oxviii. capítulo dieciocho, parte uno

( M e t a )

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Desde que solo era una niña, Gaia había conocido a cientos de personas que solo querían acercarse a ella por su apellido. Al inicio, siempre era por Gerard y sus compañeros de equipo, solían pedirle autógrafos o fotos de ellos. Unos más osados que otros intentaban entablar una amistad solo para obtener una invitación a su casa y tener la oportunidad de conocerlos. Al ser joven e ingenua, tuvo la desafortunada suerte de caer presa de las mentiras de esas falsas amistades por un tiempo hasta que algo le abría los ojos y podía deshacerse de ellos.

En Pamplona tuvo un poco de tranquilidad, pero hasta ahí fue siempre la hermanita menor de Gerard Piqué. Tuvo que vivir bajo el escrutinio del ojo público, sabiendo que cualquier error que cometiera iba a ser una excusa de la prensa para echarle tierra a la carrera de su hermano. La cosa solo empeoró cuando Pablo debutó con el club, subiendo al primer equipo y destacándose con él.

Su mejor amigo era guapo, nadie podía negarlo, y esa cara bonita le atrajo —Sin pedirlo— la atención de chicas jóvenes. En unos pocos años consiguió una fanbase de jovencitas que solo podían verlo con ojos de amor, que lo tachaban más como un ídolo adolescente al estilo Justin Bieber que como un jugador profesional de fútbol. Si no llegó a ver tranquilidad con Gerard que era su hermano, mucho menos ahora con Pablo Gavi y sus múltiples enamoradas. Bendito mundial, solo hizo que le cayera más hate de personas desconocidas.

Cada visita de Pablo a Pamplona estaba acompañada de cientos de rumores en las redes sociales sobre ellos dos. Lo que también ocurría cuando visitaba en Sevilla a su familia, iba a verlo jugar con el club o cuando pasaban las vacaciones juntos. Gaia ni siquiera quería recordar todo el drama cuando las fotos de ella con Pablo en la gala del Balón de Oro cuando él ganó el Golden Boy llegaron a internet. Todo eso era acompañado de teorías acerca de la supuesta verdadera relación que llevaban y como un romance entre ellos era lo peor que podía pasarle a Gavi.

A Gaia le causaba gracia generar odio en niñas menores de edad con mucho tiempo libre y sin una correcta supervisión en internet. Sin embargo, con el tiempo se volvió algo pesado y decidió seguir como si nada. Después de todo, ella era la que disfrutaba de la amistad de Pablo aunque eso le doliera a la mayoría de chicas.

La situación volvió a salirse de control porque las personas trataron de nuevo de acercarse a ella solo para obtener algún beneficio, en este caso, era poder llegar a Pablo. Con su fama en Twitch e Instagram, muchas influencers y creadoras de contenido quisieron llegar a su mejor amigo a través de su persona, ninguna lo consiguió. Gaia había crecido, madurado y aprendido a ver las verdaderas intenciones de la gente. Fue por ello que se ganó la fama de ser una egocéntrica, una chica con el ego bastante elevado y que solo se relacionaba con personas famosas, tan solo por haber decidido cerrar su círculo de amistades y no caer en hipocresías. Para todos, ella era una aprovechada, pero no le importaba en lo absoluto porque sabía quienes eran sus verdaderos amigos y no pensaba cambiarlos por nada.

Ya había confiado y puesto sus esperanzas en alguien que le falló en el pasado. No iba a cometer el mismo error dos veces.

El caso era que se había acostumbrado mucho a que las chicas desconocidas tuvieran dos formas de ser con ella: O la odiaban por estar al lado de Pablo o, en todo caso, eran amables para tratar de llegar a él. Quizás era por eso que cuando conoció a Ainhoa se llevó una sorpresa enorme. Estaba claro que a la morena no le agradaba su mejor amigo, solo había que escuchar la manera en la que le habló durante la fiesta de Eric. Parecía ser que con solo su presencia, el Sevillano podía lograr sacarla de quicio a niveles estratosféricos. Lo cual, para ser sincera, le causaba mucha gracia.

Ainhoa era diferente. Gaia podía llegar a admitir que le cayó bastante mal tan solo de escucharla hablar de Pablo, pero, más allá de ello, no tenía verdaderas razones para que le desagradara. O bueno, al menos no en su totalidad. Noa era feminista y no se cortaba ni un poco en expresar con una fuerte voz sus controversiales, y mayormente acertadas, opiniones. Eso lo respetaba, alguien que no pone reparo alguno en levantar la voz y mostrar su opinión en público era algo que sinceramente le gustaba.

Quizás podía llegar a entender las razones por la cuales Pablo se fijó en ella, sin admitir de alguna manera que la aceptaba por completo; pero sí que no era tan mala como llegó a pensar en un principio. El día en que se quedó encerrada con Ainhoa en el vestuario pudo ver una faceta oculta de ella y es por eso que decidió poner de su parte y tratar de llevarse mejor. Estaba dispuesta a hacer todo lo que estuviera en sus manos para juntarlos y ver a su mejor amigo feliz.

Escuchó la ducha cerrándose y el sonido del agua deteniéndose, se acomodó mejor en la cama y esperó pacientemente a que Ainhoa saliera del cuarto de baño. Cogió su celular, que había estado sin utilizar la mayor parte de la noche, y con curiosidad empezó a indagar en las redes sociales. No se sorprendió para nada en ver que el apellido Piqué era tendencia número uno en España por la fiesta que dieron y acabaron hace un par de horas. Twitter estaba lleno de personas que comentaban en contra y a favor de ellos, los vídeos de su hermano y ella cantando a todo pulmón la Bizarrap Music Session de Shakira ya eran virales. La prensa se estaba dando la buena vida mostrando las tomas afuera de su hogar y la manera en la que se escuchaba el tema musical sin reparo alguno.

Estaba demasiado claro que pasar desapercibido no era una definición para ella. El ruido de una puerta cerrándose le hizo dejar el móvil de lado y alzar la mirada. Ainhoa salía del cuarto de baño con una toalla cubriendo su cuerpo mientras que con otra se secaba el cabello. Parecía un poco más tranquila y menos molesta a como había estado hace minutos atrás, pero decidió no decir nada, no quería arriesgarse.

—Supuse que no querrías usar un bikini después de lo sucedido —le habló al verla acercándose—. Así que me tomé la libertad  de escoger cosas de mi ropa para que elijas que usar mientras se seca la tuya.

Le dio una sonrisa. Sus prendas estaban puestas en la cama, de una forma en la que Ainhoa pudiera echarles un vistazo y escoger las que fueran de su agrado. A Gaia no le pasó para nada desapercibida la mirada de desconfianza que le brindó la morena, quizás se preguntaba porque tenía tanta amabilidad con ella si supuestamente se llevaban mal.

Ainhoa desvió su mirada desconfiada hacia su ropa tendida en la cama, la miraba con un ceño fruncido que casi la hizo reír. No era difícil adivinar que sus estilos de vestir no eran nada parecidos, tal vez la morena también se preguntaba si valía la pena usar algo de una Piqué. Gaia se acomodó mejor, esperando que la jugadora tomara una decisión y, mientras casi podía ver los engranajes de su cabeza moviéndose, se estiró hasta poder tomar al Señor Mofletes entre sus brazos.

La ardilla de peluche que Pedri le había regalado era el único regalo —Junto con la cámara instantánea— que aún permanecía en su cama, todos los demás obsequios de los invitados fueron a parar dentro de su armario para desenvolverlos más tarde. Su Canario le acertó por completo al regalarle esas cosas y que los haya escogido pensando en ellos, le hacía sentir muy feliz.

Miró al Señor Mofletes con una sonrisa y lo abrazó, apoyando su mejilla en él antes de volver a fijarse en Ainhoa que, para su sorpresa, ya la estaba observando.

—No lo puedo creer, ¿en serio te gustó ese regalo? —preguntó, haciendo una mueca. A Gaia no le gustó su tono de voz—. Vosotros en serio sois demasiado cursis para mí.

—Fueron mis obsequios favoritos —le replicó, con orgullo—. El Señor Mofletes estará en mi set-up a partir de hoy, créeme.

—¿Señor Mofletes? Joder, solo alguien tan cursi como tú le pondría ese nombre a un peluche.

—Me da igual lo que digas, Noa. A Pedri le gustó.

Ainhoa soltó una baja risa burlona.

—Desde que te conoció, a Pedri le gustan demasiadas cosas y hace muchas más por ti. Jamás pensé en ver esa faceta de él.

Gaia tenía que admitir que esa confesión le hizo un poco de ruido. Trató de ocultar su emoción y la sonrisa prepotente de sus labios antes de soltar, con fingida indiferencia:

—Oh, vamos. Pedri tuvo que haber tenido novias antes, no debe ser la primera vez que lo ves en su faceta romántica, ¿o sí?

Ainhoa la escudriñó con la mirada por unos segundos, Gaia puso todo de si para permanecer con su faceta indiferente antes que los ojos de la jugadora volvieran a posarse en la ropa perfectamente colocada en la cama. No quería demostrar lo feliz que se sentía por eso, es que era una manera tan única en la que le provocaba mariposas en el estómago y una genuina sensación de emoción.

—Tuvo una, era un poco egocéntrica. No me caía bien…

—Eso es sorprendente.

—Cállate, minion —bufó Ainhoa—. De igual forma, como te decía: Pedri no era así con ella, al menos no como es contigo. Ya sabes, esas cursilerías de los besos en la mano, los apodos tontos, los regalos. No es algo que le haya visto antes. Joder, ¿qué le has hecho a mi amigo? Ahora parece uno de esos ositos cariñositos.

—Tengo cierto encanto que hace a los hombres ser cursis y cariñosos.

Gaia soltó una risa ante su chiste, pero de inmediato sintió el ambiente tornándose incómodo y la mirada de Ainhoa fijándose en ella con cierta molestia. Le causaba bastante curiosidad, antes también pudo ver un poco de rencor y desagrado, no sabía de qué provenía. Hasta donde podía recordar, estaban comenzando a llevarse mejor.

O quizás eran sus ilusiones y sus múltiples ganas de ayudar a su mejor amigo que la hacían creer otra cosa.

—En esa extensa lista también incluyes a Gavi, ¿no? Vaya par de amiguitos de toda la vida.

—¿De qué cojones hablas, tía?

—Hablo de que no deberías estar jugando con los sentimientos de Pedri si el que te gusta es Gavi, nepobaby —soltó Ainhoa, con molestia en la voz. Gaia alzó la ceja, sin comprender—. El jodido baile de hace un rato, hostia. Eso no era de mejores amigos.

Gaia mantuvo su ceja alzada, bastante divertida con la actitud molesta de Ainhoa, pero trató que ella no lo notara. No iba a cabrearla más de lo que ya parecía estar.

—Si te molestó ese baile, entonces vosotros no debisteis de jugar a los celos.

Ainhoa tuvo la decencia de sonrojarse. Sin embargo, Gaia no dejó que le replicara.

—Aunque da bastante igual —continuó—. No me gusta Pablo, es mi mejor amigo y no deberías dejarte llevar por un baile. Créeme, no hubo ningún sentimiento romántico entre él y yo desde que nos conocemos, el corazón de mi mejor amigo ya ha estado ocupado desde sus once años.

