Capítulo 19: Sed.

Serra

Vuelvo a pasar los dedos por mis labios, cierro los ojos como si él siguiera prendido de ellos. Juro que aún puedo sentir el aroma que me dejó su piel; así como el cosquilleo que se extiende por mi cuerpo concentrándose en el mismo centro del estómago «Estuvo mal...» me repito otra vez. Es mi patrón, mayor que yo, casado y con una hija «pero se sintió tan malditamente bien» Suspiro, nunca me habían encendido las ganas de tal manera con un beso. Desde ayer no logro concentrarme en nada, y no es que fantasee con Angelo como una adolescente, es que no puedo apartar tal recuerdo de mi mente; de por sí, un Carosi es difícil de olvidar, demás está decir que veo imposible desechar su imagen, cuando él me devoró el alma.

Sin embargo, es una situación que debo controlar, ya que pensarlo tanto ha desestabilizado parte de mí. Esta mañana no fui a pintar, he pasado las horas sentada en mi cama abrazando mi almohada con miles de dudas rondando mi cabeza sin saber qué hacer al respecto. De solo imaginar que pronto tengo que encararlo me mata la vergüenza. Es en este tipo de conflictos donde una madre te ayuda y aconseja, y el saber que no tengo a la mía es otro pesar que me agria el inicio del día.
Bajo al comedor a tomar el desayuno, mis abuelos charlan. Tomo asiento y escucho de lo que comentan.

-Lo haré hoy, hablaré con el señor Carosi al respecto -dice mi abuelo-. No sé qué sucedió, pero hay que remediar el error. Deberías haber visto su rostro, Anna, estaba tan afligido suplicando por su hijo.

-Estoy segura que fue un malentendido, los Vece han trabajado en la villa por generaciones, y Carlo es buen chico.

Me tenso, ese es otro asunto que tengo que enfrentar. Ahora sí no sabré como darle la cara a Angelo. El que mi abuelo se vaya a inmiscuir también me asusta, qué pasará si se entera de toda la verdad.

-¿Sucede algo, Serra? Estás pálida.

-No, abuela, es que estoy cansada.

-Pues desayuna bien para que tengas fuerzas -exige y me sirve más jugo-. Esto pasó por andar bailando en las tinas, sé que no fue tu culpa, pero me molesta. La señora Bianca es una excelente patrona, pero tiene que entender que los Vitale no somos cualquier tipo de criados.

Yo asiento, ella estuvo presente cuando esa arpía vino con su cinismo a demandar que me uniera a las "otras campesinas".

-No te molestes, mi amor. Estoy seguro que Serra prefería divertirse danzando -me sonríe con cariño fraternal.

-No seas iluso, Giorgio, ella no está aquí para divertirse. Su deber es mantener el prestigio de nuestro apellido.

Su voz se escucha indignada, está más severa desde el desliz que tuvo con Marie. Ninguno se atreve a decir nada más mientras estamos en la mesa. Cuando mi abuela se va a la cocina aprovecho para preguntar en un susurro:

-¿Pedirás al señor Angelo que Carlo recupere su empleo?

-Sí, cariño, es lo menos que puedo hacer por mi amigo.
Se levanta y besa mi frente.

Quedo estática, sopesando que el castillo de mentiras que rodea la verdad de lo ocurrido pueda derrumbarse y dejarme expuesta ante todos. Aún así, he de tomar una desición respecto a lo de Carlo.

Me adelanto a la bodega principal, como Enólogo en entrenamiento soy responsable de dirigir el proceso técnico para la elaboración del vino junto a los Carosi. Voy al segundo nivel, en estos momentos, el mosto se encuentra en la nave de fermentación. A partir de aquí ocurre la transformación del mosto en vino.

La primera fermentación está en proceso, en la cual el azúcar se convertirá en alcohol. Teniendo en cuenta el dulzor que desprendió La Corvina, estoy segura que su graduación de alcohol será perfecta. Me causa satisfacción saber que el fruto de tanto trabajo está siendo aprovechado y respetado.
Doy varios recorridos por el lugar, evaluando que todos los datos técnicos tengan el nivel requerido, ya que un solo desliz en su programación puede arruinar la elavoración. Estoy tan concentrada, que no noto cuando Luca se posiciona a mi lado. Es su olor, una mezcla entre recién duchado con retazos de licor, lo que me indica que está aquí.

