oxxii. capítulo veintitrés

━━━ F. C. B A R C E L O N A
⚽ ♪ 。 Un dia de partit
lexxie & marce
fanfiction 🔵🔴

La emoción que albergaba el ambiente era palpable a medida que sus pasos resonaban por el suelo al ritmo de los tacones de su novia mientras se acercaban al restaurante. A Pedri le agradaba tener una cena después de haber ganado el partido por una considerable ventaja esa tarde, los nervios habían desaparecido de su cuerpo y la idea que se instaló en su cabeza, luego de escuchar el pitazo final, lo cautivaba de una manera única, en la que no hallaba forma de esconder su sonrisa emocionada. Su entusiasmo por él era fuerte, capaz de poder gritar de que se trataba a los cuatro vientos; pero la presencia de Gaia a su lado lograba tranquilizarlo, obligándolo a mantener la calma.

Mientras más se acercaban al restaurante, luego de que el taxi los dejara en una zona apartada por seguridad, solo le bastó un corto vistazo a su novia para confirmar lo deslumbrante que se veía esa noche, atrayendo no solo su mirada sino también la de los pocos presentes que pasaban por el lugar. El vestido rosa que utilizó para el partido había quedado en el olvido, siendo reemplazado por un elegante top blanco con algunos detalles brillantes y una larga falda de igual color que le llegaba hasta los tobillos, pero que tenía una discreta abertura que dejaba ver parte de su pierna. Era increíble como su belleza podía dejarlo sin aliento, sintiéndose completamente afortunado de tenerla como su novia.

Al atravesar las puertas del restaurante, las miradas se posaron en ellos, mientras un camarero se acercaba a ellos y de manera muy amable les indicaba el camino hacia su mesa. Delante de ellos, Gavi se frotaba las manos, tratando de encontrar un poco de calma en el mar de nervios que habitaba en su cuerpo por la invitada especial de esa noche. Sin decirlo en voz alta, Pedri podía darse cuenta del deseo que sentía su amigo por causar una buena impresión y no podía culparlo por ello. El Canario también estaba nervioso, solo que los de él se debían a las altas ganas que tenía de poder agradarle a las personas con las que iba a cenar. Era una tontería, lo sabía porque ya los conocía y les caía bien como amigo de su hijo, pero esta vez era diferente, a pesar de que Gaia le había dicho que ninguno de ellos tenía conocimiento de su relación.

Fue cuestión de tiempo que Gaia notara su extraña actitud, la sintió tocándole el brazo con dulzura y acercarse a su oído para susurrarle palabras de cariño. Pedri tomó un respiro, agradeciéndole con una sonrisa y tratando de calmar sus propios nervios. Por más que Gavi le dijera que no debía sentirse así porque ya conocía a su familia, no podía evitarlo, era la primera vez que lo haría siendo el novio de su catalana, la chica a la que consideraban como una hija, y deseaba darles una buena impresión para que cuando supieran la verdad no tuvieran nada que decir en contra de ellos.

Sin embargo, era odioso que esos nervios se juntaran con la inquietud que tenía de guardar un secreto, de mantener oculta aquella idea que se había colado en sus pensamientos luego del partido y que no lo abandonaba. Pedri tomó la mano de su novia con determinación, siguiendo los pasos ansiosos de Gavi a través de las mesas para poder llegar al reservado donde los estaban esperando. Con ese gesto, no estaba siendo nada sutil frente a tantas personas, yendo en contra de aquel acuerdo al que habían llegado; pero era lo que necesitaba para poder relajarse y recordar que ese secreto que guardaba con tanto recelo solo era algo bueno que debía callarse, al menos durante un rato más.

La elegante iluminación de las luces del restaurante le proporcionaban una cálida atmósfera, bastante acogedora dónde podía sentirse a gusto de disfrutar una velada agradable. Al llegar a su reservado, la mesa estaba decorada con unos centros de flores frescas y un par de velas, pero sus ojos no se detuvieron mucho en la decoración, se fijaron en aquellas personas que estaban esperándolos. Los padres de Gavi, Belén y Pablo, se levantaron de sus asientos al verlos llegar, ambos con sonrisas brillantes en sus rostros y dejando ver las características físicas que compartían con su hijo. Más allá se encontraban Aurora y Javi, moviendo la mano como saludo de bienvenida y, un poco más apartados, dos de los amigos de Sevilla de Gavi que le habían presentado en un encuentro anterior, Alejandro y Mario, si no se equivocaba.

Pedri agradeció que Gaia no le soltara la mano, ni aún cuando las miradas curiosas se fijaron en ellos. Aún así, fue incómodo al momento de acercarse a saludar, viéndose limitados al seguir manteniéndolas juntas, por lo que deshizo el agarre entre ellas para poder tener un poco mas de comodidad. Quizás no fue la mejor decisión para su celoso corazón, porque después de que su novia abrazara efusivamente a Belén y Pablo, siendo llenada en el rostro por besos cariñosos como quien se los da a un hijo muy querido, fue la oportunidad de aquellos dos chicos.

Poco sabía de como era la relación de Gaia con Mario y Alejandro, salvo lo que su misma novia le había contado de ellos. Al parecer, se conocieron un año después de que iniciara su amistad con Gavi, cuando fue con él en un tiempo libre a Sevilla, agradándose de inmediato, hasta tal punto de irse de vacaciones juntos todos los años. Ella era la única mujer del grupo, la chica con la cual tenían más confianza y podían recibir consejos amorosos de su parte, lo cual también ocasionaba que fuese sobre protegida por ellos.

Cuando fue su turno de saludar, intentó ser él mismo, deshacerse de sus nervios y solamente actuar con naturalidad; pero fue un poco difícil al ver la mirada seria que le dirigía Pablo padre o el comentario indiscreto de Gavi sobre su cercanía con Gaia, provocando varias risas en Javi y Aurora. Sin embargo, su novia fue una gran ayuda para sacarlo del problema al recomendar que lo mejor era sentarse antes de que llegaran los demás invitados. Un nuevo coro de risillas cómplices se ganó al momento en que corrió la silla para que Gaia tomara asiento y así poder estar a su lado.

—Aurora —llamó su novia, cuando cada uno tomó asiento. La Sevillana quedó frente a ellos—, tengo que admitir que fue una buena idea la de invitar a Noa a la cena. Lograste que Pablito tomara una ducha especial para esta noche.

Las risas no tardaron en escucharse debido a la broma de Gaia, incluso los padres de Gavi lo hicieron, lo cual solo provocó que el mencionado hiciera una mueca molesta.

—Siempre es un gusto servir de celestina para mi hermanito —bromeó Aurora.

—Y vaya que lo necesita —agregó Pedri, sintiéndose un poco más cómodo—. Sus tácticas para conquistarla son un poco lentas.

—Lo hemos escuchado —rió Alejandro, aportando su comentario—, pero él dice que todo es parte del plan. Solo que el plan ya lleva como nueve años.

Un nuevo coro de carcajadas se escuchó e incrementaron cuando Gavi, con mala cara, quiso defenderse y rectificó en voz baja que llevaba solo ocho años, no nueve. Lo cual provocó que siguieran burlándose de él, mientras Belén veía con cariño a su hijo.

—No les hagas caso, mi vida —le dijo Belén, con cariño—. Yo creo que es bastante tierno de tu parte, aunque tus técnicas no sean las mejores. Hoy puedes hablar con ella y comentarle del partido que hiciste.

—Buah, increíble con gol incluido —añadió Mario, en señal de apoyo—. Se nota que estabas bastante inspirado durante el juego, quizás pensando en esta cena.

—Parad, ya, de verdad —se quejó Gavi, mostrando sus nervios—. Os conozco bastante bien a vosotros tres —Alzó el dedo, señalando a Gaia, Alejandro y Mario, quienes rieron—, y no quiero que estéis diciéndole cosas a Noa sobre mi, ¿vale? No quiero que me avergoncéis.

Pedri solo pudo sonreír ante las muecas de ofendidos de los tres mencionados, Gaia hasta había colocado una mano en su pecho, fingiendo un profundo dolor y, para su sorpresa, el trío de amigos hizo el mismo sonido con la boca mientras movían la cabeza de forma sincronizada. La diversión brillaba en sus rostros, tratando de ser escondida bajo un manto de seriedad; pero se notaba a leguas que habían hablado acerca de eso y puesto de acuerdo.

—¿Nosotros, Pablo, avergonzarte? —cuestionó Alejandro, siguiendo el rollo.