La mirada de Ainhoa se clavó en ella con genuina curiosidad, que fue apartada de sus ojos oscuros con una extrema rapidez.

—¿Por quién? ¿Acaso por el montón de tontitas que caen ante una cara bonita?

—Tienes una imagen extraña y totalmente equivocada de Pablo, en serio.

—La que él me ha demostrado.

Gaia solo rodó los ojos, removiéndose en la cama buscando una mejor posición. Se mordió la lengua, tratando de que no se le escapara el nombre de la chica que ocupaba el corazón de su mejor amigo, ese no era un secreto que ella debía develar. Los ojos negros de Ainhoa brillaban con una curiosidad latente, lo cual le dio una alegría interna porque la morena no le era tan indiferente a Pablo como quería hacer creer a todo el mundo.

Quizás hacerla cambiar de opinión tan drásticamente era pedirle mucho a la vida. Poco tiempo tenía de conocerla, pero ya podía decir lo terca que era. Tan indispuesta a cambiar sus pensamientos aunque cuando se le demostraba que las cosas no eran como ella creía, solo podía desearle suerte a su mejor amigo para conquistarla, le tocaba atravesar un largo camino para cumplir su deseo ansiado con la morena.

Volvió a mirar a Ainhoa, el brillo dudoso seguía presente en sus oscuros ojos mientras los paseaba en busca de algo aceptable que usar. Debía contarle a Pablo esa conversación con ella, decirle que el secreto que estuvo guardando desde niño casi se había escapado de sus labios y que ahora la sombra de la curiosidad estaba embargando a la jugadora del femenil. Se sentía un poco mal, no era una confidencia que pudiese revelar así como si nada ya que no le convenía a su persona.

Buscó en su cabeza algún tema de conversación que pudiese alejar la mente de la morena de la indiscreción que acababa de cometer. Era difícil, ellas dos no parecían tener nada en común que compartir y, con una última mirada al Señor Mofletes, la salvación llegó a su mente como un relámpago.

—Lo había olvidado, pero felicidades por haber ganado las semis de la Supercopa. Joder, enhorabuena, fue un tremendo partidazo.

En los ojos de Ainhoa desapareció aquel destello de la duda que había sembrado, justo como esperaba, y una brillante sorpresa se instaló en ellos. Sus palabras la tomaron evidentemente desprevenida y le dio una sonrisa, notando como ella la escaneaba en busca de algún indicio de burla o humor. Jamás iba a entender porque tanta desconfianza ante sus palabras y acciones, era como si esperaba que en cualquier momento hiciera el mal.

—Gracias —respondió Ainhoa por lo bajo, después de unos segundos. Un repentino bochorno pareció instalarse en ella—. Para ser sincera, no creí que tú lo hubieses visto. Pensé que solo estarías al pendiente de los juegos de los chicos.

—¿Y eso por qué? Me gusta el fútbol y vosotras sois el mejor equipo femenil del momento, también sois el club al que he seguido desde que era niña —soltó, con un toque de irritación—. Tenéis a las mejores jugadoras del mundo y ofrecéis un juego espectacular, pasándole por encima a los rivales, dejándose la vida para tratar de recuperar el balón como si fuera el último. ¿Por qué no os vería? Me gusta el deporte, el fútbol sobre todo, en cualquier ámbito: masculino, femenil, de playa, sala.

El silencio volvió a llenar la habitación. Esta vez fue Gaia la que se sintió abochornada. No había sido intencional que sus palabras salieran con ese tono hosco de regaño, como si culpara a Ainhoa por todos los años en que las personas le acusaron de seguir el fútbol por simple moda al ser una chica, relegándola a ser una mujer que no podía disfrutar del deporta porque supuestamente no le entendía. No era algo en contra de la morena y esperaba con sinceridad que no se lo tomara como un ataque personal, porque en realidad no lo era.

Sin embargo, sí odiaba el pensamiento general que las personas tenían para con su persona. Siempre haciéndola de menos, pensando que no entendía hasta las cosas más simples que sucedían en el deporte y que buscaban siempre hacerle un test de conocimientos cuando decía que le gustaba. Joder, había crecido en una familia futbolera, su hermano era una leyenda en aquella disciplina y aún  así parecía que tenía que atravesar cientos de pruebas solo para demostrar que no le gustaba el fútbol por moda, solo porque era un chica.

Se dio cuenta que las palabras de Ainhoa no iban con mala intención —Esta vez— y se sintió mal por estar a la defensiva por aquel tema. Por su cabeza se cruzó la idea de disculparse; pero no lo hizo, simplemente porque no le nació.

La suavidad de la textura del Señor Mofletes la trajo de nuevo a la realidad e hizo que dirigiera sus ojos hacia Ainhoa. Sentada en su cama, pasando la mirada por su ropa y tomando una camiseta rosa entre sus manos, era como si estuviese perdida en sus pensamientos y Gaia recordó lo que había sucedido para que ellas dos estuviesen en ese lugar. La broma pesada de Eric sobrepasó cualquier límite que pudiera tener, el miedo en sus orbes oscuros era algo que no podría dejar pasar así de fácil y para su mala suerte podía entender el sentimiento que atravesó en ese momento.

Si a Gaia se lo preguntan, jamás aceptaría temerle a algo, mucho menos a una cosa tan tonta como aquella. Podía entender la vergüenza que suponía en Ainhoa admitir que la simple mención del agua podría llegar a causarle escalofríos y de alguna manera se sintió mal. Responsable de ese suceso, era verdad lo que la morena le gruñó en la entrada, no debía estar ahí porque la presencia en su fiesta de cumpleaños solo se debía a la insistencia que tuvo Pedri con ella.

—Lamento que Eric te haya hecho esa broma tan pesada —susurró, con voz apenada—. Sé que te cae mal, ¿vale? Puedo entenderlo, pero no es un mal chico, solo es un poco pesado con sus bromas.

—No debes justificar a una persona como él.

—Sé que no, pero te lo digo en serio, ¿sí? Él jamás habría hecho eso si tuviese conocimiento de tu temor al agua y…

—¡Yo no le tengo miedo al agua!

Gaia casi pegó un salto por el grito de Ainhoa. La miró de forma profunda, era increíble la manera en la que podía entenderla con ese tema. Comprendía que tuviese el ego tocado, que se sintiera humillada después de la escena que se había montado abajo, teniendo los ojos de todos puestos en su persona. Le dio una sonrisa tranquilizadora, para intentar apaciguar su fuerte carácter.

—Noa, yo sé exactamente como se ve una persona cuando le tiene miedo a algo. No fue difícil para mí comprender que le tienes fobia al agua, no debes preocuparte o avergonzarte por ello. Es más normal de lo que crees.

—No, no lo es —bufó Ainhoa, cerrando sus manos en puños y estrujando con fuerza la camiseta que tenía—. Es una estupidez, una verdadera tontería que… —La miró, posando sus ojos oscuros en ella, para luego soltar una sonrisa burlona—. Supongo que ahora querrás saber la historia.

Gaia se encogió de hombros, desviando su mirada al Señor Mofletes. La ardilla de peluche era tan mona que no podía evitar que el corazón se le encogiera de amor cada vez que la veía.

—No tengo porqué saber nada si no quieres. Las fobias son algo que te paralizan por completo y que resulta difícil de hablar sin sentirse avergonzado.

Volvió a mirarla, Ainhoa se sonrojó por ello y apartó rápidamente la vista. La habitación se quedó en silencio durante unos segundos, Gaia no estaba esperando nada porque había sido verdad lo que le dijo, pero le gustaba mostrarle que, a pesar de tener el apellido que tenía y de su mal comienzo, podía confiar en ella si quería hablar alguna vez de ese tema.

La rubia se sorprendió por completo cuando volvió a escuchar la voz de la jugadora, esta vez con un tono más bajo.

—Siempre digo que no tiene mucha importancia, pero no es verdad —dijo—. Es un jodido temor que se formó en mi niñez, igual por una broma de este estilo. Yo… yo solo no quiero estar cerca del agua, nunca más.

Gaia la escuchó en silencio, dejando que se desahogara con ella, hasta que la oyó soltar un bajo bufido.

—Ya te lo dije, es un temor de niños. Una completa tontería.

Su corazón empezó a palpitar con fuerza mientras apretaba las manos y acercaba más al Señor Mofletes hacia si, buscando un poco de consuelo en él. Podía entender la vergüenza y el querer quitarle importancia al tema, tratando que no la vieran como alguien débil.

—No es una tontería —musitó Gaia, sin mirarla—. Al menos no como lo es temerle a la oscuridad con veintiún años. Eso sí que es tonto.

No quiso mirarla, sentía las mejillas cosquilleando por la vergüenza que se apoderaban de ellas. Era la primera vez que le confesaba su mayor fobia a una persona ajena a sus amigos, muy pocos sabían ese dato y era algo que jamás pensó en decirle a Ainhoa Luján. Podía sentir la potente mirada de la jugadora del Barcelona, como si tratara de descubrir si lo que acababa de decirle era verdad o solo un intento por hacerla sentir mejor.

—¿Le tienes miedo a la oscuridad?

Asintió, sin mirarla y concentrándose en las mejillas del Señor Mofletes para tratar de alejar todos esos malos recuerdos de su cabeza.

—¿Por qué?

—También fue por algo que me sucedió de pequeña, justo con mi madre. Yo… pensé que solo era una bobería de niña, pero el miedo jamás se fue. No es algo que me guste contar, ¿sabes?

Al fin la miró, posó sus ojos azules en ella y Ainhoa se veía sorprendida. Había una genuina calma que las rodeaba, quizás la tranquilidad por haber compartido un secreto que las avergonzaba y lograba unirlas por ello.

—No te vi en toda la fiesta —habló Ainhoa de nuevo—. Creo que me perdí mucho de lo que sucedió en ella, pero según Aurora estuvo bastante buena y lamento no haberte podido felicitar por tu cumpleaños.

Gaia le sonrió, sin mostrar los dientes.

—No tienes porque hacerlo, yo sé que no querías venir a mi fiesta. Te agradezco que lo hayas hecho solo para apoyar a Pedri, para él significa mucho.

Ainhoa asintió y el silencio volvió a invadirlas por unos segundos.

—Minion, feliz cumpleaños.

—Te lo agradezco mucho, loca histérica —Ambas rieron—. ¿Me has traído un regalo?

Noa le dio una sonrisa burlona, jugueteando con la camiseta rosa entre sus manos.

—Claro que sí, tía, ¿por quién me tomas? Te he traído un Canario de veinte años, un poco tontito, eso sí; pero funciona bastante bien. Suelta una que otra tontería y está obsesionado con los plátanos, pero es buena gente

Gaia no pudo contener la risa por aquella broma. Trató de colocar la mano en su boca para evitar que se escuchara tan fuerte, no lo logró. Ainhoa la miró y acompañó su buen humor, riéndose también, pero de una forma más disimulada que ella.

