Epílogo
Mi abuela me recibió esa mañana con una torta de chocolate, café, y un gorro que tejió para mí. Las horas previas a mi cita con Christian, la ayudé a pintarse el cabello, pues esa noche ella saldría a cenar con el vecino. Fue una buena distracción y la charla con ella sirvió para que mis nervios se calmaran un poco. Tenía razón. Mi contacto con Christian no había parado a lo largo de los meses y, luego de cómo demostró infinidad de veces lo que significaba para él, era casi imposible que ese día acabara mal.
Después de la merienda, conduje mi auto alquilado hacia el bar donde lo conocí. Procuré llegar media hora antes, para serenarme y tuviera una impactante primera impresión de mí. Mi cabello estaba más largo y con reflejos rojizos, y ya no tenía necesidad de vestirme tan formal. Yo había cambiado. Y no solamente en el aspecto externo, sino que también en el interno. La terapia y aprender sobre la inteligencia emocional había dado sus frutos.
Me estacioné y avancé hacia la entrada. Christian tuvo razón. Habían remodelado el sitio para no solo ser un sitio nocturno, sino un recinto agradable para tomar algo a media tarde.
Ingresé y tomé asiento en una mesa. Revisé mi cabello y retoqué mi maquillaje mientras esperé la bebida que pedí y a Christian. Recordé avisarle a Magnolia, para quien escribía artículos desde mi apartamento o desde algún rincón del país, que más tarde le entregaría a Margarita lo que le envió conmigo.
Mi celular sonó debido a una llamada entrante. Era él. Rogué que no fuera para cancelar el encuentro.
—¿Ya llegaste al bar? —preguntó después de que lo saludé.
—Sí, aquí estoy. ¿Pasó algo?
—Es que no me dejaron entrar. Resulta que soy un cliente no grato.
Fruncí el ceño. No tenía sentido. Se suponía que había estado viajando por el mundo y desde entonces no iba a visitar a su madre.
—¿Y te dijeron por qué?
—No, pero supongo que es por lo que nos descubrieron haciendo la otra vez en el baño.
Mis mejillas se calentaron al recordar. Se refería a cuando el dueño nos encontró teniendo sexo en el baño. A mí no me conocía y de por sí lucía distinta, sin embargo, a Christian sí.
—¿Será que puedes salir y vamos a otro lado? Disculpa —añadió.
—No hay problema. Ya salgo.
Me acerqué a la barra para pagar la bebida que no pude terminar y abandoné el establecimiento. Afuera, me encontré de frente con Christian, solo que él estaba distraído buscando algo en su celular. Se había puesto una chaqueta para la ocasión y rasurado. Pasé rápidamente los dedos por mi cabello para comprobar que todo estuviera en orden y fui hasta él.
—¿Buscas a dónde podemos ir? —cuestioné.
Alzó la mirada. Ascendió hasta detenerse en mi rostro y, después de unos instantes de procesar lo que veía, me sonrió.
—Hola, Laura. Me encanta lo que hiciste en tu cabello.
—Gracias.
Luego de dudar un poco, me atreví a depositar un beso en su mejilla. La intención era ir despacio para ver en qué página estaba cada uno, pero tampoco iba a cohibir con tanto esfuerzo lo que llevaba meses esperando. Él había cerrado los ojos durante mi acción.
—Antes de seguir, ¿me confirmas que no hay nadie esperando por ti en casa?
Fue directo. Más de lo que creí que sería. No me molestó.
—No hay nadie, Christian. ¿Y tú?
—No. A quien quiero está por fin frente a mí.
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