oxxix. capítulo veintinueve
━━━ F. C. B A R C E L O N A
⚽ ♪ 。 Un dia de partit
lexxie & marce
fanfiction 🔵🔴
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El sol cálido le bañó por completo justo cuando puso el primer pie fuera de las instalaciones de la Ciudad Deportiva. Un suspiro se escapó de sus labios, mostrando el cansancio que habitaba en su cuerpo no solo por el entrenamiento diferenciado que había tenido ese día, sino también por la sesión extra con el fisioterapeuta. Sin embargo, aún con su agotamiento, una felicidad se instaló en él al saber que ya existía una fecha exacta para volver oficialmente al campo junto a sus compañeros. Iba a poder jugar el partido contra el Atlético de Madrid, quizás no todo el encuentro, pero estaba emocionado, porque esos juegos siempre generaban una gran expectativa.
En medio del estacionamiento, esperando la llegada de su hermano a recogerlo, unos flashes le hicieron despertar de su mar de pensamientos, atrayendo su atención. Un pequeño grupo de personas se aglomeraba en la salida, emocionados por la posibilidad de ver a los jugadores de su equipo favorito y poder obtener un autógrafo. Pedri alzó la mano, en forma de saludo, y aquel griterío se hizo más fuerte, aclamándolo y pidiendo que se acercara a ellos. A pesar de su interés por siempre tener un detalle con los fans, la mayoría del tiempo tenía que decir que eran las mismas personas constantemente, algunos a veces solo buscaban las firmas para venderlas.
Una persona con una cámara profesional le llamó la atención, ese no parecía un fan normal, ni siquiera usaba alguna camiseta del equipo para camuflarse con los demás. Un malestar empezó a instalarse en él al ver los flashes siendo dirigidos a su persona, no tenía que ser un experto para saber que se trataba de un paparazzi y eso no hizo más que hacerlo pensar en la horda de rumores que lo habían estado rodeando a Gaia y a él por aquella pequeña escena de besos que tuvieron la otra noche en el antro.
Ya de por sí ambos tenían un mar de rumores acerca de posibles parejas que podían tener, los medios de cotilleos convencionales solo repetían como loros y creaban suposiciones en base a eso. Así que cuando un desconocido salió a hablar en un live como vio en la zona VIP de uno de los antros más exclusivos de la ciudad a varios jugadores del Barcelona, fue inevitable para todos no tener la curiosidad de saber que habían hecho aquella noche. Evidentemente, alguna que otra persona pudo haberlo visto besándose con Gaia, no lo iba a negar porque tampoco fue que lo hicieran de una manera privada; pero aún así, para su sorpresa, nadie lo ha dicho de forma textual.
A ver, sí comentaban que él estuvo besándose con una chica y que Gaia también estaba en ese antro con su novio, pero nadie tenía dos dedos de frente para hacer esa simple conexión entre ellos. Supuso que fue por el hecho de que estaban Ferrán y Gavi, dos de los rumores más fuertes de su novia a pesar de todo, pero incluso al sevillano ahora lo estaban vinculando románticamente con la chica que cogió de la mano cuando fueron a cenar —Se trataba de Ainhoa, y varios medios daban esa información solo tratándola como jugadora del Barcelona— mientras que del valenciano comentaban su posible ruptura con Sira Martínez. Y quizás era por ello, porque estaban rodeados de chismes jugosos para la prensa rosa, que nadie se atrevía a dar alguna información falsa o cero confirmada acerca de la rubia.
Era por eso o fácilmente porque desde hace un par de años el padre de Gaia se encargaba de demandar a cualquier pseudo periodista que difundiera alguna noticia falsa sobre su muy querida hija. Vaya, era mejor no joder a los Piqué, de verdad eran la élite en Barcelona.
Pedri agradeció que esos rumores no los afectaran, al menos no entorno a su relación. Por un momento, pensó que verse siendo portada de revistas y el titular de las páginas de cotilleos iba a agobiarlo, ponerle una carga sobre los hombros que no podría soportar; pero no fue así, era normal que hablaran de él y su representante siempre mantenía las cosas al margen, que no afectaran su carrera futbolística. Lo único que sí llegaba a comerle la cabeza, era la manera en la que a Gaia le preocupaba hacerlo el centro de atención, ella quería quitarle esa presión y siempre la llevaba hacia ella misma, provocando que hablaran.
Y ellos no eran nada amigables con su novia. Algunos medios y programas sí le gustaban, aquellos que buscaban halagarla y enaltecerla, alejándola de la fama de su apellido y concentrándose en Gaia como persona exitosa, en su trabajo de actriz, modelo y de celebridad de las redes sociales. Otros eran una historia diferente, concentrados solamente en el nombre Piqué, crear noticias amarillistas y rebajar toda su carrera profesional a un simple acto de nepotismo de su familia. Esos eran los que detestaba, que utilizaban cada simple rumor acerca de ella para decir que era una aprovechada. Joder, si de solo pensarlo le entraba un cabreo de la hostia.
De pronto, el malhumor que habían generado sus pensamientos fueron desechados por una ola de tranquilidad al ver como el coche de su hermano esquivaba a las personas aglomeradas en la salida del estacionamiento, para poder entrar y estacionarse delante de él. Una vez dentro, colocándose el cinturón de seguridad, saludó a Fer con un sentimiento de cabeza.
—¿Qué tal hoy? —le preguntó.
—Bastante bien, estoy cansado; pero al menos me dieron la fecha para mi regreso —La noticia lo puso feliz, la sonrisa no se apartaba de su rostro y lo evidenció al saludar a través de la ventanilla del coche a los aficionados mientras salían del estacionamiento—. Dijeron que podría jugar unos minutos contra el Atlético de Madrid, me darán el alta oficial después del partido de Copa del Rey contra el Madrid.
—Me alegro por ti, hermano, eso es bastante bueno. No falta mucho para ello, ¿ya se lo has dicho a Gaia?
—No, quería darle la noticia en persona —sonrió aún más amplio—. Va a estar muy feliz, lo sé. Aunque también va a extrañar poder sacar de quicio a Olivia y al Doctor Lemar, a veces solo lo hacía porque le causaba gracia.
—Para mi, creo que ellos agradecerán demasiado que te hayas recuperado —bromeó—. ¿Hay que detenernos de nuevo en la floristería para los girasoles diarios de tu novia?
—Si ya sabes la respuesta, ¿para que preguntas? —cuestionó, ganándose una risa de su hermano—. También debemos hacer un par de paradas más, ¿vale?
Aquel pedido habría pasado fácilmente como algo normal de su parte, pero su tono nervioso lo delató por completo. Sus mejillas comenzaron a cosquillear y sabía que un tono rojizo se había apoderado de ellas, Fer levantó una ceja, sin despegar su mirada del camino, y agradeció ese detalle internamente porque así él no podía ver la vergüenza que lo dejaba en completa evidencia.
—El que recibió una buena noticia fuiste tú, se supone que ella es la que debe darte un obsequio —le dijo Fer, en tono burlón. Pedri rodó los ojos—. ¿Ahora que le vas a regalar? Sabes, cualquiera diría que quieres comprar su amor.
—Si quisiera hacer eso, desde hace tiempo le habría regalado un castillo —bromeó, sin sentirlo del todo como un chiste. En los grandes sueños de su novia, la idea de tener su propio castillo como una auténtica princesa era algo a lo que aspiraba—. Da igual, bueno… Yo, ya sabes, yo quería… Bien, quiero hacer algo especial por Gaia, algo que, bueno… le guste porque, ya sabes…
—¿Por qué tartamudeas tanto?