Ambas siguieron riéndose, soltando uno que otro comentario que hacía solo incrementar sus incontrolables risas. En un momento, Gaia se fijó mejor en Ainhoa y pudo notar un leve corte arriba de su ceja, trató de no prestarle mucha atención a ello; pero esperaba que no fuera una consecuencia de la bromita pesada de Eric. Tal vez lo tenía desde antes y no lo notó, no iba a preguntarle.

—Me la he pasado bien en la fiesta —confesó Ainhoa, luego de calmar un poco su risa. Gaia alzó la ceja—. Fue divertida, pude conocer a uno de tus compañeros de la película que hiciste. Y si quitamos el hecho que fui obligada a hacerle frente a mi mayor temor, escuché música que no me gusta, tuve que soportar a mi mejor amigo celoso y Gavi…

La mención de Pablo le hizo soltar un chillido de emoción que, para su mala suerte, provocó un sonrojo furioso en las mejillas de Ainhoa, la cual se calló de inmediato. Repasó los números en su cabeza, para tratar de mantenerse en calma y no exponer a su mejor amigo —Aún más de lo que había hecho— frente a la chica que le gustaba.

Levantó el mentón mientras fingía acomodar los pétalos de peluche del Señor Mofletes, como si esa fuera la única cosa que le importaba en ese momento, y, con genuina curiosidad, pero tratando de aparentar normalidad y desinterés, le preguntó:

—¿Y Gavi qué?

No la había engañado, Ainhoa captó su deseo porque continuara el relato, instándola a contar la perspectiva de aquel momento que tuvieron. Como ambos bailaron y estuvieron a punto de besarse, la jugadora lo habría aceptado, embargada quizás por la curiosidad, pero fue su mejor amigo quien dio un paso atrás. Gaia podía entenderlo, sabía lo romántico que era Pablo y sus ganas de hacer de ese recuerdo algo memorable; pero, la parte coqueta y atrevida de ella, le seguía recriminando por no haberlo hecho.

Por su cabeza pasó la idea de tirar de las orejas de su mejor amigo y hacer que se confesara directamente a Ainhoa, así como ella había hecho con Pedri —Luego de días tanteando el terreno y coqueteándole en cada oportunidad—; pero recordó que las circunstancias no eran las mismas. Su lindo Canario estaba más que dispuesto a admitir que sentía algo por ella, como ya lo hizo en la piscina, a comparación de la jugadora en aceptar que Pablo le caía mínimamente bien. Era un largo camino que debía atravesar.

Cuando decidió mirarla de nuevo, se fijó en que los ojos marrones de Ainhoa estaban posados en ella con una leve furia. Le dio una sonrisa, tratando de parecer inocente, cosa que la mediocampista no se tragó ni por un segundo.

—¡Y Gavi nada! —soltó, molesta. Ainhoa se levantó de la cama con rapidez, tomando la ropa que había escogido para ella—. Voy a usar esto, de seguro es lo menos revelador que tienes en tu armario.

—Venga, tía, no te cabrees… ¡¿Qué carajos haces, Ainhoa?!

—Ostia, que susto. Minion, deja de gritar, coño. ¿Qué te sucede?

Gaia tenía su cara oculta detrás del Señor Mofletes, tratando de no mirar la desnuda figura de Ainhoa delante de ella. Porque sí, la jugadora del Barcelona se había desecho de la toalla blanca con la que salió del cuarto de baño que usaba para cubrir su cuerpo. Sentía las mejillas ardiéndole, no podía entender como pudo haber pensado en tener esas clases de confianza con ella, era demasiado surreal.

—¡Que te estoy viendo las tetas, Ainhoa! —chilló, ocultando su rostro aún más en su ardilla de peluche—. ¡Vete a cambiar al baño, jodida exhibicionista!

De inmediato la escuchó reír y, aún sin separarse de su peluche, cerró los ojos con fuerza y se las ingenió para sacarle el dedo corazón de la mano derecha.

—Son tetas, Gaia. No seas dramática, ambas las tenemos y, hasta donde sé, las enseñaste mucho en tu película.

—Por eso me pagaron —se defendió. Ainhoa volvió a reír—. Quizás estés acostumbrada a estas cosas con las chicas del equipo, pero yo no. Es raro.

Hubo unos segundos de silencio, Gaia no escuchaba nada más allá aparte de la risa de la morena, que parecía encontrar bastante divertida su vergüenza. No quería separar al peluche de su rostro sin tener una confirmación de que no le vería las tetas a Noa.

—Venga ya, si eres la tía que se la pasa metida en el vestuario de los chicos —le recriminó Ainhoa—. Has visto pollas por demás.

—Estoy acostumbrada a las pollas, ¿vale? —dijo, rápidamente con voz nerviosa, buscando excusarse de alguna manera—. Le he visto la polla a Pablo desde que éramos niños y ahora a todo el jodido equipo, ¿sí? ¡Pero eso es algo normal!

Sin embargo, Noa solo pareció oír una cosa.

—¿Qué has visto el qué de Gavi?

Pedri estaba molesto. Ver a su mejor amiga siendo tirada a la piscina como parte de una broma pesada de Eric no le había hecho mucha gracia porque sabía cuanto miedo le tenía Ainhoa al agua. La irritación corrió por sus venas al ver al Catalán no tan preocupado por el asunto, él en serio pensaba que no fue nada porque creía que a la morena solo le daba vergüenza el no saber nadar. Sin imaginar que detrás de eso existía una fobia que la paralizaba.

Se cruzó de brazos, levantando la voz en la sala de estar para que Eric notara su molestia y dejara atrás la actitud condescendiente que solía tener. Él, junto a los borrachos de Geri y Riqui, parecían los únicos que no estaban plenamente conscientes de lo serio que había sido todo eso en la piscina. Los demás, sus compañeros de equipo y sus respectivas parejas, mostraron una genuina preocupación por Ainhoa, creyendo que lo mejor era darle su espacio para que se tranquilizara.

Él estuvo de acuerdo en eso, más cuando vio a su rubia yendo detrás de ella para poder ayudarla. Junto a él, Fer, su hermano, también mostraba su desagrado para con la bromita pesada de Eric y, en una misma línea, pero casi pudiendo sentir su piel hervir por el calor sofocante de la molestia que le albergaba, estaba Gavi. Ninguno de los tres se encontraba feliz, mucho menos con ganas de zanjar el asunto y dejarlo como si nada, debían e iban a hacer algo al respecto.

—Tíos, venga ya. No os cabreéis por nada, si solo fue una puta broma. ¿Qué iba a saber yo que la churri no sabía nadar?

—¡Si no sabes entonces debes ahorrarte tus putas bromitas, Eric! —espetó Gavi, con la cara brillando de un furioso rojo—. A Ainhoa pudo haberle sucedido algo grave por tu culpa.

Al ver a Gavi dar un paso hacia delante, Pedri supo que era momento de interceder. Lo sujetó por el brazo, aún mojado debido a su incursión en la piscina para ayudar a Ainhoa, y tiró de él hacia atrás. Sabía que no iba a reaccionar de manera física en contra de Eric, pero tenía la mecha tan corta que prefería prevenir antes que lamentar alguna situación.

—Fue solo un error…

—Paremos esta mierda —bufó Pedri, con voz seria, e interrumpiendo el intento de defensa del zaguero—. Tu bromita sobrepasó los límites, ¿entiendes eso? Sé que de haber sabido que Ainhoa no sabe nada, no lo habrías hecho porque no eres mala persona; pero debes entender que cruzaste la línea.

—Gavi tiene razón —le apoyó Fer—. A Noa pudo sucederle algo grave y ninguno de los que estamos aquí hubiese querido eso. ¿Acaso no lo entiendes?

Como un niño siendo regañado por haber roto su juguete, Eric rodó los ojos y se cruzó de brazos, dándoles la razón con un bajo tono de voz. Pedri sabía que su intención no había sido la de dañar a su mejor amiga, quizás lo hizo solo para que ella dejara de alejarse del grupo y pudiera divertirse; pero las cosas no eran así de sencillas. Quizás si Noa no le tuviese fobia al agua, ese hecho se habría quedado tan solo como un suceso aislado.

—Te has pasado hoy y es por ello que vas a ir a pedirle disculpas a Noa.

—¿Qué? Ni de coña, tío…

—¡Sí lo vas a hacer! —exclamó Pedri, con un tono de voz que no admitía réplica alguna. Gavi bufó por lo bajo, dándole la razón—. Ahora mismo está con Gaia, en su habitación. Vas a ir con nosotros, para asegurarnos que en serio te disculpes, y le vas a decir que lo lamentas. ¿De acuerdo?

Eric soltó un obligado “de acuerdo”, parecía entender que si se negaba a su petición iba a ser peor para él y no se equivocaba. Muchos en el área de la piscina habían quedado preocupados por la reacción de Noa al ser arrojada al agua, incluso algunas de las esposas de sus compañeros fueron las primeras en recriminarle a Eric por ese acto. Estaba claro que si el catalán volvía como si nada a la fiesta, no se las iba a ver sencilla y ligera, esa era su mejor opción.

Cuando un viento helado entró por la puerta acristalada de la piscina, su cabeza volvió a procesar que estaban parados en medio del pasillo, en bañador y en pleno invierno. A pesar de que la calefacción encendida mantenía la mansión de los Piqué con una temperatura aceptable, aún así para él era demasiado el frío

El calor volvió a él cuando explicó a detalle dónde quedaba la habitación de Gaia, habiéndola conocido de primera mano esa noche; pero no era una información que les pareció del todo normal a los tres chicos que lo acompañaban. Gavi lo miró con una ceja alzada, Fer tan solo atinó a soltar una de sus risas burlonas y Eric le preguntó cómo es que era que sabía eso. Se hizo el desentendido y alejó las preguntas de su persona cuando comenzó a caminar por el pasillo en dirección a su destino.

La mansión de los Piqué era enorme. Hacia valer su estatus y le demostraba una vez más lo importante que eran ellos en Barcelona, como tan solo la simple mención de sus apellidos podría abrirles puertas —Y en otros casos menos amigables, cerrárselas— a todo un mundo de glamour y fama. Sin embargo, a pesar de ello, Pedri había escuchado de primera mano en Arabia como Gaia le contaba que jamás utilizó ese punto a su favor para su carrera. La manera en la que usó otro nombre al inicio para que no la asociaran con su familia y así poder ganarse todo de lo que hoy gozaba con esfuerzo propio y trabajo duro.

Eso le hizo sentirse contento por ella, Gaia estaba tan orgullosa de saber que todo lo que había logrado fue en base a su propio esfuerzo que no podía evitar mencionarlo cada vez que tenía la oportunidad. Hasta que el recuerdo de su voz apagándose cuando comenzó a contarle las veces en las que se sentía insegura por todo lo que comentaban de su trabajo, como le dolía que pensaran que solo era una chica que usaba el nepotismo para avanzar en la vida, todo lo contrario a lo que verdaderamente era. Pedri solo quería verla siendo feliz, con la sonrisa adornando sus labios y el brillo en sus ojos azules, ella más que nadie merecía serlo.

Al llegar al tercer piso, justo cuando pisaron el largo pasillo con tres puertas de cada lado, pudieron escuchar ruidos extraños. Entre gritos, maldiciones y quejas que provenían de la puerta blanca, con letras de colores que formaban el nombre “Gaia”, al final del corredor, justamente la habitación de su rubia. Se trataba de un mar de voces que iban y venían, donde no pudieron captar ninguna de las palabras que se decían la una a la otra.

