oxxvi. capítulo veintiséis

━━━ F. C. B A R C E L O N A
⚽ ♪ 。 Un dia de partit
lexxie & marce
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Para Pedri, los últimos días no podían entrar en la categoría de fáciles en su vida, pero la palabra dificultad tampoco la usaba para describirlos. Sufrir una lesión le jodía con toda su alma, aún más al ver como su equipo caía derrotado en la Europa League y sin poder hacer nada al respecto, pero agradecía la increíble red de apoyo que tenía a su alrededor. Cómo su familia, que aún en Canarias, llamaba todos los días para preguntar cómo estaba; su hermano, que siempre ha sabido como lidiar con él; y, más recientemente, su novia. Pensar en Gaia le sacaba una sonrisa genuina del rostro y hacía que un calor se extendiera por todo su cuerpo, ella ha estado cumpliendo de manera fiel aquella promesa que le hizo en el vestuario del Manchester United. Solo una fuerte fuerza externa podría intentar poner una separación entre ellos, porque si se trataba de voluntad propia ni él, ni su pareja, se veían capaces de hacerlo.

La rubia siempre estaba a su lado y Pedri admitía que se había vuelto un poco consentido debido a toda esa atención. Gaia, cuando no trabajaba o hacía sus cosas de actriz y streamer, estaba todo el rato con él, dándole cariño, cuidando de su salud, llevándolo a las revisiones con el fisio, consintiéndolo por completo. Incluso colocó un horario de colores pegado en el refrigerador con imanes de mariposas, donde se indicaban las horas a las que debía comer, los ejercicios que podía hacer, cuales no y muchas recomendaciones de los médicos del club para su lesión. Su novia se tomó aquella promesa con seriedad, poniendo todo de si para ayudarle a sobrellevar su lesión con más facilidad, y eso lo ponía a él demasiado feliz.

Sin embargo, todas esas atenciones de las personas que quería no quitaban de su cabeza el hecho de que se estaba perdiendo partidos con su equipo, sumándole minutos sin jugar. Luego de aquella derrota en la Europa League, volvieron a caer de visitante contra el Almería y pronto tendrían un partido importante por la Copa del Rey contra su máximo rival, el Real Madrid. Pedri, a pesar de todo, no tardó en deshacerse de sus bajos ánimos, buscando solamente concentrarse en su recuperación; pero gracias a eso pudo darse cuenta que todos sus compañeros habían sentido el mismo golpe que él por las derrotas, a nadie le gusta perder. Sin embargo, Ferrán era quien ocupaba su cabeza. Su mejor amigo presentaba una actitud distante, era extraño y se notaba que existía algo que le ocurría, lo pudieron ver más claro en la fiesta sorpresa que Gaia le preparó para celebrar su cumpleaños.

Esa noche, nada había podido sacarle algo del porqué de su actitud esas últimas semanas, dejando a la incógnita la razón por la cual se deprimía un día y al siguiente era el mismo de siempre. Ni siquiera Gaia o Eric, o su hermana mayor, Arantxa, lograron hacer que se desahogara. Así que todo lo que cargaba Ferrán dentro de él parecía ser un secreto que quería guardar, cerrándose en si mismo y aislándose varias veces del mundo exterior. A pesar de que su actitud no se veía del todo diferente, sí se notaba que no era el mismo de siempre, por más que intentará actuar con normalidad. No obstante, aquella sorpresa que le armó su novia fue lo único que logró animarlo, al menos un poco, volviéndolo momentáneamente a su antigua personalidad.

—¿Podrías dejar de jugar con la comida?

La voz de Fer lo sacó de sus pensamientos, en los que parecía haber estado sumergido un par de minutos. En el comedor de su hogar, la mirada se posó en su plato de comida, dónde todo lo que estaba ahí había sido revuelto por el cubierto en su mano, Pedri no recordaba haber probado un solo bocado, tampoco su estómago parecía tener mucha hambre, así que hizo una mueca en dirección a su hermano, soltando el tenedor y dejándolo a un lado.

—No tengo apetito —soltó, haciendo que él alzará una ceja—. ¿Qué quieres que te diga? Estoy frustrado por no poder ir a entrenar, me estoy retrasando con los ejercicios y ya hemos caído dos veces por mi culpa.

—No ha sido tu culpa —aclaró Fer, con paciencia. Ya era un tema que habían tocado cientos de veces, cada vez que se quedaban a solas—. Nadie te culpa por nada, las lesiones te han jugado en contra este último año, hermano.

—Pero…

—Pero nada —le interrumpió su hermano. Pedri lo miró, no existía molestia en sus ojos, muchos menos reproche o cansancio, solo la más absoluta seriedad, demostrándole una preocupación extrema—. Mejor come, ¿vale? De seguro el malhumor que te cargas es debido a que tienes hambre.

Fer dejó escapar una sonrisa burlona, que pretendía aligerar su humor. Volvió a fijarse en el plato lleno de comida frente a él, su estómago no emitió ninguna señal para indicarle que quería comer de ella. Un suspiro se escapó de sus labios, era extraña la manera en la que se sentía, pero era difícil de evitar después de ver cómo las redes del Barcelona mostraban los entrenamientos de aquél día, mientras él yacía sentado en su sillón sin hacer nada, perdiéndose de ejercicios con sus compañeros y momentos importantes.

Lo odiaba, detestaba con el alma estar lesionado y, por mucho que se lo repitieran, él iba a seguir diciendo que era culpa suya. No era una fractura, un esguince o algo de eso, sino una dolencia en el mismo lugar de todas las veces anteriores, aquel que siempre estaba para joderle su buena racha y que era consecuencia de no haberse cuidado bien de más joven, llegando a jugar casi setenta partidos entre club y selección. Mierda, quería estar en todo; pero de saber que iba a terminar así, volvería al pasado para cambiarlo.

Un chasquido de dedos atrajo su atención.

—Deja de sobre pensar, hermano —Pedri hizo una mueca, Fer siempre parecía saber lo que atravesaba por su cabeza—. Ya verás como de nuevo estarás jugando dentro de poco tiempo y, para ello, debes comer. Sobretodo haciendo caso al bonito horario que está en nuestro refrigerador.

Una nueva risa de Fer casi le hizo sonreír a él, incluso estuvo a punto de dejarse llevar al ver a donde señalaba. Pudo inclinarse un poco en su asiento, para ver hacia dentro de la cocina, en ese punto tenía una muy buena vista del refrigerador y, como no, del bonito papel lleno de colores que era su horario, hecho por su novia a modo de ayudarle a llevar un mejor control con su lesión. Los imanes de mariposas con los que estaba siendo sujetado, de forma increíble no habían sido idea de ninguno de los dos, sino de su propio hermano, siendo envuelto en esa nube de alegría que atrajo Gaia a su hogar con su llegada.

Pensar en su novia le hizo volver a darse cuenta que no estaba en el lugar, lo cual sacó un bufido de si. Ella sí podía seguir yendo a la Ciudad Deportiva, estar con el equipo y ver los entrenamientos, mientras él tenía que descansar para no agravar la molestia en su muslo y empeorar su situación. Gaia le traía alegría, sonrisas y felicidad, mientras que su tonta lesión solo le colocaba encima una nube de tristeza y un malhumor inaguantable.

—La buena alimentación es importante —le recordó Fer, suavemente. Pedri casi quiso reír, el cocinero de la familia mostrando lo vital que era la comida y lo trágico que era cuando esta se desperdiciaba—. Lo dice tu nutricionista, los médicos y, con más peso, lo dice en tu horario.

La burla se evidenciaba en cada centímetro de su cara, demasiado divertido con el tema del horario como para dejarlo tan fácil, mientras que él estaba incluso más orgulloso como para mostrarse avergonzado por ello. Sus ojos se fijaron en su hermano mayor con fuerza, mientras su mano se alzaba sobre la mesa para sacarle el dedo corazón y hacerle una grosería, buscando retarlo a ver si decía algo en contra de aquel gesto que tuvo su novia. No pensaba dejar que nadie, ni siquiera su propia familia, se burlara de los actos de cariño en los que lo envolvía Gaia y que eran lo que lo motivaban dentro de su nube de desánimo.

Si su hermano mayor, tan cursi como una carta de corazones entregada en San Valentín, decía que Gaia y él eran la cúspide del romanticismo y el derrochamiento de miel, entonces no era nada más que la verdad. No pudo evitar que el sonrojo se instalara en sus mejillas al notar la mirada burlona de Fernando, que los había descubierto en varias escenas demasiado azucaradas un par de veces.

—¿Ahora es cuando me dices que quieres que te consiga una novia? —bromeó, volviendo a tomar el cubierto de la mesa, esperando que así le entrara un poco de hambre—. Estás un poco gruñón últimamente. No te preocupes, hermano, ya verás como el amor llega a tu puerta cuando menos lo esperas.

—¿Así como el amor llegó a ti esa noche de noviembre en forma de unos bonitos ojos azules?