Pedri bufó, apartando su mirada del coche del frente y posándola en Fer. Su hermano tenía la vista fija en el camino, pero la comisura de su labio estaba levemente alzada, mostrándole una pequeña sonrisa de diversión. Estaba claro que verlo de esa manera le generaba una genuina gracia, sobretodo porque de los dos él era el menos probable a que tuviera una relación de ese estilo y fuese tan cursi como lo estaba siendo.
—Ya deja de burlarte de mi, gilipollas —se quejó, haciendo que soltara una risa—. Quiero hacerle algo bonito a Gaia, una cita especial, darle un regalo y una buena experiencia como pareja, ¿de acuerdo? Bueno, yo quiero decirle lo mucho que es muy importante para mí y… y que la quiero.
—¡Ay, pero que mono! ¡Que mi hermanito está enamorado, no lo puedo creer!
La sobre exageración en sus palabras le hizo rodar los ojos, no pudiendo aguantar lo exagerado que era; pero se mantuvo en silencio, con una sonrisa entre los labios y pensando en que quizás sí estaba teniendo razón acerca de eso. El amor era un sentimiento que le generaba miedo, porque no quería equivocarse, dar un paso en falso y terminar con el corazón roto, o peor, hiriendo a su rayo de sol. A pesar de no estar plenamente convencido en la idea de un enamoramiento, sí sabía que iba bien direccionado a ese camino, solo era cuestión de tiempo.
—¿Podrías dejar el drama? —bufó, pegándole un manotazo en el brazo y provocando que su risa solo aumentara—. Ya te he dicho que es muy pronto para hablar de amor; pero estoy completamente seguro que la quiero, demasiado. Se que este sentimiento se va a convertir en amor, quizás cuando mi miedo al compromiso sea menor, pero por el momento, solo quiero demostrarle que es la única chica a la que quiero.
—¿Y crees acaso que ella no lo sabe, hermano?
Pedri se sonrojo ante esa pregunta, sintiendo la vergüenza llenarle el cuerpo. Era difícil decirlo en voz alta, más a su hermano.
—Creo que ella debe pensar que no lo hago —confesó, abochornado. sin apartar la mirada del camino, Fer alzó una ceja—. Es que, cada vez que me lo ha dicho, no se lo he respondido. me sienta muy mal y...
—¿Qué?
Pedri cerró los ojos ante aquel grito, encogiéndose en su asiento y buscando desaparecer en él. Pudo sentir por unos breves segundos los ojos de Fer en su persona, quizás reprochándole en su propia cabeza aquel acto de poco amor que tenía con Gaia, de por si ya se sentía realmente mal cuando se obligaba a guardar silencio cada vez que ella le decía "Te quiero" y el ambiente se tornaba incómodo entre ellos, como para que su hermano estuviera dirigiéndole esa mirada de desconcierto y molestia.
Tenía razones para no haberlo hecho, quizás eran estúpidas y poco justificadas; pero eran sus razones. Al principio fue porque sentía miedo, jamás había tenido una relación de como esa, que avanzaba con cada día que pasaba y que le hacía sentir un millón de cosas; era difícil para él ahora aceptar un compromiso cuando siempre fue tan a la ligera con ese tema. Le tenía miedo al compromiso, a la idea de darlo todo por alguien y que lo que construyeran juntos tan solo desapareciera en unos pocos segundos.
No quería acabar con un corazón roto.
Sin embargo, también debía admitir que ese miedo se evaporaba cada vez que veía a Gaia. Con el brillo de la felicidad en sus hermosos ojos azules, con la alegría que lo empañaba cuando la escuchaba reír o tan solo ver la sonrisita de emoción entre sus labios, supo que poco a poco estaba perdiendo la batalla en contra de su propia lógica, dejando ganar sus sentimientos, que luchaban con fuerza para salir de él y ser expresados a la pequeña rubia que tanto quería.
Su corazón no podía mentirse más, ya no deseaba callar los cientos de sentimientos que tenía y mucho menos cuando recordaba la carita desilusionada de su novia cada vez que se quedaba en silencio. le destrozaba por completo. Aunque él era capaz de llegar a casa en ese instante y decírselo a la cara de una vez, también era cierto que su lado cursi era más fuerte, queriendo que, al ser algo especial, pudiera hacerlo en un momento romántico y memorable, que no solo pudiera hacerla feliz sino también opacar cada una de las veces en las que no le respondió.
Y, sobretodo, que pudiera alejar de su cabeza todos esos malos desplantes que tuvo para con ella durante la salida después del Clásico, algo que todavía él aún no se perdonaba a si mismo. Ninguno de ellos lo había hecho con intención de lastimarla, de verdad creía que se trataba de una buena idea para seguir manteniendo la relación bajo los términos que acordaron; pero incluso Pedri se estaba cansando de ello. Aquella misma noche supo lo mal que se comporto, negándose a bailar con ella y haciéndola sentir triste frente a todos, fue como si un arcoíris perdiera todos sus colores ante sus ojos.
El arrepentimiento que sintió fue de efecto inmediato, no podía soportar verla asa. Ese tema para ellos había quedado en el pasado, hablaron de ello esa misma noche y le prometió que algo como eso no iba a volver a repetirse. Gaia no merecía nada de ello, no cuando ella era un completo amor con él.
—¿Y cuál es tu idea? —La pregunta de Fer lo trajo de vuelta al mundo real—. ¿Qué es lo que piensas darle y cuándo?
Sonrió, una imagen clara se formaba en su cabeza, mostrándole toda aquella cursilería que quería darle a su novia.
—Ya tengo todo casi listo, en serio; pero necesito saber cuando hacerlo —respondió—. Mi primera gran cita con Gaia fue en un museo de Sevilla, fue asombroso para nosotros porque se trataba de algo que a ella le gustaba; pero esta vez quiero que sea más y mejor.
» Debe ser algo único —Era su condición—. En serio quiero demostrarle que ella es importante en mi vida, que la quiero y, sobretodo, que a lo nuestro le veo un futuro juntos. Para mi no es una relación del montón, sino que es más fuerte y duradero que cualquier otra cosa.
—Con todo ese discurso y aún así me dices que no estás enamorado, descarado.
Aligerando el ambiente, Pedri soltó una risa en conjunto con su hermano. Sí, quizás se estaba excusando demasiado solo por temor, pero él tenía claro sus sentimientos.
—Además, todo esto de mantener en secreto la relación me está cansando, la verdad.
Fer hizo una mueca.
—Pensé que tu idea era no tener tantos focos sobre vosotros.
—Sí, pero todo es más difícil de lo que pensé. A Gaia le jode mantener secretos de sus amigos y yo la entiendo, para mi también es jodido —dijo—. La idea era mantenerlo en privado, no en secreto; pero todo se tergiversó. Ferrán ni siquiera lo sabe y se supone que es mi mejor amigo, él también es amigo de ella y... No lo sé, se me hace bobísimo tener que esconderlo de nuestros propios amigos.
—En eso llevas razón, Pedri.
—El único problema sería la prensa y aún así creo que podemos controlarlo, ¿no? Digo, aún sin estar confirmado están detrás de nosotros, inventando rumores y ese tipo de cosas.
—Sí, creo que... ¡Oh, ahora que me acuerdo! —Pedri frunció el ceño ante el grito de su hermano—. Revisa el asiento trasero, hay un par de cosas que debes ver.
Confundido, Pedri se volteó como pudo hacia el asiento trasero, con el cinturón de seguridad molestándole el pecho ante la posición en la que se movía. Dos revistas estaban puestas allá detrás y, sin pensarlo mucho, las cogió. Ambas poseían a la misma persona protagonizando las portadas, siendo el centro de atención y el tema principal de ellas.
La modelo era hermosa, en una de las revistas, tenía el brillante cabello rubio recogido en un moño, con unos mechones sueltos creando una apariencia despeinada, pero al mismo tiempo elegante. Estaba arreglada de tal manera para que las facciones de su rostro fuesen las más llamativas, realzando el maquillaje que combinaba a la perfección con sus ojos azules. «Gaia, la actriz que enamora a toda España», podía leerse, y una sonrisa orgullosa se instaló en su cara.
