oxii. capítulo doce
━━━ F. C. B A R C E L O N A
⚽ ♪ 。 Un dia de partit
lexxie & marce
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Sinceramente, Gaia no podía quejarse de como resultaron las cosas. Haber estado encerrada casi una hora en el vestuario con Noa resultaba hasta divertido y, con genuina credulidad, llegó a pensar que ahora se llevaban solo un poco mejor. Al menos fue una buena señal no haberse matado en el encierro y, para su mala suerte, comprobó que lo que Pedri solía repetir cada vez que mencionaban a la jugadora del femenil era cierto.
Sin embargo, no era algo que le diría en voz alta. No le daba la razón a nadie, ni siquiera a Pablo o Gerard y mucho menos si era realmente evidente que ella estaba equivocada. Ante todo estaba su orgullo, al menos por el momento.
Gaia observó como Ainhoa apresuraba su paso, tratando de alejarse de Pablo por los pasillos del Gamper. Intentó no soltar una risa por eso; pero le resultó casi imposible. Era divertido ver como la chica perdía rápidamente los nervios ante la mínima provocación de Gavi.
Al final, Ainhoa había llamado a Pedri desde su celular y le contó como ambas se habían quedado encerradas en los vestuarios femeninos del Joan Gamper. El de Canarias, luego de reírse un poco, aceptó ir a sacarlas de ese apuro; pero Gaia no esperaba que él llegara con Pablo, sobretodo porque pensaba que su amigo estaba en su hogar esperándola.
Ralentizó su paso al ver como Ainhoa y Pablo desaparecían de su vista al dar vuelta en uno de los pasillos. Pedri a su lado, de alguna manera, le parecía que caminaba igual o aún más lento de lo que ella lo hacía.
—Es muy impresionante —dijo Pedri, llamando su atención. Gaia alzó una ceja—. El hecho de que estés viva luego de pasar tanto tiempo con Noa en una misma habitación.
—Soy mucho más fuerte de lo que parezco —dijo, con orgullo—; pero tengo que decir que no fue tan malo como esperaba.
Lo miró, Pedri tenía una de esas sonrisas burlonas entre sus labios y no pudo evitar rodar los ojos por eso. Tenía una leve idea de qué era lo que se estaba cruzando por su cabeza y no iba a darle la razón por nada.
—¿En serio? Vaya, eso es... Interesante.
Gaia bufó, deteniendo su caminar y volteando por completo hacia Pedri, con los brazos cruzados. Lo miraba desde abajo, el de Canarias medía algunos centímetros más que ella y la diferencia de estatura era notable, parecía que eso de alguna manera le causaba más gracia a él.
—¿Interesante? —cuestionó—. Estás conteniendo lo que en realidad quieres decir, Pedro. Vamos, dejalo salir.
Pedri ensanchó su sonrisa burlona, le causaba bastante diversión ver a Gaia con ese porte orgulloso.
—Bien, lo dejaré salir, Gallita —habló—. Yo creo que este encierro os sirvió a vosotras para que pudierais daros cuenta que lo que yo decía era verdad.
—Tonterías.
—¿Eso crees, mofletes? —cuestionó, dando un paso más hacia ella—. Os encontramos riéndose juntas, ¿vas a negarme eso?
Gaia bufó, Pedri sonrió aún más por eso. Las mejillas de la catalana se tiñeron en ese lindo color rojizo que le gustaba, sin saber si era por la vergüenza de haber sido descubierta riéndose con Noa o por la cercanía entre ambos.
A su mente vinieron los recuerdos en Arabia y, más próximos, los de ese mismo día con ella hablándole en catalán. Lo que le había dicho era verdad y, después de haber hablado con Gavi acerca de ello, creía que dar un paso ahí mismo, en el Joan Gamper, un lugar donde se sentía cómodo, era lo más adecuado.
—No nos asesinamos por una hora y tú ya piensas que somos las súper mejores amigas del mundo —bufó Gaia, burlona—. Tienes mucha fe en que seamos amigas, ¿no es así?
—Sé que será así.
Esta vez, la mueca de orgullo de Gaia cambió radicalmente a una sonrisa burlona, casi de arrogancia. Quiso fruncir el ceño, pero no quería mostrarle que estaba confundido por ese cambio en ella, así que esperó con paciencia su réplica.
—Es lo que quieres, mejor dicho —le dijo, con seguridad—. Sería mucho más fácil para ti, te vendría mejor decirle a tu mejor amiga que coqueteas conmigo si yo me llevo bien con ella, ¿o no, Pedro?
Pedri sonrió.
—No te niego que me haría las cosas mucho más fáciles —confesó, como si nada—. Pero, también lo digo por vosotras. Os llevaríais bien, de verdad.
—¿Entonces no lo niegas?
—¿Negar qué, Gallita?
—Que coqueteas conmigo.
Pedri ensanchó su sonrisa y dio otro paso al frente, haciendo que su cuerpo capturara a Gaia entre él y la pared. La catalana no pareció sentirse intimidada y eso le gustó, seguía teniendo su mirada desafiante y la sonrisa coqueta entre sus rosados labios. Agradeció mentalmente a quien sea que se le haya ocurrido la idea de contratarla en el club, le había hecho un enorme favor.
