oxxv. capítulo veinticinco
━━━ F. C. B A R C E L O N A
⚽ ♪ 。 Un dia de partit
lexxie & marce
fanfiction 🔵🔴
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Para Gaia, el regreso a Barcelona no había sido fácil. Llevar una relación secreta era mucho más difícil de lo que pensó y aunque por el momento solo lo sabían algunas de las personas más cercanas a ella, sí era cierto que no eran todas. Tener que mentirle a la cara a muchos de ellos no le sentaba bien, arraigándole una especie de culpa que se instalaba en su pecho y que solo le provocaba unas profundas ganas de llorar ante la falsedad que la envolvía cada vez que lo hacía. La noche de aquella cita en Sevilla podía decir, con extrema seguridad, que fue la mejor de su vida, porque el ambiente mágico que los envolvió en una burbuja de romance era tan fascinante que podía admitir con seguridad que jamás se sintió tan especial como su novio la hizo sentir ese día.
Sin embargo, aquella cita y la salida del día después que tuvieron con Iván Rakitic y su esposa les costó un poco caro. Un par de fotos con muy mala calidad se habían filtrado, dando vueltas en todas las redes sociales y otro par de rumores comenzaron a ser tema en la prensa rosa, los programas de cotilleos no dejaban de dar rienda suelta a Pedri y a su nueva novia secreta, de la cual no tardaron absolutamente nada en especular que se trataba de ella. Por el momento, solo se esparcían como chismes sin ningún fundamento real, salvo palabrerías de gente cotilla, y agradecía con enorme sinceridad que ninguno de los chicos del equipo había hecho algún caso de ello, al menos no de una forma seria.
Las burlas estaban presentes en cada entrenamiento y, mientras negaba todas y cada una de ellas con un mal sabor de boca, se iban diluyendo hasta quedar solo como un chismorreo sin sentido de la prensa, aún así, Gaia no podía evitar pensar en las miradas extrañas que le dirigía Ferrán cada vez que le mentía o en la forma tan seria con la cual los capitanes trataban el tema. Tratando de distraerse de ello, dejó escapar un suspiro de sus labios, fijando sus ojos en el reloj en la pared de su estudio, acababa de terninar un largo stream y era un poco tarde.
Los entrenamientos del equipo estaban siendo aún más duros que antes, cada día que pasaba el margen de error disminuía y no se admitían distracciones algunas. A pesar de que la Europa League no era el torneo que querían disputar, era el que les había tocado por su bajo desempeño en la Liga de Campeones, demostrando que el camino que tenían que recorrer era mucho más duro y largo de lo que creían; pero tomando el reto con determinación, estaban dispuestos a superarlo. Poco faltaba para los partidos de eliminación contra el Manchester United, en los que debían darlo todo para poder pasar de fase, contándose los días para enfrentar el primero en el Camp Nou.
Estirándose en su silla gamer por la incomodidad de estar sentada por cuatro horas, se levantó de ella para poder arrastrar los pies fuera del estudio. Debía deshacerse del mar de pensamientos negativos que invadían su cabeza en torno al tipo de relación que llevaba con Pedri, por más difícil que fuera sobrellevarla al trabajar juntos, pero por el momento todo estaba bien y eso era lo único que importaba, no quería molestarse en pensar mas allá de eso.
Gaia detuvo sus pasos en medio del pasillo, escuchando como un par de murmullos y unas risas se oían a través de la puerta del salón de juegos de su hogar. Recordando lo tarde que era, y pensando que todos aquellos en el lugar deberían estar dormidos, se adentró a la habitación, llevándose una sorpresa al descubrir a los causantes de tal ruido. Pedri y Gavi estaban enfrascado en lo que parecía ser un reñido juego de ping pong, cada uno en un lado de la mesa y haciendo su mayor esfuerzo para no ser derrotado. Ninguno prestó atención a la nueva intrusión, más concentrados en no perder de vista la pequeña pelotita amarilla.
Los observó en silencio, con solo el ruido de las paletas golpeando la pelotita llenando la habitación, oyéndose varias veces el «poc» y el «clac» resonando en el aire y formando un ambiente enérgico a pesar de la hora. Era emocionante ver como la cara de Gavi se deformaba cada vez más en un entrecejo fruncido y una mueca de molestia, porque quien estaba ganando todos los puntos era Pedri, que con cada uno de ellos su sonrisa se hacía mucho más grande, mostrando la satisfacción de estar ganando.
Entonces, su novio anotó el punto final que le daba la victoria, sacando dentro de si un grito eufórico que provocó una maldición por parte de Gavi. Pedri alzó los brazos en señal de triunfo, regodeándose delante del Sevillano con un enorme entusiasmo, sin olvidar las burlas que soltaba en su dirección. «Eres muy malo, hermano», fue una de ellas, haciéndola reír al escuchar las palabras malsonantes por parte de su mejor amigo, demasiado competitivo y negándose a la derrota hasta en un amistoso juego de ping pong, dónde el mayor premio era la satisfacción personal.
Gaia aplaudió, contagiándose de la emoción de su novio, captando la atención de los dos chicos, una mirada más amigable que la otra. Pedri no perdió el tiempo, dejó la paleta sobre la mesa y, en un rápido movimiento que le fue casi imposible de captar, la cogió de las piernas con los brazos, alzándola un par de centímetros del suelo, celebrando aún su victoria.
—Al parecer os habéis estado divirtiendo, eh —dijo, mientras reía, aún sin tocar el suelo.
—Que he ganado, cielo, como siempre —le informó Pedri, dándole un rápido beso en los labios, que provocó un quejido de parte de Gavi, antes de dejarla en el suelo—. Creo que me merezco un premio, ullets blau.
Sabía por dónde iba aquel pedido para nada inocente, y cuando estaba a punto de darle un beso como premio por la victoria a su novio, la voz de Gavi los interrumpió.
—Tu estúpido novio ha hecho trampa —bufó, dejando la paleta también en la mesa—. Es un jodido tramposo.
—¿De qué hablas? —rió Pedri, sin soltarla, y volteando a ver al derrotado de aquel juego—. Pero si eres muy malo, hermano.
Gaia observó como los ojos miel de Gavi brillaban en pura molestia, demasiado enojado por la derrota como para poder formar una oración sin algún tipo de maldición en ella. Conocía de sobra a su mejor amigo, era bastante competitivo y no aceptaba ninguna derrota, ni en el campo de juego en el fútbol y mucho menos en su hogar en la mesa de ping pong. Para la rubia era un poco tierno, lo hacía ver como un niño berrinchudo cuando no obtenía lo que quería y le llevaba a aquel primer año en el cual se conocieron, dónde el Sevillano siempre competía por su atención con los demás chicos de La Masía, alegrándose cada vez cuando era el ganador.
Lo vio caminar hacia ellos, rodeándolos y, aún con la mueca en su rostro, echándose en el sillón gris frente a la enorme pantalla donde solían jugar al FIFA. Habían pasado un par de días de su regreso a Barcelona y Gaia podía jurar por todos sus tacones rosas que a él le estaba sucediendo algo que aún no le había contado, se dio cuenta desde el momento en que volvió con Pedri a la habitación de hotel luego del desayuno con Iván Rakitic y su esposa, parecía estar en una especia de ensoñación que le era difícil describir; pero, extrañamente, se veía un poco decaído.
La catalana se preguntaba si había sucedido algo entre él y Ainhoa en aquella salida que tuvieron a Los Palacios y Villafranca, cosa de la cual Mario y Alejandro la mantuvieron informada en todo momento, que no resultó como él habría deseado. Con la morena no ha tenido comunicación desde la noche de la cena, ambas estaban lo suficientemente ocupadas como para seguir avanzando en su amistad; ella tenía bastante con su trabajo, los stream, varias promociones de su película y la relación con Pedri, mientras que Noa debía de estar demasiado atareada con los entrenamientos y partidos. En ese instante, no era por completo amigas del alma como preveía en su cabeza; pero tampoco se llevaban tan mal como al inicio.
No pudo seguir pensando en eso porque un suave toque en sus labios la desconcentró por completo. Los besos de Pedri eran una debilidad que había adquirido desde el día de su cumpleaños, incapaz de poder concentrarse en algo más que no sea él y en la manera tan bonita en la que las mariposas revoloteaban en su estómago por lo bien que se sentía estar a su lado. La emoción albergaba en ella al recordar que no solo faltaban pocos días para el partido de ida contra el Manchester United en el Camp Nou, sino también para el día de los enamorados, el cual la tenía por completo emocionada y planeando una sorpresa para su novio.
—Joder, venga ya. Separaos de una vez, no quiero ver a mi amiga morreándose con un tonto.
Gaia rió, separándose del beso y encontrándose con los ojos de Gavi que la miraban fijamente, dándose cuenta que, a pesar de su tono de voz, no se apreciaba molestia en él y lo agradecía. Aquella vez, cuando le dijo en su auto que si una posible relación con Pedri le incomoda ella iba a dar un paso atrás, no mentía, porque lo amaba y no deseaba ponerlo en una situación en la cual no se sintiera cómodo con ella o con su pareja. Desde su última relación, su mejor amigo había puesto un par de peros a los chicos en lo que se fijaba y era un verdadero alivio que con el canario le diera todo su apoyo.
La rubia sintió un tirón en su mano y al darse cuenta, ya se encontraba sentada en las piernas de Pedri junto a Gavi en el sillón. La habitación se encontraba en silencio, en uno bastante tenso y extraño, parecía estar bailando en el aire un tema inconcluso, demasiado importante como para seguir guardándose. El Sevillano no los miraba, había apartado su vista de ellos y solamente se fijaba en la enorme pantalla apagada, sin estar plenamente consciente de eso.
Estaba a punto de preguntar si le ocurría algo, hasta que él mismo volvió a mirarla y, soltando un suspiro, dijo:
—Bueno, yo… Eh, tengo que deciros algo importante —El tono serio en su voz les hizo prestarle más atención, Gavi jugó nerviosamente con sus manos antes de ver a Pedri—. La verdad solo desearía hablar con Gaia, pero desde que sois novios al parecer tú vienes incluido en el paquete.
Pedri rodó los ojos.