—¡Pero mira a mi novia, joder! —exclamó, con emoción—. ¡Que novia más guapa tengo, como la quiero!
Escucho la risa de su hermano, pero no le prestó atención, solo comenzó a hojear la revista para saber lo que decían de ella. Estaba feliz, recordaba como Gaia había llegado de esa sesión de fotos emocionada, encantada por la forma en la que la trataron y como se concentraron solo en ella y en su carrera. Era asombroso, amaba ver ese brillo en sus ojos por la alegría de haber hecho un nuevo trabajo, siendo el rostro del mes de “InStyle España”.
—Acompañé a Gaia para las fotos de esta revista, fue asombroso —comentó, con una sonrisa. Pasaba las páginas con emoción, viendo con admiración cada imagen de su novia—. Ella verdaderamente lo amó, en serio, solo se concentraron en ella y en su carrera, en sus películas y... ¡Mira! Ni siquiera mencionan su apellido o a Geri. Esto es asombroso, le va a encantar. Dime por favor que compraste más de una.
El coche se quedo en silencio, Pedri frunció el ceño ante la poca respuesta a su emoción. Volteó a ver a Fer y su mirada jamás se había apartado del camino, pero mostraba una mueca en su rostro, bastante incómoda.
—¿Qué sucede? —le pregunto.
—Solo... solo mira la otra revista.
Pedri, un poco desconfiado, dejó «InStyle España» de lado para concentrarse en la nueva revista. Con solo ver la portada pudo descubrir la razón de la incomodidad de su hermano y no pudo evitar que una mueca deformara su rostro, toda la felicidad que había sentido al ver la anterior revista se desapareció con esta nueva entre sus manos.
Era de esas típicas revistas de cotilleos, en las letras de la portada podía leerse un título que solo provoco que su sangre hirviera de la rabia. «Gaia Piqué, la mejor nepobaby de Barcelona... Y España», bufó, leyendo los subtítulos que la rodeaban y que buscaban llamar la atención de los lectores, atraídos por el amarillismo y la exageración de mentiras entorno a Gaia. «Conoce a la hermana menor de Gerard Pique... ¡y a sus múltiples ligues!», «La consentida del fútbol y sus influencias en el Fútbol Club Barcelona» y «Tips para tirar de contactos y terminar protagonizando una película».
Con el asco llenando su boca y tratando de contener las miles de groserías que querían salir de él, la abrió, solo para coger más rabia. No había nada en esa revista que no lo pusiera de malhumor, porque con cada palabra que leía podía sentir el flujo de la furia incrementando en su cuerpo y la sangre hirviendo, hasta la mandíbula le dolía de tanto que la apretaba. ¿Cómo se atrevían a decir esas cosas de Gaia, de su novia, de una chica tan buena como lo es ella? ¿Cómo podían rebajar su trabajo y su carrera tan fácil y omitir todo lo que luchó por años para ser quien era ahora?
Maldita sea, odiaba a la puta prensa rosa.
En medio de sus maldiciones mentales, un párrafo en concreto llamó su atención. «La hermana menor del ex futbolista Gerard Piqué y la hija menor del Clan Piqué, parece no ser ajena a las cientos de influencias de su familia entorno al Fútbol Club Barcelona porque la jovencita se ha encaprichado con “trabajar” en el club. Aunque nosotros tenemos otras teorías interesantes y es su predisposición a salir solo con jugadores de ese equipo en particular —La hemos captado varias veces con sus múltiples ligues, revisar las páginas veinte y veintiuno—. Nombres como Pablo Gavi, Ferrán Torres, Pedri González, Alejandro Balde y otros más, están sobre la mesa y se presentan como posibles candidatos a ser la pareja de esta heredera. Y es por ello que a nosotros no nos extraña para nada su nuevo trabajo dentro del club, probablemente no solo motivado por los hilos de los Piqué en la directiva, sino también de su novio y su nueva relación».
«Me cago en la puta prensa de los cojones», maldijo para sus adentros. Pedri estaba furioso, Gaia había optado por aquel puesto con el club desde hace años, siendo rechazada una y otra vez, no solo hasta que obtuvo la experiencia necesaria sino también algo físico que avalara su contratación, como lo era su diploma por haber cursado Markenting digital y así estar mejor preparada para el trabajo, que fue que se lo dieron. Era una completa mierda que esas personas estuvieran insinuando que todo lo que ha logrado era debido al nepotismo y no a su talento.
¡Gaia tenía mucho talento y había trabajado tan duro para lograr por ella misma todo lo que se propusiera, y no debía demostrárselo a nadie!
Su enojo lo sobrepasó y volvió a tirar aquella revista, que para nada le servía, a la parte trasera del auto, con tal fuerza que un pedazo de una de las paginas quedó rota en su mano.
—Sabía que no iba a gustarte —le dijo Fer, con suavidad. Lo miró, él tampoco parecía del todo feliz—. A mi también me desagrada lo que escribieron de ella ahí. Esa revista se está ensañando con ella solo porque no consiguen dar con su novio.
—No es solo por eso —bufó—. Gaia ama burlarse de ellos, de desmentirlos y hacerlos quedar como mentirosos, eso les jode. Ella los toma y los hace ver como bufones, hace años que no les concede una entrevista y Geri tampoco, por eso la atacan de esta manera.
Fer asintió, en silencio.
—No se lo vas a enseñar, ¿verdad?
—Ni de coña —Soltó un suspiro—. Gaia fingirá que no le afecta, buscará demostrar que es fuerte ante esto; pero yo sé lo mucho que le jode que la tomen por una nepobaby, odia esa palabra y que la usen para referirse a ella.
—Bien, sí, es mejor solo deshacernos de esa revista —aceptó su hermano. Pedri asintió—. Es bueno que la cuides, mamá también lo agradecerá. Fue ella la que me llamó para avisarme de esto, estaba enojadísima, pensaba llamar a la revista para quejarse —Ante esa confesión, ninguno de los dos evitó reír, su madre en serio le había cogido un enorme cariño a Gaia—. Bueno, pero le atinaron a una cosa y es que eres sospechoso de ser su novio.
—Un crimen del que soy feliz y absolutamente culpable —bromeó antes de volver a su seriedad anterior—. Joder, estas son las cosas que me hacen dudar sobre el nivel de exposición que quiero en la relación, ¿sabes? No quiero que le afecte a ella, dirán que obtuvo el trabajo por mi y no por su talento, no es justo.
—No lo es, es cierto; pero ambos saben la verdad. Vosotros, el equipo, su familia, nosotros y eso es lo que importa, no la prensa y sus mentiras.
—Yo sé eso, ¿sí? Pero... pero estas cosas solo la harán sentir mal y no quiero eso para ella.
El coche volvió a quedarse en silencio, permitiéndole pensar. Pedri agradeció que su hermano no siguiera insistiendo, sabía que si lo hacía iba a terminar dando su brazo a torcer. La idea de llevar una relación secreta al inicio parecía ser algo bueno, nadas de focos mediáticos entre ellos y podían vivir su romance sin algún tipo de presión; pero al pasar el tiempo, solo se volvía cada vez más pesado y complicado. A él también le molestaba de sobremanera tener que mentir y fingir que su novia era solo una amiga, porque quería mostrarle a todo el mundo lo mucho que en verdad la quería.
Sin embargo, no podía soportar la idea de ser el causante de que cuestionaran a Gaia por sus éxitos, que pasara a ser la sensacional actriz de Barcelona a solo “la novia de”, que rebajaran los esfuerzos que hizo para obtener todos y cada uno de sus trabajos. Sinceramente, no quería eso para ella, menos cuando estaba consciente de que la atacarían, haciendo lo que sea solo para molestarlos.