Pedri se sonrojó aún más fuerte.

—Vete a la mierda, yo jamás dije eso.

—Solo lo adorné un poquito —rió—. Pero basta de hablar, tonto. Mejor come de una vez, lo digo en serio, no puedes pasarte todo el día sin algo en el estómago.

Pedri hizo una mueca, moviendo de nuevo la comida de su plato con el cubierto. Su hermano tenía razón, pero es que el hambre no llegaba a su estómago a pesar de ver la deliciosa comida que preparó. Su móvil vibraba a unos metros de él sobre la mesa, con la pantalla encendiéndose ante cada notificación que llegaba y mostrándole un poco sobre lo que ocurría en el mundo. Sin hacer caso a la advertencia de Fer, lo cogió y se hizo el desentendido para no comer.

Salvo por el mensaje de su novia de hace un par de horas y varias publicaciones de las cuentas del Barcelona, no había nada importante que ver ahí. Era una lástima, pensaba que podía distraerse un poco y evitar a su hermano, que seguía pidiéndole que comiera un poco. Al salir de la aplicación, su móvil le mostró la pantalla principal, dejando que una sonrisa floreciera de él al ver la foto que utilizaba como fondo, aquella que Gaia y él se tomaron con el trofeo de la Supercopa Española en Arabia. Podía recordar como su madre los fotografiaba con una emoción evidente, y como su padre les soltaba un par de comentarios sobre lo bien que se veían juntos, avergonzándolo frente a la chica que le gustaba y sacando todos los colores de su cara.

El celular fue arrebatado de sus manos, al levantar la mirada se encontró con los ojos bañados en seriedad de Fernando. Le dio una sonrisa de inocencia, mientras su hermano volvía a señalar el plato con comida delante de él, regañándolo en silencio como si de un niño pequeño se tratase.

—Pedri, en serio, debes de comer algo —le repitió, esta vez sin admitir replicar alguna—. Si no lo haces, te juro que te acusaré.

—Mamá está en Canarias, demasiado lejos como para tirarme de las orejas.

La seriedad en los ojos de Fer se evaporó por completo, dando paso a una sonrisa ladina, cargada de pura diversión, como si en su mente estuviera maquinándose una imagen muy diferente a la de su madre y que le otorgaba la victoria en ese asunto.

—Yo no hablaba de mamá.

—¡Mi vida, he llegado! ¡Fer!

Entonces, como si de un acto del destino se tratara, atraída quizás por un llamado silencioso en el momento adecuado, fue como si un rayo de luz entrara al comedor, trayendo consigo toda la alegría que le había faltado hasta el momento y espantando al malhumor que le consumió minutos antes. Gaia, su novia, regresaba justamente del trabajo en ese instante y, recordando la conversación que mantenía con Fer, solo pudo alcanzar a llevarse una cucharada de comida a la boca, justo cuando su hermano decía:

—Gallita, Pedri no quiere comer. Se está saltando todo su horario —acusó, como si hubiese sido su plan desde el inicio.

Los ojos azules de su novia se fijaron en él y aquella bonita ceja se alzó, enviándole una mirada de cuestionamiento, preguntándole de manera silenciosa si aquella acusación era cierta. ¿Cómo era que una chica bonita con apariencia de ángel podía causar todo eso en él? Masticó en silencio, negando con la cabeza de un lado a otro y demostrándole que su tonto hermano le había mentido, pero una sonrisa se formó en su rostro y la risa de Fer se escuchó por todo el lugar.

Gaia rodeó la mesa y se acercó hasta él, depositando un beso en su mejilla y susurrándole unas palabras bonitas en catalán, que poco podía entender; pero que había estado escuchando mucho últimamente de su parte. Siguió comiendo como si nada, como si no hubiese alargado ese momento, ante la atenta mirada de su hermano, que no podía evitar que la diversión llenara sus ojos ante el cambio radical de opinión que tuvo solo ante la presencia de su novia.

—La buena alimentación es importante para tu recuperación, afecte meu —le recordó Gaia, con cariño, tomando asiento a su lado—. Yo pensaba traerte algo de comer, pero sabes lo pesado que se pone Fer cuando no es él quien cocina.

—Gracias, yo le dije lo… ¡Oye! Yo no me pongo pesado,

Una servilleta arrugada fue a parar en la cara de Gaia, golpeándola suavemente y sacándole una de sus típicas risas, aquella que vibraba con buena energía. Pedri pudo observar con una felicidad dentro de él, la manera en la que ellos dos se llevaban tan bien provocaba una genuina sensación de calidez en todo su cuerpo. La actitud extrovertida de su novia le hacía demasiado fácil relacionarse con las personas y que estas la amaran de inmediato, mientras que su hermano también era tan amigable que los hizo congeniar desde el primer momento en que se conocieron.

Gaia no solo se había ganado su corazón, sino también el cariño de su familia, a pesar de que sus padres no llegaron a verla más allá de aquel momento en la Supercopa Española, dónde no la soltaron ni un segundo, igualmente se encontraban muy emocionados por ella y por la relación que llevaban. Y a pesar de querer mantenerla en un bajo perfil, dónde solo supieran de ellos la menor cantidad de personas posibles para que no existieran filtraciones, aún así sus padres vieron la necesidad de contarle de su novia a toda la familia en Canarias.

Un suave toque en su cabello le hizo volver a la realidad, Gaia sonreía mientras le peinaba con las manos y mostraba una expresión dulce en el rostro. Era casi imposible poder apartar la mirada de ella cuando lo veía con aquellos bonitos ojos, de su color favorito, y le trataba con tanto cariño. No creía recordar que alguna novia o ligue pasado se haya comportado de esa manera, incluso en sus antiguas lesiones, y quizás era por eso que se aferraban a la rubia de esa forma. Le llenaba de tanto amor, que Pedri pensaba que ya no necesitaba a nadie más que no fuera ella.

Con increíble dificultad, sus ojos se desviaron de ella y se posaron en el plato frente a él, completamente vacío por haberse terminado la comida que Fer le preparó.

—¿Cómo has estado hoy, amor? —le preguntó Gaia, por lo bajo, sin parar las caricias en su cabello—. ¿Te ha dolido algo?

«No», era la respuesta en sus pensamientos, la que decía la verdad, pero no la que le dijo. En cambio, un puchero se formó entre sus labios, mientras asentía y se inclinaba hacia ella para posar la cabeza en su pecho y dejar que las caricias en su cabello se volvieran aún más suaves. «Mentiroso», le regañó su subconsciente por estar inventándose eso solo para conseguir un poco más de atención de su pareja, incluso cuando sus ojos se posaron en Fer, pudo verlo alzando una ceja, mirándolo acusadoramente.

—Sí, pobre de él —bufó Fer, con una voz cargada de burla que Gaia no notó—. ¿Cómo ha ido el entrenamiento, Gaia? Has llegado un poco tarde.

—En realidad salí temprano, le pedí a Óscar el plan de entrenamiento que harán los chicos durante esta semana y el fisio me dio las indicaciones necesarias sobre cual puede hacer, para que Pedri no pierda ritmo —aclaró Gaia, sin dejar atrás las caricias en su cabello—. Me detuve a comprar un par de cosillas, solamente.

—¿No fue extraño que le pidieras eso a Óscar? —le preguntó Fer, que estaba bastante al tanto del secretismo con el que llevaban aquella relación—. Digo, no lo sé, pudo haberle parecido raro, ¿no? ¿Lo crees, Pedri?

La mirada de su hermano se posó en su persona, recostado en el pecho de Gaia pudo escuchar como su corazón se aceleraba debido a los nervios de aquella pregunta, le quedaba claro que ella no había pensado en eso y quizás ahora Óscar y el fisioterapeuta del club podrían estar dándole vueltas a aquel acto de servicio y preocupación que su novia había tenido para con él. La verdad era que la amistad que los unía a ojos de los demás no era suficiente para cubrir el hecho de la cercanía que tenían o del trato que mantenían, sabía que en algún momento todos podían llegar a sospechar de la verdadera clase de relación que existía entre ellos; pero eso le preocupaba mucho menos de lo que llegó a pensar.

Su interés en mantener secreta la relación, dónde solo unos pocos supieran de ella para no tener filtraciones, era sobretodo por la prensa rosa y los cientos de rumores que podrían desencadenarse a raíz de ello. Pedri había visto a muchos compañeros sucumbir ante la presión que los medios de comunicación especializados en el cotilleo ejercían sobre ellos, siguiéndolos a todos lados y creando mentiras y chismes sobre rupturas e infidelidades, fracturando de esa manera la pareja. Y él no quería que eso sucediera con Gaia, deseaba tener algo sólido, algo realmente estable antes de dar ese paso público, porque una vez dado, ya no habrá vuelta atrás.

