Extra 3 | Nudista

Laura

Leí por tercera vez el artículo que me envió Christian sobre el sitio turístico que tenía que visitar; el motivo por el que acortamos nuestra estadía en Aruba. No me quejaba. San Martín era una nueva isla para conocer y ya había oído de su aeropuerto a unos pocos metros de una de sus playas famosas. Habíamos llegado el día anterior y lo primero que hicimos fue ir a ver cómo los aviones pasaban por encima de nuestras cabezas mientras agarraba con fuerza mi sombrero para que no saliera volando.

Eso había estado bien. Y algo extremo. Sin embargo, lo que tenía en mis manos era otra cosa. Una playa nudista; a un par de minutos caminando desde el hotel. Patrocinaron a Christian para visitarla, tomar unas cuantas fotos y hablar de esa liberadora experiencia. Por supuesto que no esperaba que me pidiera permiso para aceptar un trabajo, pero no estaba segura de cómo me sentía sobre él exponiendo su cuerpo al público. O, como lo llamaba el artículo, pasear con atuendo de recién nacido.

Christian no era un bebé gigante. Él era un hombre atractivo, en una isla con mujeres de cuerpos espectaculares y un ambiente propicio para sexo playero.

—Está bien si no te sientes cómoda viniendo. Regresaría en máximo treinta minutos y luego podemos ir a hacer otra cosa —dijo cerrando el cierre de su mochila.

Hice un esfuerzo por borrar mi expresión de imaginarlo tendido en la arena con otra mujer. Mi lado racional estaba claro de mi exageración. Para algunas personas, el nudismo era una práctica normal. No debía verlo como algo escandaloso. No cuando estaba trabajando en abrir mi mente.

—Sí iré —repliqué—. Aquí dice que lo de quitarse la ropa es opcional. ¿Es verdad, o estoy entendiendo mal?

—No van a prohibirte la entrada, o a perseguirte si decides no sacarte todo. —Se apartó de la isla de la cocina y se acercó a donde me encontraba en el sillón—. Es como... una playa de transición.

—Eso sería bueno que lo incluyeras en lo que dirás —sugerí.

Se apoyó de los reposabrazos y me dio un beso—. Eso haré.

—Bueno, dependiendo de cómo me sienta al llegar veré qué tanto estoy dispuesta a mostrar.

Una de sus manos delineó el escote en v de mi vestido. Las puntas de sus dedos acariciaron la piel debajo de la tela. Si descendía más, llegaría a mi seno.

—No me molestaría si sigues reservando todo ese paisaje para mí —murmuró.

Apreté las piernas. La temperatura estaba empezando a subir, pero no iba a derretirme esa vez bajo su toque. Lo haría esperar para que lo ansiara incluso más.

—¿Y tú sí puedes hacerlo? —pregunté. Aproveché el haberlo descolocado con mi cambio brusco de la situación para abandonar el sillón e ir por mi bolso.

—Es mi trabajo —contestó.

—Lo sé, así que vamos. Tal vez me de un poco de inspiración para el mío.

Fuimos en el pequeño auto que alquilamos para poder explorar el resto de la isla al terminar. Christian había tenido razón. Por la hora y por ser temporada baja, lo más probable era que no encontráramos a casi nadie. Además, era una playa alargada y la sección que le interesaba era la sur.

Había un cartel que prohibía las fotografías, pero Christian estaba autorizado para hacerlo, siempre y cuando no fueran de otras personas. La intención era hacer más notorio esa atracción naturista en ese rincón del Caribe; de las pocas que había. Especialmente porque esas islas se sostenían sobre todo por el turismo.

La brisa agitaba mi cabello y la falda de mi vestido. El turquesa de ese mar, el ruido de las palmeras y la sensación de la arena metiéndose entre mis pies daba la sensación de estar de vacaciones, a pesar de no ser así. Christian entraba en modo trabajo y yo, mientras lo seguía, pensaba sobre un tema para escribir.

