oxvii. capítulo diecisiete
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Pedri salió de la habitación de Gaia con una enorme sonrisa entre sus labios, cerró la puerta detrás de él y emprendió su camino hacia las escaleras para poder bajar. Tenía una fuerte sensación de felicidad dentro de él, llenándolo por completo y que parecía no querer abandonarlo por nada del mundo. Había querido besar a su catalana desde el momento en que la vio por primera vez, un flechazo casi instantáneo que no iba a admitir en voz alta. Sin embargo, esa noche había logrado su objetivo, después de muchísimas interrupciones en el pasado.
El solo recuerdo de como se sintieron sus labios al tocarse por primera vez era casi indescriptible, solo podía decirse a si mismo que quería repetirlo una y otra vez. No solo porque le gustaba Gaia, sino también porque besaba de maravilla. Llegó hasta el final de las escaleras, colocándose mejor la chaqueta por encima de su camiseta, tratando de no llamar la atención de nadie y que sospecharan algo de lo que había ocurrido en la habitación superior.
Sin embargo, la mesa VIP de los futbolistas de su equipo estaba lo suficientemente cerca de ese lugar y su mirada se chocó con la de Ferrán. Solo atinó a sonreír como si nada, alzando la mano para saludarlo antes de dirigir sus pasos hacia él, le preguntó por Fernando y al no obtener una respuesta concluyente se alejó y comenzó a pasearse entre los invitados para buscarlo. Esperaba que su hermano tuviera una buena razón para haber interrumpido su sesión de besos tan esperada y si no era así, no iba a dudar en golpearlo.
Se dio por vencido al escuchar como tras tres canciones no lograba hallarlo. Se enfocó en Aurora, la hermana mayor de Gavi, y Javi, su novio. Ambos se encontraban sentados en la misma zona VIP que los futbolistas del Barcelona, así que por suerte tenía una vista perfecta de las escaleras.
—¡Ha llegado el desaparecido! —le dijo Aurora al verlo acercarse, con una sonrisa—. ¿Dónde estabas? Sé que la casa es grande, pero Fer ha estado buscándote por un buen tiempo.
Se encogió de hombros, ocultando su sonrisa y tratando de parecer lo más casual posible.
—Me paseé por el jardín un rato. Es una chulada, Geri tuvo que habernos invitado más a menudo.
Miró a Javi, quien alzó una ceja de forma divertida. Había algo en su mirada que lo puso nervioso.
—No te preocupes, tío. Te aseguro que a partir de hoy vendrás todas las veces que quieras —le dijo, pasando un brazo por encima de los hombros de Aurora—. Arréglate el cabello, lo llevas desordenado. Es lo que tiene pasearse por el jardín en pleno invierno.
—¿Dónde están Noa y Gavi? —preguntó, tratando de omitir las palabras de Javi.
Ante su pregunta, Aurora y Javi soltaron una risa y se estiraron para poder ver algo detrás de él. Frunció el ceño, confundido por la actitud de esos dos, y se volteó.
—La verdad es que no sé que es lo que pretenden lograr esos dos.
Y Pedri no tuvo más que darle la razón. En medio de la pista de baile estaban Gavi y Ainhoa bailando; pero no juntos, como le habría gustado ver, sino con parejas diferentes. Sin embargo, ninguno de los dos parecía estar prestándoles más atención de la necesaria, porque no dejaban de mirarse entre sí como si estuviesen retándose con la mirada. Era una especie de guerra muda en la cual ninguno pensaba perder.
Tenía que aceptar que eso lo sorprendió, con lo tímido que era Gavi para todo no se creía que pudiera haber sacado a bailar a una guapa chica castaña que, cabe resaltar, se le hacía bastante conocida. Pero había algo entre ellos, se movían con confianza y de vez en cuando reían y hablaban, parecía ser que se conocían, por lo que supuso que se trataba de alguna amiga que el desconocía. Negó con la cabeza, dejando escapar una baja risa, era el menos disimulado con sus sentimientos por Ainhoa, le sorprendía que ella no se hubiese dado cuenta todavía.
Y su mejor amiga. ¡Ay, su mejor amiga!
Ainhoa estaba bailando junto a uno de los chicos que antes había estado con Gaia encima de la mesa retando a los hermanos Casas. Aquel de cabello negro rizado, podía reconocerlo del tráiler de la película de su rubia, era su compañero de reparto. A su mejor amiga le gustaba bailar, eso lo sabía, pero algo en su cabeza no entendía la razón por la cual la estaba haciendo con ese chico desconocido y, de paso, para no prestarle ninguna atención ya que no dejaba de mirar a Gavi y la castaña.
No obstante, era sumamente gracioso para él. Eso le confirmaba que Ainhoa no le era del todo indiferente a Gavi, que ahí había algo más que el odio que ella decía tenerle. Quizás ahora podía entender la razón por la que Gaia quería involucrarse, darles ese empujón que necesitaban. Pero por más que su chica tuviera cierta parte de la razón, él seguía creyendo que era mejor dejar que las cosas sucedieran a su tiempo y que tanto Gavi como Ainhoa tardaran lo que quisieran, siempre que lo hicieran porque así lo querían.
Mientras tanto, él iba a disfrutar de las cosas divertidas que pasaban entre ellos por su falta de comunicación.
—Ninguno de los dos parece muy interesado en sus parejas de baile —les dijo a Aurora y Javi, con una sonrisa—. Joder, todo lo convierten en una competencia.
No obtuvo respuesta por parte de la pareja, así que volteó a mirarlos. De inmediato Aurora le tomó la cara con una de sus manos y le apretó, sacándole un puchero involuntario, Javi soltó una escandalosa risa que fue opacada por la voz de Mike Towers. Quiso preguntar qué sucedía, pero Aurora se le adelantó para cuestionarle:
—¿Por qué tienes labial rosa en los labios?
«Mierda», maldijo dentro de sí. Trató de no hacer ningún gesto que pudiera delatarlo, no sabía que tan informados estaban esos dos sobre lo que había entre él y Gaia, pero hasta no hablar con su rubia entonces mantendría todo en secreto.
—Buah, suéltame, loca. Que yo no tengo de eso, tía —respondió, echándose para atrás y deshaciéndose del agarre de Aurora—. De seguro son estas luces que te hacen ver cosas raras.
—Sí, de seguro es eso.
La risa de Javi le indicó que no había creído su mentira, él también sabía lo que era darse unas escapadas para besarse con la chica que le gustaba —O eso fue lo que le comentó Gavi que hacían durante las reuniones familiares— y quizás sospechaba la verdadera razón por la cual tenía restos de labial rosa en los labios. Volteó la mirada hacia otra parte y con sumo cuidado se limpió la boca con la parte interna de su chaqueta para quitar los restos de aquel ansiado encuentro con Gaia que habían quedado ahí.
Sus ojos captaron una figura bajando la escaleras y se le escapó una sonrisa al reconocer el vestido azul brillante de Gaia. Sus miradas chocaron por unos segundos y eso provoco que se olvidara del resto, solo quería ir tras ella y volver a besarla como momentos atrás, sentir sus labios contra los de él y la suavidad de su piel entre sus dedos. Era una necesidad latente que incrementaba al verla, deseando poder revivir y pasar más tiempo a su lado.
Gaia se aseguró de arreglarse lo mejor posible antes de bajar a la fiesta de nuevo. Era vital que todo su aspecto estuviera en orden para que nadie sospechara lo que había estado haciendo con cierto Canario encantador en su habitación. Con su vestido bien colocado, el maquillaje retocado y el cabello en perfecto estado, estaba lista para seguir con su extravagante fiesta de cumpleaños.
Captó los ojos de Pedri justo cuando pisó el último escalón, sonrojándose de inmediato al ver cómo él le guiñaba de forma coqueta y una sonrisa floreció entre sus labios al recordar los besos que habían compartido —Y que deseó por mucho tiempo— hace tan solo momentos en su habitación. El deseo le recorría por la venas y el corazón le palpitaba con emoción, le gustaba mucho la forma en la que Pedri le hacía sentir.
Sin embargo, su mirada se movió para observar detrás de él, lo cual la hizo recobrar la compostura. Ferrán estaba sentado en la mesa VIP de los jugadores del Barcelona y tenía a su lado a Sergi hablándole por lo bajo, pero no le estaba prestando ninguna atención. Pasó las manos con nervios sobre su vestido y le dio una sonrisa, que solo hizo que él la mirara con más intensidad.
Se alegró cuando un toque en su mano le distrajo y se dejó llevar hasta el centro de la pista de baile por Spursito. Lo mejor para ella en ese momento era seguir con la fiesta con toda la normalidad del mundo, bailando al ritmo de la voz de Feid junto a todos los demás.
Dos, tres, cuatro, cinco canciones y Gaia ya sentía los pies adoloridos. Quizás con un poco de alcohol en su cuerpo podía llegar a apaciguarlo; pero por esa noche se había propuesto a no tomar en exceso, como solía hacer en la mayoría de las fiestas. Lo único que había podido beber fue aquel shot de vodka con su hermano y desde ahí nada más, no quería que Pedri llegara a pensar que lo que sucedió esa noche entre ellos se debía a un estado de embriaguez. No iba a darle motivo para dudara de los besos que compartieron —Y ansiaron— durante todo ese mes.
Le susurró a Martí que estaba cansada y él la dejó ir con una sonrisa apenada, dejándole un fugaz beso en la mejilla. Lo colocó junto a los hermanos Buyer y se dio la vuelta para caminar entre las personas e ir hasta la mesa del Barcelona. En medio de su camino se cruzó con Pablo, al que decidió no interrumpir porque —Para su sorpresa— bailaba con Adhara Lennox, su mejor amiga. Trató de no reír ante ello, sobretodo porque en serio parecía que el Sevillano estaba haciendo su mayor esfuerzo con ella.
Adhara le lanzó un beso al verla pasar, pero no hizo ningún amaño por acercarse a ella o separarse de Pablo, la estaba pasando bien y eso le alegró. No había pasado tanto tiempo con ella en su fiesta como hubiese querido, las personas estaban de acá para allá buscando su atención y tratando obtener un poco de su tiempo. A pesar de ser también el cumpleaños de su hermano mayor, él no parecía tan dispuesto a tener el puesto de anfitrión.
Adhara Lennox era una de sus mejores amigas en el mundo artístico, la había conocido cuando ambas audicionaron para un papel protagónico en una serie y ninguna lo obtuvo —Para buena suerte de ambas, porque fue cancelado— y de inmediato se llevaron bien. Addie tenía una personalidad introvertida, demasiado tímida como para mantener una conversación, pero luego estaba ella, dispuesta a adoptarla y llevarla por el buen camino para ser una persona sociable. Gaia la adoraba, era un real apoyo que no provenía de su infancia, fue una amistad verdadera que la quería por quien era y no por su apellido. Pablo la conoció a través de su persona y, en algún momento, pensó que podía darse entre ellos; pero ninguno de los dos se vio más que con ojos de amistad.
