Capítuo 10: Marcas y deudas.

Serra.

Lo que antes lograba derretir mi cuerpo, ahora me aterra. Las sensaciones de hormigueo y felicidad se fueron junto con la imagen del hombre al que creía conocer. Él no es lo que pensaba, ya que ha transgredido los límites entre nosotros. Sigue moviendo sus labios sobre los míos y mientras más intento apartarlo más fuerza aplica sobre mi mentón. Me tiene acorralada, la presión contra la madera lastima mi espalda y el desespero hace que quiera llorar. Cierro mis ojos cuando sus labios se mueven a mi cuello, el agarre me obliga a levantar la barbilla y el paso de su lengua hace un camino engorroso sobre mi piel.
Percibo unos pasos sólidos y de un momento a otro quedo libre. Abro mis ojos con rapidez y la imagen que tengo en frente me deja estática. Angelo retuerce el brazo de Carlo mientras lo aparta de mí. La maniobra se ve simple, pero lo obliga a arrodillarse con una mueca de sufrimiento.

-¿Quién te has creído para tratarla así, pedazo de mierda? -enerva ejerciendo más fuerza.

Carlo brama del dolor, tiene la cara roja y le suplica que lo suelte, sin embargo, Angelo no escucha. Le echa la cabeza hacia atrás dándole un tirón en los rizos. Está endemoniado, su mirada es turbia y la sonrisa ladeada ante los alaridos del otro me hace pensar que lo disfruta.

-¿Qué es lo que dices, maldito fantoche? -vuelve a preguntar, y el tono que utiliza hace que mi piel se erice- ¿Qué te rompa el brazo por cabrón?

No reconozco al hombre que tengo enfrente, su expresión me asusta aún más, y temo que lo que le promete a Carlo sea cierto.

-¡Basta! -pido, pero no se mueve-, Angelo, por favor, fue un malentendido -me mira directo a los ojos por unos segundos-, por favor -sigo suplicando y algo en su semblante cambia.

-Si la vuelves a tocar juro que no te salvas, marica -amenaza antes de soltarlo.

Estoy temblando, noto su rabia y ver a Carlo sobando su brazo remueve mi lástima. Se acerca y me escrutinia con la mirada. Mantiene las facciones tensas con la respiración pesada. Suspira como si quisiera despojarse de la rigidez en su cuerpo. Mis lágrimas no han parado de caer, estoy estupefacta y la vergüenza de toda esta situación me golpea el doble.

-Vamos, Serra -dice Angelo recogiendo su agenda y los panfletos del suelo. No me muevo y miro a Carlo que aún no se levanta- ¡Es una orden!

Le sigo después de escuchar su tono imponente. Rodea el estudio por la parte trasera, se dirige a mi casa. Intento limpiarme el rostro manchado por el llanto, si mis abuelos están allí no quiero que noten que algo anda mal. Entra por la puerta de la cocina y deja caer lo que carga sobre una mesilla. Mira su alrededor por varios segundos antes de abrir uno de los estantes y tomar un vaso. Intento recomponerme, pero aún estoy en shock. Soy un revoltijo de emociones contrariadas y mi corazón no ha dejado golpear sin piedad contra mi pecho.

-Lo siento -es lo único que logro articular cuando me extiende el agua.

No dice nada, comienza a caminar de un lado al otro pasando las manos por su cabello. Doy varios sorbos e inhalo con lentitud, sintiendo que voy recobrando estabilidad. Todo sucedió tan rápido que aún me pregunto cómo una simple charla se pudo salir de control. Entonces percibo el dolor en mi antebrazo, me fijo en él encontrando el moratón que se está haciendo visible.

-Dejará marca -sopesa Angelo poniéndose frente a mí.

-No es tan grave -intento aplacar la situación, pero mi comentario lo enfurece más-. Disculpa, no sé qué pasó, él no es así, yo...

-¡Deja de justificar a ese malnacido, Serra! -interrumpe-. No merece que lo apañes de esa forma, será tu novio, tu prometido o lo que sea, pero no tiene por qué tratarte así ¿Te ha tocado antes? ¿Permites que te maltrate? -exaspera frunciendo los labios.

-No, él nunca lo había hecho antes, además, no somos nada... Nunca lo fuimos y después de esto menos.

Clavo mis ojos en el piso, el bochorno se aviva después de lo que acabo de confesarle. No quiero saber lo que está pensando de mí. Él levanta mi mentón con delicadeza logrando que le sostenga su mirada.

