Capítulo 38: Libertad.

Serra.

Si hubiera un color para definir mi vida en estos momentos no sería el otro que el gris en todos sus tonos. Es irónico, estoy rodeada de un paisaje que cualquier persona catalogaría como maravilloso. Cielo despejado, brisa que trae el olor de tierra agradecida vistiendo su nuevo manto verde. Los rayos del sol son una caricia sobre mi piel. Todo irradia vitalidad, mientras yo me siento marchitar. Cuerpo y mente los tengo atorados a este estilo de vida forzada que cada minuto se hace más difícil mantener.

Hace cinco días no lo veo, desde nuestra última discusión en bodegas desapareció de la villa. No es que quiera tener esos iris verdes clavados en mí, o que sus palabras me duelan cada vez que deje claro que solo soy una sirvienta para él. Simplemente, me preocupa, aunque cueste admitirlo, mi piel se eriza al pensar que le pudo ocurrir algo.

Fui yo quien decidió parar esa farsa que no iba a llegar más allá de su cama. Fui yo quien se obligó a creer que esto que arde en el pecho se supera fácil. No podía estar más equivocada. Mi corazón culpa a la razón, y a su vez esta me agradece por alejarlo junto a su mundo lleno muerte. Yo lo culpo a él, por esos labios hábiles que se carga, por ese aroma que envuelve y se queda pegado en mi nariz, por esa endemoniada forma de saborearme como si fuera el mejor vino que ha probado.

—¿Qué piensas, hija? —la voz preocupada me sobresalta—. Llevo tiempo a tu lado, ni siquiera has notado mi presencia.

—Lo siento, abuelo. Estaba mirando el paisaje.

—La belleza de estas tierras es algo difícil de ignorar, pero te conozco. Sé que no es eso lo que te atormenta, Serra.

La afirmación se escurre en el aire. Intento decirle que está equivocado, pero la vergüenza no admite mentiras a la persona que más amo en el mundo. Tiene ese resplandor en los ojos que me recuerda a los de mi padre; cuando buscaba en mí la confesión de que había manchado de pintura sus papeles de trabajo, por ello, reacciono como solía hacerlo. Le beso la sien, paso la mano por sus cabellos y hago un puchero que le deja claro la verdad, y a la vez, que no es nada.

—¿Qué traes allí?

Señalo la bolsa negra que carga con tanta delicadeza, en un intento de que olvide el tema

—Es una postura de La Corvina, la llevo al invernadero para probar un nuevo fertilizante en el que he estado trabajando ¡Este año quiero que la vid vista con las uvas más grandes y jugosas que estos ojos hayan visto!

—Te acompaño, mi trabajo aquí ha terminado.

—Será un honor, cariño.

Paso la tarde junto a él. Giorgio Vitale es como medicina que cura el alma. Aligera el peso en mi pecho con sus charlas, y me hace adorarlo más con cada sonrisa y gesto compresivo que me brinda como si muy en el fondo supiera que hay algún pedazo roto en mí, necesitado de las arrugas de sus manos para que realice reparaciones. Aunque su ungüento se esparce, hay rincones de mi ser donde par de ojos verdes imperan, y allí la sensación de bienestar no es efectiva.

Cuesta sacarlo de mi mente. Creer que su respiración nunca torturó mi piel sería otra falacia que mi nivel de raciocinio se obliga a olvidar. Las horas transcurren, sigo atorada en el mismo espacio donde cada acción que ejecuto mantiene la inconsciencia bordada por la esperanza de verlo.

No dudo en ir a la mansión después de cenar, no podré dormir en paz sin saber dónde está Angelo. Encuentro a Marie secando la vajilla con una rapidez innata y gesto compungido. Su mirada está clavada en el periódico que tiene al lado. Un escalofrío recorre mi cuerpo, sé que le gusta leer sobre tragedias y muertes.

—¿Alguna noticia turbia y extravagante?

Intento sonreír, pero el resultado es una mueca nerviosa. Ella alza sus ojos, noto en ellos una cautela extrema antes contestar.

—En realidad, hoy solo me he interesado por la sección de empleos.

—¿Empleos? ¿Piensas dejar la villa?

Coloca el plato que lustra a un lado. Se alisa el delantal suspirando; ese tipo de gesto que se hace para tomar valor. Lo veo en su semblante, demasiado serio, como si le hubieran quitado esa alegría que la caracteriza.

—Sí.

—¿Sucedió algo? ¿Tuviste más problemas con la abuela? Podría hablar con Angelo al respecto, sabes que ella los considera dioses, tal vez él pueda…

—¡No! —interrumpe osca—. No quiero que le menciones a ese hombre mi nombre para nada.