—Será mejor no pensar más en ello. Vayamos por las flores y el regalo de Gaia, ¿vale? Mi cuñada debe estar esperándonos.
• • •
La enorme mansión de los Pique se alzaba ante él, casi parecía ayer que asistió ahí para la fiesta de Gaia y terminó la noche junto a ella, jugando al escondite y evitando que su hermano mayor los descubriera. Frente a la reja del portal automático, que abrían con total naturalidad, a unos cuantos metros tratando de pasar desapercibido, había un coche estacionado, con la ventana abierta y sin disimular el flash de la cámara que les dirigía para fotografiarlos. Pedri rodó los ojos al reconocer al acosador personal de Gaia, justo en su puesto de siempre y esperando que algo interesante sucediera para hacerlo noticia.
Era por el que debía usar mayormente la entrada trasera de la casa, que evitaba que personas como aquel pseudo periodista tuviera conocimiento de su presencia; pero, a esas alturas, ya no le importaba nada. Fer condujo el coche hacia dentro una vez la reja del portal se abrió y se estacionó justo al lado del suyo, que ya llevaba días ahí. Una vez listos, bajó con su ya usual ramo de girasoles y un pequeño paquete que contenía un regalo para Gaia, uno que consiguió luego de encargar el que iba a ser para una ocasión especial.
Entre risas, Fer lo seguía y, justo cuando entraron a la casa, se dieron cuenta que una canción en ingles se escuchaba por todo el lugar. Le dio una mirada extrañada s su hermano cuando escuchó la risa de Gaia, seguido de una segunda voz catando al ritmo de la música, un poco desafinada. Caminaron hasta llegar al salón, donde, en silencio, se quedaron parados observando la escena frente a ellos.
Gaia y Adhara se encontraban ahí, armando un escándalo, se movían de forma intensa al ritmo de la música, dándoles la espalda. De vez en cuando, una de ellas alzaba el cepillo que tenía en la mano y cantaba la parte que le tocaba, con mucho sentimiento, tenía que decir. Cuando la canción se detuvo, el lugar no solo se llenó de las risas de ambas chicas, sino también de los aplausos por el espectáculo, provocando que pegaran un salto debido al susto.
Los ojos de Adhara se pasearon de él hacia Fer, mientras su rostro se coloreaba de rojo por la vergüenza de haber sido descubierta. En cambio, quizás por la confianza que tenía con ellos o por haber olvidado el significado de la palabra “timidez”, Gaia se acercó a él, con plena confianza y una sonrisa en el rostro, llevando el cepillo que usaba como micrófono para poder cantar la última frase de la canción.
—Baby, you make me strong —cantó, antes de darle un beso. Pedri se sintió en el cielo—. No sabía que ya habías llegado, amor. ¿Por que no me llamaste para ir por ti?
—¿Y dejar que decepcionaras a tus fans aplazando este concierto? —bromeó, ganándose un bufido por parte de Adhara—. Te extrañé, preciosa.
Ignorando a sus dos acompañantes, Pedri se acercó a Gaia, juntando sus labios en un suave beso, buscando transmitirle la sinceridad que había en sus palabras. Ella le correspondió de inmediato, pasando los brazos alrededor de su cuello y haciendo caso omiso a lo ocupada que estaban sus manos. Joder, ¿cómo es que podían meterse con una cosita tan bonita como lo era ella? Pero si era una completa ternura.
—¿Eso es para mi? —le pregunto Gaia, con una sonrisa, al separarse del beso, dirigiendo sus ojos hacia los girasoles y el paquete misterioso.
Pedri asintió, entregándole los regalos y recibiendo un nuevo beso de agradecimiento.
—Como siempre, vida mía —dijo, extendiéndole los girasoles y el regalo—. Estaba con Fer buscando un par de cosas y lo compré porque me recordó a ti, espero te guste, mi rubia.
—¡Basta ya, por favor! —exclamó Fer, con dramatismo, a sus espaldas. Adhara rió—. Pero si parecéis el tráiler de una de esas películas románticas, parad ya, por favor.
—No le hagáis caso, sois demasiado bonitos —les halagó Addie, esa chica cada vez le caía mejor—. Realzan mi idea del amor verdadero y mi deseo de tener un novio.
Con esas palabras, Pedri tomó de la cintura a su novia, sintiendo como un foco se encendía arriba de su cabeza, dándole una idea.
—Addie, te presento a mi hermano, Fernando, es cocinero —dijo, sacándole una sonrisa a Gaia y ganándose un golpe de Fer—. Está soltero y también busca novia. no lo sé, deberías pensarlo.
La presentación fue solo por las risas, Fer y Adhara ya se conocían desde hace semanas, ellos dos también se habían unido a sus salidas en grupo para distraer a la prensa. Quizás no llevaba mucho tiempo conociendo a la pelinegra —Anteriormente, castaña porque estaba teñida— pero sí era lo suficiente para saber lo buena persona que era, y si ella y su hermano se volvían una pareja, quizás se sacaba a dos pájaros de un tiro.
La amiga de su novia le dirigió una mirada matadora, que buscó calmar dándole una sonrisa de inocencia antes de volver la vista a su rubia. Gaia miraba los girasoles con admiración, mientras él la veía a ella del mismo modo, completamente absorto por su persona y lo hermosa que era. Su cabello rubio estaba más corto que antes, llegándole por encima de los hombros, le dio un beso en la mejilla y volvió su atención a sus dos acompañantes.
—Ni te molestes, amor —le dijo Gaia, riendo—. Addie tiene su mirada en otra persona, concretamente en un jugador danés del Barcelona, compañero tuyo.
—¿Christensen? —cuestionó Fer, detrás de el. Pedri soltó una risa—. Genial, otro futbolista. Addie, ¿y si te invito a Canarias? Es la táctica de Pedri, jamás falla.
Pedri agradeció que la risa de Adhara y el golpe que ésta le propinó a su novia por haberla dejado al descubierto hubiera sido suficiente para que Gaia no prestara atención alguna a aquella broma que pretendía ser inofensiva; pero que a él le ponía incómodo.
—Ya tengo planes para las vacaciones, Fer, lo siento —rió Addie, continuando la broma—. Además, yo tampoco soy tu tipo, quizás podría presentarte a alguna de mis amigas.
—Pero cumple tu palabra, eh. No seas como Gaia.
—¡Oye! —se quejo su novia, ofendida—. ¿Pero es mi culpa que las rechaces a todas, tonto? Tampoco hago milagros.
Esos dos intercambiaron un par de palabras más, peleándose como si ellos en realidad fuesen los hermanos del lugar, hasta que Addie informó que tenía que irse y Fer se ofreció a llevarla porque también iba de salida. Al verlos desaparecer por la puerta, Pedri no pudo evitar dejar salir una sonrisa, era increíble como el círculo de amistades de Gaia encajaba tan bien con el de él. Quitando a los amigos que tenían en común, al acompañarla varias veces a su trabajo le había permitido conocer ese lado de ella, mientras que él podía presentarle también a varios de sus amigos cercanos de Canarias que residían en Barcelona.
—¿Cómo te fue en el entrenamiento, cariño? —le pregunto su novia, sacándolo de sus pensamientos.
—Bastante bien, pero me jode siempre terminar mucho antes que los demás, ¿sabes? Lo bueno es que eso se acabará pronto.
Gaia alzo la ceja, confundida. Pedri ya no podía ocultar la noticia, su sonrisa delataba la felicidad que lo desbordaba.
—¡Me darán el alta dentro de un par de días! —anunció, sin poder contener su emoción—. ¡Voy a jugar de nuevo en el partido contra el Atlético de Madrid!