-Hay muchas formas de dejar de ser un hombre y maltratar a una mujer es una de ellas. No me gustaría que te denigres en las manos de alguien que no te trata como mereces -alega con suavidad-. Darse a valer es una gran tarea, Serra, que se aprende dando tropezones. Lo importante es no volver a caer con las mismas piedras.

Quedo muda ante la veracidad de sus palabras, las siento como si de algún modo yo le importara más allá de nuestro vínculo laboral. Él no me suelta, se fija en la parte baja de mi rostro y al instante siento sus dedos recorrer el borde de mi mandíbula. Lo hace con delicadeza, pero me cuesta disimular la incomodidad que me ocasiona su toque en la piel dañada.

-Ahí también dejará marca -dice antes de alejarse a distancia prudente.

En mi mente se pasean mil disculpas, pero no logro emitirlas, ya que temo que se enoje. La vergüenza no se disipa y el silencio que hay entre ambos es tortuoso.

-¿Cómo te diste cuenta de lo que ocurría? -murmuro.

-Los vi desde mi ventana, pensé que era una simple discusión de enamorados hasta que se puso violento.

-¿Me estabas espiando? -increpo sin pensar y él se pone más serio.

-No, donde creías estar oculta es parte del paisaje que me gusta contemplar.

-Lo sé, lo haces todas las mañanas... Gracias, Angelo, si no hubieras llegado no quiero imaginar lo que podría haber pasado -él asiente y yo siento que le debo demasiado-. Lamento lo de la reunión por mi culpa se retrasó.

-Nada que no se pueda solucionar -mira su reloj-, te espero dentro de una hora en mi despacho.

-De acuerdo, señor -da unos pasos hacia la puerta, pero vuelve a girar.

-Y ten más cuidado para la próxima.

Me deja sola y logro respirar, los ojos se vuelven a llenar de lágrimas que reprimo. Mi cabeza es un lío que se niega a creer que lo que tenía con Carlo se fue a la mierda y que haya querido forzarme. Últimamente las cosas se rompen en mis propias manos. La vida me da situaciones que no sé como manejar y me hacen sentir como una inútil. Voy a mi habitación, tomo un baño rápido y me coloco un suéter de para cubrir la marca en mi brazo. Maquillo un poco mi rostro, logro disimular las secuelas que me maltratan la piel y voy a la mansión.

No puedo negar que aún tengo la mente perdida en los últimos acontecimientos, pero he de hacer un esfuerzo, se lo debo a Angelo. Toco la puerta del despacho y su voz me permite la entrada. Respiro profundo antes de avanzar, yergo mi espalda e intento verme tranquila. Todos se concentran en mí y el lugar se me hace más pequeño. No contaba con la presencia de Bianca, que me repara con recelo. Su porte y vestimenta impecable me hace sentir fuera de lugar, o mejor dicho, como lo que soy, una simple criada. Luca me señala el puesto junto a él y frente a su hermano. Tomo asiento ante la atenta mirada de todos.

-Bien, ya podemos comenzar -estipula Angelo-. Lo que haremos hoy será dejar claro el inicio de los planes de producción.

-¿Planes? -inquiere Luca.

-Sí, he revisado los montos a invertir, además de las posibles toneladas que nos dé la cosecha de la Corvina Nera y será suficiente para realizar dos tipos de vino -el lugar queda en silencio, todos lo miramos asombrados.

En mi vida he escuchado tal barbaridad, este hombre nos quiere matar a todos. Su avaricia es tan grande que no mide lo que puede causar llevar dos procesos de vinificación en la misma bodega. O tal vez sí lo hace, solo que no le importa los que se van a dejar la vida en el intento.

-Es arriesgado, lo sé, pero es la única forma -continúa-. Tomaremos un sesenta porciento de la cepa autóctona junto a otras especias para crear un Tinto Joven, pasará por barrica cuatro meses y reposará en botella seis. Utilizaremos los mismos métodos novedosos que nuestra familia ha ido desarrollando. Este vino nos devolverá el reconocimiento en el mercado.

-Perfecto, entiendo esa parte, es para recuperar nuestro lugar, pero por qué hacer otro vino -pregunta Bianca.

-Porque ese segundo es el que nos llevará a la cima del mundo -explica Angelo-. No es nada que no se haya hecho antes, seguiremos el mismo método que utilizaron nuestros antepasados para crear el Tinto de Reserva que nos inmortalizó en toda Italia.

-No puedo creer que pienses desperdiciar el cuarenta porcientos de la cepa, pudiendo aumentar la producción del joven -se queja su hermano.

