oxi. capítulo once

━━━ F. C. B A R C E L O N A
⚽ ♪ 。 Un dia de partit
lexxie & marce
fanfiction 🔵🔴


Gaia miró con enfado a su hermano. Gerard tenía aproximadamente una hora sin apartar la mirada del celular, se suponía que estaban desayunando y él no había tocado su comida por estar con ese aparato. Bufó, ya tenía bastante con Pablo obsesionado con su teléfono como para también tenerlo a él sin prestarle un gramo de atención.

Lo odiaba. Detestaba como las personas se metían tanto en sus teléfonos que no le daban atención a su alrededor, ella lo vivía constantemente con Pablo y Geri. Lo bueno era que, con el tiempo, ambos aprendieron a no hacer eso porque sabían que se ganaban un regaño de su parte. Sin embargo, el que su hermano estuviera haciendo eso que sabía que le desagradaba, solo le daba mala espina.

—He conocido a las demás personas que trabajan como creadores de contenido para el club y son muy buenas personas —empezó a hablar, esperando que Geri le hiciera un poco de caso—. No me han llamado nepobaby y han dicho que ven mis directos, me caen bien.

Rodó los ojos de nuevo al ver que Gerard no le hacía caso.

—Ayer también acabé escoltada por los mozos de escuadra por armar escándalo en una discoteca —mintió. No obtuvo reacción de su hermano—. Luego de que salí de la cárcel, fui a hacerme un tatuaje en el trasero, quise que pusiera “Viva el Cruyffismo”.

Gerard soltó un “ujum” fingiendo que la escuchaba y sin apartar ni un milímetro la mirada de su celular. Gaia bufó, escuchó su propio teléfono sonar; pero no le prestó mucha atención.

—Voy a ir a vivir con Shakira porque he descubierto que eres un infiel e idiota, el peor hermano del mundo.

Nada. Ni caso alguno. Gaia ya no aguantaba la molestia que tenía encima, se levantó de la silla para acercarse a él y arrebatarle el móvil de las manos. Gerard alzó la mirada  confundido, buscando la razón de eso.

—Gallita, ¿qué...?

—Te he dicho mil mentiras estúpidas para que me hagas caso y sencillamente no lo haces —se quejó, devolviéndole el celular—. Tienes la nariz metida en el móvil, Geri, sabes que detesto eso.

Lo vio pasar una mano por su rostro, Gaia notó que su barba estaba más abundante y algo descuidada, tenía una cara de cansancio horrible. Sabía que su hermano no paraba en el día a día con sus negocios y ella estaba orgullosa de él por eso, era todo un empresario con éxito; pero le preocupaba su estado actual.

—Lo lamento, mi pequeña niña. Solo estoy resolviendo algo, ¿sí?

—¿Qué es? —le cuestionó—. Te sucede  algo, hermano mayor, y estoy preocupada por ti.

Gerard echó un último vistazo a su móvil antes de dejarlo sobre la mesa, a un lado del plato frío de comida que no había tocado. Gaia sabía que no podía decir que esas últimas semanas fueron duras para él, porque no fue así. La canción de Shakira trajo aún más publicidad a su persona y él tenía ese personaje irreverente que le importaba una mierda todo, que aprovechaba para que las personas hablaran bien o mal de él. Estaba acostumbrado a la prensa desde joven, sin pelos en la lengua o temor alguno de expresar su opinión, por más polémica que fuera.

Gaia lo admiraba y le gustaba decir que era como él. Era su hermano mayor que, con defectos y errores, amaba con locura y defendería de todos. Aún si eso significara echarse encima a unos tontos de internet por ir en contra de Shakira, era mejor no decir en público que su canción ha llamado la atención solamente por el tema de la infidelidad de Gerard.

—Estoy preocupado por Clara —confesó. Gaia volvió a sentarse—. Ella no está acostumbrada a tener a la prensa encima, como tú y yo. No sé si pueda lidiar con esto mucho tiempo.

—Es una putada lo que le están haciendo.

—Sí, yo... Entiendo que los medios se metan conmigo, sabes —rió—. Soy un jodido campeón del mundo...

—Campeón de Champions, ligas, copas del rey. Tripletes, un sextete —completó Gaia, mirando con orgullo a su hermano—. Has sido parte del once ideal de la Fifa por varios años. Has sido un campeón, Geri, nadie puede negar eso.

Gerard rió.

—Exacto. Puedo soportar toda la mierda que Shakira quiere echar encima de mi y hasta reírme de ello, haciendo mil chistes delante de una cámara, sabes como soy —Gaia asintió—. Pero con Clara es diferente, no está acostumbrada a que un hombre que no conoce de nada la siga a cada lado que va o a que inventen mil y un historias de su vida.