—¿Pero qué dices, Marie?

Nuestras miradas chocan. Siento su miedo, a pesar de encontrarse en postura firme. La conozco lo suficiente. Comienzo a atar cabos, mi mente crea ilusiones absurdas en las que Angelo pudo hacer algo que la asustara, algo que tal vez a ella no le gustó. Reprimo partes en las que lo imagino tocándola, besándola como lo hacía conmigo; tendiéndola sobre su cama y bebiendo de ella. Es paranoico, improbable, pero recuerdo la forma en que Marie lo miraba, lo atractivo que lo encontraba… no puedo evitar que se me agriete algo en el pecho. Él no haría algo así. Lo conozco. Aunque se rija por una naturaleza cruel, no me lastimaría, ¿verdad?. La duda asalta, es como una bofetada a cada afirmación, y solo logro pensar si en realidad conozco a Angelo Carosi.

—¿Te hizo algo?

—No.

Tarda más de lo que debería al contestar y eso hace que se me retuerza el estómago.

—Sé que algo no anda bien, Marie, puedes confiar en mí.

—Todo está perfecto, Serra. Simplemente, creo que merezco un trabajo mejor. No le comentes a nadie, por favor.

—¿Piensas irte sin avisar y crees que me voy a tragar la historia de que nada pasa?

Mi tono se escucha más demandante de lo que debería. Su semblante se tiñe de molestia.

—No tengo deudas con nadie en esta villa, estoy en mi derecho de desaparecer si quiero… nada me ata a los Carosi.

—Lo sé, no eres como yo, que los arrastro con mi apellido.

Bajo la mirada, la siento acercarse. No me sorprende su abrazo que no correspondo. Me es imposible cuando la mente es presa de lo que significa estar encadenada aquí. Ver que otros se van, siguen su camino mientras yo me quedo echando raíces. Creo que me mataría de tristeza perder a mi única amiga.

—Marie, tal vez yo podría…

—No, Serra, no intentes ser héroe en esta tierra de monstruos —quedo en silencio, ella se aleja—. Tengo que irme. Cuando tome una decisión se lo comunicaré a Anna.

Sus palabras son tan frías como la sensación que dejan en mi alma; espasmo que no se va en toda la noche, haciendo que parpadee en la oscuridad de mi habitación. No duermo, apenas respiro con la intranquilidad que cargo en mi mente.

«¿Qué has hecho, Angelo?»

¡No aguanto más! Me levanto de un brinco y a hurtadillas salgo de la casa. Necesito verlo, saber que está bien, que mis imaginaciones son mentiras, que aún me siente como yo lo siento a él, que soy más que una herramienta con la que carga para llevarlo al éxito.

«¿Qué me has hecho, Angelo?»

Llego frente a su cuarto. El pasillo en penumbras apaña la postura de usurpadora que tengo en estos momentos, si alguien me viera irrumpiendo en su privacidad, me buscaría un gran problema. Intento no hacer ruido, mis ojos se adaptan a la media luz que se apodera del lugar. La cama está tendida, las ventanas abiertas y la luz del baño encendida.

Automáticamente, percibo su aroma en el ambiente, no sé si sea posible, pero juro que esa mezcla entre su perfume y su olor con toques de licor se me hizo entrañable. Encima de una silla se encuentra su chaqueta café, la tomo y no tardo en acercarla a mi nariz, dejando que me embriague en ese éxtasis cargado de las memorias de cuando mis besos adornaban su piel dorada.

—Un día de estos voy a terminar dándote un tiro.

Mi corazón se detiene al sentir el cañón frío de lo que debe su arma contra mi espalda. La respiración se entrecorta al saber que está aquí, bien, siendo el mismo insensible de siempre. Desliza el metal por toda mi columna vertebral hasta llegar al inicio de mis nalgas. Demora unos segundos, sopesando si es prudente o no continuar con el paseo; sin embargo, lo hace, dibuja círculos sobre mis carnes como si de un pincel y un lienzo se tratasen.

—¿A qué has venido, pequeña salvaje? Pensé que me odiabas, que no era otra cosa que un demonio para ti.

—Estaba preocupada…

La riza que suelta tiene sabor a burla. Mete el arma entre mis piernas lentamente, ocasionando que un escalofrío erice cada poro mi piel. Su pecho se pega a mi espalda, está mojado y desnudo. No tarda en agarrarme el cuello con su mano libre. Huele mi cabello, y creo que tendré que sujetarme de algo para no caer.

