oxxi. capítulo veintiuno

━━━ F. C. B A R C E L O N A
⚽ ♪ 。 Un dia de partit
lexxie & marce
fanfiction 🔵🔴

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Pequeña aclaración:
Los diálogos en cursiva establecen que los personajes están hablando en otro idioma, concretamente en catalán.

La confusión fue lo primero que llenó su cabeza cuando abrió los ojos y no pudo reconocer de buenas a primeras el techo de la habitación en la que se encontraba. Hasta que las formas de estrellas que se reflejaban en él le dio la única pista que necesitaba para que pudiera despejar las dudas y dejara atrás el leve momento de desconexión. Una sonrisa se formó en sus labios, con la gratificante sensación arraigándose en su pecho al darse cuenta que no estaba soñando, sino que era la más pura de las realidades.

Para Pedri no era la primera vez que despertaba con una chica, pero sí podía confirmar que esta era la única vez que se sentía tan especial. Despegó sus ojos marrones del techo blanco, lleno del montón de estrellas que lo decoraban y alumbraban la habitación, y los posó en la figura durmiente al lado suyo. Un entrañable calor empezó a cubrir su corazón, provocándole un rápido palpitar que no parecía querer aminorar su marcha, y sin quererlo una sonrisa se asomó por sus labios al sentir como Gaia se apegaba a él, aún dormida, en busca de un poco de calor en esa fría mañana.

Sabía que podía acostumbrarse muy fácil a despertar con esas vistas. Con el rubio cabello de Gaia desordenado, con el semblante de su rostro relajado y durmiendo tan plácidamente a su lado con total seguridad. Era una imagen que estaba seguro de querer ver por mucho tiempo, una que podía apreciar y admirar, sintiéndose satisfecho consigo mismo porque la chica que dormía entre sus brazos se trataba de su novia.

«Joder, que lindo suena», se dijo Pedri a si mismo en su cabeza. «Gaia Piqué, mi novia. Mi novia, mi novia», repitió con una suave sonrisa entre sus labios. Aún sin creerse por completo que era verdad, que había logrado conquistar a aquella chica que lo flechó desde el año pasado. La que logró colarse tan dentro de su cabeza que incluso en Qatar, a miles de kilómetros de Barcelona, no podía dejar de pensar en ella.

La voz burlona de su cabeza resonó, riéndose de sus pensamientos por lo nuevo que parecía en ese ámbito romántico a pesar de que no lo era. Aunque sí se sentía diferente, ningún ligue o novia de su pasado podía llegar a igualar el nivel de cariño con el que se llenaba su corazón cuando veía a Gaia. O la cálida felicidad genuina que se instalaba en su pecho cuando la escuchaba reír, sintiéndose deseoso de que ese ruido no se acabara nunca porque era él quien lo provocaba.

Quizás ese día en el Camp Nou, cuando sus ojos azules se posaron en él por primera vez, tuvo que haber sido la única señal que necesitó para saber que iba a caer por ella tan fuerte que no iba a existir nada mejor que estar a su lado.

Sus ojos se posaron en Gaia durmiendo tranquilamente en su pecho, su semblante era relajado y su respiración suave, bastante tranquila. La comodidad en la que se encontraba logró sacarle otra sonrisa orgullosa, ella se sentía segura a su lado y él estaba dispuesto a pasar todo el tiempo posible ahí solo para seguir admirando esa vista. Con lentitud, tratando de no hacer ningún movimiento brusco que pudiera despertarla, la acomodó un poco más encima de él, pudiendo sentir el roce de sus pieles desnudas y se concentró en acariciarle la espalda, creando figuras abstractas e invisibles con su dedo.

Los recuerdos de la noche anterior —Y de buena parte de la madrugada— invadieron abruptamente su mente, como una especie de recordatorio para terminar de aceptar que todo era verdad. Cerró los ojos, disfrutando la gratificante sensación de satisfacción que le llenaba el pecho, una especie de ebriedad ocasionada por todo el mar de emociones que sentía por Gaia. Así que, dispuesto a disfrutar unos minutos más del momento, se acomodó mejor en la enorme cama para poder seguir durmiendo.

El olor a vainilla llegó a su nariz cuando empezó a acariciar el suave cabello rubio de Gaia, sacándole una sonrisa inconsciente porque ese aroma se había quedado impregnado en él desde el primer momento en que se conocieron oficialmente. Volviéndose su esencia favorita en el último mes, sobretodo porque era algo muy característico de su novia, que de inmediato le hacía pensar en ella.

No podía adivinar que hora era, pero cuando su mano se aferró a la desnuda cintura de Gaia y una risa conocida se escuchó por la habitación, supo que era momento de despertar.

—Cualquiera pensaría que no quieres dejarme ir.

Miró a Gaia, con una sonrisa, y le dio un juguetón apretón en la cintura.

—Es que no quiero dejarte ir —respondió, sacándole una risa—. ¿Desde hace cuánto estás despierta?

—Un par de minutos, tan solo. Me desperté por las cosquillas.

Movió la mano por su cintura, dejando una suave caricia en esa zona y sacándole otra risa.

—Lamento haberte despertado, cariño, no fue mi intención —susurró, acariciando su cabeza y aprovechando para fijarse en la mesa de noche mas cercana, donde un reloj digital estaba colocado, marcando la hora—. Es muy temprano, ¿por qué no mejor seguimos durmiendo un ratito más?

«¿Y como negarme a eso cuando me lo pides tan bonito?», dijo Gaia en su cabeza. Pedri para ella era una caja de sorpresas, porque había resultado mucho más tierno y cariñoso de lo que pudo llegar a creer que era en un principio. Su Canario tenía una carita de niño bueno, de esos que no rompían ni un plato; pero con el pasar del tiempo pudo descubrir que esa era solo su apariencia. Poseía una actitud coqueta, extrovertida y un carisma único que lo hacía resaltar entre todos y, por si fuera poco, también le mostró lo verdaderamente romántico que podía llegar a ser.

¿Cómo podían pedirle a Gaia que no cayera ante Pedri, si era todo lo que había estado buscando?

Gaia terminó aceptando con gusto su propuesta, moviéndose un poco en la cama para acercarse más a él, sin dejar ni un ápice de distancia entre ambos cuerpos. La sensación de calidez la arrolló por completo cuando Pedri comenzó a dejarle caricias por toda su piel al descubierto, con sumo cariño. Cerró los ojos, con la cabeza recostada en su pecho y se dejó llevar por los recuerdos de la noche anterior que llenaron su cabeza.

Una sonrisa floreció entre sus labios, sintiéndose plenamente satisfecha porque el momento a solas que habían estado deseando al fin se les cumplió y de la mejor manera posible.

La pareja estaba en su propio mundo de amor, durmiendo en la cómoda y acolchada cama, con una paz interior difícil de quitar. La cual no les duró mucho debido al repentino sonido de un celular retumbando por toda la habitación y haciendo que la tranquilidad de la mañana se diluyera. Gaia soltó un bufido, seguido de un bajo murmullo de groserías ante el molesto ruido que se colaba por sus oídos, sin embargo, la vergüenza se instaló en ella al reconocer la música.

Cubriéndose la boca por un bostezo que salió de si, se separó del cuerpo de Pedri y, con unos cuantos movimientos en la cama, se estiró hasta la mesita de noche para poder coger su móvil y apagar la alarma, aquella que le indicaba que ya era una hora prudente para despertarse.

—¿Has puesto una alarma? —preguntó Pedri, en son de burla. Gaia no le respondió, estaba más concentrada en deleitarse la vista con su torso desnudo, que quedaba al descubierto porque las sábanas estaban estratégicamente colocadas solo para cubrir de la cintura hacia abajo. Era una vista con la que podía acostumbrarse a despertar—. ¿O planeas echarme de aquí antes de que llegue Geri, amor?

Gaia negó, riendo por su tono de voz.

—Esa no era mi idea, si te soy sincera. A… bueno, a menos que tú quieras irte.

Su voz flaqueó al decir esas últimas palabras, dejando salir nuevamente ese pequeño destello de inseguridad que habitaba en ella. Sabía que no era nada justificada, Pedri le había dado mil razones y demostrado con muchas acciones que no tenía porque sentirse de esa manera. Aunque a veces le era imposible evitarlo, suponía que se debía a las malas experiencias amorosas que tuvo en el pasado, pasándole factura con quién menos debía.

De inmediato, una ronca risa la sacó de sus dudosos pensamientos. Pedri se removió entre las sábanas, mostrando su pecho desnudo y olvidándose de cualquier clase de pena que pudiera existir entre ellos, con diversión, sus dedos fueron trazando un suave camino de caricias en la piel desnuda de Gaia y, cuando ella estaba a punto de decir algo, se las ingenió para tomarla de sorpresa con un rápido movimiento y moverla hacia una mejor posición en la cama.

Gaia no opuso mucha resistencia, solo se dejó llevar por las suaves manos de Pedri y, con solo una de las sábanas blancas interponiéndose entre sus cuerpos desnudos, se sentó a horcajadas de él. Frente a frente, no pudo esconder el puchero de falsa tristeza que tenía entre sus labios, el cual desapareció cuando una risa salió de ella en el momento en que el canario le dejó un beso en la mano.

—¿Cómo se te puede ocurrir que yo me quiero ir, amor? —le dijo Pedri, son una sonrisa divertida—. Lo único que quiero es estar todo el día a tu lado.

La rubia trató de mantener una expresión neutral, no dejarse comprar con las palabras bonitas; pero fue débil, cayó ante él de inmediato. La risa de Pedri volvió a escucharse y Gaia se unió con la suya, inclinándose un poco hasta poder dejarle un beso en la mejilla.

—No sabes como me gustan todas las cositas bonitas que me dices —dijo Gaia, sin apartar la vista de su pecho desnudo—. La alarma la puse porque sabía que Geri no iba a estar, él es quien suele levantarme temprano para que no llegue tarde al trabajo. No quería ganarme un regaño de Xavi o de Laporta.

—Es una suerte que esté yo aquí para servirte de despertador personal, ¿no? —bromeó—. De todos modos, no creo que Xavi te regañe, te adora demasiado como para hacerlo, y yo tampoco permitiría que lo haga por mi culpa.

Gaia alzó una ceja, en forma divertida.

—¿Habrías tomado la culpa por mi si llegaba tarde? —Pedri asintió, sin duda alguna—. Eso es lindo, ¿pero cuál habría sido tu excusa para librarme? ¿“Míster, no culpe a Gaia, sino a mi. La dejé agotada anoche “?