También se llevó una sorpresa al ver a Ainhoa junto a Hugo Arbues bailando al ritmo de una canción de Bad Bunny, tampoco interfirió entre ellos, ya se podría burlar de eso más adelante. No era lo que había esperado para esa noche, quizás tuvo que haber puesto más atención y poder hacer su jugada para juntarlos; pero la voz de Pedri sonó en su cabeza y le recordó que le había prometido no involucrarse demás en esa situación.
Siguió su camino y dejó escapar una sonrisa al ver a Gerard, Busi, Jordi y Xavi bailando a unos metros de la mesa. Lo estaban dando todo, justo como en aquellos años donde habían ganado el sextete y la alegría la consumió al ver como su hermano se divertía con sus amigos, sin importarle toda la mierda que hablaban de él. Un poco más lejos, Lewy, Sergi, Marc y Frenkie tampoco parecían querer tomar un descanso.
Llegó a la mesa y se sentó justo al lado de Andreas, apoyando la cabeza en su hombro. Él la miro por unos segundos y le dio una sonrisa antes de volver la mirada al frente, Gaia lo siguió y, para su sorpresa, tenía una fantástica vista de Pablo y Adhara bailando. En silencio se preguntó qué era lo que había llevado a su mejor amigo a querer bailar, él era absolutamente tímido y, a pesar de ser Sevillano, no se le daba del todo bien. Ella tenía que recurrir a los pucheros y al chantaje emocional para hacer que se moviera solo un poco.
—¿Qué haces sentado solito, cielo? ¿Te has cansado de bailar? —le preguntó a Andreas, acercándose a su oído para que él pudiera escucharla por sobre la música—. ¿O es que tus pasos prohibidos son demasiado para estos mortales?
—¿Prohibidos? —cuestionó él, con bastante dificultad debido a su acento—. Yo no me prohibir nada.
Gaia sonrió, negando con la cabeza. A veces se olvidaba que Andreas recién había llegado al equipo y a España, y que por eso mismo no estaba acostumbrado por completo al español. El danés era al que más se le dificultaba el idioma —Por encima de Lewy— y trató de no avergonzarlo por eso, se había integrado al vestuario de una manera increíble a pesar del muro comunicativo.
—Déjalo. ¿Te la estás pasando bien?
—Bien, sí. Divertido. Todos con novia, yo no. Por eso me quedar aquí.
—«Por eso me quedo aquí» —le corrigió con suavidad. Andreas le sonrió. Gaia se levantó y le tendió la mano—. Ven, vamos a bailar y así encontraremos una chica para ti.
Aunque fue solo por un mínimo segundo, Gaia pudo notar la manera en la que Andreas al levantarse del asiento se inclinó para poder ver más allá de ella hacia un punto fijo en concreto. Pensó que quizás su amigo ya había encontrado a una chica para él; pero no notó a la razón de su interés porque solo podía ver a Pablo y Adhara bailando. Trató de no prestarle mucha atención a eso y le sonrió cuando el danés cogió con confianza su mano. Por lo que, al ritmo de «Vagabundo» de Sebastián Yatra, Manuel Turizo y Beele —Un chico que no conocía, pero sabía que también había asistido a su fiesta— caminó con el zaguero para poder unirse con los demás.
Empezó a bailar con Andreas, a pesar de lo incómodo que podía resultar para él la diferencia de estatura entre ellos; pero el danés lo estaba haciendo funcionar. Solo segundos bastaron para que dejara atrás su pena inicial y empezara a soltarse más con ella, a Gaia le caía bastante bien, tenía una sonrisa hermosa y una actitud bastante positiva, y a pesar de que no solían pasar tanto tiempo juntos podía decir que era un amor de persona.
La música cambió a una más lenta y suave, Andreas le dio la vuelta y lo sintió apegarse a su cuerpo, siguiendo sus movimientos. Lo que más le gustaba de él es que ante todo era un caballero, no hacía nada sin preguntarle primero si podía, esperaba siempre que le diera su consentimiento en voz alta antes de tocarla o de acercarse más, era evidente que no quería sobrepasar ningún límite y ponerla incómoda. En un parpadeo, Pablo y Adhara se acercaron a ellos para bailar; pero, lo que le extrañó, fueron los nervios reflejados en el rostro de su amiga.
Gaia pasó sus brazos por el cuello de Adhara y se apegó a ella mientras movía su cintura contra Andreas, Pablo daba lo mejor de sí detrás de la castaña. Entonces empezó a sentir una rara vibra en medio de todo, su mejor amiga no la estaba mirando a ella sino al danés, que no le era nada ajeno. Teniendo una rara sensación dentro de sí, se excusó en voz baja y tiró de la mano del Sevillano para apartarse de ellos y dejarlos bailando juntos.
Se movieron tan solo a unos pasos de distancia, cuidando de que ni Andreas o Addie se sintieran incómodos bailando por el hecho de casi no conocerse. Dejó de prestarles atención cuando Pablo le sujetó de la cintura y siguió moviéndose casi por completo al ritmo de la música, Gaia trató de no reír y pasó sus brazos alrededor de su cuello, disfrutando del momento con su mejor amigo.
—Tengo algo que contarte.
Ambos rieron cuando se dieron cuenta que hablaron al mismo tiempo.
—Me he besado con Pedri —le dijo, acercándose a él para que pudiera escucharla mejor—. Joder, ha sido increíble, te digo. Me ha dado unos regalos súper monos y… y yo lo besé, bueno, él me besó primero. No importa, nos besamos.
—Ostras, me alegro por vosotros. Ya era hora, eh, que os estabais tardando para lo que os gustáis vosotros.
—Sí, yo también lo sentía así. Pero esta vez fue diferente, nadie nos interrumpió y pudimos hacerlo tranquilamente.
Pablo alzó la ceja ante su última declaración.
—¡Hablo del beso, bobo! —chilló, sonrojándose—. No subimos de nivel porque Fer nos interrumpió. Joder, todo el puto equipo tiene una manía con eso.
Pablo rió.
—Y de la que te has salvado porque ni Alejandro, Mario, Fermín o Cristo están aquí. Tuviste una suerte que te cagas, mi niña.
Gaia mordió su labio, tratando de no reír ante la veracidad de esas palabras. Si alguno de su grupo de amigos hubiese estado ahí sabía que habría tenido muy pocas probabilidades de besar a Pedri, ellos se habrían encargado de mantenerla ocupada tanto tiempo para que no pudiera echarse su escapada con su canario.
—Venga, ¿y tú qué ibas a contarme?
Las mejillas de Pablo se tiñeron levemente de un tono rojizo.
—Ha pasado algo con Ainhoa —le dijo. Gaia asintió, invitándole a seguir—. ¿Recuerdas a Pol Lemar, el de La Masía?
Gaia hizo una mueca.
—El hijo de uno de los fisioterapeutas, sí. Que tío tan desagradable, joder, a ninguno de vosotros os agradaba.
—Sí, eso tiene una explicación.
Pablo se acercó a ella, olvidando por completo el baile y contándole al oído todo lo que había pasado en su fiesta con el idiota de Pol. Resultaba ser que él era el ex novio de Ainhoa —Que ya le explicaría ella luego como fue que terminó saliendo con un verdadero nepobaby sin talento alguno más que el dinero de su familia— y que de alguna manera estaba en su fiesta molestándola. Gaia lo detestaba, en La Masía podía recordar como era un absoluto idiota molestando a los niños más jóvenes que él y presumiendo siempre lo importante que era en el club debido al trabajo de su padre.
Al principio, Pol la trataba como una niña tonta solo por ser rubia y solía meterse con ella hasta que descubrió su apellido y comenzó a querer ser su amigo. Obviamente no le hizo ningún caso; pero él seguía insistiendo. Así que no tuvo más opción que tirar de su hermano para darle un buen susto y así la dejara en paz.
—Y eso no es todo —continuó Pablo con su relato, su emoción bajó un poco—. Noa y yo tuvimos un momento.
—¿A qué te refieres exactamente con “un momento”?
Gaia sintió como Pablo le presionaba la cintura con una mano y con la otra le sujetó el rostro, se acercó un poco a ella y le tiro un beso. Lo miró con la sorpresa brillando en sus ojos, quiso chillar por la emoción que sentía al saber que su mejor amigo había estado a punto de besar a la chica que le gustaba, pero se contuvo al ver su estado.
—No la besaste, ¿verdad? —cuestionó. Él asintió—. ¿Es por eso que estás triste? Tuviste que haberla besado, mi niño.
—No la besé porque ella solo quería demostrarle algo a Pol, me invitó a bailar por eso y yo no quería que ese fuera el recuerdo de nuestro primer beso —le respondió. Gaia sintió pena por él—. Además, ella no siente nada por mi. Piensa que todo lo que he hecho estas últimas semanas solo fue para jugar con ella y me comparó con Pol.
Esas últimas palabras le hicieron tener sentimientos ambiguos. Por un lado, estaba la ira, Pablo no era para nada parecido al idiota de Pol, y la sola idea de que ella pensara eso le hizo hervir la sangre. Se cuestionó a si misma si era buena idea seguir intentando juntarlos, apoyar esa relación y tratar que la morena cambiara su forma de pensar.
Lo cual la llevó al otro sentimiento. La pena. Pero no por Ainhoa, sino por Pablo. La misma chica le había gustado desde los once años y siendo odiado por esta debido a un tonto consejo amoroso por parte de Fermín. Gaia sabía que si la jugadora se tomaba el tiempo de conocer a su mejor amigo iba a caer por él por completo; pero al parecer era tan terca que no aceptaba nada más allá de sus prejuicios.
—Mi niño, tú no eres nada parecido a ese gilipollas, ¿vale? Y que nadie, ni siquiera la chica que te gusta, te haga pensar eso o dudar de ti mismo. Eres asombroso y si ella se diera la oportunidad de ver más allá del niñato que la llamó fea a sus trece años, entonces se daría cuenta que eres un amor de persona y te amaría por completo, justo como todos te amamos.
Pablo le dio una sonrisa algo decaída y dejó caer la cabeza en su pecho, a pesar de la diferencia de estatura. Gaia por un momento olvidó dónde se encontraba, para ella el montón de personas bailando no existía, y lo único que tenía en la mente era consolar un poco a su desilusionado mejor amigo.
—Soy un jodido romántico empedernido —murmuró Pablo, contra su pecho.
