Capítulo 13: Nobleza.
Giuliana.
Bailo frente al espejo mientras termino arreglar mi cabello. Despertar temprano nunca fue de mis cosas favoritas, supongo que antes no tenía motivos, pero ahora los tengo. Hoy es el día en el que lo volveré a ver. No he podido sacar esos hermosos ojos azules de mi cabeza; ni los tiernos hoyuelos que se le forman cuando sonríe. Sí, Carlo es el chico más atractivo que he visto en mi vida, puede que sea un poco mayor, ¿pero qué más da?, el amor no tiene edad, o eso es lo que dicen por ahí.
El hecho es que me estoy esforzando mucho para ser una buena jinete y que él esté orgulloso de mí. Llevo la semana esperando sus tutorías por lo que no puedo evitar dar saltitos de alegría.
Tomo mi sombrero y salgo de la habitación. Me asomo en el comedor y allí está mi madre. Sostiene una revista en la mano y ojea esta mientras bebe jugo. El desagrado no tarda en llegar, solo ella tiene la posibilidad de remover el ácido en mi estómago. Eso de que se da lo que recibe es pura mentira, lo digo porque desde pequeña intentaba mostrarle mi amor, ella, en cambio, se empeñaba en echarme a un lado cada vez que podía. Sobre todo cuando papá no estaba, y eso era la mayor parte del tiempo. Me escabullo sin que me vea, prefiero ir a la cocina con Marie.
—Buenos días —la saludo efusivamente ella está fregando, con sus manos cargadas de espuma me responde— ¿Cómo amaneció la cocinera más hermosa de toda Verona?.
—Hola, Giuly, estoy bien, gracias por el cumplido —me sonríe y tomo asiento en la mesa de centro—. Traes buenas energías hoy.
—Sí, estoy emocionada por mis prácticas de equitación.
—Mmm, ya veo, solo las prácticas, ¿eh? —me da un guiño y se limpia las manos en su mandil.
No sé si he sido demasiado obvia, es algo que me preocupa, por lo que no le respondo, aunque mis mejillas sonrojadas le deben dar la respuesta. Tal vez me he excedido hablándole de Carlo ¡Dios, es verdad lo que me dice papá!, este nivel de intensidad mío es tanto una bendición como una maldición.
Marie sirve mi desayuno con una rapidez increíble, ya sabe lo que me gusta y complace mis caprichos. El platillo lleno de cruasanes con diferentes cremas es un deleite a la vista. Amo su repostería ya le he dicho que debería abrir su propia tienda de dulces.
—¿Hay de pistacho? —le pregunto y ella asiente.
—Logré esconder dos de las garras del señor Luca, si fuera por ese tragón maleducado se los devoraría todos.
Hace un gesto de desagrado al mentar a mi tío. Cosa que me da gracia, ya que cada vez que se encuentran las chipas del odio saltan entre ellos. Comienzo a comer, todo está exquisito, como siempre. Mi vista recae en la pelirroja frente a mí, en cada uno de sus movimientos al realizar las tareas. La agilidad la caracteriza, como si hubiese estado cocinando, limpiando y sirviendo a otros de por vida. Es algo que me causa duda, no sé nada de Marie. Ella me escucha, me anima y se ríe de mis tonterías, sin embargo, nunca habla de sí misma o su familia ¡Dios, soy una terrible amiga!
—¿En dónde vives?
—No muy lejos de aquí.
—¿Con quién vives? —ella se gira y me da una mirada dudosa.
—Andas muy curiosa hoy.
—Es que nunca cuentas nada de ti, y tengo que saber todo de mi futura socia —comento con mi boca llena de la tostada que mastico.
—¿Socia?
—Sí, claro, cuando sea mayor de edad voy a pedir a papá que me ayude a montar mi propio negocio. Abriré varios locales donde nuestros vinos puedan acompañar los postres, y por supuesto, uno de ellos va a ser tuyo.
Ella se carcajea, viene a mi lado y me acaricia los cabellos.
—Eres un amor de niña, Giuliana —me da una mirada maternal—. Mi vida no tiene nada de interesante, así que esa conversación mejor la dejamos para otro día. Tengo mucho que hacer.
En su rostro noto la mueca de tristeza que intenta disimular. No la quiero hostigar, por lo que asiento y termino mi desayuno en silencio.