Como lo esperaba, Gaia tampoco podía contener su emoción, soltó un chillido y empezó a dar un par de pequeños saltos mientras sujetaba las flores contra si. Mirándola con diversión, Pedri abrió sus brazos, invitándola a un abrazo, que ella no dudo en darle. La rubia había sido parte importante de su recuperación, desde aquella promesa que le hizo hacer en el vestuario de Old Trafford, dándole de su tiempo y procurando que tuviera los mejores cuidados.
Pasó las manos por su cintura, apegándola contra su cuerpo, con las flores siendo lo único que se interponía entre ellos. Se dio cuenta de lo tonto que había sido en poner en duda sus sentimientos, ahora más que nunca estaba seguro de lo que sentía por ella y eso solo incrementaba sus ganas de decirle, de hacerle algo especial y de entregarle aquel regalo. Sería algo sumamente único, que recordarían por siempre.
—¡Estoy muy feliz por ti, mi amor! —chilló Gaia, llenándole la cara de besos. Pedri no encontraba otra manera de describir eso, más que decir que se sentía en el cielo—. ¡Eso es increíble! Creo que trabajo ese día, pero no importa, igual me vas a tener ahí apoyándote.
—Como siempre, preciosa.
Sus palabras recibieron un nuevo chillido emocionado, Gaia dejó atrás el montón de besos en su rostro y prefirió poner la atención en sus labios. Quizás era por lo bien que se sentía a su lado, pero estaba completamente seguro de querer traspasar esos momento que tenía con ella en privado a todas las situaciones de su vida, sin preocuparse por ocultarse. Sin embargo, era muy difícil hacerlo sin recordar como es que se referían a ella en la prensa, sabiendo que, por mucho que se lo ocultara, él sabía lo que le afectaba.
Pedri la conocía tan bien que podía saber que ella siempre intentaría ponerse una máscara para cubrir el dolor que todo eso le provocaba, que la ningunearan a ella y a su carrera profesional. Gaia no debía concentrarse en eso, no cuando tenía un nuevo casting a tan solo unos días y una película que estrenar. Lo único que él deseaba era verla feliz y cuidarla de absolutamente todo.
Gaia era su pequeña y dulce hada.
—¿Por qué no vamos a celebrar estas buenas noticias? —le preguntó ella—. Me han hablado de un nuevo local de comida italiana, ¿sabes? Me dijeron que es bastante buen, así que, ¿qué dices?
No podía negar que la idea le gustaba, pero no era para ese momento. No cuando se sentía tan cansado por el entrenamiento y su sesión con el fisioterapeuta, después de desgastarse aún más preparando el regalo sorpresa de Gaia y perder los estribos con aquella revista horrible que dejó en el coche de Fer. Con sinceridad, solo quería echarse en el sillón durante un buen rato con su novia y tomar una siesta, así que, suavemente dejó un beso en sus labios y le dio una sonrisa.
—Agradezco que quieras consentirme así, ullets blau; pero ha sido un día bastante agotador y estoy cansado —le confesó, con paciencia—. ¿Por qué no mejor lo dejamos para otro día?
—Bueno, sí, tienes razón —aceptó Gaia; pero Pedri se sintió mal al escuchar su tono de desilusión—. Fue un día bastante agotador y… bueno, los rumores están incontrolables estos últimos días, es mejor que no nos vean juntos o será incluso peor.
«Mierda», se quejó en su cabeza, odiando la idea de que Gaia pensara que era porque no quería que los vieran juntos en público.
—Gallita, te juro que no es por eso, de verdad. Sé que lo de la otra noche en el antro nos afectó y que jamás me lo podré perdonar, pero…
—Yo te lo perdoné.
Sí, ella lo había hecho, porque a pesar de que él no se lo mereciera, ella lo quería.
—Eso es porque tú eres una mejor persona de lo que yo podré llegar a ser —le dijo, con total sinceridad. Acortó la leve distancia que los separaba y colocó las manos en su cintura, acariciándola con cariño—. Vida mía, te juro que no es por nada de eso, ¿sí? Solo estoy cansado, mi plan era quedarme acá en casa contigo y estar los dos juntitos en el sillón, podremos ir a probar ese lugar otro día.
» ¿Por qué no abres tu regalo? Sé que te va a gustar, lo compré pensando en ti, en nosotros.
La tristeza en los ojos de Gaia se evaporó en un segundo, haciendo que su corazón pudiera tranquilizarse al ver el brillo emocionado en ella. Se notaba que la embargaba la curiosidad por aquel regalo y eso le gustaba, era una cura para su corazón poder verla ansiosa y feliz por sus obsequios, sintiéndose el ser más afortunado del mundo al tener una chica como ella. Quizás había tardado lo suyo en conocerse, pero sabía que el tiempo era el perfecto, quizás antes no se habrían dado una oportunidad como pareja y la idea de ser simplemente amigos no podía sentirla correcta.
El secreto que estaban guardando ahora sabía que no iba a durar mucho, no porque tuvieran a la prensa detrás de cada uno de sus pasos, sino porque él ya no lo soportaba y ella tampoco. Quizás tan solo era esperar un poco menos de lo pensado. Cuando estuviera listo su obsequio y lo tuviera entre sus manos, solo sería cuestión de buscar el momento adecuado y todo estaría bien entre ellos, sin misterios y, sobretodo, sin ningún secreto que ocultar.
Gaia se separó del abrazo, dejando el ramo de girasoles con suavidad encima de la mesa, antes de poner toda su atención en el pequeño paquete envuelto en papel de regalo que le había dado. La observó desenvolverlo en silencio, sintiendo el leve picor en las mejillas al tener la inseguridad de que tal vez no le gustara, o que pudiera llegar a pensar que era demasiado cursi incluso para ellos; pero es que no pudo evitar comprarlo al verlo. La rubia cuidaba con extrema meticulosidad sus flores, todo con la esperanza de que no se marchitaran y tener que deshacerse de ella; pero a veces era inevitable que no lo hicieran.
Gaia se entristecía cada vez que eso ocurría y a él no le gustaba verla así, los girasoles eran algo de ellos. Sumamente especial y era por eso que…
—¿Son legos? —preguntó ella, con diversión, mirando la caja con detenimiento—. ¡Son legos de girasoles!
Sonrió, asintiendo ante sus gritos.
—Me has dicho que te entristecía ver como los girasoles de verdad perdían su color al marchitarse y creí que sería mejor comprarte algo más duradero —le explicó, rascándose la cabeza con vergüenza—. Comprar una flor falsa me parecía demasiado normal, algo bobo; pero esos legos, es algo más de ti. No lo sé, quizás podríamos armarlos juntos y…
—¡Sí! —acordó Gaia, agitando la caja—. Me encantan, en serio. Ha sido muy lindo de tu parte, afecte meu.
—Todo por ti, vida mía.
Volvió a besarla, sintiendo la suavidad de sus labios y toda la emoción que embargaba su cuerpo. Gaia tenía una energía única en ella, compararla con el sol era perfectamente adecuado, porque irradiaba la misma luz que él. Si se había puesto así de feliz por ese regalo, no quería ni imaginar como estaría al ver la sorpresa que le tenía, le iba a costar guardarse aquel secreto; pero todo era para hacer algo bonito por su novia y eso le emocionaba de sobremanera.
Gaia se separó del beso, sujetando la caja entre sus manos con una sonrisa de emoción brillando en su rostro.
—Se que dijiste que estás cansado, pero he invitado a Gavi a venir —informó—. Hemos estado un poco alejados y me gustaría recuperar el tiempo perdido.
Asintió.
—No, está bien. Yo quizás podría invitar a Noa.
