nosotros ahora, ¿sí?

El coche bajó de velocidad justo cuando entraba en el estacionamiento, Gaia soltó un leve ruido con la boca, aceptando sin rechistar en voz alta las palabras de Pedri. Le jodía de sobremanera, pero era lo que había aceptado al inicio y no podía simplemente cambiarlo sin hablar con él. También creía que sería muy egoísta presionarlo para que aceptara, porque ambos eran una pareja y debían de estar de acuerdo con todos los términos que rodeaban a su relación.

Sobretodo porque después de que su hermano anunciara frente a todos los espectadores de la Kings League que ella estaba en una relación, la prensa se había vuelto mucho más intensa en descubrir toda clase de pruebas que pudieran confirmar la identidad de su pareja. Y, pensándolo de esa manera, con todo el agobio que supondría estar en el medio de la ola mediática a la que serían sometidos, Gaia entendió que estaba siendo un poco dramática y quizás bastante egoísta con todo ese tema. Estaba acostumbrada al acoso de los medios, pero Pedri no, y él estaba recién volviendo de su lesión, por lo que no deseaba que tuviera toda esa presión encima.

El Canario había recibido el alta médica para volver a los entrenamientos con todo el equipo y dependiendo de su progreso —Rezando para que no tuviera ninguna recaída— podría volver a jugar, con un poco de suerte sería esperar solo dos partidos más. El motor del coche fue apagado, indicando que ya habían llegado a su destino, pero para Gaia era difícil poder ocultar la mueca de decepción que habitaba en su rostro, incluso por más que entendiera las razones de Pedri, para ella era complicado.

Incluso se regañó a su misma por ello, no era el momento para estar hablando de ese tema, no cuando el equipo tenía un partido importante a tan solo unas horas de comenzar. El clásico de esa noche podría definir el rumbo para la obtención del título de la Liga, terminar de consolidarlos por una amplia diferencia de puntos en el primer lugar a diferencia de sus perseguidores. La rubia sabía que ese era un partido que su novio no habría querido perderse, pero lamentablemente no podían hacer nada ante la lesión, salvo seguir con su recuperación.

Estar presionándolo por el tema de la relación era demasiado dramático de su parte, sin embargo, sus pensamientos se vieron interrumpidos cuando las flores fueron quitadas suavemente de sus manos, siendo reemplazadas por las manos de Pedri sujetando las suyas con cariño, se había acomodado mejor en el asiento de piloto para poder observarla. La sonrisa en el rostro de su novio buscaba tranquilizarla, proyectarle esa seguridad que le faltaba entorno a ese tema, Gaia supo que era momento de dejar de sobre pensar, se estaba comiendo demasiado la cabeza con un tema que ya habían hablado varias veces.

—No me gustan los secretos, menos con los chicos del equipo —le dijo, con voz suave—. Pero esto es una relación de dos, y ambos tenemos que estar de acuerdo como queremos llevarla. Quizás estoy siendo demasiado dramática con esto, pero, ya sabes, he vivido demasiado tiempo bajo el ojo público.

Un beso fue dejado en sus manos, de manera cariñosa, Pedri acercó una de ellas para acariciarle la mejilla.

—No estás siendo dramática, pequitas —La mención de aquel nuevo apodo la hizo sonrojar—. Te entiendo por completo y te prometo que esto solo será por un corto tiempo, ¿sí? Cuando menos te lo esperes, estaremos en Canarias, disfrutando del sol y las playas, como una pareja felizmente común.

—La palabra común…

Pedri rió, rodando los ojos.

—Como una pareja feliz y extraordinaria —corrigió, Gaia le sonrió—. ¿Así está mejor?

—Perfecto, vida mía.

La emoción se reflejaba en sus ojos, juntándose con la brillante ilusión de unas vacaciones junto a Pedri. El Canario no perdió el tiempo, maravillado con la manera en la que el rostro de su novia se iluminaba por la felicidad, se acercó a ella y juntó sus labios, formando un suave beso que pretendía traspasar todos los sentimientos que su corazón albergaba por ella, haciendo para él la silenciosa promesa de jamás romper su palabra y, mucho menos, hacer algo que apagara el brillo de su radiante sol.

—Te quiero, afecte meu.

Gaia le sonrió, tratando de no hacer caso al silencio que los envolvió, fingiendo que el latido de su corazón no era por los nervios de confesar aquello en voz alta y, sobretodo, conscientemente. La primera vez que se lo dijo había sido después de su ataque de ansiedad, en un estado tan vulnerable que lo soltó sin pensar en las consecuencias y, cuando se dio cuenta al día siguiente, lo único que se cruzó por su cabeza era el hecho de que no se arrepentía de nada. No tenía porque esconder sus sentimientos o sentirse avergonzada por querer tanto a una persona como lo era Pedri, se trataba de su novio y de alguien que se coló tan dentro de ella que fue casi imposible no caer por él.

Entonces, a partir de ese momento comenzó a decirle “te quiero” cada vez que le nacía y, cada una de esas ocasiones, el ambiente entre ellos se resumía solo a una sonrisa de parte del Canario y un silencio que, por mucho que lo intentara, solo podía catalogar como incómodo. «Yo no estoy enamorado de Gaia», aquellas palabras que le escuchó decir a Pedri con Fer se repetían en su cabeza con un fuerte eco, que a toda costa trataba de callar. Mentiría si dijese que no le dolían, que no le afectaban de alguna manera; pero era inevitable, aún así, intentaba no deprimirse ante ello. Gaia sabía que ella era demasiado romántica, bastante cursi y quizás era por ello que se estaba dejando llevar por sus sentimientos, sin miedo a mostrarlos o expresarlos. El canario era diferente, recatado e iba a su propio ritmo.

Gaia estaba convencida de que Pedri la quería, era su novio y estaba con ella; pero no lo decía simplemente porque quizás pensaba que la relación estaba yendo muy rápido —Y no lo culpaba—. Algún día él se lo diría, estaba segura, y cuando sucediera iba a ser muy feliz de ser correspondida.

—Venga, cariño, que debes ir a trabajar.

Llegar juntos al Camp Nou para el partido no era de las mejores ideas que tenían para pasar desapercibido, pero siempre se las arreglaban para que nadie se diera cuenta de ese pequeño detalle. Gaia le dio un último beso a su novio antes de dejarlo atrás para disimular un poco, con su gafete que indicaba que era trabajadora del club, recorrió los pasillos de aquel lugar que conocía tan bien. A la primera que encontró fue a Sarah, junto a Mae, y, después de varias indicaciones, la dejaron ir a los vestuarios.

El lugar estaba vacío, los chicos debían estar afuera haciendo su entrada en calor y aprovechó para hacer fotos a las equipaciones de cada uno de los jugadores, seguido de un par de videos para subir a la cuenta del club. El partido que estaba a unas horas de comenzar era demasiado importante, no solo por el rival, sino también porque podría terminar de direccionarlos por el camino a la obtención del título de liga, el cual no ganaban desde hace dos años.

La puerta se abrió, dejando pasar a varios jugadores. Busi le besó ambas mejillas antes de dirigirse a su puesto, Robert la llamó “guapa” en forma de saludo, Franck le dio el típico abrazo de la buena suerte que siempre compartían antes de los partidos y Ferrán hizo todas esas cosas juntas. Gaia no podía evitar ponerle más atención de la que necesitaba, después de ese llamado de atención con aquellas notas de voz se propuso estar más atenta a él y, sobretodo, a su lado; pero a veces era complicado. El Valenciano la conocía como la palma de su mano, con una habilidad extrema en poder leerla mejor que a un libro abierto y con el sexto sentido de saber siempre las veces que mentía y eso, teniendo un secreto que ocultar, no era lo mejor del mundo.

—¿Qué haces solita en el vestuario? —le preguntó Ferrán, arrastrándola hasta su puesto. Le mostraba una sonrisa divertida, pero Gaia también lo conocía como a la palma de su mano, sabía que no estaba del todo bien—. No me digas que te andas escondiendo de cierto madridista.

