oxxvii. capítulo veintisiete.

━━━ F. C. B A R C E L O N A
⚽ ♪ 。 Un dia de partit
lexxie & marce
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—Me estoy acostumbrando a esta posición, creo que me gusta más que al principio.

Gaia soltó una risa ante las palabras de su novio, escuchando la forma en la que trataba de regularizar sus respiración después de un divertido tiempo a solas. Aún con la sonrisa en su rostro, con el pecho desnudo subiendo y bajando debido al esfuerzo de la fuerte acción, se inclinó hacia él para dejarle un descuidado beso en los labios, sintiendo como sus manos le acariciaban la cintura con suavidad. Tener un momento como ese se había vuelto una actividad difícil de cumplir en las últimas semanas por las visitas que tenían en casa, sobretodo para ella, porque le causaba una profunda vergüenza hacer ese tipo de cosas con los padres de Pedri durmiendo bajo el mismo techo.

Ahora tenían un momento de intimidad para los dos, que estaban aprovechando para disfrutar de la mejor forma posible, hasta que un golpe en su nalga derecha le hizo soltar un nuevo chillido. Encima de Pedri, en esa posición a la que habían tenido que adaptarse debido a la lesión de su muslo, y para evitar que empeorara, sintió como una mano traviesa subía por su cuerpo hasta detenerse un poco más debajo de su pecho. Una ceja se alzó en su rostro, sospechando la razón por aquel cambio de opinión sobre aquella postura, así que retomó un nuevo y lento vaivén contra él.

—¿Y por qué ese nuevo cambio de opinión? —preguntó, con picardía.

A aquella mano traviesa se le sumó la segunda, ninguna de las dos desaprovechó la oportunidad de dejarles nuevas caricias más cerca de su senos, tocando a su gusto y respondiendo a su pregunta sin la necesidad de decir ni una palabra.

—Porque aprendí a sacarle provecho a la situación —dijo, sin detener aquel toque que la encendía por dentro y provocaba que su vello se erizara—. Desde aquí tengo una perfecta vista de ti y de todas las muecas que haces mientras te estoy follando, amor.

Un nuevo gemido se escapó de su boca, deseando más de aquellas caricias que le ofrecía. No hallaba forma de saciarse de él y al parecer eso era algo que Pedri también tenía en mente, un día sin estar en aquella posición era demasiado para ellos. Una fuerte mano se posó en su nuca, atrayéndola con fuerza hasta hacerla chocar contra su cuerpo, iniciando así un beso posesivo que mostraba todas las ganas que se tenían, toda aquella tensión sexual que nació entre los dos desde el primer momento en que se vieron.

Chicos, ¿estáis ahí? —Unos golpes en la puerta cerrada les hicieron soltar una alta queja, ni aún siendo una pareja oficial, parecía que perdían la costumbre de interrumpirlos en sus momentos privados—. Hemos acabado de llegar y los niños quieren jugar un rato fuera. ¡Burbuja! ¡Hermano!

—¡Fer, ni te atrevas a entrar! —le gritó Pedri de vuelta.

Gaia soltó una baja risa, escuchando el mar de quejas de Fer a través de la puerta. Sabía que esa advertencia había sido en vano, después de todo, el seguro estaba echado y, a menos que ellos mismos lo quisieran, no habría forma de que pudiera entrar a la habitación. Por lo menos, tenía que agradecer que la interrupción llego luego de haber terminado, sino su cuñado se habría llevado una buena patada en el trasero como consecuencia de su continua molestia, aún le debía una de la noche de su cumpleaños.

La puerta fue tocada de nuevo, Fer seguía detrás de ella y les comentaba que iban a estar en el jardín, junto a Milán y Sasha, esperándolos. Gaia se aguantó las ganas de rodar los ojos, ¿cómo las personas no iban a sospechar de la relación que llevaba con Pedri si hasta sus sobrinos pasaban tiempo con la familia de su novio? Ella quizás podía esforzarse en mantener un perfil bajo por su pareja, por el acuerdo que habían hecho; pero su hermano, como todo, no era el mismo caso.

Los pasos de Fer se escucharon hasta desaparecer por completo y fue ahí cuando el silencio volvió a la habitación. De nuevo solos, la rubia fijó sus ojos en Pedri, que no se veía muy contento, y le dejó un rápido beso en los labios antes de tomar un poco de impulso y alzarse sobre él, quitándose de encima y poniendo fin a la unión que habían estado manteniendo sus cuerpos. Un quejido bajo fue lo que provino de su novio, que pocas ganas parecía tener de levantarse de la cama.

—Levántate ya, pesado —le pidió, cogiendo una almohada de la cama y lanzándosela a la cara, sacándole una risa—. No podemos tardar mucho, no quiero que piensen mal y crean que estábamos haciendo algo aquí.

Pedri alzó una ceja, divertido, quitándose la almohada del rostro.

—Pero estábamos haciendo algo aquí —aclaró, dándole una sonrisa ladina—. Vamos, ¿cómo piensas que llegamos al mundo?

—¡Pedro, calla!

Volvió a tomar la almohada, acercándose a la cama para golpearlo con ella. El ataque, aunque fructífero, no acarreó la reacción que esperaba, solo le sacó un mar de carcajadas desde el fondo de su pecho, siendo el sonido definitivo de la diversión y la felicidad. Hasta que su mano fue sujetada y, en un solo movimiento, la atrajo de nuevo hacia él, contrarrestando los golpes que le proporciona, ejerciendo solo un poco de fuerza para someterla y hacer que se detuviera.

—Debo hacer más ejercicio —bufó Gaia, incapaz de moverse. Pedri la sujetaba de las muñecas y había rodado en la cama hasta dejarla debajo de él, sin escapatoria alguna—. ¿Tengo que recordarte que no debes hacer tanto esfuerzo hasta que te den el alta médica?

—Tú me atacaste y provocaste esto —sonrió, acercándose a besarla—. Y ahora sospecho que fue solo tu idea para estar así de juntos, cariño.

La catalana sintió como sus mejillas empezaban a cosquillearle, tiñéndose de rojo ante la mirada indecente que le estaba dirigiendo Pedri. Los ojos marrones se paseaban desde su rostro hasta su pecho, que continuaba desnudo y expuesto ante él, brillaban con un toque de deseo y admiración, lo que la hacía sentirse con una extraña mezcla de vergüenza, por estar siendo observaba de esa manera, y de orgullo, deseando que jamás se acabara.

Una mano dejó de sujetarle la muñeca y fue posada en su mejilla, tocándola con cariño. A pesar del deseo latente entre ambos, eso no era lo que los envolvía en ese momento, sino algo mucho más puro y sentimental. La intimidad que estaban teniendo no era solamente sexual, sino también romántica, lo cual la hacía sentir un poco vulnerable hacia él. «Te quiero», un pensamiento tan fuerte y claro que creyó por un segundo que no solo había estado en su cabeza, sino que se puso haber escapado de sus labios, como un bajo murmullo ininteligible; pero, para su buena suerte, todo fue parte de su imaginación.

Lo quería, sí, esto estaba más que claro. Gaia tenía tan aclarados sus sentimientos que sabía que no había vuelta atrás, por más que lo intentara. Sin embargo, un miedo se colaba en ella de manera tan profunda que no lo deseaba, porque la inseguridad no era algo propio de su persona, ¿cómo podía estar sintiendo esa clase de cosas por él si solo llevaban apenas un mes de noviazgo? Era por ello que prefería no espantarlo con la ferocidad de sus sentimientos, ni siquiera salían en público, quizás el canario no consideraba que hubiera algo tan sólido entre los dos como para ello, por eso no buscaba ni imaginarse que iba a pensar si le soltaba todo aquello que guardaba dentro se si.

Un suave toque en sus labios le sacó de sus confusos pensamientos, aquel beso tan querido le hizo sentirse como la primera vez. Toda su actitud coqueta se veía reducida a una chica nerviosa y tímida con su pareja, descubriendo una nueva faceta de lo que significaba la felicidad y dejándose llevar por ese mar de sentimientos que tenía por él, llenándole el corazón.

«Te quiero», aquella confesión volvió a azotar su cabeza, dándole la tarea casi imposible de poder contenerla dentro de ella y no dejarla salir. No sabía cuánto tiempo iba a seguir resguardando aquel secreto, viéndose incapaz de hacerlo por mucho tiempo y solo queriendo confesar sus sentimientos. No era de esconder nada, era más bien un libro abierto dispuesta a compartir todo lo que la hacía feliz con las personas que quería y, justo ahora, quien ocupaba ese primer lugar era Pedri.