—No sabes cuánto me alegra la confianza que depositas en mi —bufó, con tono irónico—. Pero si lo deseas, puedo dejaros solos para que habléis.
A pesar de su propuesta, Pedri no hizo ningún movimiento para bajarla de sus piernas o moverse del lugar, solo tenía una sonrisa divertida en los labios, mostrando una plena confianza al hecho de que Gavi no iba a tomarlo en serio. Los ojos de su mejor amigo se posaron en ella, como si de un niño regañado se tratase por estar soportando demás al canario por su culpa, buscando algún indicio en sus mirada para ver si podía aceptar la propuesta que le habían hecho.
Divertida por su actitud, negó suavemente con la cabeza, sacándole un quejido caprichoso.
—No —soltó, recostándose en el sillón—, creo que tú también debes escuchar lo que tengo para decir. Es que… es complicado.
Las manos de Gavi no parecían poder quedarse quietas, jugaban entre si y tomaban todo lo que estaba a su alcance para distraerse. Era raro y comenzaba a preocuparse, solo habían transcurrido un par de días desde su llegada a Barcelona y los entrenamientos habían sido tan duros que no les dejaba tiempo para nada más. El silencio embargaba la habitación, llenando el aire de una tensión inocente, veía al Sevillano tomarse todo el tiempo posible para comenzar hablar, como si buscara las palabras adecuadas.
Teniendo una fuerte sospecha en su pecho, se acomodó encima de las piernas de Pedri y le clavó una profunda mirada a su mejor amigo.
—¿Te ha sucedido algo con Noa, mi niño? —cuestionó.
Una fugaz sonrisa apareció en el rostro de Gavi, acompañada con un brillo alegre en su mirada; pero se evaporó tan rápido que casi creyó que había sido solo efecto de su imaginación. Sin embargo, la falta de respuesta por su parte era todo lo que necesitaba para saber que la conversación sí iba encaminada por ese rumbo, lo cual le provocaba un genuino interés sobre qué había sucedido entre ellos en aquella salida que tuvieron luego de la cena en Sevilla.
—¿Has hablado con Noa? —le preguntó Gavi a Pedri, con una mirada esperanzadora y casi deseando que un «sí» saliera de sus labios.
—Desde Sevilla, no —respondió, lo cual no pareció ser lo que deseaba—. Los entrenamientos y Gaia han estado ocupando todo mi tiempo, pensé en darle espacio porque creo que se molestó conmigo al no haber ido a desayunar con ella.
—No, eso no tiene nada que ver —le aseguró Gavi—. Yo… bueno, creo que te ha ignorado por mi.
Junto a Pedri, ambos se dieron una mirada extrañada, casi ensayada y que le mostraba al otro lo confundidos que se encontraban con esas palabras de Gavi. Estaba empezando a ponerse nerviosa, con mucha ansiedad para saber qué era exactamente lo que quería decirles y el porque lo tenía de aquella forma.
—Me estás poniendo de los nervios, mi niño —le dijo, perdiendo la paciencia—. ¿Qué ha pasado entre vosotros?
Gavi tomó un profundo respiro antes de hablar.
—Noa y yo nos besamos —soltó, con una enorme sonrisa.
Gaia dejó escapar un chillido agudo de sus labios, tratando de retenerlo con sus manos y sin poder creerse lo que le estaba diciendo. ¿Eso acaso era en serio? ¿Gavi había dejado su actitud de niño molesto con Noa y dio aquel paso al frente, dejando salir sus sentimientos por ella? La respuesta al parecer era sí y le emocionaba por completo que se haya dado, en un territorio neutral y en el cual él se sentía cómodo, como lo era Sevilla. «Sevilla tiene un color especial», recordó aquellas palabras, dichas una y otra vez por varias personas en ese viaje.
—¿Lo dices en serio? —cuestionó. Gavi asintió, Gaia volvió a chillar—. ¡Por dios! ¿Cómo? ¿Por qué? ¿Qué sucedió? Venga, Pablito, danos todos los detalles.
—¿Se besaron? —Fue lo primero que salió de los labios de Pedri, Gaia lo miró, parecía un poco consternado—. ¿Noa y tú? ¿Ainhoa Luján? ¿Estás seguro que fue ella?
Toda la emociona que ella estaba sintiendo en ese momento, en el cuerpo de Pedri se expresaba como una fuerte incredulidad ante la confesión de Gavi. Era chistoso porque eran dos sentimientos diferentes, pero igualmente válidos en relación a ese tema, quizás ahora podía entender la razón por la cual Ainhoa lo estaba ignorando, viéndose incapaz de darle la cara sin dejar salir aquel secreto beso que compartió con el Sevillano. La jugadora debía de estar confundida, peleándose consigo misma por la enorme perplejidad que quizás llenaba su cabeza ante los contradictorios sentimientos que la embargaban con respecto a Gavi.
Tanto Pedri como ella se quedaron en silencio, escuchando atentamente como Gavi les contaba todo lo que había sucedido con Noa en ese último día en Sevilla —Justo cuando ellos salieron a desayunar con Rakitic y su esposa—, como la jugadora fue a su habitación, aún sabiendo que el canario no se encontraba ahí, como le regaló un clavel y se lo colocó en el cabello, dándole con él su mejor halago para hacerla sonreír. La manera en la que lo contaba le hacía sentir una profunda ternura, absorbiendo con felicidad la emoción con la que su mejor amigo expresaba sus sentimientos de una forma tan pura.
Entonces, Gavi les contó la manera en la que le había confesado sus sentimientos a Noa, como le admitió que ella era la chica de la cual ha estado enamorado todos esos años y que su actitud era solo un inútil intento para no ser solo una figura extraña en su vida, buscaba llamar su atención, así sea de una mala manera. Como lo decía, aún con esa actitud de niño que solo buscaba provocar a la niña que le gustaba para ser el objeto de su interés. Les contó como se había ofrecido a alejarse y fue ahí donde se dio aquel beso que ansió durante mucho tiempo.
Le vio tomar una bocanada de aire, deteniéndose en su relato con las mejillas teñidas de rojo y sin poder ocultar la sonrisa de oreja a oreja que les mostraba. La felicidad brillaba en sus ojos, aquel deseo constante que había tenido desde que era un simple niño se había hecho realidad, mostrándole que no era un capricho de la infancia, sino que aquellos sentimientos solo fueron incrementando con el pasar del tiempo. Gaia se sentía como toda una madre orgullosa, enternecida por la manera en la que su niño se encontraba y alegrándose por la emoción que destilaba.
—He besado a otras chicas antes, ¿sí? —les dijo Gavi, acelerado y sin poder ocultar su sonrisa—. Pero, no lo sé… Esta vez, hubo algo que se sintió diferente. Simplemente fue… distinto, mágico.
Gaia hizo un puchero, muriéndose de ternura por esas palabras, antes de sentir como Pedri le cogía de la mano y le dejaba un beso en ella, sacándole una sonrisa.
—Es porque estás enamorado —le dijo, como una explicación. Gaia lo miró, dándose cuenta que él ya tenía sus ojos fijos en ella—. Por eso te pareció mágico, porque todo en tu vida es completamente distinto cuando estás con la persona que amas.
No quería, de verdad que no quería aferrarse a esas palabras tan fuerte, pero era difícil cuando su corazón palpitaba ansiosamente, casi pareciendo querer salirse de su pecho y colocarse en las manos de Pedri para ser cuidado por completo por él. Fue inevitable para ella no acercarse y darle un beso en la mejilla, tratando de no caer en la tentación de encerrarlos de nuevo en la burbuja de amor a la que estaban acostumbrados. Ese no era el momento, debían seguir escuchando a Gavi y todo lo que estaba atravesando con Ainhoa.
—Si os habéis besado, eso quiere decir que Noa está dispuesta a tener algo contigo, ¿no? —preguntó, esperando una respuesta afirmativa. La cual jamás llegó, y se desilusionó al ver la sonrisa cayendo en el rostro de Pablo—. ¿Qué ha pasado después del beso?
—Mi actitud de todos estos años me ha terminado jugando en contra —confesó, con una mueca. Aquel mal consejo que un pequeño Fermín López le había dado a su mejor amigo resultó ser lo peor que pudo haberle ocurrido—. La entiendo, comprendo que le sea difícil confiar en mi, pero… duele. Yo no soy así y ella es increíble, merece ser tratada con respeto, con el valor que yo nunca le di en estos años de frente, sino en las sombras, cuando no me veía.
» Me dijo cosas que… Yo sé que no soy igual a Pol, su ex, pero me dio a entender que pasó con cosas con él que la hicieron dar un paso atrás y alejarse, aún cuándo ese idiota le demostró amor al principio. ¿Cómo podría confiar en mi después de tantos años de malos tratos y burlas?
Aquella pregunta los envolvió en un silencio profundo, en el cual nadie sabía que decir. Se sentía mal por Gavi, aquel beso lo había deseado desde sus once años y ahora que lo obtuvo, las consecuencias no eran nada parecidas a lo que él esperaba. Era verdad y no culpaba a Noa por nada, ella solo era una víctima de un mal consejo de niños, siendo completamente ajena a aquel sentimiento instalado en su mejor amigo por tantos años, su inseguridad con ello estaba justificada, avaladas por la actitud que el Sevillano ha tenido con ella a través de esos años. Para su mala suerte, no podía hacer nada para cambiar eso, resguardándole de aquel dolor que suponía un corazón roto.
Ella conocía la desilusión y el desamor, sentimientos que no deseaba que Gavi atravesara y mucho menos con Ainhoa, porque por todos esos años, sería mucho más fuerte.
—Ella... —Gaia se aclaró la garganta—. Ainhoa tiene razón, en cierta parte. No lo sé, yo no me vería iniciando una relación con alguien que siempre estuvo molestando me o haciéndome de menos, tú lo sabes de sobra, Pablito
—Lo sé, pero…
—Sin embargo —le interrumpió, suavemente—, que su comienzo haya sido así, no significa que una probable relación entre vosotros sea igual. Creo que darle un tiempo y empezar en serio a demostrarle, no solo con palabras sino también con acciones, todo lo que sientes por ella, podría ser un buen punto de partida.