-Lamento la demora -extiende su mano para que le muestre los apuntes que sostengo.

-No se preocupe, ya calibré estos.

El asiente manteniendo su vista en el papel.Trae el cabello húmedo, y juro que nunca le había visto tales ojeras. Marcas rojizas en su cuello sobresalen por el borde de la camisa, no quiero ser indiscreta por lo que pongo mi atención en otro lado.

-Todo está perfecto, buen trabajo -dice y sonrío.

Pasa la manos por su rostro, sus ojos chocan los míos, veo el agotamiento que sufre, y algo más.

-Angelo llegará de un momento a otro -continúa-, habla con Giorgio afuera.

Un latigazo de miedo se pasea en mi interior. Aún no sé como enfrentarlo después de que ocurrió ayer; menos si mi abuelo le pide lo de Carlo. Mi expresión facial debe ser un poema de horror, ya que Luca frunce el ceño ante mi actitud.

-Esperaré por él -musito.

-De acuerdo -hace un intento por irse pero después de un suspiro se gira-. Esa chica; Marie, ¿sabes algo de ella?

-Sigue con su pequeño en el hospital, pero ambos están bien.

-Me alegro -responde con tono neutro y se marcha.

Es extraño, su actitud me sorprende, supongo que el caracter de los Carosi es algo que nunca llegaré a comprender.
Espero varios minutos, camino de un lado al otro como el acusado que aguarda por su ejecutor. Cuando la impaciencia me toma, decido salir de la bodega e ir yo misma por él, tal vez es lo que espera. Estoy a varios pasos de la salida cuando Angelo entra. Mis articulaciones se congelan con su presencia, cosa absurda, ya que siento el fogaje instantáneo recorrerme el pecho cuando él se acerca. No deja de sostenerme la mirada, mantiene ese semblante inexpresivo que me hace dudar. Su porte intimida, «todo en él lo hace», pero a mí, además, me sume en un estado de inconciencia donde mi mente recrea lo bien que sintió ser presa de su boca.

-Sígueme.

Es lo único que me ordena pasando por mi lado. Deja su olor tentando a mi nariz; regodeando los sentidos con ese aroma tan carácterístoco de este Carosi. Angelo huele a lo que saben sus labios, a lo que exuda él: a sensualidad, poder y peligro. Voy detrás, su estatura sobrepasa la mía, la espalda ancha debajo del saco café se dibuja como una muralla impenetrable. Él completo lo es, un hombre al que es imposible descifrarle lo que quiere o el porqué de sus acciones. Lo sigo hasta un compartimiento en la bodega que por décadas ha estado abandonado. Me sorprendo al ver que está equipado. Empleados se pasean en él, los depósitos de fermentación están llenos y entonces comprendo, estamos ante lo que será el Tinto de Reserva.

-Esta sección... pensé que estaba en desuso, es mas antigua que el resto de la edificación -comento asombrada.

-Los Carosi abandonaron muchas tradiciones. Esta cámara es un ejemplo de cómo mis ancestros y los tuyos entendían el vino. Los mejores Tintos nacieron aquí, y quiero que la gloria nos vuelva a tocar.

-No sabía que eras supersticioso -bromeo, pero no le hace gracia ya que todo en él sigue igual, impenetrable.

-Más bien soy un falso creyente, uno que confía en hechos y camina sobre los pasos de los que triunfaron.

Decido tragarme mis comentarios que al parecer le molestan. Permanezco en silencio, siguiéndolo a todos lados. Angelo realiza las tareas de supervisión, revisa cada termómetro y cada control. Da órdenes específicas al responsable y vuelve a cerciorarse de todo otra vez. Su pasión por lo que hace se desprende en cada gesto, es como si la vida se le fuera en crear ese vino, como si no tuviera nada más valioso en estos momentos que cumplir con su ambición.

Actúa como si nada entre nosotros hubiera pasado, tal vez sea así, «para él nada significó», entonces me siento estúpida, ¿cuántas no habrá besado así? ¿cuántas no adornarán su cama cuando todos duermen? Me encojo al pensar que fui una de esas, que volví a comportarme como la opción fácil.