Abochornada por el rumbo de sus pensamientos, por la cursilería que empañaba su relación y el romanticismo que la envolvía en una burbuja de miel junto a su novio, se separó del beso, escuchando otra baja queja de su parte, y le dijo:

—¿Por qué no vamos a ducharnos? Te viene bien un poco de agua fría para calmarte.

Su burla le atrajo una sonrisa cómplice, seguida por un par de bromas sucias y toques a su cuerpo que hizo que sus labios dejaran escapar unos gemidos, dándole la satisfacción a su pareja de escucharla de aquella manera. Quizás estaban tardando mucho, pero Gaia estaría dispuesta a permanecer mucho más tiempo a su lado solo por sentirse así de bien.

La ducha fue otro difícil obstáculo, siendo casi incapaces de mantener las manos quietas y la mente concentrada solo en la idea de un baño rápido. Hasta que pudieron salir de ahí, tomándose todo el tiempo del mundo para cambiarse y revisar unas cuantas cosas, Gaia, que estuvo ignorando su móvil, notó que tenía un par de mensajes que no había podido responder antes, como el de Addie, que le comentaba los avances con Christensen; Coral, que le pedía su opinión sobre su nueva colección de ropa; y, no menos importante, los de Ferrán, varios de ellos eran notas de voz.

Al ver salir a Pedri de la habitación, fue que se tomó el momento para escucharlas y agradeció ese instante de soledad en el lugar al oír lo que decían, de seguro a Ferrán no le parecería bien que estuviera compartiendo algo tan personal con alguien más, ni siquiera con su mejor amigo, sin su previa autorización. Aquellas notas de voz eran la confirmación que necesitaba para saber que el ex Valencia estaba mal, no solo con las cosas que le sucedían a nivel personal sino también profesionalmente. Por tantos años de amistad, por tantos sentimientos que tenía hacia él, no dudó en responderle de inmediato, tomándose todo el tiempo del mundo para ser su apoyo emocional, sabiendo que debía ir a verlo en cuanto tuviera una oportunidad. Al menos, lo que la consolaba, era saber que no estaba solo, Arantxa se encontraba a su lado, como la increíble hermana mayor que era.

Una vez recibidas las respuestas, pudo quedarse un poco más tranquila por su mejor amigo, pudiendo poner su atención en un detalle particular de la aplicación de mensajes en la pantalla y era acerca de Gavi. El chat del sevillano se mostraba ante ella, sin ningún cambio desde hace un par de días, los textos que le envío fueron leídos; pero no respondidos, al igual que las llamadas que le había hecho para tratar de contactarlo. No sabía a qué venía aquel silencio tan repentino, supuso que era su molestia por haber caído en varios partidos con el equipo y el hecho de que se esforzaba el doble en los entrenamientos que ya no le daba ni un respiro para acercarse a hablar con ella.

Dejó su móvil de lado, ya se preocuparía por ese tema luego, y, tomando un profundo respiro, se concentró en salir de la habitación. El salón no estaba vacío, Rosy estaba sentada en el sillón, con su laptop abierta y viendo algo en ella. Emocionada por la presencia de su suegra, fue de inmediato hacia ella, sentándose a su lado y dejando caer la cabeza en su hombro, siendo recibida con un cariñoso toque en el cabello y la habitual pregunta de su parte, animándola a hablar hasta por los codos.

Sin embargo, antes de poder decir algo, el ruido de la laptop atrajo su atención, más al reconocer una voz demasiado conocida para ella.

¡Opa! Esa es otra, eh. Desde que ni hermana se ha echado novio, ya ni le veo la cara por casa. ¡Gallita, regresa al mundo real!

La cámara apuntaba hacia Gerard, que, con una sonrisa divertida entre su rostro, daba aquella información a todos los presidentes de la Kings League. Las burlas de Mario no se hicieron esperar, menos la pregunta baja de ánimos de Spursito sobre si aquello era verdad. Le dio un poco de lástima, quizás habría llegado a tener algo con él si no hubiese aparecido Pedri en su vida. Por su parte el Kun informaba que quería conocer al dichoso novio, darle “una charla de hombre a hombre”, que no buscaba ser muy amistosa ante sus ojos.

Gaia no se contuvo de rodar los ojos mirando la pantalla, el nuevo programa de la Chup-Chup se veía en su laptop y, como todo un chismoso, su hermano no había podido cerrar la boca y guardarse aquella información para si mismo. A su lado, Rosy reía por las tonterías que soltaba cada integrante del plató, comentando lo mucho que quería ver los juegos del día siguiente y autoproclamándose del mismo equipo del que era ella. Un par de semanas habían transcurrido desde aquel momento en el hospital donde se enteraron de la grave lesión de Ainhoa y de la llegada de los padres de su novio a Barcelona. La rubia adoraba cada momento que tuvo a partir de ese día junto a los Gonzáles, por eso no contradijo la afirmación que Gerard hacía en pantalla.

¿Podéis creer que me ha olvidado? —Su hermano retomó la palabra—. A ver si se despegan un poco, ya casi parecen una sola persona.

Era un tonto, un verdadero idiota su jodido hermano mayor. El muy estúpido acababa de confirmar ante todos los que seguían la Kings League que tenía novio, dándole solo un poco de veracidad a los cientos de programas de chismes que hablaban sobre su vida romántica y como al parecer el mayor candidato para ese puesto era Pedri, por muchas cosas que habían dejado entrever en esas últimas semanas. No solo las fotos de Instagram que coincidían a la perfección unas con otras, sino también el par de salidas que han tenido en público con su familia y, no menos importante, que su set-up cambiara repentinamente al no estar en su casa y tener que stremear desde la de su pareja, donde lo que más llamó la atención fue la presencia de un suéter de su novio y que al parecer todo el mundo reconoció.

O, como no, aquel hilo en Twitter que hizo una fan sobre las pruebas que afirmaban una relación entre Pedri y ella, que luego se hizo viral en todos lados, creando aún más rumores. Gaia tenía que darle un punto, porque todo lo que había dicho en esa red social había sido más lógico que cualquier cosa que Socialité haya informado. En serio, sabía que no eran los más disimulados del mundo; ¿pero como se le ocurrió conectarlos solo por un simple suéter gris de su novio?

Las fans en Instagram y Twitter estaban colapsando cada día, buscando así sea una minúscula prueba en las fotos que subían o cuando salían. Hasta ahora, públicamente a Gaia no se le había visto con Pedri, sino con Rosy y Fer, mientras que a su Canario solo han podido captarlo con Gerard y sus sobrinos. Era por ellos, por la falta de fotografías, que muchos creían que solo se trataban de coincidencias, mientras que otros decían que eso probaba aún más la existencia de una relación romántica entre ellos.

—Pienso que está siendo exagerado —le dijo Rosy, sacándola de sus pensamientos, aún riendo por los gritos entre Mario y los hermanos Buyer—, si lo vimos ayer cuando fuimos a cenar con él y los niños, ¿no?

—Geri es simplemente exagerado —respondió, sacándole otra risa—. Fer dijo que acaban de llegar, ¿dónde están Milán y Sasha?

Pero su pregunta fue respondida por un par de gritos provenientes del pasillo que daba al jardín. No tuvo que ser adivina para saber que se trataba de sus sobrinos, disfrutando de la tarde junto a Fernando, Fer y Pedri, aprovechándose también del hecho de que uno de ellos era futbolista profesional y podían jugar al fútbol las veces que quisieran con él —Un poco menos ahora debido a la lesión y al leve regaño que les dio sobre no forzar a su novio por ello— mientras ella pasaba tiempo con su suegra, en un relajante momento de mujeres y alejadas de la testosterona de los hombres.

Era un poco llamativa la forma en la que las dos familias se habían unido, sabía que los González se llevaban bien con su hermano. Pudieron conocerlo cuando todavía jugaba y siendo compañero de Pedri, Gerard tenía esa actitud extrovertida e hilarante que hacía que lo amaras o lo odiaras de inmediato y, para su buena suerte, los de Canarias lo amaron desde antes de conocerla. Sin embargo, ahora con su relación, ambos se entremezclaron en una sola, con tardes de cena y momentos familiares, hasta salidas con sus sobrinos.

