Capítulo 30 | Refugio

REFUGIO

La casa de mis padres se convirtió en mi refugio durante el fin de semana. Después de la ida de Roberto, estar en el departamento sola fue insoportable. Al punto de que no me importara llamar a mi madre y seguramente haberla preocupado con mi petición de quedarme con ellos. No lo había hecho desde que me mudé. No obstante, no hicieron preguntas y se enfocaron en expresar lo felices que estaban por tenerme allí.

Como mi habitación era el estudio de pintura de mi madre, me tocó dormir en un colchón inflable. Pese a ello, no había otro lugar en el que me imaginara estar al sentirme tan perdida. Comida y abrazos de mamá, dulces y chistes de papá, y la suavidad del oso de peluche que no pudieron regalar.

Sabía que era imposible quedarme para siempre. El lunes debía regresar a mi vida adulta y afrontar las complicaciones de serlo. Sin embargo, mientras tanto, me permitiría acurrucarme rodeada de arte y lamentándome por no haber elegido distinto.

Sin tener sueño por apenas ser la mitad de la tarde, decidí entretenerme un rato revisando las redes sociales. Había bajado para compartir otro rato con mis padres, pero los vi cariñosos en la sala y no quise interrumpirlos. Ya estaban acostumbrados a vivir solos. Fue agradable ser testigo de lo enamorados que seguían.

Fotos de moda, de platillos y de lugares turísticos fue lo que abundó entre las publicaciones. El rostro sonriente de uno que otro familiar se asomó y me pregunté si los que rondaban mi edad ya tenían todo resuelto, como yo pensé ingenuamente que lo tendría a esas alturas. Pero, la vida se encargó de sacudirme para recordarme que no podía controlarlo todo.

En medio de mi intento por distraerme, me llegó la notificación de un mensaje de Christian.

Hola

Me quedé viendo ese saludo por un minuto entero, entre esperando a que agregara algo más y decidiendo si lo animaría a iniciar una conversación. Cuando no envió nada más, bloqueé el celular y lo puse en el suelo para no verlo. Lo mejor era resistir y no responder. No podía haber un nosotros, ni siquiera habiendo descubierto lo de Roberto y Micaela.

Se oyó una vibración y la luz de la pantalla del celular alcanzó mis ojos. Mi corazón comenzó a latir con fuerza. Batallé contra las ganas de ver qué más había puesto. Sucumbí.

Mi intención no es molestarte

Te escribo porque no quiero que dejes de ser amiga de mi prima por mi culpa

Ella está preocupada porque no contestas ni sus llamadas, ni mensajes

Tampoco los de Roberto, ni el correo de Mariela preguntándome sobre ese tema del que quise comentarle. No me nacía hablar. Solo estar con mis padres y conmigo.

Por lo menos lo dicho por Christian me alivió un poco. Azucena no había descubierto lo nuestro, ni intentaba reclamarme. Lo más probable era que quisiera contarme algo sobre Braulio o su ex.

No es por ti

He tenido la cabeza ocupada con otras cosas

Más tarde le escribo para que se quede tranquila

Gracias

Esperé. El chat indicaba que estaba escribiendo, pero me intrigó qué era por lo mucho que se tardaba. ¿Acaso iba a tocar el tema de la despedida y añadiría algo más a su respuesta? ¿Me hablaría sobre el próximo viaje que había anunciado en su perfil? ¿Otra cosa?

Bien

Feliz sábado

Arrugué la cara. Era imposible que fuera solo eso por todos los minutos que tardó. ¿Era un error de la aplicación?

Igualmente

Pásala bien

Me arrepentí de haber enviado lo último, pero lo leyó de inmediato. Había sido innecesario y fuera de lugar. Insinué que estuviera divirtiéndose por ser sábado —algo normal—, mas sin ser de mi incumbencia.

Tocaron la puerta y escondí el celular bajo la almohada, como para ocultar el estar haciendo algo malo.

—Adelante —dije al sentarme.

Mi madre ingresó a la habitación.

—Tu papá ya se fue a jugar con sus amigos. Hoy tienen un torneo y no pudo faltar. Hizo unas galletas para disculparse.

—En un rato le escribo para que no se preocupe. Yo fui quien vino sin avisar con tiempo —contesté.

Mi mamá sonrió y arrimó la silla para sentarse junto al colchón. Temprano se había acostado un rato conmigo, pero se le hizo difícil levantarse luego.

—Siempre eres bienvenida, hija. —Extendió su mano para que se la sujetara y lo hice—. Te cambió un poco la cara. ¿Te estás sintiendo mejor?

—Sí, seguro fue el té que me diste.

En mi mente, tampoco quise darle el crédito a Christian por la mejoría en mi ánimo. Ni siquiera había hecho algo con esa intención, ni hablado tanto como para tener ese efecto. Debía ser solo el resultado de la interacción con mis padres y el contacto con mis raíces.

—No sé específicamente qué tienes, pero dudo que un té sea la solución.