—¿Cómo podríamos avergonzarte, mi niño? —continuó Gaia—. A nosotros no se nos pasaría por la cabeza decirle a Noa como me comentaste a los quince años que había una niña en la cantera que te gustaba mucho.

—Sí, nosotros nunca haríamos eso —añadió Mario—. O que todo este rollo de molestarla solamente es porque te gusta mucho y no sabías cómo acercarte a ella.

—¡Nosotros jamás, mi niño! —exclamaron los tres al unísono, ganándose varias miradas de las mesas cercanas.

Los tres hicieron el mismo movimiento de apoyar los codos en la mesa y enmarcaron sus rostros con las manos, dándole una sonrisa al mediocampista de pura inocencia, o tratando de dar esa apariencia que él obviamente no se creyó ningún segundo. Javi fue el primero en darles su apoyo y como no, sí era igual que ellos, mientras que Pablo padre trataba de contener la risa por su hijo, pero se veía a leguas que intentaba no entrometerse a favor de aquel trío de terror.

Pedri miró a su novia con una sonrisa, encantado por la manera en la que se divertía y escuchando embelesado la inusual risa que tanto le gustaba, hasta que sus ojos se toparon con los de Gavi y el brillo de la venganza se reflejaban en un mirada, quizás molesto porque se unía a las burlas en su contra o porque no le ponía un alto a su novia. Cualquiera de las dos, lo ponía nervioso.

—Creo que ya hemos hablado mucho de mi —dijo Gavi, llamando la atención hacia su persona—. Gaia, ¿por qué no nos cuentas un poco de lo que has hecho con tu vida en estos meses?

—¡Oh, si! —saltó Aurora. La Sevillana no estaba de ningún lado, solo gustaba de ver el mundo arder—. Mamá, papá, ¿sabéis que Gaia tiene novio?

Gaia, que hasta hace segundos había estado tomando de un vaso de agua luego de dar su imagen de inocencia, se atragantó al escuchar a los hermanos Gavira conspirar en su contra. Los nervios incrementaron en su cuerpo, sin saber que decir o hacer para apoyarla, ¿su noviazgo era tan secreto como para mantenerlo aún con las personas que la rubia consideraba familia? Aurora pasaba sus ojos de él a la catalana, con una auténtica sonrisa diabólica entre sus labios.

—¿Cómo que novio? —Toda la diversión que había existido en la cara de Alejandro al molestar a Gavi desapareció por completo, moviendo su silla para ver mejor a Gaia—.. ¿Y qué soy yo?

—¡O yo! —bufó Mario—. Gallita, quedamos en que me ibas a esperar.

Hizo una mueca, como si no tuviese suficiente con aguantar las bromas de Ferrán y Eric sobre su noviazgo imaginario con Gaia, ahora también debía hacerlo con Alejandro y Mario, y, aún peor, fingir que no le afectaba en lo más mínimo. Podía sentir la mirada de Gavi fija en su persona, irradiaba una diversión que parecía contagiar a Aurora y Javi, los otros dos únicos en la mesa que sabían a medias lo que ocurría entre la catalana y él.

—Cielo, eso es increíble —le sonrió Belén, con una enorme sonrisa, demostrando lo feliz que se hallaba por la noticia—. ¿Por qué no nos lo has dicho antes? Nos alegra mucho que hayas encontrado a alguien…

—Bueno…

—Pablo y yo estamos muy felices por ti —resaltó con fuerza Belén, sin hacer caso a la intromisión de su esposo y a la mueca que se había formado en su rostro—. ¿Cuándo vas a presentarlo? ¿Geri ya lo conoce?

—Sí, sí, ¿quién es? —bufó Mario, entrometiéndose—. Hay que conocer al jodido idiota.

—Me cago en el puto novio de los cojones —gruñó Alejandro, haciendo reír a Javi.

—Comportaos, que estamos en público —advirtió Pablo padre, tratando de buscar calma, pero en su cara se denotaba la misma antipatía que los dos chicos hasta que se volteó a mirar a Gaia y le dio una sonrisa, que a sus ojos era demasiado forzada—. ¿Cuándo nos presentarás a tu novio, cielo?

La idea no parecía agradarle del todo, la pregunta había salido de sus labios con una fuerza que hizo que su mujer rodara los ojos con diversión. Las risillas de Aurora y Javi no se hicieron esperar, mientras su novia estaba intentando probar si podía ahogarse con el vaso de agua que estaba bebiendo. A leguas podía notar que se esforzaba para no tener que dar una respuesta, queriendo que su silencio fuese tomado como un indicio para que se cambiara de tema; pero eso no cruzaba por la cabeza de ninguna de las personas presentes.

Todas las miradas estaban puestas en la rubia, esperando una respuesta por su parte. Unos más divertidos que otros, como era el caso de Aurora, Gavi y Javi, mientras que Belén, por lo bajo, trataba de recordarle a su esposo que Gaia ya era lo suficientemente mayorcita para tener una pareja. Pedri se sintió culpable ante tal escrutinio, su novia era la que estaba siendo interrogada y agobiada por su relación, mientras él permanencia tranquilo a su lado, fingiendo que no tenía ni un gramo de conocimiento sobre ese tema.

—Yo… bueno, yo…—Los nervios de Gaia eran videntes, lo cual le hizo sentir peor consigo mismo—. Es que… No lo sé, novio, lo que se dice novio, no es… Creo, o sea, solo nos estamos conociendo.

Esa respuesta no fue la mejor de su parte y para él fue demasiado difícil disimular la mueca de su rostro al escucharla, tomó el vaso de agua que tenía más cercano y bebió con disgusto. Gavi, bastante divertido, soltó una risa al notar el malhumor que desprendía.

—Venga va, Gallita —rió—. No digas eso que tu novio se cabrea. Si lo conocemos de sobra, no tienes porque mentir, ¿o es que en eso quedaron?

No lo iba a soltar, Gavi en serio no iba a dejar ir el tema de la relación en secreto. El vaso entre su mano fue apretado con más fuerza, buscando descargar un poco la molestia que sentía con todo ese asunto.

—Sí —le apoyó Aurora. Pedri rodó los ojos, los hermanos Gavira no estaban ayudando en nada, todo lo contrario—. Mamá, en serio, el novio de Gaia es muy conocido, casi parece que está sentado en esta misma mesa con nosotros.

El ambiente en la mesa se sintió pesado, demasiado extraño porque sabía que no podía sobre reaccionar ya que cada mueca que hiciera iba a ser vista por cualquiera de los sevillanos. La incomodidad y la diversión se entremezclaban entre si, siendo de las principales emociones que sentían las personas sentadas, no había que ser un genio para saber a quien pertenecía cada uno. A él, mientras tanto, le resultaba una tarea imposible poder disimular su desagrado ante la respuesta de Gaia, viéndose obligado a seguir sujetando el vaso contra su rostro y fingir que bebía del agua que ya se había acabado, solo para lograr tranquilizarse un poco.

La idea de mantener su relación en secreto había sido de él, ambos aceptaron eso por el momento, para tratar de evitar que los focos mediáticos los envolvieran en un mar de rumores y problemas basados en los chismes; pero eso no era una razón lógica y aceptable para negar lo que existía entre ellos y mucho menos frente a personas que eran importantes para ella.

—No… No es mi novio.

La aclaración de Gaia se sintió débil, dejándola salir con un leve temblor en la voz. Se sentía mal por ella, pero su molestia era mayor. Por ello, apartó la mirada de la mesa, pasándola en un punto cercano para tratar de poner un sano distanciamiento entre él y ese tema.

—Joder, menos mal —dijo Mario, riendo—. Sabes que eso sería infidelidad, mi amor.

—Sí —le apoyó Alejandro—. A ese no novio tuyo debes olvidarlo, porque nuestra relación es primordial.

Las risillas que soltaron en la mesa fue lo que provocó que de sus labios saliera un bufido de molestia, llamando la atención hacia su persona. Intentó seguir disimulando su malhumor, pero cada vez era más difícil lograr controlarlo, no cuando acababa de escuchar de los labios de su novia que ellos no eran nada, no cuando miradas divertidas se posaban en él ante su reacción, no cuando alguien más le acababa de llamar “mi amor” a su pareja. Nada de eso apoyaba a que mejorara su estado de ánimo. Un dulce toque se posó en su rodilla, no tenía que ser adivino para saber que se tratara de Gaia, siendo una suave disculpa por sus palabras anteriores.