Para ese entonces, Gaia ya no culpaba a nadie por sospechar de ellos. Sería más extraño si no lo hicieran, veían a Fer y Pedri por Barcelona junto a Gerard, o a Milán y Sasha. A ella saliendo junto a Rosy, y a veces con Fernando que también se apuntaba. Por más que los rumores estaban persiguiéndolos, y casi alcanzándolos, era sorprendente como ningún medio importante se atrevía a dar la primicia de una vez, solo eran teorías de fans en las redes sociales y estos solo repetían lo que ellas encontraban. Incluso algunas revistas la han juntado de nuevo con Gavi y con Ferrán, antes de pensar si quiera en mencionar Pedri, pero siempre afirmaban que su nueva pareja estaba dentro del equipo. Por otro lado, aún cuando iba a trabajar, ninguno de sus amigos hablaba acerca de ello, para su buena suerte.

—Milán quiso la revancha contra Fernando por el último juego que hicieron —le comentó Rosy, con una baja risa. Quizás recordaba el enfado del mayor de los Piqué contra su esposo por supuestamente hacer trampa—. Y Sasha solo se dejó llevar por su hermano, pero creo que él quería jugar con Fer y la consola.

Gaia soltó un suspiro demasiado exagerado, echándole una mirada a su suegra.

—Que difícil es lidiar con tantos niños —bromeó.

—Ya los echarás de menos cuando estés en Canarias —le dijo, acomodándose en el sillón para verla mejor.

A pesar de que la laptop seguía emitiendo el programa de la Chup-Chup, Gaia no lograba escuchar nada más allá del sonido de los gritos y las risas provenientes del jardín, con la intensa mirada de Rosy sobre ella. El sonrojo en sus mejillas era evidente, aunque sabía que para que Pedri la invitara a las islas sus padres debían estar al tanto de ello, pero aún así no podía evitar sentirse avergonzada ante la simple idea de pensar en el futuro con él. Era muy pronto, un pensamiento algo tonto porque solo era pasar unas vacaciones a su lado; pero ella lo sentía más serio de lo que verdaderamente podía tratarse.

Para ese momento, de seguro todo el mundo ya estaría consciente de su relación. Amigos, compañeros y la prensa, para vacaciones estaba claro que si decidían estar juntos allá en las Islas Canarias no debían estar escondiendo nada acerca de lo que realmente eran el uno para el otro. Eso, sin poder evitarlo, le emocionaba mucho más de lo llegaba a pensar, la sola idea de poder disfrutar en serio de su relación sin preocuparse por nada más que ellos debía ser increíble, ya no más mentiras a las personas que quería y que le afectaban mucho más de lo que le llegaría a gustar.

—Pedri no ha parado de hablar sobre eso —continuó Rosy, observándola con cariño ante su silencio—. Nos ha hablado de los cientos de lugares a dónde quiere llevarte. Él en serio desea que disfrutes allá tanto como todos nosotros lo hacemos.

Gaia abrió la boca, en su mente ya tenía la respuesta que pensaba decirle; pero esas últimas palabras la descolocaron un poco, cambiando el rumbo de sus pensamientos.

—¿Todos?  —cuestionó, soltando una risa nerviosa—. ¿Habláis por vosotros o…?

Rosy le dio una sonrisa tranquilizadora.

—Por nosotros y por los demás, claro. Los amigos de Pedri están ansiosos por conocerte y el resto de la familia también.

—Siempre me ha gustado ser el centro de atención, creo que me voy a divertir mucho allá; pero eso no quita lo nerviosa que estoy por conocerlos.

—Te van a adorar, cielo, lo juro. ¿Alguna vez has ido a las islas?

Negó, emocionada.

—Por eso estoy tan contenta de ir —sonrió—. Antes no se me dio la oportunidad, mis vacaciones solían ser entre Sevilla, Ibiza o Mallorca; pero no en Canarias.

Rosy empezó a contarle sobre las cosas interesantes de Tegueste, el pueblo natal de Pedri y del que no paraba de hablar, y eso solo encendió las cientos de ganas que tenía de que las vacaciones llegaran y estar allá disfrutando. La idea de conocer a la familia de su novio, a todos ellos, le ponía solo un poco nerviosa, era una situación importante y por más que le encantara ser el centro de atención, sentía miedo de que algo saliera mal y que la situación no acabara como ella esperaba. Sin embargo, si todos los familiares eran parecidos a Rosy, Fer o Fernando, sabía que no tenía nada por lo que preocuparse.

Mientras seguía escuchando los sonidos provenientes del jardín, los gritos de triunfo y las innumerables quejas, Gaia se dio cuenta de lo mucho que le gustaba estar teniendo ese tipo de momentos a solas con Rosy. Las últimas semanas siempre habían tenido ratos como esos, ambas vivían rodeadas de puros hombres y estar con otra mujer era como un soplo de aire fresco a sus vidas, era por eso que no se separaban y buscaban hacerlo todo juntas. Para la rubia, era la primera vez que sentía esa clase de amor maternal, donde se encontraba envuelta en cariño y comprensión, dándole esa seguridad para poder contarle todo lo que se le atravesaba por la cabeza sin miedo a sentirse juzgada y sabiendo que, si lo necesitaba, iba a recibir consejos para mejorar o tomar un mejor rumbo en su vida.

Una fuerte calidez se instalaba en el pecho cada vez que Rosy la abrazaba o le daba de esos comentarios alentadores, quizás era lo que necesitaba para sentirse más segura en su entorno. Su madre no era así, su metodología siempre había sido la del amor duro y, con todas las horas que trabajaba, era también distante; Gaia sabía que la amaba, pero le habría gustado que lo demostrara un poco más, quizás por eso ella misma se esforzaba en demostrarle a todas las personas de su vida lo importante que eran para ella.

En medio de su charla, un torbellino con forma de dos niños traviesos llegó a ellas. El mayor de los dos, tomó asiento justo en el medio de ambas, con la confianza que ya había cogido después de tantos días juntos, mientras que el menor se le aferró al cuello por detrás, encima del sillón como si de una plataforma para escalar se tratase. Pocos segundos bastaron para que quien ingresara al salón fuese Pedri, siguiendo el camino de descontrol que dejaban sus sobrinos a su paso, solo para quitarle a Sasha de su aferrado agarre y comenzar a darle vueltas en el aire, buscando hacerlo reír.

Agradecía que su sobrino menor no pesara tanto y que cargarlo no significaba un mayor esfuerzo para Pedri, porque si no se habría llevado un buen regaño de su parte. La rubia fijó sus ojos azules en las piernas de su novio, sintiendo una alegría al notar que la venda que había estado cubriéndole la rodilla ya no estaba en el lugar, fue quitada hace un par de días y ya no existía necesidad alguna de seguir utilizándola, siendo una señal de que muy pronto iba a recibir el alta médica y volver a jugar en el campo con sus demás compañeros. Aún así, no podían desviarse de las indicaciones y, mucho menos, hacer cosas que pudieran provocar una recaída.

Lo cual no solo era bueno para Pedri, sino también para el doctor Lemar y su asistente, Olivia, a los cuales ya estaba sacando de quicio.

Viendo como Sasha era nuevamente dejado, con bastante cuidado, a su lado no pudo evitar enternecerse al ver lo bueno que era su novio con ambos niños. Demasiado atento y siempre dispuesto a jugar con ellos, con Milán tenía serias conversaciones sobre la Kings League y el equipo favorito que ambos compartían —Los Troncos, de Perxita— mientras que con Sasha hablaban de cantantes y sobre la música que les gustaba. Su corazón se agrandaba cada vez que los veía compartir un tiempo juntos, dándose cuenta que quizás estaba en el lugar adecuado y que sus sentimientos por el Canario estaban más que justificados a esa altura.

Quizás, tan solo quizás, el hecho de que lo estuviera queriendo tanto en tan poco tiempo no era algo agobiante o de temer. Tal vez podría llegar a decírselo directamente, esperando que él estuviera sintiendo lo mismo por ella.

Un beso en su mejilla le hizo dejar atrás esos pensamientos, avergonzándose por de nuevo estar siendo demasiado cursi en su cabeza, Pedri había tomado el lugar de Sasha en sus hombros y, ante la atenta mirada de sus sobrinos, mientras seguía escuchándose de fondo las discusiones de los presidentes de la Kings League en la laptop, le dirigía miradas desafiantes y burlonas a ambos niños

—Lo que te diga Milán, no es cierto —le murmuró su novio al oído, haciéndola fruncir el ceño.

—Pedri hizo trampa —acusó justamente Milán, aún sentado entre Rosy y ella, mirándolas a ambas alternativamente—. Evitó que hiciera el gol para ganarle a Fernando y Sasha, y él no estaba jugando.