Me dio esa mirada de madre, la que señalaba lo mucho que me conocía y que veía más allá de mis omisiones. Tuve que retirar los ojos de ella. Me enfoqué en el lienzo más cercano; uno en proceso, cuyos colores se mezclaban sin tener todavía una forma identificable.

—¿Qué planeas dibujar allí? —pregunté para cambiar el tema.

También volteó a observar su obra.

—Todavía no sé. Es de esos con los que simplemente me dejo llevar por lo que siento en el momento, para que poco a poco vaya tomando forma solo. No sé cómo explicarlo, pero en algún punto del proceso me llega a la mente qué debe ser.

—Es maravilloso, mamá —contesté con sinceridad y admiración.

Durante la redacción de mis artículos a veces me sucedía así. Sin embargo, prefería tener una planificación de la estructura, de los puntos a tratar y hasta del tono. No hacerlo me generaba ansiedad por el temor de no entregar un resultado perfecto, a pesar de conocer la mágica sensación de que todo fluyera por su cuenta. Y así como era con mi escritura, también manejaba mi vida igual. La incertidumbre me causaba intranquilidad.

—Gracias.

Pasamos unos instantes en silencio. Acarició mi mano con su pulgar y cada una estuvo inmersa en sus propios pensamientos. Hasta que ella decidió decir algo.

—Roberto llamó hace rato. Sonó sorprendido cuando supo que estabas aquí. ¿No le dijiste?

—No, no se presentó la oportunidad.

—Creí que parte de la terapia era mejorar la comunicación.

Solté su mano. No le había dicho que la terapia estaba teniendo efectos contraproducentes.

—¿Qué no me estás diciendo, hija? —preguntó con suavidad—. No estás sola. No te lo guardes. Nada de lo que hagas hará que te demos la espalda. Confía en nosotros. Sé que ya eres una adulta, pero...

Lágrimas brotaron de mis ojos. Con ella no era adulta, sino que volvía a ser una niña asustada por el mundo. No obstante, lo que hice iba en contra de lo que ellos me inculcaron, por lo que claro que los decepcionaría.

Mi mamá abandonó la silla para ocupar un espacio junto a mí. Me rodeó con sus brazos y atrajo mi cabeza a su pecho. Acarició mi cabello con una mano y mi espalda con la otra.

—Si ya no eres feliz, déjalo. Sea lo que sea y por los motivos que tengas.

Lloré en sus brazos como hacía años no lo hacía. No paró de consolarme y de asegurarme que todo estaría bien. Me recordó lo capaz, inteligente y fuerte que era, así como que la angustia era amiga del miedo y no debía permitir que me paralizara.

—Las cosas están peor con Roberto, mamá. Ya no les quiero mentir —confesé cuando logré calmarme un poco—. No sé si habrá boda. Perdón por hacerles perder el tiempo y por no cumplir con sus expectativas.

Me apartó para poder mirarme a los ojos y secar el resto de mis lágrimas.

—No pienses en nosotros, piensa en ti. Nosotros ya construimos nuestra vida y tratamos de darte las herramientas para que hagas lo mismo. Perdónanos a nosotros si fuimos demasiado exigentes.

Negué.

—Lo hicieron bien.

Depositó un beso en mi frente.

—Y sé que tú lo harás mejor. Nunca olvides que cuentas con nosotros para lo que sea.

—Gracias, mamá.

Me dio un apretón más antes de ponerse de pie con ayuda de la silla.

—¿Te espero abajo para comer galletas y ver una película?

—Sí. Voy al baño y bajo.

Cuando salió de la habitación, decidí recostarme unos minutos más. Me sentía más ligera y veía todo con mayor claridad. Tener la certeza de que mis padres aceptarían de buena manera cualquier decisión que tomara, me alivió. Mi preocupación había sido producto de suposiciones absurdas. Ellos deseaban lo mejor para mí y si eso significaba terminar con Roberto para tener paz, no me lo reprocharían.

Con eso iluminando mi mente, agarré de nuevo el celular. Iba a curiosear si Christian había dicho algo más.

Respecto a él, no existían motivos para contarle a mis padres sobre nuestra cercanía. No era el momento de pensar en rehacer mi vida con otra persona, sino en conversar con Roberto cuando regresara. Dejar a Christian fuera de la ecuación, haría que todo fluyera con mayor facilidad y menos incomodidad.

No había un mensaje nuevo. Sin embargo, captó mi atención la cantidad de notificaciones recientes. Al revisar, descubrí que se trataban de puras reacciones de Juan a mis publicaciones. Apreté los dientes, llenándome de rabia al volver a visualizar la escena y cómo se atrevió a besarme.

No me importaba lo que tuviera que hacer, el lunes buscaría la forma de reunir pruebas y presentar una queja en recursos humanos. No lo dejaría pasar. A pesar de lo decaía que podía estar por la situación con Roberto, la motivación de que Juan recibiera un castigo por haberse propasado conmigo, para así además evitar que lo hiciera con alguien más, me daría tener un objetivo para volverme a levantar.

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