—Sí, casi de la misma manera en la que lo soy yo. Tan solo mírame, caí por un bonito acento Canario en cuestión de segundos.
Pablo rió.
—Tú al menos la tienes fácil con Pedri, a él también le gustas —sonrió—. Yo me la tengo que currar para resarcir el daño que un mal consejo de Fermín y todos los años de comentarios molestos han hecho a mi vida amorosa.
—Con un tía terca y más ciega que la una. ¿Cómo no nota que te gusta? Ostras, si que está ciega.
Pablo volvió a levantar la cabeza y, antes de poder continuar con su palabrería, la atrajo hacia él y la estrechó en un fuerte abrazo. Gaia se dejó hacer, colocando la cabeza en su pecho y respondiendo a la muestra de afecto que le proporcionaba. Aunque la música sonaba por todo el lugar, ella no podía escuchar nada más allá del latido de su corazón, habían pasado por tantos momentos buenos y malos juntos que no podía imaginarse su vida sin él.
Gaia se separó del abrazo, pero ambos estaban envueltos en ese ambiente de cariño que parecía eterno. Más aún cuando Pablo la cogió de las mejillas y con una sonrisa le dijo:
—Feliz cumpleaños, mi niña. Te amo más de lo que te puedes llegar a imaginar, siempre juntos.
—Siempre juntos, mi niño.
Gavi le dio una última sonrisa antes de dejarle un beso en la nariz. Gaia soltó una risa por ello y volvieron a abrazarse mientras continuaban hablando entre murmullos. Sin embargo, no podía olvidar que en su fiesta estaba el idiota de Pol Lemar y ella no lo había invitado, jamás habría hecho eso. No tenían problemas con que sus invitados llevaran a otros, pero siempre y cuando se le informara o, en todo caso, fuesen personas que no trajeran problemas.
Pol Lemar no solo era el ex de Ainhoa que estuvo molestándola sino también uno de los chicos que peor le caía desde que era pequeña. Paseó la mirada por el salón, su vista se clavó en la zona VIP de los futbolistas y le dirigió una sonrisa a Pedri, que estaba sentado junto a Ainhoa, Aurora y Javi. No le fue correspondida, sino todo lo contrario porque sus ojos reflejaban un brillo molesto.
Trató de no pensar en ello por el momento, quizás él estaba igual de frustrado que ella por la interrupción de su sesión de besos; pero se encargaría de eso luego. Ahora tomó la mano de Pablo y se abrió paso entre las personas hasta llegar a aquella mesa donde se encontraban sus compañeros de trabajo en el club y Dani Lemar, el hermano mayor de Pol.
Sarah y Paolo la felicitaron, fueron los últimos en llegar y a los que no pudo acercarse antes debido a lo ocupada que estaba. Había una chica castaña sentada al lado de Dani, no la reconocía de ningún lado, así que supuso que era una invitada de su amigo. Con ella no tenía ningún problema, por lo que la ignoró y pasó de largo hasta detenerse frente a Pol.
Él le dirigió una sonrisa y trató de saludarla como si nada. Gaia no soportaba a los hipócritas, mucho menos a las personas que solo querían acercarse a ella por el estatus que su apellido podía darles. Miró a Pablo, que tenía los ojos puestos en la figura del idiota, y, con una seña de su mano le indicó a un guardia de seguridad todo grandote que andaba dando vueltas para que se acercara. No esperaba que nadie de la mesa diera un paso al frente para defenderlo, a la mayoría no le agradaba.
—A ese chico de ahí, lo quiero fuera —le dijo al de seguridad, señalando a Pol—. Y si puedes arrojarlo frente a la prensa, muchísimo mejor.
Escuchó la risa de Pablo a un lado cuando el guardia de seguridad hizo caso a sus palabras. Vio al grandote acercarse a Pol, cogerlo de la camiseta y tironear de él hasta llevárselo a rastras mientras gritaba algo sobre si no sabía lo importante que era o algo así. Con una sonrisa volvió sus vista a la mesa, dónde la mayoría la estaba mirando con una ceja alzada, preguntándose la razón de eso.
—¿A quién molestó? —preguntó Dani, luego de soltar un suspiro.
—A una buena amiga. No me costó muchísimo que Noa aceptara venir a la fiesta como para que tu hermanito la esté molestando.
—¿Ainhoa Luján? —Gaia asintió—. Hostia, tía, lo lamento. Pol se invitó solo, en serio, sabía que solo era cuestión de tiempo para que se metiera en problemas.
—Que no se repita —bufó Pablo, entrometiéndose.
Dani alzó las manos, sin mucho ánimo. Gaia lo dejó en paz, él no tenía la culpa de tener un hermano idiota. Cogió a Pablo del brazo y volvieron a atravesar la pista de baile para poder llegar al otro lado de la fiesta para unirse de nuevo a la mesa VIP de los jugadores del Barcelona. Raphinha y Ronald reían mientras hablaban, Andreas estaba a su lado sin parecer del todo contento, eran los únicos sentados ahí haciéndole compañía a Javi y Aurora. Todos los demás parecían seguir disfrutando la fiesta con sus pasos prohibidos.
Frunció el ceño al no ver a Pedri, ahí lo había dejado antes de arreglar el asunto de Pol. Así que tiró de Pablo para acercarse por completo a Aurora y Javi.
—¿Dónde está Pedri? —les preguntó.
—Lindo labial rosa, se me hace bastante conocido —rió Aurora—. Está con Noa.
—¿Y dónde está Noa?
—Con Pedri —respondió Javi a la pregunta de Pablo. Señaló a una parte del salón, aquella donde todos bailaban—. No sé que es lo que están intentando hacer, pero parece tener los celos metidos en la cabeza.
Gaia miró fugazmente a Pablo antes de voltearse hacia el centro del salón. Alzó la ceja por un momento, bufando con burla al ver que Pedri y Noa no parecían coordinados para bailar, ninguno de los dos sabía dónde poner las manos y creía que estaban teniendo más problemas que soluciones. Escuchó la baja risa de su mejor amigo, él de seguro estaría pensando lo mismo que ella y la situación era más para reír que para sentir celos.
Hasta que los ojos oscuros de Ainhoa se fijaron en ella, se movieron rápidamente hacia Pablo antes de volver a Pedri. Esta vez fue diferente.
Ainhoa se quedó quieta unos segundos antes pasar sus brazos por los hombros de Pedri y apegarse más a él. El Canario la cogió de la cintura justo cuando sus caderas comenzaron a moverse al lento ritmo de la música. Eso ya no se le hacía gracioso, la cercanía entre esos dos no le estaba gustando para nada y menos de esa forma.
—Ellos os vieron —siguió hablando Aurora, pero Gaia no le prestó atención, tenía sus ojos fijos en los movimientos de los dos jugadores en el centro de la pista de baile—. Joder, como Pablo te cogió de la cara y te tiró ese besito… Ostras, cualquiera habría pensado que os ibais a besar.
—Luego os habéis ido juntos a un lugar donde no pudimos verlos —continuó Javi, riendo—. Quizás ciertas personas pensaron en base a sus celos.
—Sí, y tampoco ayudó a que se me escapara que vosotros dos ibais a dormir juntos esta noche, como casi siempre.
—¿Se te escapó, Aurora? ¿Así como si nada? —bufó Gaia.
—No fue con intención…
—Y una mierda, Javi —bramó Pablo, molesto.
Las risas de Javi y Aurora solo hicieron que su humor se pusiera peor. A esos dos tontos les gustaba ver el mundo arder mientras ellos no ardieran en él, y ahora se estaban divirtiendo mucho a su costa, tanto con Pedri y Noa bailando tan juntos en el centro del living para sacarle celos. No sabía como había pasado de estar besándose en su habitación con su Canario a verlo sujetar la cintura de la jugadora y moverse al ritmo de la música. Tan juntos, tan apegado y tocándose de una manera en la que solo podía sentir como la sangre le hervía de los celos.
Pablo estaba igual que ella, tan consumido por los celos que no podía apartar la mirada de esos dos y mucho menos dejaba atrás sus ojos furiosos puestos en Pedri. Ainhoa no solo lo había comparado con Pol, sino también que ahora estaba restregándose a Pedri frente a todos.
—¿Creéis que lo que dijimos los hizo molestar?
—Nos quieren dar celos —le afirmó Pablo, sin hacer caso a la pregunta de Javi. Gaia se volteó a mirarlo, la sonrisa retadora en sus labios le emocionó—. Vamos a jugar su mismo juego, mi niña.
—Lo haremos, pero con nuestras propias reglas.
Pablo se acercó a ella y cogió su mano, dejando un beso en ella, justo como lo hacía Pedri. Gaia se mordió el labio, si Pedri y Ainhoa pensaban que la manera de llamar su atención era con celos, entonces estaban bastante equivocados. Porque ellos eran expertos en jugar, en tentar y se regían por sus propias reglas, aquellos dos no sabían en lo que se habían metido.
Gaia sonrió, dejándose llevar por Pablo y escuchando a sus espaldas los gritos de ánimos que Javi y Aurora les dirigían.
Con Pablo caminó hasta el centro de la pista, pasando al lado de donde se encontraban Pedri y Ainhoa, pero sin dirigirles ni una mirada, no iban demostrar que esa cercanía que estaban teniendo les afectaba de alguna manera. No fueron tan lejos de ellos, es más, estaban lo suficientemente cerca como para que pudieran verlos con total libertad. La música cambió de pronto, Gaia no podía identificar cual era, pero el ritmo era perfecto para lo que estaba planeando hacer.
Le dio una sonrisa tranquilizadora a su mejor amigo, tratando de calmar sus nervios por la sola idea de bailar ante tantas personas. El impulso que tuvo por los celos lo había llevado a hacer algo que no haría en circunstancias normales y pudo entenderlo por completo. No era mentira lo que le dijo a Pedri aquella noche en su casa, poco le gustaba bailar; pero ahora estaba lo suficientemente celosa como pensar demás en eso.
Miró a Pedri por unos segundos, tenía las manos sujetando la cintura de Ainhoa y se movía contra ella, pero sin apartar los ojos de su persona. Gaia le dio una sonrisa retadora, antes de volverse hacia su mejor amigo. Pablo y ella eran expertos en ese juego, lo habían hecho desde que eran pequeños y no existía nadie como ellos dos para actuar como una verdadera pareja sin serlo, podían lograr darle celos a cualquiera.
No sabía que tanta confianza existían entre Pedri y Ainhoa, pero estaba por completo segura que no era ni remotamente cercana a la que había entre Pablo y ella. Ellos pasaron por mucho juntos desde pequeños y atravesaron todos sus cambios uno al lado del otro. Podían dormir juntos la mayoría de las noches, cambiarse de ropa y andar desnudos sin pena o pudor alguno. Tenían ese jueguito asegurado.