Por un momento se asustó, él era el principal impulsor de que tanto Gaia como Noa se dieran una oportunidad como amigas, insistiéndoles constantemente en que ninguna era como la otra creía y que debían llevarse bien para tratar de mantener las cosas en paz. Su rubia, por diferentes razones, aceptó y trataba de poner lo mejor de sí para lograrlo; pero la morena jamás fue un caso fácil, a pesar de también estar intentándolo. Pedri veía algo en ellas dos, la manera en la que eran tan diferentes; pero iguales a la vez, le hacía creer que podrían llegar a congeniar de una forma perfecta.

También tenía que decir que era porque quería que tanto su mejor amiga como su futura novia —Si todo llegaba a salir bien esa noche— pudieran convivir en paz sin que él tuviera que estar intercediendo entre ellas o tomando algún bando.

De nuevo, ambas voces gritándose con fuerza se escucharon. Cuando Gavi tomó el picaporte, pudieron captar lo que decían.

¡Estás actuando como una histérica!

¡Y tú ahora eres la exhibicionista!

Antes de poder abrir la puerta en su totalidad, tanto Gaia como Noa gritaron el nombre de la otra. Lo que le sorprendió escuchar fue que seguido de ello la voz de su mejor amiga decía “Que me mires de una jodida vez, Gaia” y eso fue todo lo que necesitaron para darse una mirada cargada de confusión y entrar a la habitación sin invitación alguna. Lo primero que observaron, y lo único que podía estar en su campo de visión, fue la enorme cama de su Catalana, dónde ella estaba cubriéndose los ojos con el Señor Mofletes.

El sonido de otra puerta cerrándose les llamó la atención. Fue un movimiento casi imperceptible, pero aún podía verse como se balanceaba el adorno con fotos que tenía Gaia cerca de su armario. Algo dentro de él supuso que era Ainhoa la que se encontraba ahí dentro, buscando apartarse de la repentina presencia que ingresó a la habitación. Observó a su rubia quitar el peluche de su rostro lentamente, mirando en dirección a su guardarropa, como si temiera ver algo que no debía.

—¿Qué sucede? —preguntó Fer en voz alta, atrayendo la atención de Gaia hacia ellos—. ¿Por qué os gritáis?

Gaia no les dio una respuesta inmediata. Solo dejó el peluche a un lado y Pedri pudo notar que seguía en bikini, trató de no prestar mucha atención a eso porque sino no iba a ser capaz de concentrarse en lo que estaba sucediendo ahí. Como en la rápida caminata que dio Eric hasta llegar a la catalana y tocarle la mejilla, para preguntarle con una voz dulzona:

—¿Te ha molestado la churri, mi amor?

Pedri no ocultó su desagrado por ese apodo; pero no fue el único en mostrar su descontento.

¡Que no me llames así, gilipollas! —gritó Ainhoa, desde algún lugar de la habitación donde ellos no podían verla—. ¡Y no la he molestado, ella es la que actúa como una auténtica reina del drama!

—¿Pero dónde es…?

—¡Me enseñaste las tetas, maldita degenerada! —chilló Gaia de vuelta, en dirección a la puerta de su armario, interrumpiendo la pregunta de Gavi—. ¡Si quieres ir al estilo Eva vete a una playa nudista, tía, pero no me vengas a poner tus tetas acá en la cara!

¡Que no te las puse en la cara, guarra! ¡Somos mujeres, no entiendo cual es tu jodido drama conmigo…!

Pedri rió, la causa de la pelea que estaban teniendo esas dos era bastante divertida y para nada preocupante como pensó al inicio. El rostro sonrosado de Gaia le daba a entender que ver a Ainhoa desnuda le causó una fuerte vergüenza, pero para su mejor amiga quizás no era nada, ya debía de estar acostumbrada a tantos años en el vestuario de las chicas del equipo. Le echó una mirada a Gavi, quien paseaba sus ojos de un punto a otro en base a los gritos como si fuera un partido de tenis, disfrutando también de la tonta y exagerada discusión.

… si ya le has visto la polla a Gavi y a todo el jodido equipo!

—¡Eso es diferente! —refutó Gaia. Pedri hizo una mueca—. ¡Estoy acostumbrada a la polla de Pablo, no a tus tetas, Ainhoa!

Un golpe seco se escuchó dentro del armario mientras la habitación se quedaba en silencio por esa confesión. Gaia pareció volver a caer en su presencia, porque de inmediato volteó a mirarlos, con las mejillas encendidas en un furioso rojo al escuchar la risa estridente de Eric. Fer también parecía genuinamente divertido, aunque un poco sorprendido, mientras que Gavi se cubrió el rostro con vergüenza. Pedri era un caso aparte, no había ni un gramo de diversión en su cara, tenía los labios fijos en una línea recta que mostraban su descontento ante esas palabras, a pesar de saber que entre su rubia y su compañero no existía nada más allá que una larga amistad.

Cuando los ojos de Gaia se fijaron en él, tratando de apaciguar lo que antes había dicho, alzó una ceja en su dirección, tratando de obtener alguna explicación de su parte que pudiera dejar atrás sus celosos pensamientos para nada justificados.

—A ver… No, o sea, no es lo que…

—Sí, exacto, no es… Bueno, ya sabéis que…

—No os tenéis que explicar —se burló Eric, interrumpiendo los nulos intentos de una explicación por parte de Gaia y Gavi—. Todos sabemos que habéis dormido juntos muchas veces y por ende os tenéis que haber visto desnudos.

La aclaración de Eric fue la que menos le gustó, pero agradeció al universo que su quejido molesto fue opacado de nuevo por un ruido seco dentro del armario de Gaia. La rubia desvió un poco el tema, pidiéndole a Ainhoa que no rompiera nada dentro del lugar y cuando su amiga respondió, para él no pasó desapercibido el leve eco que se escuchó. Lo cual le hizo preguntarse con genuina curiosidad que tan grande era ese armario.

—Debes dejar de decir eso de esa manera porque parece que Pablo y yo nos hemos enrollado, cuando sabes que no es así —bufó Gaia, acomodándose en la cama. Sin embargo, Pedri no desistió de su cara molesta—. Pablo y yo hemos crecido juntos, lo he visto desnudo casi tanto como a Geri.

—Bah, era más divertida mi explicación.

La nueva intervención de Eric, y su cambio de humor, hizo que Gaia clavara sus ojos en el catalán y se estirara de tal forma que, sin levantarse de su cama, pudiera golpearle el brazo con molestia.

—¡No me cambies de tema, gilipollas! —le chilló, golpeándolo una vez más—. Le has hecho una verdadera putada a Ainhoa con tu estúpida bromita, ¿se te cruzó en algún momento por la cabeza que pudo haberle sucedido algo grave?

—Vamos, Gallita, yo… ¡Ay!

—Ni intentes justificarte, Eric García Martrét. Debes entender que has hecho mal y que aunque no hayas tenido la intención sí te has pasado un pueblo con esto.

Pedri no fue capaz de esconder ni un ápice su sonrisa de orgullo, ni siquiera cuando Fer o Gavi lo miraron. Gaia no solo se veía bastante bonita molesta, con su ceño fruncido y ojos furiosos, sino también porque le provocaba una genuina sensación de felicidad escucharla defender a Ainhoa —Una chica que supuestamente detestaba y con la que se dio de hostias en un entrenamiento— de la bromita pesada de Eric. Él pocas veces se equivocaba y sabía que, a pesar de todo, insistir en una amistad entre ellas dos había sido una decisión acertada.

Eric se veía de verdad afectado ante las quejas y el regaño que le estaba dando Gaia, parecía ser la primera vez en la que él la veía tan desacuerdo por alguna de sus bromas como para reaccionar de esa manera. Sin embargo, un brillo vengativo se instaló en los ojos del defensa, casi imperceptible para todos, cuando la Catalana volvió a golpearle el brazo.

—Gallita, que fue una jodida broma —musitó Eric, por cuarta vez, en su intento de justificación—. Sabes más que nadie que no fue mi intención que se pusiera de esa manera, ¿qué iba a saber yo?

—Sé que no querías algo como esto, pero debes entender que tus bromas no son siempre del agrado de los demás, ¿vale? No vuelvas a hacer una cosa como esa o sino me verás en serio enojada contigo.

—Ostras, tía, jamás te habías puesto de esta manera antes. Lo lamento, ¿sí? No lo volveré a hacer, no me gusta que estés enfadada conmigo, mi amor.

Ante ese apodo romántico y el movimiento que hizo Eric para acercarse a Gaia, Pedri vio oportuno intervenir.

—Sabes perfectamente que no es con Gaia con quién debes disculparte, Eric —habló en voz alta, llamando la atención del defensa. Escuchó la risa de Fer, su hermano lo conocía como la palma de su propia mano y sabía que había hecho eso para evitar que su compañero de equipo abrazara a su rubia—. Es Noa quien merece una disculpa de tu parte.

—Pedro tiene razón —dijo Gaia. De nuevo, la risa de Fer fue lo único que se escuchó porque le causaba bastante gracia que justamente fuera Gaia la única con libertad de llamarle de esa manera—. Debes disculparte con Ainhoa por tu bromita y que se vea sincera, ¿vale? No dudo que ante la mínima molestia de ella te golpeará.

A pesar de que vio a Eric asentir ante las palabras de Gaia, la sensación que le advertía no confiarse demasiado le recorría el cuerpo. El brillo vengativo en sus ojos seguía estando ahí presente y temía que por su cabeza estuviera paseando la idea de una nueva broma, esta vez dirigida a ellos por ser arrastrado ahí para disculparse. A diferencia de él, la rubia no pareció percibir ni un ápice de maldad en el defensa español, por lo que, con toda la comodidad del mundo, se reacomodó en la cama y cogió al Señor Mofletes para colocarlo sobre sus piernas.

Su regalo era el único que permaneció aún ahí, todos los demás obsequios habían terminado en otro lugar, quizás para ser abiertos más tarde. La cámara instantánea estaba sobre la estantería que adornaba la cabecera de la cama, junto a unos cuantos libros apilados y una curiosa lámpara con forma de girasol, Gaia no mintió cuando le dijo que esos habían sido sus regalos favoritos.

No estaba siendo nada disimulado, lo descubrió cuando Fer le palmeó la espalda para llamar su atención y de inmediato soltó una risa al notar el punto fijo de su mirada. Su hermano y Eric aceptaron gustosos la invitación de Gaia de sentarse con ella en la cama, pero Pedri hizo una mueca, le habría gustado estar de nuevo ahí a solas con ella. Sin nadie más haciéndoles compañía o interrumpiéndolos.

Así que se quedó ahí parado, frente a la puerta blanca mientras la miraba con una sonrisa. No podía evitarlo, Gaia tenía esa especie de actitud divertida que te ponía feliz de inmediato y eso era lo que le ocurría a él. Donde estaba era el mejor lugar para poder captar todo de ella sin llamar la atención de los demás, podía ver la sonrisa que colocaba cuando alguien comentaba algo divertido y escuchaba la risa que soltaba después, sin verse capaz de aguantarla, y que a sus ojos podía iluminar toda la habitación.