Gaia asintió, estirando su mano para poder coger la de su hermano por sobre la mesa y darle apoyo. Entendía todo a lo que él se refería, cada persona que se viera involucrada con ellos iba a estar en la mira de la prensa, más si se trataba de una situación como la que Gerard vivía. Para lo bueno, y aún más en lo malo, los paparazzi siempre iban a estar presentes para tratar de sacar cualquier tipo de noticia amarillista, lo cual hacía complicado llevar una relación en privado.

—¿Quieres que hable con ella? —le preguntó, apretando su mano—. Sé que Clara y yo no somos las súper mejores amigas del mundo; pero he vivido bajo el ojo público casi desde el momento en que nací y podría ser esa amiga con la que se desahogue cada vez que lo necesite.

—Lo agradezco, Gallita —sonrió—; pero con la presión que ejercen los medios sobre ella es mejor que le busque ayuda profesional. Aunque, si ella quiere, le diré que te contacte.

Asintió. Ese tema era exclusivamente de Gerard y Clara, solo estaba en sus posibilidades ofrecerle su ayuda y esperar a que ellos la aceptaran, si querían. Vio su plato vacío, soltó la mano de su hermano y se levantó para llevarlo a la cocina, mientras lo limpiaba echó una mirada al reloj. Todavía le quedaba algo de tiempo antes de poner rumbo al Gamper.

Gerard entró a la cocina, dejando su plato en el lavavajillas. Gaia se secó las manos antes de hablarle.

—Después del trabajo iré a casa de Pablo —le informó—. Tengo que comenzar a planear nuestra fiesta de cumpleaños.

—¿Vosotros dos solos? Habéis estado pasando mucho tiempo juntos.

Gaia rodó los ojos, ante la insinuación que trataba de darle. Estaba al tanto de los rumores estúpidos y aún más de las miles de cuentas de tiktok que se lo creían y pensaban que ella era una buscafama o algo parecido.

—No te enojes conmigo, Gallita. Enojate con la prensa, es la que anda sacando chismes sobre Pablo y tú —se burló—. Que sois novios, que por él conseguiste el trabajo, que a Pedri no le caes del todo bien... Todo falso, evidentemente.

—Y si sabes que es falso, ¿por qué me molestas?

—Porque es lo que hace un hermano mayor.

Gaia rodó los ojos y le tiró a la cara el paño con el que había estado secándose las manos. Escuchó de nuevo la risa de su hermano y le sacó el dedo del medio, para salir de la cocina y subir a su habitación a prepararse para el trabajo.

Se puso la camiseta del Barcelona y bajó de nuevo al salón. Vio a Gerard sentado en el sillón, con una película puesta; pero sin verla porque estaba pendiente de su celular. Gaia rodó los ojos y se acercó a su hermano para dejarle un beso en la mejilla.

—Me voy, hermanito. No me esperes despierto que capaz me quedo a dormir con Pablo.

Gerard le tiró un beso y, justo cuando estaba punto de salir, se detuvo en la puerta para voltearse a verlo. Sabía que él no iba a salir ese día, sobretodo para darle descanso a Clara y un momento libre de paparazzis y prensa del corazón.

—Geri —le llamó—, no me importan los errores que hayas cometido. Eres un hombre adulto que es capaz de aguantar todo lo que le tiren encima, nunca te has caracterizado por ser una persona débil ante los haters —sonrió—. Pero no debes pasar por todo esto solo, ¿sí? Yo estoy aquí para ti, para lo que sea que necesites. Siempre te apoyaré, Geri.

Gaia amaba a su hermano con su vida, era el miembro de su familia con el que más tiempo había pasado. La había cuidado desde niña, le enseñó a andar en bicicleta, fue el único en apoyarla al cien por ciento en sus sueños y siempre estuvo ahí para ella en todo, lo bueno y lo malo. Entendía que Gerard cometió errores en su vida personal y amorosa, pero ella no era nadie para juzgarlo.

Lo vio levantarse del sillón y acercarse a ella, Gaia sonrió cuando sintió el cálido abrazo en el que la envolvió su hermano y el beso que le dio en la frente.

Ho sé, germaneta. T'estimo, la meva nena.

Le devolvió al abrazo y cuando se separaron, salió por la puerta para poder ir a su coche y subirse en él. Los paparazzi seguían en la entrada, tirando fotos a diestra y siniestra. Eso algún día iba a parar, o eso esperaba.