La ronca risa de Pedro quedó atascada en su garganta, siendo sustituida por un suave suspiro provocado por Gaia y la manera en la que se acomodó mejor encima de él, creando una suave fricción entre sus partes íntimas separadas únicamente por una fina sabana blanca. La rubia se creyó ganadora de ese pequeño jugueteo, tratando de hacerle recordar al chico debajo de ella lo que había sucedido entre ellos, pero se vio sorprendida cuando su acercamiento provocó que las manos del canario se dirigieran a su trasero, dando un leve apretón.

—Sabes que no lo habría dicho de esa manera —dijo Pedri como si nada, continuando la conversación, pero aún con sus manos en aquella parte baja de su cuerpo—. El míster no sentirá pena de pedir mi venta si llego a decirle algo como eso.

—Chistoso de tu parte creer que saldrás vivo de Barcelona si llegas a decir algo así —rió Gaia—. ¿Por qué no mejor nos dejamos de tonterías y vamos a desayunar?

—Solo si me dejas hacer el desayuno. No soy el mejor cocinero del mundo, pero me defiendo bastante bien.

Gaia mordió el interior de su mejilla, conteniendo una sonrisa provocadora que quería salir de ella; pero sus labios dejaron salir las palabras antes de pensarlo dos veces.

—Yo confío en ti, ayer me diste muy buenas referencias de lo que sabes hacer —dijo, pasando sus brazos por los hombros de Pedri y acercándose más a él—. Ya he probado un poco de ti para poder decirte que me gusta mucho.

Las manos en su trasero se afianzaron en ese lugar con aún más fuerza y los recuerdos calientes de la noche anterior no tardaron en llenar su cabeza, provocándole un cosquilleo de excitación en la boca de su estómago. La sábana blanca que tenía el trabajo de cubrir su pecho desnudo cayó en el momento justo y de inmediato pudo sentir como los ojos marrones de Pedri se fijaban en ella, brillando en el más puro y ardiente deseo.

A Gaia le gustaba sentirse de esa manera, le despertaba una nueva sensación de seguridad en ella que le hacía explotar toda su personalidad al máximo. La última relación que tuvo no acabó nada bien, una infidelidad de parte de quién más quería y que la dejó humillada a grandes escalas por no haberse sentido suficiente para esa persona. Sin embargo, eso ya se encontraba en el pasado y no era nada equiparable a lo que le provocaba Pedri.

—¿Confías en mí?

La pregunta de Pedri hizo que Gaia le diera una brillante sonrisa a modo de respuesta.

—Claro que sí, afecte meu.

—Entonces, confiarás cuando te digo que tenemos tiempo de sobra para darnos una ducha antes del desayuno.

La propuesta la animó de una forma indescriptible y eso fue todo lo que necesitaba para que el caliente ardor dentro de ella se volviera a encender. Las ganas que se tenían parecían no encontrar la manera de saciarse, solo se dejaban llevar por el deseo y la pasión que existía. Solo un minuto después, ambos estaban levantándose con risas divertidas de la cama, corriendo a través de la habitación para llegar a la ducha y poder tener otro momento de intimidad.

Luego de un caliente encuentro en la ducha, manos ansiosas paseándose por su cuerpo, besos mojados llenando el ardiente ambiente para culminar con un ansiado orgasmo, recordándole las razones por la que había estado esperando tanto para estar a solas con Pedri, Gaia bajaba las escaleras de su hogar con pequeños saltos, sin esconder la gratificante sensación de felicidad que sentía y mucho menos la sonrisa radiante en su rostro.

Saltó el último escalón y el olor a comida recién hecha le llenó la nariz, al parecer Pedri se había tomado en serio eso de prepararle el desayuno. En su camino a la cocina, atravesó el living y se quedó quieta unos segundos ante el espejo que su hermano colocó como parte de la decoración, viendo su reflejo. La camiseta negra que ocultaba la desnudez de su cuerpo ondeaba con la leve brisa del lugar, le quedaba suelta y algo larga, llegando a cubrirle la mitad de los muslos. No le sorprendía su aspecto, no era suya de todos modos, le pertenecía a su nuevo novio.

Si el living olía bien, Gaia no sabía cómo describir el aroma que se encontraba concentrado en la cocina debido al desayuno que Pedri estaba preparando y sirviendo en dos platos. Se aseguró de acercarse en silencio, hasta llegar a él y darle un abrazo por la espalda, dejando un beso en esa zona, para después recostar su mejilla.

La risa brotó de su parte de inmediato, aceptando el abrazo con gusto y dejándole una fuerte sensación de seguridad en el cuerpo. El aroma de la comida se mezcló con el olor de su jabón y el perfume de Pedri, una extraña combinación que de inmediato se transformó en su favorita. Era espectacularmente única.

—Y decías que no eras bueno cocinando —dijo Gaia, riendo—. Todo huele muy bien y sabes que no hablo solo de la comida.

—No cantes victoria cuando aún no la has probado —rió Pedri, volteándose entre sus brazos hasta quedar frente a ella. Al ver su ceja alzada, se sonrojó y terminó por añadir—: Ya sabes, yo sí hablo de la comida.

Gaia soltó una risa, le gustaba mucho la manera en la que Pedri podía comportarse tan nervioso y coqueto al mismo tiempo. Le causaba mucha ternura. Se quedaron ambos en silencio un rato, disfrutando del ambiente acogedor en la cocina, demasiado íntimo entre ellos. Su ojos azules se desviaron a sus labios, aquellos que habían sido protagonistas en la ducha, ofreciéndole un feroz momento de placer.

La catalana estaba hipnotizada, preguntándose como fue posible que de un simple coqueteo hayan crecido sentimientos tan fuertes dentro de ella por aquel canario. Quizás tenía que ver con la personalidad del moreno, con la predisposición que tuvo para con ella desde el primer momento y la forma en la que se dejó llevar con el transcurso de los días. No iba a mentir, se había fijado en él desde la despedida de su hermano y ese pequeño capricho se convirtió en una ola de sentimientos tan fuertes que ni ella misma podía creérselo.

Para Pedri no fue difícil captar que estaba metida en sus pensamientos, abrió la boca para decir algo; pero antes de que las palabras pudieran salir de su boca, Gaia se apresuró en ponerse de puntillas y estirarse lo más que pudo para besarlo. Ambos labios volvieron a unirse, moviéndose entre ellos con las mismas ansias como si fuera la primera vez, haciendo latir su corazón de una forma desbocada, que le pedía con cada uno de ellos que no parara ese contacto.

Pero ellos eran simples mortales, siendo llevados al límite por los sentimientos que tenían uno por el otro, necesitados de ese elemento vital para poder respirar.

—Basta —le pidió Pedri, en un hilo de voz, como si le costara estar haciendo esa petición—. Amor, tenemos… tenemos entrenamiento y…

Gaia no sabía si Pedri trataba de decir todo aquello para convencerla a ella de que debían parar o a si mismo, buscando ser la cordura en esa relación. No le importó, porque él cayó de nuevo en sus labios, dejándose llevar por el fuego arrasador de su interior que le rogaba no alejarse.

Y aunque la cabeza de Pedri le pedía que se alejara, recordándole que era un profesional y debía llegar a tiempo a su entrenamiento, su cuerpo parecía no hacer caso de él y decidió seguir las órdenes de su corazón. Aquel que le pedía con fuerza, sin hacer caso a la razón, que siguiera besando a su novia, que pudiera recompensarla por todos aquellos besos que estuvieron a punto de darse en el pasado y simplemente no pudieron.

En Arabia Saudí. En los pasillos de la Ciudad Deportiva. En el vestuario. Solo quería obtenerlos todos, no darlos por perdidos ya que los necesitaba como el aire para vivir. Sus manos actuaron también por voluntad propia, viéndose incapaces de abandonar el cuerpo de su novia, era una tentación verla con su camiseta, haciéndola lucir, aún semidesnuda, como una modelo de pasarela. Ante sus ojos lo era, su rubia era la descripción perfecta de la belleza y la seducción.

Olvidándose de la comida y haciendo caso solo a su corazón, dejó que sus manos vagaran libremente por el cuerpo de Gaia, tragándose con satisfacción en medio del beso todos esos suaves suspiros que ella soltaba, disfrutando de la atención que le brindaba. Hasta que, cuando se adentró debajo de su camiseta, recorriendo un poco más debajo de su cintura, se dio cuenta de la libertad de la que gozaba ante la falta de una prenda íntima bastante importante.

Su cabeza entró en corto circuito por un momento cuando el calor dentro de él volvió aún más fuerte. Joder, su novia era la personificación de la tentación, dispuesto a llevarlo al borde de sus límites y él estaba dispuesto a traspasarlos absolutamente todos por ella. Entonces, su rubia también decidió dejarse llevar y comenzar a disfrutar de su cuerpo, volviendo el beso aún más caliente y buscando obtener ese calor mientras lo acariciaba.

Ambos estaban medio desnudos en mitad de la cocina, pero aún así solo podían sentir el calor propagándose por todo sus cuerpos, en busca de una liberación. Pedri ni siquiera se dio cuenta de que la había hecho retroceder unos pasos hasta chocar contra la isla, dejándola atrapada, así que aprovechó la leve ventaja que poseía. Posó las manos en el trasero de ella, cogiéndola con fuerza hasta apegarla por completo a él. Sus labios tomaron un descanso, separándose para que Gaia pudiera dejar salir el gemido que estaba conteniendo.

¿Qué mierda está pasando aquí?

Aquel grito en catalán cargado de molestia, hizo que ambos se separaran. Gaia sintió como el calor subía a sus mejillas, pero ya no tenía nada que ver con la calentura de segundos atrás sino por la vergüenza de haber sido descubierta en medio de una caliente sesión de besos. Su mirada abochornada se posó en la figura de Gerard, su hermano mayor, parado en la puerta de la cocina con una expresión furibunda en el rostro.

La camiseta negra que usaba fue tirada hacia abajo por Pedri, una manera de tratar de ocultar la desnudez de su cuerpo en una forma desesperada por no hacer más incómodo o vergonzoso ese momento; pero ya era demasiado tarde. Los ojos azules de Gerard pasaban de ella al canario, escaneándolos con esa mirada mezclada de furia y confusión, era seguro decir que no esperaba ver esa escena a altas horas de la mañana en su propia casa.

No podía culparlo, para un hermano mayor no era nada agradable llegar a su casa después de una noche de fiesta y ver a su querida y consentida hermanita menor, usando solo una camiseta, en medio de una sesión de besuqueos con justamente uno de sus ex compañeros, y que lo único que este utilizaba para cubrir su desnudez era un calzoncillo. No importaba que Fer los haya interrumpido en la fiesta para que Geri no los descubriera, si de todos modos acabó haciéndolo, solo que un poco más tarde.