Sintió las manos de Pablo en su cintura, la yema de los dedos llegó a tocar la parte desnuda que no cubría el vestido y no evitó compararlo con Pedri. La forma en la que él la tocaba y no despertaba nada en ella, no le hacía palpitar el corazón con fuerza o ponerse nerviosa como sucedía con el Canario. Supuso que era porque solo podía verlo como un amigo, el mejor de todos.
Pasó las manos por sus brazos, acariciándolo con suavidad y pudiendo sentir lo tensos que estaban sus músculos debajo de su camiseta en ese momento. Le dio una sonrisa tranquilizadora, se puso de puntas y se acercó a su oído.
—No pienses en nada más, mi niño —le susurró—. Fíjate en mi e imagina que solo estamos tú y yo.
Gaia fue separándose de él, lentamente y aprovechó para rozar los labios contra su mejilla hasta llegar a los suyos. Colocó la mano en su cuello, haciendo que sus rostros estuvieran tan cerca que sus narices rozaban la una contra la otra, sin dejar de mirarse a los ojos. Fue ahí cuando supo que Pablo hizo caso a su consejo, porque intensificó el agarre en su cintura, cogiéndola con seguridad y apegándola por completo a su cuerpo.
Y ahí fue cuando comenzó el juego. Ambos movían sus cuerpos al ritmo de la música, dejándose llevar por el momento íntimo que estaban teniendo, a Gaia se le daba bastante bien ser sensual y que Pablo respondiera de tan buena manera le estaba haciendo las cosas más fáciles. Cerró los ojos, sintiendo como los movimientos de su cadera se sincronizaban con las de su amigo, chocando entre ambos y creando una fricción nada pudorosa a ojos de terceros.
Sintió como las manos de Pablo se posicionaban en la parte baja de su espalda, dejándole sentir todo el calor del tacto de su palma. Su vestido se movía al compás de sus pasos, arqueó la espalda y dejó caer la cabeza hacia atrás, dándole todo ese espacio a su mejor amigo para que se inclinara hacia ella y empezara a rozar los labios contra su cuello. La música llenó sus oídos, pero solo se concentró en el suave toque de Gavi contra ella.
Eso estaba siendo mucho más caliente de lo que pensó.
De un momento a otro, Pablo acarició con suavidad su brazo y le tomó de la mano, alzándola por sobre su cabeza, manteniéndola ahí durante unos segundos. Volvió a abrir los ojos, para mirarlo, y se dio cuenta lo cerca que estaban sus rostros. Podían respirar el mismo aire, con sus alimentos mezclándose entre ellos y sus narices rozando con los labios entre abiertos. Hasta que él le dio esa sonrisa ladina, llena de picardía. Gaia lo conocía a la perfección.
Sus ojos marrones brillaban con diversión y se movieron un segundo por sobre ella, había perdido la noción de lo que estaban haciendo Pedri y Noa, pero por su sonrisa pudo notar que su competencia no estaba ganando. Ellos lograban su cometido e iban triunfando en el juego.
Las manos de Pablo se movieron con suavidad por más debajo de su cuerpo, su vestido no era lo suficientemente largo como para no notar el tacto de los dedos posándose en su trasero y siendo apretado con fuerza, haciéndole soltar un suspiro.
Se volteó, dándole la espalda cuando la soltó y posó los ojos en Pedri y Noa. Ambos jugadores mantenían la mirada en ellos mientras bailaban, era una auténtica guerra que ninguno quería perder. Gaia sonrió, mirando a su Canario a los ojos, habían un par de metros que los separaban; pero eso no la detuvo. Movió su cintura al son de la música y eso hizo que su trasero quedará pegado a cierta parte de la anatomía masculina de Pablo, restregándose entre si mientras sentía como él le colocaba una mano en su estómago para mantenerla apegada a su cuerpo.
Ya no veía a Ainhoa, ya no veía a nadie más que no fuera a Pedri a pesar de sentir como Pablo se restregaba con más fervor contra su trasero. Ella solo podía observar los ojos oscuros de Pedri e imaginaba que era él quien estaba a su lado, bailando y tocándola de esa manera tan indecorosa. Sonrió al ver su mueca sería, sus labios fruncidos y como no dejaba de observarla con tanta fuerza, con el brillo de los celos y la lujuria en sus ojos.
Pablo empezó a hacer unos movimientos contra si que nada tenían que ver con bailar, supuso que el estaría también en su propia guerra de miradas con Ainhoa pensando lo mismo que ella: Que las parejas debían intercambiarse. El fuego la consumía por dentro, haciéndola suspirar con más fuerza y moverse con más intensidad, casi olvidándose del ritmo de la música, sobre las caderas de su mejor amigo.
Entonces, sintió el agarre más pronunciado en su cintura mientras que la mano que antes había estado en su estómago subía lentamente por su cuerpo, acariciando con suma delicadeza la piel expuesta de su escote y haciendo que se erizara debajo de su tacto. Hasta que llegó a su cuello y la tomó con fuerza, pegándole la espalda contra su pecho.
Gaia quiso maldecir a Pablo por ese acto. El sabía exactamente lo mucho que le gustaba que le hicieran eso y, con los ojos fijos en Pedri, no podía dejar de imaginar que eran las manos del Canario la que la mantenían con esa fuerza, dominándola por completo.
Pablo volvió a rozar los labios contra su mejilla, pero no la estaba observando a ella, sino que mantenía su propia guerra de miradas con Ainhoa. Gaia entreabrió la boca, soltando un suave suspiro cuando volvió a frotarse contra Pablo y esto hizo que ambos dejaran esa batalla momentánea para mirarse el uno al otro. Fue por una fracción de segundo que estuvieron en esa posición, tan cerca, sintiendo como sus alientos se mezclaban, con las mejillas ardiéndoles.
—¡Joder, no lo hagas, Pedri!
Gaia apenas pudo reaccionar ante el grito de Ainhoa, porque unas manos la cogieron del brazo y la apartaron de un sopetón del cuerpo de Pablo. Sentía las mejillas cosquilleándole y un leve vacío en su cuello, pero quiso reír al verse frente a frente con Pedri. Su cara reflejaba una seriedad absoluta, con la quijada apretada y totalmente tensa. Se sintió satisfecha consigo misma, había ganado esa tonta guerra de celos que se creó el Canario.
Le fue imposible no darle una sonrisa, haciéndose la inocente ante sus ojos.
—¿Qué crees que haces, Gaia?
—¿Yo? Solo bailaba, cariño.
—Eso no era solo un baile.
—¿Y qué era, según tú?
Sonrió con diversión, encantándole la manera en la que sus ojos oscuros reflejaban la molestia que sentía. Podía leerlo como un libro abierto y de tan solo sentir la manera en la cual desbordaba testosterona por los celos, le provocaba un mar de emociones dentro de si. La principal era la lujuria, era sumamente caliente poder provocarlo y verlo reaccionar de esa forma, preguntándose qué era capaz de hacer.
Soltó una risa cuando Pedri volvió a cogerla del brazo, abriéndose paso entre las personas y lo ojos curiosos para llevarla lejos de la pista de baile, dejando atrás la guerra de celos y a sus mejores amigos con sus propios problemas. Llegaron a un oscuro pasillo vacío, aquel que conectaba el living con unas escaleras de bajada que eran la entrada a la piscina techada de su hogar.
Gaia sonrió, adentrándose más a la oscuridad del pasillo. Estaban lo suficientemente lejos del living con el montón de gente festejando su cumpleaños, la música seguía escuchándose por lo bajo debido a la distancia y dejó salir la sonrisa que se había estado guardando. Se soltó del agarre de Pedri, alejándose unos pasos de él y se apoyó contra la pared.
No estaba acostumbrada a quedarse callada por mucho tiempo, pero dejó que Pedri tomara el control por un segundo. Le gustaba mucho cuando lo hacía.
—Por un momento me sentí increíblemente celoso —habló Pedri, acercándose lentamente hacia ella—. Como te tocaba, como te movías contra él; pero luego recordé que era Gavi y él no te gusta. No de esa manera porque es tu amigo.
—Tú también eres mi amigo.
Pedri soltó una risa irónica y terminó de poner fin a la distancia entre sus cuerpos, dejándola atrapada entre él y la pared. Podía sentir el calor emanando de su cuerpo, el corazón latiéndole desbocado en el pecho y los sentimientos a flor de piel. Mucho más cuando su Canario se inclinó hacia ella, acercando sus rostros y dejando que sus labios rozaran con cada movimiento.
—¿Lo soy, cariño? ¿Desde cuándo los amigos se tocan de la forma en la que yo te toco? —Abrió la boca, pensando en responder; pero entonces las manos de Pedri se posaron en sus muslos, subiendo lentamente por esa zona hasta meterse por debajo de su vestido. Se quedó sin habla, tragándose las palabras y soltando un suspiro ahogado—. ¿Desde cuándo los amigos se besan como tú y yo nos besamos? —Cuando Pedri le mordió el labio, fue imposible para ella contener el gemido que salió de si—. Los amigos no se desean, no de la forma en la que yo te deseo a ti.
Gaia abrió la boca, dejando salir un mar de suspiros mientras sentía como su piel se erizaba ante el toque de Pedri, que la acariciaba con suavidad debajo de su vestido. Se estaba tomando todo el tiempo que deseaba porque sabía actualmente lo bien que respondía su cuerpo ante él, notaba como la hacía sentir. Cerró los ojos, embriagada por tantas emociones, y esperando un beso que nunca llegó.
Cuando lo escucho reír volvió a abrir los ojos, con la respiración cada vez más agitada porque las manos de Pedri se movían por toda su piel, acariciando suavemente hasta detenerse cuando tocó la tela de sus bragas.
—¿Te digo por qué no te gusta? —continuó él—. Gavi es una buena persona, han pasado mucho tiempo juntos; pero no sientes deseo por él. Llevas el control en la mayoría de relaciones, pero quieres a alguien que te domine y encienda todo lo que hay dentro de ti.
» Te gusta que las cosas sean directas, que vayan a por ti sin miedo y que te demuestren todo su interés. Eso es justo lo que yo hago, ¿verdad? —Gaia ya no podía pensar con claridad en ese momento, tenía la respiración agitada y solo quería que Pedri siguiera tocándola de esa manera—. Sí, lo es.
Se respondió a si mismo, sin dejarla decir ni una palabra porque sabía que no podría hacerlo. Su nariz se embriagó por el olor de su perfume, tan fuerte y varonil que le hizo temblar las piernas. Era como estar en una nube, de esas que traen consigo una fuerte tormenta dispuesta a revolucionar todo el lugar. Justo de esa forma la hacía sentir Pedri, con su toque, con sus susurros, con su mirada, con todo él.