—¿Por qué será que todos te acusan de hacer trampa, afecte meu? —le cuestionó a su novio, que seguía escondiendo la cabeza en su cuello. No recibió respuesta de su parte, salvo un nuevo beso en aquella zona, provocándole un poco de cosquillas—. Milán, no te preocupes, dentro de poco podrás jugar contra él y obtener la revancha.

La simple idea de que faltaban pocos días para la —posible— última revisión medica de Pedri le emocionaba en gran medida, deseaba ver jugar de nuevo a su novio con los demás, tenerlo por completo en los entrenamientos y que se animara de forma definitiva con eso. Con cada partido que pasaba, una momentánea frustración se instalaba en él, lo cual no duraba mucho según el resultado del mismo, pero ya no quería tenerlo así en casa, prefería verlo feliz y por eso se aseguraba de hacer todo a su alcance para que lo estuviera.

Milán y Pedri se dijeron unas cuantas cosas, provocándose mutuamente. Su sobrino mayor tenía toda la personalidad de Gerard, solo que con la inocencia de un niño de su edad.

—Pedri nos dijo que ibas a ir a su pueblo con él —le dijo Sasha, mucho más tranquilo que su hermano, producto de haber ganado el juego amistoso—. Es en vacaciones, ¿no vas a ir a la boda?

—¿Qué boda?

La pregunta que soltaron Pedri y Rosy al unísono le hizo dar cuenta que no había comentado ese detalle con ellos. Lo olvidó a medias, quizá no considerándolo algo tan importante a pesar de la relevancia que tendría en su vida en los próximos meses. La boda de su hermano mayor, Marc, iba a llevarse a cabo en verano, justo el mismo día en que se estrenaba la segunda parte de su película y era de obligatorio cumplimiento para ella asistir a ese evento.

—La boda de mi hermano —aclaró, sacudiendo con cariño el cabello de Sasha—. Marc se casa en verano con su novia de toda la vida, yo seré una de las damas de honor.

Por un momento, Gaia pensó que el tema había quedado en el olvido cuando Fernando y Fer ingresaron al salón, provocando que la atención de los niños se posara en ellos, mientras Rosy indagaba en lo que iba a usar para ese día. No obstante, fue difícil para ella no fijarse en el ceño fruncido de Pedri y el silencio que mantuvo durante toda su plática, quizás se preguntaba las razones por la cual omitió comentarle de un evento de tal magnitud en su vida.

La boda de su hermano no era cualquier cosa, no cuando su madre había planeado con minuciosa seguridad cada detalle de ese evento para que nadie, ni nada, lo arruinara. No deseaba que se filtraran cosas o que la prensa accediera a ella con facilidad y sacara fotos solo para criticar cuanto dinero había gastado la familia Piqué para ese momento o para cuestionar las elecciones de vestimenta de Gerard y ella. Solo buscaban que fuera un momento tranquilo y feliz para la pareja que contraía nupcias ese día, que la prensa no hiciera de las suyas.

Mientras veía a Sasha frente a la tv, sacando sus mayores dotes de cantante haciendo un karaoke para animar el salón, sintió un suave toque en su hombro. Pedri movió la cabeza, haciéndole una seña e indicándole que lo siguiera en silencio, no dudó en hacerlo, tratando de no llamar la atención de los demás y arruinarles el momento de diversión. La habitación estaba igual que como la dejaron temprano, salvo que la cama estaba hecha y perfectamente estirada, su móvil seguía estando encima de la mesa donde también estaba el ordenador de su novio.

—¿Por qué no me hablaste sobre la boda de tu hermano? —preguntó, con voz monótona, claro y conciso.

Lo pensó. La verdad es que no tenía respuesta para ello, ni siquiera se le había cruzado por la cabeza cuando aceptó la invitación a Canarias, estaba más entusiasmada con la idea de estar en la playa y disfrutar del sol con su novio, que en ver a su hermano casándose. Sobretodo porque eso conllevaba a convivir con las dos personas que más criticaban sus decisiones de vida, como lo eran su madre y Marc. Ante la mirada de Pedri, que no expresaba molestia alguno sino más bien una profunda confusión, se encogió de hombros.

—No lo vi importante —dijo. Pedri hizo una mueca—. No lo sé, ¿sí? No fue nada personal, en serio, solo no me acordaba.

—¿Y qué ibas a hacer cuando llegara el día y tú estuvieras allá en Canarias conmigo?

—Primero que todo, entraría en crisis —bromeó, tratando de aligerar el ambiente. No lo consiguió—. Pedro, ya te lo he dicho, no lo había pensado, ¿sí? Simplemente iba a acordarme en algún punto cuando tuviera que probarme de nuevo el vestido o cuando Marc llamara molesto por no cumplir con mis deberes de madrina de bodas, no lo sé.

Lo vio asentir, lo único que no quería en el mundo era hacerlo sentir mal, que llegara a pensar que no le había dicho nada porque no deseaba tenerlo ese día con ella o que creyera que su decisión de ir a Canarias solo fue una emoción del momento. Levantándose de la cama, hizo un puchero y se acercó a su novio, pasando los brazos por encima de sus hombros y besándole cortamente los labios.

—Si piensas que no estaré de vacaciones en Canarias contigo por esta boda, elimina eso de tu cabeza —habló—. Cariño, quiero estar en las Islas contigo como tu novia, es el único plan que en serio me emociona y me tiene contando los días hasta que llegue el momento de irnos.

Pedri, como desde el primer día en que se lesionó, puso su cara de niño bueno, removiendo todos los cursis sentimientos que guardaba por el en su corazón.

—¿Cómo mi novia? —preguntó, con tono suave. Gaia sonrió, asintiendo—. Me gusta como suena eso.

Una risa salió de ella, recibiendo con felicidad aquel beso en sus labios que él comenzó. La manera en la que conectaban la sentía de una forma única, como si el tiempo se hubiese puesto de acuerdo para unirlos justo en el momento adecuado para poder estar de esa forma, estar juntos. Las cientos de mariposas revoloteaban en su estómago, incapaces de estar tranquilas cuando lo sentía cerca, menos el cosquilleo en su cuerpo al sentir su toque en ella o el fuego en su interior subiendo de nivel cada vez que estaba a su lado.

Era un mar de emociones complejas, pero que para ella eran tan sencillas que no existían dudas de lo que sentía por él. Tan encantada con el amor y el romance que no dudó en caer ante Pedri desde el primer momento, escondiéndose bajo el manto del coqueteo solo por diversión para tratar de evitarlos. Sin embargo, era evidente que no había funcionado, porque ahora estaba ahí con él, con su corazón latiendo a mil por hora y besando aquellos labios que provocaban cientos de fuegos artificiales que solo incrementaban la fuerza de su cariño.

—¿Quieres venir a la boda conmigo? —soltó rápidamente, con una timidez nada propia de ella, al separarse del beso—. Seré una de las damas de honor, yo misma escogí mi vestido. A mamá no le gustó, pero mi cuñada me dio el visto bueno y eso es lo único que importa. Así que, ¿qué dices?

Pedri soltó una risa, notando sus nervios de inmediato porque aquellas palabras salieron de su boca muy rápido.

—Creo que tendré que comprarme un traje para estar a la altura de ti y del evento —sonrió, siendo esa su manera de aceptar aquella invitación—. Podríamos ir un día de compras, así verás cual queda mejor con tu vestido.

Gaia soltó un chillido, pegando un salto de emoción, sacándole una carcajada a su novio. La idea de salir de compras con él, escogerle todo un buen outfit para que pudieran combinar en un evento de tal magnitud para su familia como ese era simplemente emocionante. Ya estaba haciendo los planes en su cabeza, todo perfectamente ideado que sabía que nada podría salir mal si seguían cada uno de los pasos para ese momento.

No dudó en aceptar, dando un largo monólogo sobre tonos para el traje y la corbata que pudieran verse bien en su pareja —Cosa que no iba a ser nada difícil— y, sobretodo, que combinara con su vestido de dama de honor. Si había algo que su cuñada no le dio voz y voto a su madre, era en el vestido de la novia y de las damas de honor, escogiendo ella misma el color para ambos, alejándose totalmente de lo tradicional, para mala suerte de la matriarca de los Piqué.

La novia ese día iría de un brillante color dorado, siendo la única, mientras que sus damas de honor lo harían con un tono blanco, para destacarse entre los demás invitados. Evidentemente, su madre no había estado de acuerdo; pero eso a su cuñada le importaba poco y nada.

—Gallita, tu madre —le dijo Pedri, interrumpiendo su monólogo—, ¿ella va a estar de acuerdo con que me lleves?

Esa era una buena pregunta, pero no le dio tiempo de responder.