Gaia se recostó de la isla y rodó los ojos, tratando de actuar de forma despreocupada.

Carajo, me has dado un susto de muerte —dijo, como si nada en catalán, tocándose el pecho con la mano—. ¿Qué haces aquí tan temprano? Dijiste que ibas a ir a Kosmos.

La furia en los ojos de Gerard no se apaciguó ni un poco. Gaia tuvo que hacer memoria para recordar la última vez que lo había visto de esa manera y no fue hace mucho tiempo atrás, casi un año, podría decirse, cuando se enteró que su ex novio le fue infiel y quería ir a matarlo él mismo junto a los veteranos del equipo. Salvo por esa situación aislada, era raro verlo con esa actitud tan molesta, por lo general su hermano era tan relajado que jamás tuvo que preocuparse por ser regañada por él.

¡No estamos hablando de mi, Gaia Piqué Bernabéu! —bufó Gerard, volviendo a desviar sus ojos a la figura de Pedri frente a ella, que se encontraba perdido por el catalán con el que hablaban—. ¡Tú, aléjate de mi hermana ahora mismo!

Gerard lo señaló con el dedo, molesto por la cercanía que el canario mantenía con ella. Pedri frunció el ceño, sin llegar a comprender del todo, no tenía un alto conocimiento en el catalán a pesar de los años que llevaba en Barcelona, y volteó a mirarla, esperando alguna traducción por su parte. La rubia sonrió, tratando de calmarlo, y se acercó para dejarle un beso en la mejilla, escuchando una nueva queja por parte de su hermano.

Gaia no le hizo mucho caso, Gerard estaba actuando como un dramático de primera, como si ella no hubiese tenido algún novio en el pasado. Aunque sabía que quizás tenía razones para su molestia, después de todo no es agradable ver cómo tu hermana se besa con un chico, sabía que él solo estaba exagerando las cosas demasiado. Alzó una ceja en su dirección, retándolo con la mirada y solo se ganó un brillo molesto de su parte.

Deja el escándalo, gilipollas —bufó Gaia, comenzando a perder la paciencia—. La culpa es tuya, hermano. Dijiste que ibas a ir a la empresa y llegarías tarde, pudiste haber enviado un mensaje, ¿no crees?

¿Qué es mía la…? Estás de coña, ¿no? Dulzura, llego a casa y me encuentro a mi hermana semidesnuda besándose con mi compañero de equipo…

Excompañero.

Gerard le dirigió una mirada cargada de furia, Gaia la contrarrestó con una sonrisa inocente.

Venga, no sigas con este show, Geri —le pidió—. Además, es inútil que le grites a Pedri, no te está entendiendo nada.

Ambos volvieron a mirar al canario, que estaba atento a la conversación, como si tratara de adivinar un poco, con el escaso nivel de catalán que manejaba, que era lo que estaba hablando y como podía apaciguar los ánimos.

—Entonces le hablo en castellano para que me entienda —gruñó Gerard, en dirección a Pedri—. ¿Qué se supone que estás haciendo aquí con mi hermana?

—No creo que quieras que te responda eso…

—Haz silencio, Gaia.

La rubia soltó una baja risa, que solo empeoraba el humor de su hermano; pero Pedri no se dejó intimidar, la confusión había abandonado su cuerpo y tuvo la suficiente seguridad para cogerla de la mano y, ante la atenta mirada de Gerard, le respondió:

—Gaia y yo estamos saliendo, somos pareja —La furia en los ojos de su hermano disminuyó un poco—. Lamento que nos hayas encontrado de esta manera, hermano. Sé que es una falta de respeto para ti, pero no te molestes con Gaia por esto, ¿sí? Es totalmente mi culpa.

No pudo evitar dejar salir el «aw» al escuchar las palabras de Pedri, la manera en la que estaba dispuesto a asumir la culpa él sólo para defenderla le derretía el corazón. Sin evitarlo, volvió a acercarse para poder dejar un beso en su colorada mejilla, ignorando el gruñido celoso que soltó su hermano.

—Mi novio ya te ha respondido, Geri, ¿se te ofrece algo más?

Gerard rodó los ojos, soltando un bajo bufido de resignación.

—Es que de verdad, cuando me dijiste que el número ocho iba a ser mi cuñado no creí que hablaras en serio —se quejó, sacándole una sonrisa—. Tuve que haberle prestado más atención a las miraditas que os echabais en mi despedida, no sois nada disimulados. Tú —continuó, en dirección a Pedri—, no tienes ni idea de en qué te estás metiendo. Esa niña —la señaló—, es la más dramática, chillona y consentida que podrás conocer en tu vida. Diría que es una princesita, pero en realidad es una reina: Todo lo que pide, se le da.

Gaia se sonrojó ante la risa que soltó Pedri.

—Bueno, no me quieras tanto, gilipollas. ¿De qué te quejas? Tú me hiciste así, por si se te olvida.

—Y ahora estoy pagando las consecuencias de haberte vuelto una niña consentida.

Hizo una mueca y abrió la boca para responder, pero Pedri le dio un apretón a su mano y se lo llevó hasta los labios para dejarle un beso ahí. Las quejas de Gerard se volvieron a hacer presentes, pero no les tomó ninguna importancia, porque toda su concentración estaba en su romántico canario.

—Si supieras que todo eso es lo que me gusta de ella —dijo él, con seguridad. «He muerto de puro amor», pensó Gaia—. ¿Todo bien, hermano?

Gerard se encogió de hombros, eso le confirmó a Gaia que todo el numerito de hermano celoso que había montado solo fue para joderlos un poco.

—No veo razón por la cual oponerme a esto.

Fue lo último que dijo Gerard antes de desaparecer por la misma puerta que entró. Su hermano no era la persona más celosa de su vida, ese puesto lo ocupaba alguien más, así que no le extrañó en nada su actitud despreocupada luego del pequeño drama que formó.

La cocina volvió a quedarse a solas, con ellos dos como sus únicos habitantes. Pedri se volteó por completo hacia ella, cogiéndola de nuevo por la cintura y, después de darle una sonrisa tranquilizadora, juntó sus labios en un suave beso. Gaia pasó los brazos por su cuello, acercándose por completo a él para subir de intensidad.

Pedri soltó una nueva risa al separarse.

—Ve allá arriba y ponte algo. Por más que le agrade a Geri, no va a estar nada contento si ve que estás desnuda debajo de esa camiseta.

Gaia no sintió sus usuales ganas de llevarle la contraria, así que solamente le dio un asentimiento con la cabeza, sin ocultar el puchero entre sus labios ante la idea de separarse de él. Eso le hizo pensar un poco en que era la segunda vez en la que acataba sin rechistar alguna orden de Pedri, ni siquiera a su hermano le hacía tanto caso —Al menos, no sin poner alguna objeción—, así que su canario debía valorar eso de ella.

Antes de poder moverse, Gerard volvió a entrar a la cocina, con paso decidido los rodeó y fue directamente a coger uno de los platos en dónde Pedri había servido el desayuno que le preparó. El ex capitán del Barcelona siguió como si nada, antes de echarles una última mirada desde la puerta.

—Aunque acepte vuestra relación, no quiero veros besándose cuando estáis medio desnudos.

Y con eso volvió a salir.

—¿Puedes creer que ese hombre tiene treinta y seis años? —preguntó Gaia, rodando los ojos—. Porque yo no, hasta parezco la mayor.

Pedri rió, besando cortamente su puchero y dándole un apretón en la cintura.

—Ya luego nos ocuparemos de nuestros hermanos tontos, amor. Ve allá arriba, ¿vale?

Gaia rodó los ojos, pero no le quedó nada más que asentir aún con el puchero en sus labios provocando la risa de Pedri. Aceptó el beso que él le dio con gusto, antes de seguir sus indicaciones, pasando por el comedor, dónde vio a su hermano desayunando y no evitó sacarle el dedo corazón, para luego pasar por el living e ir escaleras arriba hacia su propia habitación y poder cambiarse de ropa.

En realidad no lo hizo, solo aprovechó de acomodar su cama, cambiando las mantas y recogiendo las almohadas que había tirado por sus ansias de tomar una ducha. Rebuscó en su armario con aburrimiento, cogiendo el primer pantalón corto que vio y dejándose la camiseta de Pedri. Antes de bajar, tuvo que responder varios mensajes que habían llegado a su móvil, entre ellos los de Pablo y Ferrán.

Amaba a su hermano, pero no iba a dejarlo a solas con Pedri tanto tiempo, ¿quién sabe lo que ese enorme tonto podría decir sobre ella?

Gerard estaba sentado en una punta de la mesa, comiendo tranquilamente de su plato. Pasó a su lado, dirigiéndole una mirada matadora hasta llegar a Pedri, que se encontraba a unas cuantas sillas de su hermano, con dos platos más, llenos de comida saludable que tenía buen olor. Su chico le indicó con una seña que se sentara a su lado y ella así lo hizo.

—Ya te dije que no soy el mejor cocinero del mundo, pero por ti siempre intentaré hacer lo mejor, amor.

—Ay, eres tan lindo, afecte meu.

Y Gaia no contuvo la ternura, se estiró hasta poder dejarle un corto beso en los labios, provocando que su hermano comenzara con una simulación de arcadas, como si estuviera a punto de vomitar.

—Sois de lo más cursis, ¿qué rollo con esos apodos? —se quejó Gerard—. Estoy tratando de comer y solo provocáis que el azúcar se me suba.

Comieron en un corto silencio, momento que Gaia aprovechó para reafirmar que Pedri solo estaba exagerando con sus habilidades culinarias. Quizás, como él decía, Fer y su madre eran mucho mejor por evidentes razones, pero él no se quedaba atrás y tantos años viviendo con cocineros hizo que tuviera una buena mano para la comida.

—¿Desde hace cuánto estáis saliendo? —cuestionó Gerard, cuando casi terminaba de desayunar—. Me habéis dicho que es relativamente reciente, así qué, ¿desde cuándo?

Pedri se encogió de hombros.

—Bueno, oficialmente desde ayer; pero ya llevábamos tiempo coqueteando y, ya sabes, intentando llegar a…

—¡Tío, calla, por favor! —pidió, Gerard, haciendo sonar el cubierto con el plato. Gaia rió—. ¡No me contéis de vuestras guarradas, es mi hermana, tío!

—¿Y para qué preguntas entonces, gilipollas? —bufó, riendo.