Cortó un poco la distancia que los separaba, tomando la iniciativa con Gaia, a pesar de gustarle tanto cuando era ella quien lo hacía. Colocó una mano en su mejilla y pasó un dedo por su labio inferior, estaba perdiendo la batalla contra sus propias ganas.
—¿En serio lo preguntas? —cuestionó Pedri, en un susurro—. ¿Después que estuvimos a punto de besarnos en Arabia, dos veces? ¿Y aún ahora? —Se detuvo, antes de seguir—. Cuando es bastante evidente que tengo muchas ganas de besarte en este momento.
—Entonces hazlo —pidió Gaia, colocándose de puntillas para acercarse más a él—. Bésame, Pedro. Sabes que lo quiero tanto como tú.
Y no mentía. Él sabía que no. Gaia había llegado a su vida como ese arcoiris que hacía que todo estuviera más bonito, recordaba como captó su atención de inmediato en la despedida de su antiguo capitán y hermano de la chica. Como no paró de preguntar por quien era ella con los demás jugadores de su club. La manera en la que le agradeció a Ousmané por etiquetarlo en esa foto y poder saber su nombre o como ella misma se le acercó en su primer día de trabajo.
Pasaron semanas desde ese momento y justo a partir de ahí había querido besarla. Terminar con esa tensión que los envolvía cada vez que hablaban o cuando se quedaban a solas.
No dudó, respirando lentamente y cerrando los ojos cuando sus labios estaban a punto de tocar los de Gaia...
—¡Joder, Pedri! ¿Puedes apresurarte? ¡Me quiero ir!
El grito repentino de Ainhoa, junto al sonido de sus pasos, los hizo separarse un poco. Ambos observaron a la esquina del pasillo, descifrando si iba a acercarse lo suficiente para poder verlos. Se tranquilizaron cuando el ruido se detuvo y, en cambio, pareció hacerse más lejano.
Escuchó la risa de Gaia, tan característica de ella, y la siguió. Eso en serio no podía ser posible.
—Tranquilo, afecte meu —le dijo Gaia—. Llegará el día en que nadie nos interrumpa.
Suspiró, con una sonrisa, y se acercó a depositar un beso en la mejilla a Gaia antes de apartarse.
—Espero que sea pronto —pidió, sacándole otra risa.
Volvió a escucharse un grito de parte de Ainhoa, evidentemente molesta, y una risa de Gavi. Le echó una mirada a Gaia y en su rostro se notaba que pensaba lo mismo que él, ambos debían ir con sus amigos antes de que se mataran el uno al otro.
Gaia retomó su camino, con Pedri a su lado. El de Canarias no dejaba de hablarle, ella tampoco se quedaba atrás, ambos mantenían una conversación conociéndose un poco más y con varias bromas con tintes coquetos mientras caminaban en dirección al estacionamiento.
Una vez salieron del Gamper, Gaia pudo notar que a unos metros de ellos se encontraba Gavi, con una sonrisa en su rostro y mirando algo en su celular, y a su lado Ainhoa, con una molestia evidente.
—Creo que hemos tardado más de lo pensado —le murmuró a Pedri, de manera divertida.
—No tanto como me habría gustado —respondió él, echándole una mirada cómplice—. Creo que debimos haber sido nosotros los encerrados, ya sabes, para que nadie nos pudiese interrumpir.
Gaia rió, guiñándole el ojo. Había una complicidad entre ellos que le encantaba, ambos congeniaron de manera increíble desde su primer día de trabajo y eso le gustaba. A lo lejos, volvió a mirar a Pablo, quien seguía con una sonrisa entre sus labios, ¿quizás debía hablar con él y contarle todo sobre lo que ha pasado con Pedri?
Aquel día le había dicho que solo era un juego de coqueteo entre ellos, pero en esas semanas todo se volvió mucho más serio de lo que llegó a creer en un primer momento. Quizás era porque entre más conocía a Pedri, más le gustaba.
—Habéis tardado una eternidad, joder —se quejó Ainhoa, una vez llegaron frente a ella—. ¿Cuánto os tardáis en caminar desde los vestuarios hasta acá?
—Si es para verte la cara de amargada, tardaré dos años —le respondió Gaia, dándole una sonrisa irónica.
—La tiene desde que la conocí —se mofó Gavi—, no le pidas cambiarla.
—Como siempre de inmaduro, nen —le bufó Ainhoa a Gavi.
Gaia frunció el ceño ante el apodo de Ainhoa hacia Gavi. Niño era algo tan leve si se suponía que la chica lo odiaba, así que decidió tomarlo con la segunda traducción “niñato”. ¿Acaso ella sabía que Pablo entendía a la perfección el catalán?
—Basta —pidió Pedri, para tranquilizarlos—. Se supone que vosotras os habéis empezado a entender mejor, ¿no?
Gaia no respondió, Ainhoa tampoco lo hizo; pero ambas chicas movieron la cabeza de un lado a otro, inseguras en dar una respuesta acertada ante esa pregunta. Gavi volvió a reír, guardando su celular.