Sin embargo, aún a pesar de ello, no habían estado absueltos de rumores. Gaia tenía todo el perfil público digno de una enorme celebridad como lo era ella: Una familia famosa, reconocida en todo el país; una carrera en la actuación, ícono de moda, la streamer mujer más grande de España y, por si no fuera poco, demasiado activa en sus redes sociales. Todo eso le acarreaba que el mundo de la farándula estuviera al pendiente de lo que hacía, incluso le habían asignado un periodista —O acosador, como él prefería llamarlo— personal para ella y Gerard, que tratara de seguirlos a todos lados, buscando nuevas noticias que divulgar, como si solo por ser famosos no tuviera derecho a la intimidad.

Lo detestaba, no por el hecho de que en cualquier momento pudieran llegar a descubrirlo, sino porque su novia solía sentirse agobiada por ello, preocupándose mucho más por él y tomando las precauciones adecuadas para que evitaran seguirla hasta su hogar. Le jodía en gran parte que tuviera que lidiar con eso sola, pensando que no iba a entenderla o a ayudarla de alguna forma a parar aquello; pero así era Gaia, pensaba primero en los demás antes que en ella misma.

Ante la pregunta de Fernando, se encogió de hombros, sin tomarle importancia, mientras buscaba la mano libre de su novia para poder entrelazarla con la suya. Cuando lo hizo, volvió a cerrar los ojos, justo en el momento en que preguntó:

—¿Me compraste algo bonito, ullets blau?

—¡Claro que sí, vida mía! —chilló su novia, emocionada—. Déjame llevar esto a la cocina y te enseño lo que compré para ti, ¿vale?

Ni tiempo le dio de decir que estaba de acuerdo cuando Gaia se levantó de su lado con una emoción que superaba su tamaño, le dio un beso en la mejilla y cogió el plato delante de él para ir a la cocina a limpiarlo. Pedri la vio irse, con un fuerte sentimiento de cariño en su corazón, y supo en ese momento que estaba dispuesto a hacer miles de cosas por ella, solo para que pudiera mantener aquella actitud animada que le encantaba y, sobretodo, esa sonrisa tan bonita que conquistó su corazón.

—¿Qué te duele? —le cuestionó Fer, aún sentando frente a él, con la sospecha brillando en sus ojos—. No me habías dicho que te doliera algo, sabes que… Oh, ya entendí.

Una sonrisa burlona se asomó entre los labios de su hermano, haciéndole rodar los ojos.

—Deja esa cara de tonto, no sé a que te refieres.

—Ay, hermano, eres tan cursi. Hacerte el dolido, el pobre enfermo, solo para que tu novia te de más cariño del usual —rió. Pedri vio como un puchero burlón se formó en los labios de su hermano, a modo de burla para él—. Si sabes que Gaia no es tonta, ¿verdad? Creo que ella sabe mucho mejor que yo cuando mientes.

—Y aún así toma la decisión de seguirme la corriente —sonrió, sin pena alguna.

—Entonces, ¿actúas como el pobrecillo lesionado al que le duele todo, sabiendo que ella sabe que sobre exageras, por gusto propio? Vaya, eres el maldito novio más cursi del planeta.

Pedri rodó los ojos.

—Mira quien habla —bufó—, tú has sido mucho más cursi que yo en tus relaciones anteriores.

—Y así funcionábamos: Yo era el hermano cursi y tú el que daba lo mejor que podía; pero te has enamorado de Burbuja de Las Supernenas, que fue a quien le cayó toda el azúcar mientras el profesor Utonio buscaba crear a la nenita perfecta.

De entre todas las cosas que su hermano dijo en aquella oración, solo una se repitió constantemente en su cabeza, haciendo eco y rebotando por todo el lugar. Era como una alarma incesante que le generaba verdaderos nervios, provocando que su corazón latiera sin freno alguno y que le hacía cuestionarse cuánta verdad había en eso.

—Yo no estoy enamorado —dijo.

La ceja alzada de Fer le hizo dudar por un segundo de su respuesta, pero su hermano no dejó salir ni una palabra de su boca, solo lo miraba con aquellos ojos que brillaban con duda, parecían estar gritándole que era un mentiroso. El amor era un sentimiento bastante fuerte, algo para lo que quizás no estaba preparado aún, ¿y cómo debía estarlo para ello? Solo tenía veinte años y llevaba al menos un par de semanas con su novia, ¿no era muy rápido para decir que estaba enamorado de ella?

La conversación que mantenían y todo lo que tenía Fer para decirle quedó aparcada en un segundo plano cuando Gaia ingresó de nuevo al comedor con un par de bolsas en las manos. La afición por las compras de su novia era tan conocida por él que supo de inmediato que no se trataba de todas seguramente en el salón habría muchas más. La rubia volvió a tomar asiento a su lado, dejándole un nuevo beso en la mejilla ante la atenta mirada de su hermano y comenzó a hablarle de su día, y todo lo que había llevado con ella, como el pequeño montoncito de hojas con las indicaciones que necesitaba.

—Este es el plan de ejercicios de Xavi y el staff para esta semana, pensando en el próximo encuentro contra el Real Madrid —comenzó a hablar Gaia—. El fisio me ha indicado, bastante serio, cuales no debes hacer para no agravar la dolencia, ¿vale?

—¿Podría iniciarlos hoy?

Gaia le dedicó una mueca, quizás pensando en si sería una buena idea dejarle empezar de inmediato con aquellos ejercicios. La catalana sabía de sus ganas de volver pronto al campo, regresar a entrenarse con sus compañeros y, aunque también deseaba eso para él, se notaba que ella no quería forzarlo a nada que resultara contraproducente en su recuperación, tampoco iba a dejar que por sus ansias de volver a su antigua normalidad, hiciera esfuerzos con su cuerpo que solo pudieran ponerlo en riesgo o agravar la lesión.

—Sí, digo, podríamos intentar uno leve. Obviamente no al nivel de los chicos, pero sí para tratar de llevar el mismo ritmo que ellos.

—Nada de poner fuerzas extras, debes llevarlo con calma —le recordó Fer, mirándolo con la misma preocupación que Gaia.

—Sí, papá —bufó, con burla. Fer le hizo un gesto grosero con el dedo, sacándole una risa a Gaia—. ¿Qué más has traído, amor?

—Me fui de compras —repitió su novia, con una exagerada emoción, que le hizo fruncir el ceño—. Iba a traerte la comida, pero ya sabes quién se pone gruñón —Señaló a Fer, de una forma nada disimulada—, así que decidí traerte el postre. ¡Taran!

Una pequeña caja rosa con dibujos de pasteles fue puesta delante de él.

—Son galletas de avena sin gluten —continuó Gaia, sin perder la sonrisa—. El nutricionista del club me ha dado el visto bueno para que puedas comerlas, ha dicho que no afecta en nada en tu dieta —Movió las manos para quitarle importancia, mientras rebuscaba en otra bolsa—. Además, también te traje a tu segundo amor.

—¿Metiste a Quevedo en una de esas bolsas? —bromeó Fer.

La risa de Gaia fue lo único que lo detuvo en no soltarse algún comentario grosero a su hermano, silenciosamente le agradecía por aquel detalle de las galletas. Con todo el tema de la lesión y las severas instrucciones del nutricionista, poco podía disfrutar de algo dulce sin arriesgarse a la culpa por romper su estricta dieta; pero su novia había conseguido la manera de darle aquel gusto cuidando de él. A pesar de saber que no era necesario mostrar su agradecimiento en voz alta, ella sabía lo mucho que apreciaba que lo cuidara, sí se propuso en comprarle algún detalle o retribuirle de alguna forma todo lo que ha estado haciendo por él, se lo merecía.

La rubia dijo algo en dirección a su hermano, siendo su defensora por aquella burla, y entre ese viene y va de palabras, un racimo de plátanos de Canarias fue puesto sobre la mesa, sacando aún más bromas por parte de Fer. Sin embargo, ahí no acabaron los regalos, lo cual solo provocaba que las sospechas dentro de él fueran en puro aumento porque el gusto por las compras de su novia era demasiado conocido para todos; pero estaba siendo recurrente en esa última semana y eso solo pasaba cuando se sentía ansiosa por algo. Quiso saber que era mientras la veía sacar ropa, calzado y varios accesorios de todas las bolsas con las que entró al comedor, Pedri optó por probarse unas gafas de lectura de Gaia, aún cuando seguía enseñándole las cosas que había comprado.

—… este suéter es para ti, amor, los tuyos han estado desapareciendo…

—Bonita manera de decir que te los quedas todos —bromeó, provocando una mueca en el rostro de su novia—. ¿Eso es todo?

Fer, que hasta ahora había permanecido en silencio, soltó un bufido.

—Sí, ¿eso es todo, Gallita? —preguntó, con un extraño tono acusador—. ¿No hay nada más, para nadie más?

—Tus regalos están en el salón.