Gerard cogió un pedazo de servilleta, la arrugó y se la lanzó. Pedri soltó una risa y usó sus reflejos para evitar que esta pudiera golpearla, Gaia le dio una sonrisa de autosuficiencia a su hermano.

—Solo quería saber desde cuando me estabais viendo la cara de tonto sin decirme de vuestra relación —explicó Gerard, bufando—. Entonces, supongo que aquel partido contra el Girona no tuvo nada que ver, ¿no?

Gaia miró a Pedri, ambos confundidos.

—¿Qué tiene que ver el partido contra el Girona, hermano? —preguntó su novio.

—¿No habéis visto Twitter, gilipollas? —rió Gerard—. Fuisteis tendencia porque a Gaia se le vio con tu camiseta, en el palco VIP y fue enfocada cuando hiciste toda esa celebración por tu gol, Pedri. ¿En serio no lo sabíais?

Gaia negó, sin prestarle mucha atención al tema. La revelación de Gerard sí que la había sorprendido, pero no le importaba lo suficiente como para que se convirtiera en un problema en su vida, estaba más concentrada en saborear la deliciosa comida que había preparado Pedri. Sin embargo, sus ojos chocaron contra los de él, y vio el brillo de preocupación en ellos, lo cual la hizo sentir un poco mal.

La noche anterior habían hablado sobre mantener su relación con un perfil bajo, tratando de hacer que la prensa rosa no se metiera entre ellos y los pusiera en la mira de todas las noticias por la alta fama de ambos. Ella podía soportarlo, estaba acostumbrada a que hablaran de su vida sentimental y especularan cada semana sobre eso, pero Pedri no y no quería que la duda asaltara su cabeza cuando apenas iniciaban su relación.

Le dio una sonrisa, notando como se tranquilizaba enseguida y, antes de poder hablar, Gerard volvió a retomar la palabra.

—¿Xavi acaso sabe sobre esto? —cuestionó. Gaia mordió su labio. Joder, lo que menos quería era a su hermano entrometiéndose en los asuntos de su relación. Pedri negó—. ¿Busi, Jordi, Ter, Sergi?

Gaia no se dignó a mirarlo, pero igualmente negó con la cabeza. Gerard era un futbolista, pero jamás fue del mismo perfil que el de Pedri y quizás no iba a entender las razones por las cuales quería mantener la relación privada.

—Geri, ya sabes, es muy reciente todo y… Bueno, Gaia y yo acordamos llevarla de forma privada para evitar todo esto de la prensa, los rumores o que basen la carrera del otro solo por la relación —explicó Pedri, y para Gaia esas palabras tuvieron todo el sentido del mundo, aunque no le gustaran mucho.

Gerard chasqueó la lengua.

—¿Hasta de sus amigos y compañeros? —El tono de su voz estaba cargado de reproche, Gaia lo conocía de sobra—. ¿Es una relación privada o secreta?

No quería mirarlo a los ojos, sabía con que se iba a encontrar; pero ella había aceptado eso y, aunque debía admitir que no se imaginaba que también debía ocultarla de sus amigos, no dijo nada. Era algo de lo que ya había hablado con Pedri, ¿no? Él no parecía tener inconveniente alguno con eso, quizás debieron especificarse mejor.

—Es una relación y punto —bufó Gaia, a la defensiva—. Ya sabes, no queremos que estén encima de nosotros, como te pasa a ti con Shakira, hermanito. ¿Ya has visto a tu acosador en la puerta de casa?

La mirada de Geri no tuvo rastro de la molestia o del fastidio que esperaba, sino de pura preocupación. Le jodía estar siendo vista como una pobre avecilla que no podía con sus propias decisiones en la vida, ahora sí que estaba actuando como un tonto hermano mayor sobreprotector.

El ambiente se mantuvo en una llameante incomodidad solo por unos cuantos segundos, hasta que su hermano se relajó del todo y volvió a su actitud despreocupada, aligerándolos y haciendo que pudieran disfrutar por fin el desayuno, entre risas y bromas. De vez en cuando, Gerard soltaba algún comentario molesto hacia Pedri, pero su novio parecía ser experto en las réplicas ingeniosas y no dudaba en contestarle.

Gaia y Pedri fueron los primeros en terminar de comer, y con una velocidad mental, la rubia le indicó a su hermano que era su deber limpiar los platos, apresurándose a jalar a su novio de la mano para evitar escuchar las réplicas de su parte por esa orden. Lo último que escucharon de él fue una maldición en catalán que los hizo reír.

—Tengo poquísimas ganas de vestirme e ir a trabajar —se quejó Gaia, con un puchero y poniéndose de puntillas para poder colgarse del cuello de Pedri—. Solo quiero estar todo el día a tu lado, amor.

Pedri sonrió, antes de besarla con entusiasmo y aferrar las manos en su trasero, cogiéndola con fuerza para poder cargarla. En medio del beso, soltó un chillido cuando sus pies dejaron de tocar el suelo y enredó las piernas alrededor de la cintura de su canario, solo para poder subir la intensidad. Solo se separó cuando sintió la suavidad de su cama debajo de ella.

—Tenemos mucho tiempo por delante para poder cumplir ese deseo tuyo, mi amor —le tranquilizó su novio, acariciando con dulzura su cabello—. Debo ir a mi casa para cambiarme antes del entrenamiento, debo buscar a tu mejor amigo que se molesta si llego tarde, y tengo que pasar a… —Se calló de repente, Gaia alzó la ceja con diversión—. Tenemos trabajo, ojitos azules.

—En el entrenamiento no voy a poder besarte, Pedri.

«Pedri», repitió en su mente el canario. Era su apodo y le gustaba que le llamaran así por encima de su nombre, pero sonaba raro cuando Gaia lo decía. Se había acostumbrado a que lo llamara Pedro, era a la única a la que se lo permitía sin poner pero alguno porque le gustaba la forma en la que lo decía, con ese acento catalán y seguido de una suave risa que amaba oír.

—Pedro —le corrigió, sintiéndose algo tonto por ello. Fer se lo había dicho, accedía a todo solamente por su rubia y él estaba feliz de ello—. No hagas morros, cariño, ¿vale? Esta noche volveremos a estar juntos.

—¿Sí?

—Claro que sí, amor —aseguró Pedri—. Después del entrenamiento vienes a mi casa, me das una gran patada en el FIFA con tus habilidades, nos vemos una peli juntos en el sillón, nos hacemos algo de cenar y luego te quedas a dormir conmigo. ¿Te parece la idea?

A la cabeza de Gaia vinieron las imágenes de todo aquello que describía Pedri y no evitó esconder la sonrisa que salió de ella por lo lindo de la escena. La idea le encantaba, sintiéndose emocionada y deseando que la noche llegara ya, así que dejó sus morros de lado justo como él le había pedido y le dio una enorme sonrisa, mostrando sus blancos dientes.

—Es el mejor plan de la vida, afecte meu.

La catalana notó la felicidad de Pedri ante sus palabras y dejó escapar una suave risa cuando él comenzó a besarle todo el rostro con cariño. Aceptando que su novio era un adulto y debía ser responsable con los entrenamientos, se mantuvo sentada en la cama observando como caminaba por toda su habitación con algo de vergüenza en busca de la ropa que llevaba la noche anterior.

Lo observó con una sonrisa altanera cuando se dio cuenta que lo único que faltaba era su camiseta, aquella que ella estaba usando justo en ese momento. Luego de varias risas y comentarios con doble sentido, Gaia le devolvió su prenda a Pedri antes de que las hormonas volvieran a encenderse y provocaran una tardanza en las responsabilidades que tenían por delante. Una vez estuvo listo, fue curioso verlo acerándose a su mesa de noche y tomar algo de ahí.

En silenció, Pedri se acercó a ella y colocó una mano en su cuello, ejerciendo una suave presión en él y provocándole un fuerte cosquilleo en su cuerpo. Apretó los labios, tratando de contener el suspiro que quería salir de su boca ante ese acto, que le recordó nuevamente todo lo que pasó entre ellos la noche anterior.

Antes que pudiera decir algo, frente a sus ojos apareció el ya conocido collar que era de su pertenencia siendo sujetado por la mano libre de su novio. Gaia sonrió, estaba comenzando a notar ciertos patrones en Pedri que parecían gustarle demasiado, el que más resaltaba , y por amplia diferencia, era la fijación que tenía con su collar de remolino azul. Creía que era lindo de su parte.

Pedri hizo el movimiento para ponérselo, pero Gaia le sujetó la mano para que se detuviera. Él la miró, inclinando la cabeza hacia un lado, mostrándose confundido; pero le dio una sonrisa divertida antes de tomar el collar entre sus manos.

—Si tanto te gusta mi collar, tú eres quien debería usarlo —le dijo, inicialmente como una broma hasta que vio como Pedri se sonrojaba. Así que se colocó de rodillas en la cama para rodear su cuello y poder ponérselo, sin escuchar sus objeciones—. Podría sonar como una enorme mentira, pero es verdad cuando te digo que jamás he dejado que alguien además de mi lo use.

—¿Nadie más? —cuestionó, con un tono bajo, como si no pudiese creerlo.

Gaia le sonrió.

—No, es muy personal para mí cómo para dejárselo a alguien más.

Pedri no quiso parecer tan orgulloso ante esa palabras, pero el pecho se le infló de tal manera en la que solo le provocaba salir de esa casa y mostrarle a todo el mundo que su novia le había dejado usar su collar. Única y exclusivamente a él, a nadie más. Es que no podía sentirse más especial que eso, ya podía imaginar las noticias, un titular brillaba en su cabeza, dónde se podía leer «Pedri González, utilizando el collar de Gaia Piqué»

Ese era un sueño que jamás pensó en tener, pero del cual se alegraba que se hiciera realidad.

No pudo evitarlo y volvió a besarla, no era mentira cuando decía que se estaba haciendo adicto a esos dulces labios. Estaba llegando la hora de irse, no podía hacérsele más tarde o sino tendría problemas con su director técnico. Ambos salieron de la habitación, dejando atrás la noche que habían tenido, pero sin olvidarla del todo, porque algo como eso no podría salir fácilmente de su memoria.

Atravesaron el living, una vez vestidos decentemente, donde se despidió de Gerard, y se encaminaron hacia la puerta trasera de la casa. Aunque la residencia era privada y su coche no podía verse, sí iba a llamar bastante la atención si alguien de la prensa notaba que estaba saliendo del hogar de los Piqué a esas horas de la mañana. Prefirieron no correr riesgo alguno, ya habiendo hablado de eso, y con el acosador de su ex capitán atento a la casa para cualquier tipo de noticias que pudiera dar en su programa de chismes, no tuvo más opción que tomar esa alternativa.