—Puede que llegue a creer, solo un poco, que Gaia no es tan nepobaby como pensé al inicio —dijo Ainhoa, casi molesta, como si le golpeara en el orgullo admitir eso.
Gaia sonrió, haciendo un exagerado gesto de ternura.
—¡Eso es lo más lindo que me has dicho, Noa! —chilló, sonriente. Ainhoa rodó los ojos—. Pues yo le daré menos vueltas al asunto y admitiré que no eres tan mala y amargada como creí.
Le dio una sonrisa, enseñando todos sus dientes. Ainhoa rodó los ojos, pero Pedri le dio un guiño divertido.
—Bien, Gaia —le llamó Pablo, colocándose a su lado—, debemos irnos antes de que Ainhoa cambie de opinión sobre ti y decida asesinarte o peor, convertirte en ella.
—Íbamos bien —dijo Pedri, rodando los ojos y haciendo reír a Gavi—. ¿Queréis que os lleve? ¿A dónde vais?
Gaia pensaba responder, pero Gavi se le adelantó, con un brillo divertido en sus ojos.
—No hace falta, hermano —dijo, rápidamente—. Gaia tiene su coche y solo pensábamos ir a mi casa a pasar el rato, como siempre.
Gavi le guiñó un ojo, a lo cual Gaia no evitó sonreírle de vuelta y cogerlo por el brazo hasta dejar caer la cabeza en su hombro. Vio, de manera divertida, como Pedri y Noa se echaban una mirada de confusión, ambos con el entrecejo fruncido.
Pedri la miró directamente y Gaia solo atinó a darle una sonrisa de inocencia, mientras agitaba sus pestañas.
—¿Vais a estar vosotros solos? —insistió, con un leve tono molesto. Noa y Gavi alzaron una ceja en su dirección—. Lo digo porque quizás podemos hacer algo los cuatro, ya saben, salir...
—Déjalo de una buena vez, Pedri —bufó Ainhoa, rodando los ojos—. La nepo... Gaia y el niñato quieren estar solos.
Gaia quería echarse a reír por la actitud de Pedri y, por otro lado, le hizo un poco de ruido el mismo tono molesto en la voz de Ainhoa. Lo había escuchado antes, cuando ella misma dio a entender en el encierro que Gavi era su novio y la espinita de la sospecha estaba empezando a picarle más de lo necesario.
La sonrisa burlona en la cara de Gavi al ver a Ainhoa de esa manera, la forma en la que él mismo dio a entender que pasaría algo más entre ellos solo para picarla, y de paso a Pedri. Quizás...
—Exacto —saltó Gavi, con esa sonrisa burlona tan característica de él—. Te espero en el coche, mi niña.
Y le plantó un sonoro beso en la mejilla. No era raro, la verdad, ese era su apodo de casi todos los días y solían besarse de esa manera constantemente; pero en serio quería reír en ese momento, más cuando lo vio alejarse de forma tranquila hacia su coche y con una sonrisa de superioridad entre sus labios.
—Puf, es verdad que el nen aún no tiene su carné —bufó Ainhoa, divertida—. Necesita que su niña lo lleve a todos lados.
Gaia alzó una ceja. Bueno, ahora entendía el porqué Gavi veía molestar a Noa tan divertido.
—Y yo encantada de llevar a mi niño a cualquier lugar —sonrió Gaia—. Fue bueno haberme quedado encerrada contigo, al menos sé que no eres una loca histérica como dijo la prensa.
—Y yo descubrí que no eres una nepobaby aprovechada, aunque sigues siendo algo egocéntrica —confesó Noa, con una leve sonrisa entre sus labios.
Pedri pasó su mirada de Ainhoa hacia ella, con mucho interés, antes de decir:
—Me alegra, eh —afirmó—. Parece que ya os lleváis mucho mejor.
Ainhoa bufó, volviendo a su cara molesta y expresión terca.
—Quizás algo —murmuró—, y mientras no me salpique con sus cosas, todo bien.
Gaia apretó los labios, en esa última semana no había cosa que más le jodiera que las burlas con la canción de Shakira. Todas eran tontas e infantiles y, aunque Gerard se lo tomaba a broma y hasta las hacía él para burlarse de ese mismo tipo de personas, ella no era tan llevadera como su hermano.
La sonrisa en el rostro de Ainhoa le dio a entender que lo había hecho, evidentemente, a propósito. Para picarla y molestarla, y no lo iba a dejar así.
Dirigió su vista a Pedri, que tenía una mueca en su rostro y, con una sonrisa coqueta, Gaia se acercó a él, se puso de puntillas y se pegó tanto a su cuerpo que no había distancia que los separara. Colocó la mano en una de sus mejillas y se estiró lo más que pudo hasta poder susurrar en su oído.
—Estaremos con Aurora y su novio —le confesó, en voz muy baja para que Noa no la escuchara—. No et preocupis, afecte meu. Solo planearemos mi fiesta de cumpleaños.