Pedri rodó los ojos, observando como aquella respuesta de su novia fue lo único que necesitó su hermano para sonreír y salir del comedor a buscar los regalos que le habían comprado. Clavó la vista en su pareja, que seguía indagando en las bolsas con todas las compras que había hecho, no le extrañaba que se hubiera tardado tanto en llegar a casa si se detuvo en el centro comercial a sobregirar su tarjeta de crédito, la cual no creía que tuviera límite alguno.

—Gaia —le llamó, quitándose las gafas y deteniéndola en su monólogo sobre los tacones negros que tanto le habían llamado la atención en la tienda—, ¿por qué estás tan nerviosa?

—Yo no estoy…

—Solo tienes estas crisis de compras cuando algo te preocupa, ¿qué es?

Pedri abrió la caja de galletas, metiéndose una a la boca mientras veía a su novia, mordiéndose el labio. Las bolsas habían quedado en un segundo plano, toda la emoción con la que Gaia había estado hablando de sus compras se esfumó casi por completo, dando paso a una expresión preocupada vislumbrándose en su rostro. Limpiándose las manos, puso fin a cualquier distancia que los separaba y la rodeó con sus brazos, tratando de transmitirle esa confianza y el mismo apoyo que ella le ha estado demostrando a él esos últimos días.

Gaia había tomado toda la responsabilidad de él y su lesión, yendo de acá para allá para animarlo durante el tiempo que estuviera fuera de las canchas y, sobretodo ayudándolo en su recuperación, el cual era un trabajo muy duro. Estaba consciente de eso y no deseaba que ella cargara con más de lo que podía llegar a soportar, tenía suficientes problemas con su propia vida como para estar lidiando con los de él y, aunque agradecía con todo el corazón que estuviera a su lado, comenzaba a sentirse culpable por orillarla a que le hiciera aquella promesa en el vestuario del Manchester United. La vulnerabilidad que le mostró la condujo a formar un lazo irrompible con él.

Introdujo la mano dentro de su camiseta, acariciándole la espalda de una forma reconfortante para poder darle un poco de confianza. Un suspiro se escapó de los rosados labios de Gaia, bajando sus defensas.

—Mi tía… mi representante me llamó hace unos días, me dijo que me ha conseguido una audición para una película.

Contrario a todos los malos pensamientos que había tenido, Gaia no se encontraba agobiada por estar lidiando con él y su lesión, sino por un tema completamente ajeno a su persona. Un alivio le recorrió todo el cuerpo, alejándole de toda culpabilidad que pudo haber tenido antes. Por un momento, no supo si sonreír o mostrarse preocupado, a su percepción aquello se trataba de buenas noticias para su novia, pero ella no se veía tan feliz por ello.

—Eso es bueno, ¿no? —preguntó, con cuidado. Gaia se encogió de hombros, abrazándose más a él—. ¿Por qué te preocupa tanto esa audición?

—Mi proyecto más famoso, por el que soy tan reconocida, es una película juvenil que, bueno, no es lo mejor del mundo —dijo, soltando una risa seca, sin gracia—. Tengo miedo de que se queden con esa imagen, caer en el cliché de que me encasillen en el papel de Raquel y… no lo sé, solo tengo miedo de no ser suficiente para algo más serio.

—Si ellos creen eso de ti, entonces son unos tontos. No te pueden encasillar solo por un papel, siendo solo el primero de tu carrera, te he visto en otras de tus series y el año que viene vas a aparecer en otra, ¿no? —Ella asintió—. Eres talentosa, te has esforzado mucho para obtener cada uno de ellos y si te caracterizas por algo es por jamás rendirte, Gaia.

Gaia soltó un mohín, acurrucándose en su pecho y haciéndose más pequeña ante sus ojos.

—¿Tú sí crees que pueda conseguir el papel?

Pedri sonrió, acariciando su cabello con ternura.

—¿Qué pregunta es esa, Mofletes? —rió—. Eres Gaia Piqué, puedes conseguir absolutamente todo en esta vida y yo estoy muy seguro que lo harás, e iremos a ese estreno como una pareja feliz.

—¿Ves? ¡Eso sí me anima!

Gaia levantó la cabeza de su pecho, mostrándole una adorable sonrisa, completamente alejada de aquella máscara de preocupación y temor que le dio minutos antes. Un sonoro beso fue dejado en su mejilla, antes de que sus labios fueran atacados en igual forma por ella, dándole de probar aquel sabor que le volvía loco y del que se había vuelto adicto en las últimas semanas. Era fácil acostumbrarse a algo que le gustaba mucho.

—Me esforzaré el máximo en conseguir ese papel solo por esta promesa que me has hecho, ¿sí? —le dijo Gaia, al separarse—. El guion me llegará en unos días, es una película de ciencia ficción, creo, mi representante me dará más información más tarde.

—Podría ayudarte a ensayar tus líneas, ya sabes, he hecho algunas cosas para el club y soy bastante bueno, me lo han dicho.

Con diversión, la vio hacer una mueca, mientras sus ojos se desviaban hacia la mesa para tomar una galleta, haciéndose la desentendida con su oferta. No era tan mal actor, ¿verdad? Quizás no era su fuerte porque prefería tener un balón a sus pies, estar en el campo haciendo goles o, incluso, presentando su colección de ropa; pero había hecho un par de cosas para el club donde requería cierto nivel de actuación, nada comparado a lo que hacia hecho Gaia, pero podía servir de ayuda.

—¿Te han gustado las galletas, vida mía? —le preguntó su novia, con una anormal voz chillona—. Pensé que serían perfectas para ti y podría conseguirte más, si lo deseas.

—¿No quieres hablar sobre mis dotes actorales?

Gaia hizo una nueva mueca, apretando los labios.

—¿Y si mejor me das un beso?

«Bueno, podrían dejar esa conversación para después», pensó, de forma divertida. La galleta que sujetaba en la mano fue de nuevo puesta en la caja, Pedri cogió las mejillas de su novia con ambas manos para poder acercarla a él y plantarle un suave beso en los labios, le gustaba de sobremanera aquella sensación y, sobretodo, la forma en la que su corazón latía con fuerza por los cientos de sentimientos que ella provocaba en él.

—¡Miradme! ¡Chicos! ¿Podéis separaos y mirarme de una vez?

Gaia soltó una risa sobre sus labios, separándose de aquel beso, que lo hizo bufar. Fer estaba de nuevo con ellos, usando unas gafas de sol negras y una chaqueta de cuero, hacía poses cual modelo y provocaba que su novia aplaudiera, animándolo a seguir con esa actuación. Suponía que ese era el pequeño y nada caro regalo que la rubia le había llevado, como continuara nerviosa por la próxima audición que tenía, ambos iban a terminar con un nuevo fondo de armario.

—¿Qué tal me veis? —les preguntó, dando una vuelta para enseñarles mejor la chaqueta—. Voy a irme a trabajar, porque, a diferencia de mi hermano, aún no he conseguido a la chica que me pueda mantener de por vida. Así que, ¿qué os parece? ¿Me veis conquistando a una heredera millonaria?

Pedri rodó los ojos ante esa clara burla hacia su persona.

—Solo si esa heredera millonaria es ciega y tiene baja autoestima —respondió, burlonamente.

—Búrlate de mi todo lo que quieras —bufó su hermano—; pero tú y yo somos iguales físicamente, así que si mi futura novia tiene malos gustos, entonces la tuya también. ¿Verdad, Gallita?

Clavó sus ojos en su novia, que mantenía los labios apretados, tratando de no reírse ante aquella pequeña pelea de egos.

—Yo siempre he sido de fijarme en los sentimientos —dijo ella.

—Amor, no me defiendas, por favor.

Su petición hizo que Fer se riera en su cara, tomando las palabras de su novia como señal de victoria, mientras Gaia se acercaba a él para dejarle un rápido beso en los labios, su manera de disculparse ante esa burla. No se había molestado, le gustaba que tanto su rubia como su hermano tuvieran esa cercanía de unirse para estar en su contra, le confirmaba que ambos se llevaban bastante bien, que era algo que siempre pedía de sus parejas, que pudieran tener una buena relación con su familia. Sin embargo, iba a usar ese momento a su beneficio cuando necesitara un poco más de cariño.

—Ahora sí, me voy que llego tarde —les informó Fer, arreglándose la chaqueta con galantería, al parecer sí era verdad que saldría así. Lo vio rodear la mesa para poder acercarse a ellos, primero fue con Gaia—. Gracias por los regalitos, burbuja. Eres la mejor cuñada del mundo —Le dejó un beso en la cabeza, antes de volverse hacia él—. Tú no hagas mucho esfuerzo con los ejercicios, no te sobre exijas, ¿vale?

Su hermano salió del comedor, dándoles una última sonrisa como despedida y lo vieron desaparecer a través de la puerta. La hoja que Gaia le había llevado con los ejercicios que sus demás compañeros debían estar haciendo en ese momento en el entrenamiento, y en los demás días de la semana, seguía estando frente a él, puesta de una forma recta sobre la mesa. La tomó con la mano, ojeándola por encima, habían taches sobre algunas palabras, hechas con marcador rojo, indicaciones de los médicos y los fisios sobre lo que podía hacer y lo que no, estaba claro que ella iba a tomarse todo eso al pie de la letra.

