Capítulo 3
Las puertas principales del Instituto estaban completamente abiertas, dejando a la vista el enorme vestíbulo. Atravesé la puerta junto con otros alumnos del Instituto que bajaban de los distintos buses. Cada hora los buses salían de Edran en dirección al Instituto. El personal del Instituto nos daba la bienvenida y ayudaban a quienes tenían problemas con sus maletas.
Lo primero que llamó mi atención en el vestíbulo fueron varias pantallas táctiles de computadora que estaban distribuidas a los lados. En varias se hacía fila, me fui a una que estaba con pocas personas.
Cuando llegó mi turno leí las instrucciones que estaban en la pantalla. “Inserte su apellido”. Apareció un teclado en la pantalla. Escribí Sarajov y rápidamente salieron mis datos en la pantalla.
Nombre: Maleen Sarajov Silov.
Edad: 17 años
Año cursando: Sexto año
Elemento: Fuego
Habitación: 31
Piso: 4
Caminé hacia las habitaciones, trataba de encontrar a mis amigos pero todo era un caos. Algunos profesores gritaban para que se les hiciera caso sobre primero dejar las maletas en las habitaciones antes de invadir el comedor o cosas por el estilo.
Subí las escaleras hasta el cuarto piso y toqué la puerta de la habitación 31 para que me abrieran.
— ¡Hola! — Saludé al ver a Dal después de que abrió la puerta.
— ¿Qué haces aquí? — preguntó ella sin una sonrisa. Al parecer no estaba tan feliz de verme.
— Es mi habitación. La puerta dice 31 y es la que me asignaron.
—Imposible, si nos cambian de habitación nos cambian a todas juntas. Hemos compartido esta habitación desde primer año.
— ¿Cuál es el problema, Dal? Me asignaron esta habitación, no la pedí yo, así aparece en el sistema.
— Tiene que haber un error. — dijo ella por lo bajo. — No puedes entrar. Nathalie llegará en cualquier momento, y esta es su habitación.
— ¿Qué no me escuchaste? En el sistema la habitación 31 figura como mi habitación. Déjame pasar.
— No vas a entrar aquí.
— ¿Por qué no? Ahora ésta es mi habitación.
— Maleen, no me lo hagas difícil. Ve con el Director para que te asignen otra habitación, ésta es la de Nathalie.
— No voy a ir con el Director como una niña pequeña para que te diga que me dejes entrar y no tengo porqué hacerme cambiar de habitación. — me crucé de brazos. — Ahora déjame pasar.
—No. — respondió ella. Fruncí el ceño. ¿Qué pasaba con ella? Si me estaba haciendo una especie de broma, estaba actuando bastante bien y me estaba creyendo que no me quería allí, que no me dejaría entrar. Esperé, pero ella no se movió, no cambió su expresión y estaba a punto de cerrarme la puerta en la cara.
— No me voy a mover de aquí.
— Pues espero que disfrutes del pasillo como tu nueva habitación. — y cerró la puerta de golpe. Me quedé con la boca abierta. Volví a tocar la puerta pero esta vez más fuerte, haciendo que me dolieran los nudillos.
Nadie abrió.
Volví a tocar la puerta repetidas veces, cada vez más fuerte, pero nada. Las chicas que salían de las habitaciones vecinas me miraban extrañadas y algunas se ponían a murmurar. Todas vestían sus uniformes por lo que supuse que yo también debería hacerlo… y Dal y sus compañeras tendrían que salir cualquier rato y yo podría entrar.
Estaba en lo cierto, la puerta se abrió pero Dal no me dejó entrar, me empujó para que todas salieran rápido y cerró la puerta con llave.
— ¡No puedes hacer eso! — exclamé más sorprendida que enfadada. — Es mi habitación tanto como la tuya, no puedes simplemente dejarme afuera.
— Hazme un favor, Maleen, y sólo te voy a pedir esto. — Se me acercó para hablar bajo y que sus otras compañeras no escucharan nada— Aléjate de mí. Ya tengo suficiente de ti, no quiero compartir una habitación contigo, no quiero tenerte cerca… por tu culpa TODO está mal.
— ¿De qué estás hablando?
— Sólo pide un cambio de habitación, por favor.