Sin embargo, ni siquiera eso podía controlar la molestia que se calaba dentro de él. Desde esa tarde, a finales del partido, una idea se clavó en su cabeza para darle una linda sorpresa a su novia, una que ella merecía, pero ahora no solo debía esconder su relación, sino también negar su existencia. Era como si esos besos que compartieron el día de su cumpleaños no hubiesen existido, o como si en esa noche en su casa no le hubiera confesado sus sentimientos, siendo la primera vez en la que se abría de esa manera con alguien. Pedri suponía que esas eran las consecuencias de guardar un secreto, era una total mierda.

—Pedri, ¿te encuentras bien?

La pregunta de Gavi le obligó a poner de nuevo la mirada en la mesa, encontrándose que estaba siendo el centro de atención. Su amigo no estaba siendo de ayuda, todo lo contrario, tenía esa actitud divertida donde se podía notar en la pequeña sonrisa de sus labios que estaba disfrutando el momento; pero a él no le causaba ninguna gracia. En su cara se podía observar con demasiada facilidad la molestia que sentía, llamando la atención de los presentes que quizás se preguntaban que fue aquello que lo puso tan de mal humor. De igual forma, el cabreo que se cargaba era tan notorio como para fingir lo contrario.

—Sí —musitó por lo bajo, apartando el vaso de agua de sus labios y colocándolo con más fuerza de la necesaria en la mesa—. Solo voy a ir al baño un momento, disculpadme.

No esperó la respuesta de nadie, ni siquiera la de Gaia cuando le apartó la mano de su pierna; pero podía sentir la intensa mirada en su espalda a medida que se abría paso a través de las mesas para poder llegar a la zona de los baños. El lugar se encontraba vacío, era evidente que todos estaban disfrutando de una amena noche, cenando entre risas y camaradería, mientras él tenía sus propios problemas, sin dejar de pensar en las palabras de su novia.

¿En serio era una buena idea mantener lo de ellos ocultos absolutamente todo el mundo si iba a ponerse de esa manera cuando escuchara a Gaia negar su relación en público? La respuesta era fácil, siendo un rotundo no.

Y era estúpido, porque la molestia que sentía no era contra ella, Gaia solo había hecho lo que creía conveniente en ese momento en base al acuerdo al que llegaron. Tampoco era contra él, sino contra toda esa situación. Mientras abría el grifo para lavarse las manos, pensó en que ese debía ser el previo a pagar por ser una figura pública en España, lo cual lograba enfurecerlo aún más porque solo deseaba jugar al fútbol y tener una cita tranquila con su novia sin tener cientos de miradas y flashes entre ellos. ¿Acaso era mucho pedir?

Dejó salir un suspiro, mientras se echaba un poco de agua en la cara para tratar de despejar sus pensamientos. A su cabeza volvió a llegar aquella idea que había tenido al finalizar el partido, la que estuvo guardando con tanto recelo para soltarla en el momento adecuado, ahora solo le parecía que no era un buen plan por aquellas circunstancias. El deseo de tener una cita con ella después de la cena era demasiado codiciosa para él, porque no se puso a prever todo lo que la exposición publica podía afectar al acuerdo de la relación que llevaba con Gaia; pero aún así, sabiendo lo que podía atraerle, era demasiado egoísta como para dejarla ir fácilmente.

No cuando apenas soltaron el plan como una idea aislada, la hicieron parte de sus pensamientos. Le había emocionado a niveles que nunca antes llegó a imaginar.

«Mierda, todo era tan difícil», se dijo a si mismo, mientras se secaba el rostro antes de salir del baño. Ese momento a solas no le había servido para nada, salvo para complicarse más la vida porque sus pensamientos no se aclararon y, aún peor, su humor tampoco mejoró; pero no podía pedir mucho, porque sabía que su enemigo era él mismo. Una vez fuera, se llevó una sorpresa al ver a una baja figura apoyada en la pared frente a la puerta, era evidente que estuvo esperando su salida desde hace un par de minutos, así que decidió actuar con normalidad porque no pensaba ser el motivo de una cena incómoda por el resto de la noche.

Aprovechando la soledad del lugar, Pedri trató de relajar su semblante, dándole una sonrisa a Gaia y acercándose a ella para darle un cariñoso beso en la mejilla. Lo había dicho, no era culpa de ninguno de los dos, solo de las circunstancias que debían atravesar por el acuerdo al que llegaron.

Le agradó que su novia no rechazara su muestra de cariño, eso demostraba que ella no estaba molesta por la reacción ante su respuesta. Aún así, lo veía con esos profundos ojos azules, brillando con pena, se notaba que Gaia también lamentaba lo que había dicho en la mesa. Le disgustaba estar haciéndole eso, no se lo merecía.

—¿Cómo pudiste venir sin llamar la atención? —cuestionó, por lo bajo.

—Gavi y Aurora me ayudaron —respondió—. Gavi se sintió mal por habernos metido en este lío y Aurora dijo algo sobre mi maquillaje, lo que me dio una excusa para venir aquí.

—Menos mal aclaraste que no tenías novio, sino por todo lo anterior, esto habría sido demasiado sospechoso para todos.

Pudo sentir entre sus brazos como el cuerpo de Gaia se tornaba rígido, tensándose ante una incomodidad que era casi palpable mientras se separaba de su abrazo. El tono hosco, tomando el impulso de ser lo suficientemente acusador, le fue imposible de contener y era lo que más le molestaba de si mismo, no quería —Y tampoco debía— tratarla de aquella manera, pero le resultaba demasiado difícil porque el veneno que se atoraba en su garganta buscaba salir de alguna forma. Su novia puso una fría distancia entre ellos, recargándose de nuevo en la pared con los brazos cruzados, dirigiéndole una fuerte mirada con aquellos ojos azules que tanto le gustaban, pero que ahora solo le incrementaban el malestar que sentía.

—No me hables así —bufó—. Pensé que habíamos quedado en que esto lo mantendríamos en secreto de todos, Pedri.

—Lo sé, Gaia, pero soy tu novio —dijo, soltando un suspiro—. Y yo… No lo sé, no me gusta que me niegues, o niegues nuestra relación, frente a personas que son importantes para ti. ¿Puedes entenderme?

—¿Podrías entenderme tú a mi? —pidió ella, alejando cualquier muestra de molestia de su rostro y solo dejándose ver vulnerable. Pedri sintió un profundo enojo consigo mismo por estar provocando eso en ella—. Es la primera vez que tengo que una relación así, donde debo mantenerla oculta de todo el mundo.

» Sé que nos pusimos de acuerdo en esto, ¿sí? Lo comprendo totalmente, pero es difícil porque no tengo ni idea de cómo actuar —murmuró—. No sé que es lo que puedo decir, que no y… y es complicado porque me da igual el resto del mundo, pero las personas sentadas en esa mesa son importantes para mí y no quiero que piensen que tengo novio y no se los quiero presentar.

Pedri hizo una mueca, el sentimiento de culpabilidad dentro de él solo incrementaba ante el dolor que empañaba las palabras de Gaia.

—Pedri —le llamó Gaia, luego de unos segundos en silencio—, Belén y Pablo son como unos padres para mí, son mi segunda familia y han conocido a cada persona que ha formado parte de mi vida. Los valoro y aprecio demasiado como para confesarles algo que podría hacerlos sentir mal.

«¿Era todo tan difícil en su relación o eran ellos mismos los que lo hacían de esa forma?», se preguntó a si mismo, demasiado culpable. Gaia tenía una razón válida, porque mantener en secreto su relación de absolutamente todo el mundo era complicado. La conexión entre ellos dos era demasiado evidente y el hecho de que trabajaban juntos lo hacía mucho peor, debían verse todos los días y convivir juntos, fingiendo que solo existía una amistad. Debía contener sus ganas de abrazarla, de besarla y de regalarle sus flores favorita en público, incluso frente a sus amigos, porque debían seguir manteniendo un bajo perfil, alejados de cualquier tipo de foco mediático.

Lo peor es que aún así no quería cambiar de opinión, porque, lo aseguraba con cada parte de su alma, que lo había por el bienestar de Gaia. Buscaba cuidarla de toda la ola mediática que solía caerle a cualquier tipo de novia de un jugador de fútbol, incluso sabía que podían ponerse aun más pesados con ella porque era una Piqué y la prensa no estaba en su mejor momento con esa familia.