Él también debía hacerlo, sino quería empeorar su lesión y atrasar aún más su regreso al campo de juego, lo cual no deseaba que sucediera. Ya tenía suficiente con perderse partidos importantes, como el siguiente que tenían contra el Real Madrid, un suspiro se escapó de sus labios cuando aquel papel fue quitado de sus manos.

—¿Quieres ir a entrenar un poco? Lo haremos juntos, ¿sí?

La desilusión se esfumó de su ser, siendo reemplazada por una actitud más animada.

—¿Me estás diciendo que vas a ejercitarte conmigo? —le preguntó, con una ceja alzada. Su novia no era la más atlética del mundo, siempre se escabullía cuando Xavi le pedía correr o cuando se trataba de hacer si quiera el mínimo esfuerzo físico—. ¿En serio?

—Claro —le dio una sonrisa, que él catalogarían como pícara—. Si tú te ejercitas, tal cual como dicen estas indicaciones —Movió las hojas entre sus manos—, yo te mostraré como se hace un buen cardio y lo flexible que puedo llegar a ser.

El beso en sus labios después de aquellas palabras, le hizo soltar un gemido necesitado. Su imaginación estaba activa, creando cientos de escenarios donde ponía en práctica la manera en la que su novia iba a enseñarle aquello que le estaba prometiendo y, en cada una de ellas, él terminaba sintiéndose como el hombre más afortunado del mundo y deseando aún más  contacto de su pareja. Quizás estar lesionado no era tan malo, siempre que pudiera recibir esa clase de premios por parte de Gaia.

Con cuidado, a pesar de la emoción por aquellas palabras, se levantó de la mesa y tendió una mano hacia su novia.

—No sé que esperas, amor, ambos debemos ir a entrenar.

• • •

Un silencio profundo llenaba el aire del salón, ni siquiera la enorme tv emitía alguna clase de sonido a pesar de que un viejo capítulo de La Que Se Avecina se estuviera transmitiendo en ese momento. Pedri dormía profundamente encima de ella, con la cabeza colocada en su pecho y soltando bajos ronquidos, Gaia no era fanática de las siestas a media tarde, pero para su novio resultaba de máxima prioridad luego de levantarse tan temprano para hacer los pocos ejercicios que podía debido a la lesión. Podía escuchar su tranquila respiración, mientras con una mano le acariciaba el cabello, se notaba que necesitaba aquel descanso luego de haber recibido el premio que le prometió.

La rubia le bajó el volumen a su móvil cuando le llegó una notificación de mensaje nuevo, no deseando que pudiera despertar a Pedri y solamente queriendo que descansara un poco más. Incluso tuvo que contener el grito emocionado que quería salir de ella al leer lo que decía, Adhara, su mejor amiga, que estaba viviendo en una nube de ensueño porque su muy querido y callado amigo Andreas Christensen empezó a seguirla en Instagram de una forma coquetamente educada. Gaia no podía creerlo, no el hecho de que al danés le gustara su amiga, sino que se haya decidido a coquetearle por una red social.

Soltó una baja risa, Andreas era como un anciano gruñón con todo eso de las redes sociales, entre menos tiempo pasara ahí, era mucho mejor para él. Le deseó buena suerte a su amiga, animándose por ella ya que, desde su cumpleaños, no había dejado de hablar del defensa danés, siempre comentando lo lindo que fue con ella. Esperando la respuesta de Addie, otro par de mensajes llegaron a su móvil, uno de ellos contenía una foto de Ferrán, sacándole el dedo, e invitándola a comer con él y su hermana al día siguiente, mientras el otro se trataba del grupo de sus amigos, con Alejandro enviando un par de memes.

Volvió a echarle una mirada a su novio, durmiendo tranquila y profundamente. Una mueca se formó en su rostro, sintiéndose mal por él y la manera en la que no podía descansar de forma cómoda en su propio hogar debido al miedo que sentía por la oscuridad, ya tenía bastante con tener que lidiar con la dolencia en su muslo como para preocuparse por las escasas horas de sueño solo por la poca luz de su habitación. Por más que su novio le había asegurado que no era ningún problema, aún una espinita de la duda se clavaba en ella por estar molestándole de esa manera. Es por ello que trataba de compensarlo de otras formas, no solo por sus sentimientos de culpa, sino también por la preocupación que sentía por el canario, deseando que se recuperara pronto.

Alejando esos pensamientos de ella, deslizó el dedo hacia arriba por la pantalla de su móvil, un nuevo video se mostró en la aplicación de tiktok y estuvo así por un par de minutos para entretenerse en lo que Pedri descansaba. La mano entre su cabello se perdía en aquellas hebras negras, mostrándole lo rápido que le estaba creciendo en esos días, aunque no era lo único. Sus ojos se posaron en el rostro tranquilo del Canario, perdido en su mundo de sueños, ajeno totalmente a la mirada que le daba, detallando como la barba le crecía poco a poco, a pesar de que Fer le pedía que se afeitara. Una sonrisa se escapó de ella, sabía que su negativa a hacerlo era porque le había dicho lo mucho que le gustaría verlo con una.

El sonido de una puerta abriéndose fue su aviso para saber que Fernando acaba de llegar a casa del trabajo. Pocos segundos bastaron para verlo entrar al salón, aún  utilizando la chaqueta de cuero y con las gafas de sol colgando en el cuello de la camiseta, Gaia se apresuró a dejar de acariciar el cabello de su novio para poner un dedo sobre sus labios e indicarle al moreno que guardara silencio y no despertarlo. Una sonrisa burlona floreció de su cuñado, rodando los ojos ante la escena que estaba presenciando y, antes de poder decirle algo, dos nuevas personas aparecieron a sus espaldas

—Hola, cielo.

Gaia sintió como los colores se subían a sus mejillas, sintiendo el corazón latir apresuradamente por la vergüenza de estar en aquella posición con Pedri justo frente a sus padres. No sabía que hacer o decir, solo una risa nerviosa salió de sus labios porque sus pensamientos estaban en blanco, Rosy y Fernando los observaban con una sonrisa, como si aquella escena que presenciaban no fuera una enorme sorpresa para ellos, como si ya les hubieran dado el aviso de que podían llegar a verla.

—¿Podéis ver eso? —les cuestionó Fer, con una sonrisa burlona—. Se la pasan así todo el día, viven en un mundo de amor y girasoles. Me dais asco.

La catalana ni siquiera sintió ganas de responder a eso con su grosería habitual, su concentración estaba más en el hecho de que Pedri seguía abrazado a ella, durmiendo y totalmente ajeno a la vergüenza que sentía por tantos ojos puestos en su persona. Las mejillas le picaban y era una sensación completamente distinta a aquella vez que los conoció en Arabia. En aquel momento solo era la amiga de su hijo, una chica que acababan de conocer, pero ahora, en esa posición tan íntima y comprometedora, que gritaba a los cielos que existía una relación entre ellos dos, le subía de nivel a sus nervios.

—Deja de avergonzar a Gaia, Fer —le riñó su madre, con una sonrisa tranquilizadora—. Quizás ella pueda presentarte a una amiga, a ver si dejas esa actitud.

—Te hace falta una novia, hijo —Fernando apoyó a su esposa, en contra de su hijo. Fer le dirigió una mirada indignada—. Mira lo feliz que es tu hermano con la suya, eso es lo que tú necesitas.

Gaia apretó sus labios para evitar que una risa saliera de ella, Fer le dirigió una mirada cargada de indignación, quizás no acostumbrado a que sus padres se pusieran en su contra con esa clase de bromas. Cuando sus ojos volvieron a toparse con los de Rosy, con una enorme sonrisa en su rostro, el sonrojo tomó por completo lugar en sus mejillas, no creía poder olvidar ese momento pronto. Pedri seguía en su pecho, durmiendo sin tener idea de lo que sucedía y, aunque habría preferido dejarlo así, lo movió con suavidad para tratar de despertarlo.

Un bajo quejido se escuchó de su parte, su toque solo provocó que se aferrara más a ella mientras tomaba una nueva posición, sin abrir los ojos, no sabía cómo debía estar viéndose esa escena en la cabeza de Rosy y Fernando; pero deseaba terminar con ella antes de explotar por la vergüenza que sentía. Ella era amorosa, no se cortaba ni un poco con las muestras de cariño frente a los demás; pero una cosa era hacerlo con sus amigos o personas desconocidas delante y, otra muy diferente, con los padres. Menos cuando aún no sabía que tan informados estaban ellos de la relación que mantenían que, por lo que estaban viendo justo ahora, ya debían estar al tanto de todo.

—Pedro, cariño —le llamó por lo bajo, esperando que nadie los estuviera escuchando. Pedri volvió a soltar un quejido—. Amor, ¿podrías levantarte?

—Hum, Gallita.