Lo sigo hasta una pequeña oficina exclusiva de los Carosi donde se guardan los registros de almacenamiento y finanzas. Se acerca al escritorio, saca un maletín de cuero marrón que he visto otras veces y de este un cuaderno. Se acerca a mí y me lo entrega. Es pesado, siento que algún movimiento brusco podría deshacerlo; lo ojeo con cuidado. La escritura es a mano, y sus páginas están manchadas por el tiempo.

-Sostienes la posesión más valiosa de mi apellido. Son recetas, mezclas y métodos innovadores para la elaboración del vino.

-Es increíble -susurro sin dejar de ver las distintas caligrafías a tinta negra.

-Son años de historia, de pruebas, éxitos y fracasos, donde los mejores viticultores de mi familia revelan sus técnicas únicas. Es una mina de saberes, y dinero. También un secreto que ahora solo tres personas conocen.

-¿Por qué me lo muestras?

Alzo la vista con la duda, él me contempla inexpresivo.

-Porque necesito saber que puedo confiar en ti, y que tú confías en mí, pase lo que pase.

-¿Nos estás atando a otro secreto?

-¿No es últimamente lo único que hago, Serra Vitale? -se acerca y los nervios me atacan de inmediato.

-Puedes confiar en mí, Angelo, siempre has podido.

Sonríe de lado; gesto que roza la satisfacción. Uno de sus dedos se enreda en mis cabellos, hace un tirabuzón y lo deja caer sobre mi hombro.

-Voy a creerte, y necesito que me des garantía de ello. Debo hacer algo que no me gusta, tu abuelo habló conmigo; no tengo más remedio que traer a ese costal de mierda de vuelta a la villa; pero solo si tú me dices que estás bien con su presencia, y que ya él no te interesa como hombre, ni como nada.

-Yo también te suplico que lo dejes regresar, lo necesita -pido sin preámbulos-. Carlo no significa nada para mí... en estos momentos nadie lo hace.

Mis últimas palabras hacen que frunza el ceño. Con sus dedos alza mi barbilla, el simple toque me estremece. Ancla su verde en mi mirada; acción que derriba cada una de mis murallas. No quiero verme tonta, pero cuando su pulgar roza mis labios, por mi mente se pasea lo que fue la delicia de su lengua contra la mía.

-Entiendo, eres afortunada, Serra Vitale. Cuando le otorgamos significado en nuestras vidas a alguien, la anclamos a nuestro mundo, y en el peor de los casos a nuestro ser. Es otra forma de ser esclavos, y dependientes. Es como vivir con una sed insaciable que solo esa persona puede aplacar.

Mis mejillas desprenden el fuego que se pasea por mi cuerpo, juro que es el mismo que veo en sus iris, «¿afortunada?», no lo soy cuando mi deseo por él se intensifica a un nivel desconcertante. Sigue acariciando mis labios, estos se separan involuntariamente «no puedo volver a caer». Giro mi rostro librándome de su agarre y él suelta un suspiro.

-En estos momentos, yo tengo sed, Serra, muchas ganas -susurra-; pero la ambrosía no se bebe sin permiso, y yo sé respetar.

Toma el diario de mis manos y se aleja a guardarlo. Aprovecho para recomponerme, mi autocontrol amenaza con unirse a la insensatez de volver a probar su sabor. No puedo, por más que quiera, por más que me ahoguen estos deseos.

-Ve y prepara tu equipaje -suelta de la nada-, partiremos a Venecia al mediodía.

-¿Venecia?

-Sí. Tengo negocios que atender por allá.

-¿Es necesario que también lo asista? -asiente pasando por mi lado.

-Aunque no me deleite con la miel, no significa que no me pertenezca; ten presente que no voy a permitir que alguien más la coma.

Sale dejándome con las dudas de su último comentario, pero con algo seguro; «yo también soy presa de esa sed»

N/A: gracias por leer ❤❤❤ Espero hayan disfrutado el capítulo (cuánto aguantarán la "sed" estos dos). No olviden dejarme sus comentarios (los cuales aaamooo), y seguir mi página en FA/CE/BO/OK: W.S.Alonso Escritos
¡L@s eepero!

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