E incluso buscaba cuidarle el trabajo. Gaia le había comentado que desde que cumplió la mayoría de edad optó por ser parte del equipo de Creadores de Contenido del Barcelona, siendo rechazada todos esos años no por su falta de experiencia a tan corta edad —Ya era una personalidad de las redes para ese momento— sino por el parentesco que compartía con el entonces jugador del club, Gerard Piqué, su hermano. Esa era la razón con más peso de todas, supuestamente porque daría una imagen de nepotismo y querían estar alejados de cualquier rumor que pudiera afectarles. Hasta que el catalán anunció su retiro y, por ende, le abrió la puerta a la rubia para que cumpliera su deseo.

Pedri sabía que Gaia se había esforzado mucho por ese trabajo, demostrando cada día, desde el primer momento en que la rechazaron, que era la chica ideal para cubrirlo y ahora lo obtuvo, después de tanto. No iba a sentirse bien consigo mismo si su relación era la causa de que ella pudiera perder el trabajo de sus sueños, luego de solo un par de meses de haberlo obtenido. ¿Qué clase de novio sería él si no se preocupara por eso?

Efectivamente, estaban rodeados de puras complicaciones. Un suspiro se escapó de sus labios, mientras que, por la frustración, pasaba una mano por su rostro.

—Yo… Joder, yo te entiendo, amor. Trata de no hacerme caso. ¿vale? Solo son un par de tonterías por mi parte, sabes cómo soy.

—No voy a ignorarte por esto, porque tú tienes razón —le dijo Gaia, con una suave sonrisa—. Somos una pareja, lo hemos hablado y hemos quedado en ese acuerdo, y es una falta de respeto hacia ti que esté dando a entender otra cosa.

—Tal vez sea cierto —Pedri se encogió de hombros—; pero tú también tienes la razón. Te he puesto en una situación difícil, a la que no estás acostumbrada. Decirle a Belén y Pablo que tienes novio y no presentárselos, siendo parte importante de tu vida, sé que es algo duro para ti.

Sabía que estaba diciendo la verdad y que, por una parte, estaba siendo demasiado egoísta con ese secreto. Él no tenía ese problema al que se enfrentaba Gaia, le era mucho más fácil porque no tenía por qué mentirle a su familia bajo ningún concepto. Su hermano sabía de su relación, contento por tener una cuñada a la cual molestar; sus padres también tenían conocimiento acerca de ellos, demasiado felices porque al fin haya dado el paso con ella. Realmente estaba siendo injusto con la catalana.

El silencio se hizo presente entre ellos, rodeándolos en un ambiente de tranquilidad, bastante apartado de la incomodidad en la que se habían sumergido anteriormente, lo cual les permitía pensar y tratar de poner en orden sus ideas. Para Pedri, era como una pulla en su corazón ver la mueca en el rostro de Gaia, por un segundo quiso quitarla y cambiarla con una sonrisa al hablarle de la sorpresa que le tenía; pero de inmediato desechó aquel camino. Así que tomó la iniciativa, pasando los brazos por su cintura y atrayéndola hacía él, pudiendo escuchar su risa ante esa acción. De lo cual no pudo evitar aprovecharse, para dejarle un beso en la nariz.

—Pedro —le llamó su novia, tímidamente. Tenía que admitir que prefería mucho que ella lo llamara de aquella manera—, si los dos tenemos parte de la razón, ¿entonces que debemos hacer?

—Belén y Pablo son tu familia. Diles las verdad: Que tienes pareja, pero que se la presentarás más adelante, quizás en un sitio menos…

—No quiero obligarte a nada, afecte meu.

—Y no lo estás haciendo, ullets blau. Lo digo totalmente en serio, ¿sí?

Aunque Gaia no parecía del todo segura, él estaba hablando con bastante seriedad. No creía poder mantener ese secreto por mucho tiempo, al menos no cuando ella le provocaba miles de sentimientos que no había logrado experimentar antes. Le comían las ganas de mostrar ante todos que la chica entre sus brazos era su novia y que le provocaba una felicidad sin igual, desbordando la más puras de las alegrías. Trataría siempre de mantenerla a su lado, porque con su rubia todo era hermoso.

Sin poder contenerse, se inclinó en su dirección para poder juntar sus labios en un suave beso, uno que estaba ansiado desde el pitazo final de su partido y que hasta el momento no le había podido dar. La emoción que le embargaba a su corazón en ese momento era perfecta, sintiendo con fuerza la conexión especial que compartían y como los rodeaba en esa burbuja de amor, de la cual no quería salir nunca.

—Sabes que esta ha sido nuestra primera discusión de pareja, mi amor —bromeó Gaia, al separarse del beso—. ¿Qué tal te ha parecido? Yo creo que la hemos superado bastante bien.

—Yo no la llamaría “discusión”; pero sí, te digo que no quiero volver a estar así contigo.

Gaia hizo un puchero, bastante tierno ante sus ojos.

—¡Ay, te juro que nunca más, mi vida!

Y esta vez fue Gaia la que inició el beso, colgándose en sus hombros para volverlo más profundo. Lo agradecía, porque no podía contener las ganas que sentía de explorar la suave piel que su conjunto dejaba al descubierto, deleitándose con la calidez que ella le proporcionaba. Era un hecho que ya no podía imaginarse ni un momento sin ella, sin poder escuchar su risa, sin ser mirado por esos ojos azules o sin las noches acompañándola cuando jugaba. Sin su emoción al final de cada partido ganado o su consuelo cuando las cosas no salían como él esperaba.

Dios, lo que sentía estando a su lado era un nuevo nivel, más allá de la felicidad.

—Hay… que… volver… a la… mesa —Trató de decir Gaia con bastante dificultad  porque la interrumpía en cada palabra solo para besarla—. Basta —pidió, riendo—, Pedro, en serio, debemos volver.

Soltó una risa ante el último beso que Gaia le dejó en los labios, para luego separarse y acomodar, con manos nerviosas, el conjunto, tratando de que no se vieran arrugas en él. Estaba claro que debían volver a la mesa como salieron de ahí, por separado, solo para no generar alguna clase de sospecha en la familia de Gavi. Sin embargo, la cogió del brazo con diversión, para poder susurrarle al oigo.

—Culparemos a Gavi de esta discusión.

Gaia se echó a reír.

—¿No habías dicho que no la considerabas una discusión?

—Y no lo hago —sonrió—. Pero a él le diremos que sí lo era y que fue bastante fuerte. Hay que hacerlo sentir culpable para que no le queden ganas de jodernos de nuevo, amorcito.

—Eres cruel, Pedro; pero me agrada la idea.

El guiño coqueto que ella dirigió a él, fue la invitación que necesitó para dejarle —Esta vez sí—un último beso antes de soltarle el brazo y dejarla ir, a modo de que volviera a la mesa con los demás. Después de ese momento con su novia, de lo único que sentía ganas era de terminar con aquella cena lo más rápido posible y poder hacer que la sorpresa que tanto le guardaba saliera a la luz, sabiendo que la iba hacer demasiado feliz. Sin embargo, todavía faltaba un poco de tiempo para que eso sucediera, así que se arregló las mangas de su traje y, teniendo la noción de que había tardado bastante en el baño, caminó hasta atravesar el pasillo que lo ocultaba.

Al acercarse de nuevo a la mesa, observó que Gaia ya estaba ocupando su antiguo lugar y el ambiente incómodo en el que se sumergieron se había esfumado. Ella conversaba animadamente junto a Belén y Pablo, mostrando aquella sonrisa que tanto le gustaba, haciendo que todos se contagiaran de su renovado buen humor. Con pasos apresurados, volvió a tomar asiento a su lado, pasándole una mano por el hombro con sumo cariño, solo para anunciarle que ya estaba ahí. Las miradas se posaron en su persona, quizás preguntándose en silencio el por qué de su tardanza, pero aún así nada evitó que su novia siguiera en su monólogo atrayente.

—Os lo juro —dijo Gaia, emocionada, sacándole un bufido a Alejandro y Mario—, os lo voy a presentar en el momento adecuado —aseguró ella hacia Belén y Pablo. Pedri no tuvo que preguntar para saber de qué estaban hablando—. Solo que por el momento no, ¿vale? Sabéis cómo es todo esto de las relaciones, más las mías, e intentamos llevar las cosas con calma.

—No sabes lo mucho que me alegro por ti, cielo —le dijo Belén, dándole una sonrisa de felicidad y estirando las manos para coger las de Gaia por sobre la mesa—. Me alegra que estés siendo feliz. Quizás podrías darle algunos consejos a Pablo de como conseguir a esa persona que tanto quiere.