—Estás buscando mucho en poco tiempo —le habló Pedri, mucho más serio que antes. La diversión ya no brillaba en sus ojos marrones y podía entenderlo, era de su mejor amiga de la cual estaban hablando y él jamás iba a desear algo malo para ella—. Tratas de pasar del odio al amor en un simple paso, crees que con solo confesarle tus sentimientos basta para que Noa olvide tantos años de malos tratos, burlas y hacerla de menos, cuando no es así, Gavi.
—Yo no estaba intentando eso. Sabía que sería difícil por nuestro historial, pero decidí decirle todo porque estaba cansado de ser así con ella.
—Entonces comienza a demostrarlo —bufó Pedri. Gaia frunció el ceño, tampoco debía de hablarle así—. Gaia te habla como un niño, mostrándote solo la parte positiva de todo porque no tiene mucho tiempo aquí y no sabe de verdad como tratabas a Noa antes, pero yo sí, y aunque siempre me mantuve al margen porque sabía que no lo hacías con mala intención, no voy a dejar que ahora solo por tus sentimientos le hagas daño, aún sin querer.
—Gavi sería incapaz de hacerle daño a Ainhoa —le dijo Gaia, seriamente—. Él ha aceptado que cometió un error todos estos años, pero sabes muy bien que Ainhoa tampoco es de las más fáciles de tratar, ¿o sí?
—¿Le estás echando la culpa a Noa por la actitud de Gavi?
—Chicos…
—¿Acaso te estás oyendo? —bufó Gaia, ignorando el intento de Gavi por apaciguar el momento y levantándose de las piernas de Pedri—. ¿Me has oído decir eso? Todo lo que pasa entre ellos es una mezcla de muchas cosas, la actitud infantil de Gavi y el complejo de persecución que Ainhoa ha creado todos estos años que, dudo muchísimo, haya sido solo por él.
Gaia sentía el pulso elevado, la respiración haciéndose mucho más pesada y las palabras aglomerándose en su garganta queriendo salir. Pedri no apaciguó su semblante serio, dispuesto a seguir dando la cara por su amiga y, para la mala suerte de él, ella estaba igualmente en la disposición de alzar la voz por el suyo. No tenía nada en contra de Noa, al menos no como era al principio, pero eso no evitaba que las cosas del pasado volvieran a su cabeza y que su novio quiera estar culpando única y exclusivamente a Gavi era una equivocación.
—No dije que solo haya sido por él.
—¿No? Pues lo parece.
Pedri hizo una mueca.
—Gaia, te estás dejando llevar por el concepto que conociste de Noa apenas llegaste…
Gaia no lo dejó terminar, soltó una sarcástica risa y cruzó sus brazos, moviendo la cabeza en forma de negación.
—¿Yo me estoy dejando llevar? —cuestionó, sin esperar una respuesta—. ¿Yo soy la que se está dejando formar una percepción errónea de Ainhoa solo por como nos conocimos? ¿Yo? —Volvió a reír—. Es muy gracioso que digas eso cuando es ella la que se deja llevar solo por un apellido para juzgarme y creer que te haré el peor daño posible.
—Ella no hace eso. ¿Y qué tiene que ver? Estamos hablando de Gavi.
—Es verdad, no tiene nada que ver porque para nada es una señal de que la actitud de Ainhoa tampoco es la mejor y siempre se deja llevar, creyendo que su opinión en la única que vale y juzgando a las personas sin ninguna razón válida —sonrió—. Yo jamás justifiqué a Gavi, todo lo contrario, le dije que si Ainhoa le había dicho eso era porque sus razones tendría para ello, pero creo que te perdiste en alguna parte de esas palabras.
Un nuevo silencio los rodeó, llenando de una asfixiante tensión toda la habitación, la burbuja de amor en la que quería meterse antes había explotado tan de repente que no le dio tiempo ni siquiera se asimilarlo. Observó a Gavi, con una mueca de incomodidad en el rostro que era fácil de percibir, estaba molesta y fue por ello que ni intentó darle una sonrisa para tranquilizarlo, tratar de demostrarle que solo era una discusión sin sentido que, de un momento a otro, tomó un rumbo diferente al que debía.
—Creo que, como dice Gaia, ha sido una mezcla de ambos —dijo Gavi, suavemente y tratando de crear una tregua entre Pedri y ella—. Era un niño y tomé un mal consejo, dejándome llevar por la idea que, debido a la actitud que siempre ha tenido Noa, era mejor que me odiara a ser un desconocido ante sus ojos.
—Me parece una idea…
—Estúpida, lo sabemos —le interrumpió Gaia a Pedri, sin querer dar tregua alguna a su novio—. Era un niño, todos cometemos errores y él lo ha aceptado, está haciendo su esfuerzo y poniendo todo de si para cambiar la opinión que ella tiene de él.
—¿Vas a dejarme terminar una oración en lo que resta de la noche?
Gaia le dio una sonrisa condescendiente.
—De ser posible, no.
Pedri la miró fijamente durante unos cuantos segundos, para Gaia era demasiado fácil deducir que estaba luchando contra si mismo en su cabeza, quizás debatiéndose en si era una buena idea seguir con ese enfrentamiento pasivo-agresivo que estaban llevando. Cada uno tomando una postura, defendiendo a su respectivo amigo y, para mala suerte de su novio, ella no era de las que solía dar su brazo a torcer, menos si era por dar la cara por alguno de sus amigos.
Sin quitar la sonrisa de ironía entre sus labios, o siquiera aplacar la tensión en su porte, se quedó parada frente a Pedri y Gavi, dándose cuenta que los ojos de su novio ya no se fijaban en ella, sino en el reloj digital a un lado de la PS5 de Gerard detrás de ella. La hora se mostraba ahí, anunciando lo tarde que era y dándole una excusa al canario, que no evitó en decir.
—Me voy a ir a dormir, mañana hay entrenamiento temprano.
No hubo necesidad de una respuesta, un simple asentimiento en dirección a Gavi fue su despedida y, antes de salir, pudo ver la duda en sus ojos marrones, como si no supiera si era una buena idea darle un beso o algo de eso después de la discusión que habían mantenido. Gaia no flaqueó en su pose, atenta sus movimientos, solo lo observaba con calma, esperando su decisión, la cual fue salir del salón de juegos, sin decirle ni una palabra.
Pablo rompió el silencio en el aire con un «plop» de sus labios.
—Vuestra segunda discusión, de nuevo por mi culpa.
Gaia rodó los ojos, sintiendo como la tensión de su cuerpo se evaporaba y la hacía aligerarse un poco. La ausencia de Pedri en la habitación le daba un respiro de frescura, nada de lo que dijera iba a ser discutido a favor de una tercera persona que ni siquiera se encontraba presente. Las discusiones no le gustaban, mucho menos con su pareja y siempre prefería evitarlas, pero a veces simplemente no era posible.
—No es tu culpa —le dijo a Gavi, sentándose a su lado, mucho más cerca que antes—. Él no tuvo que hablarte de esa manera, yo no te trato como un niño —Pablo alzó una ceja, sonriendo de forma divertida—. Bueno, tal vez un poco, pero eso no tiene nada que ver.
—Lamento que hayas discutido con Pedri, pero también agradezco que me hayas defendido.
—¿Y cómo no hacerlo? Si eres mi niño bonito, Pablito —le dijo, estirándose hacia él y sujetándole las mejillas con ambas manos—. Sabes que no todo es tu culpa, ¿verdad? Seguiste un mal consejo cuando eras un niño y todos estos años has seguido siendo el mismo, todos cometemos errores y eso está bien, somos jóvenes y no siempre actuamos con madurez. Lo importante es que te has dado cuenta de ello y que harás todo lo posible por remediarlo.
—¿No crees que sea muy tarde?
—Para nada —rió—. Aún con todo esto, Ainhoa fue a tu habitación y correspondió tu beso, no te pidió que te alejaras y solo quiere que le demuestres verdaderamente que no eres un Pol Lemar, un idiota que juega con los sentimientos de otra persona. Quizás hay algo o quizás ella solo está confundida, no lo sabrás si no lo intentas.
Lo vio dándole una suave sonrisa, mientras dejaba caer la cabeza en su pecho. Gaia tuvo un repentino deja vu que casi le hizo querer llorar, hace solo un par de años estaban en esa misma posición, en ese mismo lugar; pero en un contexto diferente al actual. Ella en ese tiempo era la consolada, la que tenía el corazón roto por un amor que no funcionó y que solo le provocó miles de inseguridades que ya no eran importantes. Ese consuelo, ese abrazo y ese amor que habían compartido por tantos años bailaba entre ellos, haciendo que su conexión se volviera más fuerte que nunca.
Gaia sintió como las manos de Gavi se aferraban a ella, en busca de esa suavidad tan familiar que lo tranquilizaba en sus momentos más difíciles, así que le dejó un corto beso en el cabello antes de enredar sus dedos en él, acariciándolo lentamente. En su cabeza, justo en ese momento no se veían como los adultos jóvenes de dieciocho y veintiún años que eran, sino que un espejismo se había formado entre los dos, transformándolos en aquellos dos niños de doce y catorce años que fueron.
—Si tan solo quizás hubiese esperado a conocerte, hablarte a ti primero de mis sentimientos por ella, yo habría seguido tus consejos y no los de Fermín.
—Eras un niño —repitió, perdiendo la cuenta de cuántas veces lo había dicho en la noche—. Y habíamos acabado de conocernos, es totalmente normal que no hayas confiado en mi en aquel tiempo. Yo era demasiado enérgica y no habría dudado en hacerte pasar una vergüenza.
—Quizás eso habría sido hasta mejor —sonrió Gavi, aún sin mirarla—. Porque necesitaba de alguien como tú para sacarme de mi zona de confort.
El silencio se hizo entre ellos, no dudaba que por la mente de Pablo estuvieran atravesando todos aquellos momentos que habían pasado juntos desde el día que se conocieron. La Masía fue aquel lugar que vio nacer su amistad, como un pequeño niño de once años era obligado por uno de sus mejores amigos a acercarse a la pequeña rubia que visitaba todos los días ese sitio, demasiado tímido como para hacerlo él mismo. Gavi lo hizo, con suma vergüenza y Gaia pudo ver en él que no era como los demás, no sabía quien era ella, no tenía conocimiento sobre su apellido o su familia, él le ofreció una amistad sincera cuando más lo necesitaba.