Bufó, cerrando los ojos y escuchando como la voz de Ferrán salía tan fuerte debido a la burla que provocó no solo su risa, sino también la de Busi a unos metros de ellos. Por estar tan concentrada con Pedri y todo el tema del “te quiero” no respondido, había olvidado a aquel jugador del Madrid que no dejaba de perseguirle el culo cada vez que ambos equipos se enfrentaban. Le causaba una genuina incomodidad, porque antes de que él empezara con su coqueteo hacia ella, se llevaban bien.

—No me hables de eso —pidió, rodando los ojos. Ferrán rió con más fuerza—. De verdad, calla ya con ese tema, estaré trabajando y de seguro va a encontrar alguna forma de acercarse a mi.

—Si eso ocurre, me avisas y le pateo el trasero —dijo, aún con la sonrisa burlona entre sus labios; pero con aquel tono serio que indicaba la veracidad de sus palabras—. Sabes que somos bastante serios aquí, nadie puede coquetearte. Ya sabes, además de Eric y los chicos del Barça Atlétic.

—Chistoso. Por más que me gustaría ver como actúas como un macho alfa defendiéndome, Ferri, preferiría que canalizaras esa energía en el partido. Ganarle al Madrid sería la mejor manera de darle en el ego a aquel bobo.

Ferrán le guiñó un ojo, quitándose la camiseta justo en el momento en que entraban por la puerta el resto de los jugadores, incluso los que no fueron convocados para el partido, ya sea por lesión o simplemente gestión técnica. Pablo le dio una sonrisa al pasar por su lado y Gaia no pudo evitar apretar los labios, sentía mucha distancia entre los dos, casi ni hablaban y parecía ser que el Sevillano siempre estaba ocupado como para salir juntos. Era extraño, incluso más al no saber la razón de ese distanciamiento.

Sin embargo, el rumbo de sus pensamientos fue detenido cuando Eric le rodeó los hombros con su brazo y la apretó contra él. Una fuerte mirada se instaló en su nuca y Gaia no tenía que ser una experta para saber que se trataba de Pedri, sintiendo aquellos celos inevitables cada vez que el catalán se acercaba demás a ella, por más broma que fuese de su parte.

—Mi guapa novia, hoy necesitamos toda la buena energía para afrontar ese partido, ¿no lo crees? —le dijo, con un tono de falsa inocencia. Gaia asintió, con la ceja alzada—. Sería muy bonito de tu parte, desearme toda la suerte del mundo con un besito.

Eric estiró los labios en su dirección, moviendo las cejas de forma caricaturesca y provocando el mar de voces y risas en el vestuario. Alejandro y Ansu se peleaban, recordando que ella en realidad era su novia —La de ambos, porque al parecer en eso habían quedado—; Busi y Marc, como capitanes, soltaron sus quejas en voz alta por las bromas antes de un partido importante.

Gaia rodó los ojos, golpeándole la boca a Eric con suavidad, mientras una sonrisa se asomaba por su rostro.

—¿Cuántas veces debo decirte que tengo novio? —preguntó, con burla. Sus ojos chocaron con los de Pedri, tomando su lugar entre Ferrán y Pablo.

—Yo hasta que no vea a tu novio junto a ti, para mí estás soltera.

La catalana agradeció la intromisión de Iñaki ante esas palabras de Eric, dándole la razón. Por más que los rumores, y ella misma, dijeran que había un novio en su vida, nadie estaba totalmente seguro de ello y todos evitaban creerlo porque, como le dijo su amigo, no lo han visto a su lado. A veces podía dejar pasar todo el asunto de la relación secreta, pero era con comentarios como aquel que empezaba a comerse la cabeza de forma inevitable. Sus ojos volvieron a chocar con los de Pedri, notando la incomodidad en ellos, pero rápidamente apartó la mirada de él, sin querer que viera como ese tema la afectada, después de haberlo discutido nuevamente.

El brazo de Eric fue quitado de sus hombros y siendo reemplazado por otro más, quizás esperaba ver a Gavi, mostrando su cara enojada y advirtiéndole celosamente a Eric que no volviera a coquetearle; pero no era él. Ferrán ocupaba su puesto, señalando al catalán con un dedo y dándole aquellas respuestas que no salían de ella, no estaba molesto, pero buscaba defenderla de la incomodidad que sentía por aquel tema. Lo cual solo la colocaba peor, aún con todo lo que estaba atravesando en su vida, el Valenciano siempre encontraba fuerza para apoyarla.

Sin embargo, no fue el único en acercarse a ella. Pedri, abriéndose paso entre Ousmané y Gavi, se posicionó a su lado, le dio una sonrisa y le tocó el cabello rubio con sumo cariño. Quizás lo de hablarles a todos acerca de la relación que llevaban no podía ser posible aún; pero él sí le mostraba públicamente el apoyo que necesitaba. Se estaba comiendo la cabeza demasiado por algo que ya habían hablado, a veces desearía no ser tan sentimental y dejar que todo le afectara.

—Venga, dejadla de una vez —bramó Pedri, con tono serio, hacia Eric, que continuaba hablando—. Ella no necesita presentaros a su novio para que le creáis, si no quiere hacerlo es por algo.

—Principalmente porque sabe que somos capaces de asustarlo —se burló Sergi, pasando frente a ellos—. ¿Podemos dejar de pensar en ello y solamente concentrarnos en el partido de hoy?

—¡Eso! —saltó Gaia, apoyándolo, aún sintiendo las manos de Pedri en su cabello—. Hoy necesitamos ganar para ampliar la diferencia contra aquel club y así yo poder burlarme de ellos.

Gaia sonrió de forma inocente cuando observó a la mayoría alzando una ceja en su dirección, así que se aclaró la garganta.

—Digo, para poder seguir por el buen camino para el título, obvio —rectificó—. Tengo que ir a trabajar, suerte a todos.

No le gustaba permanecer tanto tiempo dentro del vestuario antes de un partido, no buscaba desconcentrarlos y ser la causa de una derrota. Tenía trabajo que hacer, se levantó de donde estaba sentada dispuesta a salir, Ferrán la cogió de las mejillas y le plantó un beso en la frente, alegando que eso era de la buena suerte para aquel juego. El sonrojo en su rostro fue imposible de ocultar, menos cuando sintió la mirada potente de Pedri ante aquella acción.

Entonces, impulsado tal vez por sus sentimientos, Pedri tomó el lugar de Ferrán, sin importarle ni un poco aquello de mantener el perfil bajo aún con sus compañeros. Frente a ellos, eran simplemente un par de amigos, se habían conocido hace unos pocos meses y adquirieron la misma confianza como si la hubiesen tenido toda la vida.

—¿También quieres un beso de la buena suerte? —le preguntó Gaia, riendo de forma nerviosa. Buscaba bromear con aquel asunto, tratando de ser disimulada frente a los demás—. ¿Te recuerdo que tú no vas a jugar el partido?

—Es para apoyar al equipo, se necesita de todo para ganar —sonrió.

Pensó en responderle, soltarle otra broma acerca de su necesidad de ser besado, pero las palabras se atascaron en su garganta al momento en que sus mejillas sintieron el cálido tacto de los labios de él. Habían protagonizado escenas de ese calibre frente a los demás antes, cuando los rumores acerca de ellos no eran tan fuertes y solo se mostraban como un par de amigos un poco coquetos, pero ahora era diferente. Buscaban mantenerse al margen, que nadie sospechara de la verdadera relación que llevaban, pero resultaba difícil cuando el Canario tenía esa clase de gestos con ella.

Sentía el rostro picarle por la vergüenza, más cuando al separarse, Pedri siguió sosteniéndola por las mejillas y, con el brillo del cariño en sus ojos marrones, le tiró un beso al aire, llamándola preciosa. Quizás por esa clase de acciones es que quería, con toda su alma, hacer pública la relación con sus amigos, porque así lo tendría más siendo de esa manera con ella, sin importarle quien estuviera al frente. Aunque, para ser justos, ahora también lo tenía así, cuando todo se suponía que debía ser secreto.

Gaia, tragándose su vergüenza, una con la cual hasta ese momento no se había preocupado en tener, les deseó a todos un “buena suerte“, en voz muy baja y se apresuró en ir hasta la puerta del vestuario para salir, no sin antes escuchar un comentario que la hizo reír.