Se alejó de su oído, se puso frente a él con una sonrisa y terminó depositándole un largo beso en la comisura de sus labios. Terminó separándose de él con una sensación de triunfo en todo su ser, más al escuchar el bufido de Ainhoa.
«Pablo tiene razón», se dijo a si misma. «Molestar a Ainhoa era demasiado divertido».
Pedri le dio una sonrisa y, antes de que pudiera separarse por completo, le cogió de la mano, aquella que aún mantenía en su mejilla, y dejó un beso en ella, como siempre lo hacía.
—Voy a vomitar arcoiris —se quejó Ainhoa, rodando los ojos—. Te espero en el coche para evitar ver esta cursi escena.
Y con eso, Ainhoa se alejó de ellos. Gaia no pudo evitar soltar una risa.
—Siento que la he molestado demás —le dijo a Pedri, con tono inocente—. Creo que también debería irme, Pablo me está esperando.
—Sí, no te entretengo más, mofletes —sonrió Pedri—. Espero que me invites a tu cumpleaños.
—Sabes que sí, Pedro. Te escribo luego, ¿vale?
—Vale, nos vemos.
Y con eso, ambos se dieron la espalda para dirigirse a sus respectivos coches. Gaia no podía creer lo surrealista de la situación, ¿en serio había estado a punto de besar por tercera vez a Pedri y, de nuevo, los habían interrumpido? ¿Es que acaso el destino conspira en su contra o algo así?
Llegó a su coche, Gavi ya estaba dentro en el asiento del copiloto con su celular en mano. Se puso en marcha en seguida, ya había hecho esperar mucho a Aurora y Javi.
Gaia estacionó el coche fuera de casa de Pablo, había sido un viaje silencioso. Se quitó el cinturón y echó una mirada a su lado, donde estaba su mejor amigo, Gavi tenía la cabeza metida en su celular, con una sonrisa burlona entre sus labios y tecleando algo con bastante interés.
El sentimiento de deja vú volvió a ella, Gerard y Pablo tenían la misma manía de andar con la cabeza metida en el móvil. Por un momento, quiso preguntar de qué de trataba, le picaba la curiosidad de saber qué escribía con tanto interés; pero decidió que era mejor no hacerlo.
—Pablo —le llamó, para atraer su atención. Gavi dejó el celular por un momento—, hipotéticamente...
Pablo rió, recostándose en el asiento y mirándola con diversión.
—No me gusta cuando empiezas las oraciones con esa palabra —confesó—. No tengo muy buenos recuerdos de la última vez.
Gaia soltó una baja risa, recordando ese momento.
—Aquella vez te dije que me iba a Pamplona y te enojaste por eso.
—No quería que te fueras —admitió—. Pasábamos todo el tiempo juntos, hacíamos pijamadas, estabas ahí cuando entrenaba con el equipo y yo... Yo no quería que me dejaras.
—Tampoco quería irme o dejarte, mi niño —dijo Gaia, estirando su mano para entrelazarla con la de Pablo—. Igual nos veíamos en vacaciones, navidad, nuestros cumpleaños y...
—Pero no era lo mismo.
Lo miró, Pablo tenía los ojos puestos en sus manos entrelazadas y estaba haciendo un puchero. Quiso reír por un momento, ¿cómo las personas podían odiarlo o tirarle hate de alguna manera? Él en serio era un ternura, desde su apariencia hasta su personalidad.
—Lo sé, mi niño —le dijo—, pero sabes que tenía que irme.
—No, no tenías —bufó—. Yo fácilmente habría podido con todos aquellos que solo se te acercaban por Geri o cualquiera que te hubiese molestado.
Gaia rió por lo bajo, rodando los ojos.
—Dudo mucho que un niño de catorce hubiese tenido algún tipo de posibilidad contra tontos de dieciséis años.
—Les habría dado una paliza.
—Sí, claro que sí —rió—. Escucha, ahora estamos juntos, ¿verdad? —Él asintió—. Nuestra separación solo hizo más fuerte nuestra amistad, ¿o no? Hemos estado ahí en cada momento importante de la vida del otro y, justo ahora, debes saber que no pienso apartarme de tu lado.
Pablo volvió a fijar su vista en ella, el puchero había desaparecido y una sonrisa burlona tomó su lugar.
A pesar de haberse separado por años, pasar de verse todos los días a hacerlo unos días cada tantos meses, nada en su amistad cambió ni un poco.
De Pamplona a Barcelona. De Barcelona a Sevilla. De Sevilla de nuevo a Pamplona. Habían pasado por muchos lugares solo para verse, haciendo planes con meses de anticipación para que nada saliera mal y aún así la emoción, el cariño, el afecto y el amor que sentían el uno por el otro estaba presente cada vez que lo hacían.
Gaia se removió en el asiento del auto hasta poder estirarse para abrazar a Pablo, sin importar lo incómodo que fuese su posición. Lo escuchó reír y volvió a sentirse de trece años, sabía que sus sentimientos por él no habían cambiado en todo ese tiempo y solamente incrementaron.
—Me vas a tener aquí contigo para rato, mi niño —le aseguró, con una sonrisa—. Te vas cansar de mi, de mis dramas, de mis quejas y toda mi excentricidad. Te lo juro, seré una insoportable para ti.