Antes de ir al Joan Gamper, Gaia se detuvo en el camino a comprar café y algunas rosquillas para sus compañeros de marketing. Sarah se los presentó una vez volvieron de Arabia, justo antes del partido contra el AD Ceuta por Copa del Rey, el cual ganaron por cinco goles a cero.

Estacionó el auto y salió de él, con los cafés en una mano y la caja de rosquillas en otra.

—¡Gaia!

Se detuvo cuando escuchó a alguien llamándola. Sonrió al ver a Paolo trotando para acercarse a ella, el chico le cayó bastante bien desde el momento en que lo conoció.

—Paolo, nene, que nos toca juntos hoy —le sonrió—. ¿Café?

—Claro que sí, nena, me hace falta.

Paolo cogió un vaso de café de los cinco que tenía y no desaprovechó la oportunidad de comerse varias rosquillas antes de llegar al campo. Se sentaron ambos en el banquillo, ya que las chicas aún no salían del vestuario, mientras que los del masculino corrían por el lugar.

No tardaron en unirse Sarah, Mae, Sarita, Eric y Uri, los demás que trabajaban con ella. Cada uno tomó el café que le correspondía y se tomaron un descanso para hablar un rato. Hasta que salieron las chicas al campo y los chicos terminaron para ir al gimnasio.

Los chicos habían iniciado el entrenamiento antes que las chicas, era por eso que ellos estaban a punto de terminar. En su camino, Gaia fue interceptada por Gavi, Ferrán y Pedri, así que le murmuró a Paolo y Sarita que se adelantaran para poder hablar con ellos.

—¿Nuevos amigos? —se quejó Gavi, con tono celoso.

—Ya vino el Gavi celoso —se burló Ferrán—. Tío, que Gaia puede tener más amigos aparte de ti. Como yo, por ejemplo, ¿o no recuerdas que la conocí antes que tú?

Gaia se cubrió la boca con las manos para evitar reír, ese dato no era algo que le agradaba del todo a Pablo y podía notar se en la mirada que éste le dio a Ferrán por recordar aquello.

—No le digas eso que se enoja —rió Pedri—. Aunque yo también soy su amigo y me echó de nuestra habitación en Arabia.

Gaia rió, cuando Gavi soltó un bufido de queja.

—Joder, tío, que pesado estás con la puta habitación en Arabia —gruñó—. Olvídate de ese tema de una vez.

—No molestéis a mi novio —se rió Gaia—, que la prensa dirá ahora que vosotros os lleváis mal por mi y que soy la causante de la tensión en el vestuario. O una mierda de esas.

Gaia vio como Gavi empezaba a quejarse de esos rumores mientras Ferrán se reía de él. En cambio, Pedri tenía una mueca en la cara y, de no haber estado tan pendiente de como las chicas salían al campo, no se habría dado cuenta que Ainhoa pasó a unos metros de ellos, lo suficiente como para escuchar parte de la conversación.

—Que chismes de mierda —bufó Pedri, con seriedad—. Por eso no les hago ningún caso, solo quieren que reaccionemos.

—Que lindo que tú seas el más maduro —bufó Gaia—. Yo, en cambio, tengo que aclarar cada cinco días que no ando liada con un jugador del Barcelona.

—Todavía —tosió Ferrán, entre risas, para que no se le entendiera del todo—. Bueno, bien, nos vamos que nos esperan. Te veo luego, Gallita.

Gaia le echó una mala mirada a Ferrán cuando le dio un beso en la mejilla a modo de despedida. Gavi hizo lo mismo, pidiendo que la llamara al terminar el trabajo con las del femenil y Pedri se quedó ahí parado unos segundos, antes de cogerle la mano y repetir aquella acción que hizo en Arabia.

Trataba mucho de hacerse la fuerte y no sonrojarse cada vez que él hacía eso, pero es que no podía. Le gustaba mucho ese gesto por su parte, provocaba que su corazón latiera desenfrenado y no pensara con claridad en las cosas. Como en que estaba frente a las chicas del femenil, a las personas del staff y a sus compañeros de marketing, cada uno de ellos en su propio mundo; pero eso no evitaba que alguno pudiera verlos y resultarle extraño ese gesto.

Pedri mantuvo sus manos juntas, aún después del beso que dejó en ella. Debía decir algo que dejara en claro que ella era la que tenía el control en esa situación; pero es que su cabeza quedaba en blanco cada vez que el Canario tenía un gesto como ese con ella.

—Escribeme a mi también, mofletes —pidió Pedri, sin soltar aún su mano—. Arabia no es Las Vegas y a mi me gustaría que no olvidemos lo que pasó allá.

