Capítulo 2

A la mañana siguiente...

Dormía plácidamente en una superficie blanda. Parecía que estaba durmiendo en una nube, suave y cálida. Empecé a abrir los ojos y vislumbré con nitidez una habitación color arena.

Un momento... ¿Habitación color arena? La habitación de mi casa no se parece ni a la pintura de las paredes. Entonces me di cuenta... no estaba en mi modesto cuarto, sino en otro diferente.

Abrí los ojos sobresaltada y me incorporé rápidamente.
Me encontraba en una cama blanca. Estaba sola, completamente desnuda y tapada con una sábana. También tenía dolores ahí abajo, mi cuerpo se sentía incómodo.

Entonces... no fue un sueño. Lo de anoche pasó de verdad.

Ayer fui forzada por aquel hombre.

Aunque... es muy raro... por otro lado me sentía... bien.

¿Acaso me gustó? ¿Acaso no se le podría considerar una violación a secas... si me gustara lo que me hizo?... Supongo.

Sin querer, empecé a recordar lo de anoche.
Su voz... sus caricias... sus besos... su calor.
No sólo me robó mi primera vez... también me robó mi primer beso.
Me sonrojé nada más recordarlo. Jamás un hombre me había hecho esto antes. Nunca nadie me hizo sentir así. Cómo me hacía suya... cómo me abrazaba... cómo hacía el amor...

Un segundo... ¿Hacer el amor? Eso no era hacer el amor. ¡Si me hizo algo horrible! ¿¿Cómo puedo estar pensando en eso??
Moví la cabeza hacia los lados volviendo a la realidad. No importa todo aquello... ¡Tengo que salir de aquí cuanto antes!

Empecé a buscar desesperadamente mi ropa.

Tn: No... Aquí no está... ¡Aquí tampoco!

Busqué por todas partes. Nada. No puede ser... ¡¡Mi ropa no está por ningún sitio!! Ese tío seguro que lo habrá escondido. Dios qué mal, qué mal, ¡qué mal! ¿Y ahora qué hago?

Por suerte encontré un albornoz blanco en un rincón de la habitación. Me la puse y me dirigí hacia la puerta. Intenté abrirla.
¡Mierda! ¡¡Está cerrada desde fuera!! Menudo listo. Me ha dejado totalmente encerrada.
Me fui a la gran ventana del frente, donde se podían ver los edificios. Está claro que por la ventana es imposible escapar. ¡Estaba a unos cuantos metros del suelo!

Me estaba poniendo nerviosa. No puedo ir a ningún lado. Ni a mi casa, ni a clase ni a ningún sitio.

Un momento. Ayer, la fiesta... Nami... ¡¡Nami!! ¡¡Me había olvidado por completo!! No aparecí en su fiesta en toda la noche cuando pasó aquel... incidente.
Seguro que ella y mis amigos estarán muy preocupados. Tendría que llamarla. Pero...
¡Rayos! Se me olvidó el móvil en casa.
Afortunadamente, encontré un teléfono fijo en una mesita al lado de la cama. Marqué el número de Nami y esperé la señal.

Mientras, en un edificio, a unas cuantas manzanas del hotel...

Narra la autora:

Ace se encontraba en su despacho de la "Whitebeard Corporation". Aquel hombre de cabello oscuro es una figura muy importante en la empresa. Tenía un gran talento para la estrategia en el complicado mundo de las finanzas, a pesar de ser tan joven. Eso hace que gane mucho dinero.

Estaba revisando unos papeles cuando cierta muchacha de pelo castaño se coló en su mente. No pudo evitar sonreír y reírse un poco. Se imaginaba su cara al levantarse mientras él no estaba.

Su secretario, Izo, que se encontraba al frente de su escritorio, arqueó una ceja al ver la reacción de su jefe.

Izo: ¿Qué ocurre, Ace-san? ¿Piensa en algo divertido? - le preguntó curioso.

Ace: No, no es nada - le contestó - ¡Ah! A propósito... retrase la
reunión de hoy a las 16:00.

Izo: ¿En serio, señor?