Sintió como los brazos de Pablo la apretaban con fuerza, devolviéndole el abrazo y apoyando la barbilla en ella, para depositarle un beso en la mejilla.
—¿Cansarme? Si eso es lo que más me gusta de ti —confesó Pablo, dejándole otro beso—. Te amo justo como eres, Gaia Piqué Bernabéu. Mi única y mejor amiga.
—Ay, me harás llorar, mi niño —bromeó—. Yo también te amo tal y como eres, Pablo Páez Gavira. Mi único, inigualable y mejor amigo del mundo.
Esta vez, Gaia hizo un movimiento brusco para poder dejarle un sonoro beso en la mejilla a Gavi, escuchando su risa en el proceso. Cuando terminaron con su emotivo momento de amistad y sinceridad, volvió a acomodarse mejor en el asiento del piloto.
—Ahora sí, en serio, ¿qué ibas a decirme? —le preguntó Pablo, después de un rato—. Aurora y Javi deben estar cansados de esperarnos, mamá ya debe de tener la comida lista. Dime de una vez para ir a comer.
Gaia lo miró de nuevo, dándole esa sonrisa inocente a la que él jamás se había resistido. No creía que fuera a molestarse por lo que le iba a decir, pero era mejor prevenir que lamentar.
—Hipoteticamente...
—Ya empezamos —se quejó, con un suspiro.
—Venga va, ya dejo esa palabra —rió Gaia—. Yo solo quería decirte que... A ver, es sobre Pedri —soltó, haciendo que él levantara la ceja—. Yo... Es que, él en serio me gusta.
Gavi no respondió, se quedó en silencio y con una mueca le indicó que continuara.
—Sé que te dije que solo era un juego de coqueteo; pero es que se ha vuelto mucho más serio con el pasar de las semanas —siguió—. Él en serio me gusta, es increíble y no sé qué más decir.
Pablo soltó una risa, volviendo a cogerle de la mano.
—Me lo veía venir —confesó. Gaia frunció el ceño—. Por favor, mi niña, me lo olía desde la despedida de Geri —rió, haciéndola rodar los ojos—. No sé que quieres escuchar en este momento, en serio.
—Yo... Yo solo quiero que me digas tu opinión —pidió—. Yo daré un paso atrás si tú me dices que esto te incomoda o te afecta del alguna manera, ¿sí? Lo que menos quiero es dañar de alguna forma el vestuario del equipo de mi vida.
—No te diré eso, porque no me molesta de ninguna manera, eso debes entenderlo. Lo conozco y te conozco, si ambos quieren intentarlo, pues por mi bien. Son mis amigos.
Gaia le sonrió, sintiéndose aliviada por esas palabras. Por más que le gustara Pedri, si Gavi le decía que eso le incomodaba iba a dar un paso atrás, tratando de olvidarse de todo lo que había pasado en esas últimas semanas porque era incapaz de molestar de alguna manera a su mejor amigo.
Sin embargo, el alivio se propagó por su cuerpo al escucharlo. A Pablo no le molestaba, los apreciaba a los dos y los conocía de sobra como para interferir de alguna manera entre ellos, de alguna manera, hasta parecía alegrarle la idea.
—Gaia —llamó Pablo, para atraer su atención—, yo solo espero que ninguno de los dos se rompa el corazón —dijo—. Jugar con fuego es peligroso y siempre hay heridos.
Asintió, apretando con mas fuerza su mano y dándole una sonrisa.
—Te amo, Pablito.
—Te amo más, Gallita.
Y con eso, ambos salieron del coche con una sonrisa. Gaia aún más tranquila, ya no tenía ningún tipo de secreto con su mejor amigo y ya no tenía que esconderse de él por lo de Pedri. Eso le daba una enorme tranquilidad a su consciencia.
Entraron a la casa y fueron de inmediato al salón, donde vieron a Aurora y Javi en el sillón. No parecía haber nadie más en la casa, supuso que Belén, la madre de Pablo, había salido.
—Pero hasta que llegáis —bufó Aurora, acercándose para abrazarla—. ¿Dónde os habéis metido? Hemos estado esperando por vosotros más de una hora.
Gaia sonrió, saludando a Javi a lo lejos.
—Ha sido un día largo —respondió—. ¡Me quedé encerrada en el vestuario! Pude haber muerto, un poquito más de preocupación por mi, eh.
—¿Cómo podrías morir en un vestuario? —le preguntó Javi, riéndose—. Es espacioso, hay mucho aire, no eres claustrofóbica. No lo entiendo.
—Morir no, volverse loca —rió Pablo, pasando a su lado para ir a la cocina—. Es que si os digo con quien se quedó encerrada...
—¡Bueno, ya basta con el encierro! —bufó Aurora—. Mamá os dejó la comida lista, dijo que volvería en la noche y... ¡Ah, Gaia! Me dijo que si Javi iba a quedarse, tú también deberías de hacerlo —sonrió—. Y su tono no admitía réplica alguna, eh, te digo.