La timidez de él y la extrovertida actitud de ella encajaron a la perfección, como si se hubiesen estado esperando, como si el destino los llevó hasta ese momento. Gaia lo amaba, como a su propio hermano, él jamás buscó algún beneficio de ella y cada acto que tenía era con suma sinceridad. Todos los recuerdos llegaban a su cabeza como un rayo de luz: La vez que Gavi la defendió de su madre, aún teniendo once años; como jamás se burló por su miedo a la oscuridad y, en cambio, fue su principal defensor; como siempre ha estado de su lado, defendiéndola y apoyándola, aunque eso significara ir en contra de sus propios amigos.
—No lo sé, creo que Cristo te hubiese dado un mejor consejo que Fermín, eh —bromeó—. O Biel, solo si no deseabas que la niña que acababas de conocer supiera de tu gusto secreto.
—Esos dos son iguales de tontos que yo —dijo Gavi, soltando una risa—. Siguieron el mismo mal consejo de Fermín, solo que ellos no tuvieron a una chica del carácter de Ainhoa.
—¿Y qué vas a hacer con ella? —cuestionó. El hecho de que se hubieran besado la alegraba de sobremanera, pero era verdad que el camino no era nada fácil con ella—. Ya te ha dicho lo que piensa y el porqué no puede confiar plenamente en ti, ¿qué tienes en mente?
Gavi se encogió de hombros, alzando el rostro de su pecho y solamente dejándolo caer en su hombro.
—Darle espacio, lo merece y yo la respeto mucho como insistir y agobiarla. También la entiendo, es por eso que solamente dejaré que las cosas fluyan, mostrándole quien soy de verdad.
—Me gusta —le dijo—. Podrás mostrarle que eres un amor de persona, el Pablo que yo he conocido todos estos años.
Escuchó su risa salir, no sabía como iban a salir las cosas entre Ainhoa y él, pero mantener una buen actitud, pensando en que tal vez existía una oportunidad para estar juntos, siempre era mucho mejor que ser pesimista. El abrazo se extendió durante un par de minutos, disfrutando de la calidez de la amistad que ambos se proporcionaban mutuamente en ese momento de paz. Gaia no quería admitir en voz alta que no deseaba ir a su habitación y lidiar con las consecuencias de la discusión con Pedri.
Un sonoro beso resonó en su mejilla, demasiado bullicioso y divertido que le sacó una risa.
—¿Qué harás tú con Pedri ahora? —le cuestionó Gavi, abrazándola por los hombros—. Debes ir a dormir, con él en tu cama, dejándome relegado a una simple habitación de invitados porque al parecer es una falta de respeto si duermo en la misma cama que mi mejor amiga que tiene novio.
—¿Eso te dijo él?
—Javi, en realidad —le aclaró—. Y, aunque me moleste, estoy de acuerdo. Es raro que esté aquí y no poder dormir contigo, lo hemos hecho desde hace años; pero lo entiendo, si yo fuese el que tuviese novia, tú harías lo mismo —Gaia asintió, dándole la razón—. Pero eso no importa ahora, ¿qué harás?
La rubia no quería pensar en ello, la idea de irse a dormir mientras estaba peleada con Pedri no le era muy grata.
—No lo sé, solo fue una discusión tonta, pero válida para ambos. Él defendía a Noa y yo a ti —Gavi asintió—. Es una mierda, porque le tenía un regalo; pero, bueno, será para otro día.
—Yo… sé que me dices que no fue por mi culpa, pero en serio lamento que os hayáis peleado.
—No es tu culpa, basta ya. Sabes que siempre te defenderé, mi niño bonito
—Y yo a ti de todo y todos, mi niña bonita.
Gavi dejó un último beso en su mejilla antes de anunciarle que se iba a ir a dormir, repitiendo nuevamente que lo haría en una de las habitaciones de invitados de manera súper dramática. La hora en el reloj pasaba relativamente lenta, no sabía como afrontar aquella discusión con Pedri de forma madura, no quería darle la razón porque no sentía que la tuviese, al menos no del todo, ella también tenía un punto válido y de nada serviría volver a retomar el tema y terminar peor de lo que estaban.
No fue el mejor momento, ni la mejor oportunidad, en la que debió darle a entender la inseguridad que Ainhoa tenía con ella; pero fue inevitable no dejarlo escapar cuando él la acusó de dejarse llevar por su primera impresión de la morena porque no era cierto. Se había desecho de eso cuando se decidió en darle una oportunidad, en hacerse su amiga por el bienestar de su novio y su mejor amigo, porque ambos le importaban más que una tonta enemistad sin razones válidas. Sin embargo, el sentimiento que la embargaba cada vez que recordaba como la jugadora le dijo a la cara sus estúpido motivo para no tener su confianza: Su apellido, su fama; era mucho mayor, golpeándola con aquella realidad que todos osaban creer de ella.
Un suspiro salió de sus labios, viendo como el reloj cambiada una vez más la hora, estaba comenzando a sentir sueño. No sabía si Pedri ya estaba dormido, pero no iba quedarse en el salón de juegos toda la noche solo por el miedo a la confrontación con su novio. Así que se levantó, arrastrando los pies hasta salir del lugar y caminar lentamente por el pasillo, subiendo las escaleras, para llegar frente a su alcoba. La puerta lila, en la que con letras bonitas indicaba su nombre, donde la letra «G» se había vuelto a caer, estaba cerrada y, durante unos segundos, dudó en abrirla.
Se adentró en silencio luego de haberlo pensado mejor, esperando encontrarse a su novio totalmente dormido en la flameando oscuridad que tanto temía, pero, para su buena suerte, no era así. Las lámparas de noche estaban encendidas, alumbrando todo el lugar con esas bonitas estrellas que se formaban en el techo y alejando su mayor temor, dejándolo solo con un pensamiento aislado en su cabeza. Pedri no dormía, estaba sentado en la cama, jugueteando con un marco de fotos entre sus manos. Le echó una mirada, escaneándolo de arriba abajo, no usaba camiseta y se notaba que estaba esperándola, ya listo para poder irse a dormir.
—Pensé que no ibas a dormir aquí —le dijo él, sin mirarla.
—Es mi habitación —recordó—. ¿A dónde más iría?
—Con Gavi, tal vez.
La rubia tomó la decisión de ignorar aquel comentario, adentrándose al baño para cambiarse antes de dormir. Estuvo un buen rato, sin saber si tomar la decisión de hablarle a Pedri para poner fin a su discusión, trató de despejarse la mente al ponerse su pijama y peinándose la rubia cabellera, hasta que se decidió en salir. Su Canario seguía despierto, sentado en la cama aún con el bonito marco entre sus manos, su mirada se deslizó hacia el tocador, el regalo para su novio estaba perfectamente colocado ahí, él no lo había abierto.
Caminó hacia él, sin tener aún clara la decisión si debía dárselo o no, quizás debía esperarse a un mejor momento entre ellos. Uno en dónde la tensión no los rodeara de esa forma, impidiéndoles hasta formar una palabra que no estuviera llena de seriedad e incomodidad. Aquel regalo lo había preparado desde el último día en Sevilla, habiéndole dado mil vueltas porque aún no se sentía segura de mostrar su arte con alguien más que no fuera Geri o Ferrán, pero ahí estaba, envuelto en un papel de regalo azul con un lazo, el retrato de Pedri utilizando su collar, totalmente terminado.
—Gaia.
La suave voz de Pedri se escuchó detrás de ella, como un nervioso susurro dicho sin seguridad, parecía ser que él tenía los mismos problemas que ella en si dar un paso para romper aquella tensión. Debía darle el punto por tomar la iniciativa, al parecer si era ese azul, la voz de la razón que necesitaba para pensar con claridad, alejado de todo su dramatismo. Tomando en cuenta eso, cogió el pequeño regalo entre sus manos y se volteó a ver a su novio.
—¿Vas a venir a acostarte? —cuestionó, jugueteando con aquel marco—. Yo… yo tengo algo para ti.
—Sí, yo también quiero darte algo.
La actriz arrastró los pies hacia la cama, con el regalo entre sus manos y dispuesta a entregárselo a Pedri. Se acostó a su lado, debajo del cobertor esponjado y mirando con curiosidad la fotografía que tenía con él. Sin embargo, antes de preguntarle algo sobre eso, decidió que debían resolver aquella discusión para poder avanzar.
—No voy a disculparme —le dijo, con firmeza—. Yo entiendo tu punto, se que quieres proteger a tu amiga; pero yo creo firmemente en lo que dije y también busco cuidar a mi mejor amigo. ¿Entiendes eso?
—Lo entiendo, claro, y es por eso que tampoco pensaba disculparme por lo que dije. Solo por la manera en la que te hablé, es un tema de Gavi y Ainhoa, en el que no debemos involucrarnos demás.
Gaia suspiró.
—También me disculpo por la manera en la que te hablé, sabes que me jode la forma en la que me juzgan solo por mi apellido o mi familia, relegando todo lo que he logrado con trabajo duro a un simple acto de nepotismo.
—Lo sé, es por ello que hablé con Noa y le pedí que dejara de llamarte nepobaby, que lo hiciera por mi y por nuestra amistad —le informó. Gaia lo miró, dándole una suave sonrisa, no estaba plenamente convencida en que Ainhoa le hiciera caso, pero agradecía el esfuerzo—. ¿Podemos dejar esto atrás? No quiero seguir discutiendo contigo por un tema que no es nuestro y que no nos incumbe totalmente, amor.
Esta vez, le dio una sonrisa sincera, estirándose hacia él para poder tomar su mano, aquella que no sujetaba la fotografía.
—Supongo que es por esto que no querías que me involucrara entre Gavi y Ainhoa —rió, Pedri asintió, dándole un beso en la mano—. Pero tienes razón, al menos en esto, a menos que ellos nos necesiten, no nos involucraremos demás.
—Me gusta, sé que queremos cuidarlos, pero hay que pensar que cualquier cosa que ellos hagan no nos deben afectar a nosotros o a nuestra relación.
—Vale, sí. Me parece, cariño —sonrió—. Nuestra segunda discusión, un poco más fuerte que la anterior, pero la supimos sobrellevar de la mejor forma, ¿no crees?