—Mamá —musitó Gavi, abochornado y sacándoles a todos una risa. El Sevillano posó sus ojos retadores en él, con una auténtica malicia, mientras se apoyaba más cerca de Gaia—. Vaya, Pedri, estás de vuelta, eh. Por un momento creí que el inodoro te había tragado.

—Para nada, Pablito —Su amigo hizo una mueca ante la mención cariñosa de su nombre—. El inodoro sabe las ganas que tengo de ver tu cara cuando llegue Ainhoa.

Su respuesta burlona atrajo de inmediato la atención de Mario y Alejandro, que no desaprovecharon la oportunidad para comenzar con sus bromas, relatando con sumo detalle todas aquella historias de un pequeño Gavi que pensaban contarle a Noa apenas llegara solo para que viera una nueva parte de él. Con cada una de las burlas, el humor del Sevillano solo empeoraba, poniéndolo rojo de vergüenza, mientras los demás solo reían y se sumaban a tal acto, Gaia y él eran los más divertidos por todo eso.

Pedri estaba amando ese momento, porque con cada risa, una complicidad lo envolvía junto a Gaia, en la cual ninguno de los dos desaprovechaba la oportunidad para eliminar poco a poco la pequeña distancia que los separaba. Rozaban sus brazos de forma disimulada, buscando el más mínimo contacto, o se apoyaban en el otro para compartir risas cómplices, que iban más allá de una broma dirigida a su amigo. Trataban de fingir que solo era una casualidad, mostrando a los demás la buena relación de confianza que se había formado en esos últimos meses; pero solo ellos dos eran conscientes de lo que verdad ocurría.

Para su desagrado, ese era el precio que tenía que pagar. Tener que fingir una amistad con su novia frente a todo el mundo, solo por un secreto que debían guardar.

Todo era diversión y risas, hasta que Gavi se miró la muñeca con preocupación, aquella donde llevaba el reloj y su sonrisa fue decayendo poco a poco cuando anunció la hora para todos en voz alta. Un silencio incómodo volvió a emerger en la mesa y fue ahí que Pedri pudo entender la razón de su leve tristeza, los camareros se habían acercado un par de veces para tomar sus pedidos; pero siempre decían que todavía no estaban completos, así que se iban con la promesa de regresar más tarde.

No se tenía que ser un experto para saber que por la cabeza de su amigo se estaba cruzando la probable idea de que Ainhoa no iba a llegar, quizás más emocionada por celebrar el título del equipo, en vez de sumergirse en una cena que no había pedido junto a personas que a penas conocía. Y aunque a pesar de años de amistad con la morena para saber cual sería su decisión, la verdad es que era demasiado volátil como para tratar de adivinar cuál sería su próximo movimiento.

Mientras Belén estaba ocupada hablándole a Aurora y Javi, Gaia se inclinó hacia él para poder hablarle suavemente al oído.

—¿Sí crees que Noa venga?

—No la culparía por no hacerlo —le susurró de vuelta, muy cerca de su rostro—. La verdad es que cambiamos sus planes e interrumpirnos el festejo con su equipo.

—Lo sé, pero esto no fue de mala fe. Tú la conoces mejor que alguno de aquí, ¿sí crees que va a venir?

Le dio una sonrisa, mirándola con cariño y aprovechando el momento para apartar un mechón rebelde de su cabello que le caía en la cara, pasándolo por detrás de su oreja.

—Lo hará —aseguró, tratando de tranquilizarla—. Créeme, tu niño no va a salvarse de cenar esta noche con Noa.

La satisfacción fue enorme cuando vio el brillo tranquilo en los ojos azules de Gaia, quizás sintiendo los mismos nervios que su amigo por el lazo que compartían. Su novia era un alma libre, acostumbrada a hacer las cosas que quería sin importar lo que otros dijeran, por eso no le tomó atención a la presencia de las demás personas en la mesa cuando se inclinó hacia él, cortando la distancia que los separaba, y juntando sus narices en un cariñoso beso esquimal, que solo le provocaba aún más ternura por ella.

Tan concentrado estaba en su momento de intimidad con Gaia, que tuvo que ser la voz de Aurora la que lo regresara de vuelta a la realidad. La Sevillana no se estaba dirigiendo a él, sino a las dos nuevas presencias que acababan de llegar a la mesa. Le alegró ver que había tenido razón y Noa asistió a la cena junto a Jana, su compañera de equipo, tal y como le aseguró a Gaia.

Con mucha satisfacción interna, Pedri alzó la mano y le dirigió una sonrisa a Noa a modo de saludo, dejándola ser abrazada por Aurora. Jana, en cambio, ni si quiera lo miró porque estaba más concentrada en prestarle toda su completa atención a Gaia. Alzó la ceja ante eso, soltando un bajo bufido y colocando un brazo en el respaldo de la silla de su novia, bastante tenía ya con Alejandro y Mario como para también preocuparse por la animada mirada que la castaña le estaba dirigiendo a su rubia, la cual no daba indicios de enterarse de nada.

La llegada de las dos nuevas invitadas dio paso a la formalidad de la presentaciones, fue entretenido de ver la confusión en la cara de su mejor amiga ante el recibimiento tan cálido que le ofrecían los padres de Gavi y, sobretodo, ante algunos comentarios sueltos de parte de Alejandro y Mario. Como toda la atención estaba puesta en ella, Pedri volvió a sentir como Gaia se acercaba a su oído para soltar una suave risa.

—Tenías razón —le susurró, rozando los labios con su oreja y provocándole un cosquilleo—, Ainhoa sí vino. Creo que te mereces un regalito por haber acertado.

Esas palabras hicieron que su corazón latiera con fuerza, emocionándolo ante lo que prometía ser una noche para no olvidar. Sin embargo, recordó que él también tenía su propia idea para el final de la cena, sabía que era el momento de poder soltar, a medias, aquella idea que le había estado dando vueltas en la cabeza. Dentro de esa burbuja de intimidad que compartían, envolviéndolos en el más puro cariño que sentían el uno por el otro, Pedri sintió sus nervios incrementar cuando se acercó a Gaia para susurrarle al oído.

—El que tiene un regalo soy yo, guapa, justo para ti —le dijo. Gaia se movió en su asiento, para quedar a centímetros de su rostro, dándole una sonrisa emocionada—. No me preguntes nada más, ¿vale? Es una sorpresa.

Sin embargo, la mención de esa última palabra solo pareció incrementar la emoción de Gaia, que no paraba de susurrarle, a la vista de todos, que le dijera de qué se trataba. La cena transcurrió con normalidad, o eso era lo que él pensaba, porque la verdad era que no le había prestado mucha atención porque las risas y las conversaciones que mantenían los demás integrantes de la mesa le eran totalmente indiferentes. Su cabeza y todo su interés estaba puesto en su novia, sumergiéndose junto a ella en ese cálido ambiente de roces indiscretos, sonrisas cómplices y suaves susurros, que buscaban tomarlo con la guardia baja o endulzarlo por completo para que soltara alguna pista de la sorpresa que tenía guardada.

Poco recordaba de que era de lo que hablaban, quizás Gaia y él habían intervenido en la conversación junto a los demás, de forma tan efímera que su atención solo duraba unos pocos segundos en los otros antes de concentrarse y volver hacia su pequeña burbuja de amor. Hasta que llegó el momento de ordenar, dando paso a que su novia empezar a ser el foco de todas las miradas al empezar a relatar con sumo entusiasmo sus planes profesionales a futuro. Pedri se colgaba de cada palabra con una enorme felicidad, sintiéndose orgulloso por todas las cosas que su chica había logrado con su talento, por su propia cuenta y trabajando duro.

Entonces, justo antes de que sirvieran la comida, Gaia dejó escapar, sin ninguna sutileza, una antigua y conocida frase que describía a la perfección la relación que llevaban Gavi y Ainhoa, lo cual atrajo un brindis por parte de su amigo para celebrar el triunfo obtenido por el equipo femenil, tratando de apartar de la cabeza de la morena cualquiera indiscreción que los demás pudieran haberle sembrado, aunque sea por equivocación. Las viejas anécdotas de los más jóvenes de la mesa comenzaron a tomar protagonismo a medida que comían.

En medio de una nueva serie de cuchicheos que compartía con su novia, el sonido de su móvil encima de la mesa trajo su atención momentánea. Se trataba de un mensaje, enviado por una persona sentada en la misma mesa que él. «Conseguíos una habitación. Estoy a punto de vomitar un arcoíris», era lo que se leía en la pantalla y no tuvo que pensarlo mucho para saber que se trataba de Ainhoa. Justo cuando alzó la mirada para verla, la voz de la madre de Gavi hizo un especial eco en sus oídos.