Para Pedri, la leve mueca que mostró Gaia no pasó desapercibida; pero no hizo mención alguna de ello. Sabía que las cosas entre ellas dos eran como una montaña rusa, ambas trataban de llevarse mejor; pero sus propios prejuicios hacia la otra ponían trabas en todo ese asunto. Estaba claro que ninguna lo iba a aceptar, sobretodo porque le tenían aprecio y sabía que de existir un problema en serio, a pesar de su inclinación a mantener la calma y tratar de dialogar con las partes, iba a tener que escoger a alguna.
Y, en ese momento, Pedri tenía demasiado claro en saber a quien sería.
—Vale, pero ella nada más, ¿sí? —le pidió Gaia, con voz tímida—. Me gusta estar con Eric y Ferrán, pero… con ellos también tengo que fingir que solo somos amigos y no quiero eso.
Hizo una mueca, Pedri soltó un suspiro, sintiéndose mal. Se hizo la promesa silenciosa que todo eso iba a cambiar pronto.
—Solo Noa y Gavi. Yo tampoco quiero fingir en casa que somos amigos, me gustas mucho como para hacerlo.
Gaia sonrió, dándole un corto beso en los labios.
—Te quiero, afecte meu.
Otra vez, el silencio los envolvió; pero, mucho más seguro de todos aquellos sentimientos que tenía en su corazón, Pedri le dio una sonrisa, acarició su cabello con cariño y en su cabeza le respondió, contando los segundos que faltaban para poder hacer en voz alta. «Te quiero más, ullets blau».
Era increíble como hasta en su propia casa podía sentirse tan incómoda.
Gaia agradeció en voz baja cuando Ainhoa y Pedri fueron un momento a la cocina a buscar algo, se permitió soltar una larga respiración que había estado conteniendo. Desde que sus invitados llegaron a casa, todo había sido un poco incómodo entre la morena y ella, aunque había tratado de poner la atención en su novio y en Pablo, era imposible no hacer caso a la tensión que existía entre las dos.
No podía entenderlo, la verdad, Gaia en serio pensaba que estaban yendo por un buen camino en su amistad; pero, de pronto, los pasos que pareció avanzar con Ainhoa, fueron borrados, enviándola más atrás de lo que le gustaría. Sin embargo, trató de no hacer mucho caso a eso y, en cambio, puso su mirada en Pablo, que todavía sujetaba el mando del videojuego, y tenía esa aura de victoria por haberle ganado a la morena en el FIFA. Echando una rápida mirada a la entrada de la cocina y viendo que no había rastro de su canario o la jugadora, pegó un salto y fue a parar sentada al lado de su mejor amigo.
—¡Cuéntamelo todo, mi niño! —le exigió, en voz baja; pero con su típico tono demandante, sin poder contener las ganas de saber lo que ocurría. Gavi jugueteó unos segundos con el mando, antes de alzar una ceja en su dirección—. ¡Todo con respecto a Ainhoa, no! ¡Habéis venido juntos, te ha llamado Pablo, parece que le agradas! ¡Vamos, cuenta!
Para ella era imposible contener su emoción acerca de ese tema, deseaba conocer todos y cada uno de los detalles que había atravesado Gavi en esos últimos días con Ainhoa porque era evidente que la morena ya no parecía sentir esa animadversión que una vez tuvo por el Sevillano al principio y eso era bastante bueno para él. Una señal de que tal vez existía una posibilidad de poder estar con la chica que le ha gustado desde los once años, era demasiado tierno para su cursi corazón de mamá gallina.
Quizás, para su gusto, estaban yendo lento, pero era seguro y todos eran libres de ir a su propio ritmo.
—¿Qué quieres que te diga? —cuestionó él, como si nada, volviendo su atención a la pantalla.
Gaia parpadeó con sorpresa, se imaginaba otra clase de reacción por su parte; pero aún así, eso no aplacó su buen humor.
—Venga, Pablito —rogó, tirando de la manga de su camiseta—. No me puedes decir que no sucede nada entre vosotros, lo he notado, ¿vale? Ya sabes, a pesar de no haber pasado tiempo juntos estos últimos días, sé que te han sucedido cosas con ella. Solo cuéntame, por favor.
—Gaia, es en serio —suspiró. Una leve incomodidad comenzó a propagarse por su cuerpo—. No es nada, Noa y yo solo… solo nos estamos llevando mejor, ¿sí?
—¿Ves como sí hay cosas que contar? —dijo—. ¿Ya sois amigos por completo o están intentando tratar de comenzar una relación? Ese beso en Sevilla no puede pasar desapercibido, ¿o sí? Digo, es evidente que ella debe sentir algo por ti, ¿no? Sino no te habría correspondido, es un poco terca; pero de seguro que solo es cuestión de tiempo.
» ¿No la estás agobiando, verdad? Es que tanta insistencia puede agobiar un poco, y más a chicas como Ainhoa. Supongo que es por eso que quieres llevar las cosas con calma… Bueno, si es que hay cosas que llevar. Por cierto, ¿cómo lleva la lesión? Se le ve bastante bien ahora, comparado a como estaba en el hospital y…
—¡Gaia, basta!
La rubia calló su monólogo ante el tono tan serio que había usado su mejor amigo. Tomó una fuerte bocanada de aire, tranquilizándose porque a veces la emoción la superaba y esperó pacientemente una respuesta por su parte. Cinco minutos después, la respuesta jamás llegó en forma de palabras y oraciones, sino solo con un leve encogimiento de hombros que pareció dar fin a todo lo que le había preguntado.
Trató de no sentirse desanimada, pero con cada segundo que pasaba era imposible.
—Pablo —insistió, con voz suave.
—Gaia, en serio —bufó, soltando un sonoro suspiró—. No pasa nada, ¿sí? Solo es más de lo mismo.
La catalana apretó los labios, teniendo que conformarse con esa respuesta y sin saber que más decir, parecía que él no quería hablar, al menos no con ella.
—Bueno, lo lamento. Yo… yo en serio pensé que, al menos en este punto, tú y Ainhoa habrían tenido algún avance, así sea como amigos.
No obtuvo respuesta alguna de su parte y Gaia volvió a colocarse en la esquina del sillón, dónde estaba antes. El silencio volvió a invadirlos, por eso agradeció que justo en ese momento, Ainhoa y Pedro volvieran al salón, con las cosas que habían cogido de la cocina. La sonrisa que le dio a su novio fue respondida con un leve movimiento de cabeza, antes de que ésta se sentara a su lado, colocando una mano en su pierna. Todo estaba tan raro, tan tenso y eso no le gustaba. Necesitaba salir de ahí, pero no podía, era su propia casa.
Con el pasar de las horas, la rubia sentía que nada mejoraba, por más que el Canario hiciera su esfuerzo en romper el huelo entre los cuatro, sacándoles unas sonrisas de vez en cuando e intentando hacer todo más llevadero con ella, besándola y abrazándola o manteniéndola entre sus brazos. Simplemente no funcionaba. O al menos era lo que sentía.
Gaia podía fingir, era una actriz y se le daba bastante bien; pero no le gustaba tener que hacerlo con ellos y menos en su casa. Lo peor de todo, es que ya el ambiente incómodo no era solo con Ainhoa como al principio, sino también con Gavi y Pedri, tan extraño estaba todo, que ni siquiera ella quiso sumarse a jugar al FIFA y eso que le encantaba patearles el trasero con sus habilidades.
Quizás era malo decirlo, pero Gaia sintió un alivio recorrer su cuerpo cuando Pablo y Ainhoa se fueron, quitándole un peso de seguir teniendo que fingir que todo estaba bien entre los cuatro. Con burla, pensó que incluso habría sido mejor haber invitado a Ferrán y Eric, aún si eso significaba tener que fingir amistad con su novio. Igual, ya estaba acostumbrada, así que no iba a ser algo nuevo para ella.