Pedri se inclinó hacia ella riendo por sus palabras, hasta rozar sus labios y besarla suavemente. Siempre iba a amar ese contacto con él, deseando más cada vez.
—¿Y qué querías darme? —le preguntó a Pedri, luego de separarse del beso—. Porque yo también tenía algo para ti, pensé en que sería como un detalle luego de nuestra bonita cita en Sevilla.
—¿Ah, sí? Yo pensé exactamente en la misma idea, una extensión de aquella cita y que podrías colocar junto a todas esas fotografías en tu tocador.
Gaia frunció el ceño, dejando que Pedri continuara.
—Ya te he regalado una cámara, que has utilizado para sacarnos hermosas fotografías, llenandome de ellas y haciéndome muy feliz —continuó, explicándole—. Así que pensé en que podía retribuirte de la misma manera, con una fotografía que invita a recordar nuestros momentos juntos.
Pedri dejó de mover el marco de un lado a otro y lo estiró hacia ella. Con mucha emoción, Gaia lo tomó, observando con cariño la fotografía que se encontraba ahí, dónde se veían Pedri y ella, sonriendo a la cámara, frente al Museo de Bellas Artes de Sevilla, el lugar donde tuvieron su primera cita oficial. Él le estaba regalando un recuerdo, uno bonito y que añoraría para siempre, enternecida aún más por el marco decorativo, de color azul con algunas pequeñas mariposas amarillas, llevándola a la exposición de arte sobre los colores.
Ellos eran la perfecta mezcla del amarillo y el azul, de la energía y la calma, de la felicidad y la calidez. Gaia estaba segura, como nunca antes en su vida, que eran el uno para el otro, encajando a la perfección.
—Yo, casualmente, también tengo un regalito para ti con respecto a nuestra cita maravillosa en Sevilla —dijo, con emoción. Pedri la miró con ternura, antes de acomodarse mejor en la cama—. Le he dado miles de vueltas al asunto, pensando en si era una buena idea dártelo, pero como tú eres mi fuente de inspiración, quien me motivó, sin saberlo, a retomar mi pasión por el arte.
—¿Soy tu inspiración?
Asintió.
—Los sentimientos que provocas en mi son una fuente de inspiración —explicó, sonrojándose. Una mano se posó en su mejilla, siendo acariciada con cariño—. Ten —Le dio el pequeño paquete de color azul—, ábrelo y dime que crees.
Pedri, con una sonrisa, comenzó a retirar el papel azul del paquete con suavidad, emocionado ante la idea del regalo. La respiración se atascó en su garganta cuando estuvo completamente al descubierto, mostrando un pequeño lienzo lleno de colores que formaba una silueta reconocible a simple vista. Lo más llamativo de él era el collar de torbellino azul en el cuello del dibujo.
—Soy yo —dijo, sin quitar sus ojos del lienzo—. Es increíble, ullets blau.
—¿Te gusta?
Pedri sonrió, volteándose a mirarla con cariño.
—Tanto como me gustas tú, cariño.
La rubia dejó escapar una risa nerviosa, era la primera vez después de tantos años que dejaba que alguien viera su arte y saber que era así de apreciado le generaba un profundo sentimiento de felicidad dentro de ella. Olvidándose de cualquier tipo de tensión que habían tenido en esa noche, se removió en la cama hacia su novio, juntando sus labios en un suave beso que ponía punto y aparte a la discusión, dejándose llevar y sellando el momento de amor con ese gesto.
Cuando se separaron, Gaia colocó la foto de ella y Pedri en su cita en Sevilla a un lado, encima de su pequeña mesita de noche al lado de su lámpara, antes de sentir como la tomaba de la cintura con cariño y era tirada hacia atrás con suavidad. La risa se escapaba de sus labios, mientras se dejaba llevar por las manos de su novio, dándose vuelta en la cama y estar frente a él. La tensión incómoda se había evaporado como el aire, dejándolos solos con sus puros sentimientos de cariño y amor que tenían entre sí, al igual que la razón de la discusión, que se quedó en el pasado y sin motivos para volver.
Entonces, mientras besaba a Pedri como sello de que todo entre ellos estaba bien, se alegró por tener una nueva fotografía que presumir en su tocador, recuerdo de aquella cita tan maravillosa que habían tenido, mientras su novio podía presumir —Como él tanto quería— de su arte, enorgullecido de ser el motivo de su inspiración para volver a dibujar como antes. Gaia adoraba tanto a su novio como para seguir con su molestia con él, aquella discusión quedaba en el pasado, solo como el recordatorio de que ambos iban a dar lo mejor de ellos para sobrellevar todos los problemas que pudieran atravesar en su relación.
Manchester presentaba un panorama increíble para su gente, teñida por completo de rojo esa noche, mostraba el apoyo que los hinchas les proporcionaban a su club. El partido de vuelta de los dieciseisavos de final de la UEFA Europa League estaba a solo una hora de empezar a jugarse, se habían preparado todas esas semanas para él, trabajando duro y afrontando cada desafío impuesto por terminar ahí. No era la competición que deseaban jugar, después de todo eran el Barcelona, pero se trataba de aquel que les había tocado por el bajo desempeño que tuvieron el año pasado en la Liga de Campeones. En ese momento, de nada servía quejarse o hacer malas caras por aquella situación, solamente iban a asumir la responsabilidad y salir al campo a darlo todo.
Hace unas semanas, el partido de ida en el Camp Nou había salido con un resultado medianamente positivo, aunque siempre iban a preferir una victoria, el empate también les era beneficioso. Avanzar de ronda era fundamental para obtener las metas que tanto la dirección deportiva como el míster del club se habían propuesto a principio de temporada, mientras pensaba en ello, Gaia siguió a Sarah, con su cámara en mano, a través del vestuario, dispuesta a fotografiar la entrada en calor de los jugadores blaugranas. Su amiga, delante de ella, se veía un poco estresada por la incapacidad que poseía de no cerrar la boca contra el equipo rival.
—¡Te juro que no hice nada malo! —soltó Gaia, tratando de defenderse; pero la pequeña sonrisa de diversión entre sus labios le indicaba a Sarah que no existía ninguna clase de culpa en ella—. En realidad, creo que hasta fui amable con él.
—¿Amable? —bufó Sarah, deteniendo su paso en medio del pasillo para poder verla. Gaia le dio una sonrisa, aparentando inocencia—. Le has llamado hijo de puta a Casemiro, Gaia. ¿Me estás hablando en serio?
—En mi defensa, era algo que le tenía guardado desde el último clásico que jugó contra nosotros, aún recuerdo como pegaba patadas y el árbitro ni amarilla le sacó —se quejó—. No te estreses, se lo dije en otro idioma para que no me entendiera, Sarah.
—¡Se lo dijiste en portugués! —le gritó su amiga, clavándole una fuerte mirada y haciendo notar que toda la paciencia que le tenía se estaba perdiendo—. No sé si lo recuerdas, pero Casemiro es brasileño.
La rubia no lo estaba sintiendo en lo absoluto, hizo un exagerado gesto con la mano para quitarle seriedad al asunto mientras un puchero se formaba en sus labios, fingiendo frente a su amiga un arrepentimiento por su accionar contra el jugador del Manchester United. Luego de unos segundos, el ceño fruncido de Sarah se evaporó, mientras la mueca de su rostro cedía ante la comicidad de la situación, dejando escapar una baja risa y negando con la cabeza. Eso le alegró, porque no existían verdaderas razones para molestarse por ello, Casemiro no se mostró ofendido por el insulto, él la recordaba perfectamente como la hermanita menor de Gerard Piqué y solo le devolvió las burlas con diversión.
Podía decir que mantenía una sana relación de amor-odio con los jugadores —O ex jugadores, en ese caso— del Real Madrid, dónde se llevaban de aquella forma, con pullas cargadas de burlas e insultos dichos al aire sin ninguna clase de malicia por el medio. Aunque, cabía mencionar, que existían en el equipo blanco algunas excepciones que deseaba no recordar por el momento, debido a la incomodidad que le provocaba.
—De verdad, no sé que voy hacer contigo —rió Sarah, retomando su andar por el pasillo. Gaia no dudó en seguirla—. Tienes mucha suerte de gozar de esa carta libre en el club por el cariño que Xavi y el presidente sienten por ti. Es una suerte que te conozcan desde que eras una pequeña niña, porque si no…
Gaia rió.
—No olvides mi apellido —le dio un leve empujón, sacándole otra sonrisa—. Me saca de muchos líos cuando lo necesito.
—Sí, eso mismo; pero, lo digo en serio, ¿sí? No estamos en Barcelona y mucho menos en el Camp Nou, aquí eres solo una trabajadora del club y nos estas representando —le dijo Sarah, retomando la seriedad en la conversación—. Estamos en Inglaterra, en Old Trafford, y no todas las personas de aquí van a tomarse a bien tus comentarios, ¿lo entiendes?
—Te juro que a partir de ahora me comportaré.
Con una sonrisa, Gaia le soltó aquellas palabras con total sinceridad. Era verdad lo que decía, estar en un territorio local le daba ciertos beneficios y la libraba de muchas cosas solo por ser quien era, y en ese lugar, Old Trafford, no le iban a dejar pasar su actitud de forma sencilla, debía de evitar un escándalo mayor para su club, nada que pudiera ser digno de portada y chismes en la prensa para seguir atacando al Barcelona. Sarah le dio un par de indicaciones más, haciendo énfasis en que debía comportarse, nada de insultar a los jugadores del equipo rival o el staff del Manchester United. Demasiado tenían con el tema de Negreira como para agregarle las leña al asunto.
Luego de terminar, Sarah puso rumbo hacia el campo, indicándole que debía quedarse ahí para captar el momento en que los chicos entraran por ese mismo lugar rumbo a los vestuarios. No la contradijo, solo se quedó en silencio acatando sus órdenes, después de todo, ella era la superior por todo el tiempo que llevaba en ese trabajo. Esperando con un poco de aburrimiento, comenzó a observar las fotografías en su cámara, toda esas que abarcaban desde el viaje en el avión, pasando por el aterrizaje en suelo británico hasta el entrenamiento del día anterior. Un suspiro se escapó de sus labios mientras seleccionaba las mejores imágenes, estaba un poco nerviosa por aquel partido, era sumamente importante para lo que podría ser el camino a la posible obtención de un título europeo, quizás no el que deseaban, pero era la materia pendiente que tenía el club desde hace un par de años.