-Por estar pensando en cantidad y no en calidad es que estamos hundidos en esta mierda, Luca ¿Piensas volver a cometer los mismos errores que tu abuelo y los que dirigían el viñedo antes que él? -endurece la mirada que le dedica-. Tenemos que respetar las tradiciones, el amor y la pasión con la que tratamos el producto. Hacer vino, es hacer arte, y del buen arte no se puede esperar otra ganancia que el regocijo de crear algo único para el mundo.

Lo que dice deja al menor de los Carosi sin palabras; efecto del que soy víctima hace unos minutos, ya que la forma en la que gesticula y el tono con el que emite sus mandatos no me permite dejar de mirarlo. Es tan fuerte, imponente y vehemente con su profesión que me hace pensar que es descendiente de titanes y no de dioses.

La idea es descabellada, pero no imposible. El proceso nos exigirá el doble del trabajo y sacrificio. Un riesgo a tomar por alcanzar un resultado que surtiría a los Carosi de la supremacía que tanto añoran. Recuerdo las historias de mi abuelo, donde solía afirmar que el primer vino producido por ellos se podía comparar con el mismo néctar y ambrosía que degustaban los dioses. Era un talento innato, el de macerar y vinificar, tanto que muchas deidades se disfrazaban de simples mortales para probar las creaciones de los Carosi.

-Entiendo -dice Luca al fin no muy convencido-. Entonces, comenzaremos el proceso de vendimia la próxima semana.

-Sí, Serra y yo hemos recorrido hoy las parras y las uvas están en su punto -comenta Angelo y logra que me gane una mala mirada de su esposa-. Toda la cosecha se hará a mano, las cantidades de uvas irán a bodegas diferentes.

-De acuerdo, mostraré los nuevos planes al señor Vitale para tener todos los preparativos listos.

-Lo otro que quería plantear es que después de la vendimia realizaremos una fiesta en la villa -estipula Angelo y no puedo evitar mi cara de incomprensión-. Subastaremos lo que quedó del Espumoso Blanco en la bodega incendiada. Luca, tú y Bianca se encargarán de los preparativos. La única exigencia que tengo es que como espectáculo principal se realice el estrujado de ese cuarenta porciento de las uvas, para el Tinto de Reserva, a la antigua.

-¿A la antigua? -inquiere Bianca- ¿Cómo sería eso?

-Pisando las uvas con los pies -respondo y todas posan su atención en mí-. Se toman enormes barricas de madera donde se introducen las bayas, allí se aplastan para separar el mosto, se considera un proceso más natural, aunque se corre el riesgo de moler de más el producto.

Angelo no pierde detalle de lo que digo, la comisura de sus labios se alza; si lo conociera me atrevería a decir que eso que noto en él es satisfacción.

-Es un proceso que realizaban las mujeres, danzaban sobre los frutos con delicadeza dándole el toque justo al hollejo para liberar el mosto -dice sosteniendo mi mirada-. Confío en que conseguirás las candidatas necesarias para ello, Bianca.

-Claro que lo haré, mi amor -responde ella acariciando su mano-. Estoy aquí para complacerte.

El cometario me hace bajar la cabeza, temo que noten que de alguna forma sus palabras me molestan. No entiendo por qué, pero Bianca en todo su esplendor lo hace.

-Bien, dicho esto, ustedes dos pueden marcharse -habla y mantengo la esperanza de que le quede algún tema por tratar conmigo. Pero no es así, se refiere a Luca.

Su esposa se levanta y yo lo hago con ella. Le doy una última mirada, quisiera volver a agradecerle, ya que siento que por más se lo diga nunca va a ser suficiente. Salgo del lugar y a unos pasos está ella esperándome.

-¿Ahora te maquillas para ir al trabajo? -increpa-. No lo intentes más, mi esposo nunca se fijaría en una niñata tan simple como tú.

-No sé de qué está hablando -respondo y sigo avanzando.

-Claro, eso dicen todas las moscas muertas -ruedo los ojos e intento ignorar sus ataques-. Te lo voy a advertir una vez, no te metas con lo mío o te va a pesar.

Me pasa por el lado chocando mi hombro. Por un instante me pregunto qué ve ella entre nosotros para ponerse de tal forma. No le refuté porque no tengo nada que decir ante sus estupideces. Entre ese Carosi y yo no existe más que un vínculo laboral forzado; y ahora, una deuda.

N/A: Gracias por leer, ¿Qué les pareció el capítulo? ❤❤❤

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top