Pedri odiaba los ambientes incómodos y más con su novia, pero es que no dejaba de pensar en toda la conversación que había tenido con Ainhoa en la cocina. ¿Qué tanto conocía él de Gaia, de su pasado? Poco y nada en el ámbito romántico, era evidente que tenía ex, todos los tienen; pero, en su vida había escuchado de ella y de que se hubiese involucrado con alguno de sus compañeros. Una oleada de celos le recorrió el cuerpo, casi imposible de alejar.
«Claro, amistad… supongo que tengo una forma diferente de tratar a mis amigos, entonces», recordó las palabras de Ainhoa. Eran completamente una verdad. ¿Pero por qué habría querido mencionarle eso si no supiera algo al respecto? ¿O acaso la amistad de Ferrán y Gaia era tan extraña que todo el mundo podía verlo menos él por estar cegado de amor? ¿Acaso era eso?
El salón se encontraba en silencio, con solo el sonido de la película en la televisión escuchándose, soltó un suspiro y volteó a ver a Gaia, apretada junto al borde del sillón y con la mirada perdida en alguna parte del lugar, quizás estaba pensando en algo importante o tal vez ella también había sentido la incomodidad que los arropó toda esa tarde. Pensó en hablarle, romper esa tensión que casi lo estaba matando por dentro, hasta que un móvil sonó.
En medio de los dos, la pantalla del móvil de Gaia emitió la canción típica que sonaba cuando había una llamada entrante. Pudo fácilmente reconocer la imagen de Ferrán, que le indicaba que él era quien le estaba llamando y, de nuevo, las dudas empezaron a surgir, ¿Qué hacía llamándola a esa hora? La rubia no pareció sorprendida, parecía estar acostumbrada a ese tipo de llamados tan tarde, lo cogió y, para sus sorpresa, se fue en dirección a la cocina para poder contestar. Bien, ahora sí era inevitable que sus celos no se hicieran presentes.
Las dudas empezaron a empañar su mente, la voz de Ainhoa se mezclaba con todos los detalles entre esos dos que había visto desde que los conoció. Los apodos tiernos, los abrazos cariñosos, el conocerse desde niños, las fotos de Ferrán y ella juntos en su habitación… ¿Y sí quizás hubo algo entre ellos, una llama que nunca se apagó y ahora él estaba en medio de eso? Joder, por eso era que no le gustaban las relaciones serias, por ese tipo de cosas evitaba los compromisos, porque sabía que podía terminar con un corazón roto.
Quince minutos después , Gaia volvió y parecía una chica renovada. Le dio una sonrisa y se sentó a su lado, apoyando la cabeza en su hombro, parecía que la incomodidad que los envolvía hace tan solo unos instantes no había existido y solo era producto de su cabeza. Las dudas lo volvieron a asaltar, demasiado consumido por los celos como para pensar con claridad.
—¿Era Ferrán? —preguntó, como si nada, abrazándola por los hombros—. Vaya, llamando a esta hora, debió de haber sido importante.
Gaia se encogió de hombros, sin responder, provocando una mueca en él.
—Sabes —se aclaró la garganta, continuando la conversación—, la prensa ha estado demasiado pesada estos días, sobretodo por saber que estuviste en un antro con nosotros, los del equipo. Ellos… es raro, porque ellos comentan que tú, ya sabes, tiene historia con ellos.
Gaia frunció el ceño, parecía no entender a dónde quería llegar.
—Bueno, un par. Hemos sido amigos desde hace años, con todo el grupo, la verdad. Incluso con chicos que ya no están en el equipo, conozco a la mayoría de La Masía, así que es normal tener historia con ellos.
—Sí, sí, normal —repitió, sintiendo la amargura en sus palabras—. Mucha historia supongo, ¿no? Con chicos, más que nada.
Gaia frunció el ceño, apartándose un poco de él para poder verlo a la cara.
—¿Qué estás intentando decirme, Pedro González?
No se mordió la lengua, sus celos controlaban parte de si y le hacían hablar. Tampoco le intimidó con su mirada, que quizás en otro momento le habría hecho dar un paso hacia atrás. Se separó de ella, viéndola como se levantaba del sillón y se ponía delante de él, con los brazos cruzados en su pecho.
—Creo que la pregunta es sencilla y directa, Gaia. ¿Qué tienes con Ferran o que has tenido con los chicos de La Masía de los que tanto te enorgulleces de conocer por años? —bufó, sintiendo solo un leve roce de culpa al estar hablándole de esa manera—. Venga, no soy tonto.
—¿En serio? —bufó Gaia, molesta—. ¿De verdad estás sintiendo celos por mi amistad con Ferrán. ¿De verdad piensas que hay algo raro entre nosotros?
Pedri apretó los labios, negándose a responder. Gaia soltó una risa seca, sin gracia, mientras se alejaba más de él, hasta estar del otro lado de la pequeña mesa que los separaba.
—Ferrán ha sido mi mayor apoyo desde pequeña, jamás he sentido algo por él. Yo no confundo tan fácilmente mis sentimientos, Pedri —escupió, con enojo—. Antes de ir al psicólogo, al que Ferrán me acompañó, yo no podía ir al cine, no podía salir de noche e incluso me costaba cerrar los ojos porque tenía tanto miedo de estar rodeada por la oscuridad, que casi ni podía dormir.
» Él, a pesar de vivir en Valencia, estuvo conmigo. Cuidándome, ayudándome y siendo ese amigo que necesitaba cuando no tenía a nadie más. Se enfrentó a mi madre cuando se enteró que me sacó del psicólogo y me llamaba loca. ¡Él y solo él, un niño de trece años que apenas conocía!
Las palabras de Gaia lo dejaron sin habla, dándole un genuino sentimiento de vergüenza por haber pensando que entre ellos dos existía algo más, cuando claramente no era así. Había sido demasiado estúpido de su parte, completamente tonto y una idea que jamás debió de haber cruzado su cabeza bajo ninguna circunstancia. Ella era su novia, la chica a quien más quería y él era su amigo, alguien en quien confiaba. ¿Qué le había pasado para llegar a creer algo como eso de ellos dos?
—Yo… —tartamudeó, las palabras casi ni podían salir de él—. Yo… Gaia, amor, lo siento, en serio. Yo no quise… yo, perdón, es que Noa y… es difícil…
—¿Ainhoa? No me digas, ni siquiera quiero que me digas nada —bufó ella, secamente—. Déjame adivinar mejor, fue ella la que puso esa idea en ti, ¿verdad? ¿También te pidió que me preguntaras sobre mis ex? ¿Acaso le incomoda ver a una chica liberal y con pasado? Vaya, no sé por qué me sorprendo.
—Gaia, es en serio… Lo lamento, pero debes entenderme, apenas te conozco y…
Abrió los ojos, cubriéndose la boca con ambas manos al darse cuenta de lo que acababa de decir. Mierda, no, no, no. La miró, ya no existía aquel fuego que llenaba sus ojos azules en una completa molestia, en cambio, fue opacado por el brillo de las lágrimas aglomerándose en ellos y mostrando la decepción que sentía hacia él.
—¿Y por qué hacemos esto? —le preguntó, con la voz rota—. ¿Por qué estamos juntos si apenas me conoces? Supongo que ahora entiendo esa desconfianza en mi, ahora sé porque quieres seguir manteniéndolo en secreto.
Se quedó sin habla, sin saber que decir. Cada vez que abría la boca, la jodía más con ella, decía cosas que no sentía y que tampoco pensaba. Simplemente era él siendo un idiota completo, no la merecía, definitivamente, no lo hacía.
—Solo… solo respóndeme esto, por favor —le pidió Gaia, Pedri apretó los labios, sintiendo una punzada en su pecho. ¿Cómo podía ser tan estúpido de comportarse así con ella?—. ¿Yo soy la única chica que has llevado a Canarias?