Incluso cuando aún Leo estaba en el equipo no se les había dado, cayendo año tras año y enfureciéndose por esa ansia de obtener un trofeo europeo.
El pasillo donde estaba pronto se llenó de personas del staff de los diablos rojos, yendo de acá para allá hablando en voz baja y corriendo en busca de cosas para el míster o los jugadores de Manchester. Gaia se tomó el tiempo de comenzar a tomar un par de fotografías a quienes pasaban, Harry Maguire le ofreció una sonrisa, alzando los pulgares, mientras que Casemiro optó por un gesto parecido, pero mucho más obsceno, haciéndola rodar los ojos.
Pensó por un segundo que ya había terminado, mientras los jugadores del United seguían caminando por delante de ella, pero una extraña risa se escuchó bastante cerca y, antes de poder alzar la mirada, sintió una presencia deteniéndose a su lado.
—¿No te gustaría mejor una foto mía?
«Compórtate. Compórtate», se repitió Gaia en la cabeza, para no faltar en las indicaciones que Sarah le había dado. El tono de voz grave, con una extraña combinación del acento español con él argentino, como si se estuviera intentando cubrir alguno de esos con el otro o simplemente tratando de hacer énfasis en alguno de los dos. Ya había pasado por eso en el partido de ida en el Campo Nou, la constante presencia de Alejandro Garnacho cerca de ella la ponía un poco incómoda. Lo miró, llevaba el cabello teñido de un fuerte rubio, casi platinado, y poseía una sonrisa coqueta en el rostro.
La catalana se echó dos pasos hacia atrás, apoyando la espalda en la pared del pasillo y, con una falsa sonrisa, se señaló el chaleco que utilizaba, aquel que formaba parte de su uniforme y donde mostraba el escudo del club. Después del intento de coqueteo que él realizó en Barcelona, dónde fue interrumpido tanto por Jordi como por Ferrán, descubrió un poco más acerca de ese personaje en las redes sociales, como el hecho de que tenía solo diecinueve años, tenía un hijo y una novia. Tres características que no debía tener un hombre para coquetear con ella, o con cualquier mujer en general.
—¿Qué dices? —insistió Garnacho, acercándose hacia ella y limpiándose la camiseta con arrogancia—. Hoy estoy especialmente guapo, siempre intento verme bien cuando sé que vamos a ganar un partido.
Gaia se tragó toda la sarta de groserías y gritos que quería decirle y, en cambio, tomó una profunda bocanada de aire para responder, de la forma más respetuosa que conocía.
—Disculpa, pero soy trabajadora del Fútbol Club Barcelona, solo debo fotografiar a mis jugadores —dijo, sin ningún tipo de expresión en su rostro.
—Y no te ves muy contenta por ello —Gaia se abstuvo de rodar los ojos al ver que la sonrisa ególatra de Garnacho no se iba, todo lo contrario, se hacía más grande—. Creo que te vendría bien tener una buena imagen, bonita. Al menos para que puedas decir que el trabajo de hoy ha sido divertido.
«Uno, dos, tres, cuatro…», contaba en su cabeza, para tratar de mantener la calma y no caer ante su desastroso coqueteo, echándosele encima con un puñetazo. No sería un imagen favorecedora para su reputación, menos para la del club, la catalogarían como una problemática y una agresiva. Mierda, era una lástima que no estuvieran en Barcelona, se habría desecho de ese idiota con solo una palabra.
—No me llames bonita, tengo un nombre —bufó, dando otro paso hacia atrás—. Y agradecería que me dejaras en paz para poder continuar con mi trabajo.
Garnacho soltó una risa, como si su evidente incomodidad y el tono hosco de sus palabras fuese una diversión pura para él. A la rubia le provocaba asco, aún con la joyita que era su hermano, no podía entender como un hombre en una relación y con un hijo podía arriesgar todo eso solo para coquetearle a una chica desconocida, que, por otro parte, no le daba atención alguna. La cámara entre sus manos fue sujetada con más fuerza, justo cuando se apretó de nuevo contra la pared, a punto de salir corriendo, cuando el español con raíces argentinas volvió a acercarse a ella, invadiendo en su espacio personal.
—Claro que sé tu nombre, una chica como tú es difícil de olvidar —continuó. Gaia volvió a repasar los números en su cabeza—. Fue muy fácil encontrarte en Instagram con ese bonito rostro, ¿por qué no me has seguido de vuelta? Te estás perdiendo de una amistad, o algo más, interesante.
—Lo dudo mucho.
—¿Siempre eres así de arisca? —bufó, con una sonrisa—. Es una lástima que a tu equipito le toque perder hoy, pero no te preocupes por eso, primor. Te dedicaré la victoria que obtenga hoy.
Esta vez, Gaia no se contuvo, lo miró, dándole una sonrisa burlona y casi sintiendo el veneno corroyéndole por la garganta.
—¿Acaso no te da vergüenza hacer alarde de una victoria cuando lo único que haces es calentar banca? —preguntó, con sorna. La sonrisa estúpida en la cara de Garnacho se deshizo por completo—. Jugar cinco minutos al final del partido, dónde no eres importante y tú única función es estorbar y hacer tiempo. Que patético debe ser para ti, ¿no?
—Vaya, y yo que pensé que tu silencio era sinónimo de poco cerebro. Al parecer no eres como la Barbie, tú si sabes pensar.
—Deja de ser un gilipollas y déjame en paz —bufó Gaia—. Y trata de practicar mejor ese acento argentino, no engañas a nadie haciéndote el latino a ver si logras algo en la selección albiceleste solo porque la roja prefirió llamar a otro más antes que a ti. Que dolor para tu ego, superado por un jugador del Barcelona… Otra vez.
Ese pareció ser un golpe bajo para Garnacho, porque toda la diversión que había estado mostrando en su rostro, desapareció de un momento a otro y solo dejándole la más pura expresión de furia. Efectivamente, había tocado su ego con ese último dato y fue por ello que le mantuvo la mirada desafiante por unos cuantos segundos, un niñato ególatra no iba a asustarla. El pseudo argentino dio otro paso hacia ella, tratando de lucir amenazante; pero, antes de poder moverse, un repentino toque en sus hombros la distrajo.
Pudo ver cómo Garnacho era apartado de ella con un empujón, tan rápido que no le dio tiempo de reaccionar, y soltó una baja risa al notar el perfume de su novio.
—No puedes interrumpirme cuando ando haciendo amigos nuevos —bromeó, caminando a su lado y apoyando la cabeza en su hombro, a unos metros lejos de aquel chico molesto—. Eso es de mala educación.
—Esa escena no se veía muy amistosa ante mis ojos —le dijo—. O, bueno, al principio sí; pero te veías demasiado incómoda como para dejarte ahí un minuto más.
Gaia se encogió de hombros.
—Te agradezco la ayuda, Pedri —le dijo, deteniendo su caminar. Su novio frunció el ceño ante la mención de ese apodo, el cual casi nunca le decía, pero cuando Marc-André y Lewy pasaron frente a ellos, dándoles un asentimiento de cabeza, supo el porqué lo llamó así—. Garnacho ha estado intentando coquetearme desde el partido en casa…
—¿Y por qué no me dijiste?
Su interrupción le hizo rodar los ojos, el susurro con el que soltó aquella pregunta solo pudo haber sido escuchado por ella y no por sus demás compañeros que atravesaban el pasillo sin ponerles mucha atención. Era notable que la mayoría de ellos ya se habían acostumbrado a la cercanía que tenía con Pedri, sin hacer caso a esos tontos rumores —Totalmente acertados, debía destacar— por parte de la prensa que los envolvían. Su relación seguía estando con un bajo perfil, porque ningún periodista lograba ponerse de acuerdo con la verdad, un día era novia de Gavi y él estaba peleado con el canario, al otro era novia de Pedri y al tercero la vinculaban románticamente con cualquier otro jugador que pasara seguirla en Instagram.
Lo de mantener un perfil bajo para ella siempre había sido un problema, pero esta vez solo lo estaba logrando por su novio.
—Porque no era nada importante. Venga, es Garnacho, me atrae tanto como lo puede hacer un gusano.
Pedri rio.
—No te preocupes por eso, ¿sí? —Le dio una sonrisa—. Me mantendré al lado de Sarah para que no se me vuelva a acercar, resulta demasiado molesto. Tú deja de distraerte y ve a cambiarte para el partido, es lo único que debe estar en tu cabeza ahora.
—Lo haré, solo si me das mi beso de la buena suerte.
La rubia trató de ocultar la sonrisa en sus labios, no estaban en el lugar más adecuado para uno de sus famosos besos de la buena suerte. Lo confirmó cuando Alejandro pasó por detrás de Pedri y, sin detenerse, le propinó una rápida colleja, pidiéndole que se apresurara a entrar al vestuario. Era evidente que mantener una relación oculta de todos sus compañeros y amigos era malo en ese tipo de situaciones, no podían besarse porque entonces el secreto que han estado manteniendo durante un par de semanas, saldría a la luz.
Cuando sus ojos captaron a Ferrán y Eric acercándose con paso lento en el pasillo, le regaló a Pedri una suave sonrisa, susurrándole un «Buena suerte, afecte meu», antes de separarse de él. Y, contrario a la actitud lejana que debía mantener con el canario, el ex Valencia no la dejó ir tan fácil, porque la cogió de las mejillas cuando estuvo a una distancia relativamente cercana y le plantó un fugaz beso en la frente. El zaguero también tomó su turno al terminar, besándola en las sonrosadas mejillas. Todo eso ante la atenta mirada de su novio, parado en el mismo lugar en donde lo dejó.
No tardó nada en reencontrarse con Sarah en el campo, tratando de seguir sus indicaciones para el partido y colocándose en su respectivo lugar para asentar todos sus instrumentos y captar cada detalle del juego que estaba a escasos momentos de iniciar. Quería distraerse de nuevo de todo aquello que rodeaba a su relación, cada día haciéndose mucho más pesado por las mentiras que debía decir o la forma en la que no podía acercarse a su novio para evitar sospechas entre ellos, todo eso era demasiado agotador para ella porque solo quería tener un noviazgo normal.