Gaia le respondió con una sonrisa, aceptó y siguió a Pablo hasta la cocina para poder comer lo que su madre les había preparado.
Desde que Gaia conoció a Pablo días después de llegar a La Masía del Barcelona fueron inseparables y, a causa de eso, tuvo que conocer a toda su familia. Belén, su madre, era increíble, una mujer que le dio la bienvenida a su hogar y la aceptó en su casa como una hija más; Pablo, el padre, también era maravilloso y una gran persona. Luego estaba Aurora, su hermana mayor, a la cual adoraba y quería con su alma, ella era esa persona que lograba calmarla cuando tenía uno de sus ataques de diva histérica.
Sin embargo, no solo los conoció a ellos en esos años de amistad. Entre fiestas de cumpleaños y navidades, le tocó conocer a casi todos los miembros del árbol genealógico de Pablo, entre abuelos, tíos, tías y primos, y se había llevado de maravilla con ellos. Incluso algunos pensaban que ellos dos o ya eran novios o faltaba poco para que lo fueran, a pesar de que siempre negaban que hubiese algo más que amistad entre ellos.
—No podré quedarme toda la tarde contigo y los chicos —informó Pablo, mientras comían. Gaia alzó una ceja—. Quedé con Pedri y Fer para salir.
—Podrías llevarte a Javi y así yo tendría tarde de chicas con Aurora.
Pablo alzó la mirada, dándole una sonrisa burlona. No era que a Gaia no le cayera bien Javi, el novio de Aurora, en realidad le agradaba bastante; pero es que ambos estando juntos era soportar un mar de burlas, comentarios sarcásticos y frases que terminaban uno por el otro.
—Ni de coña —rió—. Yo los soporté solo cuando tú no estabas, ahora te toca.
—Resentido.
—Mimada.
—Tonto.
—Tarada.
Gaia le sacó el dedo corazón a Pablo y continuó comiendo en silencio. Había olvidado por un momento cuanto extrañaba y apreciaba estar con Pablo de esa manera: pasar todo el día juntos sin aburrirse ni un segundo porque siempre tenían algo que decir o de lo que burlarse, o simplemente estar en silencio con solo la presencia del otro en el lugar.
Sí, Gaia amaba estar de vuelta con Pablo y toda su familia en Barcelona.
Gaia pasó la mayoría de su tarde junto a Aurora, luego de que Pablo se despidiera cuando Pedri llegó por él, planeando varias cosas acerca de la fiesta de cumpleaños de Gerard y ella. Era una suerte, y una gran conveniencia, que ambos hayan nacido el mismo día ya que eso les daba una excusa para tirar la casa por la ventana.
Aurora repasaba en voz alta los invitados, sin evitar mostrar su interés cuando desconocía a uno de la lista. Javi, en cambio, jugaba con la consola de Pablo mientras las escuchaba y añadía uno que otro comentario solo para reírse o molestar un rato.
A eso de las siete de la tarde, Pablo llegó de nuevo a casa. Gaia no pudo evitar alzar una ceja al verlo entrar al salón, con una sonrisa de satisfacción en sus labios, casi parecida a la que le daba a los rivales durante los partidos, y en serio parecía tener algún aura de felicidad rodeándolo, sin mencionar ese brillo de felicidad en sus ojos.
Lo que más le extrañó fue el girasol que traía en su mano derecha, ¿su felicidad acaso tendría que ver con eso? Pero antes de poder preguntarle, Pablo se acercó a ella, dejando un beso en su mejilla y entregándole la flor.
Gaia le echó una rápida mirada a Aurora, para luego alzar una ceja hacia Pablo.
—¡Oh! —exclamó, volviendo a la realidad—. Es de parte de Pedri, quería entrar a dártela él mismo; pero no lo dejé.
Gaia rodó los ojos, tomando la flor y viéndola, sin poder esconder su sonrisa o el leve picor que se instaló en sus mejillas. Es que Pedri era un amor, ¿cómo no iba a gustarle?
—¿Por qué Pedri te envía una flor? —preguntó Aurora, mirándola fijamente—. Creo que no me has contado todo, Gaia.
—¡Te gusta Pedri! —acusó Javi, desde el sofá, con tono jovial—. ¡No me lo puedo creer, que fuerte!
—Yo no he dicho eso —bufó Gaia, aún con el girasol entre sus manos.
—Tía, si te has sonrojado y todo —bramó Aurora, divertida—. Llevas casi dos meses en Barcelona y la mitad de ese tiempo Pedri estuvo o en Catar por el mundial o con su familia, ¿cómo se ha podido dar eso?
—Uf, si hubieseis visto las miraditas que se echaron en la despedida de Geri, os habríais quedado con la boca abierta —aportó Pablo, burlonamente. Gaia le sacó la lengua.
—Y delante de tu hermano —rió Javi—. Es que no os cortáis ni un poco, eh.
—Sois unos bobos —bufó, mirando a Pablo—. ¿Y a ti cómo te fue? ¿Por qué vienes con esa irradiante felicidad?
Gaia se extrañó más cuando los ojos de Pablo adquirieron un brillo de diversión, mientras tomaba asiento al lado de Javi en el sillón. Aurora y él parecían tener la misma curiosidad que ella por esa actitud que se cargaba.