—Joder contigo, Pedri, un poco más y empiezo a creerme todo lo que dice la prensa de vosotros.

• • •

El Clásico terminó siendo una increíble victoria para el conjunto culé. Gaia había logrado obtener unas buenas imágenes del partido, con los goles de Sergi Roberto en el primer tiempo y de Franck Kessié en el segundo, el Barcelona se aseguraba por completo el primer lugar del torneo, con doce puntos de diferencia de su competidor más cercano. La camiseta blaugrana con el logotipo de “Motomami” en ella, debido a la colaboración del club con Spotify, que tantas burlas había atraído hacia ellos esas últimas semanas, se convirtió en puras bromas que los jugadores utilizaban a su favor.

Gaia seguía escuchando los festejos de los chicos, que ya la habían sobrepasado en el camino a los vestuarios, mientras que el único que caminaba a su par era Julián Araújo. El mexicano sentía un poco de vergüenza por estar festejando junto a los demás un triunfo del que no fue parte, a pesar de que todos estuvieran recordándole de forma constante que él era miembro del equipo, aún así decidió estar con ella un poco más antes de regresar con ellos.

—Creo que te quedaría el rubio —le dijo, deteniendo su paso para recostarse en una de las paredes del pasillo y poder reír por el cabello rosa de su amigo—. ¿Qué te parece?

—Solo si tú al final de la temporada te tiñes de castaño.

—Me gusta demasiado mi tono natural para hacerle esa clase de maldad, eh —rió, sacándole una sonrisa—. Aunque me gustaría probar un nuevo look pronto, ¿sabes? El tono castaño creo que se me vería bastante bien.

Menina, eu garanto que você vai ficar linda —habló una voz detrás de ella.

«Dios, ¿por qué me has abandonado de esta manera?», se dijo Gaia a si misma, escuchando el acento brasileño a unos pasos de ella. Había hecho hasta lo imposible antes del partido para no quedarse a solas en los pasillos y toparse con esa persona, aunque sabía que era cuestión de tiempo que se acercara a ella porque durante las breves pausas que tenía el juego, no paraba de aprovechar la oportunidad de aproximarse a donde estaba.

—Vinicius —dijo, entre dientes—, te has equivocado de pasillos. Por acá no se va a los vestuarios del equipo visitante.

El brasileño se encogió de hombros, mostrando una sonrisa divertida entre sus labios y la mirada puesta en ella, parecía no prestar atención alguna al hecho de que no estaba sola. Julián, a pesar de su poco tiempo en España, no bajó la guardia al verlo, menos cuando su presencia fue ignorada a propósito. Gaia no se movió ni un centímetro, pero la incomodidad empezó a llenarlos.

—Quería saludarte antes de tener que irme con los demás —dijo, como si nada. Gaia asintió, apretando los labios—. Menina, parece que você me ha estado evadiendo.

—¿Yo? Que imaginación tienes, nada que ver.

Mentía, estaba claro. Desde que puso un pie en el Camp Nou para aquel partido, había buscado las maneras más creativas de no estar ni a diez metros de Vinicius, lo cual, por el tipo de trabajo que tenía, solía ser más difícil de lo que esperaba. Y no, el brasileño no le caía mal, de manera general, a veces hasta le resultaba divertido; pero eso no evitaba la tremenda incomodidad que la albergaba cuando él empezaba con sus tácticas de coqueteo hacia ella. Todo iba bien entre los dos como amigos que se veían de vez en cuando en los Clásicos, hasta que de repente quiso ligarla.

«Ew», se dijo a si misma. No era su tipo, principalmente porque jugaba en el Madrid, pero casi desde el final de la última temporada su actitud fue un determinante claro en su idea de no tenerlo ni como amigo. Había escalado hasta ser un chulo, prepotente y provocador con las aficiones y demás jugadores, nada al amable Vinicius que pudo conocer antes de que fichara por el club blanco, cuando Gerard se lo presentó ante la posibilidad de que el moreno pudiera unirse a las filas blaugranas. Todo estaba hecho entre ambas partes, hasta que un llamado del Real Madrid le hizo cambiar de opinión.

Un poco al estilo la historia de Neymar, pero con el de Mogi Da Cruzes terminando en el club catalán en vez del de la capital española.

—¿Menina, no piensas abrazarme?

Un nuevo paso de Vinicius hacia ella provocó que Julián Araújo frunciera el entrecejo y, de manera nada disimulada, se posicionara en medio de los dos, creando una distancia mayor entre el cuerpo del jugador del Madrid y ella. El brasileño le echó una mirada al mexicano, como quien ve una mosca estorbando, y eso solo logró ponerla de malhumor. Eso era justo lo que le desagradaba con fuerza de ese nuevo Vinicius, estaba tan arrogante que pensaba que cualquier persona era inferior a él.

—Tengo una política estricta de no abrazar a gente sudorosa después de un partido —le dijo, asomándose desde la espalda de Julián, que seguía poniéndose como un escudo frente a ella—, y mucho menos si esa gente usa la camiseta del Real Madrid. Ew, no soy una loca.

—Te quedaría mejor la blanca —bromeó. Gaia bufó, rodando los ojos—. ¿Você cree que podría decirle a su amigo que se aparte?

Con mucho esfuerzo, poniéndose de puntillas, colocó la cabeza en el hombro de Julián, sonriendo de forma inocente.

—¿Me esperas en el vestuario, rosita?

Julián le echó una mirada de reojo, quedándose en silencio durante unos segundos antes de asentir. Gaia adoraba la forma en la que todos sus amigos, que conocía por años o simplemente por unos meses, la defendían de todo; pero a veces era molesto, porque no era una princesita que necesitaba de un príncipe para ser rescatada. Quizás no se le daba nada bien pelear, pero era inteligente y tenía una rápida velocidad para darle la vuelta a las cosas, saliendo de cualquier problema sin consecuencias algunas.

Por más que pudiera verse como una reinita consentida, de igual forma podía defenderse como una fuerte guerrera.

—Como te atrevas a hacer tu intento de ligoteo conmigo, te juro que te doy una patada en los huevos —Gaia amenazó a Vinicius, una vez perdió de vista a Julián por el pasillo—. ¿Te ha quedado claro, irmão?

Garota, você tem caráter.

—Demasiado para soportarte

Gaia le sonrió, haciéndolo reír.

—Igual lo seguiré intentando —dijo, encogiéndose de hombros—. Nada pierdo para tratar de conquistar tu corazón.

—Joder, gilipollas, ahora me has salido poeta —bufó, sacándole una carcajada—. De igual forma, ¿qué carajos te ha dado por querer conquistarme? Antes estábamos bien sin toda esta mierda del ligoteo, pero supongo que eso era con el antiguo Vinicius.

—¿El antiguo yo?

La sonrisa burlona que se formó entre sus labios le hizo rodar los ojos.

—Ya sabes, el Vini que me caía bien y al que consideraba un amigo, el que no era un chulo prepotente, el que solo quería jugar al fútbol y no provocar a la afición rival. Ese Vini me caía bien, no el que tengo delante.

Meu garota, você se confunde, ¿sabes? Sigo siendo el mismo…

Sus palabras quedaron en el aire, intercambiándolas de nuevo por el sonido de su risa. Mientras hablaba, Vinicius daba pasos hacia ella para acercarse más, hasta que marcó distancia colocando el dedo índice en su frente, con todo el brazo estirado, impidiéndole seguir. Lastimosamente, su entrecejo fruncido no se coordinó con la sonrisa divertida de sus labios, a pesar de todo, Vinicius solía ser solo un poco gracioso.

—Por eso es que no le interesas —les interrumpió una tercera voz—. Supéralo, no existía oportunidad antes, mucho menos ahora.

Pablo, a pesar de la victoria y el festejo en el que se vio involucrado con el resto del equipo, no parecía del todo contento. Gaia supo que tenía que ver mucho más con la presencia de Vinicius ahí, que por cualquier otra cosa. Debía aceptar que la sorpresa la llenó al verlo ahí porque los últimos días había evitado cualquier tipo de contacto con ella, salvo por un par de mensajes aislados, no era la misma conexión que antes.