—Permíteme que lo dude. Nadie se preocupa por este monstruo.
El aliento etílico es demasiado fuerte, desprende un hedor que nunca le había olido.

—Yo sí, Angelo.

—No mientas, Serra, eres más egoísta que yo. Te preocupas por ti, por las ganas que tienes de ser libre, de vivir lejos de estas tierras con las manos llenas de pintura. No te importan los demás, menos lo que sienten por ti; lo que yo siento por ti.

Las palabras las suelta con rabia y rencor. No tarda en pegarme más a él para que perciba su erección. Algo dentro de mí duele, me está demostrando que es solo deseo lo que él siente por mí, cuando cada rincón de mi corazón arde por él.

—Si te diera arma en estos momentos y te dijera que dándome un balazo acabarías con todos tus problemas, ¿lo harías?

—No digas estupideces, Angelo.

Mis ojos se enrojecen al borde del llanto. Con un amago de fuerza me logro zafar de su agarre y lo encaro. La poca luz me deja verle lo demacrado de su semblante, las ojeras pronunciadas, la barba áspera y descuidada. Los ojos verdes desprenden cinismo siniestro; uno que debe ser propio de su papel de asesino.

—Sería muy sencillo. Nada más debes poner el arma aquí —se lleva el cañón entre ceja y ceja, y mis lágrimas se derraman—, disparas, y listo. No te pondré resistencia, Serra; ya me has matado de muchas formas, eres una profesional.

—¿Qué ganas con esto, Angelo? ¡Asustándome, haciéndome ver más a fondo este lado tuyo que nos separó!

—La que nos separó fuiste tú, por tus prejuicios y miedos, porque no eres capaz de aceptar lo que soy —se aleja y tira el arma sobre la cama—. No tienes de qué preocuparte, tengo tu boleto de libertad. A partir de mañana te irás a la universidad para terminar tus estudios. Vivirás libre de esta villa, de tus responsabilidades y de los Carosi. Vendrás cuando te asignen las prácticas y tranquila, que en esos días haré lo posible para que no tengas que verme la cara.

Solo logro negar en mi mente, las palabras no llegan a la lengua. Lo tomo del antebrazo con fuerza mientras mi gesto se compunge entre la rabia y decepción que causa que quiera librarse de mí.

—La única condición es que te quedarás en un apartamento que te he rentado —prosigue—. Tendrás a alguien vigilándote, será como tu sombra, ni siquiera sabrás que está allí. Te graduarás y cuando el vino esté listo serás libre de hacer lo que quieras.

—No digas estupideces, no me voy a ir a ningún lado.

—Es eso, o me matas —se acerca más, al punto que nuestras narices rozan—, o te mato. Es de la única forma que puedo darte la libertad de este legado que te ata a mí, Serra Vitale.

Cierro los ojos, tenerlo tan cerca hace que quiera prenderme de su boca. Es más abrumador el deseo, las ganas; que el hecho de que me dé tres opciones en las cuales la mejor es dejar todo atrás. Es lo que quería, sí, pero el temblor en su cuerpo y el mío me deja claro que esto no está bien.

Sin previo aviso lo abrazo, su desnudez se pega a mi cuerpo, secando las gotas de agua con mi vestido. No sé qué decir, qué hacer, más que dejarle media alma en este gesto. Dejarle esta mitad que no cree una palabra de lo que ha dicho, que no quiere dejarlo, que no le importa lo peligroso que sería vivir junto a él. Le dejo esta parte que se reiría de las habladurías y que enfrentaría a sus abuelos y a medio mundo. Le dejo mis ganas de hacerle el amor a cada hora, de coronarlo mío. Le dejo la insensatez de quererlo a él antes que mi libertad.

Angelo tiene razón, y sí, soy egoísta, pero tengo que vivir en la realidad, y en esta; nos es imposible un futuro juntos a no ser uno manchado de sangre.
Termino con el abrazo y salgo de la habitación lo más rápido que puedo con el llanto entornado en la garganta.

Le dejo la mitad de mi amor; la otra, se va conmigo.

°°°°
¡Estamos de vuelta!
Capítulo súper uffffff!!!!!!!
¿Qué creen? ¿Qué les pareció?
Noticia!!!!
Les cuento que está historia ganó el 2do lugar en Novela Juvenil en el concurso de la Editorial Versalles. ¡Estoy súper feliz! Además estamos en el ranking #1 en wattpad de historias +21 entre más de 2k de historias.
¡¡Les pido que recomienden la novela a otros lectores así creceremos más rápido!!
Gracias por leer, l@s adoro!!!

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