—… está en el himno, y muchas personas lo dan por real. Todos dicen que Sevilla tiene un color especial…

Era como si el destino estuviera dándole alguna clase de indicación, porque esa frase comenzó a hacer eco en su cabeza, no era la primera vez que la escuchaba. Lo había hecho justo al finalizar el partido, cuando los jugadores del club rojiblanco se estaban acercando para saludarlo de buena educación a raíz de la victoria, por un momento sintió un poco de celos al ver a Iván Rakitic, con su cabello rubio y su sonrisa amable, dirigirse ante él. El hecho de que fuese el crush de su novia le hacía rodar los ojos de una forma molesta, pero el Croata solo le demostró simpatía y amabilidad.

Hasta que, por alguna razón, comenzó a hablarle de Gaia, diciendo todo lo que a ella le gustaba, como si supiera que ellos dos eran amigos o estaban involucrados de alguna forma. Fue el jugador del Sevilla quien le había plantado la idea de la sorpresa para su novia en la cabeza, volviéndose un pensamientos que no parecía querer irse de ahí y no fue hasta que intercambiaron camisetas, donde él dijo aquella famosa frase: «Sevilla tiene un color especial» y le guiñó un ojo, que pudo maquinar todo aquello que le estaba intentando hacer ver.

Fue ahí que lo entendió, los nervios aflojaron en su cuerpo y sabía que era hora de dejarlo salir porque le era difícil esperar un segundo más con aquel secreto. Con manos nerviosas, tecleó una rápida respuesta hacia su amiga: «Quizás lo hagamos», lo más certero que podría haberle dicho y que evitaría que ella se involucrara más.

—Estás hermosa —le susurró a Gaia al oído, sintiendo como su corazón latía con fuerza—. Yo… yo te dije que te tenía una sorpresa, ¿no? —Ella asintió, emocionada—. Quiero dártela ahora, ¿crees que es buen momento para irnos?

El entusiasmo de la rubia se hizo más evidente, quizás demasiado como para pensar de forma rápida y lógica una excusa lo suficientemente creíble para sus demás acompañantes. Lo supo cuando, al soltarla, todos los miraron con la sospecha brillando en sus ojos, se olían que ahí había algo raro.

—¿Para qué os quiere Xavi a esta hora? —les cuestionó Gavi, extrañado.

Gaia le sonrió, de manera fingida por su intromisión mientras se levantaba de la silla. Él no dudó en imitar su acción, llamando aún más la atención.

—La verdad es que a mí me está buscando Sarah —mintió la rubia, como si nada—. Me he pasado con ella dejándole todo el trabajo solo por mi capricho de tener el día libre, está un poco agobiada y ha dicho que me necesita.

—Es a mi a quien quiere Xavi, solo me dijo que regresara al hotel —explicó, de forma tan vaga que era evidente que Gavi, Javi y Aurora captaron de inmediato que era una mentira—. Dice que es algo importante, la verdad no lo sé.

Su inútil encogimiento de hombros que buscaba ser casual, no llegó a despejar ninguna duda. En realidad, solo había añadido más leña al fuego de la sospecha que habían encendido; pero la verdad era que estaba demasiado extasiado como para pararse a pensar en ese tipo de cosas. Se despidieron de todos con una exagerada rapidez, disculpándose por la manera en la que se estaban yendo y, sobretodo, lo temprano que lo hacían, para después, entre risas por estar recibiendo indiscretas miradas, ambos se abrieron paso fuera del restaurante.

El viento frío de la noche se coló en su cuerpo, mezclándose con la emoción latente que sentía. No pensaba negar, bajo las brillantes estrellas del cielo, lo nervioso que se sentía por la idea de tener una cita con su novia en Sevilla. Deseaba que todo saliera bien esa noche; pero, aún más que eso, lo único que anhelaba con toda el alma era que a Gaia le gustara porque eso era importante para ella. Algo que había estado deseando tener desde el primer minuto en que la conoció y empezaron ese juego de coqueteo entre ellos, mucho se había tardado.

Sintió como Gaia entrelazaba sus manos, el brillo emocionado de sus ojos no se apaciguaba y la sonrisa radiante de su rostro no tomaba descanso alguno al verlo. Por un momento, creyó estar en alguna especie de sueño, porque parecía casi irreal estar admirando su belleza bajo la luz de la luna, dónde ella resaltaba justo como la más brillante estrella en cielo nocturno. Correspondió su ansia, dándole un beso en la palma de la mano, aquel gesto que los identificaba.

—¿Cuál es mi sorpresa, cariño? —preguntó.

—Me pareció que este sería el lugar indicado para nuestra primera cita romántica como una pareja oficial.

La sonrisa en el rostro se Gaia se hizo más grande y sus ojos azules brillaron por la eufórica felicidad ante la idea, lo cual le provocaba una enorme sensación de orgullo al saber que era él quien provocaba ese sentimiento en ella. Sabía que lo estaba pasando un poco mal por todo el asunto de tener que llevar su relación en privado, y por eso quería hacer algo especial, tener un momento a solas en dónde solo pudieran ser ellos mismos disfrutando como una auténtica pareja. Así que, ignorando a las pocas personas a su alrededor que esperaban poder ingresar al restaurante que abandonaron, Pedri tiró de su novia, rodeándola en un abrazo y quedando tan cerca que solo estaba a centímetros de su rostro.

—Sevilla es una fuente de inspiración para ti y quise darte un recuerdo que pudieras usar aún sin estar aquí, y que te inspire a seguir sacando tu lado artístico.

—Eso bastante bonito, pero te aseguro que no lo necesito. Al menos, ya no —le dijo Gaia. La seguridad con la que le habló le hizo fruncir el ceño con confusión—. Afecte meu, no sé si te has dado cuenta, pero tú eres mi nueva y única fuente de inspiración.

Las palabras no salieron de su boca ante esa confesión, sentía que todo lo que pudiera decir iba a estar de sobra en ese momento. Enternecido, utilizó su silencio y juntó sus labios en un suave beso, buscando transmitirle todo lo que estaba sintiendo con ese acto, esperando que pudiera captar toda la felicidad que ella había traído a su vida desde el primer minuto en que apareció. Si así se sentía el amor, entonces el único deseo que le pedía a la luna era que nunca se lo arrebatara, porque ya no se podía imaginar un futuro sin esos ojos azules a su lado.

—¿Ya puedo quitarme la venda?

La pregunta salió de sus labios con un tono ansioso, haciendo reír a Pedri. Quizás porque era la décima vez que lo preguntaba en menos de quince minutos, después de bajar del taxi que habían tomado. No iba a decir ni una mentira, la emoción le recorría cada parte del cuerpo desde el primer minuto en que su novio le anunció que le tenía una sorpresa y solo fue creciendo a pasos agigantados cuando una tela fue puesta sobre sus ojos para seguir manteniendo el secreto por un poco más de tiempo. El Canario mantenía las manos en su cintura, guiándola por un lugar, mientras seguía en silencio.

Con su ayuda, y aún vendada, tuvo que subir unos cuantos escalones y caminaron un corto trecho de lo que parecía ser un camino al aire libre, porque podía sentir la brisa fresca chocando contra su cara. Un extraño olor a flores se le impregnó en la nariz, haciendo que su emoción subiera aún más, provocándole muchas ganas por querer ver qué era lo que había planeado su novio para aquella cita. Le halagaba de sobremanera que a pesar de el acuerdo de llevar la relación en secreto, se haya tomado el tiempo de tener un detalle como ese con ella. La verdad, es que solo la idea de tener un tiempo a solas con Pedri en modo pareja, le era súper encantadora.

—¿Lista? —le preguntó, al detenerse. Gaia asintió de inmediato, de forma enérgica—. Yo en serio espero que te agrade… No lo sé, quizás pienses que es aburrido o tonto, pero creí que te gustaría y…

—Pedri, ya quítame esto —exigió.

Lo escuchó reír, mientras la tela que cubría sus ojos era removida. Se llevó una agradable sorpresa al ver dónde estaba parada, en medio del camino de una entrada, alumbrada con faroles de luces y, a cada lado, habían plantado diversos tipos de flores, desde las más comunes rosas rojas hasta un par de margaritas y tulipanes. Era una escena tan hermosa de ver a la luz de la luna, dándole un aspecto impecable y sumamente encantador. Reconocía el lugar donde estaba, lo visitó varias veces en el pasado y una sonrisa se escapó de sus labios ante la idea de volver a estar ahí.