El Sevillano retomó el lugar que Julián había dejado vacío cuando se fue, interponiendo su cuerpo entre ella y Vinicius, retirando el dedo que tenía colocado en la frente del brasileño y dirigiéndole una fuerte mirada, que claramente le pedía alejarse. Pensó en decir algo, pero la llegada de un miembro del staff técnico del Real Madrid al pasillo le salvó de la guerra de testosterona silenciosa que los dos jugadores estaban teniendo. Aquel trabajador le dijo al madridista que necesitaba que volviera con sus compañeros al vestuario.

Gaia agitó la mano, despidiéndose de Vinicius al verlo desaparecer en la esquina del pasillo, antes de volver su atención a Pablo.

—¿Julián acaso te fue con el chisme? —le dijo, bromeando.

—Le voy a decir a Pedri —bufó su amigo. Gaia rodó los ojos—. ¿Cómo se te ocurre estar en un pasillo a solas con Vinicius?

—Estaba con Julián, yendo al vestuario y se me cruzó Vinicius, Pablo. A pesar de todo, no me cae tan mal, a veces me dan ganas de golpearlo y decirle que se calle, pero todo como amigos.

—Ese no quiere ser solo tu amigo.

—Lo sé, y me incómoda un montón —dijo—; pero ajá. Siempre puedo pegarle una patada en los huevos si se sobrepasa.

Le dio una sonrisa, mostrando su lado más tierno que contrastaba con la amenaza que acababa de soltar. Su mejor amigo flaqueó en su semblante serio, la comisura de sus labios se alzó dándole el inicio de lo que seria una risa y, para su sorpresa, lo vio estirar los brazos en su dirección, invitándola a un abrazo. Gaia lo observó durante unos segundos, pero la mueca en el rostro del Sevillano fue suficiente para que bajara la poca guardia que tenía con él.

Se metió entre sus brazos, apoyando la cabeza en su pecho y sintiendo como dejaba un beso en su cabeza. No había caído en lo mucho que lo extrañaba en esos últimos días, dónde ni siquiera un mensaje recibió de su parte. Sabía que se estaba esforzando el doble en los entrenamientos después de la caída en la Europa League contra el Manchester United; pero en serio le extrañaba tanto silencio de su parte, tuvo más presencia de Aurora y Javi, hasta varias salidas con Cristo y Biel, antes que con Gavi.

—¿Dónde te has metido, mi niño? —le preguntó, apretándolo contra si—. Nada de mensajes, nada de llamadas, ni siquiera te he visto en estas últimas semanas, ya sabes, sin contar el trabajo.

Pablo soltó un suspiro, acariciándole la espalda con cariño, mientras se tomaba unos segundos para responder.

—Yo… ya sabes, nada importante, solo he estado un poco ocupado, mi niña. Además, es un poco difícil tener un momento para ti y para mí con tu noviecito rondando.

Gaia rió.

—Mi novio no es impedimento para vernos —se defendió—. No trates de culpar a mi Canario, no seas celoso. Entonces, ¿qué sucede contigo?

Un nuevo beso fue depositado en su cabeza, trasmitiéndole todo el cariño que sentía por ella. Sentía extraña esa lejanía que estaban teniendo, porque ni siquiera parecían tener ni un minuto a solas para hablar, justo ese era el primero que tenían después de varias semanas. Sin embargo, no lo culpaba por eso, ella se encontraba en una nueva relación que quería que progresara con una persona que tenía una lesión, por ende, necesitaba de cuidados para no caer física o emocionalmente.

Eso tomaba gran parte de su tiempo, así que podía entender que Gavi, por su exigencia a si mismo para darlo todo en cada entrenamiento, estuviera pasando por algo similar.

—Solo han sido días muy ocupados para mi, mi niña —le respondió, separándose un poco del abrazo para con las manos tomarla de ambas mejillas—. Sé que el drama es lo nuestro, ¿vale? Pero no es nada de gran importancia porque te prometo que tendremos un tiempo para nosotros dos, justo como en los viejos tiempos.

—¿Cómo en los viejos tiempos? —cuestionó. Pablo asintió, mostrándole esa sonrisa brillante que tanto le gustaba, ella siempre decía que se veía más guapo de aquella manera—. Vale, me agrada la idea. ¡Te quiero, mi niño!

—¡Te quiero más, mi niña!

Gaia solo necesitó de esa respuesta para soltar un nuevo chillido, con mucha más emoción que antes, y tirarse de nuevo a los brazos de su mejor amigo. Lo amaba con toda su alma, a pesar de que estuvieran teniendo las semanas más ocupadas de la vida y eso le impidiera verse a menudo —Sin mencionar los mensajes ignorados, pero eso ya sería tema para otro momento—. Pablo dejó de reír, le dio un último beso en la mejilla y le rodeó los hombros con el brazo, atrayéndola hacia él y empezar a caminar en dirección al vestuario, donde quizás los chicos debían seguir con su festejo por la victoria.

—¿Cómo te va con Pedri? —le soltó Gavi, a solo unos pasos de la puerta cerrada del vestuario. Podía escuchar el jaleo detrás de ella, las risas y todo el festejo que los jugadores llevaban por haber ganado el partido—. Tienes a la prensa ansiosa por tu novio secreto, los capitanes no han dejado de preguntarme si sabía de quién se trataba y, bueno, todo eso puede ser muy agobiante.

—Todo va bien, sí —respondió, encogiéndose de hombros.

La verdad era que no se trataba de una mentira, ella genuinamente creía que todo estaba bien entre los dos. El tema del “te quiero” y haberlo escuchado decir que no estaba enamorado de ella no eran cosas que pudiera decirle a Gavi a la ligera, menos porque trataba de convencerse a si misma que no tenían una gran importancia y sabía que iba a formar un verdadero lío si se lo comentaba. El Sevillano de por sí no se encontraba contento con la relación secreta que llevaban, como para decirle aquello y hacer que todo su noviazgo empezara a olerle mal, cuando no era así.

Sus palabras quizás no salieron con la fuerza que quería, porque, de inmediato, los ojos miel de Gavi se clavaron en ella, con un brillo tan potente que la hizo sonrojar. Estuvo a punto de soltarse la lengua, jamás había sido de guardar por mucho tiempo algún secreto, pero pensó que sería mejor cambiar un poco el rumbo de la conversación.

—¿Y qué me dices tú con Ainhoa, eh? —preguntó, pinchándolo con el dedo. Fue el turno de Pablo de sonrojarse—. Venga, ¿cómo vas con eso de conquistarla y mostrarle al verdadero tú?

—Buah, ya sabes… Digo, todo normal, ¿sabes? Noa ya no me tiene ese odio que solía sentir por mi, así que eso es bueno, ¿no?

Gaia no sabe que le extrañó más, el tono nervioso con el que hablaba o la manera en la que no podía decir ni tres palabras sin trabarse.

—Venga, pero, ¿no ha habido algún acercamiento o algo? —insistió—. Después del beso en Sevilla, yo pensé que…

—No, nada.

La respuesta tajante, aún con el nerviosismo que le extrañaba, le hizo sospechar; pero justo en ese instante la puerta del vestuario se abrió. La música que seguramente había colocado Alejandro se hizo más fuerte, mezclándose con el sonido de las risas de adentro, mientras Ferrán y Eric salían del lugar. Gaia le dio una sonrisa, se había tardado mucho en su charla con Vinicius en el pasillo y no pudo felicitarlos antes por la victoria.

La rubia no pudo evitar soltar una fuerte carcajada cuando Ferrán corrió hacia ella y la cargó, dándole un par de vueltas en el aire. Era evidente que todos estaban de buen humor por la victoria, más porque aseguraba el título local para ellos, Eric le despeinó compuso el cabello, exigiendo su beso de recompensa.

—¿Pero dónde os habéis metido? —preguntó Ferrán, dejándola nuevamente en el suelo, pero sin soltarla del todo—. Le hemos dicho a Pedri que vamos a salir los cinco para disfrutar la noche, se ha ido a invitar a Luján, que al parecer vino al partido.