«Mierda», maldijo dentro de sí. Sabía que aquella broma que soltó Fer temprano, que a simple vista parecía inofensiva, iba a joderle la existencia, a pesar de haber intentado distraer a Gaia de ella para que no la escuchara, notó que sus esfuerzos no habían dado ningún tipo de frutos. Se quedó en silencio, sin saber que responder, ni siquiera tenía el valor de mirarla a la cara y poder decirle la verdad. No después de haber armado toda una pelea en base a sus celos, nada justificados.
Abrió la boca para responder, así sea soltar una tontería, pero ella lo interrumpió.
—¿Sabes algo? A mí ni siquiera me importa eso, porque sé… Bueno, creía que yo era especial para ti —le dijo, con la voz temblorosa. Pedri sintió su corazón rompiéndose poco a poco—. ¿Crees que a mí no me afecta que comenten tus ligues en la prensa? ¿Qué te involucren con cada chica a la que sigues en Instagram? ¿O que salgan chicas de hasta de debajo de las piedras a decir que les has estado coqueteando?
» Todo eso porque debemos seguir ocultos, fingir que entre tú y yo no pasa nada mientras te involucran sentimentalmente con cualquier chica y eso parece ser mejor para ti que decir que estás conmigo, Pedro González.
Apretó los labios, sintiendo todo el peso de la decepción en sus palabras. Cada una de ellas era como un puñal a su corazón y una cachetada que solo buscaba hacerle daño, porque sabía que la había jodido. Ni siquiera tenía palabras para decirle, un lo siento sonaba tan simple e insignificante. La vio agacharse frente a la mesa, tomar un pedazo de papel y comenzar a escribir en él de forma furiosa, hasta ese momento no había notado el casi invisible rastro de lágrimas en sus mejillas.
—Amor…
Gaia no le hizo caso, tan solo dejó un último punto, apretando con fuerza el bolígrafo en el papel hasta perforarlo, y se levantó, furiosa.
—¡Aquí tienes! —le dijo, estampándole aquel papel con fuerza en el pecho—. Los nombres de mis ex y mis ligues, todos y cada uno de ellos. No te preocupes, Ferrán no está ahí.
Ella ni siquiera esperó una respuesta de su parte, se dio la vuelta y empezó a subir las escaleras, hasta detenerse en el tercer escalón y volverse a mirarlo.
—Por cierto, ve y dile a tu amiguita Ainhoa que deje de meterse en mi vida, que se vaya con su feminismo hipócrita y selectivo a otra parte; pero que se aleje de mi.
Y con eso, Gaia volvió a darse la vuelta para subir los escalones, quizás, rumbo a su habitación. En su cabeza ya no existían más maldiciones que decirse contra si mismo, toda esa pelea había sido una tontería de su parte, una situación a la cual no tuvo que exponerla y, mucho menos, hacerla llorar por algo que no valía la pena. A él no le importaba su relación con Ferrán, él era su amigo y le gustaba verlos juntos; no le importaba ni un comino sus ex, ninguno debía ser ni la mitad de importante ni siquiera para mencionarlo, por eso fue que no había escuchado de ellos. Nadie le importaba más que Gaia y su felicidad, ¿por qué había cometido esa estupidez?
Sin pensarlo más, rompió el papel en pedazos y los echó al suelo, justo antes de ir tras ella. La puerta de la habitación estaba abierta, pero Gaia no se veía dentro de ella, hasta que un foco se encendió en su cabeza y se fue directo hacia el armario. Podía escuchar sus sollozos del otro lado e intentó pasar, pero ella lo había trabado. Quería gritar de frustración, golpear algo y seguir maldiciéndose a si mismo por haber sido un idiota que hizo caso de sus estúpidos celos injustificados en contra de su novia, la cual no le había mostrado nada menos que el más puro amor.
Se sentó en el suelo, pegando su espalda a la pared y viendo la puerta frente a él.
—Gallita —le llamó, escuchando el silencio de su parte—, no leí el papel que me diste, lo he roto. No me importa nada de lo que eso haya tenido escrito, ¿de acuerdo? No me interesan tus ex, ni nada de ese estilo. Solo me interesas tú, vida mía.
De nuevo, solo recibió indiferencia y silencio de su parte, pero eso no lo desmotivó.
—Ullets blau, fui un completo estúpido celoso —continuó—. Yo sé que no eres la primera chica que llevo a Canarias, ¿de acuerdo? Pero sí eres la primera que me importa, la primera que tiene mi corazón en sus manos y puede hacer lo que sea con él porque le pertenece. Eres la primera a la que…
«… a la que quiero», completó en su cabeza. Los sollozos del otro lado de la puerta se habían detenido, eso le dio una rayo de esperanza a su disculpa.
—No me hagas caso, soy un imbécil. Yo sí te conozco. Conozco a Gaia, a mi novia. A la chica que me robó el corazón cuando la vi en la despedida de su hermano, a mi rubia que le encantan los girasoles y los arcoíris, que ama con su vida al Señor Mofletes y que está dispuesta a defender a todos sus amigos de la prensa. Se que le tienes miedo a la oscuridad y que no soportas el olor a tierra mojada, que te dan asco las hormigas y las arañas te causan curiosidad. Sé que amas los días soleados, las ardillas y el fútbol, adoras hacer reír a la gente. Te gusta el arte, el modelaje y te gustan los colores brillantes porque eres como un arcoíris, lleno de vida y felicidad.
» Yo si te conozco, Gaia. Lo sé, lo siento muchísimo, vida mía. Eres la chica que ama los conejos y que desea tener un perro, que ama pintarse las uñas de azul y que… que…
«Eres la chica que amo», pensó, sorprendiéndose hasta a él mismo.
Lentamente, la puerta del armario se abrió. Pedri levanto la mirada con prisa, sintiendo su corazón latir con fuerza al ver a Gaia asomándose, igual que él, estaba en el piso. Se sintió verdaderamente culpable al ver el rastro de las lágrimas que había soltado manchando sus mejillas, su nariz roja y sus ojos aguados. Lo único que no deseaba en la vida era hacerla llorar, y justo lo había hecho ese día, que se suponía debía ser feliz.
—¿Por qué me haces esto? —Pedri apretó los labios al escucharla—. ¿Cuándo te he dado una razón para desconfiar de mi y de lo que siento por ti, Pedri? ¿Cuándo? La próxima vez que quieras saber algo de mi, solo pregúntame y no andes escuchando a cualquiera que intente meter ideas en tu cabeza, menos si yo no le caigo bien.
No era una indirecta, sabía exactamente a qué se refería con aquello. Pedri se arrastró hasta ella, con lentitud, esperando no molestarla con su cercanía y, una vez lo bastante cerca, cogió su mano con dulzura.
—No me bastará la vida para decirte cuando lamento todo lo de hoy, Gaia, en serio. Yo… perdóname, vida mía, ha sido culpa mía —rogó, besando su mano—. Ni siquiera me siento celoso por Ferrán o alguno de tu ex, todos ellos me dan igual porque yo confío en ti, porque sé que no estarías conmigo de no quererlo. Yo solo… solo fui un estúpido, ¿vale? Un completo imbécil que dijo cosas sin pensar.
» Yo… Gaia, yo en serio lo lamento porque… porque es una mierda haberte tratado así cuando yo te quiero con toda mi vida, ullets blau.
¡Hola!
Bueno, no tengo mucho que decir. Creo que Marce ya lo dijo todo en la nota de su capitulo, y eso, por favor, traten de llegar a la meta que imponemos.
En fin.
• ¿Les gustó el capitulo?
• ¿Parte favorita?
• ¿Qué opiniones hasta ahora tienen de Pedri?
• ¿Qué opiniones hasta ahora tienen de Gaia?
• ¿Qué creen que sucederá en el siguiente capítulo?
Espero les haya gustado.
Gracias por leer <3
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