—No quiero ocasionarte un lío con ella; pero tampoco quiero que estén a solas luego de ver lo que sucedió en el estacionamiento de la Ciudad Deportiva —continuó—. No quiero que te vuelva a hacer sentir mal, no te quiero ver llorando como aquella vez. Amor, lo único que no quiero en esta vida es verte triste de nuevo.

El silencio los envolvió, era la segunda vez que trataba ese tema con Pedri. La primera fue antes de irse a Sevilla, solo muy por encima, descubriendo que él le había contado aquel incidente a Gerard, siendo esa la razón por la cual su hermano discutió con su madre y le prohibió la entrada a su hogar a menos que se disculpara con ella, lo cual no ha hecho hasta el momento. Siempre evitaba hablar sobre eso, después de todo, no era algo que apreciaba comentar tan a la ligera y muchas veces no podía soportarlo sin echarse a llorar.

La rubia amaba a su madre y sabía que era recíproco, o eso se esforzaba en creer; pero también poseía conocimiento de que ella tenía un concepto del amor y la crianza bastante alejado del habitual. Y, a pesar de ello, aún con todo eso, su principal temor era enfrentar la razón por la cual adquirió el miedo a la oscuridad que tanto la perseguía desde niña, aquel que pudo controlar con los años; pero jamás superar por la decisión de su progenitora de no dejarla ir al psicólogo, alegando que su hija no lo necesitaba porque solo quería llamar la atención.

La sola idea de pensar en aquel día le cortaba la respiración y le provocaba un sudor frío, imaginarse sola y rodeada de la más pura oscuridad le hacía entrar en un remolino de desesperación, colocándola tan nerviosa que era difícil poder pensar en algo más que no fuera asegurar que todas las luces estuvieran encendidas. Aún no le había dicho nada a Pedri de ello y, por más que pensaba que él sospechaba algo, quería que todo continuara de aquella forma, era tan difícil hacerlo cuando cada vez que caía el sol debía compartir habitación con él.

Él sospechaba algo, de eso estaba segura, solo por ello es que no ponía queja alguna a su petición de dormir con la puerta del baño abierta y la luz encendida, llenando todo el lugar y dándoles en el rostro. Para ella, eso era seguridad, le proporcionaba tranquilidad al saber que no despertaría de repente en una zona oscura; pero para Pedri era otra cosa, sabía que era todo lo contrario, quizás le molestaba; pero aún así no decía nada al respecto.

El suave toque en su cintura atrajo de nuevo su atención a la conversación, el tema seguía siendo su madre e, inevitablemente, en su cabeza eso estaba ligado a su nictofobia. Le dio una sonrisa a su novio, tratando de esconder sus pensamientos en lo más profundo de su mente y alejando cualquier rastro de ese temor de su rostro.

—No te preocupes por ella, ¿de acuerdo? Es una fecha especial, estaremos rodeados de amigos y familiares, ella no va a manchar la idea de perfección que las personas tienen acerca de nosotros solo para reñirme por llevar a mi novio.

La duda asaltó su rostro, sin estar plenamente convencido en sus palabras y no lo culpaba porque él había visto la forma en la que su madre la dejó aquel día en la Ciudad Deportiva, situación que todavía le resultaba bochornosa por como se dieron las cosas. Su progenitora no debía estar ahí en primer lugar y así nadie habría tenido que defenderla o consolarla, nadie tuvo que haber visto aquel espectáculo tan lamentable que lo único que atrajo a su vida fue que sintieran pena por ella.

Sin embargo, Pedri aceptó sus palabras sin rechistar, quizás con la tranquilidad de saber que en la boda no iba a estar sola con su madre, sino que estaría rodeada por él y Gerard, las dos personas que más se preocupaban por ella y aquella relación, buscando defenderla ante el más mínimo ataque de su parte.

—Me gusta —dijo Pedri, con una enorme sonrisa en su rostro. Gaia alzó la ceja—. Vas a ir a Canarias como mi novia y yo iré a la boda de tu hermano como tu novio. Siento que serán unas vacaciones perfectas para nosotros como pareja.

Gaia asintió, emocionada y dándole la razón a aquella afirmación. Esperaba con ansias que la temporada terminara, alzar el título de liga y luego irse de vacaciones con su novio como lo habían estado planeando esas últimas semanas. Para ella, las cosas iban por un buen camino y, mientras lo volvía a besar, se aseguró de esconder aquella espinita molesta que pinchaba su corazón, la cual le seguía recordando el estado secreto con el que mantenían su relación.

Después de todo era estúpido pensar en ello, para vacaciones era más que seguro afirmar que Pedri y ella ya no tendrían que esconder el hecho de que eran novios.

—Díselo a Gaia entonces, hermano.

Las palabras de Fer hicieron que pausara el videojuego, solo para voltear a mirarlo con seriedad. ¿Cómo pretendía que le dijera eso a su novia? Esas cosas no eran algo que solamente se decían y ya, esperando y rezando porque todo continuara con normalidad, a pesar de saber que Gaia estaba en la misma dirección que él, no podía decirle aquello sin hacerla sentir mal. Ya la había visto llorar una vez y no quería que eso volviera a repetirse en su vida, mucho menos si él era el causante de aquello.

—¿Hace cuánto no tienes novia? —preguntó, dejando escapar el bufido que había estado conteniendo—. Fer, no le voy a decir eso.

Los días pasaban sin contratiempos algunos, sus padres estaban solo a un día de regresar a Canarias y próximo a ello tendría la que esperaba fuera su última revisión con el médico, deseando que fuese el momento en donde le dieran el alta para volver  a los entrenamientos con sus compañeros y ver cómo avanzaba en ellos. La noche brillaba fuera de la casa y la luna se alzaba en el cielo, informándoles que la hora de dormir se acercaba, esas últimas semanas había seguido un estricto horario para todo, no solo para darle el placer a su novia —Igualmente, a él también le gustaba— sino para llevar un mejor control sobre su lesión, cuidándose de la manera más efectiva posible.

Aquel horario se había vuelto más flexible esos días y, antes de irse a dormir, le indicaba que tenía un par de horas libres. Las cuales decidió emplear con su hermano para jugar un rato al FIFA, sabiendo que su novia deseaba tener una noche de chicas con su madre antes de que ella partiera de nuevo hacia su propio hogar. Le gustaba la relación que ambas llevaban porque al parecer era algo que necesitaban desde hace un tiempo, era bueno verlas juntas y saber que disfrutaban pasar el tiempo una con la otra.

La noche, hasta el momento, había sido tranquila, dónde su única preocupación era tocar adecuadamente los botones del mando para seguir haciendo goles y ganar el juego; pero su hermano, dispuesto a hacerlo pensar en otras cosas, al parecer se sentía un poco filosófico. El tema sobre el amor y el estar enamorado se había colado de nuevo entre ellos, Fer se veía incapaz de dejarlo atrás, reiterando incontables veces que de nada servía negarlo si sus acciones hablaban por si solas.

—Yo solo creo que es algo que debes hacer —volvió a hablarle Fer, sin mirarlo, teniendo sus ojos fijos en el mando; pero la atención puesta en él—. Sería maduro de tu parte decírselo y dejar todo claro entre vosotros.

—Todo está claro entre Gaia y yo, gracias por preocuparte.

Fer soltó una baja risa.

—¿En serio lo piensas? —le cuestionó—. Venga, hermano. Dices que no estás enamorado, no te creo nada; pero si es lo que tú en serio piensas, ve y díselo a tu novia. Si ella está en el mismo punto que tú, no sucederá nada, pero si no…. —Un silencio se formó entre ellos, el ruido del narrador del juego se escuchaba de fondo, pero él solo prestaba atención a las palabras de su hermano—. Bueno, al menos le habrás dejado las cosas claras, como una persona madura.

—¿Qué te hace pensar que Gaia no está en el mismo punto que yo?

No sabía como Fer podía mantener la atención en el juego y en la conversación al mismo tiempo, mientras él se había quedado tan descolocado que ya solo podía apretar los botones del mando sin poner todo de si. No le importaba estar perdiendo el partido, su hermano había metido aquel tema en su cabeza y empezó a darle vueltas como un trompo. No pensaba que fuera a servir de algo decirle a Gaia que no estaba enamorado de ella más que para dañarle los sentimientos, ¿a quién en su sano juicio, enamorado o no, le gustaría que le dijesen algo así?

—A veces las acciones pueden confundir los sentimientos —respondió, justo cuando metía otro gol—. ¿En serio crees que Gaia no está enamorada? No lo sé, yo no me habría ofrecido a cuidar a un quejoso lesionado solamente por diversión, o pasaría tiempo con la familia de ese quejoso solo por amabilidad.