No se detuvo ahí, fue imposible para él no fijarse en su piel blanca, llena de lugares que se esparcían estratégicamente por todo su cuerpo. En su corto cabello rubio, cayendo por sus hombros, una risa casi se escapa de sus labios al ver cómo los restos de agua lo habían abandonado. Se distrajo por completo al ver cómo volvía a coger al Señor Mofletes y lo abrazaba, sin importarle las bromas de Eric acerca de la ardilla de peluche.

Entonces, una voz en su cabeza le preguntó la razón por la cual no podía apartar la mirada de ella y no supo que responderse a si mismo. No encontraba una respuesta lógica a esa pregunta, ¿la tendría alguna vez? Apenas había conocido a Gaia hace tan solo un mes atrás —Si nos ponemos exactos, tal vez en noviembre durante la despedida de Gerard— y la manera tan rápida en la que atrajo su atención fue casi una sorpresa para él. Tenía que aceptar que al principio solo era su curiosidad que buscaba saciar la incógnita de quién era esa chica desconocida, a la cual había considerado hermosa y le sorprendía que gran cantidad de sus compañeros la trataran con una naturalidad extraña.

Sin embargo, todo escaló cuando la pudo conocer oficialmente. Lo que había comenzado como solo una atracción física subió de intensidad cada vez que la veía en los entrenamientos, cuando hablaba con ella, con sus mensajes nocturnos o sus videollamadas antes de dormir, los coqueteos indiscretos, la manera en la que ninguno quería dar un paso atrás. Todo se volvió inevitablemente en un sentimiento, con el que podía decir con seguridad que Gaia le gustaba.

¿Y es que cómo podía negarlo? Gaia con su extravagante personalidad siempre le sacaba una sonrisa, le hacía sentir bien, lo trataba con cariño, demostró que lo apoyaba en su carrera, respondía con entusiasmo sus coqueteos y sentía que con ella podía ser él mismo sin temor alguno. Tan solo un mes pasó, ¿cómo era si quiera posible que pudiera sentirse de esa manera en tan poco tiempo? Antes ni siquiera se le habría cruzado por la cabeza la idea del amor a primera vista.

—Casi puedo ver los corazones saliendo de tus ojos en este momento —le susurró Gavi, sacándolo de sus pensamientos. Al parecer no había sido del todo disimulado—. Deja de verla así o sino Eric se dará cuenta e irá a acusarte con Geri y Xavi.

—No sé de qué me hablas, no estoy haciendo nada.

Pedri hizo una mueca, tratando de no hacer caso a la sonrisa burlona que Gavi le dedicaba, aquella que estaba dirigida la mayoría del tiempo a los rivales en la cancha cuando solían provocarlo.

—Físicamente no, pero se nota que en tu cabeza están sucediendo millones de cosas y todas ellas con mi mejor amiga.

Se vio incapaz de mencionar a su propia mejor amiga, soltar una burla con referencia a ella y darle la vuelta al asunto, porque sabía que lo que él decía era verdad y le costaba aceptarlo. Estaba librando su propia pelea con su mente, tratando de decidir si lo de Gaia era famoso y comúnmente llamado “amor a primera vista”. No le dio una respuesta a Gavi e hizo de manera exacta lo que él le dijo, para su sorpresa, así que se dio la vuelta y empezó a ojear algunas cosas en la habitación.

Llegó al tocador, pasó las manos por la superficie plana donde se encontraba el maquillaje que utilizó para retocarse antes, tratando de despejar de su mente el recuerdo de que ese fue el lugar donde Gaia se subió mientras se besaban, antes que su hermano los interrumpiera. De pronto, se volteó por unos segundos a mirar a Fer, él jamás le dijo la razón por la cual lo estaba buscando. Supuso que no debió de haber sido nada importante si hasta él mismo lo había olvidado.

Estaba bastante ordenado, los cajones cerrados y los estantes que lo adornaban tenían algunas fotos y unas pequeñas plantas bastante bonitas. El enorme espejo era llamativo, pero sabiendo que Gaia trabajaba con su imagen, no le extrañó para nada que fuera tan grande, también había un aro de luz mediano que supuso que era para mejorar sus fotos. Quitó la silla blanca del medio y se acercó más a la estantería para poder detallarla mejor, había algo que llamaba su atención. Ni siquiera trató de esconder la sonrisa que floreció de sus labios al ver uno de los girasoles que le había regalado perfectamente colocado en un florero para que permaneciera hermoso durante más tiempo.

Pasó sus dedos por los pétalos de aquella amarilla flor, tan bonito como el día en que lo compró para regalárselo a ella. Ni siquiera quería pensar en como le jodió la paciencia a Gavi para que le dijera cuales eran las flores favoritas de Gaia o la risa histérica de Fer la primera vez que lo vio comprarle uno, porque todo había tenido buenos resultados. Gaia estaba feliz cada vez que le daba un girasol y él se sentía orgulloso por provocar eso en ella, jamás se arrepentiría por darle ese regalo casi todos los días

Su cuerpo tuvo que verse obligado a dejar el orgullo de lado para seguir curioseando las cosas de la rubia. Unas cuantas fotografías estaban colocadas de forma perfecta en el estante para que no se viera sobrecargado, en todas y cada una de ellas Gaia estaba acompañada. Había una con Gerard, ambos se veían bastante jóvenes. Otra, de manera sorprendente, con Ferrán y Eric, los dos con la camiseta del Manchester City. La tercera era con dos hombres, quizás su abuelo y su padre. La cuarta era con un grupo de chicos, a algunos los reconocía del grupete de amigos de Gavi de Sevilla y La Masía. Junto a ella, se encontraba una con Xavi, parecía ser de aquella temporada en la que se retiró del club como jugador.

Luego estaban dos retratos juntos, en uno Gaia sonreía a la cámara junto a Gavi, ambos con rostros aniñados y esa felicidad infantil. La última fue la que más le llamó la atención, solo estaba Gaia de pequeña, no le calculaba más de seis años, con su corto cabello rubio desordenado, las mejillas sonrojadas mientras mostraba una sonrisa digna de una niña traviesa y, aunque no era de cuerpo completo, se podía ver que usaba una antigua camiseta del Barcelona que le quedaba extremadamente grande. Al parecer ella en ningún momento mintió cuando le dijo que era culé desde la cuna.

Los dedos le picaron por tomar la foto y así lo hizo. La cogió entre sus manos para detallarla mejor, se dio cuenta que en aquel tiempo Gaia usaba un flequillo que le caía en el rostro, tan largo que casi le cubría los ojos. Era la imagen más vívida de la inocencia, una pequeña niña tan bonita y tierna, que no pudo evitar voltear de nuevo hacia la cama y comparar el paso del tiempo.

Quizás Gaia ya no utilizaba un flequillo, pero seguía estando igual de rubia que antes. Y sus ojos ya no reflejaban el brillo infantil de una niña, pero sí de una chica risueña e igualmente traviesa. Trató de no sonrojarse cuando ella se fijó en él, pasando la mirada de la foto que sostenía entre sus manos hasta su rostro, para luego darle una sonrisa burlona —Que pasó desapercibida para sus acompañantes por el chiste que soltó Eric— y Pedri se sintió avergonzado al haber sido descubierto.

Dejó la foto donde la había encontrado, para volver a fijarse en la dueña de la habitación. Ya no lo veía, sino que reía junto a su hermano y Gavi en la cama por alguna tontería que había soltado Eric. La imperiosa necesidad de ir hacia donde estaba y estar a su lado se hizo presente, sabía que nadie podría culparlo por ello porque había probado de primera mano lo que era estar a solas con ella y tener su completa atención. Le gustaba y deseaba más de ello; pero, cuando dio solo un paso en su dirección, se escuchó el ruido de una puerta abriéndose.

Noa emergió desde el interior del closet completamente cambiada con una ropa que no le pertenecía, eso estaba claro. Mordió su labio, para tratar de no dejar salir la sonrisa divertida que quería escaparse de él al verla usando una camiseta rosa pastel. Ella odiaba tanto ese color. El pantalón que utilizaba era decente, un short que por como le quedaba mostraba la diferencia de estatura que existía entre Gaia y Ainhoa.

—Joder, vosotros todavía estáis aquí, eh.

«Que tierna era su mejor amiga», pensó con sarcasmo.

—¡Noa, que bueno es verte con ropa! —chilló Gaia, sonriendo y colocándose de rodillas en la cama—. ¿Por qué has tardado tanto? Estaba a punto de entrar a buscarte.

—Me he perdido en la sección tres, del pasillo cuatro del departamento de vestidos. Ostras con ese lugar, si que es grande, parece Narnia.

—Ala, no seas exagerada.

—Llega un punto en donde ya comienzan a aparecer carteles diciendo “Estás aquí”. Ahí podrían vivir tres familias, con gatos incluidos.

Pedri rió cuando escuchó a Gavi darle la razón por lo bajo, dejó por completo la fotografía de donde la había cogido y dio dos pasos para ir en dirección a su amiga; pero Fer se le adelantó y, más rápido que un parpadeo, la envolvió en un fuerte abrazo. Para él, esa muestra de afecto de su hermano no era nada extraña, Noa solamente podía soportar ese acto de cariño por su parte sin ponerse tensa como un gato. Eso le hizo pensar que quizás en otras circunstancias ella habría podido corresponderle.

Sin embargo, se sentía como estar en medio de algo. Lo descubrió cuando miró a Gavi, no podía evitar preocuparse también por él, ya sabía de sobra sobre sus sentimientos por Ainhoa y eso lo colocaba a él en una posición bastante comprometedora. No quería ponerse del lado de nadie, no era su obligación, pero la preocupación por todos los involucrados no desaparecía, quería que tanto su hermano como su amigo estuviesen bien con cualquier decisión que tomara Noa.

—¿Segura que te encuentras bien, Noa?

—Estoy bien. Fer. Lo juro, ¿sí? Solo tragué agua, no es para tanto.

Pedri le dio una sonrisa a Ainhoa cuando vio que sus ojos se posaron en él, abrió la boca para hablarle; pero ella rápidamente volteó su mirada hacia otro punto de la habitación. Por encima del hombro de su hermano, había visto la figura de Gavi, que no dejaba de observarla con genuina preocupación. Se mantuvo en silencio, como toda la habitación, esperando cualquier acto por parte de las dos partes.

Ainhoa se separó del abrazo con Fer antes de hablar.

—Me cuesta mucho decir esto, en serio; pero tengo que darte las gracias, Gavi —dijo ella, fijando sus ojos en el Sevillano—. Fue muy amable de tu parte ayudarme, ya sabes, sacarme de la piscina y… Bueno, sí, gracias por eso.

Era como estar presenciando la escena de alguna película, en dónde solo podía observar a las personas ajenas y ver como se desarrollaban. Gavi pareció sorprendido durante unos breves segundos, antes de darle una sonrisa a Ainhoa. Esta era diferente, no era de burla o retadora, le recordaba un poco a las que solía darle a Gaia y se pegó mentalmente al haber sido tan tonto de no notar eso antes.

