20

Dorian:

El barco desaparece de nuestro alcance, pero Charlize sigue con la mirada en el lugar, la misma mirada que tiene desde que el barco de la marina se detuvo frente al Mastín.

—¡Dorian!—Megan nos interrumpe y me hace una señal a la cabina.

La mirada de Charlize ha seguido la mía y le tomo del mentón obligándola a mirarme.

—Ya no están.

—¿Qué es lo que está pasando, Dorian? —Ella traga saliva y no acaba una pregunta cuando hace otra pasando la mirada por mi cuerpo. —¿Estas bien? Tardaron mucho en la cabina y...

—Mejor que nunca. —Contesto y le cojo del rostro, sus manos se ubican sobre las mías.

Siento la mirada de mi hermana, quien insiste en que me apresure antes de meterse en la cabina.

Mis brazos sostienen a mi mujer y mi boca se presiona contra su frente. Vuelve a abrazarme más tranquila que antes.

—Ya regreso.

La dejo y voy directo a la cabina, cruzo la puerta y sostengo sobre el aire el pañuelo para limpiar que Megan me arroja.

Ella señala mi cuello. —Límpiate aquí. Tienes pintura, hermanito.

Junto las cejas y paso el pañuelo sobre la curvatura de mi cuello, observando cómo se mancha con pintura.

—Supongo que eso fue conveniente para las circunstancias.

—Lo menos que deseo pensar ahora es en el comodoro, Megan.

Mi hermana suspira. —Estamos cerca.

Guardo silencio y ocupo la silla.

—Un poco más y...

—No han cruzado nuestros límites, deja de preocuparte.

—Estoy preocupada de que ella este aquí. —Señala la puerta y al ver mi molestia se detiene. —Decidiste confiar en ella, pero que hay de los demás.

—Soy tu capitán, Megan. No lo vayas a olvidar.

—Mi capitán esta cegado de amor por una noble que no ve los peligros.

Arqueo una ceja, ella niega y sonríe. Megan se dirige a la puerta y antes de salir se vuelve hacia mí.

—Le he dado el beneficio de la duda, pero no me pidas que confié ciegamente porque tú lo haces. —Finaliza. —Al menos alguien aquí debe mantenerse cuerdo y no dejarse llevar por dulce y angelical que aparenta ser una noble, Dorian.

—No es una noble, es mi mujer.

—Definitivamente el amor te ha cegado.—Concluye antes de irse.



Charlize:

Los chicos se llevan la tina de baño vacío luego de sacar el agua de esta mientras Jocelin se acerca a mí.

—¿Desea que le cepille el cabello, lady Charlize?

—S-

Estoy por contestar cuando veo a Dorian en la puerta, lleva el cabello mojado y ropa limpia, un camisón abierto y pantalones oscuros, es raro no verlo con la larga capa cubriendo y que ahora mismo la tiene sobre la mano, pero aun así...

Su atractivo sigue sonrojándome.

Jocelin carraspeo. —Creo que me retirare.

Ella me sonríe guiñando un ojo y desaparece por la puerta, me muerdo los labios y Dorian ingresa a la habitación, deja la capa sobre la silla y me acompaña en la cama.

—Tomaste un baño. —Le digo pasando las manos por su cabello mojado. Bajo las manos. —Ya iba a subir a acompañarte.

—Hoy te voy a acompañar a ti. —Responde. —Va a ser una noche difícil, no querrás estar arriba.

—¿Ya no más viajes pacíficos?

—No en esta ruta.

Eso me pone un poco nerviosa.

—¿Estas bien?

Asiento, no quiero preocuparlo.

—Ya que estas aquí puedes ayudarme con esto. —Le pido entregándole mi cepillo y pienso que tal vez no debí hacerlo.

Dios, en que pensa...

Pero Dorian toma el cepillo de mis manos dejándome sorprendida.

Me sonrojo y le doy la espalda, el cepillo recorre mi cabello, mientras yo me siento la esposa más afortunada.



(***)



Me despierto de golpe con el ruido del cielo, el que da la impresión de estar enojado.

—Tranquila, estoy contigo.

Dorian sigue en la habitación, no sé en qué momento me dormí, pero tengo su brazo debajo de mi cuerpo y me hace sentir segura.

—Vuelve a dormir.

El barco también ha empezado a moverse mucho y el tira de mi acostándome en su torso nuevamente, las cosas se mueven por el balance del barco y trato de no pensar en ello, tenía razón, sería una noche difícil y él lo sabía, sabía que yo...

—Sabias que iba a necesitarte. —Digo en voz alta.

—Eres mi mujer ¿Por qué no iba a saberlo?

Me inclino hacia él y me toma el rostro.

—Estas a salvo conmigo.

—Lo se.

Trago saliva.

—¿Todas las noches estarás aquí?

—No lo dudes, Charlize.



(***)



La mañana siguiente salgo a la cubierta y hay un sol enorme, el cual me termina dando directo en la cara, al subir los últimos escalones me cubro el rostro y al primero que veo es a Jim mientras toca el violín, el cual me despertó y el deja de hacerlo cuando me ve.

—Capitana ¿Buena noche?—Pregunta bajando el violín.

—Soportable.—Apenas sonrio.

Veo a Cole y Uriel salir de la cocina, el primero con una taza en mano.

—Increíble que haya un sol. —Pronuncia Cole y Uriel se cubre el rostro con la palma.

—¿Buena noche? —Pregunta esta vez Uriel con una sonrisa.

—Dijo soportable. —Responde Jim por mi e intenta tocar de nuevo.

—Seguramente tú la despertaste. —Se queja Cole y sí. —Deja eso, es temprano. —Se inclina hacia atrás. —La hamaca no deja de darme dolores de espaldas, especialmente en noches así.

—Y a partir de aquí serán todas las noches iguales hasta que lleguemos.

Uriel me mira.

—Al siguiente puerto.

Arqueo una ceja. —¿Hay algo que no me están diciendo?

—No, claro que no —Contesta rápido y se marcha.—Sus dudas pregúntelo al capitán, capitana.

Cole encoge los hombros luego de rodar los ojos y me señala la cocina. —Cierto, tu amiga no está bien. —Rie . —Ha estado vomitando toda la mañana.

Cielo, Jocelin.

Me dirijo a la cocina y la veo sentada con una taza con hiervas, la que antes ya le ha preparado Demi para los mareos.

—Buenos días, capitana. —Me saluda Demi.

—Buenos días. —Contesto con una sonrisa.

—Dicen que las noches van a empeorar. —Jocelin se lamenta con la cabeza acostada sobre la mesa. —El barco no dejaba se balancearse anoche.

—Y eso que aún no nos ha atrapado una tormenta. —Comenta Demi, la cara de Jocelin es de terror. —Prepárate para ello, te acostumbraras con el tiempo.

—Dios no. ¿Cuánto más? —Se queja mi doncella.

Sonrio y me vuelvo hacia Demi, quien ya se giró a servir el desayuno para mí, rodeo la mesa y me acerco a ella.

—Demi.. —La llamo.

—Dígame, capitana.

—Me preguntaba si sabes cuándo llegaremos a nuestro destino.

—¿El capitán no se lo ha dicho?

—Aquí parece que nadie desea hablar de eso.

Ella me mira en silencio y vuelve a lo suyo, me entrega una taza que recibo y escucho a mi doncella lamentándose de nuevo.

—¡¿Cuánto falta, Dios?!

Eso quiero saber yo y porque parecemos ser las únicas que no saben a dónde nos dirigimos.



Nos leemos.

>>Yiemir.

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