—Soy su novio —declaró, con un repentino orgullo instalándose en el pecho—. Lo hace porque…

Y se quedó en silencio, sin saber como continuar. Eso era cierto, por más pareja que fueran si eso que mantenían no era nada serio, entonces Gaia no tendría porque cuidarlo —A pesar de la promesa que le hizo hacer en aquel vestuario del Manchester United— o pasar tiempo con su familia, eran pareja y suponía que existía un cariño entre ellos, uno que los hacía así de unidos y que explicaba el mar de sentimientos que tenía cuando estaba con ella.

Su principal problema se debía al tiempo que ha transcurrido. Hace un par de días apenas cumplieron un mes de que habían comenzado a salir oficialmente, habiéndose conocido hace tan solo cinco meses. ¿Se podía sentir amor con tan poco tiempo? Era cierto que todo lo que ha tenido con Gaia no lo había pasado con nadie más, ocasionando así que sus sentimientos florecieran y se volvieran cientos de veces más fuertes, sin ninguna comparación a cualquiera que habría podido tener antes.

—Porque te quiere —terminó Fer, ante su silencio—. ¿Qué opinas de eso?

Lo pensó.

—Yo no estoy enamorado de Gaia…

Un golpe seco se escuchó detrás de la puerta cerrada, sobresaltándolos por el ruido. Le echó una mirada a Fer, extrañado por eso, pero su hermano se encogió de hombros, sin tomarle importancia alguna. Cuando no escucho nada más, nada que pudiera significar que aquel golpe se tratara de algo relevante, volvió su atención a la pantalla de su ordenador para seguir el juego.

—Pienso que sentir amor en este momento es demasiado rápido, ¿no? Digo, solo llevamos un mes como pareja —continuó, apretando los botones del mando sin interés alguno—. ¿Cómo es posible sentir amor en tan poco tiempo, hermano? Yo la quiero, joder, como para no hacerlo; pero, ¿amor?

—No se trata del tiempo, Pedri, si no de la persona —rió.

—¿Qué te has comido hoy? —bufó, escuchándolo reír—. Andas demasiado filosófico, más cursi de lo normal. Le diré a Gaia que te consiga una novia a ver si así me dejas en paz.

—Que sea como la tuya y me logre enamorar solo con sus ojitos azules.

La carcajada de Fer le hizo rodar los ojos y, ante la burla, dejó el mando de lado para mover la silla y así poder pegarle un golpe en la cabeza, que no solo incrementó el sonido de su risa, sino también que le devolvió el golpe. El juego continuó como si nada, con su atención ya puesta en él era más fácil darle la vuelta y poder patearle el trasero, incluso en medio de su remontada salió a la luz el tema de Ainhoa.

Fer había ido a ver a su amiga, pero no fue tan bien recibido como habría esperado, o al menos no por ella. Ainhoa seguía en su etapa de negación sobre la lesión, negándose a ver caras de pena y recibir algún tipo de consolación por ello, era como si desearía estar en un mal sueño que nunca se acababa. Pedri podía entenderla, el ser futbolista profesional acarreaba una serie de responsabilidades y, sobretodo, un orgullo de siempre querer estar presente en cada partido, en cada competición, alzar todos los trofeos y ser de apoyo para el equipo y, con una lesión de esa gravedad, era imposible serlo.

Él también había estado enviándole mensajes a Noa para animarla, tratar de ser un apoyo para ella, pero pocas respuestas había recibido. Dejó de intentarlo luego de enviarle el último, creyendo que lo mejor era darle su espacio y no ser un amigo asfixiante, nada para agobiarla más de lo que ya debía estar. Al menos, para su ánimo, lo último que supo de la morena era que se logró disculpar con Gaia por como le habló aquella tarde en el hospital. Sin embargo, le comía la mente pensar en que no todo había acabado entre ellas, porque, como señaló su hermano, su mejor amiga se disculpó por como la trató, no por lo que le dijo, que, en su opinión, era mucho más grave.

Después de un rato, la puerta de la habitación se abrió y vio a su madre entrar por ella con dos vasos de zumo y la pequeña caja de galletas de avena que Gaia solía comprar y que, para su sorpresa, le gustaban mucho más de lo que podía llegar a admitir. Le ofreció una sonrisa, dejando el mando de lado y dirigiendo los ojos a sus espaldas, esperando ver a su novia; pero ella no estaba.

Aceptando el vaso de jugo, un repentino mal sabor de boca se instaló en él.

—Mamá, ¿y Gaia? —cuestionó, escuchando la risa de su hermano—. ¿Ya se ha ido a dormir?

—Ella vino hacia acá hace un rato, pensaba traerles esto; pero creo que se mareó o algo parecido. Creo que empezó a sentirse mal, se despidió de mi y se fue a dormir a vuestra habitación —le explicó. La sombra de la preocupación se veía en ella, y él no se sentía diferente, Gaia parecía ser un ser que jamás se enfermaba—. He estado con tu padre armando las maletas para mañana.

—Mareada, vaya. ¿Acaso ya la embarazaste?

Pedri rodó los ojos, ignorando aquella burla de su hermano y, más aún, la mirada divertida que su madre le dirigía. Apenas estaba considerando la idea de estar o no enamorado de Gaia como para venir a preocuparse por un embarazo. «Que tan solo tenia veinte años, por dios», pensó.

—Sabéis que no tenéis por qué iros, ¿verdad? —le dijo a su madre—. Gaia, Fer y yo estamos contentos de teneros aquí.

—Lo sé, cielo, pero tu padre y yo tenemos responsabilidades allá. Es lo mejor, la tasca no va a atenderse sola —sonrió—. Además, hemos comprobado que tú estás bien cuidado y tu hermano tiene buena compañía, podéis sobrevivir sin nosotros.

No insistió, sabía que no iba a lograr nada con ellos y, de todos modos, ella tenía razón. Le dio una sonrisa, agradeciéndole de manera silenciosa por las cosas que le había llevado y la vio darle la espalda para volver por dónde entro, deteniéndose unos segundos en la puerta, antes de voltearse de nuevo hacia ellos. Su mirada se posó en Fer, de manera divertida.

—Y no bromees con los embarazos, Fer —le dijo—. Te recuerdo que tú eres el hermano mayor.

—Lo tendré en cuenta, mamá —respondió Fer, con un toque sarcástico en la voz que le sacó una última risa a su madre antes de salir de la habitación, cerrando la puerta tras de si—. Venga, a que no me ganas esta partida.

Asintió, de forma distraída. A medida que el juego reiniciaba una nueva partida, empujado por el silencio momentáneo en el que se sumergía la habitación, a su cabeza llegó el nombre de Gaia que, según su madre, parecía haberse sentido mal y eso fue motivo para irse a dormir temprano. Se mentiría a si mismo si fuese capaz de decir que no estaba preocupado por ella, en todo ese tiempo que tenía conociéndola jamás la había visto enferma, ni siquiera con una inofensiva gripe.

Por ello, fue inevitable para él que la preocupación no lo llenara, incluso la hizo evidente con un comentario en voz alta que pretendía ser aislado, sobretodo porque no quería verse como un novio exagerado ante lo que podía no ser nada. La mirada que su hermano le dedicó fue una de completa burla, soltando un «Y así me dices que no estás enamorado» antes de reírse e indicarle que fuera a verla, pero su terquedad era más grande que la preocupación por su pareja. De lo cual se arrepintió al minuto, porque tuvo que tragarse aquel sentimiento por una hora y media, tratando de distraerse con el juego, sintiendo como la opresión en su pecho se hacía cada vez más fuerte.

La partida terminó, mostrando en la pantalla el resultado final del juego y que anunciaba como, por su desconexión, Fer le había ganado por dos goles de diferencia. Aún así, no pudo darle más igual, el reloj de su móvil informaba que era mucho más tarde de lo que pensaba, así que se levantó de la silla, escuchando la risa de su hermano, y apretando los labios, lo escuchó hablar.

—Venga, yo me encargo de apagar todo esto —le dijo Fer, con una risa cómplice—. Anda a ver si no se ha escapado por la ventana del baño.

—No eres gracioso.

Pedri rodó los ojos, cerrando la puerta tras si al salir de la habitación para evitar escuchar la carcajada burlona de su hermano. Muy dentro de sí, la conversación con Fer le había desequilibrado un poco, todo el tema del amor era demasiado para él, pero aún así sabía que no estaba del todo equivocado sobre aquello. Tenía sentimientos por Gaia, pero creía que era demasiado pronto como para decir que era amor o que estaba irremediablemente enamorado de ella porque era muy poco tiempo, solo llevaban alrededor de un mes de relación oficial.