Al salir, el panorama me deja absorta, el viñedo está plagado de personas que vienen y van con cestos y cajas por todos lados. Los colocan entre las parras, supongo que están al comenzar la cosecha. Camino entre ellos y he de admitir que este aroma de ligerezas dulces me encanta. Se funde en mi nariz con la tibieza del sol y el agrado de estas tierras recorre mi ser. A veces creo que todas las historias contadas por la gente del pueblo sobre mi apellido es real. Que los Carosi somos de estas tierras como ellas son nuestras y que uno le da vida al otro.
Es que la magnificencia en ellos nos realza el poderío que corre por nuestras venas, y no lo dudo, mi tío es muestra de ello. Lo veo a varios metros, cerca de un camión donde tres empleados descargan las cajas, da órdenes mientras escribe en una libreta. Decido acercarme para saludarlo y entonces sucede, uno de los hombres que está sobre el camión deja caer cinco cajas cerca de Luca, él es más rápido, por reflejo casi las esquiva cayendo al suelo. El susto me abarca y voy corriendo donde él.
—¡Tío! ¡Tío! ¿Estás bien?
Está sentado, lleno de tierra y se toca el hombro.
—¿Pero qué carajos pasó? —espeta.
Me arrodillo a su lado mientras el corazón me repiquetea maltratando mi pecho. Los empleados nos rodean todos preocupados y con el rostro descompuesto.
—Lo siento, señor —habla un hombre de tez pálida—, la carga fue demasiada para mis manos y se resbalaron. Disculpe, por favor.
Él se fija en el sujeto que se ve muy nervioso. Se pone de pie sin ayuda de nadie y me extiende la mano para que me levante.
—Tranquilo, fue un accidente —suspira—. Si no puedes con el peso es mejor que te dirijas al viñedo a colocarlas entre las parras.
—Gracias, señor, y, disculpe otra vez.
El hombre se va, y los demás continúan con sus labores. Hace una mueca y vuelve a tocarse el hombro.
—¿Qué haces aquí, Giuliana? Ya viste que es peligroso.
—¿Te lastimaste? Mejor vamos a que alguien te atienda.
—No vas a hacer conmigo lo mismo que haces con tus padres, pequeña intrusa. Eso de responder una pregunta con otra no funciona. Estoy bien, no te preocupes, y anda lejos de aquí que queda mucho por hacer.
Se acerca y besa mi frente, luego se va y continúa con sus tareas. No le creo, esas cajas le golpearon fuerte y pudieron hacerle mucho daño. La duda me abarca, juraría que vi que ese sujeto las dejó caer.
Me ajusto el sombrero y voy directo al establo, quiero entrenar un poco con Fiore antes que Carlo llegue. La sonrisa se vuelve a dibujar en mis labios, y la emoción de solo imaginar su orgullo cuando vea lo mucho que he avanzado, me llena el alma. Voy directo a la caballeriza donde la hermosa yegua me espera.
—Hola, Fiore —le acaricio el lomo—, ya sé que me extrañabas yo también lo hice. Vamos a ponerte bien linda para la jornada.
Me quito la camisa y el sombrero. Busco los aditamentos necesarios y comienzo a cepillar el pelaje blanco y sedoso del animal. Fiore tiene una mirada noble, me relaja tanto estar junto a ella. La veo como una diosa benevolente atrapada en el cuerpo fuerte de un caballo. Es tan fácil darle amor y recibirlo que le envidio esa cualidad y desearía trasplantársela a cierta arpía que conozco. Preparo su montura y ajusto las correas. Ya no me da miedo montarla sola, sin embargo salir del establo con tanta gente y vehículos alrededor no me parece buena idea, no quisiera asustarla; por lo que decido pasear con ella aquí dentro, el espacio es muy amplio.
Paso mucho tiempo rodeando el lugar, yendo de un lado al otro ante la vista de los demás sementales. Cada rato miro hacia el portón, buscando si él aparece, sin embargo, la espera es inútil, y mi plan de que me viera "casualmente" sobre el lomo de la yegua se va por el caño.