Gaia sonrió.

—Lo que no pasó allá, mejor dicho —corrigió, burlonamente—. No et preocupis, afecte meu. Jo també vull repetir el nostre momento a Aràbia.

Pedri frunció el ceño con diversión, Gaia tuvo que tomarse un tiempo para darse cuenta que sus últimas palabras habían salido en catalán.

—No te entendí nada —confesó con una sonrisa—; pero como me gusta que me hables en catalán.

—Lo lamento, a veces se me pasa...

—No, no sucede nada. Además, creo que me has dado la excusa perfecta para vernos más.

—¿Ah, sí? —sonrió con burla—. ¿Cuál es esa? No es como si necesitaras una, pero me da curiosidad.

—Enseñame catalán —le dijo, como respuesta. Gaia alzó una ceja—. No me enseñarás nada, por supuesto; pero podré verte mucho más que es lo que en realidad quiero.

—¿No te cansas con tenerme todos los días en tus entrenamientos?

—¿Cansarme de ti? Jamás, mofletes.

Gaia soltó una risa nerviosa. ¿Qué le sucedía? ¿Dónde estaba su lado coqueto que sabía como responder a la perfección a los coqueteos de los hombres? Ni ella misma sabía, quizás era porque sentía que Pedri era tan diferente a cualquier otro.

Sin embargo, un pelotazo en su  espalda y otro balón golpeando a Pedri rompió todo el aura de coqueteo que habían estado manteniendo. Gaia se quejó y volteó a buscar a los responsables.

—¡Mapi, no tires balones! —gritó Ainhoa a unos cuantos metros de ellos, con mucha exageración.

Mapi la miraba con el ceño fruncido, pero Gaia solo atinó a rodar los ojos y voltearse a Pedri, antes de escuchar como Paolo y Sarita la llamaban.

—Tengo que trabajar —le dijo, con una sonrisa—. Y tú seguro que también, llevan esperándote mucho en el gimnasio.

Pedri soltó una baja risa.

—Sí, ya debo irme. Eso sí, escríbeme cuando termines.

Asintió y se despidió de Pedri una última vez antes de que el cogiera camino hacia el gimnasio del Gamper. Gaia le echó una rápida mirada a Jonatan y las chicas, que estaban haciendo los primeros ejercicios de pre calentamiento, y se fue a donde estaban Paolo y Sarita.

—Nena, que has estado haciendo manitas con Pedri —se burló Paolo cuando llegó a su lado—. Os hemos visto, un poco más y os besáis delante de todos.

—No sé de qué me habláis —bufó.

—Venga, tía —rió Sarita—. No nos puedes engañar, menos a nosotros. Somos expertos en notar ese tipo de cosas.

Gaia decidió no decir nada ante las burlas de Paolo y Sarita, y así comenzar a trabajar. Estaba claro que muchas más personas notaban lo que sucedía entre Pedri y ella, y era sobretodo por su nula capacidad de actuar como alguien normal cuando estaba con él.

Sin embargo, el tema pronto fue olvidado (aunque sabía que al mínimo momento libre sus amigos iban a volver a interrogarla) y los tres hicieron su trabajo con normalidad. Yendo de acá para allá tomando fotos y vídeos de las chicas, de Jonatan y el resto del cuerpo técnico. Al menos, fue algo tranquilo, no hubo incidentes entre Noa y ella.

El entrenamiento de las chicas pasó sin mayor contratiempo, Gaia tuvo un momento de paz y ningún tipo de altercado con la corriente de Ainhoa como la vez anterior, cosa que cuando se la contó a Paolo y Sarita no tardaron en echarse sus buenas risas.

No obstante, Gaia no se sentía del todo cómoda o integrada entre ellas. Aitana y Alexia eran las más amigables, quizás dándole el beneficio de la duda; pero se notaba a leguas que defenderían a Ainhoa de todo. Mapi era más complicada, con su carácter fuerte sabía desde aquel día que iba a llevar su tiempo poder caerle bien. Sinceramente, a la única que parecía agradarle era a Ingrid, la cual le recordaba un poco a Frenkie ya que ambos eran un completo amor.

Gaia sabía que las chicas no eran malas, entendía por completo que pudieran tener sus dudas con ella por la pelea que tuvo con Ainhoa. El equipo era como una familia, todas se apoyaban entre si y eso hablaba muy bien de ellas como personas porque de igual forma eran amigables y la trataban con respeto. También comprendía que su relación no fuera la misma como la que tenía con los chicos, a la mayoría de ellos los conocía desde hace más tiempo.