—Tengo un chismorreo interesante —dijo Pablo, casi parecía estar conteniéndose las ganas de soltarlo—. Está muy bueno, te lo juro.
—Pero cuenta ya, Pablo —dijo Aurora, acercándose al sofá de los chicos.
—Sí, ¿qué estás esperando? —apresuró Gaia—. Sabes que no nos podemos aguantar la curiosidad.
Gaia hizo lo mismo que Aurora y se apresuró a acercarse al sillón, sentándose cerca de Pablo, para poder escuchar mejor el chisme que su amigo le traía.
—Sabías que Fer está enamorado de Ainhoa, ¿no? —le cuestionó Pablo, Gaia asintió—. Fer es el hermano de Pedri —aclaró para Javi y Aurora—. Bueno, ¿también recuerdas que te conté que esos dos iban a tener una cita el día de la final de la Supercopa? —Gaia volvió a asentir—. Resulta que en esa cita, Ainhoa rechazó a Fer, quedaron simplemente como amigo, nada más pasará entre ellos.
Gaia frunció el ceño, conocía a Fernando y sabía de lo dulce y adorable que era, le resultaba un poco extraño que Ainhoa rechazara a un chico como él; pero de seguro tenía sus motivos. Sin embargo, toda su concentración se desvió a la enorme sonrisa que tenía Pablo en su rostro, mostrando sus blancos dientes y con un brillo de felicidad en sus ojos.
—Es que de verdad —continuó Pablo, Gaia empezó a recordar sus sospechas en el avión de vuelta a Barcelona—, no sé que le podía ver Fer a esa chula, si es una... una necia y...
Sí, no le olía nada bien.
—... Es buena en el fútbol, increíble mejor dicho; pero también es una terca que no acepta...
Definitivamente su sexto sentido se estaba activando en ese momento.
—Lo digo en serio, es bonita y todo; pero es una quejosa, es molesta, es... Es...
—A ti te gusta —le interrumpió Aurora, con una sonrisa de autosuficiencia—. Mírate, Pablo, te gusta esa chica.
Gaia pensó en reír ante esa posibilidad, hasta que vio como la sonrisa de Pablo desaparecía de su rostro, ponía una mueca seria y empezaba a negar la afirmación de su hermana, mientras movía la nariz de una forma que solo los que verdaderamente lo conocían podían darse cuenta que mentía.
Chilló, cubriéndose la boca con las manos, rememorando todos esos momentos en donde Pablo le hablaba de Ainhoa, como había sospechado que le pasaba algo más con ella; pero que jamás podía llegar a esa conclusión porque siempre había algo que llamaba su atención.
—Te gusta —acusó Gaia, en un hilo de voz—. ¡Maldita sea, Pablo! ¡Te gusta Ainhoa Luján!
—¡Espera! —gritó Javi, levantándose del sofá—. ¿Ainhoa Luján? ¿La del femenil de la que siempre te la pasas quejándote?
Gaia se echó por completo en el sofá, tratando de regularizar su respiración y moviendo su mano con rapidez frente a su rostro, echándose todo el aire posible. Buscaba de alguna manera digerir todo lo que estaba pasando en ese momento, ¿eso era verdad? No podía serlo, ¿o sí?
—¡Joder, no me la creo! —siguió chillando Javi, empezando a caminar por el salón—. ¡No me la creo, no me la creo! ¡Voy a llamar a Fermín!
—¿Pero qué pasa? —cuestionó Aurora, mirando las exageradas reacciones a esa información—. ¿Es que Pablo se ha enamorado del anticristo o qué?
Gaia no tuvo forma de responder a eso, aún con los ojos de Aurora puestos en ella. La chica sabía que no iba a obtener respuesta alguna de su hermano, que seguía negando lo dicho con las mejillas en carne viva, o de su novio, que caminaba de un lado a otro por el salón con el teléfono en mano.
—Venga, Gallita —rió Aurora—, cuentame, ¿quién es esa tal Ainhoa?
No respondió. Gaia dejó atrás todo su dramatismo, se incorporó del sillón y fijó sus ojos azules en Pablo. Su mejor amigo la veía con pena, parecía sentirse culpable de su estado melodramático y esa fue toda la confirmación que necesitó. Era verdad, a Pablo le gustaba Ainhoa.
—¿Por qué no me lo dijiste? —le chilló a Pablo, en tono ofendido—. ¡Yo te conté de Pedri! ¿Por qué me ocultaste esto?
—¿Le mentiste a Gaia? —le cuestionó Aurora a su hermano—. Vaya, esa chica si que te tiene mal, eh, mentirle a tu mejor amiga.
—¡No me ayudas, Aurora! —bufó Pablo.
—Es que no pretendo hacerlo —rió la castaña, al mismo tiempo que se volvía a ver a su novio—. Javi, ¿pero a quién llamas?