Su queja, dicha con aquel tono caprichoso, sin abrir los ojos, hizo que el sonrojo se volviera más fuerte, llegando a cubrir su cara por completo, sobretodo al oír la burla de Fer a unos metros de ella. Pudo escuchar como Fernando se reía de su hijo también, diciendo algo sobre ser un mimado, justo como le habían informado.

—Venga, Pedro, levántate —le dijo, moviéndolo con un poco más de fuerza. Solo se ganó un nuevo mar de quejidos—. Afecte meu, tus padres están aquí y quieren saludarte, ¿podrías levantarte de una vez?

Con sinceridad, Gaia esperaba que Pedri se levantara completamente asustado, avergonzado por la escena que había estado mostrando ante su familia; pero no fue así. Se tomó todo el tiempo del mundo para despertar, lo vio abrir los ojos con pereza, mientras seguía quejándose por no haber dormido la siesta completa. Aún abochornada, recibió el beso que él le dejó en los labios antes de levantarse por completo y sentarse de forma normal en el sillón, a sus pies, mientras ella se enderezaba a su lado. Ante la atenta mirada de Rosy y Fernando, Gaia podía sentirse como una adolescente encontrada en un momento íntimo con su novio, como si hubiesen estado haciendo algo que no deberían.

Muy pocas veces podía decir que se sentía avergonzada por sus acciones, pero en ese momento estaba segura que el bochorno no iba a irse de ella tan fácil. Ambos se levantaron del sillón, y se encaminaron hacia los recién llegados, Pedri para saludarlos y Gaia para ofrecerle a ayudarles con las bolsas que estaban cargando, pero una vez cerca de ellos, Rosy le tendió las compras a sus dos hijos y la atrajo en un abrazo. Justo como en la Supercopa, Gaia no supo como reaccionar.

O eso fue hasta que la calidez del abrazo la envolvió, dejándose llevar por ello y correspondiéndole. ¿Por qué con su actitud extrovertida y siempre dispuesta a los actos de cariño, se quedaba tan estática con los de Rosy, si solo le había demostrado una genuina alegría? Quizás se debía a que se trataba de la madre de Pedri, de alguien a quien quería agradarle por todos los medios y, aún más, que le diera el visto bueno a su relación.

—Que gusto es volver a verte, Gaia —le dijo, aún sin soltarla. Gaia sonrió, aquel abrazo se sentía con el más puro amor maternal que había recibido en su vida—. Pedri no ha parado de contarnos cosas sobre vosotros, ¿cómo va el trabajo, cielo? Debe ser bastante complicado llevarlo con tranquilidad y luego venir a cuidar a un quejoso.

—Mamá —le llamó Pedri—, no llames así a Fer, que está presente.

Gaia rió, escuchando las quejas que le soltaba Fer de vuelta a Pedri, mientras se separaba del abrazo e iba a saludar al padre de la familia. Fernando le plantó dos besos en cada mejilla, dándole una enorme sonrisa y recordándole aquellas bromas que le soltó en Arabia durante la Supercopa Española. Había aprendido algunas nuevas en todo ese tiempo que no se vieron y estaba demasiado ansioso por contárselas.

—Con el horario flexible del trabajo es bastante fácil poder hacer ambas cosas —respondió Gaia a la pregunta de Rosy, acercándose a Pedri y Fer para ayudarlos con las bolsas—. Y no se preocupe, el paciente que me tocó ha sido menos quejoso de lo que llegué a pensar.

Pedri le guiñó el ojo antes de adentrarse a la cocina para dejar todo lo que sus padres le habían llevado, Fer, en cambio, negó todo lo que ella dijo, alegando que el paciente era mucho peor de lo que se lo imaginaban. Las bolsas que había cogido fueron quitadas de sus manos por Rosy, volviendo a dárselas a sus dos hijos y la tomó del brazo para seguirlos hacia la cocina, Gaia amaba la atención que le daba, le recordaba un poco a Belén y a las mujeres de la familia de Gavi cuando iba de visita, siempre envolviéndola en un cálido ambiente donde era bienvenida y se interesaban por lo que decía.

En la cocina, el único que se había quedado era Fer, Pedri y Fernando se escaparon con la excusa de ir a desempacar las maletas a la habitación para dejarlos a solas colocando las cosas en los estantes. Rosy no parecía querer despegarse de ella y Gaia pudo sentir un entrañable calor colándose por su cuerpo, ante el entusiasmo que mostraba por todo lo que decía, incluso se mostró enternecida al ver el horario de colores perfectamente colocado en las puertas del refrigerador.

—Lo hizo Gaia —dijo Fer, con una brillante sonrisa burlona en su rostro—. Se ha tomado muy en serio lo de ser la enfermera de Pedri, casi parece que está estudiando para eso.

Gaia rió.

—Puede que tenga un papel de enfermera en una película para el futuro —bromeó.

—A mí me parece bastante bonito —le halagó Rosy—. ¿Por qué no mejor acomodamos estas cosas mientras me cuentas un poco de ti, cielo?

A la rubia ni siquiera se le cruzó por la cabeza el negarse a eso, asintió de manera enérgica mientras se colocaba al lado de la madre de Pedri con todo el entusiasmo del mundo. La conversación fluyó como una cascada entre las dos, no existía ningún tipo de la antigua incomodidad de antes, cuando la encontraron en plena escena romántica con el canario, porque en su lugar se había formado una conexión que no sabía como explicar con claridad. Rosy era una muy buena oyente, encantada por tener ese momento con ella.

Gaia detuvo su parloteo, dándose cuenta que había estado hablando sobre tonterías durante treinta minutos, sin detenerse ni siquiera para tomar aire. Un sonrojo se extendió por sus mejillas, quizás estaba agobiando demás a Rosy y ella no decía nada solo para ser amable con ella, recordaba como su madre siempre le decía que solía marear a las personas al hablar mucho y no quería que pensara eso de ella. Fer se volteó para verla, frunciendo el ceño por su silencio, él ya se había acostumbrado a eso y a toda su extrovertida personalidad.

—¿Y qué más, cielo? —preguntó Rosy, dándole la espalda mientras seguía sacando algunas cosas de las bolsas—. ¿Geri se dio cuenta que fuiste tú la de aquella broma y no Jordi?

La pregunta la dejó sin aliento, ella verdaderamente la estaba escuchando. Una calidez se extendió por todo su pecho y un nudo se instaló en su garganta, era extraño sentirse de aquella manera, con una combinación de alegría con añoranza. Era raro, porque su madre solo solía perderse en sus pensamientos cada vez que buscaba contarle algo interesante que había sucedido en su vida, incluso cuando le habló sobre sus problemas con su ex novio, lo único que hizo fue decirle que se le olvidó cerrar su oficina, dándole a entender que su cabeza estaba en otro lugar en el momento en que buscaba desahogarse con ella.

Rosy estaba ahí, genuinamente escuchándola y pudo ver una sonrisa en su rostro, motivándola a seguir cuando se volteó por su silencio. Se sentía como una niña pequeña, emocionada por contarle todo aquello que cruzaba por su cabeza al saber que ella sí la escucharía, desde su próxima audición para una película hasta de los nuevos zapatos de tacón que había comprado. Fer pasó por su lado, colocándole una mano en el hombro, era una señal de apoyo que no entendía porque le daba, pero que la incitaba a seguir con su conversación.

La catalana pensó que en algún momento se cansaría de hablar, pero Rosy y Fer no dejaron que eso ocurriera. Con cada palabra que salía de su boca, ellos comentaban con emoción y le cuestionaban cualquier detalle, absorbiendo con diversión cada anécdota divertida de su infancia, como fue una extrovertida niña que no se quedaba quieta ni un segundo, como se perdió en el Sánchez Pizjuán y tuvo que ser Iván Rakitic quien la devolviera con su equipo, como había conocido a Gavi, a Ferrán, y a cada uno de los chicos de La Masía, porque con todos ellos tenía historias que siempre sacaban alguna sonrisa. O eso fue hasta que llegó el tema de la familia, porque habló tan bien de su abuelo, de su padre y su hermano mayor, que el evidente silencio sobre su madre fue llamativo para aquellas dos personas.

Sin embargo, antes de poder mencionar algo acerca de eso, un brazo pasó por sus hombros y sintió como un dulce beso era dejado en su mejilla. Pedri le había servido de distracción para que sus asuntos familiares siguiera estando a la sombra, justo como le gustaba a su madre, ser escondidos debajo del tapete de la perfección. Le dio una sonrisa a su novio, que solo fue respondida con una mueca preocupada, pensaba en preguntarle que estaba ocurriéndole, cuando él se le adelantó.

—Gavi te llamó y yo contesté —le informó. Asintió invitándole a continuar—. Está con Noa en el hospital, hubo un incidente en el entrenamiento de hoy y parece que se ha lesionado.

Gaia se cubrió la boca con las manos, para ser llevada al hospital de una buena vez debía de haber sido grave, mucho más si dejaban estar a Gavi con ella.