— Si no me das buenas razones no lo haré.
— ¡Bien! No me importa, yo puedo cambiarme de habitación. — Sacó la llave de su bolsillo y la arrojó al piso, lejos de mí, me dio la espalda y siguió caminando con sus compañeras de dormitorio.
Permanecí inmóvil hasta que dejé de escuchar sus pasos en las escaleras. Respiré profundamente y busqué las llaves en el piso. Al encontrarlas las recogí y abrí la puerta de la bendita habitación que me hizo pasar un mal rato.
La habitación era idéntica a la del curso pasado; sus maletas y mochilas estaban sobre las camas ocupadas.
Saqué el uniforme de mi mochila y me lo puse rápidamente. Tenía que ceder, no iba a poder quedarme en esa habitación y estar en paz. Dal me dejó muy claro que no quería tenerme allí y por ende sus amigas tampoco. Si quería evitarme todo ese problema de sentirme mal y de pelear con ellas tenía que pedir mi cambio de habitación.
Dejé la llave en la mesa junto a la puerta y me fui con mi mochila en el hombro.
— Señorita Sarajov, debe dejar su mochila en su habitación. — me dijo un profesor que controlaba a los estudiantes en el vestíbulo.
—Si… sobre eso, quería pedir un cambio de habitación.
—No es posible. — me respondió rápidamente.
—Mis compañeras no me quieren allí.
— Tonterías, señorita. El compartir habitaciones con estudiantes de otros Elementos es para que aprenda a relacionarse. — explicó como si yo no lo supiera. — Regrese sus cosas a su habitación asignada.
— Usted no entiende, justamente porque quiero relacionarme bien con mis compañeras estoy pidiendo un cambio de habitación. Además ellas quieren a su antigua compañera.
— Vaya a la concentración en el campo, cuando termine yo iré a su habitación para hablar con sus compañeras, ¿le parece?
—Me parecería más cambiarme…
— Eso es todo, vaya al campo.
El campo de entrenamiento estaba iluminado con farolas y reflectores. Busqué con la mirada a alguien de mi grupo de dominio del Fuego para saber dónde tendría que estar. Los estudiantes hacían varias columnas mirando hacia la tarima que estaba en la mitad del campo. Encima de la tarima estaban sentados los profesores y el Director Jensen, todos con sus mejores galas, esperando que todos nos pusiéramos en orden.
Las columnas debían dividirse de acuerdo al curso que nos tocaba en ese año. Desde los de primer año a la derecha y los de último año estábamos a la izquierda, cada curso estaba dividido en tres filas, dos formadas por Dimidiums y la otra por Plenus.
El Director Jensen se puso de pie y caminó hacia el micrófono.
— Bienvenidos a un nuevo año. — comenzó. Se lo veía muy firme, tal y como siempre lo vi, la diferencia es que estaba muy delgado. Tal vez tenía mucho trabajo. — Saben que este lugar es para que ustedes logren dominar sus dones, para que se complementen con su Elemento, para que aprendan más de él y de ustedes mismos. Será un año fácil siempre y cuando estén dispuestos a abrirse ante todos los conocimientos que se les darán. Sólo depende de ustedes ser unos Dimidiums y unos Plenus capaces de mejorar nuestro mundo. Respeten las reglas que nos ayudan a que el Instituto sea un lugar seguro…— siguió hablando durante unos cuantos minutos más. —… sólo les deseo un buen año, un año lleno de satisfacciones y logros para cada uno de ustedes. Bienvenidos a su hogar.
Después el subdirector, quien dirigía los entrenamientos, se puso de pie y nos dio otro discurso sobre lo que íbamos a hacer ese año, entre esas estaban las actividades académicas que todos realizaríamos juntos, nos dio algunas recomendaciones como no usar nuestros Elementos para pelear, o tener cuidado cuando salíamos del Instituto hacia Edran.
También hablaron sobre las reglas: Sólo se permitía salir al campo de entrenamiento en las horas ya planificadas, siempre registrarnos al salir del Instituto, no pelear con nuestros compañeros, no faltar el respeto a los profesores, no usar el Elemento fuera de las salas de práctica, asistir a todas las clases y seguían. Algunas me parecieron bastante tontas.