A falta de unos minutos para terminar el entrenamiento de campo, Sarita se despidió de Paolo y ella porque su horario de trabajo había terminado. Con las fotos necesarias, ambos se sentaron en el césped a unos metros de Jonatan y las chicas, para terminar de arreglar los papeles con preguntas del juego que harían.

Paolo se encargaba de contar y doblar los papeles, mientras ella subía las fotos que habían tomado a las chicas a la cuenta de instagram del equipo femenil. Le alegraba ver como subían cada día en seguidores y leer los comentarios buenos que algunos usuarios dejaban. Las chicas se habían ganado a sus fans con esfuerzo, siendo las mejores jugadoras y el mejor equipo femenil de la actualidad.

Escuchó el silbatazo de Jonatan, llamando a todas las chicas al centro del campo. Se levantó del césped junto a Paolo y caminó hacia ellas, las últimas indicaciones para el próximo partido de ida estaban siendo dadas y cuando la vista del director técnico se fijó en ella le dio una sonrisa.

—Cierto, una última cosa —añadió, antes de dar la indicación para que las chicas se marcharan—, Gaia y Paolo os necesitáis para uno de sus juegos —explicó, para voltear a verlos—. ¿Vais a quererlas a todas?

Gaia negó con una sonrisa.

—Solo a dos —resaltó—. A cualquiera de ellas, es un “Seven Seconds Challenge.

Vio a Jonatan asentir antes de pasar la mirada por todas las chicas, quizás esperando a que alguna se ofreciera para poner en práctica sus conocimientos del club y de Barcelona en general. Esperó pacientemente unos minutos antes de que él volviera a hablar.

—¡Aitana, Noa! —llamó—. Os toca a vosotras. Vais a quedaros con Gaia y Paolo luego de cambiaros en el vestuario, ¿vale? —Aitana asintió, Ainhoa no se veía del todo feliz—. Nada de pleitos.

La mirada que el técnico le dirigió a Ainhoa no pareció hacerle mucha gracia a la chica, pero ella aún así no dijo nada. Igual que Gaia, que trató de mantenerse en silencio lo más que pudo, mientras veía como Paolo aguantaba sus ganas de reír.

La verdad era que Aitana no era un problema, la chica era una de las más amigables con ella a pesar de todo. La cuestión del asunto era Ainhoa que, aunque Gaia trató de no molestarla demás por el asunto con el entrevistador que ya de por si era pesado, no parecía ocultar su evidente desagrado por ella.

Las quejas de Ainhoa por pasar más tiempo del necesario con ella no se hicieron esperar; pero fueron calladas por varios silbatazos de Jonatan que enviaba a las chicas a los vestuarios.

Gaia se quedó en la puerta del vestuario femenil con Paolo, con todo lo necesario para grabar el vídeo. Agradecía que él estuviera ahí o si no se habría sentido mucho más incómoda esperando en ese lugar, no tenía la misma confianza con las chicas como para entrar en su vestuario con ellas, a pesar de que todas eran mujeres, como la que tenía con los chicos.

La última en salir fue Alexia, que les dio la indicación de entrar y así lo hicieron. Paolo se encargó de colocar la cámara en su apoyo para que Aitana y Ainhoa se vieran lo mejor posible. Gaia tuvo su momento aún más incómodo cuando fue la encargada de colocarle a ambas chicas los pequeños micrófonos para que pudieran escucharse en el vídeo.

Y así iniciaron. Contrario a lo que pensó, con Aitana y Paolo ahí presente todo fue mucho más llevadero de lo que creyó. También pudo darse cuenta que Ainhoa era bastante competitiva, casi le recordaba a Mónica Geller de Friends, y continuamente estaba pidiendo el VAR para cuando se le acababa el tiempo o cuando su amiga tardaba mucho en responder. Lo cual solo hacía que se retrasaran aún más.

Gaia tenía la leve idea de que Ainhoa pensaba que estaba amañando el juego de alguna manera, por las miradas duras que le echaba cuando le informaba que su respuesta no había entrado en el tiempo correspondiente. Eso le causaba mucha gracia y, casi sin hacer nada, podía molestarla.

Terminaron de grabar y se dio a Aitana como la ganadora por acertar cuatro preguntas contra las tres correctas de Ainhoa. Ambas jugadoras se dieron la mano entre pullas divertidas.

—Tengo que irme —le dijo Paolo en un murmullo—. Me llevo la cámara para poder hacer las ediciones necesarias, ¿vale, nena? ¿Podrías tú recoger lo que queda aquí?