Bajo de ella un poco desanimada, ¿se habrá olvidado de nuestro encuentro? Planeo regresar a Fiore a su corral cuando la amplia puerta se abre. Rodeo al animal de inmediato, algo me dice que es él. Mas, mis esperanzas caen al suelo cuando solo se trata de un extraño. El hombre se va acercando a mí, y me doy cuenta de que es el sujeto de tez pálida que sostenía las cajas. Giro mi rostro y me concentro en quitar las bridas de Fiore.
—Es un animal con mucha clase —dice reparando a la yegua, su tono queda en el aire como si quisiera que le contestara—. En casa siempre quisimos tener ejemplares así, pero los que nos podíamos permitir no eran de raza pura.
—Apuesto a que eran igual de hermosos —lo encaro—, a los caballos se les admira por la nobleza no por la sangre.
Sus ojos son demasiado negros, tiene pequeñas pecas amarillentas sobre los pómulos y en sus labios finos se dibuja una leve sonrisa.
—Las personas suelen juzgar a los animales como mismo se juzgan entre ellos —acaricia a Fiore—. Nunca verás a alguien poderoso conformarse con lo que no esté a su mismo nivel.
—Es un concepto estúpido.
—Pero real, tú que eres una Carosi deberías saberlo —vuelve su vista a mí y me repara de pies a cabeza—. Sin embargo, dicen que mientras más alto subes más mortífera es la caída; y como en todas las cosas, la carne del caballo pura sangre es la más deliciosa.
Lo miro extrañada, ¿a qué vino ese comentario? No tengo ni la menor idea, este hombre me da mala espina, hay algo en él que hace querer salir corriendo.
—¿Sucede algo, Giuliana? —escuchar su voz relaja mi cuerpo, y él retrocede dos pasos.
—No, todo bien por aquí, Serra —musito mientras la veo acercarse a nosotros.
—¿No debería estar usted en el viñedo? —dice al sujeto— ¿Es uno de los recolectores nuevos? Nunca lo había visto por aquí.
El hombre endurece sus facciones, repara en Serra por unos segundos y luego sonríe.
—Disculpe, ya me iba, un gusto conocerlas, señoritas Carosi y Vitale.
Ella asiente y no dice nada, lo ve marcharse y este desaparece sin mirar a atrás por el amplio portón.
—No deberías estar sola por aquí en estos días, el viñedo está repleto de personal ajeno —aconseja volviendo su atención a mí.
—Quería cabalgar un rato con Fiore, se suponía que alguien vendría a darme clases, pero no ha llegado —mi rostro muestra la desilusión que me taladra hondo.
—Es una buena chica —acaricia el pelaje del animal—. Es hija de la yegua preferida de mi madre. El animal murió días después de dar a luz, y fue mi madre quien se encargó de alimentarla.
—Tu mamá tiene un gran corazón.
—Lo tenía sí, era talentosa y hermosa. Nunca me gustaron los caballos, pero después de que falleciera me dediqué a pasar más tiempo con Fiore, es como si parte de su esencia viviera en ella.
Quedo muda, no sabía que Serra había sufrido esa pérdida. Ella nota mi pena y me sonríe.
—Estoy segura de que estaría feliz de que alguien como tú le esté dando tanto amor —continúa—. Así que no te preocupes si esa persona vino o no, el tiempo que dedicas a ella siempre te lo va a agradecer.
—Gracias, Serra, sí, tienes razón. Supongo que Carlo tenía otras labores, ya habrá tiempo para que me enseñe —digo con optimismo y el semblante de ella se transforma— ¿Sucede algo?
Desvía la mirada y suelta un suspiro antes de encararme.
—Carlo ya no trabajará más con nosotros, lo siento.
—¿Por qué?
No me responde, a pesar de que le pregunto unas tres veces. El coraje que me abarca me hace salir corriendo.
¡Todo iba muy bien, y ahora esto! Pienso que es mi culpa, papá me lo advirtió y no le hice caso ¡No puedo creer que haya llegado a este extremo! ¡Él era la única persona que reconocía algo de talento en mí!
¡Me va a escuchar, hoy Angelo va a conocer el Carosi que llevo dentro!
N/A: Giulina es un personaje que me da mucho sentir...
¡Ay, amo los enredos en la trama!
Gracias por leer, no olviden seguir mi página W.S. Alonso Escritos ❤❤❤
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