Todo lo que dijo había sido verdad. Ella siempre buscaba el control, lo solía tener la mayor parte del tiempo; pero necesitaba a alguien que tomara las tiendas de la situación y removiera todo dentro de sí.
Pedri movió los labios hasta su cuello y dejó un suave beso en esa zona mientras las manos que seguían debajo de su vestido tomaban más valor y jugueteaban con el borde de sus bragas. Empezó a sentir como la excitación nublaba su vista, los gemidos se hacían más fuertes y los besos más mojados.
Se quejó cuando dejó de sentir el calor de su tacto en esa zona que había calentado, ambas salieron de debajo de su vestido y una se posó en su cuello, siendo sostenida con fuerza. Gaia lo miró directamente, con sus ojos azules empañados por el deseo, mientras que los de él brillaban con todo el anhelo y la pasión de tenerla, eso solo logró encenderla aún más.
—No soy tu amigo y no quiero serlo, cariño —murmuró Pedri sobre sus labios, dejando que el aliento tocara su rostro—. Sabes perfectamente que desde la primera vez que nos vimos algo se encendió en ti y yo soy el único en poder apagar ese fuego interno que tienes —Le mordió el labio inferior con fuerza, haciéndola gemir con más ganas—. ¿Y te digo que es lo mejor? Que tú también eres la única en poder hacerlo conmigo.
» Tú eres esa chispa que necesitaba en mi vida, aquella que me hace desconectar el cerebro y hacerle caso a mis instintos. Y yo soy esa calma, la voz de la razón que te diga que hacer. Somos un perfecto complemento, Gaia Piqué.
Sus piernas flaquearon por un momento ante esa última declaración, no podía apartar la mirada de sus ojos oscuros y sintió una explosión dentro de sí cuando sus labios se juntaron. Se sentía como la primera vez, aquel deseo que tenía por él no se apaciguaba y la necesidad de tenerlo no bajaba, iba en puro aumento. Lo sabía, quería y necesitaba más de Pedri González.
Sus labios se movían de forma sincronizada y Gaia gimió en medio del beso cuando sintió como Pedri le mordía. Las manos de él no querían quedarse quietas, el agarre en su cuello desapareció y ahora estaban paseándose por todo su cuerpo, sin querer dejar ni un espacio sin explorar. Sin embargo, su toque era suave y lento, tomándose todo el tiempo del mundo para disfrutarla. Sabía que no había prisa alguna, solo deseaban que ese momento durara para siempre.
Ella no se quedó atrás y pasó una mano por la nuca de Pedri, intensificando el beso mientras tiraba de su cabello negro. Quedó sorprendida cuando lo escuchó soltar un bajo gruñido y como él lo tomó como una señal para ir más fuerte sobre ella, cogiéndole de la cintura con autoridad y aprisionando su cuerpo aún más contra la pared.
El apretón en su trasero le hizo abrir la boca, lo cual Pedri aprovechó para hacer más sensual el beso con su lengua. Estuvieron así unos minutos, frotándose y acariciándose, con la música acompañando el momento. Hasta que el aire se hizo necesario y tuvieron que separarse para poder respirar un poco.
Lo miró, sintiendo como el corazón le latía con fuerza mientras ambos respiraban con dificultad. Trataron de no separarse, sus labios seguían rozándose pidiendo poder volver a tocarse de nuevo.
Cuando quiso reiniciar el beso, un fuerte grito los interrumpió.
—¡Que están aquí!
Gaia abrió los ojos con miedo al reconocer la voz de su hermano. Pedri se apartó de ella rápidamente, apoyándose en la pared contraria a la de ella para tratar de poner la mayor distancia posible entre sus cuerpos. Su corazón latía de prisa y pasó las manos por su vestido tratando de acomodarlo lo mejor posible y que no se notara lo que habían estado haciendo.
Cruzó las piernas, buscando calmar el calor que corría por esa zona de su cuerpo y pasó una mano rápida por sus labios, para tratar de limpiar cualquier rastro de labial que le diese la impresión a su hermano de que habían estado haciendo otras cosas más sucias en ese pasillo.
Agradecida la poca iluminación en la que se encontraba ese pasillo porque así su hermano no podía notar el estado en el que estaba. Debía de estar dando una imagen poco digna de una anfitriona porque tenía el calor reflejado en sus mejillas, los ojos brillando en excitación, el cabello revuelto, las piernas temblando y el vestido desarreglado. Joder, casi se podía oler el aroma a sexo.
Si su hermano se daba cuenta, no tendría una explicación lógica que darle.
No obstante, vio a Gerard acercándose a ellos dando tumbos no solo por la oscuridad del lugar sino también por los pasos descoordinados producto de las múltiples horas bebiendo. Una vez se acercó por completo a ellos, Gaia pudo notar mejor su estado.
Gerard en ese momento se asemejaba más a Bradley Cooper en su papel de Phil luego de una noche de fiesta en la película «The Hangover», solo que, de manera increíble, mucho más borracho. Le alegraba ver que se estaba divirtiendo a pesar del lío que tenía con sus dos ex. La verdad era que ninguna de ellas era tan importante como para arruinarle el festejo de su cumpleaños número treinta y seis.
Sin embargo, lo que más le alegraba era saber que estando en ese estado poco podía notarla a ella y mucho menos a Pedri, ambos nerviosos y tratando de regularizar sus respiraciones en un pasillo vacío, a oscuras y completamente solos. El alcohol le había salvado de una incómoda conversación.
—Ahora puedo ver lo parecido que sois vosotros, eh —bromeó Pedri, con la voz ahogada, antes de mirar a Gerard—. ¿Qué pasa, Geri? ¿Se te ha acabado el alcohol.
—Ni de coña, chaval. De eso estoy bien servido —respondió su hermano, haciéndola reír—. Gallita, ya va siendo hora de despedir a los invitados, ¿no crees? Ya casi se acaba el día de nuestro cumpleaños.
—¿Se acaba la fiesta? —cuestionó Pedri con rapidez.
—Solo con los demás invitados —aclaró Gaia, mucho más calmada que antes—. El equipo y nuestros amigos más cercanos seguiremos la fiesta en la piscina.
Hizo un ademán con la cabeza, señalando al final del pasillo para indicarle las escaleras de bajada que daban hacia la entrada de la piscina. Pedri siguió su mirada y asintió, sin decir nada más. Miró a su hermano, que seguía esperando una respuesta de su parte.
—Tienes razón, Geri —dijo. Lo vio apoyarse en la misma pared que ella, quizás tratando de buscar un poco de estabilidad, y le dio una sonrisa auténtica de borracho—. Venga, vamos de vuelta al salón a terminar la fiesta, ¿vale? Tenemos que agradecerles a todos por los regalos y por haber venido.
Se acercó a su hermano, demasiado alto y fuerte como para moverlo por si sola. Pedri acudió en su ayuda e hizo que Gerard se apoyara en él para poder ayudarlo a caminar de regreso al salón. Volvieron con todos los invitados, quienes seguían festejando a lo grande hasta que el disc-jockey anunció que los pasteles habían llegado y era hora de soplar las velas.
Gerard fue quitado de los brazos de Pedri por Busi y Jordi, quienes lo llevaron junto al resto del equipo hasta la tarima. Gaia miró a su Canario, le dio una sonrisa y cogió su mano para arrastrarlo con ella hasta ese mismo lugar, ya no pensaba separarse de él en medio de la noche. Entonces, Sebastián Yatra y Manuel Turizo volvieron a adueñarse del micrófono, ambos les desearon un feliz cumpleaños y, con ayuda de los demás invitados, entonaron “Las mañanitas” para luego dejarle soplar las velas, picar el pastel y dar la fiesta por terminada.
La siguiente hora, Gaia se concentró en despedirse de todos sus invitados y agradecerles de nuevo por haber asistido a su fiesta. Todo eso con Pedri cogido de su mano y observándola con una sonrisa entre sus labios. Al final solo quedaban sus verdaderos amigos y fueron justamente ellos los que corrieron a las habitaciones para poder cambiarse de ropa e irse a la piscina.
El dos de febrero, Gaia lo guardó en su memoria como uno de sus mejores cumpleaños, aquel que marcó oficialmente su regreso a Barcelona y, aun más importante, el día en que pudo besarse con Pedri, como había estado deseando desde que lo conoció en el Camp Nou durante el último partido de su hermano.
—Venga, gilipollas, apuraos. Os veo en la piscina.
Pedri rodó los ojos ante las palabras de Eric. Ferrán no dudó en seguirle de inmediato no sin antes dejarle un suave golpe en el hombro. Dio un último vistazo por la habitación de Gerard para luego salir y seguir a sus dos amigos. El pasillo se encontraba en silencio, solo podía oír algunas voces que salían de las habitaciones, quizás los demás chicos seguían cambiándose para ir a la piscina.
Bajó las escaleras, ya no estaba la música estridente resonando por todo el lugar. El salón había quedado despejado, sin muebles y sin personas, pero totalmente desordenado. Se alegró de no ser el que tuviera que limpiar ese desastre, pero conociendo a los Piqué sabía que ellos solo iban a contratar a alguien para que lo hiciera y pagarle una buena suma de dinero por las molestias.
Pocos fueron los invitados que se quedaron para la fiesta en la piscina, sobretodo por pedido de los dos cumpleañeros. Estaba todo el equipo —Incluido Xavi y su esposa— más sus parejas, Aurora, Javi, uno que otro canterano, Riqui Puig y la chica castaña con la cual Gavi había estado bailando antes. Su rubia se la había presentado, resultaba ser su mejor amiga y una compañera actriz, Adhara Lennox, según recordaba.
Caminó por el pasillo oscuro, al cual le habían encendido las luces, y sonrió al recordar lo que había sucedido con la cumpleañera en ese lugar. Para él, Gaia era una tentación andante, no podía dejar de mirarla, siendo hipnotizado por cada uno de sus movimientos. Era una atracción que lo consumió por completo desde el primer momento en que ambos se vieron a los ojos.
Dejó de pensar en su chica por un momento, buscando a Ainhoa una vez pisó el suelo de la entrada a la zona de la piscina. Sabía que para todos el que la fiesta de haya movido a ese lugar había sido una idea increíble, pero él conocía a su mejor amiga y estaba completamente seguro que ella no opinaba lo mismo.
Marcos y Sergi pasaron por su lado, chocándolo a propósito, como una ráfaga. Seguido de ellos Coral y Anna, riéndose y disculpándose por lo bajo por lo que esos dos tontos acababan de hacer. Les dio una sonrisa y cuando las vio cruzar la enorme puerta de cristal de entrada a la piscina, fue cuando sus ojos pudieron captar la figura de Ainhoa.