Gaia frunció el ceño ante eso. Durante todo el partido mientras trabajaba había echado un par de miradas a las gradas VIP del estadio, dónde se suelen sentar los jugadores y la directiva, pero en ningún asiento del lugar pudo ver a Ainhoa. ¿Acaso Gavi sabría que ella asistió?

—¿Por qué haces planes sin consultarnos? —bufó, apuntándole a Ferrán con el dedo—. No sabes si ya tenía planes esta noche, nene.

—¿Qué? ¿Acaso iba a salir con tu novio? —cuestionó Eric, puyándola.

—Que pesadito que estás con mi novio, eh. ¿Qué pasa? ¿Celoso?

—Muchísimo, ¿no ves el daño que le haces a mi corazón? —le lloriqueó Eric en tono dramático, provocando que rodara los ojos, mientras Ferrán y Gavi se reían—. Me has tenido toda la vida rogando por ti, no es justo que un don nadie me quite el puesto.

—Bien, pues, haz fila —bufó—. No eres el único al que le rompí el corazón, Fermín justo me dijo eso cuando se enteró de mi novio.

—Pero ese ya lo tenía medio asumido —se entrometió Gavi, riendo—. Estaba enamorado de ti cuando estábamos en La Masía, y lo rechazaste porque solo lo veías como amigo.

—La triste realidad de muchos —se burló Ferrán—. Menos la mía, porque la conocí siendo una teñida de once años.

—No soy teñida…

—Sí, ajá —le cortó Ferrán. Gavi y Eric rieron más fuerte por su intento fallido de separarse del ex City—. Entonces, sí os venís, ¿no? Ya le hemos dicho a Pedri que vamos todos, nadie se puede echar para atrás.

Gaia miró a Pablo durante unos segundos. Una fiesta después de un buen partido que acabó con victoria sonaba a una buena idea, tenían mucho tiempo en que no salían en grupo —La última vez que lo hicieron tampoco fue que terminó bien— y será una forma para limar asperezas y unirse más como amigos, incluso podía seguir con sus esfuerzos de llevarse mejor con Ainhoa, si es que aceptaba salir con ellos.

Aún con la mirada puesta en el Sevillano, asintió en dirección al ex Valencia, aceptando aquella salida que proponía. «Será una buena noche», se dijo Gaia a si misma, quizás podía usar como excusa ese plan para poder hablar con Ainhoa y acabar todo el tema que quedó entre ellas por lo que le dijo en el hospital durante su lesión. Sí, la morena se había disculpado días después, pero a la rubia todavía le dolía la forma en la que se refirió a ella y, aunque entendía la manera en la que le habló, no deseaba que volviera a referirse con aquellos términos que usó de su persona.

Una cena tranquila con amigos, ir a un antro a bailar un poco y luego cada quien para su casita. ¿Qué podía salir mal si estaban en confianza?

Gaia se estaba divirtiendo, siempre lo hacía con sus amigos; pero eso no evitaba un profundo sentimiento de incomodidad que la estaba llenando. Por un ingenuo momento, llegó a creer que esa salida sería su oportunidad para seguir conociendo a Ainhoa y llegar a una amistad, incluso pensó que podría olvidarse de sus problemas un segundo y disfrutar públicamente con su novio. Casi quiso reír por la inocencia de aquellos pensamientos.

La tranquila cena fue empañada por la presencia de lo paparazis esperándolos, alguien se había chivado sobre la presencia de ellos en el lugar y ahí estaban, esperando una exclusiva. Al principio, Gaia pasó entre ellos con gracia, divirtiéndose por lo desesperados que estaban y tomándoles el pelo, como le gustaba, hasta que uno de ellos lanzó una pregunta en su dirección, haciendo referencia a su novio casi confirmado y a la identidad de este. Pedri, que hasta ese momento estaba a su lado, se apartó de una forma abrupta, quedándose relegado junto a Eric. No podía culparlo, ¿verdad? Tenían que evitar los focos mediáticos en ellos.

Sin embargo, esa lejanía la paralizó, dejándola en medio de todos los flashes con una mirada desconcertada y sintiéndose perdida. Hasta que una mano surgió entre aquel mar de desconocidos, tomando la suya y tirando de ella para alejarla de aquel montón de personas con cámaras que habían comenzado a gritarle cosas sobre su vida privada. Reconoció de inmediato a Ferrán, diciendo un par de burlas hacia los paparazzi y arrastrándola lejos de ellos hasta cruzar la puerta del restaurante. No pudo evitar reírse, ese momento le traía un enorme deja vu de varias situaciones similares en el pasado.

La cena, a pesar de ese altercado con los paparazzi, se llevó a cabo con normalidad, o eso se esforzó en creer. Gaia deseaba sentarse al lado de Pedri, porque quizás no podrían actuar como una pareja, pero sí permanecer uno al lado del otro; pero no fue así. Fingió no darse cuenta como el canario apartó su brazo cuando este chocó contra el suyo, así como también tuvo que fingir que no le dolió la manera en la que buscó quedar sentado entre Ainhoa y Eric, relegándola a tomar asiento frente a él, junto a Ferrán.

Aún así, con todos esos detalles que poco a poco estaban desilusionando su idea de tener una bonita salida, propuso ir a divertirse, salirse un poco de la zona de confort e ir a bailar un rato a un antro con buena música. No tuvo ni siquiera que dar su discurso de porque aquella era una buena idea, los chicos aceptaron de inmediato y, entre Pedri y Gavi se encargaron de convencer a una reticente Ainhoa. Gaia casi no había tenido contacto con la morena en toda la noche, salvo un par de comentarios en su dirección que quiso omitir por el bien de la tranquilidad grupal que llevaban.

El antro que escogió era de sus favoritos, se encontraba lleno de personas que, como ella, estaban dispuestos a disfrutar de una noche de baile y diversión, todas hablaban en voz alta, tratando de hacerse oír por encima de la música. Una canción de Quevedo llenaba el lugar, mientras ellos eran llevados a su apartado VIP, que gozaba con un poco de privacidad, lejos de las miradas indiscretas de los demás.

Gaia era una amante de la fiesta, le encantaba divertirse en esa clase de ambiente y junto a su hermano habían hecho un poco de vida nocturna por Barcelona, descubriendo buenos lugares donde contaban con la discreción y confidencialidad de los empleados. Agradeciéndole a la chica que los había conducido hasta el reservado, Gaia se vio obligada a tomar asiento al lado de Eric, porque, de nuevo, Pedri se aseguró de quedar en un asiento entre Ainhoa y Ferrán. Al Valenciano lo tenía justo al frente, separado por la pequeña mesa llena de botellas de bebidas alcohólicas, agua y hielo. Su mejor amigo, por casualidades de la vida —O quizás por la agudeza mental que ella no tuvo— sí que pudo gozar de sentarse al lado de la morena.

—Este sí que es mi sitio —les dijo Eric, alzando la voz para que pudieran oírlo por sobre la de Bad Bunny—. ¿Qué pasa, churri? ¿Acaso jamás habías visto un antro?

La pregunta burlona del catalán se ganó un gesto molesto de Ainhoa. Vio a Ferrán levantándose, inclinando su cuerpo hacia la mesa de bebidas y empezar a servir tragos para comenzar la diversión, a Gaia no le extrañó lo divididos que estaban acerca de ese tema. Mientras que ella, Eric y Ferrán se animaban a tomar tragos y un par de cervezas; Pedri, Ainhoa y Gavi declinaron la oferta, solo queriendo concentrarse en el ambiente divertido sin necesidad del alcohol.

Cuando el shot de vodka quemó su garganta, Gaia se dio cuenta que hacía un par de meses que no salía de aquella manera. La ultima vez quizás podría ser durante el After Party de la primera Final Four de la Kings League, la competición de fútbol siete que había creado su hermano, realizada en el Camp Nou aprovechando el parón de selecciones. Se divertido demasiado esa noche, observando como aquel torneo tomaba rumbo y reconocimiento entre las personas y el mundo, a pesar de haber sido llamado “Circo”, pero recordaba que no se pudo quedar mucho tiempo.

Addie había sido su acompañante de esa noche porque Pedri, a pesar de no ser convocado con la selección por su lesión, no podía ser visto junto a ella en público, ya que eran lo que habían acordado. La prensa estaba peor que nunca, buscando la identidad de su supuesto novio y tratando de dar la primicia antes que nadie, lo cual solo creaba una tensión entre el canario y ella.

