Capítulo 6: Etrategia y tradición.

Angelo.

Dicen que a cada deidad le envían su tentación a la tierra para hacerle estragos en la mente y alejarlos de su misión divina, que la responsabilidad cae en no sucumbir ante estas. En no dejarse arrastrar a las mieles que te pueden atar con las cadenas de la deshonra. Las distracciones son algo que nunca me he permitido, ya que un paso en falso puede echar todo a perder y costarme millones o la vida. No tomo decisiones a la ligera, analizo todo, veo las ventajas y carencias en lo que me interesa y cómo lo puedo aplicar a mi beneficio. Tampoco suelo equivocarme, y eso es lo que me repito una y otra vez después de ver el desastre que hizo Serra en la reunión.

Camino a paso firme, ella viene detrás. Sé que trae la cabeza gacha, pude sentir su decepción al darle la noticia. No deja de sorprenderme, tiene reacciones que me cuesta anticipar, pensé que se negaría o que haría algo típico de esa esencia salvaje que destila, pero no, prefirió quedar en el limbo y embarrarnos de vino llamando la atención de todos. Un puto desastre, que no tardé en disimular arrastrándola conmigo. Necesito dejar claras las cosas con ella o esto no va a funcionar, y no voy a permitir que se vaya a la mierda todo por la inmadurez de una chiquilla. Entramos a mi habitación, paso las manos por mi rostro y me giro a verla. Está concentrada en el movimiento de las cortinas que dan al balcón, tiene las mejillas rojas y las manchas del tinto rojizo le adornan las esbeltas piernas. Me cruzo de brazos esperando que diga algo, y no sé por qué me molesta tanto esta actitud callada cuando es un avance que debería celebrar.

-Si estás en contra de lo que estipulé, dilo -le exijo, ella aprieta los labios.

-Lo siento -musita-, solo me agarró de sorpresa, sé que no le agrado y me resulta irónico que me quiera de secretaria -pasa las manos por el mandil delatando su ansiedad.

-Nuestras diferencias no tienen nada que ver con el trabajo -digo con tono hosco-, no te estoy pidiendo que seas mi mejor amiga, sino que me sirvas para todo lo que se te ordene -se digna a verme y noto su furia en los iris marrones.

-¡Ya le dije que no soy esclava de nadie! -espeta y alza el rostro con determinación.

-Es un trabajo, Serra, no estamos en el siglo XV -la encaro y me le acerco-. He revisado tus calificaciones y currículum, el trabajo que haces en el viñedo junto al señor Giorgio y sé que estás ampliamente preparada. Me vas a ser útil y no te quiero fregando suelos cuando puedes contribuir en lo que de verdad importa.

-Lo que le importa a los Carosi, dirás -su tono es un reproche que desafía a cada célula de mi cuerpo a querer domarla.

-Bien, si lo quieres ver desde esa perspectiva te tendré que exponer un aspecto de tu interés -no quería llegar a este punto, pero es la realidad y ella tiene que dejar ese grado de inmadurez tan irritante-. El hecho de que el señor Giorgio siga en el cargo va a depender de ti -ella me mira con asombro-, así que acepta lo que te propongo.

-¡Ah, porque también me estás chantajeando! -exclama envenenada y agotando mi paciencia- ¿Qué te sucede? ¿Cuál es el interés en tenerme lamiendo tus botas? ¿Acaso te gusto, estás obsesionado o algo así?

Escupe todo tan rápido que no le da tiempo a asimilar las sandeces que suelta. Respiro hondo y los dedos me cosquillean por tomarla de la barbilla y hacer que entienda que esto no es un jodido juego.