—¿Un museo?

El tono burlesco de su voz no era malintencionado, sino que iba dirigido con la emoción contenida que sentía, demasiado enternecida por la idea de Pedri. Sin embargo, el rostro de su novio cogió un especial color rojo debido a eso, mostrándole la vergüenza que estaba sintiendo ante su propia idea y lo nervioso que se encontraba ante la expectativa si la sorpresa que tanto se guardó y planeó iba a gustarle.

—El Museo de Bellas Artes de Sevilla —corrigió, con timidez—. Pensé que… bueno, que sería una buena idea y algo divertido. Hoy es el último día de una exhibición de arte que han estado mostrando, creí que podía interesarte.

—¿Cuál es el título de la exhibición? —preguntó. Pedri clavó sus ojos en ella con confusión—. ¿Cómo se titula la exhibición de arte? —Nada, su novio no parecía saberlo—. ¿No tienes algún folleto que te de información sobre la exhibición que vamos a ver?

La rubia observó con ternura como su novio asentía de manera frenética, asintiendo de arriba abajo rápidamente, mientras sacaba un folleto del bolsillo interior de su chaqueta. Contuvo su risa, cuando se dijo a si misma que no podía sacar a Pedri de su zona de confort, dónde predominaban el fútbol, los videojuegos y los plátanos de Canarias.

—“Los colores de la vida” —leyó, para mirarla de nuevo—. La exhibición comprende de distintos cuadros realizados por un artista italiano, que ha decidido mostrar su arte en orden de los colores del arcoíris. Inspirado principalmente por la psicología del color de cada uno de ellos y lo que representa para él.

—¿Eso también lo dice en el folleto?

Pedri asintió, haciéndola reír. La verdad era que la idea le gustaba, hacía mucho tiempo que no visitaba un museo por estar tan ocupada con su trabajo y ver las obras de arte era algo que le parecía disfrutaba. Sin embargo, no olvidaba como esa misma tarde, él había descubierto su cuaderno de dibujo y, por ende, el amor que le tenía al arte. Fue un fuerte golpe para su tonto corazón, que estaba empezando a enamorarse, darse cuenta que el canario había escogido ese lugar como su primera cita de pareja, sobretodo por el tema de aquella exhibición, teniendo en cuenta lo que le contó en la tarde acerca de su estilo al pintar.

—¿Y? —insistió Pedri, jugueteando nerviosamente aún con el folleto entre sus manos—. ¿Te gusta? Si no, podemos hacer otra…

No lo dejó terminar, Gaia había tomado la decisión de callarlo con un beso. Estaba demasiado emocionada por la idea de tener una verdadera cita con su novio y lo que más le enternecía era que la había preparado en base a algo que a ella en serio le gustaba. Quizás un museo de arte no ero algo increíble para otras personas, pero para ella se trataba del mejor plan de la vida.

O quizás simplemente era perfecto porque estaba con él.

—Es la mejor cita a la que me han llevado, afecte meu.

Pedri rió.

—Aún no cantes victoria, ullets blau. No hemos visto nada de la exhibición, pero leí que está muy bien calificada.

—Y aunque no lo estuviera —dijo, con una sonrisa—. Sabes que mi opinión no cambiará, ¿vale? Gracias por hacer todo esto por mi, amor.

—No agradezcas, es una cita. Es lo mínimo que puedo hacer por ti, después de… ya sabes, la discusión que tuvimos.

Sin querer pensar en eso, Gaia le sonrió para tranquilizarlo y se estiró hacia él para dejarle un beso en la mejilla. Ninguna molestia anterior iba quitarle la emoción por estar teniendo una cita con su novio en uno de los mejores museos de Sevilla, a la luz de la luna. Con un movimiento rápido, le quitó el folleto de las manos y le dio una ojeada, tomando toda la información que necesitaba de la exhibición y dándose cuenta habían varias zonas por ver, porque cada pasillo representaba únicamente un color del arcoíris.

—Bien, ¿qué color vemos primero?

Su pregunta le hizo sonreír, con aquella picardía que le dio a entender que él ya había pensado en eso. Parados aún en medio de la entrada del museo, rodeados a ambos lados de los diversos tipos de flores, el mediocampista le tomó de la mano con cariño y se la acercó a los labios para poder dejar un beso en esa zona. Gaia ya no sabía cuántas veces ha hecho ese gestos desde que se conocieron, pero sí que cada vez que lo hacía podía sentirse como la chica más afortunada de todo el mundo.

La idea de tener una cita le era increíble, le emocionaba a grandes escalas porque era cierto que aún siendo pareja, no habían tenido la oportunidad de salir oficialmente solo ellos dos juntos a un lugar para poder compartir, sobretodo por un específico detalle que era difícil de pasar por alto. Su relación, que era secreta para todo el mundo, incluso para sus amigos y compañeros de equipos —Habiendo solo un par de excepciones— les colocaba en la difícil posición de no poder tener un momento a solas, para no crear sospechas.

Sin embargo, ahora estaban ahí, en uno de los museos más visitados de Sevilla, a punto de ver una exhibición de arte, dónde las pocas personas que los acompañaban esa noche los observaban al pasar, quizás reconociéndolos; pero sin hacer el menor gesto de querer acercarse. Fue por ello que, por un momento, pensó en hacer notar ese detalle, recordar el acuerdo al que llegaron; pero la enorme sonrisa en el rostro de Pedri y la nula importancia que él le daba a su alrededor, fue lo único que necesitó para tranquilizarse y dejarse llevar. En cambio, le apretó con cariño la mano y repitió con más entusiasmo su antigua pregunta.

—Empezaremos con un color que me recuerda mucho a ti, amor.

—¿Ah, sí? ¿Y cuál se supone que es ese?

El apretón en su mano se hizo más fuerte, lo escuchó soltar una risa y fue ahí cuando Pedri tiró de ella para poder ingresar completamente de una vez al museo. Una vez dentro, pudo darse cuenta que no estaba lleno en su totalidad, quizás se debía sobretodo a la hora, pero sí había un pequeño grupo de personas que se encontraban caminando por el lugar, observando con detenimiento las pinturas y esculturas, sin prestarles ningún tipo de atención. Concentrándose en lo que habían ido a ver, recordó que la exhibición estaba dividida en los diversos pasillos, ordenadas en la forma de los colores del arcoíris, donde al inicio de cada uno se encontraba un pequeño y bonito cartel con el nombre del color que podía verse ahí. A Gaia le dio mucha curiosidad saber por qué la primera opción de su canario era el amarillo.

Una vez dentro, casi no parecía que fuera de noche, porque el pasillo era una completa explosión de luz, pero no de aquellas que te molestan la vista y te ciegan, sino de esas que te iluminan el camino y lo colocaban más lindo. Aunque las figuras y las pinturas tenían muchos más colores, el que más resaltada en todas y cada una de ellas era el amarillo. Habían algunas personas con ellos ahí, que les echaron una rápida mirada antes de volver la atención a las leyendas expuestas en cada cuadro, dónde el pintor colocaba el nombre y su inspiración para crearlo.

Aunque Pedri pasó las tres primeras pinturas de largo, hasta detenerse frente a una en específico, Gaia no necesitaba poder leer mentes para saber la razón por la cual esa era la primera que podían apreciar. El cuadro mostraba un campo de girasoles en pleno atardecer, todo de una forma tan brillante e intensa, dónde las suaves pinceladas mezclaban los diversos tonos del color amarillo para darle profundidad. «Gioia solare», podía leerse en el rótulo del nombre y solo pudo pensar en que aquel nombre le quedaba perfecto.

—Según la psicología del color, el amarillo es un poco contradictorio —inició Pedri, mirando al cuadro. Gaia alzó la ceja, invitándolo a seguir—. O ambiguo, porque representa cosas buenas y malas a la vez. De manera personal, se habla de la alegría y el optimismo, mientras que en una forma más cultural, se asocia a la mentira y la cobardía.

—¿Y, según tú, cuál de esas representaciones te recuerda a mi?

Pedri esta vez sí la miró, dándole una amplia sonrisa.

—La primera vez que te vi, joder, fueron tus ojos azules los que llamaron mi atención —dijo, con cariño—; pero luego me di cuenta de la energía que te rodea. Era como un aura, una especie de explosión de pura luz, de esas que te motiva a sonreír de alegría, embargándote de una auténtica felicidad.