—Claro que si —le sonrió—. Me das la tarde libre, lo máximo que puedo hacer es recoger las cosas.

Paolo le devolvió una sonrisa y cogió la cámara para despedirse de las dos jugadoras que todavía estaban ahí con ellos. Aitana siguió a Paolo por la puerta del vestuario y esta se cerró con un fuerte golpe que le extrañó, sin embargo no le hizo mucho caso.

Comenzó a recoger el apoyo de la cámara y los sobres que le había dado a Ainhoa y Aitana, al igual que los micrófonos que ambas chicas se quitaron al finalizar al juego. Agradecía que Paolo le hubiese dado la tarde libre, así podría poner toda su atención en Pablo y con los preparativos para su fiesta de cumpleaños.

Notó que Ainhoa seguía estando ahí con ella, sin saber que era lo que esperaba no desaprovechó la oportunidad de fastidiarla un poco. Había sido buena con ella esos días por el tema de su entrevista con el misógino entrevistador, pero es que molestarla le daba una alegría que necesitaba.

—Tranquila, Ainhoa —le dijo, llamando su atención—. No siempre se puede ganar, quizás significa que no eres tan buena como crees. Será para la próxima.

Le dio una sonrisa cuando terminó de doblar el soporte de la cámara. Pudo ver su rostro lleno de enojo, que era normal cuando la chica fijaba sus ojos oscuros en ella.

—Siempre me cautivas con tu nulo ingenio, minion —bufó—. Todos sabemos que amañaste el juego.

—¿Cómo? ¿Quitándole siete segundos al reloj? —se burló—. Perdiste, Ainhoa. Ya deberías acostumbrarte, ¿no crees? De una forma u otra, siempre te gano.

—Si te aprovechas de los contactos de tu hermano, de tu posición en la elite y cualquier clase de ventaja que puedas tener es claro que vas a ganar. No sabes lo que es lucharse las cosas, has vivido en han burbuja de privilegio con tu maldita familia. Todo lo que dicen de ti es verdad, eres una maldita nepobaby malcriada.

Gaia bufó ante ese último apodo. Lo odiaba con toda su alma, sentía que rebajaban todo lo que había construido por su propio esfuerzo en esos años y solo la minimizaban a ser “la hermana menor de Gerard”.

—¿Nepobaby? —gruñó—. He conseguido todo lo que tengo con mi propio talento. Que las personas hablen lo que quieran, yo me dedico a seguir triunfando.

Ainhoa soltó una risa irónica, una que le hizo hervir la sangre.

—Si llamas talento a los contactos del misógino de tu hermano...

—¡Mi hermano no es misógino! —le gritó—. Pero no espero que tú y el montón de traumaditas con su “Diosa Shakira” lo entendáis. Después de todo, la falsa moralidad y el feminismo selectivo que tenéis solo es un maldito chiste.

—¿Qué sabes tú de feminismo? Hasta donde sé no tiene ni una sola amiga, le das más valor a los hombres que a tu propio género —escupió. Gaia rodó los ojos—. Tu hermano es un misógino, tu mejor amigo un idiota, te llevas con tipos como Eric García que solo juegan con las chicas y la botan al día siguiente.

Gaia rodó los ojos y le dio la espalda.

—Ese es tu problema, joder, eres tan amargada y cerrada de mente que a la mínima que alguien no piense igual que tú le jodéis la vida —bufó—. Me importa poco lo que opines de ellos, no tengo que darte explicaciones de nada.

—En eso tienes razón, no quiero saber tus razones de nada, minion. Me largo de aquí.

Gaia rodó los ojos y no dijo nada cuando Ainhoa caminó con paso molesto hacia la puerta, si ella se largaba era mucho mejor, al menos tendría algo de paz.

Sin embargo, su felicidad no duró mucho porque no escuchó la puerta abriéndose; pero si los quejidos molestos de Ainhoa. Se volteó hacia ella, con una ceja alzada.

—¿Necesitas ayuda para abrir la puerta o eso no sería muy feminista de tu parte?

—Callate, joder. Está cerrada la puta puerta.

Gaia rodó los ojos y se acercó a ella.

—No bromees con...

—No estoy bromeando —gruñó—. La puerta esta cerrada, no abre.

Frunció el ceño y quitó a Ainhoa de un empujón para tomar ella misma el pomo de la puerta. Lo sacudió unos momentos y se dio cuenta que tenía razón, estaba trabada por fuera. Maldijo en su interior, ese había sido el golpazo que escuchó cuando Aitana y Paolo se fueron.