Cuando los discursos finalizaron todos aplaudieron. Los profesores se pusieron de pie y levantaron una mano. En el cielo se iba dibujando un círculo formado por los 4 Elementos. El círculo era enorme, pero estaba muy bien controlado. El círculo tenía al menos 3 repeticiones de cada Elemento.
Creo que los de primer año y yo éramos los únicos sorprendidos, con los ojos abiertos de par en par. En cambio, el resto de mis compañeros miraba el círculo pero sin mucha sorpresa, como si fuera de lo más normal. El círculo dejó de estar en el cielo y pasó a rodear al Instituto y al campo de Entrenamiento. Nadie hablaba, no se escuchaban ni murmullos ni risitas. De un momento a otro el círculo desapareció y los profesores descendieron de la tarima hacia el campo y se fueron caminando hacia el Instituto.
Todos hicieron lo mismo, sólo que no de manera ordenada. Algunos volvían a reunirse con sus amigos para hablar y otros, como yo, caminaban en silencio.
— ¡Maleen! — me llamó alguien y seguidamente sólo sentí un abrazo por detrás.
— Que gusto verte Cameron, creí que tú también estarías enojado conmigo.
Me soltó.
— ¿Dal? — se limitó a preguntar y vi cómo se le tensaba todo el cuerpo. — Te entiendo, ha estado bastante rara.
— Me asignaron su habitación y no me deja entrar. No me quiere de compañera y está molesta conmigo pero no sé qué se supone que hice. — me quejé.
— Me gustaría ayudarte, Malu, pero tampoco tengo la más mínima idea de qué es lo que tiene. Intenté hablar con ella en vacaciones pero no me ha devuelto ningún mensaje. Se suponía que pasaríamos las vacaciones juntos pero me canceló en último momento diciendo que prefería pasarlo con su familia, que tenía que estar con ellos. La entiendo, sólo que no volvió a hablarme.
— Creí que ustedes estaban lo suficientemente juntos. Ya sabes, por la voz de la cabeza. —apunté a mi cabeza como si fuera una pistola y la disparara.
— Dejé de escucharla y creo que ella también. — bajó la cabeza. Se veía como un niño al que le estaban regañando por alguna travesura.
— Eso no es posible, Cam. —le di un codazo para que levantara la cabeza. — Todos los vimos, no creo que ustedes puedan dejar de escuchar la voz… ella debe estar evitándola, pero no creo que deje de escuchar tu voz.
— Ya dejé de insistir. — admitió. — Me ha estado ignorando y ya me cansé de rogarle. Mejor dime tú qué pasó con la voz de tu cabeza.
Antes de las vacaciones les comenté a mis amigos que escuché la voz de Santiago 2 veces en mi cabeza y Dal se emocionó mucho más que yo. Pero no volví a escucharla.
— Era por el Juramento. — dije con una mueca. — No entiendo cómo funciona ni porqué funcionó en mí si soy una Dimidium, pero no volví a escucharla. Es más, cuando terminó el entierro la marca se borró.
Le enseñé mi muñeca donde se suponía que se dibujó una marca, ahora estaba limpia, como si la tinta negra nunca la hubiera tocado.
— ¿Eso te desilusionó?
— Creo que ni lo pensé, estaba más ocupada creando teorías del porqué funcionó el Juramento.
— ¿Alguna buena teoría?
— Todas ridículas, te vas a reír de mí.
— ¿Vamos a comer algo?
— No tengo hambre. Creo que voy a ir a pelear por mi habitación o voy a terminar durmiendo en el pasillo.
— Hazlo. Podré querer mucho a Dal pero ella no es dueña de las habitaciones y yo no tengo las agallas para pelear contra ella. Tal vez tú sí.
— Lo dudo. Pero lo intentaré. — me despedí de él y fue casi trotando a mi habitación.
Debí haber considerado antes que seguro mis queridas compañeras de habitación irían a comer algo antes de dormir. No sé cuánto tiempo estuve sentada contra la puerta pero cada vez me sentía más ansiosa y nerviosa por hablar con ellas. Preparaba un excelente discurso en mi cabeza, preparándome para responder ante cualquier insulto o pregunta. Tenía todo planeado, sin embargo, cuando las vi acercarse todo se me borró y me sentí un poco aterrada.