—¡Gaia!

El grito de Ferrán la sacó de sus pensamientos, Gaia le dio una sonrisa, observando como estiraba hacia ella un nuevo shot de alcohol y, echándole una rápida mirada a Pedri, lo bebió de un solo trago. Se levantó del asiento, justo cuando Eric también lo hacía y los tres, los únicos que estaban bebiendo, alzaron sus copas en señal de brindis.

—¡Por haberle ganado al Madrid y por tener la liga asegurada! —gritó Ferrán, riéndose.

—¡Por ligar esta noche! —añadió Eric.

—¡Por vosotros, porque os quiero muchísimo!

Sus palabras fueron acompañadas por un coro de risas, de los únicos dos chicos que estaban haciendo ese brindis con ella, seguido por el típico choque de copas, antes de terminarse el líquido alcohólico como forma de festejo. Con eso, Gaia solo buscaba olvidar por un solo momento todos sus dramas amorosos, evitar tener que recordar como su novio se apartaba de ella frente a la prensa y durante la cena, mientras tenía que fingir que nada de eso le afectaba de alguna forma. Ella solo quería vivir un romance normal y bonito, sabía que era difícil de lograr por su estatus de celebridad; pero estaba segura de que no merecía aquellas clases de desplantes.

A medida que avanzaba la noche, los shots de vodka se volvían cada vez más constantes y aquel picor que sintió con el primero en su garganta, ya no le hacía ni cosquillas. Gaia quería creer que el alcohol le estaba comenzando a afectar cuando sintió una ola enorme de celos recorrer su cuerpo al ver como Pedri se apegaba a Ainhoa y le hablaba en voz baja, más cerca de lo que le gustaría.

No era nada en contra de la morena, lo sabía, porque habría sentido celos hasta de ver a Pedri de aquella manera con Coral o con cualquier chica en esa posición. Lo que le molestaba con una enorme profundidad era verlo a él así, dándole toda su atención a cualquiera, mientras ella, que era su novia, no recibía ni una mísera mirada de su parte, ninguna sonrisa ante las bromas que soltaba o siquiera alguna seña que le hiciera saber que estaba consciente de su presencia. En ese momento, no se molestaba ni siquiera en fingir que era su amigo, directamente hacía como que no la conocía.

Esos tratos no eran parte del acuerdo al que habían llegado.

Tratando de disimular sus celos y el rumbo de sus pensamientos, Gaia se obligó a concentrarse en la broma que soltó Eric acerca del objetivo que ahora tenían los culés: descender al Espanyol. La música retumbaba en sus oídos y lo que debía escucharse como una melodía alegre, solo podía sentirlo como un ruido sin sentido. El alcohol estaba llenando su cuerpo, desinhibiéndola de cualquier clase de filtro que tuviera puesto, así que, tomando de un trago de lo que le quedaba de bebida en su copa, se volteó hacia todos en la mesa.

—Bueno —dijo en voz alta, atrayendo la atención hacia ella. Tuvo que aclararse la garganta, porque por un instante casi no había reconocido su voz—, no sé vosotros, pero yo tengo ganas de bailar.

—Ay, preciosa, lo lamento tanto —le dijo Eric, al cual los tragos le estaban afectando de la misma manera que a ella. Sintió como la cogía de las mejillas y eso solo le dio un ataque de risa—. Hoy vengo en modo ligoteo, mi amor, y, a menos que quieras acabar la noche besándome en este apartado, voy a ir a buscar un par de chicas.

Gaia no aguantó su risa, mucho se tardó el catalán en coquetearle con la presencia del alcohol entre los dos. Sus ojos chocaron un segundo con los de Pedri, que los veía con una expresión seria en el rostro, la ceja que alzó en su dirección fue la señal que necesitó para saber que aquel ofrecimiento no le había gustado nada. Se deshizo del agarre de Eric y, a pesar de querer pagarle con la misma moneda de indiferencia que el canario le ofreció en toda la noche, no se vio capaz de hacerlo. Era culpa de su enamorado corazón y del alcohol que tenía en el cuerpo, no podía pagarle con la misma moneda.

—Eres un tonto, no te estaba invitando a ti, gilipollas —bufó, escuchando de inmediato la réplica indignada de Eric y el ataque de risa que tenía Ferrán—. Pedro, ¿te vienes a bailar?

Su voz había salido con un tono ilusionado, que deseó enormemente solo fuese producto de su imaginación y que sus amigos no la hayan escuchado de aquella forma. Quizás no estaba por completo borracha, aún su cabeza podía tener consciencia de lo que hacía, pero el alcohol estaba empezando a tomar control de su cuerpo y, peor, de sus decisiones. Los celos que estaba sintiendo tampoco ayudaban en nada, y tal vez de haber estado sobria no lo habría puesto en aquella posición.

Pedri pareció sorprendido durante unos segundos, mientras pasaba sus ojos por todos sus amigos, tal vez buscando una respuesta apropiada para su oferta. Gaia estaba segura que, de no haber sido por la música que llenaba el antro, el ambiente entre ellos habría sido fácilmente de un silencio incómodo. A medida que los segundos pasaban sin una respuesta por su parte, comenzó a sentir como las mejillas le cosquilleaban con fuerza, sintiendo como el calor de la vergüenza se mezclaba con el alcohol en su cuerpo, volviéndose una mala combinación.

—Eh, no —Fue su respuesta. «Ouch», pensó Gaia, parpadeando un par de veces por el desconcierto—. Digo, no lo sé. Yo… ya sabes, no tengo muchas ganas.

Una risilla burlona al lado de Pedri le hizo sentir peor, obligándola a servirse otro trago en su copa y beber un largo sorbo de ella para evitar mostrar como aquel rechazo le había afectado. Ni siquiera sabía a dónde mirar, porque sentía los ojos de todos puestos en su persona, no quería que nadie viera la desilusión que desprendía. No deseaba ver a Gavi, sabía que iba a tener esa mueca molesta que colocaba; menos a Ainhoa, porque de ella salió aquella risa de burla, quizás pensaba que no podía lidiar con un rechazo.

Sin embargo, unas manos sujetaron sus hombros y en seguida sintió un beso en la cabeza, lo cual logró que aquella desilusión se evaporara en tan solo unos segundos.

—¿Y si mejor vamos a bailar tú y yo, bella rossa?

Gaia sonrió.

—Ferri, a ti no te gusta bailar.

—Quizás no —dijo él, encogiéndose de hombros—, pero tampoco me gusta verte triste. Siempre te preferiré con una sonrisa, ¿qué dices? ¿Vamos, mi nena?

Lo sabía, no tenía que ser una experta para saber que Ferrán sí había notado su desilusión y era por ello que se ofrecía para aquello. Sin embargo, eso no evitó que una ola enorme de cariño llenara su corazón, porque él siempre tenía esa clase de detalles para hacerla feliz. A pesar del amargo inicio con el que empezaron, haberlo conocido a sus once años fue lo mejor que le ocurrió, logrando así obtener un amigo para toda la vida y a alguien que la conocía mejor que ella misma.

Sin hacer caso a las miradas de Pedri y, sobretodo, a la de Ainhoa, Gaia dejó su copa encima de la mesa y, escuchando los ánimos de Eric, cogió la mano de Ferrán y fue tirando de él para ir a bailar. La zona VIP quizás no se encontraba tan llena como la parte general del antro, pero aún así tuvieron que esquivar a un par de parejas y grupos que bailaban apegados o moviéndose de forma muy agresiva. No había nadie conocido a su alrededor, algunos invitados palmearon la espalda del Valenciano, reconociéndolo del equipo y dándoles sus felicitaciones por la victoria.

Sabía que tal vez al día siguiente habrían unos cuantos rumores y noticias sobre aquella salida que habían tenido todos después del partido, pero en ese momento nada le importaba. Puso su mente en blanco, relajando su cuerpo y dejándose llevar por el sonido de la música. La mano que sujetaba la suya deshizo su agarre y fue a posarse a su cintura, dándole la vuelta para hacerla quedar de cara a su amigo. Lo cual aprovechó para pasar los brazos por sus hombros y empezar a moverse.