Joder, de todas las chicas con las que pudo haberse quedado encerrada le había tocado con Ainhoa Luján. Con la misma que siempre estaba llamándola nepobaby y minion, con la que estuvo a punto de pelearse en la fiesta de Eric y con la que se agarró a hostias en el último entrenamiento. Ese sencillamente no era su día.

—Está atascada la puta puerta —gruñó—. Todos ya se deben de haber ido, joder si tú...

—¿Si yo qué, minion?

Gaia soltó el pomo de la puerta y volteó a mirarla. Ainhoa le sacaba varios metros, pero ella no era alguien de dejarse intimidar fácil, mucho menos que se guardara lo que pensaba.

—Si tú no hubieses puesto mil y un peros cada vez que te equivocabas, habríamos salido de aquí más temprano.

—¿Ahora me culpas a mi, tía? Que jodida manía me tienes, ¿por qué no aceptas que amañaste el juego?

Gaia rodó los ojos y se alejó de Ainhoa, para sentarse en el suelo con resignación.

—Uy sí, hice que el cronómetro fuese más rápido. Jodida perdedora.

Ainhoa siguió su paso, sentándose a unos metros frente a ella con molestia y sin dejar de echarle esa mirada furiosa.

—En serio, no sé porque espero algo bueno de ti. Una maldita nepobaby, hermana del misógino de Piqué y amiga del idiota de Gavi.

—La que tiene una puta manía eres tú, joder. Casi parece que te he arruinado la vida solo con aparecer.

—Algo así, sí.

—Eres una exagerada de lo peor. La primera vez que nos vimos estabas siendo una loca histérica, fuiste tú la que comenzó todo.

—¿Yo?

—Sí, tú, ¿no lo recuerdas?

—En la fiesta de Eric García, ¿de eso me hablas? —bufó Ainhoa—. Si tú me encaraste sin siquiera conocerme de nada. Ibas a pegarme.

—¿Acaso no recuerdas toda la mierda que le dijiste a Gavi ahí? Fuiste una hija de puta por completo. Lo bueno es que Pablo te calló la boca en la Supercopa.

La vio rodar los ojos, mientras hacía una mueca con su boca. No se veía del todo feliz por la mención de Gavi y eso era algo que a ella misma le molestaba. ¿Qué había pasado entre ellos para que se llevaran de esa manera? ¿Por qué le tenía tanto asco a su amigo? No podía entenderlo.

—No me hables de ese idiota...

—No es un idiota —bufó, en defensa de su mejor amigo—. No sé que mierda te traes contra Pablo; pero te aseguro que todo está en tu imaginación. Lo conozco desde sus once años...

—Yo también lo conozco desde esa edad y créeme, desde niño ha sido un jodido dolor de cabeza.

Gaia rodó los ojos.

—Créeme tú a mi, Ainhoa. Si conocieras a Pablo la mitad de lo que yo lo hago, lo amarías por completo.

—Lo dudo mucho —bufó—. No tengo ganas de conocer más a tu noviecito.

—Si pensé que alguien no haría caso a los putos rumores de la prensa, esa serías tú —bramó Gaia, cruzándose de brazos—. ¿Para todos es tan raro que un chico y una chica se lleven bien sin implicaciones románticas?

Vio a Ainhoa encogerse de hombros.

—Es la naturaleza de la prensa, supongo. Ven a dos personas juntas y ya suponen que son novios o que se traen algo.

—Es una mierda.

—Sí.

Se quedaron en silencio. Ambas sin mirarse y concentradas en puntos diferentes del vestuario. Gaia mantenía sus ojos en la taquilla de Aitana, mientras que Ainhoa en la suya propia.

Sin embargo, Gaia sentía un picor en la lengua. Era un ser extrovertido, al que le causaba mucha dificultad mantenerse en silencio, aún con personas que no le agradaban del todo, es por eso que volvió a fijar su vista en Ainhoa y le habló.

—Desde que nos conocimos me has estado llamando nepobaby —le dijo, Ainhoa la miró—. ¿Quieres saber como obtuve el papel principal para la película que protagonizo?

—¿Algo que ver con tu hermano haciendo un par de llamadas para eso?

Quiso reír, no esperaba menos de ella, así que omitió la pulla y continuó.

—Estuve casi tres horas en una larga fila junto a otras chicas más que competían por el papel —dijo—. Y cuando llegó mi momento para presentarme, mentí en los papeles. Puse otro nombre, otro apellido, todo diferente para que no me asociaran con mi hermano.

—¿Qué nombre usaste?

—Clara Galle —respondió. Ainhoa frunció el ceño—. “Gaia”, “Galle”. Suenan parecido.