Respiré profundo y me puse de pie para encararlas.
— No vas a entrar. — dijo una de las chicas que no conocía.
— Es mi habitación, tengo que dormir allá adentro. — respondí, trataba de que no se escuchara la inseguridad en mi voz.
— No vamos a abrir.
— Pues bien, podemos dormir las 5 en el pasillo. ¿Saben qué? Deberíamos dejar de actuar como niñas, compartir la habitación no significa que tengamos que estar juntas, yo sólo necesito la cama para dormir y me da igual lo que ustedes hagan con su vida… me dan igual todas. — enfaticé el “todas” mirando a Dal. Ella ni se inmutó.
Una de las chicas abrió la puerta y la dejó abierta. Antes de que Dal entrara la sujeté del brazo.
— ¿Qué se supone que hice? — pregunté. — Te juro que lo que sea que hice lo lamento, no lo hice apropósito y si hay alguna forma de recompensarte hago lo que quieras.
Por un momento ella cambió. Dejó de mirarme con su expresión fría y sus ojos se llenaron de lágrimas. Se mordió el labio inferior y volvió a tener la expresión de antes.
— No puedo acercarme a ti. Ayúdame estando tan lejos de mí como puedas. Maleen, necesito que tú me ayudes así. Para mí ya es bastante difícil no poder hacer nada.
— ¿Estás en problemas?
— Sólo mantente alejada de mí.
— Si hay algo que yo pueda hacer…
— ¿Qué podrías hacer tú? No tienes idea de la mitad de las cosas que pasan a tu alrededor, no tienes idea de lo que pasa contigo, con tu familia, con tus orígenes. No te interesa saber nada de tu familia y eso es importante…
— Eso es algo hipócrita, ¿no te parece? Tú te quejabas de tener que ir a ver a tu familia, de que ellos tuvieran que venir al Instituto ¿y me vas a venir a dar un discursito de cuánto me debe importar mi familia?
— Quizá sí eres como ellos.
— ¿Qué puedes saber tú de mi familia?
— Lo suficiente para darme cuenta que tú nos vas a hacer hundir a todos. Pero no voy a dejar que hundas a mi familia.
— ¡¿Cómo se supone que voy a hacer hundir a tu familia si apenas los conozco?! ¡Nunca he estado cerca de ellos! — exclamé, elevando la voz lo suficiente para que parezca un grito.
— ¡Por los Reyes Elementales! Deja de hacerte la inocente.
— ¡No me hago la inocente! No sé de qué diablos estás hablando. Trato de entenderte pero estás actuando como una lunática. ¡Al menos explícame qué se supone que hice!
— Nunca debí hablarte, me arrepiento de todo el tiempo que he desperdiciado contigo. ¡Por tu culpa estuve a punto de morir! — señaló su pierna, el lugar donde Tomás había disparado.
— Eso no fue mi culpa, yo no te disparé, yo no te apunté con una pistola para que entraras en esa misión…
— Estás destruyendo mi vida y ni siquiera sabes cómo.
— Pues si me lo dijeras sería más fácil para mí detener la destrucción de tu vida. — y por mi tono de voz se notó bastante lo ridículo que consideraba ese último comentario y pareció que no me lo estaba tomando enserio. Si antes estaba enojada, ahora estaba echando humo por las orejas. — Lo siento, pero deberías escucharte, estás hablando como una loca y no eres capaz de explicarme qué sucede.
— ¿De qué serviría? Eres una inútil.
— Bien, yo soy la inútil. Pero tú eres la hipócrita que da consejos sobre familia cuando ni siquiera quieres a la tuya, cuando buscas cualquier oportunidad para estar lejos de ellos…
Sentí la palma de su mano chocar contra mi mejilla. Fue veloz y sólo sentí el ardor. Quedé inmóvil, sorprendida, pero no lo quería mostrar, no quería que se diera cuenta de lo mucho que me dolió su bofetada, no sólo el dolor físico en mi mejilla ardiente, sino el emocional.
Me miró fugazmente y entró a la habitación, dejándome de pie sola en el pasillo.
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