Acelerando el paso, Pedri subió con extrema rapidez las escaleras hasta llegar a su habitación, dónde se suponía que Gaia debía estar durmiendo desde hace más de una hora. Al abrir la puerta, fue recibido por una oscuridad total, lo cual solo hizo que aquella preocupación dentro de si incrementara de forma exorbitante, había algo en la falta de luz que lo hacía ponerse alerta, como si fuese un error que estuviera de aquella manera. Todo era negro, y si no fuera porque conocía ese lugar como la palma de su mano, habría tenido dificultad de llegar a la cama.

La alarma dentro de si se encendió cuando su mano pasó por arriba de la cama y no sintió nada más que el frío de las sábanas, como si nadie hubiese estado acostado ahí durante un buen tiempo. Estuvo a punto de llamar a Gaia, pero un sonido solo incrementó la angustia que habitaba en su pecho, cercano a un gimoteo, un llanto ahogado para ser más específicos. El vuelco en su corazón no había manera de describirlo al reconocer aquel ruido, murmuró en voz baja el nombre de su novia, buscándola en aquella oscuridad.

Rodeó la cama, siguiendo aquel sonido con una opresión en el pecho, mientras que la única luz que entraba al lugar provenía del pasillo que se abría paso por la puerta que había dejado abierta y era la que le regalaba un poco de claridad al lugar. Sus ojos se fijaron de inmediato en una zona cercana, una pequeña figura se encontraba acurrucada contra la pared. Gaia estaba allí, sentada en el suelo, con las piernas recogidas  contra el pecho y la cabeza hundida entre sus rodillas, el temblor en su cuerpo era evidente y los sollozos desolados que soltaba no hacían nada más que desgarrarle el corazón.

Pedri se apresuró en acercarse, agachándose a su lado, no podía explicar la angustia que lo llenaba ante esa escena. La única vez que recordaba ver a Gaia así de vulnerable fue con la visita de su madre en la Ciudad Deportiva; pero esto era diferente, ella estaba tan asustada que ni siquiera se había dado cuenta de su presencia en la habitación. Como un acto reflejo, extendió su mano sin pensar, apoyándola en su espalda.

Había sido una mala decisión.

Su toque la exaltó, provocando una reacción que él no esperaba para nada. Gaia empezó a gritar negativas, mientras se arrastraba hacia atrás, chocando mucho más contra la pared, sin abrir los ojos y removiéndose como si estuviera en un grave peligro, buscando alejarse. Pedri apretó los labios, sin saber que hacer, no tenía idea alguna de porque estaba actuando de aquella manera, era fácil reconocer la desesperación en su voz y el terror con el que ella había estado sintiendo, para él era desgarrador.

Lo único que salía de su boca era el nombre de la rubia, suave y con calma, buscando tranquilizarla; pero era inútil porque no lograba hacerse oír por encima de sus gritos y el desespero con el que ella intentaba alejarse de él. Hasta que la luz se hizo en el lugar, con sorpresa volteó hacia la puerta, que se había abierto, donde estaba Fer, atraído quizás por los gritos, mostrando una cara de preocupación. Sin embargo, no le dio mucha importancia y fijó su atención de nuevo en su novia, seguía llorando, de nuevo en aquella posición en que la había encontrado, pero los gritos bajaron de tono.

Verla de una forma tan vulnerable era doloroso, más si no sabía la manera correcta de ayudarla. Pedri sabía que con Gaia solía funcionar el contacto físico, pero ahora esa no era una opción porque agravaría su reacción. Podía escuchar sus sollozos, bajos y desgarradores que mostraba el profundo dolor emocional que estaba sintiendo, así que se acercó más, sin llegar a tocarla, hasta poder estar arrodillado frente a ella.

—Gallita —le llamó, con un tono de voz bajo, de forma suave para poder calmarla—, amor, todo está bien ahora, lo prometo. Necesitas tranquilizarte, estoy aquí contigo.

El llanto no se detuvo, pero sí perdió fuerza. Gaia seguía temblando, sentada en el frío suelo y encogiéndose en ella misma, escondiendo la cara entre sus rodillas. Escuchó la voz de Fer a sus espaldas, indicándole que iba a darles espacio; pero no le prestó atención, su concentración estaba puesta en su totalidad en su novia, buscando que aquellos nervios desaparecieran. La habitación se encontraba en un completo silencio, el único ruido que se escuchaba eran los sollozos de la rubia, mientras él seguía hablándole con un tono suave.

Poco a poco, el llanto se fue apaciguando, quedando solo como un suave gimoteo, mientras su respiración se regulaba.

—Sé que estás asustada, pero debes confiar en mi, ¿sí? —continuó, sin dejar de observarla—. Concéntrate en mi, en mi voz y respira profundamente, estoy aquí para ti. Ya no hay nada que temer, ullets blau.

Pedri siguió repitiendo aquellas instrucciones, inhalando y exhalando para que Gaia pudiera copiar sus acciones. Con el poco ruido que llenaba la habitación, empezó a cuestionarse con interés la razón por la cual su novia se había colocado de aquella manera. Lo único que llegaba a su cabeza era la forma en la que encontró el lugar cuando llegó, totalmente a oscuras y con la rubia encogida en un rincón, no tuvo que ser un genio para darse cuenta de lo sucedió, menos cuando notó que aquello que la calmó fue el momento en que Fer encendió la luz.

Él sabía cómo funcionaban las fobias, tenía un poco de conocimiento en ellas y esa reacción de Gaia le daba a entender que tenia un profundo miedo a la oscuridad. Era extraño para una chica de su edad, pero siempre existía una razón lógica para haberla adquirido, aún así se sentía como un tonto al no haberse dado cuenta antes. Hasta ese momento habían existido muchas insinuaciones acerca de eso: Las múltiples lámparas de noche en su casa, su determinación para no quedarse sin iluminación o la forma en la que se aseguraban no quedarse jamás en un lugar cerrado sin luz. Incluso aquella conversación que Gaia tuvo con Gerard en su cumpleaños había tomado más sentido para él.

—Lo estás haciendo muy bien —murmuró, acomodándose frente a ella hasta poder sentarse en el suelo. Las manos estaban cerca de sus piernas, pero estaba evitando tocarla para no provocar un retroceso en su ayuda—. ¿Podrías mirarme, Gallita? Solo mírame, ya no hay oscuridad. Ya no hay nada que temer, confía en mi.

Unos pocos segundos pasaron ante su pedido, vio a Gaia alzar la cabeza poco a poco, sacándola de entre sus rodillas y fue en ese momento dónde pudo vislumbrar toda su vulnerabilidad. Aquellos ojos azules estaban llenos de terror, mirando a su alrededor con una inusual desconfianza, como si temiera que en cualquier momento pudiese volver a quedarse a oscuras. Pedri le dio una suave sonrisa, tratando de demostrarle que todo estaba bien, pero la rubia seguía tensa, apretándose las piernas más contra su pecho.

Apretó los labios, mirándola con atención, sin saber que más decir para poder ayudarla. Hasta que sintió un frío tacto en su mano, se había acercado tanto a ella que estaba chocando con una de sus piernas, lo tomó como una buena señal. No se sobresaltó ante ese toque, no huyó como anteriormente lo hizo y la tensión en la que estaba envuelto su cuerpo poco a poco se estaba disipando, mientras que los gemidos ocasionados por el llanto desolado perdían cada vez más fuerza. El rostro de la rubia estaba sonrosado, con el rastro de las lágrimas manchado sus mejillas y la imagen ante él solo le provocaba una profunda tristeza.

—Lo… lo lamento.

Escuchar su voz fue una sorpresa y no habría podido entenderla en otras circunstancias, pero la habitación en silencio le facilitó aquel trabajo.

—No tienes que hacerlo, amor —le aseguró, con calma—. ¿Crees que pueda tomarte de la mano?

En cualquier otro momento, aquella pregunta habría estado demás, ni siquiera había tenido porque hacerla; pero ahora, debía saber por ella misma qué era lo que quería, qué no iba a alterarla si lo hacía de repente y sin ningún aviso. El porte tenso de Gaia fue cayendo, soltando sus piernas y dejándolas estirar, sin dejar de mirarlo mientras tomaba profundas bocanadas de aire. Una de sus manos fue puesta en el suelo, muy cerca de la suya y, con lentitud, sin desear asustarla, se estiró hasta poder cogerla. La calidez de su cuerpo se fundió con la frialdad de su piel, provocándole escalofríos.