A Gaia le costó mucho dejarlo ir, aún sabiendo que iba a verlo en unas cuantas horas; pero igualmente lo hizo. Se dieron un largo y exagerado beso de despedida, y la rubia solo vio como Pedri se subía a su coche y desapareció del lugar, así que cerró la puerta y arrastró los pies hasta el living, dónde se encontraba su hermano viendo la tele. Se dejó caer a su lado por inercia, con un puchero entre sus labios y recostando la cabeza en su hombro.

Ay, Gallita, estás tan enamorada.

Y ella no pudo contradecirlo, porque sabía que no era más que la pura verdad.

«¿Para qué tienes un móvil si no te vas a dignar a contestar ni una mísera llamada, Gaia Piqué Bernabéu? Debes dejar de comportarte como una niña malcriada porque este tipo de cosas solo hacen que me decepcione aún más de ti. Aunque tampoco es como si fuera muy difícil, Capsigrany¹.»

Gaia apretó los labios, sintiendo como el nudo se forman en su garganta y las lágrimas se acumulaban en sus ojos, buscando rodar por sus mejillas para ser libres. Ese era el tercer mensaje que su madre le dejaba en el día, ya llevaba más de diez llamadas por su parte, negándose a contestar cada una de ellas. Hasta el momento en el que su móvil se iluminó mostrando la primera llamada entrante de su parte, había sido muy feliz.

Desde que llegó a Barcelona se había negado a hablar con ella, ni siquiera se ha dignado a visitarla porque sabía la clase de humor que se cargaba. Jamás era seguro para si misma verla de esa forma. Gaia amaba a su madre, en serio lo hacía, pero odiaba mucho el sentimiento de decepción que se apoderaba de su ser cada vez que estaban juntas, como la hacía de menos por haber seguido sus sueños en la actuación, como juzgaba las decisiones de su vida sin importarle si la hacía sentir mal.

Montserrat Bernabéu, su madre, definitivamente era el miembro más difícil de su familia.

«Capsigrany». Ese estúpido apodo hizo eco en su cabeza, provocando que mordiera su labio con fuerza. Lo odiaba tanto porque la hacia sentir como una tonta, su madre lo sabía y aún así continuaba llamándola de esa forma, ella lo hallaba tan divertido. «Es lo que eres, cielo», le decía como excusa cada vez que le pedía que dejara de llamarle así, y eso solo lo empeoraba. Su propia madre la veía como una inútil, tan corta de luces que no era capaz de valerse por si misma, era patético.

No quería hablar con ella o al menos no en ese momento. Su padre estaba de viaje de negocios, su abuelo demasiado lejos como para intervenir entre ellas y no deseaba que Gerard, quien estaba totalmente en desacuerdo con el trato que su madre le daba, se involucrara para no meterlo en problemas, ya habían tenido varios antes cada vez que escuchaba como la llamaba «Capsigrany», él también odiaba ese apodo con toda su alma.

Su familia no era tan complicada como se pensaba, el miembro de mas cuidado era su madre. Todo con ella era raro, Gaia no lo sabe con exactitud, pero aunque podía decir que su madre la amaba, no creía que en sus sueños estaba la idea de tener una niña. Nació dieciséis años luego de su primer hijo, en una edad donde el embarazo no era lo más recomendable para una mujer mayor y, según su padre, le había llevado cientos de complicaciones a su madre.

Tan concentrada estaba en su móvil, caminando por los pasillos vacíos de la Ciudad Deportiva, que pegó un grito cuando una mano le cogió de la cintura y la tiró hacia atrás. Por un momento, pensó en volver a gritar, pero un bonito ramo de girasoles apareció en su campo de visión, haciendo latir su corazón. Entonces, al fin pudo estar frente a Pedri y sus cejas tomaron una pequeña curvatura hacia abajo, la sonrisa que tenía en los labios cambió, mostrándole una mueca preocupada.

—¿Te encuentras bien, amor? —Gaia asintió, confundida ante esa pregunta, pero sus dudas se disiparon cuando sintió la mano de Pedri en su mejilla, limpiando una solitaria lágrima que había escapado—. ¿Por qué llorabas?

—No es nada, en serio. Solo una tontería, no tiene importancia.

Pedri le tendió el ramo de girasoles para que pudiera cogerlo y, al ver que ambos brazos estaban libres, la rodeó con ellos en un cariñoso abrazo. Se sentía un poco diferente, con ese aire protector que le hizo sentirse segura de inmediato, recostando la cabeza en su pecho y pudiendo escuchar los suaves latidos de su corazón.

—Mofletes, todo lo que esté relacionado contigo es importante para mí, ¿sí?

Eres una dulzura, cariño mío —le dijo Gaia, sonriendo ampliamente antes de mirar las flores—. ¿Es por esto que tenías que irte tan temprano de mi casa?

Pedri se sonrojó.

—Sí. Si iba justo de tiempo Gavi no me iba a dejar parar a comprarlas y hoy en serio quería traerle sus girasoles a mi guapa novia.

—Eres un encanto.

Sin hacer caso del lugar en donde se encontraban, Gaia se colocó de puntillas para poder juntar sus labios con los de Pedri. El beso estaba cargado de cariño y fue mucho más largo de lo que esperaba, porque su novio encajaba a la perfección con ella y no parecía querer alejarse de ese toque tan rápido. Eran unos inconscientes, siendo completamente imprudentes con lo que estaban haciendo, besándose en medio de los pasillos de la Ciudad Deportiva, jugando con el fuego de ser descubiertos por cualquier persona.

Tan solo la noche anterior habían hablado sobre llevar su relación con un bajo perfil, escondiéndola de los fotos mediáticos para proteger sus carreras por el momento y ahí estaban, como dos quinceañeros que no parecían no tener la suficiente fuerza de voluntad para despegarse del otro. Era una suerte para ellos que no hubiese nadie por ahí, ni jugadores ni trabajadores.

El sonido de su móvil resonó en su pequeño bolso, haciendo que ambos pegaran un salto asustados ante tal interrupción. Gaia bufó, tomándolo y viendo la pantalla para ver con quién molestarse por arruinar aquel momento. Maldijo en voz baja al darse cuenta que era una nueva llamada de su madre, así que solo deslizó el dedo en la pantalla para cortarla y le bajó el volumen.

Estar ignorando a su madre le iba a costar muy caro, pero por el momento era la única buena opción que tenía para seguir protegiendo su salud mental.

—Debes ir a cambiarte para el entrenamiento —le dijo Gaia a Pedri. Su novio notó de inmediato la incomodidad que sentía por la llamada que colgó.

—Si, pero antes de irme quería recordarte que hoy vienes a mi casa, ¿vale? Fer se irá con sus amigos y sabe que vas a ir, así que no creo que aparezca por casa en roda la noche.

—Lo hemos dejado un poquito traumado, eh —bromeó—. Dile a tu hermano que siempre que lo necesite, puede ir a dormir a mi casa y así le hará compañía a Gerard.

Pedri rió.

—Geri se lo va a llevar de fiesta aunque Fer le diga mil razones para no ir —Gaia rió la broma—. Si vas a venir, ¿verdad?

La rubia se sintió enternecida por la emoción de Pedri ante la idea de ir a su casa, así que asintió. Ella también estaba ansiosa por tener un nuevo momento a solas con su novio, dónde pudieran sentirse cómodos y pasar un buen rato solo los dos. Cuando fue a darle otro beso, confirmando lo que había dicho, notó la delgada cuerda de su collar sobresaliendo por el cuello del suéter que llevaba.

A él en serio le encantaba su collar, por alguna razón que ella desconocía.

Claro que voy a ir, cariño mío —respondió, para luego soltar una risa por su cara confundida—. Llevas bastante tiempo en Barcelona, debes aprender catalán.

Pedri rodó los ojos, divertido.

—Sé algunas cosas en catalán —se defendió Pedri—, pero estoy abierto a tener clases particulares contigo, guapa.

—Hum, la idea podría ser interesante. Podríamos usar el mismo método que utiliza Starfire de Los Jóvenes Titanes para aprender idiomas —dijo, Pedri se vio confundido—. Starfire utiliza el omnilingüismo, aprende cualquier idioma de forma instantánea mediante el contacto labial.

Chasqueó la lengua, mientras los ojos de Pedri brillaba de forma seductora. Cortó la distancia que los separaba y unió sus labios, siendo esa la primera lección de sus clases de catalán.

M’encantes, ullets blau.

Gaia quedó en medio del pasillo, observando como Pedri se alejaba mientras soltaba una fuerte carcajada por su estado estático. Se sorprendió al descubrir que no era mentira eso de que sabía algunas cosas en catalán, no tenía ni idea de dónde lo había aprendido; pero no podía negar que le gustó escucharlo decir eso con su acento canario. Definitivamente sonaba muchísimo mejor.

Decidió no comerse más las cabeza, sonrojada por al apodo que utilizó con ella, y sujetó más contra si su ramo de girasoles mientras caminaba en dirección al vestuario. La música llenaba el lugar, mezclándose con el sonido de las voces y risas de los chicos. Una canción en ingles estaba sonando a todo volumen, proveniente del celular de Ansu colocado en uno de los asientos.

—¿Pero cuántas flores te va a regalar ese fan? —le cuestionó Jordi, al pasar por su lado—. Las ventajas de ser una rubia bonita.

—Para ya, pesado —rió Busi—. Al menos es solo un fan y no un novio. Eso sí ya sería algo grave.

Gaia frunció el ceño.

—Joder, un novio —bufó Marc, amarrándose los botines—. Ojalá no lo tengas, Gallita, porque de aquí no sale gratis. Le vamos hacer la vida imposible.

No pudo decir nada porque el sonido de una taquilla cerrándose de forma abrupta les llamó la atención, Pablo se encontraba sin camiseta sentado en su puesto y mirando con diversión a Pedri, que se veía bastante nervioso con las mejillas sonrojadas. No sabía de donde provenían los comentarios de Ter y Busi tan así de la nada, el día después de haber formalizado todo con Pedri, pero no creía que supieran algo acerca de ellos. Quizás no era la más disimulada del mundo, pero aún así no se veían tan sospechosos ante sus ojos.

Ter se levantó de su puesto cuando terminó de amarrarse los botines y le dirigió una intensa mirada, existía algo en sus ojos que le puso los vellos de punta; pero decidió no hacer mucho caso de eso. El único que no se había involucrado en esa conversación fue Sergi, quien solo pasó por su lado y le despeinó el cabello con cariño, mostrando una sonrisa cargada de diversión en su rostro. La sospecha habitaba en ella, esos tontos de seguro sabían algo, o siquiera lo sospechaban.