-Escucha -me le acerco sin romper el contacto visual-, no sé qué fantasías extrañas pasen por esa mente hormonal tuya, pero puedes ir descartando desde este momento la estúpida idea de que algo pueda causarme atracción en ti. Soy un hombre de treinta y cuatro años, casado y además tu patrón -vuelve a ruborizarse, intenta protestar, pero le pongo mi dedo índice sobre su boca para que no se atreva decir palabra-. Y no te chantajeo, tienes que ser consciente que tu abuelo no puede con la cantidad de trabajo que tiene y que tú como Vitale puedes compensar sus carencias siendo mi asistente. No es capricho, es estrategia y tradición. Nuestros apellidos siempre han estado juntos y no me voy a permitir perder, Serra -hablo con impotencia, acerco más mi rostro al de ella. Siento el calor que desprenden sus labios sobre mi piel- ¡Saca esas ideas absurdas de tu mente y hazle honor a lo que te corre por las venas!

Ella se echa hacia atrás, juro que puedo escuchar el pálpito que le recorre el pecho. Está agitada, tal vez me he pasado un poco, pero no la quiero viviendo ideas erróneas. Aunque haya aspectos en los que nos esté mintiendo a ambos. Traga en seco como si apartara un cúmulo de comentarios que no se atreve a emitir. El silencio es tortuoso, me distrae de los aspectos esenciales que van más allá de sostenerle la mirada.

-Entiendo -habla finalmente-, y disculpa, no quería especular nada, ni ofenderte -asiento y noto su vergüenza-. Conozco muy bien mi lugar, y por mi abuelo haré lo que sea, se lo debo.

-Bien -contesto después de unos segundos metiendo mis manos en los bolsillos-, era lo que tenías que haber dicho desde un principio. No había necesidad de llegar a esto -asiente con una mueca y algo me dice que le está costando callar-. El trabajo lo comienzas a partir de hoy, responderás directamente a mis órdenes. No importa la hora o el momento que sea, cuando te necesite vienes.

-Le recuerdo que también estudio -recalca y me molesta que piense que soy hombre de dejar cabos sueltos.

-Estás de vacaciones y no comienzas en un mes. Irás a clase y las pasantías las harás conmigo, eso te enriquecerá el expediente. De lo demás me encargo yo.-De acuerdo -dice sin ganas-, ¿algo más?

-Sí, hay mucho por hacer. Tienes que ponerte al día con la nueva estrategia de producción -me encamino al escritorio y saco la copia de los papeles-. Ten, repásalos, descansa un poco, y te veo después de la cena para orientarte en todo.

-¿Esta noche? -pregunta como si mis órdenes no le fueran precisas.

-¿Acaso no quedó claro? ¿O tienes algo más importante qué hacer? -inquiero y ella niega apartando la trenza un poco desecha de su hombro-. Puedes marcharte, y sé puntual, Serra.

Lo hace dejando su suave aroma a cerezas enredado en mi habitación. Todo marcha bien por ahora, y es lo que necesito, dar pasos firmes en el comienzo para cuando esté en la cima nada se derrumbe. Sé que trabajar con ella va a ser todo un reto, pues no puedo olvidar el primer momento en que la vi. Siento que desprende sensualidad en todo lo que hace, es una esencia atrayente; portando los rasgos exóticos de un apellido cuya descendencia solo habían sido de varones. Sin embargo sé como manejar la situación, y a ella, con un vínculo que no roce más allá de lo laboral. Camino hacia mi despacho cuando veo a Giuliana. Corre hacia mí con esa energía que siempre le ha caracterizado.

-¡Papá! Te estaba buscando -grita agitando un sombrero de paja como si no la estuviera viendo-, ¿tienes algo importante que hacer ahora?

-Siempre hay trabajo que hacer, hija -rueda los ojos y toma mi brazo.

-¿Me enseñarías a cabalgar? -pregunta emocionada-. He pensado lo que me ha dicho una chica del servicio y decidí que debo integrarme.

-Muy buena idea la de esa chica -digo con sarcasmo y ella sonríe.

-Sí lo es, estoy harta de estar encerrada -tira de mí cambiando el rumbo y sé que no podré negarme.

