Capítulo 28: Imposiciones.
Angelo.
El día que dejé La Ville di Carosi el cielo se vistió de gris, como si los dioses supieran que uno de sus hijos estaba a punto de manchar su nombre con sangre. Bajé las escaleras del porche con Giuliana en brazos mientras Bianca se quejaba a mi lado por la repentina mudanza. Mi padre se negó a despedirse, mi abuelo ajustaba cuentas en su oficina y tampoco dio la cara. Fue Luca el único que me tendió su mano, su rostro desprendía dudas, pero no reclamó, solo pronunció un "adiós, hermano", dejando que sus palabras cargadas de tristezas se las llevara el frío viento de esa mañana. Cuando tomé la decisión, no pensé en mí, en mi hija o esposa, pensé en los Carosi y el legado que cargábamos a nuestra espalda. Era mi deber, a pesar de que no era mi culpa. Prometí guardarme el motivo de mi partida hasta la tumba, pero como ya he dicho, odio hacer promesas porque nunca se sabe cuándo las circunstancias las puedan terminar rompiendo.
Mi hermano se encuentra frente a mí, he invadido la privacidad de su dormitorio. Aún está en la cama, tiene una herida sobre la ceja izquierda que debía llevar suturas, además de moratones en el pómulo derecho y el labio inferior. Mi pecho se encoge con lástima al saber que fui el causante de tal daño, y que lo que he venido a hacer puede agravar otro peor.
—¿Me acabarás de decir qué carajos quieres? —reclama por segunda vez en el tiempo que llevo aquí.
Tomo asiento en una de las sillas de caoba roja y torneada que adornan su cuarto. Cruzo los dedos aún enfundados en guantes y dirijo mi mirada a los ojos de mi mismo verde que me miran con odio.
—He venido a aclarar las cosas contigo, Luca. A contarte la verdad.
—¿La verdad? ¿Qué te hace pensar que creeré algo de tu "verdad", Angelo?
—Que hace mucho debí confesársela a alguien, y si no lo hago contigo siento que vamos a terminar peor de lo que estamos —no replica; su silencio me da permiso para continuar—. Cuándo partí, hace doce años, no fue por voluntad propia. No fui a vivir una dulce vida con mi familia, ni me desentendí del negocio familiar como piensas, simplemente fui a saldar la deuda de nuestro abuelo.
—¿Deuda? —inquiere él.
—Sí, Giulian Carosi debía millones a los Vittori; familia perteneciente a uno de los clanes más poderosos de la mafia italiana.
Su cara de confusión me hace hacer una pausa, no es fácil digerir todo lo que le digo, ya que nos hemos regodeado en la gloria de que los Carosi estamos bañados en pulcritud y limpieza, que nuestros actos siempre son correctos.
—Comenzó cuando la producción de vino fracasó al crearlo al por mayor y olvidarnos de la calidad del producto. Las ventas decayeron y con ello nuestro capital se fue agotando. El abuelo estaba asfixiado, nuestro apellido era comidilla entre los viticultores de toda Italia, perdimos inversionistas, y la posibilidad de cosechar La Corvina Nera ese año. Hasta que Vittori llegó. Comenzó comprando todo lo que quedaba en las bodegas. Al darse cuenta de nuestra situación le propuso a Giulian financiar la próxima cosecha si lo ayudaba a lavar su dinero sucio junto a las ganancias e inversiones de las bodegas. Así comenzó un negocio que duró años, a espaldas de todos.