Y, por más que lo evitaba, su cabeza se fue a aquella noche de hace una semana, específicamente el catorce de febrero, el día de San Valentín. La rubia era una enamorada del amor y por esa fecha tan especial le había preparado una linda cena romántica a su novio en su hogar, ya que, al estar en Barcelona y siendo las personas que eran, no podían salir en público por el secreto que guardaban. El plan se arruinó, esfumando todo el romanticismo de aquella noche, cuando Ferrán, Eric, Pablo, Alejandro y Ansu, que no tenían planes, decidieron tomar la iniciativa y darle una sorpresa: una reunión en su propia casa de la cual ella no sabía nada. Relegándola a ser aún más mentirosa que antes, buscándole una excusa a la razón por la que Pedri estaba a esas horas con ella.
Pedri, al parecer mucho más dispuesto a mentir, se inventó una tonta excusa sin siquiera titubear. Alegando que solo estaba ahí con ella para hacerle un favor a Gavi, al cual debieron llamar y pasar buscando para que aquella mentira fuese aun más creíble. En fin, su cena romántica se arruinó y pasó toda la noche jugando al FIFA con su grupo de amigos, y aunque había tenido la esperanza de poder dormir con su novio, al menos para rescatar algo de aquel día romántico, no sucedió porque los chicos se decidieron también en hacer una pijamada. Casi le pareció que todo eso era hecho a propósito, pero la idea se evaporó de su cabeza, porque no existía manera de que ellos supieran la verdad.
Sin embargo, decidió dejar ese mal momento atrás que, a pesar de amar a sus amigos, habría deseado terminar esa noche de otra forma. Mantuvo toda su atención en la salida al campo de los jugadores, cada equipo posicionándose en una fila con las caras llenas de seriedad ante el encuentro que estaban a punto de disputar. Gaia estaba nerviosa, deseaba que todo saliera bien y poder seguir avanzando en la competición, han trabajado muy duro para eso y se lo merecían.
Los jugadores se posicionaron en cada lado del campo, el balón estaba en el centro y, con el pitido inicial del árbitro, el partido comenzó. Era un encuentro muy reñido, Gaia seguía cada movimiento de sus jugadores con la cámara, captando imágenes que luego servirían para dar la crónica del juego en las redes sociales del club, mientras cada equipo tenía su oportunidad de pisar el área rival. En los pocos minutos de juego podía demostrarse lo físico que se estaba volviendo, como las faltas para cortar la circulación del balón que ninguno de los dos pensaba en otorgar, hasta que lo importante vino a los quince minutos, en dónde un córner a favor del Barcelona provocó que Balde recibiera una falta dentro del área por parte de Bruno Fernández, siendo castigada con un penal que favorecía al conjunto blaugrana.
Ese era un bueno inicio para ellos, el penal iba a ser cobrado por Robert Lewandowski y, después de la indicación del árbitro, Gaia celebró junto a los aficionados culés como el polaco lo convertía en un gol, ocasionando la momentánea victoria de su equipo. Los minutos siguieron pasando, Gaia captaba cada movimiento con el balón con su cámara, disfrutando del juego que ambos equipos ofrecían, al igual que los distintos remates en cada arco o las faltas cometidas. Hasta que el murmullo de otro fotógrafo a su lado le hizo fijar la vista en Pedri, en el centro del campo, rengueando y haciendo muecas con su rostro, había recibido un falta hace tan solo unos momentos, pero no creía que esa fuera la razón de su mal andar, sobretodo porque no notó que fuese algo grave.
Hasta que una nueva falta por parte de Weghorts hizo que el juego se detuviera, provocando que Pedri se echara al suelo y levantara las manos, haciendo la típica señal de sustitución. Maldijo en voz baja ante eso, dándose cuenta que aquello no era un simple golpe sin importancia, no cuando podía notar el dolor en el rostro de su novio y la impotencia por estar sufriendo lo que parecía ser una lesión en tan solo el primer tiempo del partido. Los médicos entraron al campo para revisarlo, poco podía ver debido al staff y los demás jugadores cubriéndolo, pero la preocupación la embargaba. El enorme reloj indicaba que solo iban cuarenta y dos minutos de juego.
No pudo hacer nada más que observa con preocupación como se iba, apoyado de los médicos del club, fuera del campo hasta desaparecer por el túnel que llevaba a los vestuarios. El partido se reanudó, el cambio por Pedri se había efectuado; pero Gaia no prestaba mayor atención, solo tenía ganas de seguir el camino que habían tomado los fisios y ver como se encontraba su pareja. «No puedes ir», le dijo su subconsciente, actuando con la mayor razón que podía y le jodía por mucho estar haciéndole caso.
Maldecía el estúpido momento en el que se le ocurrió aceptar la tontería de la relación en secreto, de no haberlo hecho tal vez estaría yendo con Pedri en el vestuario, tranquilizándolo y viendo si estaba bien, si necesitaba algo; pero no, debía quedarse en el campo, cumpliendo su trabajo y tomando fotografías a las cuales ni siquiera estaban prestándoles atención. Tomó un profundo respiro, quizás estaba actuando como una exagerada dramática en ese momento, era solo una lesión, todos los futbolistas pasaban por eso en algunas ocasiones.
—¿Estás bien, Gaia? —La voz de Sarah la trajo de vuelta al mundo real y, sin tomarse ni un segundo, asintió—. Faltan al menos siete minutos para el descanso, ¿por qué no vas a ver cómo está Pedri?
La miró, sobresaltada. ¿Acaso sus cavilaciones mentales sobre ir a ver a su novio no habían solo estado en su cabeza y, en cambio, fueron expresadas en voz alta? Esperaba que la respuesta fuese un rotundo no, porque sino podía resguardar dentro de si su preocupación por Pedri, entonces mantener el secreto iba a ser mucho más complicado de lo que creyó al inicio. Sin embargo, se tragó todo eso e hizo un movimiento rápido, negando la propuesta de su amiga.
—No debes darme trato privilegiado solo por mi amigo —dijo, sintiendo como aquella palabra le quemaba la garganta—. Falta poco, ya nos dirán como está en un rato.
—Cada vez que uno de los chicos se lesiona y es llevado al vestuario de tal manera que lo hicieron con Pedri, una de nosotras debe estar a su lado para emitir el pertinente comunicado en las redes sociales del club —le informó Sarah, como si nada. Gaia apretó los labios, le sonaba bastante extraño aquel deber—. Si no vas a ir tú ahora, entonces iré yo, Gaia.
¿Ir a ver a su novio, arriesgándose de llamar la atención por tal acto y provocando que cualquiera que la vea incendiara aún más aquellos rumores de relación, o, de lo contrario, quedarse ahí en el campo, sin poder pensar en nada más allá del bienestar de Pedri? La respuesta parecía tan lógica para ella, pero de igual forma tan complicada. Su silencio provocó una suave risa por parte de su amiga, quien desvió la mirada de nuevo hacia el juego, dónde él United tenía posesión de la pelota y estaban en un ataque prometedor, sin siquiera despedirse, Gaia le murmuró una bajo agradecimiento a la morena antes de tomar su propuesta.
Caminó decidida rumbo al pasillo que la llevaría a los vestuarios, con la mirada puesta al frente y escuchando el eco de sus pasos resonando en sus oídos. No le dio importancia a las varias miradas que algunos miembros de su propio staff o de los diablos rojos le proporcionaban, su cabeza solo tenía un objetivo en ese momento. Cuando estuvo a punto de cruzar la puerta del vestuario de visitante, aquel que les tocaba por estar en un estadio que no era suyo, uno de los fisios del club se le cruzó, y al verla alzó una ceja.
—¿Tan rápido necesitas el diagnóstico? —cuestionó.
Gaia se encogió de hombros.
—¿No sería negligente de tu parte darme un diagnóstico tan rápido? —bromeó. El médico se vio aún más reticente—. Solo vengo a ver como está, me enviaron para estar al tanto de lo que le sucede.
—¿Segura que no quieres que te diga con detalles lo que sospecho que puede tener Pedri?
—Podrías intentarlo, pero la mitad de las palabras técnicas que utilices no las voy a entender porque apenas sé cuantos huesos tiene el cuerpo humano.
El médico soltó una risa, encogiéndose los hombros y la rodeó para dirigirse hacia él pasillo, antes de desaparecer por el pasillo, le pidió que Pedri no hiciera ningún sobre esfuerzo ahí dentro. Acató la indicación con un asentimiento y, tomando un profundo respiro, se adentró al vestuario para ver a su novio. No fue difícil hallarlo en ese lugar vacío, sentado en completo silencio, el canario solo veía al suelo, sin expresión alguna en su rostro y la pena la consumió entera al verlo de esa forma.
Caminó despacio hacia él, pero se detuvo casi al instante, no sabía si era buena idea molestarlo en aquel momento. ¿Y si él solo quería un poco de soledad para lograr atravesar eso más rápido? Enric había sido así cuando se lesionó la rodilla, se cerró por completo en su cabeza observando como todos sus sueños de ser un futbolista profesional se esfumaban, pero también recordaba como Gerard era diferente cuando atravesaba una en su etapa como jugador, él se apoyaba en su familia y amigos, sin querer quedarse solo. ¿Cómo podía saber que tipo de futbolista era Pedri con esa situación?
Sin saber que hacer, se quedó estática en la puerta del vestuario, observándolo en silencio, hasta que sus ojos se fijaron en su muslo al descubierto, cubierto por aquel brillo del spray que debieron aplicarle. Gaia supuso que esa era la zona afectada por la lesión. No sabe como, quizás hizo ruido o algo, pero Pedri alzó la mirada hacia donde estaba ella, dándose cuenta de su presencia. Ninguno de los dos dijo nada, solo estuvieron ahí mirándose fijamente, la rubia no quería mostrarle pena, ya bastante tenía él con su dolor, pero tampoco deseaba parecer inexpresiva por la situación. Era bastante complejo verlo así, ella solo anhelaba consolarlo todo lo que pudiera para que se olvidara momentáneamente de aquello.