—No hay nada que agradecer, solo hice lo que cualquier persona decente haría en esa situación y ayudarte jamás será una molestia para mí, Ainhoa.

No hubo pullas, ni burlas, nada de eso. El silencio se hizo de nuevo en la habitación, el único que parecía ajeno a que sucedía algo más allá de lo pensado era Eric porque hasta Fer se quedó observando a Gavi de una manera diferente y no podía culparlo. Las miradas que se estaban dedicando la morena y el Sevillano eran bastante fuertes, trató de contener la risa para no romper el momento; pero se hizo bastante difícil al fijarse en Gaia y ver la emoción desbordante en su rostro. Era como una madre orgullosa mirando a su hijo, estaba seguro que si la dejaba iba a soltar un grito.

Gavi también pareció notar el ambiente que se formó alrededor de ellos y, de manera nerviosa, soltó:

—Venga, verdulera, no iba a dejar que te ahogaras. ¿Quién me iba a hacer la vida imposible si lo hacías?

—Y ahí está el niñato de siempre.

Ante la risa de Gavi y Eric, Pedri decidió intervenir. Se acercó a Ainhoa y, al igual que su hermano, la atrajo en un abrazo, se había preocupado demasiado por ella al ver cómo el zaguero la lanzaba al agua y lo que menos quería es que estuviese mal luego de ese momento porque fue su idea llevarla a la fiesta. Su amiga se tensó de inmediato, sin corresponderle y ahí es cuando escuchó la burla de Fer ante ello, aún así no desistió.

—Me alegra que estés bien —le dijo, al oído—. Me preocupé mucho por ti, lamento no haberte podido ayudar un poco más.

—No te preocupes por eso, en serio, tu chica fue de bastante ayuda; pero no le digas que dije eso —le susurró Ainhoa en respuesta. Pedri aceptó, riendo—. Venga ya, deja de hacer drama, gilipollas. Estoy en perfecto estado.

Con eso, Ainhoa se separó del abrazo que los unía, parecía haber estado deseándolo desde que lo inició. Pedri, lejos de sentirse ofendido, soltó otra risa y estiró el puño hacia su amiga para que lo chocara. Ella así lo hizo, eso era algo de ellos y era mucho más natural para su amistad.

Se voltearon hacia las demás personas de la habitación, sus ojos captaron de inmediato la baja discusión que mantenían Gaia y Eric. El defensa tenía una mueca de disconformidad en su rostro, mientras que la rubia le murmuraba cosas de forma intensa, bastante molesta. Hasta que volvió a golpearle el brazo, dando fin al intercambio de palabras, y volviéndose hacia ellos.

—Ainhoa, Eric tiene algo que decirte —habló Gaia, llamando la atención y dándole un leve empujón a Eric hacia delante—. Venga, folleti, sabes que la has jodido esta noche. No seas más tonto, ¿sí?

Gaia hizo un puchero, Eric la vio por unos cuantos segundos y terminó por soltar un suspiro mientras asentía. El zaguero caminó desganado hasta posarse frente a Ainhoa, quien lo veía con evidente molestia, con cara de perrito regañado —Quizás como en realidad se sentía después de que todos le hayan recriminado su tontería— y comenzó a recitar una disculpa que ya parecía tener ensayada.

—Yo lamento mucho haberte hecho una broma tan pesada —dijo, en tono robótico. Pedri rodó los ojos, eso no se escuchaba sincero—. Mi broma en la piscina fue bastante estúpida, tuve que haber hecho caso a tus negativas. No fue para nada divertido porque pudo haberte sucedido algo grave. Lo lamento mucho, churri, espero que me perdones porque no soportaría la idea de vivir sin ti… ¡Ay, Gaia, no me pegues!

—¡Que te disculpes bien, bobo! Nada de sarcasmos o malas caras, te lo digo en serio o sino te juro que no volverás a salir con ninguna chica de España.

La advertencia tirando a amenaza pareció calar en Eric, pero a Fer le hizo bastante gracia.

—¿Cómo pretendes lograr eso? —preguntó divertido.

Gaia le dio una sonrisa.

—Soy bastante buena con las funas.

—Sí, lo descubrimos con Nico.

Las palabras divertidas que salieron de Eric no parecieron ser bien recibidas por parte de Gaia y Gavi, ambos le dirigieron una mirada de temer que deshizo por completo la sonrisa de su rostro. Pedri miró a Fer y Ainhoa, los dos se veían igual de confundidos que él; pero ninguno pareció tener el interés de indagar más sobre ese tema, aunque la espina de la curiosidad se instaló no creía que fuera un asunto que le concerniera.

—De acuerdo, Eric. Discúlpate de una vez, sabes que tienes que hacerlo —dijo Gavi, aclarándose la garganta y tratando de volver al tema principal—. No alargues esto de manera innecesaria.

—Joder, está bien —bufó Eric, viendo a Ainhoa—. Lo lamento, ¿vale? Fue una tontería de mi parte, te juro que no fue mi intención. Solo quería que dejaras atrás tu amargura y te divirtieras un poco, de haber sabido que no sabías nadar… Da igual, churri, lo lamento.

—Gaia tiene razón, eres un idiota; pero no un idiota malintencionado —dijo Ainhoa, rodando los ojos. Eric volteó a mirar a Gaia, de forma ofendida—. Solo no lo vuelvas a hacer y mantente alejado de mi.

Efectivamente, esa era la mejor manera en la que Ainhoa podía decir “te disculpo por tu tontería”. Su mejor amiga y Eric se tomaron de la mano, dando por terminado el tema y eso le alegró, ahora todos ellos también podían dejar ese amargo momento solo como una incómoda anécdota de la fiesta de Gaia y Gerard, una que no pensaban contar porque sino Noa los iba a matar.

—¡Sí! —aplaudió Gaia, levantándose por completo de la cama—. Ahora que todos estamos bien podemos regresar a la fiesta, ¿sí? Podemos movernos a la sala de juegos, tengo una mesa de billar y así estaríamos lejos de la piscina.

—Eso suena bien, cariño.

Sus palabras de apoyo junto al apodo cariñoso hicieron que la atención de todos estuviera puesta en su persona. Pedri ya había visto el brillo malicioso en los ojos de Eric, pero fue justo en ese momento en que le dio un poco de miedo. Sabía que no estaba nada contento por su regaño y menos con los golpes que le dio Gaia para que se disculpara, cualquier cosa podía estar pasando por su cabeza como venganza.

—Antes de ir allá abajo, Gallita, quería hablaros a Gavi y a ti de ese bailecito que dieron en pleno apogeo de la fiesta. Uf, a ver cuándo bailas conmigo de esa manera, ¿no?

Pedri hizo una mueca ante la mención de esa escena, al parecer no había sido el único en ver a Gaia y Gavi bailando de esa manera tan provocadora. Clavó su vista en la Catalana, sonrojada hasta más no poder, y buscando excusarse de alguna forma ante la insinuación del defensa.

—¿Podéis creer que aún así eso no me sorprendió? Ya sabes, a pesar de que os habéis visto como si se lo ibais a montar en plena pista de baile, ya estamos acostumbrados a que actúen de esa forma —continuó Eric como si nada, para luego voltear a mirarlo—. Lo que me sorprendió fue veros a vosotros, Pedri. A la churri y a ti. Vaya, ¿en serio no habéis sentido atracción el uno por el otro en algún momento?

Y el silencio sepulcral volvió a llenar la habitación. Pedri volteó a mirar a Ainhoa, buscando un poco de ayuda de su parte, que fuera ella la que diera una respuesta coherente, lógica y que dejara satisfecho al catalán sin necesidad de que él abriera la boca; pero no la encontró. Tenía la atención de su hermano y su amigo puesta en él, pero no la de Gaia, y esa era la que le preocupaba. El baile de antes le demostró que su rubia no caía ante los celos, o al menos no de la forma en la que él esperaba.

No sabía como responder ante la pregunta de Eric. Cuando llegó de Las Palmas al Barcelona era evidente que sí sintió una leve atracción por Ainhoa, era una chica atractiva y muy buena jugadora; pero con el pasar de los días no pudo intentar nada con ella porque su cabeza solo lograba verla como una amiga, sin segundas intenciones. Sin embargo, no hallaba las palabras adecuadas para poder expresar eso sin que sonara mal o se mal entendiera. Dos de las personas en esa habitación tenían sentimientos por su mejor amiga y la tercera los tenía por él, no iba a cometer alguna estupidez.

Despegó su vista de Ainhoa, que tenía una mueca incómoda en sus labios, sabiendo que no iba a ofrecerle ayuda posible, y la posó en Gaia. A diferencia de todos, ella no lo veía, es más, le estaba dando la espalda, había dejado de lado al Señor Mofletes, y miraba con fingido interés algunos libros colocados en su mesita de noche. Eric era un idiota, la pregunta hecha a propósito había sido para avergonzarlo y tratar de no ser él el único con un momento incómodo.

—Yo… bueno, yo… —tartamudeó, tratando de buscar las palabras adecuadas—. Bueno, Noa es guapa, pero no lo sé. Jamás nos vimos como algo más, solo como amigos.
 
—Sí, justamente eso —le apoyó Ainhoa, antes de cruzarse de brazos—. Bueno, ¿y eso a ti que cojones te importa? ¿Acaso ando yo preguntándote con cuantas tías te lías, idiota?

—No te exaltes, churri, que era solo mera curiosidad.

Hizo una mueca ante el tono divertido de Eric y, de manera curiosa, lo vio levantarse de la cama e ir hasta Gaia, que seguía estando de espaldas a ellos. La cogió de la cintura, plantándole un sonoro beso en la mejilla, del cual ella intentó apartarse, sin éxito alguno, y haciendo que el defensor soltara una risa.

—Ferrán y yo te esperamos allá abajo, belluguet blau.

Eric volvió a dejarle un beso en la mejilla a Gaia antes de pasar por su lado y guiñarle un ojo. Finalmente, lo vieron salir de la habitación, dejando, quizás sin saberlo, una chispa encendida en ese lugar. Los celos estaban presentes, era lo que el defensa había querido con su pregunta molesta, ponerlos celosos e incómodos de alguna forma. El silencio los envolvía, Fer y Gavi se veían algo incómodos —Debía aclarar algunas cosas con ellos después de esa noche—, Noa no parecía estar mucho mejor; pero en ese momento solo le importaba saber qué era lo que pensaba su rubia, la cual seguía dándole la espalda.

Gaia no era como él, no le gustaba demostrar sus celos de manera abierta o decirlo si quiera, ella se guardaba esos sentimientos para si misma. Eso era algo que los diferenciaba, con ella a su lado había descubierto su faceta celosa y posesiva, mostrándose inquieto y sin temor de hacerle saber que se sentía celoso cuando los chicos le hablaban en busca de algo más por su parte. Todo eso porque ella le tranquilizaba, le hacía entender que solo tenía ojos para él.

De nuevo, la Catalana no era como él. Pedri sabía que se iba a guardar es sentimiento dentro de sí y tratar de olvidarlo, y era por eso que quería demostrarle que la que le gustaba y por la cual tenía sentimientos era por ella, nadie más. Sin embargo, eso era difícil si le estaba dando la espalda, fingiendo prestarle atención a cualquier cosa menos a él, así que tomó la única opción que vio posible.