Su amiga estaba apoyada de la pared frente a la puerta de cristal, en ese pequeño pasillo, junto a Aurora. La morena seguía usando la misma ropa con la cual llegó a la fiesta, había sido la única en negarse a cambiarla por un bikini. No dudo en acercarse a ellas y poner una mano en el hombro de Noa, llamando su atención.
—Joder, no me sorprende para nada que tú también estés emocionado por una fiesta en la piscina —le bufó Ainhoa, mirándolo. Le dio una sonrisa—. Fer está tan sonriente, casi parece que no tenéis piscina en casa.
—La tenemos, sí; pero no solemos tener fiestas en ella. Venga, ¿estás bien?
Le dirigió una mirada sería, preocupado por ella. Ainhoa no respondió al instante, sabía que era porque Aurora estaba con ellos escuchando su conversación. Pudo ver un brillo temeroso en sus ojos negros, casi imperceptible, y eso le hizo hacer una mueca de preocupación. Él era uno de los pocos que la conocía de verdad y podía darse el lujo de decir que entendía la razón del porqué se encontraba así. Su mayor miedo estaba presente en ese lugar, la fobia al agua que siempre quiso mantener oculta para que nadie conociera su debilidad.
Sabía que a su amiga no le gustaba hablar de eso frente a otras personas, o si quiera mencionarlo porque sería como aceptarlo, y era por eso que intentó mantener la mayor discreción debido a que la hermana de Gavi estaba con ellos.
—Estoy bien, sí —aceptó Ainhoa, no del todo convencida porque su mirada se desvió hacia la piscina—. Aunque ni creas que voy a meterme con el montón de testosterona que hay ahí dentro.
—Ten por seguro que Eric no puede pegarte nada a través del agua —bromeó.
—Prefiero no correr riesgos.
La escuchó bufar, mientras cruzaba los brazos. Pedri volvió a tocarle el hombro en forma de apoyo, para darle a entender que estaba ahí para ella. Se sentía un poco mal por haberle rogado —E incluso recurrir a su hermano— para que asistiera a esa fiesta solo para dejarla sola ya que quería buscar a Gaia. Después de eliminar cualquier rastro de excitación inicial causados por los besos de su rubia, entendió que no se había comportado exactamente como un buen amigo lo haría.
—Me quedaré aquí con Aurora —le dijo Ainhoa, para tranquilizarlo—. Ella tampoco tiene muchas ganas de involucrarse con tantos hombres.
Aurora rió, negando.
—No es exactamente por eso. En realidad es por Geri, está lo suficientemente borracho como para querer molestar a Javi por el resto de la noche y suele hacerlo conmigo, así que prefiero no tener de morros a mi novio y alejarme un poquito del cumpleañero.
—Sí, ya todos sabemos que si estando sobrio es un idiota, no será diferente borracho.
—Noa…
Su regañó salió sin fuerza, ya acostumbrado a la animadversión que sentía Ainhoa por su ex capitán. Hasta podía dar fe y seguridad que en la actualidad era el hombre más odiado por su amiga, incluso le desagradaba más que Eric, y no ayudaba en nada en que tuviera en un pedestal a Shakira, la tenía como un referente y un ejemplo a seguir. Por eso no trataba de ocultar ni un poco su desagrado por Gerard.
—Noa, estamos en su casa, celebrando su cumpleaños…
—¿Y de quién es la culpa de que yo esté aquí soportando a machitos, Pedri? —le interrumpió su amiga en tono acusador. Pedri se sonrojo—. Deja de preocuparte por mi, estás siendo peor que mi padre. Mejor ve a divertirte con los demás.
—¿Segura?
Su insistencia hizo que Ainhoa le clavara una mirada molesta, antes de llegar a la fiesta ella ya le había dejado claro que sabía la razón por la cual quería ir y no esperaba verlo por mucho tiempo ya que, según ella, iba a estar babeando por Gaia. Aunque eso no evitaba que se sintiera mal por haberla dejado sola con personas que a penas conocía y haciendo que sacara sus muy ocultos dotes sociales.
—No soy una nena, Pedri —bufó Ainhoa, perdiendo la poca paciencia que le quedaba—. Ve allá, haz cosas de hombre, saca pecho y actúa como un machito, o que se yo. Ya me quedo yo aquí con Aurora, que me cae mucho mejor que la mayoría de allá.
—No te preocupes, yo la cuido —dijo Aurora, en apoyo—. Tú ve allá y disfruta la vista, que creo que te va a gustar.
Alzó la ceja ante el comentario de Aurora y el para nada sutil bufido que soltó Ainhoa. La Sevillana había estado teniendo ese tipo de comentarios para él durante la mayor parte de la fiesta y cada vez la espina de la duda se sembraba en su cuerpo. Observó la sonrisa maliciosa en su rostro y fue justo en ese momento en el que notó el enorme parecido que tenía con Gavi. Sin embargo, decidió olvidar el tema un rato, se encogió de hombros y dirigió su mirada hacia la piscina.
De inmediato sus ojos captaron a qué se refería Aurora. Gaia estaba al otro lado de la piscina, apoyada en la barra de bebidas y con una pose tan magnífica que tuvo que recordarse a sí mismo que ella no solo era actriz sino también modelo. Hablaba con la esposa del míster y Elena, la de Busi, mientras que algunos chicos del filial hacían tonterías detrás de ellas fingiendo que armaban bebidas —O quizás lo estaban intentando y no les salía bien—.
Volvió a fijar su vista en Gaia, era como si tuviera una especie de aura que lo atraía hacia ella. Llevaba puesto un bikini azul que se le amoldaba bastante bien al cuerpo y eso hizo que tragara en seco al ver cómo se daba la vuelta, dejando ver lo bien que le quedaba en el trasero. Contuvo la respiración al ver su piel blanca, recordando como había podido disfrutarla por unos breves momentos en esa noche.
No podía dejar de observarla, mucho menos de detallarla. Tenía varios lunares esparcidos por su cuerpo, desde las piernas hasta los brazos y el abdomen, se preguntó mentalmente cuántos eran en realidad y se vio deseando poder contar cada uno de ellos. Llevaba el rubio cabello corto y estaba por completo seco, quizás todavía no había entrado a la piscina junto a los demás. Terminó de deleitarse visualmente con ella hasta que llegó a su pecho y notó algo nuevo en él.
Gaia se había vuelto a colocar el collar de torbellino azul que estuvo ausente la mayor parte de la noche. Se contuvo de sonreír porque le había dicho lo mucho que le gustaba verlo en ella y algo dentro de él se removía con entusiasmo al pensar que volvió a ponérselo por él. Sin embargo, no pudo contenerse por mucho tiempo, dejó salir una sonrisa por lo orgulloso que se sentía.
Entonces, recordó que estaba acompañado.
—Yo… Bueno yo…
Su tartamudeó fue evidente y ni siquiera quiso saber cómo se estaba viendo en ese momento. Volvió a voltearse hacia Noa, que lo miraba con una ceja alzada mientras que Aurora seguía con la sonrisa divertida entre sus labios.
—Si estás bien con Aurora, entonces te dejo, ¿vale? No quiero agobiarte o algo de eso, pero si me necesitas puedes buscarme ya… Ya que yo iré… Iré a ver a Fer.
—Sí, a Fer. De seguro que te gustaría verlo más de cerca usando ese bikini azul.
Pedri se sonrojó.
—No sé de qué me hablas.
Les dio la espaldas a ambas chicas, escuchando como Ainhoa comentaba lo tonto que era y Aurora se reía. Atravesó la enorme puerta de cristal para poder ingresar al área de la piscina, pasó al lado de Gerard, que reía junto a Riqui Puig mientras hacían jueguitos con un balón. Xavi se encontraba algunos metros más alejado con Busi, Jordi y sus respectivas esposas —Elena parecía haber dejado a Gaia—. Adhara Lennox, la chica castaña que bailó con Gavi y amiga de Gaia, se encontraba junto a Mikky, Coral y Anna.
Lewy estaba dentro del agua en una esquina, hablando en inglés con Andreas, Frenkie y Sergi, trató de no pasar por ahí ya que no conocía el idioma. Los demás estaban esparcidos por toda el área de la piscina, algunos fuera de ella y otros dentro, disfrutando de la baja música, las risas y la diversión. Sus ojos volvieron a captar a Gaia, sentada en la parte más alejada con Fer, Ferrán y Eric. No dudó en dirigir sus pasos hacia ellos.
—¿Un tiempo? —Escuchó a Gaia preguntándole a Ferrán, ambos sentados en el borde de la piscina con los pies mojándose con el agua—. Ve a regalarle un reloj, entonces. ¿Qué es esa mierda? ¿Habéis terminado o no?
—Se nota que Sira jamás te ha caído del todo bien. Para mi, eso del tiempo es una mierda y que tú ahora estás soltero.
—No lo sé —respondió Ferrán, sin hacer caso a las palabras de Eric dentro del agua—. La verdad es que no estamos en nuestro mejor momento, sé que no hemos terminado; pero ahora solo quiero darle el espacio que ella quiere y necesita.
—Aceptaré esta tontería solo porque tú lo haces —dijo Gaia, malhumorada mientras se cruzaba de brazos. Pedri deseó que no lo hiciera porque sus ojos se fueron de inmediato a esa parte de su cuerpo—. Pero con esto, que sepas que ella me cae aún peor.
—Y parece que ya te bastante mal, mofletes.
Su intrusión a la conversación hizo que los cuatro se voltearan a mirarlo. Ferrán movió la cabeza en forma de saludo, Eric le salpicó con el agua de la piscina, Fer agitó la mano y Gaia le dio una sonrisa. Sin embargo, pudo notar como sus ojos azules se tomaron un tiempo para pasearse por su torso desnudo. Le dio un guiño, cuidando de que ninguno de sus dos compañeros se diese cuenta de ello, y fue a sentarse a su lado, metiendo los pies dentro del agua.
—No es que me desagrade, ¿vale? Es que solo no hemos coincidido lo suficiente como para llevarnos bien.
Pedri fue débil ante su puchero, más cuando Gaia se recostó contra él y le dejó poner la mano en su cintura, pudiendo sentir la suavidad en su piel. Su sueño duró solo unos segundos porque Eric soltó una fuerte risa y les salpicó con más agua.
—¿Cómo que no? —se burló Eric—. Sira y tú os conocisteis hace años cuando Luis Enrique era el director técnico del equipo y también en esa salida que organizó Ferrán en Manchester.
—Una que no salió muy bien que se diga —dijo Ferrán.
—¿Qué pasó ahí? —cuestionó Fer con diversión—. Venga, cuenten un poquito, ¿qué pasó en esa salida?