—Estás borracha —Fue lo primero que le dijo el Valenciano, riéndose por su cara de indignación—. No me veas así, lo digo en serio. Menos mal que yo seré quien te lleve a casa, eh.

—¿Tú, gilipollas? Pero si has bebido lo mismo que yo.

—Bueno, le pediremos el favor a Pedri y que Ainhoa lleve a Eri. Parece que se están llevando mejor que antes.

Gaia frunció el ceño, volteándose un poco para poder ver hacia el reservado donde se encontraban sus amigos. Desde ahí, a pesar de las personas bailando, tenían una buena vista de su lugar, observó como dos chicas que no conocía de nada se alejaban entre risas de la mesa, mientras Eric se inclinaba hacia Gavi y le quitaba algo de las manos. No le extrañó en pensar que se debía tratar de algún número de celular, quizás tenían la esperanza de que él las llamara. Ainhoa, al lado de Pablo, no se veía del todo feliz, menos cuando el catalán comenzó a hablar en su dirección, provocando que se ganara un manotazo molesto de su parte.

—Sí, ha habido progreso entre ellos…

Pudo escuchar levemente la risa de Ferrán, pero no pudo prestarle toda la atención que merecía porque su mirada se desvió hacia el otro lado de Ainhoa, dónde Pedri estaba sentado. A pesar de la distancia, pudo reconocer también que tenía algo entra las manos, un papelito muy parecido al que Eric le quitó a Pablo, sabía que él no tenía la culpa de llamar la atención, de ser un futbolista famoso que atrajera a cientos de chicas; pero es que los celos y alcohol mezclados en su cuerpo eran una mala combinación, creaban miles de escenarios en su cabeza y ponía ideas en ella que la hacían dudar.

«¿Y si todo el tema de esconder la relación solo era una excusa para seguir mostrándose como un chico soltero? Tenerla a ella, pero sin renunciar a su soltería y el coqueteo al que estaba acostumbrado», pensó. La voz molesta de su cabeza, que no sonaba para nada como ella, empezó a hacerse más fuerte, rebajando todo el ánimo que tenía para esa noche hasta tirarlo al suelo y pisarlo, haciendo más drama con los problemas que ya tenía.

Pedri la miraba fijamente, sin hacer caso al papelito que tenía entre las manos. Gaia no podía descifrar su mirada, parecía estar tratando de decirle muchas cosas a través de sus ojos, pero sin poder transmitirle algo sólido o que ella pudiera entender, menos con esa cantidad de alcohol.

—¿Estás bien?

La voz de Ferrán la atrajo de nuevo al baile que estaban teniendo, ella apegada a su cuerpo y él tratando de hacer su mejor intento para no pisarla. Bailar no se le daba del todo mal, pero tampoco era un experto, sabía que solo lo había hecho para que el rechazo de Pedri no cogiera una enorme importancia. Apartó la mirada del Canario y lo miró, dándole una sonrisa, mientras asentía.

—Yo debería hacerte esa pregunta, ¿no crees? Ferri, ¿qué te ocurre?

A pesar del animo y la alegría con la que llevaba la noche, no era un misterio que Ferrán estaba mal esos últimos meses.

—No quiero hablar de eso ahora —bufó, rodando los ojos—. Y basta de hablarle a Arantxa sobre mi, de verdad, que ya os dije que voy a ir a ver a un psicólogo, como vosotras queréis.

—Una cosa es decirlo y otra hacerlo, Ferri —musitó, en un tono leve, tratando de que su voz no se escuchara como un regaño. No deseaba molestarlo cuando lo único que necesitaba era ayuda—. Sé que irás cuando tú quieras, ¿vale? Pero debes saber que nos preocupamos por ti, y tanto Arantxa, como tus padres y yo solo queremos que estés bien. Y no es obligación, ¿de acuerdo? Un psicólogo puede ayudarte.

—¿Y por qué tú no vas a uno?

No necesitó que el explicara la razón de aquella pregunta, Gaia podía ver la oscuridad en el antro, siendo opacada por las luces de colores que alumbraban de forma estratégica dando un ambiente animado, la música que llenaba el lugar y las cientos de personas que solo disfrutaban bailando. En otra etapa de su vida, incluso un lugar como ese le habría causado un profundo pánico, todo por la ayuda de un psicólogo, justamente. Ahora, como cualquier persona normal, podía ir a antros, al cine e incluso salir de noche sin temer por un ataque de pánico ocasionado por la oscuridad.

—Porque no lo necesito ahora —bufó.

—Te hizo bien cuando fuiste a uno de pequeña, tu miedo a la oscuridad era demasiado fuerte a los once años —dijo, mirándola. Podía sentir como él estaba recordando aquella época en la que se conocieron—. Yo podría acompañarte como en aquellos años, ¿qué dices? Ahora será más sencillo, no debemos buscar excusas para tu madre y la mía ya no debe llevarme a todos los sitios.

—Dios mío, como jodíamos a tus padres solo por querer mantener nuestra amistad, eh.

—¿Y qué dices de Geri? Pobre, lo hacías conducir por horas solo porque querías verme.

Ambos rieron con fuerza, transportándose por unos segundos a aquella época. Gaia no lo soportaba al inicio, Ferrán fue un niño molesto que la llamó rubia teñida y le dio un pelotazo, incluso le destrozó su libro favorito en ese tiempo y casi la hizo llorar; pero luego, días después de ese primer encuentro, él la llamó a su casa —Enric tenía la culpa por haberle dado el número— y le había pedido disculpas por todo, incluso la invitó a ver una película al cine. Eso, cuando tenía once años, la tomó por sorpresa, pero, debido a su fobia, lo rechazó, y aún así él no se rindió.

Terminaron saliendo juntos a un parque en Valencia, aprovechando que Gerard tenía que jugar con el equipo del lugar esa temporada. Ferrán fue llevado por su abuela y su hermana, mientras ella tenía a su celoso hermano mayor que no despegó ojos de ellos. Incluso el le regaló una nueva edición del libro que le había destrozado, con un mensaje bastante bonito en la primera página. Luego, a través de los años, la amistad solo fue en aumento, más cuando descubrió su temor a la oscuridad y la ayudó a enfrentarlo en varias ocasiones, acompañándola a las sesiones con el psicólogo que su padre agendaba a escondidas de su madre.

—Hay que agradecerle a Enric por esta amistad, ¿sabes? —le dijo, sonriendo—. Sin él, yo te habría seguido considerando un gilipollas.

Bella rossa, por favor, estábamos destinados a conocernos —bromeó. La música cambió a una más movida, Gaia se quejo cuando sintió un empujón a sus espaldas—. De igual forma, nos alejamos del tema, tarada. ¿Qué pasa contigo y tu noviecito?

Y ahí estaba el tema que no quería tocar, menos con él. Hizo una mueca, iba a darse cuenta de todo como siguiera mirándola a los ojos.

—¿Qué va a pasar, tonto? Nada —Evidentemente, él no le creyó—. Tengo novio, bastante guapo, y queremos mantener una relación de bajo perfil.

—Bajo perfil —repitió Ferrán, haciendo énfasis en cada palabra—. Tan bajo que ni siquiera tus amigos lo conocen. ¿En serio estás bien con ellos?

«No».

—Sí —mintió—, lo decidimos así, juntos. No quiero a la prensa encima de nosotros, menos las comparativas entre él y mi ex, nada. Solo quiero una relación tranquila.

Estuvo obligada a mantenerle la mirada fija en Ferrán durante unos segundos, rezando porque sus ojos azules no le transmitieran las mentiras que existían en sus palabras. Una mano soltó su cintura, ya ni siquiera hacían el esfuerzo por moverse al ritmo de la música, y fue puesta en su mejilla, acariciándola con cariño.

—Me estás mintiendo —le dijo, Gaia sintió unas repentinas ganas de vomitar—. Pero por el momento, haré como que te creo porque sé que eso te hará más feliz y sabes que yo lo único que quiero es verte así, bella rossa.