»Las sumas se hacían cada vez más grandes y nuestro abuelo no dudó en tomar dinero de la parte que no le correspondía. Todo se fue a la mierda cuando Vittori quiso cobrar su deuda de doce millones. Doce millones que no podíamos pagar ni en broma, por lo que impuso que entonces nuestro padre debía servirlo por doce años, haciendo lo que le impusieran. El abuelo se negó, no daría a su hijo quien era responsable de llevar el legado de los Carosi. Vittori no se contuvo en enviar una advertencia que nos heló la sangre a todos y dejó la villa sumida en desgracia; ese día aprendí que con la mafia no se juega, y ese día fue nuestro abuelo el que decidió darme como moneda de cambio. Pasé doce años al servicio de ese hombre, Luca. Cuando la deuda fue saldada regresé, pero los espectros de mis actos vinieron conmigo. Tal vez fui egoísta al no renunciar a mi legado, o a mi familia; pero después del tiempo transcurrido siento que esto es lo único que me queda, con lo único que puedo limpiar la mancha que arrastro«
Después de soltar todo callo, esperando que el alivio llegue a mi alma, pero el silencio de mi hermano solo me hace sentir vergüenza. No ha dejado de sostenerme la mirada, como si buscara en mis ojos algún ápice de mentira en los que he dicho. Es difícil de digerir, también lo fue para mí cuando Giulian confesó y exigió que debía asumir por los errores de la familia. Podrimos el apellido en la deshonra de ensuciar la divinidad.
Todo es falso, no somos lo que los pueblerinos idolatran; a pesar de que haya saldado la deuda, no he hecho más que hundirnos en la mierda de la que me es imposible salir. Mi abuelo dejó este legado, y yo lo he reafirmado a nuestra sangre, ya que en el clan Vittori, siempre recordarán y respetaran al Verdugo de los Carosi.
—¿Por eso me mantuviste al fuera de tu vida? —pregunta.
—No te quería involucrar, Luca, que vieras en lo que me había convertido.
—Siempre te admiré, Angelo. Cuando te fuiste me dejaste solo. Nuestro padre se desentendió de mí y de mamá, nos envió lejos —suspira—. Supongo que esa era su forma de protegernos.
—Lo era, él temía que yo no sobreviviera y que después vinieran por ti. No te iban a reclutar, Luca, si yo fallaba a ti te mataban.
Asiente, asimilando todo, presiona sus labios como si buscara la forma correcta de decir lo que pesa en su mente. Somos muy parecidos, nos cuesta expresarnos, más entre nosotros mismos, pues aunque me cueste admitirlo, Luca y yo no somos más que un par de extraños.
—Ya no tienes que seguir protegiéndome, Angelo. Creo en todo lo que dices, y en parte justifico tu comportamiento y el de papá, pero no soy un niño para que otros tengan que lanzarse al suelo por mí —dirige su mirada a la mesa de noche al lado de su cama. La vista recae en una caja transparente adornada con un listón rojo.
—Hice lo que debía y lo seguiré haciendo, Luca. Todo lo que piensas es verdad, mi dinero es sucio, estoy entre negocios con mafias, y es algo que no puedo dejar. Es parte de mi vida, y quiero mantenerte al margen de ella. Mientras menos sepas mejor.
—Si esto es lo que cargamos los Carosi, no me puedes dejar fuera. Hace horas no dudaba en buscar algún indicio y entregarte a la policía, Angelo, lo habría hecho si no te hubieras sincerado. No estás solo, y yo no tengo miedo, no tienes que sacrificarte. Como tú mismo me dijiste, Carosi somos tú y yo, y juntos andamos.
Me pongo de pie, endurezco mis facciones, y él alza su mentón seguro. Sé que quiere ser parte de algo, pero primero me corto una mano antes de permitir que mi hermano se adentre en mi mundo.
—Te lo conté para que dejar las disputas, y aplacar ese rencor tan grande que sientes por mí. Mantente al margen de la producción del vino, esa es tu obligación.
Salgo de su habitación sin darle tiempo a objetar. No quiero caer en otra contienda con él. Tengo mucho por hacer, y no puedo perder el tiempo. Siempre creí que tiempo era lo que me sobraba, ya que doce años no pasan en un pestañear. Me dediqué a ensombrecer mi alma, y a reafirmar vicios nauseabundos. Ahora que soy libre, y dueño de mis actos, me doy cuenta de que carezco de tiempo, que en cualquier momento podría dejar esta tierra, y que mis metas y deseos se quedarán sin cumplir.