Gaia decidió omitir todos esos detalles por el momento, ante los ojos de ellos, Pedri y ella eran solamente un par de amigos. Así que, aún con sus girasoles entre sus brazos, caminó hasta llegar a Gavi y dejarle un beso en la mejilla en forma de saludo. Ansu y Alejandro pasaron bailando frente a ella mientras se cambiaban, Pablo Torre se sentó a su lado y comenzó a relatarle todo lo que había sucedido en la cena de la noche anterior, a la que ella había faltado por tener su primera cita con Pedri.

—Les sacamos más de doscientos euros al presi —se burló Pablo—, rompimos la dieta por un día, menos Lewy, pero los demás…

—¡Buah, tío! —gritó Eric, llamando la atención de todos en el vestuario. El catalán estaba en la taquilla de Pedri, mientras este le daba la espalda y acababa de quitarse la camiseta—. Joder, si te querías ver con alguna tía ayer debiste haberlo dicho y no mentirnos.

Gaia frunció el ceño, Pedri se vio igual de confundido hasta que Eric, que parecía tener un ataque de risa, puso las manos en la espalda del canario y señaló lo que él había visto. Las burlas y bromas de doble sentido no tardaron en hacerse esperar, porque todos también había notado las leves marcas alrededor de su cuello, que por un momento pudieron haber pasado desapercibidas de no ser por el zaguero.

El único que no se reía era Ferrán y los demás le siguieron cuando Pedri se dio la vuelta, pidiéndoles que dejaran de reírse de él, mientras aseguraba que su salida con Fer no había sido una mentira —Aunque claramente sí lo fue—. El vestuario se quedó en silencio, Gaia pudo sentir de inmediato las decenas de miradas que pasaban de ella hacia el canario. Su novio mostraba todo su torso al descubierto y, por ende, dejaba a la vista el característico collar de remolino azul que le pertenecía. Sí, eso iba a levantar muchas sospechas.

El único que parecía estar pasándola bien con toda su vergüenza era Gavi, que no dejaba de reírse de ellos. Ya se la cobraría más adelante.

—¿Qué haces con el collar de Gaia? —preguntó Ferrán, con una mueca en su rostro.

Gaia sonrió inocentemente cuando la mirada de Pedri se fijó en ella en busca de ayuda, la cual no iba a darle, él solito se metió en ese lío por la poca memoria que tuvo al no haberse quitado su collar. La vergüenza la cubrió entera cuando Ferrán la miró, así que obligó a sus ojos a posarse en otra parte del vestuario. Lo cual fue una mala idea, porque los capitanes no dejaban de mirarla, como si esperaran alguna explicación de su parte. ¿Por qué eran tan poco disimulados?

Se sentía completamente expuesta ante ellos, más debido a la atenta mirada de Ferrán. Trató de poner su mente en blanco, recordando como el canterano del Valencia podía leerla como un libro abierto. Definitivamente tuvo que haberse ido al vestuario de las chicas del femenil, ellas eran ajenas a todo su rollo amoroso y siempre eran buenas cuando las visitaba.

Pedri se aclaró la garganta, atrayendo toda la atención a su persona, lo cual agradeció.

—Me queda bien, eh —bromeó su novio, pero Ferrán no se rió—. Hicimos una apuesta ayer antes de irnos, me causaba bastante curiosidad saber porque no se quitaba nunca el collar y le dije que no podía permanecer ni una noche sin él —Pedri fingió desinterés al mirarla—. Me equivoqué, mofletes, te debo treinta euros.

Gaia le dio una sonrisa, utilizando todos sus dotes de actriz para seguirle el rollo y tranquilizar al celoso extremo frente a él.

—Eso te pasa por retarme, Pedro.

La catalana se miró las uñas, dejando el tema de lado para que los demás pudieran alejar la sospecha de sus cabezas. El silencio se hizo en el vestuario, solo siendo opacado por la música que seguía sonando desde el móvil de Ansu. Entonces, los chicos volvieron a sus puestos para seguir cambiándose antes de que entrara Xavi a buscarlos; pero Ferrán fue el único que permaneció en el mismo lugar, con el ceño fruncido y sin dejar atrás el brillo de la sospecha en sus ojos.

El ex Manchester City estiró su mano frente a Pedri, sin decir ni una palabra, dejándolos confundidos a ambos, Gaia pudo escuchar como Gavi a su lado soltaba una baja risa y un «Uy» divertido por la escena que estaba presenciando. Fueron solo segundos en los que el canario se mantuvo extrañado hasta que alzó la ceja, de forma retadora. La rubia no sabía a donde iba a parar eso, pero decidió intervenir entre ellos.

—Te has vuelto demasiado pesado desde que lo has dejado con Sira, folleti —dijo Gaia, parándose en medio de Ferrán y Pedri—. ¿No crees que deberías hacerle caso a Eric y llamar a alguna de las chicas de mi fiesta?

Ferrán alzó la ceja.

—¿Cómo sabes eso?

—¿Crees que las chicas no me han escrito para peguntarme por ti, por Eric o Gavi? —bromeó—. Están esperando que las llames, Ferri.

—¿Treinta euros? —insistió. Gaia rodó los ojos.

—Quizás tuve que haber pedido más. Vete a cambiar, que quiero dejar de verte la polla, nene.

Ferrán sonrió y dirigió sus ojos detrás de ella antes de volverlos a posar en su persona, le sujetó la cara con una mano, apretándola y le lanzó un beso. Gaia sonrió, haciendo un poco de caso omiso al bufido celoso que soltó Pedri y vio como su amigo dejaba el tema de lado para volver a hacer sus cosas antes del entrenamiento. Debía conseguirle novia, o un nuevo perro, para que dirigiera toda su atención a eso.

Se volteó hacia Pedri, que continuaba con la mueca molesta en su rostro luego de ver aquel acto cariñoso por parte de Ferrán. Le dio una sonrisa, tocando levemente su collar al pasar y fue a sentarse en el lugar de antes junto a Pablo. Su mejor amigo los había estado observando atentamente, divertido por no estar en medio o ser el protagonista de aquel encuentro.

—Te has librado por ahora, mi niña —le susurró Gavi, para que no lo escuchara Eric y Pablo Torre que estaban cerca—; pero sabes que Ferrán no va a dejar pasar esto así como así. Te conoce mejor que tú misma.

—Bah, lo va a olvidar, ya verás.

Gavi rodó los ojos.

—Si es lo que tú dices. Déjame fuera de esto, no quiero saber que habéis hecho como para que Pedri haya terminado con tu collar.

Gaia le dio una sonrisa digna del gato de Alicia del País de las Maravillas, acercó su boca al oído de su mejor amigo, como aquella que iba a contarle algún secreto, y dejó salir una inocente pregunta:

—¿Ni siquiera quieres saber cuántos orgasmos tuve?

Pudo sentir el calor emanando de Pablo y como sus mejillas se encendían por la vergüenza de sus palabras, la cara se le deformó entre el nerviosismo y la molestia.

—¡Ya vete a trabajar, guarra!

La música que anunciaba una llamada entrante en su celular resonó en sus oídos de una forma estridente, tomó un profundo respiro y, sin ver la pantalla, deslizó su dedo para callarlo. No iba a permitir que nada arruinara la felicidad que sentía en ese momento, las promociones para la nueva película de Adhara habían salido bastante bien con todo el equipo y llevaba una exuberante emoción porque el siguiente juego sería de visitante contra el Sevilla. Amaba el lugar, le traía bonitos recuerdos por tantas vacaciones que pasó junto a Pablo y su familia ahí.

Aunque también tenía que admitir que había otra razón por la cual le emocionaba tanto ir a Sevilla. Concretamente, un futbolista treintañero de nacionalidad croata que había sido su crush desde muy joven y aunque Xavi expusiera las mil razones por las cuales no debía continuar con ese pequeño enamoramiento infantil que sentía, igual no le iba a hacer mucho caso.

Apresuró su paso por el estacionamiento, tarareando una canción de Quevedo, hasta poder llegar a su coche. Justo cuando abrió la puerta y colocó el ramo de girasoles que le había regalado su novio en el asiento del copiloto, la vibración del móvil en su bolsillo acaparó toda su atención. Por un segundo, aquel mensaje de Gerard la había dejado extrañada y. antes de poder leerlo otra vez para ara lograr entenderle, una potente voz la llamó.

—¡Gaia!

El corazón empezó a latirle con una fuerza extraordinaria, casi parecía querer salir de su pecho y esconderse en alguna cajita para poder estar a salvo . El acento catalán era fácil de reconocer y quizás tuvo que haber pensado antes que si no contestaba las llamadas de su madre, ella iba a plantarse en su casa o en su trabajo solo para poder hablarle. Maldijo en voz baja, no quería voltearse y enfrentarla, no sabía que excusa podía decirle como para que la perdonara por haber ignorado sus múltiples intentos de entablar comunicación con ella.

Ya le estaban empezando a sudar las manos, así que tomó una fuerte bocanada de aire y con una enorme sonrisa, donde mostraba todos sus dientes, se volteó hacia su madre. A pesar de todo, le alegraba verla porque tenía mucho tiempo sin hacerlo, evitó visitarla incluso antes de mudarse definitivamente a Barcelona solo para darse un poco de confianza a si misma para poder enfrentarla.

¡Hola, mami! —chilló, acercándose para darle un abrazo, que resultó más tenso de lo que esperaba—. ¿Qué haces aquí? No tenías porque venir a visitarme en el trabajo, Geri…

¡Tu hermano y tu me tenéis contenta, Gaia Piqué! —le interrumpió su madre, con el ceño fruncido, separándose y mostrando el enojo que parecía haber estado conteniendo ese último tiempo—. Habéis dado una fiesta que está en todos los noticieros del país, hacéis lo que queréis con vuestras vidas sin que os importe lo mal que están dejando al apellido —bufó—. ¿En serio era necesario que viniera hasta aquí para poder ver a mi propia hija?

No he tenido tiempo, el trabajo…

¿A esto llamas tú un trabajo? —soltó, mirando con repulsión la entrada de la Ciudad Deportiva—. El fútbol es muy bonito para los hombres, Gaia; pero no sé que capricho te ha dado para querer trabajar aquí. ¡Ya tenía suficiente con tu tonta carrera de actriz! —gritó. Gaia apretó los labios y se echó dos pasos hacia atrás—. Todo esto es culpa de tu hermano, si hubieses decidido venir a vivir conmigo…

Geri no tiene la culpa —lo defendió, en voz muy baja—. Y no es un capricho, es lo que me gusta, mamá.