Sus pies actuaron por instinto propio, los arrastró hasta colocarse detrás de Gaia. Puso una de sus manos en la cintura de ella, sintiendo de inmediato el calor de su cuerpo y el cosquilleo en sus dedos ante los recuerdos de esa noche. Con la otra, le trazó un camino de caricias por todo el brazo hasta llegar a su propia mano, tomándola con cariño y suavemente llevándola hasta sus labios, para poder dejar un beso en esa zona.

La diferencia de estatura era notable, así que la aprovechó para besarle la cabeza antes de dirigir los labios a su mejilla. Gaia apretó los labios, haciendo una mueca casi parecida a un puchero y volteó la cara para poder verlo con esos ojos azules que tanto le gustaban, así que le dio una sonrisa.

—Cariño, ¿sabes que me acabo de dar cuenta que yo también te debo una disculpa? —dijo, suavemente.

—¿Y tú por qué?

Soltó su mano y se las ingenió para cogerle un mechón de su rubio cabello mojado. La mueca en su rostro flaqueó por un instante, queriendo desaparecer; pero Gaia se hizo la difícil.

—Por haberte mojado el cabello cuando me dijiste que no lo hiciera. No lo habría hecho, si no me hubieses mentido, mofletes.

—¿Ahora soy yo la que te debe una disculpa?

Sonrió, por su intento de sonar molesta.

—Para nada, ¿quieres saber por qué? —preguntó. Ella alzó una ceja, curiosa—. Me di cuenta de algo bastante interesante.

—¿Y qué se supone que es eso?

Pedri le dio una sonrisa provocativa y se atrevió a apretarle la cintura con cariño, atrayéndola hacia él. El calor volvió a colarse por sus dedos, la llama creciente del fuego dentro de su cuerpo hizo que su corazón comenzara a latir con una fuerza inexplicable, haciendo que un cosquilleo se instalara en esa zona. Movió la mano que tenía libre hasta poder tocar su mejilla con suavidad, dejando una breve caricia que pudiera contrastar lo ansioso que se sentía de besarla, debía tomarse todo el tiempo del mundo para disfrutar del momento y de ella.

Colocó un mechón de su rubio cabello detrás de su oreja, sin dejar de mirarla y se acercó hasta sus labios, aquellos que ya había podido probar esa noche, y le susurró:

—Me di cuenta que me vuelves loco —le confesó. La pudo ver sonriendo, dejando atrás su fachada de celos y mostrándole esa sonrisa que tanto le gustaba—, y que quiero seguir besándote, hasta que te canses de mi.

—Imposible cansarme de algo que me gusta tanto.

No le dio tiempo de responderle que ella también le gustaba mucho, porque Gaia lo tomó desprevenido, acortando el poco espacio que los separada y juntando ambos labios en un suave beso. En ese momento pudo olvidarse de todo lo que lo rodeaba, lo único que tenía su completa atención era la maravillosa manera en la que se sentía por estar besándola, de nuevo, y en la electrizante chispa que le embargaba el cuerpo. Un calor arrollador que solo le hacía querer más de ella y un bombeo desenfrenado de su corazón que le pedía a gritos no alejarla nunca.

El mundo color de rosa se desapareció cuando escuchó una molesta tos tratando de llamar su atención, no le dio importancia alguna; pero Gaia sí, porque así como inició el beso, ella misma fue quien lo terminó. Sin embargo, no pensaba dejarla ir tan fácil, miró sus mejillas sonrojadas y el recuerdo del apodo que le había colocado le llegó a la cabeza, aquella noche en su casa donde pudo darse cuenta que le gustaba mucho más de lo que llegó a creer.

Le cogió las mejillas con las dos manos y, después de besarle cortamente los labios de nuevo, empezó a dejarle rápidos besos alrededor de todo el rostro. Su corazón se llenaba de felicidad al escuchar su característica risa salir por el cariño que le daba y se le escapó una sonrisa al oír como lo llamaba “bobo” por eso.

—Vamos abajo, ¿sí? Todavía hay una fiesta esperando a su invitada de honor.

Gaia asintió. Pedri decidió cogerle se nuevo de la mano y entrelazar sus dedos, pero cuando se dio vuelta pudo volver al mundo real. Había tres pares de ojos observándolos, unos más sorprendidos que otros. Sintió la vergüenza llenándolo, a pesar de que las tres personas en el lugar sabían de sus sentimientos por la rubia, era muy diferente a que lo vieran actuando como un jodido cursi solo para contentarla.

Su mano fue apretada con cariño y supo que era la manera de Gaia de darle apoyo ante esa vergonzosa situación, ella estaba más acostumbrada que él a ser un rayito de luz tierno y romántico. Fer lo miraba con genuina diversión brillando en sus ojos, Gavi con una ceja alzada se veía un poco más sorprendido y Ainhoa que, a pesar de la sonrisa burlona en su rostro, si se notaba algo shockeada.

—Vaya, al parecer te gustó mucho mi regalo, minion.

—Es mi favorito, loca histérica —respondió Gaia. Y tanto su rubia como su mejor amiga soltaron una risa cómplice, dejándolos a todos sorprendidos—. Bueno, ¿queréis volver a la fiesta?

—¡Ga-lli-ta! ¡Gaia, Gaia, Gaia! ¡Gaia! ¡Hermanita!

Varios gritos se escucharon de pronto, cada uno más cercano al anterior, por detrás de la puerta blanca. Entonces, resonaron también varios golpes hasta culminar con uno sumamente fuerte en la entrada de la habitación, seguido de un «Ouch» que hizo que Gavi y Gaia soltaran una risa. La voz de Gerard se hizo más potente cuando entró como un tornado al lugar, casi cayéndose por la manera tan agresiva en la que se abrió paso hasta ahí.

—Geri, ¿qué te he dicho de tocar antes de entrar? —bufó Gaia, mirándolo.

Gerard en serio pareció pensarlo unos segundos, hasta dio dos pasos hacia delante que solo sirvieron para mostrar su estado de embriaguez. Gaia le soltó la mano y junto a Gavi fueron corriendo a auxiliarlo para evitar que se cayera al suelo y se diera un golpe que quizás le dolería por la mañana, cuando todo el alcohol desapareciera de su cuerpo. Escuchó el bufido de Ainhoa, quejándose al estar compartiendo más de cerca el mismo aire que “el misógino e infiel de Gerard Piqué”, como ella solía llamarlo.

—No lo sé, hermanita; pero se te ha caído esto. No sé cómo yo… yo entré y pum, se cayó.

Pedri se acercó un poco, para tratar de ver qué era aquello que le entregaba Gerard a Gaia y, ante las quejas de su rubia, pudo darse cuenta que se trataba de la letra “G“ de color rosado que su rubia tenía en la puerta de la habitación. Escuchó a Gavi reír cuando se dio cuenta de lo mismo.

—Con esta ya van cinco veces que esa letra se cae de la nada, ¿no? —le cuestionó Gavi, burlonamente.

—Seis si contamos cuando Javi y tú me la tirasteis —le regañó Gaia.

—¡Vosotros, gilipollas! —gritó Gerard, señalándolos con el dedo—. Id bajando, pringaos, que jugaremos a las escondidas. No hace falta que os cambiéis, lo único que vais a necesitar será dinero para apostar.

Gaia miró a su hermano, emocionado como un niño pequeño ante la sola idea de jugar a las escondidas, mientras lo sujetaba con más fuerza para evitar que se cayera. Estaba borracho como nunca antes, o bueno, ella no lo había visto tan de esa manera en el pasado; pero se alegró por él ya que eso significaba que se disfrutó la fiesta como ningún otro y que se la pasó de lo mejor a pesar de no haber iniciado la noche con buen pie. Sabía que al día siguiente, y las semanas posteriores a esa, la prensa lo iba a joder hasta el cansancio con el tema de Shakira y su reciente ruptura con Clara Chía, aunque eso ya sería problema para el futuro.

—Doscientos pavos por cabeza. ¿Suena bien, eh? ¿Sí os venís u os vais a echar para atrás como unas jodidas gallinas?

—Yo me largo, nepobaby —le dijo Ainhoa. Al parecer creía que era mucho para ella dirigirse directamente a Gerard—. Te agradezco la ropa, pero ya he tenido suficiente de esta noche y de…

Por su mente se cruzó por un momento la idea de convencerla de quedarse, pero entonces recordó como antes le había dicho que no iba a poner trabas si quería irse de su casa luego de cambiarse de ropa y calmarse un poco, así que solo asintió. Sin embargo, su hermano era otro caso, tanta era su fascinación por el juego que se quedó unos segundos mirando a Ainhoa, como si tratara de descifrar quien era en su estado de embriaguez.

—¡Venga tía! —le dijo Gerard, dirigiéndose a la morena—. Bien dicen que siempre hay un miedoso en todo buen grupo de valientes. Puedes irte si quieres, pero te perderás de una buena pasta, te digo.

—No soy una miedosa y me importa poco lo que un gilipollas como tú…

—Eso suelen decir los miedosos.

La interrupción de Gerard pareció ofender a Ainhoa, molestarla a un nuevo nivel. Gaia ya conocía de sobra a su hermano, era un odioso de primera y que siempre estaba dispuesto a llevarte al límite porque le causaba gracia provocar odio y desagrado en las personas. Y Noa era una chica de mecha corta, terca y sumamente orgullosa, y ese simple recuento le empezó a hacer temer por la integridad física de su hermano.

—Yo no soy…

—Que sí, tía, venga, puedes irte —le interrumpió Gerard, de nuevo—. Te juro que trataremos de no recordarte como huiste de un simple juego de las escondidas, como una cobarde o una gallina. Te doy mi palabra.

—Tu palabra me sabe a…

—¡Gallina, gallina, gallina!

Gaia abrió los ojos al escuchar como Gerard volvía a interrumpir a Noa solo para empezar a hacer con su boca los sonidos de una gallina. Tenía que aceptar que la situación era bastante divertida, ver a su hermano, que se caía de borracho, molestando a Ainhoa era algo que le causaba bastante gracia. Miró a Gavi, tratando de buscar un poco de ayuda por su parte, pero no la consiguió, él estaba en su misma situación. Fer y Pedri, un poco más preocupados, parecían temer que la morena reaccionara de forma física.

Quitando toda la diversión de si, Gaia abrió la boca, dispuesta a intervenir y calmar el ambiente para tratar de cambiar la mueca molesta que se había formado en el rostro de Ainhoa; pero antes de poder decir algo, la morena soltó una maldición, con las mejillas coloreadas de un furioso rojo, caminó hasta el tocador y, después de rebuscar algo en su bolso durante unos segundos, se acercó de nuevo hacia ellos con paso decidido.

—Doscientos putos euros, gilipollas. Me voy a ir de esta casa y a desinfectarme por haberme atrevido a respirar el mismo aire que tú; pero lo haré  luego de ganar el puñetero juego y llevarme todo tu sucio dinero.