La catalana decidió hacer caso a su instinto, a aquel que siempre se alzaba cuando veía a alguien que quería decaído, así que empezó a avanzar lentamente hacia Pedri, hasta detenerse justo a su lado. Colocó una mano en su cabello, acariciándolo con cariño y su corazón se estrujó al sentir como él se apegaba a ella como un cachorrito herido, dejando caer en la cabeza en su estómago. Hasta donde sabía, el canario ya había tenido un par de lesiones el año pasado, impidiéndole jugar y cortando la buena racha de goles y asistencias que llevaba con el equipo.
—Me jode lesionarme, Gallita —murmuró Pedri, por lo bajo.
De no ser porque el vestuario estaba vacío y en completo silencio, casi no lo habría podido escuchar.
—A todos los futbolistas les joden las lesiones, aún más cuando son tan buenos como tú. ¿Te han dicho lo que es?
Pedri asintió, sin ganas. Gaia lo vio tocarse la parte interna del muslo, mostrándole exactamente dónde le habían aplicado aquel spray que momentáneamente adormecía el dolor que debía estar sintiendo.
—Sobrecarga muscular en el recto anterior del muslo derecho —recitó, casi de memoria. Gaia se pregunto cuántas veces había repasado eso en su cabeza—. No parece ir bien, dicen que podría perderme varias semanas de juego.
Asintió, sin saber que decir para apoyarlo. Quizás poner una actitud enérgica como la suya era demasiado para ese momento, podría tomárselo a mal y lo menos que quería era molestarlo. Sin embargo, se inclinó un poco hacia él, sin dejar las caricias en su cabello, y le dejó un suave beso en la cabeza, sintiendo como se apoyaba más en ella, buscando más del consuelo que le ofrecía.
—Trabajaremos duro para que sea menos de lo esperado, créeme —le prometió, con seguridad—. Haremos todo al pie de la letra de lo que recomienden el entrenador, los fisios y los médicos, sin forzarte a nada. Verás como estas semanas se harán cortas y volverás a jugar en el campo con los demás.
Una seca risa se escuchó por parte de Pedri, sin ningún tipo de gracia y como si estuviera dando todo de si para tener una mejor actitud de la que realmente quería mostrar. Gaia volvió a inclinarse, para dejarle un nuevo beso en la cabeza, aplacando un poco su tristeza.
—¿Lo dices en serio? —cuestionó él, en voz baja. De inmediato, Gaia notó la vergüenza que lo invadía al preguntar aquello, porque escondía más el rostro en su estómago, lo cual la dejó un poco confundida. No quería mentirle, decir que no sabía cómo tratar una lesión; pero tampoco iba a arruinarle más su estado de ánimo…—. ¿Estarás conmigo durante mi recuperación?
Su voz salió tan baja, como si temiera que la respuesta fuese negativa porque ya se había aferrado a la esperanza de aquella ayuda. Gaia empezó a tener un enorme mar de sentimientos dentro de ella, que cavilaban desde el amor y la ternura hasta la tristeza y la pena, ¿cómo podía pensar él que iba a dejarlo como si nada en aquel momento tan vulnerable? Si por algo se caracterizaba, era por ser una jodida molestia sobreprotectora con las personas que quería.
Se quedó en silencio durante unos segundos, sabiendo lo bajo de ánimos que se encontraba Pedri debido a la lesión. Los primeros momentos de una siempre estaban envueltos en ese aire de desánimo, dónde no sabes que tan seria es y cuánto tiempo estarás fuera del campo, temiendo no poder volver a tu nivel futbolístico luego de una buena racha. Intentó mirarlo, poder ver en sus ojos aquellos sentimientos que tenía y transmitirle un poco de serenidad con los suyos, pero no lo logró, porque Pedri solo se concentraba en mirar al suelo, con la vista perdida.
—Ay, vida mía, si piensas que te vas a deshacer de mi estás totalmente equivocado —le dijo, aún con la mano entre su cabello—. Te prometo que estaré a tu lado durante tu lesión, amor. Verás como dentro de nada volverás a jugar de nuevo.
El aire del vestuario estaba bañado de una tristeza contagiosa, la aflicción por estar viendo su novio de aquella manera se instalaba cada vez más en ella; pero no quería demostrarlo. Pedri no necesitaba de la pena en ese momento, sino de alguien que le demostrara fortaleza y lo llevara hasta la positividad de una rápida recuperación. Fue incluso más duro cuando, hasta en ese punto del estadio, se empezó a escuchar un mar de gritos de festejo, tan fuertes que supieron al instante que se trataba de la afición local, la de los diablos rojos.
Pedri se separó un poco de ella, deteniendo aquel contacto que tenía con su cabello, y sus ojos fueron a parar a la puerta del vestuario, con una mirada cargada de impotencia. No necesitaba ser adivina para saber que era lo que se cruzaba por su cabeza, la sospecha de un gol por parte del equipo local era lo que más le preocupaba, sobretodo por su abrupta partida del campo de juego y la incapacidad de poder volver para ayudar a sus compañeros con aquel resultado que empataba el partido.
—No tienes porque estar aquí, Gallita —le dijo Pedri, en un hilo de voz—. Estoy desconcentrándote de tu trabajo, deberías estar allá afuera viendo el partido. Yo… yo estaré bien.
—¿Seguro? —le cuestionó. Pedri se quedó en silencio—. Sé que estarás bien, pero yo prefiero estar aquí contigo. Me preocupé mucho por ti allá afuera, afecte meu.
Con la separación física que él había puesto entre ellos, Gaia tomó asiento a su lado, notando la tensión en la que se encontraba. En todo el rato en el que estuvo allí, Pedri había rehuido de su mirada, como si temiera ver algo en ella que pudiera afectarles aún más que la lesión que atravesaba, así que le cogió la mano con cariño, dejando un suave beso en ella. Aquella muestra de afecto era tan característica de ellos que el Canario cedió ante su petición silenciosa de verla.
Fue en ese momento en que no supo si el Canario evitaba ver la pena en sus ojos o mostrarle la profunda tristeza en los de él, Gaia se las ingenió para darle una sonrisa, aún con la mano entre sus labios, tratando de transmitirle buena energía y enviándole un mensaje positivo, se estaba confiando en la idea de ayudarlo a sobrellevar esa lesión por el tiempo que durara, esperando que fuera mucho menos del que se preveía.
—No tienes ni idea de cuánto te lo agradezco, Mofletes —susurró Pedri, dejándose ver aún más vulnerable—. Yo… yo aprecio que estés aquí a mi lado, que… que este conmigo a pesar de todo. Me haces sentir mucho mejor.
—Eso me alegra, porque no quiero que estés mal por esto. Sabes lo mucho que te…
Gaia detuvo sus palabras de forma abrupta, dándose cuenta de lo que estaba a punto de soltar. El corazón le latía desbocado a causa de los nervios, más al notar la pequeña sonrisa entre los labios de Pedri, que la miraba con un tejo de diversión, alejado completamente de aquella tristeza que lo había llenado hace tan solo unos segundos atrás. «Sabes lo mucho que te quiero. Te quiero», terminó en su cabeza, notando la fuerza de aquel sentimiento dentro de su interior.
Era una cursi, tan encantada de la vida y dejándose llevar por los buenos momentos que no había notado hasta donde lograron escalar en su corazón. Eso entre ellos inició como un simple coqueteo, más por diversión que por cualquier otra cosa y ahora está ahí frente a él, siendo su novia, prometiéndole estar a su lado en su lesión y a punto de soltarle el te quiero. Tan repentino que hasta a ella le causó miedo la rapidez con la que se había dado cuenta de ello, ¿y sí para Pedri resultaba demasiado intenso?
¿Pero cómo podía evitar aquel sentimiento dentro de ella? Lo quería, estaba claro, no creía haber sentido algo tan fuerte antes, con nadie, ni siquiera con… Casi maldijo dentro de si, pero igualmente encantada por haber abierto su corazón de tal forma en la que ya no existía un punto de retorno, porque significaba que todo lo que ha sucedido en esos meses no era algo sin sentido alguno, sino que la habían llevado hasta ese punto. Hasta poder aceptar que estaba enamorada, que quería a Pedri sin ninguna duda.
—¿Sabes lo mucho que me…?
La voz de Pedri la trajo de vuelta al mundo real, a aquel dónde mostrar sus fuertes sentimientos no siempre era bien aceptados. Lo miró, concentrándose en sus ojos marrones, dándole una sonrisa al notarlo mucho menos decaído que hace momentos atrás. No deseaba asustarlo, no cuando solo tenían unas semanas de estar saliendo y cuando su relación aún no parecía del todo estable debido al secreto con el que debían llevarla, ¿y si pensaba que era demasiado rápido? Hasta ella misma lo creía, así que volvió a dejar un beso en su mano, tomando una decisión.
—Sabes lo mucho que te apoyo —completó con seguridad, siendo una verdad a medias—. De haberme quedado allá fuera no habría podido concentrarme, pienso que aquí estoy mejor.
—Eres increíble. Me encantas, ullets blau.
Gaia sonrió, mostrando todos sus dientes.
—Tú también me encantas, afecte meu.
Con una última sonrisa, Gaia observó con ternura como Pedri se inclinaba hacia ella y dejaba caer la cabeza en su pecho, buscando un poco más de aquel consuelo que le ofrecía. Sus manos seguían estando juntas, sin ninguna disposición a separarse, mientras volvían a adentrarse en aquella burbuja de amor en la que solían estar, esta vez en un contexto no tan feliz como en días anteriores. El aire silencioso llenaba el ambiente del vestuario, no había necesidad de decir ninguna palabra y solo coexistían uno junto al otro en un agradable momento íntimo.
Gaia tenía claros sus sentimientos por él, sabiendo que era demasiado rápido; pero sin poder controlar a su enamorado corazón, supo que por todo aquello debía guardarse aquel «Te quiero» por un poco más de tiempo. Pedri, por otra parte, estaba tan encantado con la presencia de su novia ahí a su lado, dándole ese ánimo que necesitaba, que el debate interno sobre el amor quedó en un segundo plano, porque todos sus pensamientos se iban hacia la lesión que acababa de sufrir.
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