Su madre la miró seriamente y Gaia sintió ganas de vomitar. Se sentía completamente juzgada ante sus ojos, como si reprochara todas aquellas decisiones que había tomado entorno a su vida y no dudaba ni un segundo que eso fuera con exactitud lo que estaba pensando. Ella jamás la animo a seguir sus sueños, siempre fue la primera en poner los peros y los obstáculos, bastante diferente a su padre y su abuelo, que decidieron apoyarla con entusiasmo.

Te he dicho muchas veces que esto es una mala idea, pero jamás me escuchas. En serio, vas tan desencaminada en la vida, Capsigrany.

No me llames así, por favor.

Escuchó su risa divertida, estaba siendo condescendiente con ella, no le tomaba ninguna importancia a sus deseos. Lo odiaba, detestaba tanto ese apodo que le había dado. La hacía sentir inferior, pequeña y tonta, la rebajaba como persona. ¿Cómo podía hacerle eso su propia madre?

Sintió una mano en su mejilla y se apoyó en ella, era una leve caricia dada con cariño por parte de su madre. Era poco usual que le diera esa clase de afecto, pero no iba a desaprovecharla.

Hemos hablado muchas veces de esto, Capsigrany —continuó su madre, con un énfasis especial en aquella ultima palabra, reafirmando que era lo que pensaba de ella—. ¿No notas lo que me estás haciendo, Gaia? Mira como estás vestida, te ves absolutamente vulgar. ¿Acaso no sabes que lo digo para cuidarte? Pero, claro, eso a ti no te importa y mucho menos te importa lo que yo pueda llegar a sentir, ¿verdad?

Mamá, eso no...

Tu trabajito como actriz debe acabarse —le dijo, con seriedad. Gaia no se dignó a levantar la cabeza—. No es para nada respetable que mi hija esté enseñando su cuerpo en una película, ¿sabes acaso la vergüenza que me estás haciendo pasar? —suspiró—. Y no me hagas hablar de este trabajo. Te la pasas entre hombres, ¿sabes lo mal que queda eso para una señorita respetable como tú?

No pudo responder, ya se estaba esperando ese mar de criticas. El tono de su voz le taladraba los oídos, siendo un recordatorio constante de que su madre no estaba contenta por la vida que llevaba. Su familia era bastante futbolera, había crecido viendo a Gerard jugar, con un balón entre sus pies y las visitas al Camp Nou para ver al equipo, pero ella era una niña y las niñas respetables no debían ligarse a ese deporte, según su progenitora. Joder, quería llorar por sentirse así de juzgada, no estaba mal nada de lo que había escogido, ¿verdad? Eso era lo que le gustaba, lo que amaba hacer, ¿por qué ella no podía entenderlo?

El… el abuelo está feliz de que trabaje aquí —susurró, tratando de buscar una defensa a su favor—. Papá también, dice que le gusta verme feliz y…

Esos dos también son parte del problema —gruñó su madre, dejando atrás el tacto suave en su mejilla y dando un paso decidido hacia ella. Gaia se sintió acorralada, sin escapatoria alguna entre su madre y su coche—. Son ellos y tu hermano los que te tienen así de malcriada, viviendo en un mundo de fantasía. ¿Por qué no piensas en mi y en todo lo que estoy sufriendo por tus decisiones?

Mamá, yo…

Tú nada, Gaia Piqué —la calló abruptamente—. Si te digo todas estas cosas es porque te quiero, Capsigrany, buscando que veas por tu bien; pero simplemente no lo haces. Eres una tonta, tan corta de luces que es increíble que seas mi hija…

A estas alturas, las lágrimas se habían acumulado en sus ojos y batallaba con enorme fuerza para no dejarlas salir, no quería demostrarle que estaba siendo débil.

—… de verdad que cada día me decepcionas más, Capsigrany.

Y Gaia ya no sabía que era peor: las lágrimas acumulándose en sus ojos a punto de salir, el nudo en su garganta o las fuertes ganas de vomitar. Su madre la estaba matando cada vez más mientras hablaba, si había notado el estado en el que se encontraba no daba ningún indicio de ello, porque solo seguía enumerándole todo aquello que hizo mal. Le resaltaba lo débil que fue al irse a Pamplona, lo tonta que era al escoger ser actriz, su trabajo en el club, irse a vivir con Gerard. No sé detenía por nada.

Y es que su madre había tenido un plan para ella, había querido que fuera a la universidad a estudiar medicina y terminar siendo una doctora, siguiendo sus pasos. Pero no, Gaia se negó a eso desde pequeña, decidiendo irse por clases de actuación y canto, inscribiéndose en clubes de teatro y desarrollando su talento artístico. Su progenitora ni siquiera sabía lo mucho que le gustaba pintar y lo buena que era haciéndolo.

Su familia no era tan complicada, pero había que conocerlos para poder quererlos. Por un lado se encontraba Gerard, su hermano; Amador, su abuelo; y Joan, su padre, los tres representaban esa felicidad para ella, ese apoyo emocional que necesitaba para seguir creciendo, los cuales la apoyaban en todo aquello que la hiciera feliz. Ellos eran como el sol en su vida, que la alumbraban y lo hacían lucir todo más bonito.

Por el otro lado, se encontraba su madre, que era todo lo contrario. Ella representaban esa oscuridad a la que tanto le temía, llegaba solo para oscurecer y arrebatarle cualquier rayo de luz y esperanza que existía en su alma y lastimosamente no le extrañaba, porque gracias a su progenitora es que había conseguido aquella fobia. Sentía sus manos sudorosas, temblando por la fuerza que hacía para tratar de contener sus lágrimas.

Cerró los ojos y trató de concentrarse en otra cosa, en algo que la hiciera feliz y pudiera alejar su mente de su madre parada frente a ella. Lo único que llegó a su cabeza fue la imagen de Pedri junto a su lado esa mañana, pero así de rápido se esfumó cuando una mano la tomó con fuerza del rostro y le apretó las mejillas, haciendo que despegara la vista del suelo.

Ni te atrevas a llorar, Gaia Piqué. No sabes cuánto odio que te comportes como una malcriada. ¡Límpiate las lagrimas y deja de actuar como una tonta, Capsigrany!

Entonces, la mano de su madre se apartó abruptamente de su rostro, sin intención alguna, alguien la había cogido del hombro y la tiró hacia atrás con fuerza, separándola de ella.

¿Qué carajos le pasa, señora? ¡No tiene ningún derecho de tratarla así!

Gaia apretó los labios al reconocer la voz de Ainhoa, trató de limpiarse rápidamente las lágrimas cuando la vio colocándose frente a ella, dándole la espalda, y dirigiéndole una furiosa mirada a su madre. No sabía desde cuánto tiempo había escuchado la conversación, pero no quería que se involucrara en eso. Sobretodo, porque no deseaba que su madre dirigiera todo el malhumor que tenía hacia Noa, era el tipo de chica que no aceptaba bajo ningún concepto.

Su madre dio un paso hacia atrás por el tirón que le dio Noa para alejarla de ella, y le dirigió una mirada de arriba hacia abajo, detallándola por completo.

—Niña, no te metas en lo que no te incumbe, ¿de acuerdo?

La mirada cargada de desagrado que le dio su madre a Ainhoa pareció avivar el fuego molesto de su amiga.

—Me meto en lo que me dé la gana —le gruñó Noa. Gaia abrió los ojos, nadie nunca le había hablado así a su madre, por lo que sujetó a su amiga del brazo, tratando de calmarla—. No sé quien es, ni mucho menos me interesa; pero sé que no tienen ningún derecho en tratar a Gaia de esa manera.

—Trato a mi hija como se me de la gana…

—¿Hija? —cuestionó Noa, volteándose a mirarla con extrema confusión—. ¿Esta es la bruja de tu madre?

Gaia abrió los ojos, asustada por aquel apodo que a su madre le ponía de malhumor desde que salió la canción de Shakira. Negó repetidas veces con la cabeza y susurrando en voz muy baja a la morena para que calmara al menos un poco su molestia. Quería desaparecer justo en ese momento, no le apetecía en nada que la jugadora descubriera un poco de la relación que llevaba con su propia madre, iba a ser totalmente patético.

—Si es su madre, entonces es mucho peor —gruñó Noa, volteándose de nuevo hacia Montserrat Bernabéu—. ¿Acaso no le da vergüenza estar tratando de esa manera a su hija? Al parecer el dinero no compra el respeto o la buena educación

—¿Y  qué vas a saber tú de dinero, niña? Si a simple vista se nota que eres una tía vulgar y corriente…

—Mejor eso a que ser una maldita bruja.

Gaia sollozó, cubriéndose el rostro, sin soportar la escena que estaba presenciando. ¿Qué tenía que hacer para desaparecer de ahí? ¿Para evitar que su madre haya ido a verla a su trabajo, la hiciera sentir de menos y que Noa haya presenciado todo eso? Pudo escuchar los pasos de su madre y un tirón en su brazo, Noa volvió a gritar, pidiendo que la soltara, pero la rubia estaba al borde del colapso, tan solo a una palabra más de ponerse a vomitar.

—¿Qué está haciendo usted aquí?

La voz de Pablo se hizo presente en el estacionamiento, no tuvo que ser adivina para saber que aquel tono tan serio que utilizaba iba dirigido hacia su madre. El desagrado que ambos sentían por el otro era mutuo, a su mejor amigo jamás le había agradado la forma en la que ella la trataba y ese rencor solo incrementó cuando supo que fue la responsable de su fobia a la oscuridad. Mierda, ahora sí sentía que iba a vomitar.

Sorbió su nariz, quitándose las manos del rostro y dirigió su vista hacia su madre. El calor se instaló en sus mejillas al darse cuenta que Gavi no estaba solo, sino que a su lado se encontraba Pedri, con una pose rígida y mirando la escena con desconfianza, hasta que sus ojos se posaron en ella. Volteó la cara rápidamente, ya era bastante humillación la que estaba atravesando como para tener que soportar el brillo de la pena proveniente de su novio.

—La bruja de la señora Bernabéu ya se iba, va a llevar su estirada y flácida humanidad fuera de este lugar —dijo Noa, molesta.

Su madre miró a Ainhoa con un profundo odio, antes de voltear su rostro hacia ella. El brillo molesto no abandonaba sus ojos, con una frialdad tan helada que casi pudo congelarla en ese mismo instante.

Que decepcionada estoy de ti, Capsigrany.