—¿Está en el hospital? —preguntó. Pedri asintió—. Tú tienes revisión con el médico, ¿crees que podamos pasar a verla?

La cara de su novio atravesó una fuerte duda, sus ojos se pasearon por encima de ella para mirar a su madre, que los observaba con una sonrisa de cariño. Joder, no se acordaba de ese pequeño detalle, estaba claro que Pedri no quería abandonar a sus padres cuando recién acababan de llegar a Barcelona para verlos.

—No se preocupen por nosotros, cielo —se apresuró a decir Rosy, con un gesto, quitándole importancia al asunto—. Vamos a estar aquí un par de días más para ver como avanzas en tu lesión y para conocer más a Gaia, ambos deberían ir a ver a Noa.

—¿Segura, mamá? —le preguntó Pedri, pero la seria mirada de Rosy, no solo hizo que Gaia soltara una risa, sino también zanjó el tema por completo—. Bien, iremos. ¿Fer, quieres venir?

Para su sorpresa, vio a Fer mover la cabeza de forma negativa.

—Has dicho que Gavi está allá, también debieron de haber llamado a su madre, más vosotros que vais en camino y los médicos llenando la habitación —dijo, haciendo un recuento—. Son muchas personas, podría sentirse agobiada y cerrarse en ella misma, mejor pasaré a verla luego.

—Le diremos que le mandas tus buenos deseos —rió Gaia.

Fer asintió, justo en el momento en que Fernando entraba a la cocina y les soltaba un chiste sobre mantener una reunión secreta sin él. A Gaia le encantaba, tenía toda la buena actitud de Pedri y era como estar viendo toda la personalidad de su novio en una versión mayor, al menos sabía que no iba a atravesar años aburridos a su lado. Le informaron que era lo que estaba ocurriendo y, al igual que su esposa, le dio la razón sobre ir a ver a la morena al hospital, pidiéndole que le transmitieran la preocupación que sentían por ella.

Intercambiaron unas palabras antes de coger las llaves del coche para salir de la casa, por la puerta trasera, y subir en él. Con el silencio que los rodeaba, Pedri aprovechó para contarle a detalle lo que dijo Gavi en la llamada, al parecer una de las canteranas del equipo femenino le había hecho una fuerte entrada a Noa, evidentemente sin intención alguna, en su afán por querer demostrar su talento. La morena tuvo que salir del campo, sin poder caminar, y ser llevada de inmediato a que la revisaran, porque, por la magnitud de sus gritos, fue demasiado fuerte. Era una pena, para ambas chicas, una de ellas por la lesión y la otra por la culpa que debía estar sufriendo en ese momento.

—¿Y si le llevamos algo a Noa para animarla? —le preguntó a su novio, una vez bien acomodada en el asiento del conductor.

—¿Algo cómo qué?

Gaia se encogió de hombros, mientras se colocaba el cinturón de seguridad. Las palabras de Gavi sobre el golpe que recibió Ainhoa no eran muy esperanzadoras, pero quizás la morena no quería ver un montón de caras tristes lamentando lo sucedido, no creía que pudiera llevar bien que estuvieran sintiendo pena por ella siendo tan fuerte y terca. Tal vez un detalle bonito, uno que fuese un respiro de alivio entre ese mar de incertidumbre sobre su lesión podría servirle y animarla.

—Las flores son bonitas —dijo—. Podemos llevarle flores, sus favoritas, ¿sabes cuáles son? Quizás eso pueda animarla un poco.

Pedri la miró, sin estar completamente seguro por su idea; pero terminó obsequiándole una sonrisa.

—Es el jazmín.

No era la mejor idea que había tenido, pero Gaia arrancó el auto con una sonrisa, dispuesta a detenerse en la primera floristería en camino al hospital para comprarle un ramo de lindos jazmines a Ainhoa.

Casi una hora después, Gaia se dio cuenta que los jazmines no habían sido una buena idea.

—¿Estás bien, amor?

La rubia alzó la mirada del blanco suelo del hospital, Pedri estaba parado frente a ella con las manos metidas en el bolsillo de su short de jean. La venda en su rodilla era un recordatorio constante de la lesión que había sufrido hacer un par de semanas y de como estaban haciendo todo al alcance de sus manos para que volviera a jugar a su debido tiempo, sin presiones alguna. A su respuesta, solo atinó a darle un asentimiento, casi automático, pero eso no pareció convencerlo.

No estaba mal, mucho menos molesta, para nada, podía entender a Ainhoa y a su malhumor con ella en ese momento. Le acaban de dar una mala noticia, una que ponía en riesgo el resto de la temporada con su club y, en todo caso, era verdad. ¿Qué iba a saber Gaia Piqué, la chica que nunca jugó al fútbol o a algún deporte a un alto nivel, de una lesión de esa gravedad? Ni siquiera su corto período en gimnasia rítmica cuando apenas era una adolescente podía llegar a compararse con el nivel de exigencia que presentaban los deportistas a nivel profesional.

Quizás llevarle esas flores a Ainhoa había sido una mala idea, tal vez tuvo que haber sabido que no todos eran como ella y aceptaban de buenas a primeras un regalo en un mal momento.

Pudo sentir como Pedri tomaba asiento a su lado, demasiado cerca para estar en público, y pasaba un brazo por sobre sus hombros, atrayéndola en un reconfortante abrazo. ¿Por qué estaba sintiéndose triste si había otra chica en una habitación de hospital con una lesión de gravedad? Quizás era por el hecho de que era demasiado sensible ante los gritos y, a pesar de que se pensara lo contrario de ella, no buscaba provocar una burla con sus flores. Solo quería tener un gesto amigable con la mejor amiga de su novio, ¿acaso eso estaba mal?

—Sabes que no es personal, ¿verdad? —le habló Pedri, por lo bajo, sin querer romper el silencio de aquel frío pasillo—. Noa está mal, la severidad de su lesión y el hecho de que puede llegar a perderse lo que resta de la temporada es mucho para ella. No tiene nada que ver contigo, solo es su manera de afrontar este momento.

—Yo… yo lo entiendo, en serio. Te juro que lo hago, sé que está pasando por algo muy fuerte, no la estoy juzgando, ni nada de eso.

—Noa, está mal, ¿sí? —le dijo su novio, por lo bajo, tratando de hacerla sentir mejor—. Había muchas personas en la habitación, se sintió agobiada por todos nosotros y eso la llevó a actuar de esa manera.

—Yo lo sé —murmuró, recostando la cabeza en él—. Mi hermano fue futbolista durante muchos años, mis mejores amigos aún lo son y sé como afecta una lesión así.

No mentía. La única lesión de tal gravedad, e incluso más, que había tenido de un ser querido en su vida había sido la de Enric en la rodilla, aquella que fue tan espantosa que eliminó todos los sueños de su mejor amigo de ascender al Barcelona Athletic y continuar con su carrera futbolística. Recordaba como él la había alejado los primeros días, como se negaba a cogerle el móvil y como le gritó cuando se plantó en su casa para verlo, pero aún así nada de eso le importó porque era su amigo e iba a hacer hasta lo imposible por hacerlo sentir mejor y estar a su lado.

Tenían solo quince años cuando eso sucedió y Gaia no iba a quedarse de brazos cruzados viendo como uno de sus mejores amigos se hundía en su propio dolor. Insistió tanto hasta que Enric se cansó de ella, le gritó por un par de minutos y luego de eso rompió en llanto, mostrándole toda la tristeza que sentía por estar viendo sus sueños e ilusiones desaparecer en un segundo. Después de ese momento, aunque fue fácil que aceptara la ayuda que le brindaba, el camino a la sanación física y mental era complicado; pero no dio ni un paso atrás y ambos se unieron mucho más después de ello.

Claro, el asunto era que Ainhoa no era Enric. No había nada parecido entre uno y otro, ni siquiera la relación que llevaban antes de la lesión, absolutamente nada. Así que Gaia tuvo que haber previsto que sus buenas intenciones y su insistencia no iban a resultar bien con todo el mundo, menos con una chica con la personalidad difícil como la de la morena.

—¿Por qué no mejor vamos a que el doctor me vea la lesión y luego nos vamos a casa? —le preguntó Pedri, aún manteniendo el tono bajo—. Luego podemos ir a comer un helado, si quieres.

La idea le gustaba, pero solo era él intentando animarla, sin pensar en nada más allá o en las consecuencias que eso pudiera tener para su relación.

—No podemos —murmuró—. Perfil bajo, ¿recuerdas?

—Gallita…

—No importa —se encogió de hombros—. Igual quiero llegar a tu casa pronto, Rosy dijo que iba a hacerme sus croquetas especiales solo para mí.

—¿Solo para ti?