Gaia le echó una mala mirada a Pablo, mientras su amigo trataba de acercarse a ella. En serio, el salón de los Gavira estaba siendo un desastre en ese momento, entre ella molesta corriendo entre los muebles para alejarse de Pablo, él esquivando los mismos para tratar de acercarse a ella, Aurora riendo por el drama que había causado y Javi quejándose en voz alta sobre que no le contestaban la llamada.
—¡Javi, Javi! —llamó Gaia al chico del teléfono—. ¿Tú acaso sabías algo de esto?
Javi dejó de mirar el celular para verla un momento.
—Ni de coña —rió—, pero si siempre se la pasa quejándose de ella, diciendo que es molesta y toda la cosa. Ahora entiendo porque tanta fijación en la pobre chica.
La risa de Javi y de Aurora, las quejas de Gaia y las disculpas de Pablo se detuvieron de pronto al escuchar una quinta voz. Extrañados, y sin nadie más en el salón, pudieron notar que provenía del teléfono de Javi, al fin le habían respondido la llamada.
—¡Fermín, tío! —gritó Javi a la pantalla, donde Fermín Lopéz, uno de los mejores amigos de Pablo, se veía—. ¡No te la vas a creer, en serio! ¿Conoces a Ainhoa Luján?
—La de la cantera del Barça, ¿no? —dijo el chico desde el teléfono—. Sí, la conozco desde niño, estuvo en la Masía.
—¿Y sabías que a Gavi le gusta? —soltó Javi, de repente. Gaia se contuvo de rodar los ojos.
—Joder, ¿ahora te estás dando cuenta?
Aurora rió más fuerte, Javi se quedó con la boca abierta y Gaia pudo sentir la verdadera molestia corriendo por todo su cuerpo. Se acercó al novio de su amiga y le arrebató el teléfono, fijando los ojos en el chico de la pantalla.
—¡Hola, Gallita! —saludó Fermín. En otra ocasión, Gaia le habría devuelto la sonrisa—. ¿Cuándo vienes a visitarme?
—¡Nada de eso, Fermín! —le gruñó, viéndolo fruncir el ceño—. ¿Tú sabías que a Pablo le gustaba Ainhoa?
—Sí, ¿tú no? Pero si yo pensé...
Gaia le devolvió el teléfono de golpe a Javi, sin querer escuchar nada más que saliera de la boca de Fermín. En shock, caminó hasta el sillón y volvió a dejarse caer ahí hasta taparse el rostro con uno de los cojines decorativos.
Sin embargo, a su mente llegó un vago recuerdo de una de sus noches de pijamada con Pablo. Debía tener quizás quince años y él trece, la noche en la que él le pidió consejos para hablar con una chica que le gustaba de La Masía del Barcelona, una jugadora que le atraía mucho.
Su cabeza hizo click al instante: Esa chica era Ainhoa. Sintió como el cojín era quitado de su rostro y pudo ver a Pablo con una mueca abochornada en su cara.
—Lo lamento —le dijo él—. Yo... Yo en serio no supe como decirte y...
—Calla —pidió Gaia—. Me da igual que te guste, ¿vale? Me jode que no me lo hayas dicho, ¡y más si Fermín ya lo sabía! —gritó, tratando que se le oyera en el teléfono de Javi—. Me he peleado con esa chica a los golpes, Pablo.
—Lo sé.
—Hemos hablado de ella, te llamó de todo en la fiesta de Eric y... —suspiró—. Vale, tú sabes de quien te enamoras y esas cosas; pero si Ainhoa va a ser tu futura novia, no puedo llevarme mal con ella. Debo empezar a arreglar nuestra relación, imagina que empiecen a salir y te quiera alejar de mi. ¡No puedo permitirlo!
Escuchó la risa de Aurora y, por lo bajo, a Javi dándole la razón solo para asustarla.
—¿Y qué piensas hacer? —cuestionó Javi con diversión—. ¿Regalarle una camiseta autografiada de tu hermano?
Gaia vio a Pablo, ambos hicieron una mueca.
—No —respondió Gaia—, conociéndola capaz la quema —Aurora y Javi volvieron a reír—. ¡La invitaré a mi fiesta de cumpleaños!
—¿Esa es tu súper idea para llevarte bien con ella? —preguntó Aurora con una ceja alzada—. A tu fiesta asisten más de doscientas personas, Gaia.
—Bueno, a mi una vez me dejó fuera —le acusó Javi, colgando la llamada—. Así que yo digo que si es una buena forma.
—Javi, por favor, ¿viste como ibas vestido? Pecado habría sido que te hubiese dejado entrar —bufó Gaia, para luego echarle una mirada a Pablo—. Y tú, te va a costar mucho que te perdone por esto.
Pablo abrió la boca para contestar, pero la puerta de la entrada se abrió y en unos segundos Belén y Pablo, los padres de su mejor amigo, aparecieron en el salón cargando bolsas y mirándolos de forma extraña.
—¿Qué ha pasado aquí, mis niños? —preguntó Belén, observando la forma en que estaban.
Ninguno respondió, hasta que Aurora dio un paso al frente, con una sonrisa divertida entre sus labios.
—Mamá, esta noche Pablo va a dormir en el sillón —se burló—. Acabamos de descubrir que le gusta una chica.
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