Ainhoa colocó los billetes en el pecho de Gerard, con una fuerza que hizo que se echara unos pasos hacia atrás. Gaia lo sujetó, con ayuda de Gavi, para evitar que se cayera; pero, contrario a lo que pensó que haría, a su hermano se le dibujó una sonrisa triunfante en el rostro y apartó la mirada de los billetes en su cuerpo, para poder fijarla en la joven jugadora.

—¡Opa! ¡Y Eric había dicho que no podía convencerte para que te quedaras! —celebró, ufanamente—. ¡Gracias, niña, me has hecho ganar cien euros!

La cara de Ainhoa fue un puto poema.

—¡Id todos abajo, que hay que poner las reglas, gilipollas! ¡No os tardéis!

Y con eso, apretando el fajo de billetes con su mano, Gerard soltó una fuerte risa y caminó, dando tumbos por lo borracho que iba, hasta salir por la misma puerta por donde entró, tarareando de alguna manera «Pa' tipos como tú», con todo el ánimo del mundo. Gaia en serio trató de contener la risa que quería salir de si, pero no lo logró, así que solo atinó a cubrirse la boca con las manos y mirar a Ainhoa. Todos se habían dado cuenta que la morena cayó redonda en el plan de su hermano, orquestado por Eric García. Si es que de verdad, nada le estaba saliendo bien esa noche.

—Entonces… ¿si vas a quedarte?

Su pregunta hizo que Ainhoa le dirigiera una mirada molesta.

—No pienso perder dinero contra el Piqué infiel —bufó la morena, en respuesta—. Mucho menos al saber que caí en su jodido plan. Me niego a salir de aquí sin mi dinero.

Pedri, Fer y Gavi dejaron salir las risas que habían estado conteniendo, buscando no cabrear más a Ainhoa.

—Bueno, tengo que buscar el dinero, pero yo sí le entro —dijo Fer, emocionado—. Solo te pido que subas la calefacción, no me quiero morir de frío.

Gaia frunció el ceño, la calefacción estaba lo bastante adecuada para esa noche y ella ya hasta sentía calor, aunque podía alegar ese hecho al beso que le dio Pedri. Rodó los ojos en su dirección, mofándose de él y recibió en respuesta la ofensa del dedo corazón.

—Solo por eso me voy a reír en tu jodida cara cuando te gane todo el dinero.

Entonces, Noa volvió a entrometerse, diciendo que no iba a permitir que ningún Piqué le ganara su dinero. Gavi la picó, burlándose un poco más sobre como había caído en la trampa de Gerard. Fue ahí cuando Gaia pudo comprender las razones por a las que su mejor amigo le había costado conquistar a la chica que le gustaba. Vaya que sí necesitaba de unos buenos consejos de su parte para resarcir el daño que hizo el que Fermín le dio cuando eran unos niños.

—Venga, no os enrolléis, nos están esperando allá abajo —dijo Fer, con emoción, para luego mirarla—. Vamos, cuñada, que el resto de la familia nos espera.

Y con esa última burla hacia su persona, Fer salió de la habitación, seguido de Gavi y Ainhoa, que se enfrascaron en una guerra de empujones para salir, alegándose el uno al otro que iban a ganar. Gaia no podía decir cuál de los dos era el más competitivo y no pudo pensarlo mucho, porque cayó en cuenta que se había vuelto a quedar a solas con Pedri.

En su habitación, aquella donde se habían besado. Sí, estaba nerviosa. Lo miró, dándose cuenta que él ya la estaba observando y le dedicaba una hermosa sonrisa, Gaia cerró la puerta detrás de ella con un ágil movimiento de pie, para evitar que alguien viera lo que estaba a punto de hacer y los encontrara en una posición comprometedora.

Se acercó a él, colocó los brazos alrededor de su cuerpo, se puso de puntillas y pocos segundos bastaron para que Pedri iniciara un nuevo contacto con sus labios. En el pasado los habían interrumpido mucho y ahora no iba a cortarse ni un poco cada vez que tuviese ganas de besarlo, aprovecharía cada oportunidad que tuviera para hacerlo porque con cada beso podía sentirse en las nubes, pidiendo a gritos que jamás terminara.

Quizás era verdad lo que había dicho antes y es que con cada beso se veía incapaz de dejarlo o de separarse de él. Poco a poco se estaba haciendo adicta a sus labios y a la manera tan única y especial en la que Pedri le estaba haciendo sentir. Cuando se separaron, ambos soltaron una suave risa que dejó entrever todos los sentimientos que tenían el uno por el otro.

—Creo que somos los únicos que faltan para comenzar el juego —le dijo, moviendo la cabeza—. Yo no quisiera bajar, pero…

—Sí, yo tampoco. Prefiero estar aquí contigo. ¿Si nos quedamos aquí crees que los demás lleguen a darse cuenta?

—Geri no creo, anda más borracho que una cuba; pero los demás…

Pedri rió por su indecisión.

—Sí, es mejor que bajemos. Quiero seguir viviendo esta noche y si el míster nos encuentra me las veré fea.

Pedri se acercó a ella para besarle suavemente los labios antes de cogerle la mano y empezar a caminar fuera de la habitación para poder reunirse con los demás en el salón. Bajaron las escaleras, como había dicho antes sí eran los últimos en llegar y se ganaron varias miradas por parte de sus amigos, la que más le preocupó a Gaia fue la de Ferrán; pero trató de no fijarse tanto en él y dirigió su vista a Addie, la cual pareció haberse hecho bastante amiga de Mikky.

—Wey, ¿si hay suficientes lugares aquí como para que nos escondamos todos? —preguntó Julián Araujo. Gaia le dio una sonrisa divertida.

Xavi, Busi y los demás que ya habían visto de primera mano la extravagancia de su hogar, soltaron una risa.

—Te puedo asegurar que hay como diez escondites entre la habitación de Gaia y su armario —se burló Ferrán, dirigiéndole un guiño—. ¿Habéis visto Narnia? Pues se queda corto con el armario de mi nena.

Gaia rodó los ojos, sintiendo el agarre en su mano más pronunciado, y caminó con Pedri hasta colocarse al lado de Fer.

—Venga va, las reglas —comenzó a hablar Gerard, aún con el arrastre en su voz; pero un poco más entendible que antes—. Primero: Podéis esconderos en cualquier lugar de la casa, ¿vale? No existen restricciones de nada, salvo el estudio de Gaia. No os metáis con ese lugar, que la niña se pone odiosa —Gaia asintió, escuchando las risas de sus amigos—. Segundo: El ganador será quien se lleve toda la pasta que apostamos, doscientos euros por cabeza, y ganará aquel que no sea encontrado por el buscador, o sea yo —Todos asintieron. Gaia notó como Sergi le traducía las reglas a Lewy y Andreas—. Tercero: Si os llego a descubrir, entonces habéis sido eliminados y deberéis de veniros al salón. Yo ganaré solo si os logro hallar a todos, ¿entendido?

Hubo una afirmación colectiva. La verdad era que las reglas estaban demasiado claras y a Gaia casi le pareció imposible que Gerard pudiese ganar con tantos jugadores escondiéndose, pero no dijo nada. También notó como la mayoría se veían emocionados ante la idea de jugar, supuso que la sola oportunidad de ganarle al tramposo de su hermano borracho un montón de dinero era motivo suficiente para sumarse al juego con ilusión.

—Yo no jugaré —avisó Xavi, sentado tranquilamente en uno de los sillones—. Le haré de árbitro para asegurarme que a ninguno de vosotros se les ocurra hacer trampa. Eso te incluye a ti también, Geri.

Gaia se sumó a las risas de Jordi, Busi y Sergi por esa advertencia. Geri soltó un quejido por ello, pero se distrajo fácilmente con el Casio en su muñeca, viendo la hora.

—Os doy cinco minutos de ventaja para que podáis esconderos, ¿vale? A partir desde… ¡Ya!

Y Gaia apenas pudo reaccionar cuando todos en el salón desaparecieron en un rápido parpadeo. Hasta Pedri, que había estado tomando su mano todo ese rato.  Rodó los ojos, escuchando como Gerard comenzaba a contar y dudaba mucho que pudiera llegar hasta el número correcto antes de que se le olvidase. Como ella no era competitiva y le importaba bastante poco perder doscientos euros, o su orgullo contra el borracho de su hermano, fue a sentarse un rato con Xavi.

Gaia solo pensaba en volver a su habitación y echarse en la cama un rato, sin importar si fuera un lugar bastante común para esconderse. Para ella, jugar a las escondidas a esas horas de la noche no era algo que le emocionara del todo, no si lo llegaba a comparar con la sesión de besos que había tenido con Pedri durante varios momentos en la fiesta. Sí, no le importaría perder doscientos euros si con eso se aseguraba volver a quedarse a solas con su Canario un rato más.

¡Hola, hola!
Antes de comenzar a hablar del capítulo, les tengo que decir una cosita importante.

A ver, yo sé que quieren llegar a la meta de comentarios que he impuesto para actualizar, ¿sí? Lo entiendo completamente. Sin embargo, comentar cosas como puntitos, letras al azar, emojis random o cosas que no tengan nada que ver con el capítulo me resulta demasiado molesto y además es irrespetuoso. Lo hubiese dejado pasar si se tratara de una persona o si lo hubiesen hecho una sola vez; pero no, han sido varios lectores y varias veces.

El propósito de esa meta es lograr que los lectores (ustedes) nos cuenten que tal les ha parecido el capítulo e interactúen un poquito con la escritora (o sea, yo) acerca de lo que opinan de la historia en si. Sé que quizás les pueda parecer molesto el que tengan que llegar a una meta exacta de votos y comentarios, pero con tantos lectores fantasmas (que los hay) que solo llegan a leer el capítulo y exigir por sus huevos de manera reiterada una actualización, es necesario.

Si otra situación así se vuelve a dar, me veré en la obligación de silenciar y bloquear a la persona porque en serio me parece una situación molesta e irrespetuosa que no debe volver a ocurrir. Espero que puedan entender.

Aclaración importante: Marce (escritora de Contraataque) no actualizará su historia hasta que regrese de su viaje a Cuba. Así que no pidan capítulos de esa historia porque por ahora no habrá, mucho menos actualizaciones cercanas ya que yo debo esperarla. Cabe destacar que estoy actualizando debido a que este capítulo está dividido en dos partes. Espero puedan entender <3

Ahora sí, entrando en materia...
Este capítulo para mí al ser muy largo tuvo que ser dividido en dos partes. La siguiente será subida cuando regrese Marce (obviamente si llegan a la meta impuesta)

• ¿Les ha gustado el capítulo?

• ¿Qué opinan del momento entre Gaia y Noa? ¿Terminarán siendo las mejores amigas?

• ¿Qué tal la venganza de Eric contra Pedri y Gaia por haber sido obligado a disculparse? xd

• ¿Y que opinan sobre Noa cayendo tan rápido ante la provocación de un Gerard borracho? 😂

Venga, cuando se inició esta fic muchos la empezaron a leer desde la perspectiva de Noa en su propia historia y sé que Gaia les cayó mal de inmediato. Al ir avanzando la fic y conocer el punto de vista de nuestra rubia, ¿qué les parece tal les cae Gaia ahora? ¿Hay mucha diferencia entre lo que pensaba Noa de ella al principio y ahora?

¡Muchas gracias por leer!

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