El puchero en el rostro de Pedri casi le hizo flaquear de su actitud orgullosa, sabía cuánto le gustaban a su novio las croquetas de su madre —En realidad, había momentos en que no hablaba de otra cosa— y era muy difícil para él tenerla en casa y no poder comerlas debido a su dieta. Igualmente, aquel chico que había estado consintiendo alrededor de la últimas semanas iba a quedarse con las ganas esa vez, Rosy le dejó en una clara indicación que solo eran para ella y que no se dejara engañar por ninguno de los tres hombres a su alrededor.

—Así es, solo para mí, Pedro —sonrió, acercándose para dejar un beso en su puchero—. No hagas morros, cariño, porque tú tienes tus galletas de avena sin gluten.

Pedri soltó una risa, estrechándola más contra si. Gaia lo vio abrir la boca para decir algo, pero una nueva presencia se posó delante de ellos. Una mujer morena y de sonrisa cariñosa se había acercado, la reconocía por haberla visto en la habitación de Ainhoa y, debía mencionar, que ambas eran muy parecidas, por eso no le fue difícil comprender que se trataba de la madre de la futbolista. Menos cuando Pedri se levantó de su lado para saludarla, antes no habían tenido tiempo de ello.

—¿Cómo está Noa? —preguntó su novio—. Se lo duro que debe ser para ella atravesar esta lesión en este momento de la temporada, con la probabilidad de perderse lo que resta.

—Sí, es una lástima. Jonatan y Aitana acaban de irse para infamárselo a sus compañeras, Noa nos echo de la habitación poco después y creo que lo mejor es darle un momento para asimilarlo.

Gaia la miró, sin saber si decirle algo que pudiera hacerla sentir mejor, pero la idea se fue tan rápido de su cabeza como llegó. No iba a cometer el mismo error dos veces, ya lo había intentado con la propia Ainhoa y solamente se ganó el desprecio de sus flores y un griterío de como ella jamás había sufrido en la vida, quizás lo mejor con la familia Luján era solamente quedarse en silencio y darles su espacio. Sin embargo, la mujer morena le dirigió una sonrisa amigable, una que le mostró las facciones que compartía con su hija.

—Tú debes ser Gaia —le dijo, tendiéndole una mano en forma de presentación—. Pedri nos ha hablado de ti, mi hija también…

—Lo que sea que Noa le haya dicho de mi, se lo aseguro que ha exagerado —se apresuró a defenderse, soltando una risa nerviosa—. Se lo juro, yo soy un ángel.

—No te preocupes por eso, Gaia, en serio —La madre de Ainhoa le dio una sonrisa, mientras se acercaba a ella, Gaia se levantó para hacerle la tarea más fácil—. Puedes llamarme Thaís, si gustas. Quería agradecerte por las flores y aquellas palabras en la habitación, sé que Noa también las valora, aunque no lo haya demostrado así.

—Gaia suele tener esos detalles, ella sabe que Noa lo valora, aunque no lo demuestre de la mejor forma —dijo Pedri, con media sonrisa hacia Thaís—. ¿Noa está mejor ahora? Solo queríamos decirle que Gaia y yo íbamos a ver lo de mi lesión y luego nos iríamos a casa, quizás podríamos verla luego.

La madre de Ainhoa les dio una mirada extraña, pasó sus ojos marrones de Pedri a ella y viceversa, como si estuviera detallando cada una de las palabras que soltó el Canario. A esas alturas Gaia ya se preguntaba si lo de mantener la relación privada era solo para algunas personas, porque algunas cosas que decían o hacían en público eran para dar a sobre pensar a los demás. Quizás debía de hablar eso en otro momento con su novio, dejar las cosas más en claro y poner otro tipo de términos entre ellos.

—Podríais pasar a decirle eso luego de que este chico salga —les respondió. Pedri y Gaia se echaron una mirada confusa—. Su amigo, Gavi sigue allá dentro con mi hija. Es extraño, porque no sabía que fuesen tan amigos.

La rubia intentó contener la sonrisa que quería escapar de sus labios, era bueno saber que Gavi sí estaba poniendo todo de si para demostrarle a Ainhoa que no era aquel tonto niño que la molestaba todo el tiempo. No sabía si entre ellos iba a pasar algo, la morena era muy terca, orgullosa y desconfiada como para aceptarlo de buenas a primeras; pero era una increíble señal que el de Sevilla fuese el único en la habitación de hospital con ella, eso al menos le afirmaba que ya no estaban en los antiguos términos que tenían y solamente avanzaban hacia una amistad.

—Sí, bueno, ellos se están llevando bastante bien —le dijo Pedri, tomándole de la mano. Gaia pudo notar en él una sincera alegría, al menos ya no tendría que estar en medio de los dos por sus discusiones—. Ambos aman al fútbol con su vida, no dudo que Gavi pueda ser un apoyo para ella después de… Bueno, de que nos echara.

—Sí, eso espero…

Pero las palabras de Thaís quedaron en el aire cuando el ruido de la puerta de la habitación de Ainhoa, a unos metros de ellos, les llamó la atención. Gavi salía de ahí, no con la mejor expresión en su rostro, y clavó sus ojos en ellos, acercándose hasta posarse al lado de la madre de Ainhoa, para soltarle:

—Noa quiere verla —dijo.

Thaís asintió, dándoles un último agradecimiento por haber estado ahí para Ainhoa en un momento tan difícil y les dio la espalda para volver a la habitación con su hija. Gaia hizo una mueca al ver a Gavi, sin saber como había llegado hasta ahí, sospechaba que tal vez Aitana o Jonatan le habían dado el aventón, con una expresión alicaída. Por un segundo, pensó en preguntar como estaba Ainhoa, pero ya había tenido suficiente ese día con una persona diciéndole que no podía entender lo difícil que era atravesar una lesión, y no iba a correr la misma suerte con su mejor amigo, no cuando sabía como se ponía con el tema de Ainhoa.

—Podemos llevarte a casa luego de que revisen a Pedri —le dijo Gaia. Por más que se moría de ganas de preguntar como le fue a solas con Ainhoa en la habitación, supo que debía darle su espacio—. Será algo rápido, creo que el doctor está empezando a cansarse de mi en cada revisión.

—Si dejaras de decirle que vas a pedir una segunda opinión, creo que le caerías mejor —bromeó Pedri, antes de poner una mano en el hombro de Gavi—. Venga, hermano, vamos a dejarle a Noa un momento a solas con su madre y sus pensamientos. Es un golpe muy duro para ella, sabes como es, luego podremos ir a verla.

Vio a su mejor amigo asentir, sin decir ni una palabra y caminó unos pasos hasta sentarse en aquellas sillas, en las que ella había estado lamentando que su regalo no fuera aceptado. Pensó que quizás él también necesitaba un momento a solas, así que le avisaron que iban a volver dentro de un par de minutos, ellos todavía debían asistir a la revisión de Pedri y tenían que concentrarse en eso. Los pasillos estaban ocupados solo por un par de personas, siempre le gustó el frío de los hospitales, o eso era hasta que vio a su novio, casi temblando por el helado aire del lugar.

—Te adaptas muy lento al frío —se burló, al verlo pasar las manos por sus brazos en busca de calor—. Para tu buena suerte, tu novia supuso que esto pasaría y te trajo un suéter.

Pedri detuvo su andar para mirarla, pasando sus ojos de ella hasta su bolso.

—¿Cómo te entra un suéter en ese bolso?

—Es magia de chicas —sonrió, sacando el suéter gris y pasándoselo a su novio, que no dejó de observarlo con diversión—. También te traje una bufanda y unos guantes.

—Ahora te estás burlando de mi —Pedri fingió seriedad, tomando el suéter con una mano, mientras con la otra le tocaba la cara y la empujaba levemente hacia atrás. Gaia soltó una risa—. En Canarias no hace tanto frío, créeme. Ya lo verás cuando vayamos en vacaciones.

—Oh, vaya, ¿me estás invitando a Canarias?

Gaia no podía ocultar su sonrisa, la sola idea de ir a Canarias con Pedri le emocionaba de sobremanera, le indicaba que él pensaba en esa relación a futuro. Su novio volteó la mirada, sonrojándose un poco ante la vergüenza por haber mostrado, sin pensarlo, los planes que tenía para los dos. Lo vio ponerse el suéter, antes de tomarle la mano y seguir caminando por el pasillo.

—Bueno, sí. Digo, si tú quieres venir.

—En vacaciones, por lo general, suelo ir a Ibiza con Gavi y los chicos; pero siempre viene bien cambiar de planes y de aires.

Su mano fue soltada, pero antes de preguntar a que se debía, un brazo la rodeó por los hombros y la atrajo hacia el cuerpo de Pedri, dejándola soltar una risa antes de recibir un par de besos en su mejilla. La diferencia de estatura entre ellos era más notable en esa posición, la rubia amaba poder recargarse de él y dejar que le diera todo el cariño que quisiera, habían estado en esa faceta de romanticismo desde que se lesionó. Para algunos, esas muestras de cariño podrían ser demasiado cursis, pero para ellos era perfecta.

—Tú, yo y Canarias, es el plan perfecto, ullets blau.

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