No le dijo nada, salvó un suave «gracias» antes de apoyar la cabeza en su pecho. En algún momento tendría que hablar con alguien acerca de como se sentía y las posibilidades a su alrededor eran demasiado reducidas. Con Pablo era difícil, ignoraba sus mensajes y llamadas, solo lo veía durante el trabajo y aunque quedó en tener un día para ellos como antes, dudaba que fuese a ser pronto; Geri estaba casi siempre de viaje o haciendo cosas de empresario importante y Ferrán no sabía nada acerca de Pedri y su relación.

A ese paso, tan solo iba a poder hablar con el Señor Mofletes.

—Voy a ir a buscar algo más de beber, ¿quieres algo?

—Todo lo que puedas traer y que contenga alcohol —pidió, con una sonrisa.

—Vale, quédate aquí para que no te pierda, ¿de acuerdo? Y trata de que Eric no te confundas con una chica desconocida, está lo suficientemente borracho como para querer ligarte en serio.

Ferrán le dejó un beso en la mejilla antes de darse la vuelta y esquivar a las personas para ir en busca de sus tragos. Al verse sola en medio de la multitud de parejas que bailaban, Gaia se dejó llevar por la música, moviendo su cuerpo al mismo ritmo que los demás. Era mucho pedirle a la voz de Quevedo que se metiera en su cabeza a tal punto de borrarle todos sus dramas de amor, pero podía hacer el intento solo por esa noche. Poner sus pensamientos en blanco y tan solo concentrarse en la canción que sonaba, ser una de estas ebrias que no le importaba lo que sucedía a su alrededor mientras estuviera pasándolo bien.

Quizás es lo que tuvo que haber hecho el día de su cumpleaños, emborracharse y bailar junto a sus amigos y no terminar en su habitación besando a Pedri. Quizás, tan solo con ese cambio, no habrían terminado teniendo una relación oculta de todos, tal vez tuvo que haber sospechado de eso a partir de ese momento, cuando tuvieron que hacer mil malabares para esconderse de los demás solo para darse un beso. «No», se regañó a si misma, no importaba que tan poco le gustara su situación actual; pero jamás cambiaría lo que sucedió aquella noche.

Unas manos desconocidas se apoderaron de su cintura y estuvo a punto de alejar a la persona que tuvo la osadía de tocarla, pero no lo hizo. No cuando él se acercó a su oído y empezó a cantar aquella canción que conocía tan bien, la cual le quedaba a la perfección porque compartía el mismo acento canario que el cantante. Aunque su corazón se derritió, alegrándose que al final Pedri sí fuera a bailar con ella, su cabeza era otro asunto, recordándole que él se había negado por algo y que quizás estaba haciendo eso solo porque la notó desilusionada ante su rechazo. En pocas palabras, que lo estaba obligando a hacer algo que no quería.

—Pensé que no tenías ganas de bailar —le dijo al oído. Estaban en una posición demasiado comprometedora en público, bastante cerca como para respirar el mismo aire—. No tenías porque venir, Ferrán volverá a hacerme compañía pronto y tú puedes seguir recibiendo números de chicas en la mesa.

—No seas celosa —rió, apretándole cariñosamente la cintura—. He tirado el número, te lo juro. No lo necesito, ¿para qué? Si ya tengo a la novia más increíble del mundo.

—Supongo que ella no sabía que tienes novia, pero no es raro, ¿no? Sería demasiado difícil adivinar algo así.

Lo escuchó reír contra su oído, debía estar viendo una escena lamentable, con ella siendo una ebria celosa que no se molestaba en ocultarlo, estaba claro que no se tomaba el asunto con la seriedad que requería la situación. No lo culpaba, después de todo, siempre le habían dicho que cuando bebía mostraba una imagen bastante graciosa y poco seria. Una mano de su novio empezó a acariciarla, con demasiado cariño como para tratarse solo de una amistad.

—Cuidado donde tocas, la prensa tiene ojos en todas partes y sabes que los rumores así se esparcen como el aire.

—Eres mi novia —repitió él, con más seguridad que antes—. Que miren lo que quieran y disfruten de la vista.

Mentiría si no dijera que eso le gustó, que mandara a la mierda todo eso del secreto y pudiera ser el novio amoroso que tenía en privado; pero sabía que eso no era lo que él quería y solo lo hacía porque la veía molesta, parar hacer que olvidara su rechazo y aquel número de la desconocida. Aún así, Gaia se sentía ebria, pero no por el alcohol, sino por la manera en la que él buscaba hacerla sentir mejor. Eso significaba que le importaba, ¿verdad? Y solo le daba esperanza a que el estatus de secretismo con el que mantenían la relación se hiciera cada vez más corto, quizás no tendría que esperar mucho para cambiarlo.

Aún así, la única parte sobria de su cabeza, vio que era momento de hablar.

—Pedro, no podemos seguir haciendo esto, no así.

—Gaia…

—No, sé que no es momento de hablar de esto. No es el lugar, solo… Bésame.

Ambos se detuvieron, mirándose a los ojos, el azul y el marrón chocando entre si. El mar y la arena juntándose y marcando que eran uno mismo, que sabían que se necesitaban el uno al otro. Por un momento, notó el brillo de la duda en Pedri, pero eso rápidamente cambió y volvió a acariciarle la mejilla con cariño, antes de que sus labios se apoderarán de los suyos.

Ahora sí que se sentía ebria, bailando en una nube de ensueño y siendo eso lo único que había querido en toda la noche. El desplante frente a los paparazzi se había olvidado, la lejanía durante la cena también y ni hablar del rechazo que sufrió hace tan solo unos momentos. Nada de eso existía ahora, solo eran hechos aislados que no iban a ser recordados el día de mañana, ese beso sí. Sus labios eran uno solo, disfrutándose mutuamente y mostrando lo juntos que podían estar.

El aire se hizo necesario y, sintiéndose más ebria que nunca, dijo:

—Te quiero.

De nuevo, aquellas palabras salieron de su boca sin estar plenamente consciente de ello, esta vez, diferente a las demás, sí esperaba una respuesta. Al menos una que la dejara tranquila, que calmara aquel mar de ideas que se habían formado en su cabeza y pudiera darle un poco de tranquilidad a su enamorado corazón. Tan solo necesitaba que le respondiera, al menos para saber que no le avergonzaba tener sentimientos por ella y demostrarlos en público, que le asegurara que todo el secreto entre ellos solo sería momentáneo y no algo que duraría otros dos meses más.

Sin embargo, la respuesta que ella esperaba no llegó, y Gaia no quería ser una dramática, quizás porque todo aquello que estaba sintiendo solo era por el alcohol que había ingerido. Tal vez al día siguiente ya no iba a recordar nada de esa noche, olvidaría como Pedri se alejó de ella en toda ocasión, como la rechazó frente a los demás, el sentimiento de vergüenza llenando su cuerpo, los celos que sentía por verlo tan cerca de otras y por el papelito con ese número.

Y, sobretodo, olvidaría toda su necesidad de que él le respondiera el te quiero. Quizás no recordaría nada al día siguiente, o tal vez sí. Aún así, decidió poner la mente en blanco y dejarse llevar, seguir besándolo de esa manera, estando escondidos pero aún así frente a todos. Era una suerte que la mayoría estuvieran atentos a sus propios asuntos en vez de a los suyos, porque luego podría preocuparse por las consecuencias de eso.

¡Hola, hay nuevo capítulo!

Últimamente no me han gustado los capítulos que he escrito, pero este tiene algo que hace que sí me guste de verdad. He quedado satisfecha con él y me ha costado, pero bueno, me alegra haberlo terminado a tiempo.

¿Huelen eso? El drama se acerca, lento pero seguro.

• ¿Les ha gustado el capítulo?

• ¿Cuál fue su parte favorita?

• La amistad de Gaia y Ferrán, ¿qué opinión tienen de ella?

• ¿Se esperaban esa aparición de Vinicius, qué piensan de él?

• ¿Que opinan de la actitud de Pedri en este capítulo? ¿Pueden comprenderlo?

• Dejen aquí sus opiniones sobre algún otro tema que he olvidado de preguntar o las teorías que tienen para los siguientes capítulos.

Muchas gracias por leer <3

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