—No, porque Ferrán, Eric y yo prometimos no volver a hablar de esa espantosa salida de nuevo —le dijo Gaia a Fer. Pedri rió—. Eric no tuvo que haber sacado ese estúpido tema.
Pedri vio la manera en la que Gaia rodaba los ojos y se preguntó que había sucedido en esa salida como para ponerla de tal manera. Era raro que llevándose tan bien con Ferrán tuviese una mala relación con Sira. Él no tenía mucho que decir sobre ella, Salvo que había tenido un par de salida con ellos y su familia. Le parecía amigable, pero no tenían mucha relación, solo era la novia de su mejor amigo.
—Si tú estás bien con esto de darse un tiempo, por mi bien, ¿sí? Sabes que te apoyo en todo.
Las palabras de Gaia hicieron que Ferrán sonriera, ambos se cogieron de la mano e hicieron una serie de jueguitos que le hizo fruncir el ceño. Miro a su hermano, que lo veía con la ceja alzada, disfrutando de los leves celos que estaba sintiendo y se dio cuenta que todo el rollo de Sira había quedado atrás.
—Por cierto —volvió a hablar Eric desde el agua—, ¿por qué has tardado tanto en venir, Pedri?
—Oh, me quedé hablando con Noa y Aurora en el pasillo.
—¿Ella no piensa venir a socializar con nosotros?
Soltó una baja risa ante la pregunta de Gaia.
—Creo que por el momento solo le gusta socializar con Aurora y quiere mantenerse lejos del agua, me dijo que no va a arriesgarse a que Eric pueda contagiarle algo.
—Joder, y tiene razón, eh —apoyó Fer, alejándose del borde de la piscina.
—Es una chica lista —dijo Ferrán—. Deberíamos hacerle caso.
Pedri rió con fuerza, dándoles la razón; pero fue el único al que no le dio tiempo de sacar los pies del agua y alejarse del borde como Ferrán y Fer. Sintió unas manos tomándole de las piernas y fuerte tirón en ellas le hizo caer a la piscina, Eric lo soltó y apoyó las manos en sus hombros para hundirlo más en el fondo.
Peleó, dando manotazos al cuerpo de Eric para deshacerse de su agarre y poder salir de nuevo a la superficie. Una vez lo hizo, solo escuchaba la risa de Eric, el regaño de Gaia y el grito de Xavi.
—¡Eh, dejaos de jueguitos! ¡Que luego os lesionáis y es el equipo quien lo sufre!
Pedri bufó, pasando una mano por su rostro, quitándose el exceso de agua de los ojos y el cabello mojado de la frente. Le dio un manotazo a Eric, que seguía riendo por la bromita que acababa de hacerle, mientras Fer lo secundaba y Ferrán comentaba lo lento que fue al no alejarse de él. Gaia, por el contrario, le preguntó si se encontraba bien.
Asintió hacia ella, siendo la única que se preocupaba por él, y nadó de nuevo hasta el borde, pero aún dentro de la piscina. Llegó hasta ahí y se inclinó para apoyarse en las piernas de su rubia, sintiendo de inmediato como ella colocaba una mano en su cabello mojado y comenzaba a jugar con él.
—¿No vas a hacerme compañía en el agua, mofletes?
—Quisiera, afecte meu. Pero la piscina tiene bastante profundidad, ni siquiera Geri es capaz de tocar el fondo y prefiero no arriesgarme.
—¿Le tienes miedo?
Gaia movió ligeramente la cabeza, negando; pero pudo notar el leve tono rojo pintando sus mejillas.
—No sé nadar, al menos no muy bien. No quiero ahogarme y patalear como un cachorrito.
—¿Y si te enseño?
Su voz salió tan de prisa que se sonrojó de inmediato al escucharla reír. Las caricias en su cabello seguían haciéndole suspirar, pero por lo avergonzado que se encontraba decidió apartar un poco la mirada de ella. Ferrán y Eric reían mientras se tiraban agua, pero sus ojos se encontraron con los de Fer, su hermano lo veía con una ceja alzada, quizás se preguntaba que tanto le gustaba Gaia como para actuar de esa manera.
Gaia volvió a reír y no pudo evitar sonreír al escuchar ese sonido tan característico de ella, le gustaba mucho. La miró y supo que se lo estaba pensando. La verdad era que esas supuestas clases de natación eran solo su excusa para poder tenerla más cerca sin levantar la sospechas de los presentes, no podía ocultar las ganas que tenía de tocarla.
Ellos eran amigos frente a los demás, todos sabían lo bien que habían encajado desde que se conocieron y no tenía nada de malo que estuviese jugando con ella en la piscina mientras le enseñaba a nadar, ¿verdad?
—¿En serio quieres enseñarme? —Él asintió—. Me gusta la idea; pero no me fío nada con mi hermano borracho dentro. Le gusta hacer bromas en ese estado.
Pedri se volteó, aún con la mano de Gaia en su cabello, y observó a su alrededor. No todos estaban dentro de la piscina, pero Gerard sí, siendo como siempre y llamando la atención como solo él sabía. Miró más allá, Noa estaba en el mismo lugar donde la había dejado, en el pasillo por detrás de la puerta de cristal, junto a Aurora. Sus ojos se desviaron hacia Gavi, sentado cerca de donde estaban las chicas junto a Pablo Torre y Javi.
Todos parecían estar ocupados con sus propios grupos, atentos a sus conversaciones y charlas, sin prestarles ni un gramo de atención. Ni siquiera Ferrán, Eric o Fer, que estaban junto a ellos empujándose y tirándose agua. Se encogió de hombros y volvió a voltearse por completo hacia Gaia, dándole una sonrisa.
—Te prometo que Geri no te va a hacer ninguna broma, ¿sí? Venga, ¿confías en mí, cariño?
Gaia lo miró, parpadeando lentamente, no respondió de inmediato y él no esperaba que lo hiciera. Se sentía nervioso por la respuesta, así que solo desvió la mirada y se apoyó más en sus piernas, todavía sintiendo las caricias en su cabello. Apenas había transcurrido un mes desde el día en que la conoció de forma oficial, ¿cómo todo había escalado tan rápido para sentirse de esa manera con ella?
Había tenido parejas antes, eso no se dudaba. Sin embargo, no podía decir de ninguna de ellas que le gustaba el sonido de su risa, el color de sus ojos o que se emocionaba tanto por estar a su lado, buscando razones para no separarse. Justo como le pasaba con Gaia, siempre trataba de encontrar una excusa que le permitiera tocarla o estar a su lado, buscando siempre ser el centro de su atención. ¿Cómo podía explicar lo que le sucedía con ella?
Sintió una leve caricia en su mejilla y en pocos segundos la mano de Gaia estuvo debajo de su barbilla, alzándola para que volviera a mirarla.
—Confío en ti, afecte meu.
No ocultó la sonrisa que salió de sus labios, ni si quiera se molestó en tratar de esconder la felicidad que sus palabras causaron en él. Tomó su mano y dejó un beso en ella, escuchándola reír y es que ese sonido le gustaba tanto que estaba dispuesto a hacer todo solo para escucharla por siempre. Gaia le lanzó una advertencia sobre no mojarle el cabello y lo aceptó, sujetándola por la cintura mientras ella se impulsaba hacia delante para poder meterse en el agua.
No podía tocar el fondo de la piscina, se mantenía flotando y como Gaia era más baja que él así que se concentró en sujetarla firmemente para que no se hundiera.
—Iremos a buscar algo para beber, ¿queréis algo?
La voz seria de Ferrán se escuchó lejana, negó sin prestarle demasiada atención y se concentró en la Catalana. La cogió de la cintura con firmeza y de un empujón se la llevó lejos del borde para poder nadar con un poco más de libertad.
—Cuidado con esa mano —bromeó Gaia, cuando le puso la mano en el trasero para sujetarla mejor—. ¿Cuál es la primera lección de esta clase?
—Solo debes flotar. Mueve los pies y mantente sujetada de mi.
Gaia rió.
—Eres el peor maestro del mundo. ¿Cómo voy a aprender a nadar si no te suelto?
—No lo harás —confesó—. Quizás esta fue mi excusa para poder tenerte así de cerca…
La vio morderse el labio, tratando de fingir una mueca seria y no reírse. En unos segundos, Gaia apoyó las manos en sus hombros y se las ingenió para rodearle la cintura con las piernas, quedando unidos por completo. Pedri agradeció que el agua de la piscina los estuviera cubriendo y que todos estuvieran en su mundo de risas y diversión como para prestarles atención. Sin embargo, estaba tan ansioso por estar con ella que no le importaba en lo absoluto si alguien los veía.
—Entonces me has mentido —le acusó Gaia—. Si querías estar a solas conmigo, tan solo debiste habérmelo dicho porque te aseguro que yo tengo las mismas ganas que tú. Habría buscado una excusa para librarnos de todos e irnos.
—No me quería perder la fiesta en la piscina. Es tu cumpleaños, cariño, había que celebrarlo de la mejor forma posible.
Quizás tuvo que haberse preocupado en serio de asegurarse si alguien los estaba observando, pero cuando Gaia acerco su rostro al de él, haciendo que sus narices rozaran y sus alientos se mezclaran en uno solo, se vio incapaz de pensar en algo más que en sus labios y las enormes ganas que tenía de volverla a besar.
Empezó a mover los dedos por su espalda, haciendo formas abstractas con ellos y disfrutando de la suavidad de su piel. El frío en el que se veía envuelto Barcelona por el invierno quedaba opacado por la calidez del agua caliente de la piscina, Pedri apretó más a Gaia contra si y fue justo en ese momento en que pudo notar algo nuevo en su rostro.
—Tienes pecas, no las había visto antes.
—Son bastante aleatorias, debes estar así de cerca de mi para poder notarlas.
—¿Me dejarás estar así de cerca de ti para verlas más a menudo? Me gustan, al igual que tus ojos.
Gaia abrió la boca para responder, pero no la dejó hacerlo porque volteó la cara y empezó a dejar sonoros besos en sus mejillas, haciéndola reír. Le gustaba mucho como se le veían las pecas, la manera en la que llenaban su rostro desde la nariz hasta las mejillas. Entonces, su boca se desconectó unos segundos de su mente y le dio rienda libre a su corazón para delatarlo.
—Me gustas. Me gustas mucho, Gaia.
—Tú también me gustas mucho, Pedro.
La respiración se le atascó, sintió como el corazón empezaba a latirle con prisa, emocionado ante su respuesta. Las ganas de besarla incrementaban a cada segundo, su cabeza le recordó que estaban rodeados de personas que podían verlos; pero estuvo a punto de mandar todo eso al demonio solo para poder volver a sentir esos labios contra los suyos.