Gaia no sabía quién estaba más dispuesto a lanzarse sobre su madre, si Ainhoa, a la que tuvo que sujetar del brazo para evitarlo, o Gavi, que era bastante consciente de lo mucho que odiaba ese apodo, y Pedri tuvo que sostenerlo para evitar que hiciera muestra de su malhumor. Su progenitora les echó una última mirada antes de irse dignamente, con la cabeza en alto, a la salida de la Ciudad Deportiva.

Pedri soltó el brazo de Gavi cuando vio la figura de la madre de Gaia desparecer de su vista. El ambiente estaba cargado de tensión y las muecas en la cara de Ainhoa le explicaban que lo que sea que haya sucedido antes de que ellos aparecieran no había sido nada bueno, pero eso no tenían que resaltarlo, porque era fácil de deducir al ver el estado en el que se encontraba su rubia.

Un sollozo por parte de su novia lo hizo ponerse atento, pero antes de poder acercarse a ella, Noa se inclinó en su dirección y le susurró algo, tan bajo que no pudo oírlo, lo que provocó que Gaia la abrazara, ocultando el rostro en su pecho debido a la diferencia de estatura. Mierda, lo que sea que haya sucedido con la madre de Gaia estaba seguro de que había sido bastante fuerte para ponerla de esa manera.

Su corazón se encogió al escuchar el llanto, pasando una mano en su cara y suspirando por la frustración dentro de sí al no saber que hacer por ella. No quería escucharla llorar, porque se sentía impotente al haber dejado ir a esa señora tan fácil, solo tenía ganas de buscarla y gritarle por haber puesto así a su novia, exigirle que se disculpara y que le prometiera que jamás lo iba a volver a hacer.

Su humor no mejoró cuando vio la cara de Gavi, que se veía igual de molesto que él, solo que multiplicado por mil y no lo culpaba. El Sevillano conocía a Gaia de más tiempo, casi desde niños, y de seguro sabía exactamente porqué la visita de esa señora la había colocado de esa forma. «Joder, haz algo», le gritó una voz dentro de sí, igual de frustrado al escuchar el llanto de su novia haciéndose más fuerte.

Sin embargo, Ainhoa fue la que tomó la iniciativa. A pesar de odiar las muestras de afecto públicas y no soportar los abrazos de ningún tipo, no separó a Gaia de su cuerpo, la dejó desahogarse en su pecho por un rato y hasta le empezó a dar suaves palmaditas en la espalda de forma reconfortante. Quizás no era el método más acertado, pero para ser Ainhoa era lo mejor de si. Su mejor amiga estaba haciendo su mayor esfuerzo en ayudar a Gaia y de sus labios salir un silencioso «gracias» cuando los ojos de la morena se posaron en él.

Miró a Gavi, con la cara desencajada por la furia y los puños apretados, le sorprendió que su cabeza lo comparara inmediatamente con un hijo molesto al ver que hacían sentir mal a su madre y por un momento quiso reír ante ello, pero se dio cuenta que no era lo adecuado. Unos segundos bastaron para que el llanto de Gaia se calmara un poco, así que Pedri se acercó con lentitud a Noa, quien ya le estaba echando una mirada de «Ven a consolar a tu novia o te pego, idiota».

Cuando Ainhoa soltó a Gaia, se apresuró a ocupar su puesto. Abrió sus brazos y rodeó con ellos a su novia, dejándola recostar la cabeza en su pecho y así se inclinó un poco para empezar a susurrarle palabras bonitas en su oído, para tratar de hacerla sentir mejor. No sabía con exactitud que había sucedido con su madre para que haya acabado de esa manera, pero ya le empezaba a coger un verdadero asco a esa señora solo por haberla puesto de esa forma.

Sus manos se movían en diferentes direcciones, una se posicionaba en su espalda, subiendo y bajando para reconfortarla, mientras que la otra le acariciaba el rubio cabello. Todo con el más puro cariño para tratar de hacerla sentir mejor. Fue en ese momento en que se dio cuenta que no le gustaba verla llorar, era un golpe para su enamorado corazón ver su semblante triste y sus mejillas bañadas en lágrimas, no quería verla así de nuevo. Gaia era un rayo de sol, tan pura y buena que solo debía tener felicidad en su vida porque era lo que se merecía. Mierda, iba a asegurarse de que nadie la haga sentir así otra vez.

Su llanto bajó de intensidad, hasta quedar solamente en unos leves sollozos; pero aun así su novia no alzó el rostro para mirarlo. Se apretó más contra él, tratando de ocultarse en su pecho, como si quisiera fundirse y desaparecer.

—Lo lamento —Fue lo primero que dijo Gaia después de un rato, en un tono bastante bajo y confundiéndolo por completo—. Yo… estoy llorando por una tontería, en serio.

—No tienes que disculparte por nada, amor —le aseguró, apretándola más contra si—. Y nada que haga que te pongas así de triste es una tontería para mí. Tus sentimientos son importantes y no debes rebajarlos.

—Es vergonzoso, me has visto llorar y… No lo sé, no quiero que pienses que soy una tía débil y llorona.

Pedri suspiró, tomando distancia de Gaia y separándola un poco de su cuerpo para poder mirarla. La rabia volvió a correr dentro de él cuando notó sus ojos hinchados y su rostro sonrosado por el esfuerzo, así que la cogió de las mejillas y le dio una pequeña sonrisa.

—Yo jamás voy a pensar esas cosas de ti, ¿sí? Gaia, para mí eres la tía más increíble que han visto mis ojos.

—Entones debes estar ciego —dijo ella, recobrando un poco de su buen humor—, porque ahora no soy más que un cúmulo de lágrimas y maquillaje corrido.

—No estoy nada ciego, cariño —sonrió—. Sigo pensando que eres la chica más hermosa del mundo y que soy demasiado afortunado por ser tu novio.

Gaia dejó escapar una suave risa, que fue casi como música para sus oídos. Así es como le gustaba verla, feliz y sonriente, riendo y disfrutando. Le dejó un beso en la frente antes de voltear a buscar a Gavi y Ainhoa con la mirada, los encontró a unos metros de ellos, dejándoles espacio para que pudieran tener ese momento de pareja, lo cual agradeció en silencio.

La curiosidad lo embargaba, quería saber que era lo que había ocurrido con su madre y que fue lo que pasó para que se pusiera de esa forma; pero no quiso ser intrusivo con ese tema. Por el rostro de Gavi y el tono enojado que usó al referirse hacia la señora, supo que no era nada bueno que ella estuviera en ese lugar, quizás era algo demasiado personal como para hablarlo así de fácil. No iba a presionar a su novia, por más que se muriera por averiguarlo, solo le daría su espacio y esperaría el momento en el que ella decida hablarle de eso.

Ahora solo se iba a concentrar en ser un apoyo para ella, reconfortarla y hacerle saber que podía contar con él en todo lo que necesitaba. Era su novio y quería ser uno bueno para Gaia, porque era lo que se merecía, solo lo mejor de este mundo.

—Creo que ya has tenido suficiente de este día, ¿por qué no mejor te llevo a tu casa para que puedas descansar un poco? —propuso.

Gaia volvió a alzar el rostro para mirarlo, sus bonitos ojos azules se posaron por un momento el collar que aún seguía utilizando, y le dio una sonrisa. De esas que a él tanto le gustaban y que podían hacerle ceder a cualquier capricho solo con tal de verla de esa forma.

—No puedes dejar tu coche —le recordó—. Estoy bien, en serio, puedo conducir.

Pero Pedri no le hizo caso, no dejó atrás su preocupación por ella. No cuando aún podía ver restos de lágrimas en su mejilla y como la sonrisa en sus labios desaparecía poco a poco, como el brillo triste en sus ojos aparecía de forma esporádica durante unos segundos. Definitivamente, no iba a dejarla sola después de haber estado tan alterada hace solo unos instantes, no iba a arriesgar su bienestar.

—No te preocupes por eso, mofletes. Le puedo pedir a Noa que se lleve mi coche, de seguro extraña la sensación de ir tras el volante.

Gaia rió.

—¿Y Gavi?

—Hum, podríamos llevarlo nosotros o pedirle el favor a Noa de que lo deje en su casa —se encogió de hombros—. A ver cual opción les agrada más a esos niños.

Su tono burlón al final hizo que Gaia soltara esta vez una risa sincera, más parecida a la de ella. Pedri no contuvo su sonrisa al escucharla, alegrándose de estar haciendo las cosas bien para verla feliz, así que la sostuvo con ambas manos por las mejillas y se inclinó un poco hasta rozar ambas narices, en lo que se conocía como un beso esquimal.

«Jamás te había visto de esa manera, pareces un idiota enamorado», la voz de Fer hizo eco en su cabeza, con esas palabras que le había dicho en el auto de regreso a su casa después de la fiesta de Gaia. Se quedó estático por unos segundos, observando la sonrisa en la cara de su novia, sintiendo ese potente calor en su corazón llenándolo de una manera tan placentera y haciendo que la felicidad se esparciera por todo su cuerpo. ¿Y si era verdad lo que decía su hermano, era así como se sentía estar enamorado?

Hola, hola

Estamos aquí de nuevo con un capítulo más. ¿Saben que hoy es el cumpleaños de Ainhoa? Al parecer Marce y yo tenemos la costumbre de actualizar justamente en el cumpleaños de algún personaje del fic, curioso.

Oficialmente, Gaia y Pedri son pareja, pero deben actuar como amigos frente a los demás. ¿Creen que eso salga bien a futuro?

Han pasado muchas cosas en este capítulo, desde Gerard descubriendo la relación de Pedri y Gaia, hasta la aparición de Montserrat Bernabéu. La familia Piqué es bastante complicada, pero sabemos que de aburrimiento no se mueren xd.

En otras noticias, Marce y yo nos hemos puesto de acuerdo en tratar de actualizar todos los fines de semana, siempre y cuando los capítulos lleguen a sus respectivas metas de votos y comentarios. Así que, a partir de ahora, las actualizaciones constantes dependen de los lectores y el apoyo que le dan a los capítulos. ¿Qué les parece?

• ¿Les ha gustado el capítulo?

• ¿Cuál ha sido su parte favorita?

• ¿Qué opinan de Geri? ¿Y cuál es la opinión que tienen de Ferrán?

• ¿Creen que los capitanes sospechar algo acerca de Pedri y Gaia?

• ¿Qué tal les ha parecido Montserrat Bernabéu? ¿Se esperaban que ella fuera la razón por la cual Gaia le teme a la oscuridad?

• ¿Qué tal vieron a Noa defendiendo a Gaia? Al parecer esas dos van por buenos caminos para ser amigas.

• ¿No son Pedri y Gaia la pareja más cursi y bonita que existe?

Gracias por leer el capitulo y darle apoyo con los votos y comentarios ❤️

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