Permanecieron en esa posición durante un par de minutos, en completo silencio, mientras que lo único que existía entre ellos era aquel toque de sus manos. Pedri sabía que Gaia necesitaba tranquilidad para poder superar aquel exabrupto ocasionado por su miedo a la oscuridad, muy pocas veces había tratado con tener que calmar un ataque de pánico; pero esperaba haberlo hecho de una forma adecuada. Aún así, con el nuevo conocimiento que poseía, sabía que debía buscar otras maneras de poder lidiar con una situación de esas, todo para poder ayudarla mejor.

—Lo lamento —le dijo Gaia, en voz baja, sin mirarlo—. En serio, yo… Es estúpido, ¿vale? Soy lo bastante adulta como… como para comportarme de esa manera solo por…

—Por la oscuridad —terminó por ella, viendo como se quedaba en silencio. Gaia tembló, así que no dudó en apretar su mano en forma de apoyo—. Sé que le tienes miedo, ahora lo sé. No es algo estúpido y no deberías hacerlo de menos, para mi es importante porque te afecta.

Sus ojos azules volvieron a fijarse en él, aún con rastros de lágrimas en ellos. Estaba claro que odiaba que estuviera viéndola de aquella manera, pero él no iba a dejarla sola para que lidiara con su temor, quería acompañarla y asegurarse que supiera que estaba ahí para ayudarla y apoyarla, consolarla siempre que fuera necesario. Sin soltar su mano, se arrastró hasta llegar a su lado, rompiendo la distancia que los separaba, y solo dejó que se acurrucara contra él.

Su pecho actuó como un refugio para ella, buscando el valor que le proporcionaba para alejarla de toda la frialdad de la noche oscura a la que se vio expuesta. El mentón le quedó encima de su cabeza y aprovechó para acariciarle el cabello con ternura con la mano que tenía desocupada. Estaba viendo su lado más vulnerable y, con cada segundo que pasaba, Pedri podía confirmarse a si mismo que odiaba verla triste, detestaba ver a su brillante arcoíris de colores pintarse de un insípido gris. El sol no debía estar oculto detrás de un montón de nubes que apagaban su brillo, Gaia no merecía pasar por todo eso.

—Le tengo miedo a la oscuridad, siempre le he temido —confesó ella, después de haber tomado una bocanada de aire—. La odio, siento que me ahogo estando en ella, es… simplemente es horrible.

—Lo sé —respondió, con calma, acariciando su cabello—. Pero estoy aquí para ti, siempre lo estaré. A partir de ahora, no debes enfrentarte a ella sola.

Pedri apretó a Gaia contra si, mostrándole su apoyo mediante palabras y acciones, buscando infundirle confianza en torno al futuro. La rubia se acurrucó más contra él, buscando fundirse en aquel abrazo con todo su ser, sabía que justo en ese momento estaba siendo para ella su mayor soporte, y eso le gustaba. El Canario podía sentir su corazón latiendo con fuerza, como todos aquellos sentimientos que tenía hacia Gaia solo se hacían más fuertes al conocer cada faceta de su novia.

A medida que los minutos pasaban, ellos seguían en el suelo, abrazados en su propia burbuja sin hacer caso a su alrededor. Con la luz encendida, ya no había rastro de la antigua oscuridad que empañó la habitación, y el silencio fue el aliado de su cabeza para empezar a maquinar un pensamiento tras otro. No sabía si lo que sentía por Gaia era amor, jamás había sentido algo así antes, pero estaba seguro que iba a ser inevitable no enamorarse de ella si continuaban de aquella forma.

—¿Estás mejor? —le murmuró, dándose cuenta de la tranquilidad en su respiración. La sintió asentir en su pecho—. Volvamos a la cama, ¿de acuerdo?

Ella volvió a asentir, de manera casi automática. Con cuidado, ambos se levantaron del suelo y, en silencio, Pedri se aseguró de no dejarla sola ni un momento, sus manos jamás se soltaron, ni aún cuando se recostaron en la cama. Gaia volvió a acurrucarse contra él, con la cabeza puesta en su pecho, como si se tratara de su lugar seguro y el sentimiento de orgullo se extendió por todo su cuerpo.

El silencio volvió a envolverlos, siendo su único acompañante. La luz de la habitación le pegaba en todo el rostro, pero podía vivir con cualquier incomodidad solo para hacer feliz a su novia. Las caricias en su cabello rubio se reanudaron, buscando que aquella intimidad entre ellos siguiera manteniéndose cálida y reconfortante, que no se apaciguara y solamente le ayudara a transmitirle con ese gesto el apoyo que quería darle.

—Para mi es vergonzoso que me hayas visto así —dijo Gaia, en un tono bajo, como si le costara decir aquello—. Tener veintiún años y tenerle miedo a la oscuridad es horrible, me hace sentir una cobarde; pero… Yo, bueno, gracias por haberme ayudado.

Pedri abrió la boca para responder, pero Gaia no lo dejó, ella continuó hablando hasta soltar unas palabras que lo dejaron sin habla.

—Te quiero mucho, afecte meu.

Fue como un balde de agua fría siendo arrojado hacia él a traición, no se esperaba esa confesión y mucho menos en ese momento. La boca se le cerró de golpe, podía escuchar los cientos de pensamientos en su cabeza fundiéndose entre si y formando un mar de palabras que no lograba reconocer. ¿Gaia le había dicho eso porque en serio lo sentía o eran palabras dichas ante un momento de vulnerabilidad?

El silencio que antes describió como tranquilizador, empezó a ser asfixiante e incómodo. La voz de Fer se hizo presente en su cabeza, escuchaba su risa burlona diciéndole «Te lo dije», mientras se adulaba por haber tenido razón. Se sentía extraño, jamás había estado en una posición igual, ninguna de sus ex parejas podían acercarse a lo que estaba viviendo con Gaia y era por eso mismo que no sabía cómo debía sentirse.

Jamás fue de relaciones duraderas o completamente serias, eso entre ellos había iniciado como un coqueteo; pero con el transcurso del tiempo fue haciéndose más fuerte. ¿Él la quería igual? Esa era la pregunta verdadera, ¿cómo podía estar seguro de lo que sentía? ¿Acaso no se necesitaba de mucho más tiempo juntos como para sentir aquello que se llamaba amor?

Gaia era su novia, la chica por la cual se interesó en el primer segundo que la vio, que no se apartó su cabeza ni a cientos de kilómetros de distancia cuando estaba en Qatar y, cuando al fin la conoció, ese interés por ella solo había podido incrementar. Ya no se podía imaginar un momento sin ella a su lado, sin poder escuchar su voz aguda hablándole de cosas que le interesaban, de oír el sonido de su risa estridente con cada carcajada, pasar las noches viéndola stremear y divertirse con sus seguidores, observarla trabajar en el campo con su móvil, verla interactuar con su familia y encajar a la perfección entre ellos.

Mierda, adoraba cada pequeño detalle de ella que era imposible para él poder describirlos todos. Pedri quería demasiado a su chica de ojos azules, de eso no existía ninguna duda.

—Te quiero mucho más, mofletes.

Pero ella no logró oírlo, se había sumergido en el mundo de los sueños.


¡Hola!
He vuelto con un nuevo capítulo.

No sé que decir para justificar mi ausencia, supongo que los que están en el grupo de WhatsApp lo sabrán, pero ajá, para los que no. He estado con un horrible bloqueo para poder escribir, eso sumado a la situación de mi país desde el día de las elecciones presidenciales para mí ha sido un caos por completo (les recuerdo que soy de Venezuela y sigo estando en el país, genial).

En fin, me ha costado horrores terminarlo, pero acá está y espero que les guste.

Este capítulo puede parecerles normal, pero tendrá mucho peso entorno a lo que sucederá en el futuro. Así que léanlo con atención.

• ¿Les ha gustado el capítulo?

• ¿Tienen parte favorita? ¿Cuál?

• ¿Qué opinan de la relación de Gaia con la familia de Pedri? ¿Y Pedri y su familia con la familia de Gaia? A mí se me hace muy lindo todo.

• ¿Qué opinan sobre el miedo a la oscuridad de Gaia y como reaccionó Pedri al verla así?

• Uy, ¿qué creen que sucederá ante ese «Te quiero» que le soltó Gaia a Pedri y que le hizo cuestionarse casi todos sus sentimientos? xd

• ¿Tienen teorías para los próximos capítulos?

Espero les haya gustado <3

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