Deseos tengo muchos; capricho cornado con el sabor del dulce vicio, es uno solo; se llama Serra Vitale y no sale de mi cabeza. Las jodidas ganas que le tengo no abandonan mi cuerpo. Mi éxtasis quiere fundirse con el de ella, me es difícil no ceder ante tal carnal exigencia. No le doy más rodeos y marco el número, ordeno todo lo que necesito y mando a preparar el lugar. Si he vivido bajo el egoísmo de otros por tantos años, no me voy a abstener a regodearme del mío propio con lo que me exige. A pesar de que la decisión final depende únicamente de ella.
Voy a mi cuarto, necesito tomar una ducha y un cambio de ropa, pero la persona que espera al frente me amarga más el inicio del día. Bianca sostiene una bandeja con lo que parece ser el desayuno, porta un camisón rojo vino a juego con tacones del mismo tono. No lo niego, es una mujer hermosa y sensual a los ojos de cualquiera, pero no de los míos que ya le conocen el alma bípeda que carga.
—Pensé que estabas dentro. Llevo llamando por más de cinco minutos —se queja.
Le doy una mirada cansina y ella me sonríe. Quito el seguro, entro al cuarto, ella me sigue. Comienzo a despojarme de mis guantes y el saco, a la vez que prepara en la mesa cerca del balcón lo que trajo.
—Se te ha olvidado, ¿verdad? —reprocha sin mirarme—. He pasado la mañana exigiendo perfección a la inútil de la cocinera, compro lencería nueva, pasé ayer el día en el espá para darte una sorpresa y tú ni siquiera dormiste aquí —deja caer los últimos platos con enojo—. Solo pido pasar mi aniversario número 17 con mi esposo, y me encuentro conque de seguro ya estaba celebrando con otra.
Me encara con las lágrimas rodando por su rostro. Sí, lo había olvidado, aunque el hecho tampoco me amerita otra cosa que no sean dolorosos recuerdos. A veces pienso que uno de los grandes errores que cometí fue no divorciarme de ella, todo para mantener apariencias y en parte para protegerla. Bianca fue mi primer amor, es la madre de mi hija, y sé que se desvive por retomar lo que teníamos, pero yo no soy lo que ella piensa y eso fue lo que me hizo alejarme desde un principio.
—Hace mucho no somos tal cosa —le contesto sin emoción ninguna.
—Entre nosotros, no, pero a los ojos de todos sí. Lo menos que puedes hacer hoy es compartir tu tiempo, tu mesa y tu cama conmigo.
—Tengo planes para esta noche —le digo rememorando todo lo que mandé a preparar.
—Pues tendrás que aguantarte y dejar a tus putas plantadas, Angelo Carosi, porque toda la villa sabe de nuestro aniversario. He mandado a organizar una fiesta y mi familia y amigos están invitados —se acerca y el molesto ahora soy yo—. Poco me importa si quieres o no, tienes que dar la cara y mostrarte como el gran marido que eres ¡Si yo actúo en tu farsa tú también tienes que interpretar tu jodido papel en la mía!
No le contesto porque si abro la boca siento que la terminaré tirando del balcón. Lo peor es que tiene razón. Este día es la única vez en el año donde retomamos lazos, fingimos ante todos, incluso en la cama. Ha pasado tanto que no recordaba que el maldito aniversario estaba tocándome las narices. Antes no me interesaba, no le debía nada a nadie, ni siquiera a mí mismo, pero ahora... «Serra...»
Sé que necesito mantener las apariencias, es crucial para todos mis planes; pero me incomoda, ya que mi mente exige que anteponga mis deseos ante mis metas. Ambas cosas las quiero, se supone que la producción de vino es todo lo que me importa, pero la fuerza que oprime mi pecho con su recuerdo grita que no es así.
—¿Desayunas? —inquiere sentándose, dejando expuestas sus piernas torneadas—. Tenemos mucho que hacer hoy.
Su tono es sensual y sugerente. Tomo asiento cediendo ante sus caprichos.
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Gracias por leer ❤❤❤
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