Ella es así, una bomba de energía caprichosa, a veces me culpo por no haber estado presente en su crianza como hubiese querido. A pesar de ser duro con ella sé que me tolera más que a Bianca. La relación entre ambas es complicada y yo suelo ser su vía de escape. Está atardeciendo y la brisa es cálida. Giuliana mira todo a su alrededor y respira como si este aire con matices frutales fuera lo más puro de la vida. Lo veo en ella, esa atracción innata hacia esta tierra, el brillo en sus ojos delata a lo que está destinada a pesar de no quererlo. Entramos a las caballerizas, un chico se ve a lo lejos acomodando las pilas de heno. Nota nuestra presencia y se nos va acercando, lo reconozco y mi semblante se torna serio.

-¿Desea algo, señor Carosi? -dice removiendo los rizos negros que se pegan a su frente.

-Sí -responde Giuliana al instante sin dejar de repararlo-. Me gustaría montar a caballo -ella le sonríe.

-Es muy buena hora para recorrer la villa -contesta él-. ¿Qué animal desea que ensille?

-Uno que no la vaya a tirar -respondo y a ella se le pone la cara roja-. No sabe cabalgar -él asiente.

-Tenemos una yegua muy mansa -camina hasta uno de los corrales-. Esta es Fiore, es pasiva y muy dócil, ideal para aprender -acaricia el pelaje blanco del animal y ella se le une.

-Es hermosa -le dice- ¿Cómo te llamas?

-Carlo Vece, señorita Carosi.

-Ah, pero no me llames así, dime Giuliana -comenta y él sonríe.

Puedo notar el rubor en las mejillas de mi hija. Comienza a sacarle conversación y él le sigue airoso. Me cruzo de brazos al notar las miradas que le da a este fantoche. ¿Es que estoy rodeado de niñas hormonales? Todavía ella tiene edad para este tipo de cosas, pero Serra, no sé qué le ve como para exponerse de tal manera con alguien tan corriente como Carlo. Por más que lo detallo hay algo en él que no me termina de convencer. Lo que tenga con la salvaje no me importa, está claro que hace con su vida lo que le venga en ganas, pero Giuliana es otra historia. La conozco, está más ilusionada por mirarle el pecho a camisa abierta del chico que por el animal de aspecto noble.

-Si vamos a hacer esto que sea ahora, pronto oscurecerá y tengo bastante trabajo -le digo con tono hosco.

-Está bien papá, ya convencí a Carlo para que me dé unas lecciones -contesta y no sé cómo se las arregló para hacerlo tan rápido-. Así que te puedes ir a trabajar tranquilo -sé que intenta deshacerse de mí.

-La jornada del chico está por terminar -le propino una mirada fuerte de esas en las que sabe que no puede refutar-. Además no fue en eso lo que quedamos -ella mira hacia un lado y puedo ver la mueca por no alcanzar el capricho.

-Por mí no hay problema, señor Angelo, esta noche me quedo a hacer guardia así que tengo tiempo.

-Ves, papá, no hay ningún problema -me dice emocionada-. Además, él tiene más experiencia que tú -el comentario por alguna razón me molesta, pero la mirada de ella es tan insistente que termino cediendo-. ¡Gracias, ya verás que seré la mejor jinete de este lugar!

Se aleja dando saltitos a donde están las sillas de montar. Me acerco a Carlo y le hablo en tono bajo.

-Si le sucede algo, aunque sea un rasguño puedes darte por muerto.

-Tranquilo, señor, si logré enseñarle a Serra, su hija no será ningún problema -se lo toma a broma, nombrando a quien me hace endurecer más las facciones. Él ve que no hay rastro de gracia en mi semblante y endereza el torso-. Prometo cuidarla tanto como a mi prometida, señor -le sostengo la mirada y él flaquea.

-Más te vale.

Ella lo llama y se va dejándome con la duda que me brindaron sus palabras. Los observo por unos minutos antes de marcharme. Camino hacia la mansión con las manos dentro de los bolsillos del pantalón. La misma pregunta ronda mi mente una y otra vez, alzando especulaciones que espero estén lejos de ser ciertas.

N/A: Gracias por leer, bellas, no olviden recomendar y seguir mi página de face: W.S. Alonso Escritos, así como mi perfil ❤❤❤

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