Estuvo a punto de hacerlo, sus labios rozaron por una fracción de segundo; pero Gaia volteó el rostro de manera rápida y se acercó a su oído.
—Mentí —le susurró. Pedri sintió el miedo recorriéndole el cuerpo—. Soy muy buena nadadora.
Y no pudo reaccionar de inmediato, Gaia se alejó de un golpe de él y se apoyó con fuerza en sus hombros, hundiéndolo por completo en el agua. Abrió los ojos debajo de ella y estiró la mano hasta poder coger una de sus piernas y tirar de ella hasta poder arrastrarla a su lado.
Ambos debajo del agua, Gaia trató de empujarlo para que la soltara; pero estaba claro que él tenía más fuerza. Tiró de ella hasta que estuvo lo suficientemente cerca para cogerla del rostro y juntar sus labios, besándola como había querido hacerlo desde momentos antes. Para su mala suerte, el beso no duró mucho y tuvieron que subir de nuevo a la superficie.
Ambos salieron, con las caras mojadas y la respiración agitada. Soltó una risa al ver el cabello rubio de Gaia mojado, pegándose a su frente. Nadó hasta ella y volvió a cogerla de la cintura, pensando en soltarle una broma sobre eso; pero unos fuertes gritos llamaron su atención.
—¡Suéltame! ¡No, no, Eric, por favor, no!
No le dio tiempo de reaccionar, más allá de gritarle a Eric que no lo hiciera, justo como Gavi y Fer; pero no sirvió de nada. El defensa central había lanzado a Ainhoa al agua, sin hacer caso a sus gritos. Maldijo en voz alta y soltó a Gaia para ir hacia su amiga, pero Gavi se le adelantó.
Su amigo fue mucho más rápido que él, echándose al agua sin pensarlo y nadando hasta llegar a Ainhoa, la cual se había hundido, sin fuerza alguna para tratar de buscar aire por enfrentarse a su mayor temor. Calmado por la ayuda, Pedri tomó a Gaia de la cintura y la arrastró al borde para poder salir de la piscina. Eso era lo que más temía, conocía de sobra el miedo de su mejor amiga y le aliviaba ver que alguien la ayudaba.
Aunque, si debía ser sincero, no le pasó nada desapercibida la manera en la que Gavi sujetaba a Ainhoa y la llevaba por el agua, susurrándole cosas en el oído.
Salió de la piscina, ayudando a Gaia también y se dio cuenta del ambiente que se había formado. Todos estaban atentos a ellos, quizás preocupados por la forma en la que Ainhoa reaccionó al haber sido arrojada al agua, los únicos que parecían estar en su propio mundo eran Gerard y Riqui, ambos demasiado borrachos como para darse cuenta de algo. Fijó su mirada molesta en Eric y quiso ir hasta él para reñirlo, pero su rubia lo sujetó de la mano y tiró de él, haciendo que volteara a ver de nuevo hacia la piscina.
Gavi había podido llevar a Ainhoa hasta el borde de la piscina, Gaia soltó rápidamente su mano y fue hacia ellos para poder ayudarla a salir. No dudó en seguirla y pasarle una toalla por los hombros a su amiga para tratar de calmarla. La morena seguía tosiendo y escupiendo el agua que había tragado, tenía los ojos rojos y las ganas de soltarle veinte maldiciones a Eric se hicieron más fuertes.
Fer se acercó a ellos y pasó una mano por la espalda de Ainhoa, buscando reconfortarla.
—¿Estás bien? —le preguntó, en un susurro.
Mala idea. Ainhoa pareció darse cuenta de la escena que se había formado a su alrededor, sin quererlo, observó a todos y notó las miradas preocupadas que estaba recibiendo. No le gustaba ser el centro de atención y sabía que debía estar avergonzada, el imperceptible tomó rojo de sus mejillas y sus ojos aguados, aquellos que podían dar la sensación que era por el cloro de la piscina, le daban esa sensación.
Y, sin decir nada, Ainhoa sujetó con más fuerza la toalla sobre sus hombros, se dio media vuelta y salió echa una furia de la zona de la piscina.
Gaia mordió su labio, todo eso había sido demasiado preocupante. Vio a Ainhoa desaparecer por la puerta de cristal y subir las escaleras, sin mirar a su alrededor y no puedo evitar sentirse mal por ella. Se notaba a leguas que no le gustaba el agua y no debió de haber pasado por una situación así solo por las ganas de Eric de querer hacer una broma.
—Ella necesita un momento a solas —dijo en voz alta, para que Gavi, Pedri y Fer la escucharan—. Quedaos aquí, ya iré yo a ayudarla.
—Voy contigo.
—Pablo, no. Está molesta y se siente humillada, no va a querer que la agobien.
—Gaia, yo…
—Que no, Pablo. Quédate aquí.
Le echó una mirada seria, que no apaciguó la molestia en los ojos de Pablo. Sabía que él estaba preocupado por ella, pero estaba segura que Ainhoa querría tener un momento de paz antes de ser agobiada por tantas personas preguntándole si estaba bien. Miró a Fer y Pedri, el primero tenía el ceño fruncido y ahí fue cuando Gaia recordó lo mucho que a él le gustaba la morena. Definitivamente, su mejor amigo no estaba siendo del todo disimulado con sus sentimientos.
Les dio la espalda a los tres y siguió el camino que había tomado Noa a través de las escaleras, dejando a los chicos para que se encargaran de darle un regaño a Eric. Fue fácil dar con los pasos de la jugadora, ya que dejaba un rastro de pisadas mojadas por el suelo de su hogar. En otro momento, en uno no tan importante, se habría molestado por ello.
Abrió los ojos, exaltada al verla en la puerta de entrada, tomando el pomo con bastante seguridad y dispuesta a salir. Se apresuró a ir hacia ella y cogerla del brazo.
—¿Qué haces? —le cuestionó, preocupada—. ¿A dónde piensas ir?
Ainhoa fijó sus oscuros ojos ella y se soltó de su agarre con un tirón.
—Déjame. Me voy de esta maldita casa. Yo… yo no quería venir a tu tonta fiesta y no tuve que haberlo hecho. ¡Solo mira como acabé!
Gaia no podía culparla por su malhumor, había sido obligada a ir a su fiesta solo por su insistencia y ahora estaba tiritando de frío porque la arrojaron a la piscina sin ella quererlo. Quizás Pedri tenía razón y no debía entrometerse, al parecer nada bueno salía si lo hacía.
—No te voy a dejar salir de mi casa en pleno invierno y con la ropa mojada. Peor, sola en la noche. No estás pensando con claridad, podría sucederte algo o acabarías cogiendo una hipotermia.
—¿Y a ti que te importa? Solo déjame salir de tu mundo de narcisismo y soberbia.
—¿Y dejar que te suceda algo? No lo pienses. Puedes pensar lo peor de mi solo por mi apellido, pero no te voy a dejar ir en ese estado. Así que deja de ser tan terca y ven conmigo a mi habitación.
Su tono de voz no admitía réplica, pero los ojos de Ainhoa brillaron en molestia por estar siendo regañada por ella. Gaia por un momento estuvo confundida, pensó que quizás se estaban llevando mejor; pero parece que algo hizo que Noa volviera a dar veinte pasos para atrás en su amistad —O en su intento de una—.
—Vas a darte una ducha caliente para evitar que enfermes y te cambiarás de ropa, te prestaré algo, ¿vale? —le dijo, suavemente para tratar de calmarla—. Y si en serio quieres irte después de eso, yo misma te llevo o le decimos a Pedro para que te lleve de vuelta a tu casa. Solo déjame ayudarte, Ainhoa.
—Solo si prometes no volver a darme uno de tus tontos discursos —bufó la morena, aceptando su propuesta a regañadientes—. Está bien, vamos.
Gaia asintió, emocionada, y se acercó a ella hasta poder tocarle los hombros para dirigirla hacia su habitación.
—Nepobaby.
—¿Sí, loca histérica?
—Solo dime que tu habitación no está decorada de rosa y peluches tontos.
Gaia se sonrojó, escuchando la baja risa de Ainhoa.
—De rosa no, ¿pero te gusta el lila?
Ainhoa no le respondió, pero Gaia la miró y notó la leve curvatura en su labio, el inicio de una sonrisa. Le costaba admitirlo, aún en su cabeza, pero Pedri había terminado teniendo la razón sobre la morena. Y a pesar que en un inicio sí quiso acercarse a ella por Pablo, para ayudarlo a conquistar a la chica que le gustaba, la verdad era que Noa era realmente agradable —Si se quitaba el hecho de que despreciaba a su familia, su apellido y trataba mal a su mejor amigo—.
Pero Gaia siempre se caracterizó por poner una buena cara y una actitud positiva aún en las peores circunstancias. Y esta no iba a ser la excepción.
¡Hola, hola!
Vaya con la fiesta de Gaia, eh. Cómo se nota que es una Piqué, pero sí ha pasado de todo.
Ni piensen que esto ha acabado aquí, todavía faltan más cosas que contar en el festejo de Gaia Piqué, por qué sí, la noche es larga y es un día especial, evidentemente lleno de sorpresas.
Pobre Noa, ¿verdad? Me dió mucha pena por ella. Ya saben que si quieren saber exactamente qué sucedió o lo que pasaba por su mente en ese momento deben ir a leerse la historia de Marce. Joder, les va a encantar todo desde su punto de vista.
¿Sienten algo de calor? Tal vez se dan al baile de Gaia y Gavi xd. Vaya con esos mejores amigos, los demás desean.
Estoy muy feliz, Pedri y Gaia ya se han confesado que se gusta, y me ha parecido súper bonito. Aunque lo de Pedri haya venido sin quererlo, a veces su boca suelta cosas por si sola que solo lo avergüenzan xd.
• ¿Qué les ha parecido el capítulo? ¿Les ha gustado?
• ¿Cuál fue su parte favorita?
• ¿Que opinaron del baile entre Gaia y Gavi? ¿Y de los celos de Pedri por ello?
• Joder, ¿que les pareció ese caliente momento entre Gaia y Pedri en el pasillo? Estaban a nada de montarselo ahí mismo.
• ¿Qué creen que pasó en esa salida en Manchester de Gaia con Sira, Ferrán y Eric? Hay todo un misterio detrás de ello, se los digo 👀
• Apareció personalmente Adhara Lennox, ¿qué vibras les dió? Les digo que es alguien importante, eh.
En fin, hoy está cumpliendo años mi tiburón. Seis añitos tiene mi bebé (Sí, leyeron bien número) y estoy súper feliz por este día. Ferrán es mi protegido de todo, lo amo demasiado 🥺❤️.
Bien, espero que les haya gustado el capitulo. Sinceramente, es uno de mis favoritos. Gracias por leer ✨
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