Por primera vez desde que se conocen, Ainhoa soltó una risa verdadera y le soltó “tontísima”; pero eso también la hizo reír. El ambiente tenso de estaba alejando, poco a poco y con bastante lentitud, pero al menos ya no había esas ganas de caerse a hostias como al principio.

—¿No te descubrieron?

—Tuve que decir la verdad cuando comenzamos con las grabaciones —explicó—. Les jodió un poco, pero luego lo aceptaron y tuvieron que hacer caso a mi insistencia de que ninguna promoción de la película iba a ser basada en que yo era la hermana de Gerard. Ese hecho no se iba a mencionar en ningún lado.

—Vaya, me sorprende que no te hayas beneficiado del alcance que tiene tu hermano.

Gaia rió.

—No te alegres tanto, a veces sí que lo hago.

Nepobaby hoy, nepobaby siempre —dijo Ainhoa, rodando los ojos; pero con una sonrisa—. Yo no mentí con mi nombre cuando llegué a La Masía, pero si me esforcé el doble para poder estar donde estoy ahora. Las mujeres en el fútbol siempre hemos corrido desde atrás en comparación con los hombres...

—Y es una mierda.

—Sí, ellos lo tienen todo fácil y nosotras debemos jodernos todos los días para demostrar que merecemos lo mismo que ellos.

—La misoginia del fútbol —añadió Gaia—. No va a cambiar hasta que haya un verdadero llamado de atención, cuando las personas dejen de ser conformistas.

Escuchó como Ainhoa soltaba un suspiro y le daba la razón en voz baja. Volvieron a quedarse en silencio, Gaia cruzó sus piernas y soltó un pequeño grito al recordar algo.

—No le digas a Pedri —dijo, atrayendo de nuevo su atención—, pero es verdad que tenemos mucho más en común de los que creíamos en un principio.

—Lo sé, minion —dijo ella, burlonamente—. Procuremos no decirle esto, va a estar regodeándose toda una vida.

Gaia asintió y se quedó en silencio, observando como Ainhoa frente a ella también se encontraba en la misma posición. No le entraba por completo en la cabeza como en esa misma mañana ambas se llevaban de lo peor y ahora hasta habían reído juntas. Era extraño, al parecer tenían más en común de lo que pensaban.

«Estúpido, Pedro», maldijo en su mente. Él había tenido razón desde un principio, aunque no pensara en decírselo en voz alta nunca.

Entonces, un mensaje llegó a su teléfono y fue como si un foco se encendiera en su cabeza. ¡Su celular! Lo había tenido consigo en todo momento y ni cuenta se dio, quiso golpearse por lo tonta que fue. Habría podido salir del vestuario hace mucho.

—Es Pablo —le informó a Ainhoa—. Pregunta por que tardo tanto. Le diré que...

—Ni se te ocurra —bufó Ainhoa—. Ese idiota estará burlándose de esto por años. No, me niego.

—No le digas idiota a mi niño —regañó. Ainhoa rodó los ojos con una mueca—. Bien, si no es Gavi, ¿entonces quién? ¿Jordi, Busi, Marc, Sergi, Eric, Ferrán?

—Increíble que todos los que hayas dicho ninguno me caiga bien.

—Sorprendente, ¿verdad? Con tu carácter tan amoroso.

Ainhoa le sacó el dedo medio por su tono irónico.

—¿Por qué todos tus amigos me caen mal?

—¿Te cae bien alguien? —bufó con burla—. Tienes tu propio teléfono, si no quieres a uno de mis contactos entonces empieza a llamar tú. Ya sabes, tus padres no cuentan.

Gaia vio como la cara de Ainhoa se alumbró, parecía también haber caído en cuenta que ella tenía un teléfono celular. La observó con gracia, hasta que alzó la mirada de nuevo.

—Llamaré a Pedri —anunció—. Supongo que no tienes ninguna queja por eso, ¿no?

Gaia sonrió, con arrogancia. Sabía que Ainhoa estaba celosa por su cercanía con Pedri y le encantaba molestarla.

—Para nada, totalmente encantada por eso. Dile que estoy aquí, de seguro viene más rápido.

Observó divertida como volvió a sacarle el dedo del medio y le soltaba una horda de insultos, los cuales ya no cumplían su propósito y solamente le causaban gracia. Ainhoa se levantó del suelo, se limpió el pantalón y empezó a marcar el número de Pedri en su celular.

Lo bueno era que iban a salir de ahí. Lo malo es que de alguna forma Pedri había tenido razón con Ainhoa y ella, al final si tenían cosas en común que les permitían llevarse bien.

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