Nos cruzamos con una pareja de mediana edad. Christian los saludó como si no tuvieran sus atributos expuestos, pero yo preferí mirar hacia otro lado para evitar cometer una imprudencia, como posar los ojos por error donde no debía. Solo eché un vistazo por encima de mi hombro, por curiosidad, sintiendo ternura por cómo sostenían sus manos y admirando esa valentía de exponerse de esa manera. Contrario a lo que anticipé, no había un ambiente de morbo. Simplemente una pareja caminando sobre la arena.

—Aquí está bien —indicó Christian. Colocó su bolso en el suelo y se deshizo de su camisa—. ¿Qué opinas de tomarme algunas fotos cubriéndome con cosas del entorno? Como una palmera.

—¿Cubriéndote?

—No puedo mostrar mi pene, pero tampoco creo que se vería bien solo poniendo borrosa esa parte o colocando un emoji.

No pude evitar reír al imaginar una cara pervertida sobre su miembro. Y quizás algo parecido cruzó por su cabeza, porque fue contagiado.

—Perdón, nunca creí tener una conversación así. Y sí. Tienes razón. Usar el entorno es buena idea.

Saqué una toalla de mi bolso y la acomodé en la arena para poner sus pertenencias y sentarme en ella. Antes de sacar su cámara e instalar su trípode, Christian optó por terminar de desvestirse. Quedó todo al descubierto y fue un privilegio poder tener esa vista tanto como quisiese.

Empezó a instalar su herramienta de trabajo y yo me quité el vestido para por lo menos estar en traje de baño. Conforme lo veía agachándose o haciendo cualquier cosa para que lo que fuera a capturar quedara bien, hice un esfuerzo por no reírme de nuevo. Y no era de burla, sino a causa de una... euforia extraña debido a lo irreal, pero peculiarmente cálido, del asunto. Era como un alocado sueño mágico.

Se tomó selfies, grabó vídeos y habló sobre ese lugar. Relató cómo se había sentido antes de ir y lo compenetrado que estaba ahora sin una prenda de ropa en plena naturaleza. Se movía y alternaba entre el celular y la cámara. Era material que subiría luego, sin embargo, en cada frase reflejaba quién era él. Su vida no podía ser estar en una oficina en traje, sino así tal cual se era en ese instante. Tendido en la arena, entre el follaje, o detrás de una palmera; eso era él y su fuego.

De repente, me tomó una foto. Me sacó de trance.

—¿Qué te parece algo como: la naturaleza, el mejor accesorio? —preguntó todavía con la cámara en mí—. Tienes que ver cómo brilla tu piel con esta luz. ¿Te animas a ser mi modelo por unos minutos?

El tema que sugirió me gustó y quizá podría funcionar. Sin embargo, de momento me enfoqué en su segunda interrogante.

—¿Ahora quieres que me quite la ropa? ¿Qué pasó con ser el único que admire mi paisaje?

—No, pero podemos hacer tomas que parezcan que no la tienes. —Volvió a permitir que su cámara colgara de su cuello. Se sentó junto a mí y yo me quedé en silencio esperando para que me explicara cómo planeaba hacer—. Podemos... —Agarró mi mano y dejé que la moviera a su antojo. La colocó sobre mi seno opuesto, de forma que mi brazo mantuviera la parte de arriba de mi traje de baño en su lugar. Después, con un solo tirón soltó la tira superior de mi bikini—. Hermosa. Quédate así por un momento.

Nada había cambiado. Solo esa tira. No obstante, mi corazón estaba comenzando a bombear con más fuerza, como si ese paso intermedio entre el estar vestida o no tuviera un mayor impacto. Un efecto de peligro emocionante.

Christian reapareció en mi campo visual con una flor morada. La puso en mi cabello y en esa ocasión no me tomó desprevenida cuando me tomó la foto.  

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