» Yo te veo en amarillo, el más puro rayo de sol que trae calidez a mi vida.

Esa era la cosa más bonita que le habían dicho a Gaia en toda su vida. No sabía cómo reaccionar, pero el puchero entre sus labios no era de tristeza, sino que buscaba demostrar lo conmovida que se sentía ante esas palabras.

—Yo es que a veces no sé si eres futbolista o poeta.

Pedri le besó, la mano, riendo con fuerza.

—Un poco de ambas —dijo—. Contigo puedo ser un poeta, ahora más que nunca que sé que tú eres toda una artista.

—Supongo que fue por eso tu buena idea de traerme a un museo como primera cita.

—A ver obras de arte de pintores italianos —añadió Pedri con orgullo—. Aunque, para ser sinceros, yo prefiero a los artistas catalanes —la señaló—, sino mira la hermosa obra de arte que tengo a mi lado.

Gaia soltó una fuerte carcajada por el halago, cuando Pedri se acercó para abrazarla. La dosis perfecta de romanticismo y diversión, justo como a ella le gustaba.

—¿Qué te parece, eh? Estoy siendo muy culto, eliminando el estereotipo de los futbolistas tontos. Que no se note que quiero estar a tu altura… —Pedri se calló de repente, Gaia hizo una mueca al ver su sonrisa burlona—. Bueno, no literalmente, eso está claro.

—Eres un…

Gaia no pudo terminar su oración, se encontraba falsamente ofendida por la burla de su novio y la manera tan fuerte en la que se estaba riendo de ella.

—No eres gracioso, tonto —bufó, haciéndolo reír más fuerte—. No acepto burlas sobre mi estatura y te juro que si empiezas a llamarme minion…

—Ese apodo no me gusta —le interrumpió—. Sabes que yo siempre preferiré llamarte “mofletes”, te queda mucho más.

Gaia rodó los ojos, manteniendo su pose ofendida.

—Solo lo acepté porque estaba borracha.

—Y no sabes lo bonita que te veías esa noche —dijo él. Gaia entrecerró sus ojos, tomando un respiro y haciendo su mayor esfuerzo para no dejar salir una sonrisa—. Hoy también estás hermosa, demasiado y casi siento que estoy en un sueño.

La rubia fue débil y esta vez sí dejó escapar una sonrisa ante esa declaración, sobretodo porque estaba de acuerdo con aquella idea. Ella también se sentía como en un sueño, solo que este se había convertido en una realidad. Se dio cuenta que Gavi tuvo bastante razón cuando les dijo que eran una parejita de cuento de hadas, porque cada vez que estaba al lado de Pedri, él la hacía sentir de una manera tan especial y única, justo como una princesa. Todo gracias a los enormes sentimientos que él le provocaba, haciendo revolotear a las miles de mariposas en su estómago con cada gesto romántico que hacía por ella.

—¿Quieres seguir viendo la exhibición, cariño?

Asintió, tomándole con más seguridad la mano. A medida que avanzaban en el pasillo, podían observar los distintos cuadros, perdiéndose en la belleza de cada uno de ellos y eso le permitió pensar un momento, Gaia en serio no se había detenido a tomar en cuenta lo que pensó que iba a perder al tener una relación secreta del mundo. Pedri y ella eran igual de famosos y reconocidos en España, por lo que tener citas como esas iban a ser una tarea demasiado complicada más adelante, porque sus salidas públicas iban a atraer una ola de rumores. Con cada uno de ellos, haciendo eco en los distintos medios, iba a ser difícil ignorarlos y disimular solo una amistad entre ellos.

Sin embargo, ahora estaban juntos, disfrutando de una noche romántica en el museo, de una cita mientras actuaban como la pareja que eran. Pudiendo besarse y abrazarse, caminar de la mano y reír uno al lado del otro sin necesidad de esconderse y mucho menos de mentir, incluso habían podido tomarse un par de fotos. Se dijo a si misma que quizás estaba haciendo un drama innecesario por ello, era solo mantenerse con un bajo perfil —Difícil para ella— por unas cuantas semanas, ya luego podrían salir a la luz y decir la verdad.

—Tengo que aceptar que esta idea fue bastante buena —halagó Gaia, justo cuando volvieron al pasillo principal del museo, luego de haber pasado por el amarillo, el rojo y el naranja—. Es una lástima que no podamos verlos todos, se está haciendo tarde.

—Sí, ya se está haciendo muy de noche, deberíamos regresar al hotel.

—Eh —le detuvo—, antes de irnos quiero visitar un último color. Este me recuerda mucho a ti, cariño, por favor.

Pedri frunció el ceño, con una sonrisa.

—¿Y cuál sería ese?

Gaia le dio un rápido beso en la mejilla, antes de sonreírle con todos sus dientes y tirar de él con entusiasmo, para poder llevarlo con rapidez hacia el pasillo que había estado deseando visitar desde hace un buen rato. La risa de su novio hacía eco detrás de ella, combinándose con el sonido de sus pasos mientras la seguía y, de pasada, podía leer el rótulo dónde se indicaba cual era el color que iban a ver a continuación. Era bastante previsible, sobretodo de su parte, porque antes ya mencionaron un par de veces lo mucho que le gustaba.

Al entrar, pasillo desprendía un aura de serenidad, como si la calma llenara cada espacio del lugar. El primer cuadro que vieron se trataba de un bosque, con la luna llena brillando sobre él y, lo que más le gustaba de aquella pintura, es que, a pesar de ser claramente de noche, no se veía ningún tono oscuro en él, no existía la oscuridad. Los árboles eran altos, sin hojas, solo las ramas siendo alumbradas por el brillo de la luna, el color azul le proporcionaba ese tono frío; pero sin dar ninguna sensación negativa, sino que invitaba a la reflexión.

Si ella para Pedri era el color amarillo, él era su color azul.

—Muchos piensan que el azul solo puede significar tristeza, aunque es bastante común utilizarlo para expresar esa emoción, no se debe tomar únicamente por ese lado —comenzó a hablar Gaia, soltando la mano de Pedri y caminando hacia atrás, para colocarse en medio del pasillo vacío—. El azul es el color de la calma, transmite paz, confianza y serenidad.

Pedri la seguía a pasos lentos, asintiendo para darle a entender que la escuchaba, mientras se dejaba llevar por la belleza de los cuadros.

—Tú eres eso para mí —soltó, con tanta seriedad que atrajo su mirada—. El amarillo es un color tan enérgico que a veces no sabe cuando detenerse o cuando dejar de actuar impulsivamente, siempre va a necesitar a su compañero, el color azul, aquel que está dispuesto a ser la serenidad y la calma en su vida.

Sonrió, el pasillo se encontraba solo y en completo silencio. Ella estaba parada justo en el medio, observando como Pedri no podía dejar de mirarla, con sus ojos marrones brillando en un toque especial, mientras se acercaba con lentitud. El ambiente era chocante, como si dos flujos de energía buscaran predominar sobre el otro, uno de ellos siendo electrizante y el otro sereno. Hasta que sus manos se entrelazaron, combinando ambas energías en una sola y dándose cuenta que podían fusionarse, porque así tendrían más fuerzas.

El Canario no la soltó, sino que puso fin a la poca distancia que los separaba, inclinándose hacia ella y haciendo rozar sus labios. El ambiente era tan íntimo y personal, sumamente especial, que Gaia no quería que eso se acabara, sabía que estar así por el resto de su vida iba a significar felicidad.

—El amarillo y el azul al combinarse crean el color verde —susurró Pedri, contra sus labios—. Muchos dicen que simboliza el bienestar y la felicidad, y eso es justo lo que somos tú y yo, Gaia.

Asintió y, como si estuvieran siendo atraídos por un imán, sus labios se juntaron, en una muestra de la mezcla de la energía que irradiaban. Los fuegos artificiales ya no existían, habían sido usurpados por explosiones de colores, dónde se podía sentir todo aquello que se dijeron antes. La alegría. La calma. La felicidad. La seguridad. El bienestar.

El amor.

Porque aunque no se había mencionado, ahí estaba, bailando entre ellos, en medio del beso, y de una forma silenciosa. Sin embargo, estaba dispuesto a permanecer más tiempo en las sombras, porque sabía que no necesitaba ser nombrado para salir a la luz, él existía y estaba dispuesto a esperar el tiempo necesario para surgir. Gaia no mentía cuando le había dicho a Pedri que esa era la mejor cita de su vida.

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