Ace: Sí... Tengo algo pendiente que hacer - dijo con la mano apoyando su barbilla y con una sonrisa de lado.

En el hotel...

Narra Tn:

Estaba esperando la señal del teléfono hasta que escuché que descolgaba la llamada.

Nami: ¿Diga? ¿Quién es?

Tn: Amm... ¿Nami? Soy yo

Nami: ¡¡TN!! ¿Qué te pasó ayer? ¿Por qué no viniste a la fiesta? ¡¡Estaba esperándote toda la noche!!

Tn: Lo siento mucho Nami es que...

De repente callé. No puedo involucrar a Nami en este lío. No conozco al señor Portgas lo suficiente. Me las arreglaré yo sola.
Tengo que inventarme una excusa. Me sabe mal pero...

Nami: ¿Tn? ¿¿Sigues ahí??

Tn: Ah sí perdona... es que estoy muy mala desde ayer. Tanto estudiar horas y horas sin descansar me ha afectado. ¡Cof cof! - fingí una tos para que me creyera.

Nami: Vaya. Qué palo. ¿Tan mal estás? ¿Qué te parece si Robin, Koala y yo vamos a visitarte?

Tn: ¡No! - sin querer alzé la voz - E-Es que... estoy fatal y no quiero contagiaros.

Nami: Ah bueno... pues espero que te mejores. ¿Sabes? Me hubiera gustado que estuvieses en la fiesta. Ayer todos estábamos preocupados por ti. Hasta Sanji se preguntaba si te había pasado algo.

Tn: Vaya, lo siento muchísimo de verdad. Se suponía que era tu día y lo he estropeado.

Nami: ¡Vamos Tn, no te martirices más! - dijo con un fingido reproche. Di una leve risa.

Tn: Bueno... Oye, ¿sabes qué? Te lo recompensaré. Un día de estos te invito a lo que quieras en el café donde trabajo. ¿Qué te parece?

Nami: ¿En serio? ¿Incluso a esa tarta de naranja que Sanji hace tan buena?

Tn: Sí claro. ¡Lo que tú quieras! ¡Merienda especial de cumpleaños!... aunque sea atrasado je je je

Nami: ¡Siii! ¡¡Me parece genial!! - exclamaba toda contenta.

Tn: Jajaja... Oye, tengo que dejarte. Te quiero mucho. ¡Ah sí! y... Feliz cumpleaños.

Nami: ¡Gracias! Yo también te quiero guapa. ¡¡Adiós!!

Tn: Adiós - Y colgué.

Solté un pesado suspiro. No puedo creer que me esté pasando esto.

De repente, escuché la puerta principal abrirse. Me alarmé. ¿¿Ya está aquí??

Salí de la habitación y me encontré con el señor Portgas quitándose la chaqueta. Dejaba ver su corbata negra y su camisa también negra con rayas finas blancas.
Me quedé contemplándolo. Se veía tan bien... ¡¡Por Dios Tn reacciona!!
Caminé y me planté ante él. Tendí mi mano con gesto serio.

Tn: Devuélvame mi ropa. ¡Ahora!

Él se sorprendió ante mi gesto. Me miró con cara burlona.

Ace: ¿Sabes que es de mala educación que hagas eso cuando viene alguien a visitarte? - dijo mientras terminaba de quitarse la chaqueta.

La sorprendida ahora era yo. ¿¿Pero de qué va?? En fin...

Tn: B-Bueno está bien... Buenos días, señor Portgas. - contesté resignada.

El joven esbozó una sonrisa.

Ace: Así está mejor... A propósito - se acercó a mí y me miró entrecerrando los ojos y sonriendo -, ¿recuerdas lo que pasó anoche, verdad?

Lo dijo en un grave susurro, mirándome directamente a los ojos.

Tn: ¡Usted...! - empecé a hablar pero en un momento callé. Los recuerdos de aquella noche regresaron a mi mente.
Incliné la cabeza hacia un lado, me sonrojé en tiempo récord. Era imposible disimularlo.

El señor Portgas se dio cuenta de mi reacción.

Ace: Ya lo sabía - sonrió.

Dios mío... esa sonrisa. Me sonrojé más todavía. Pero reaccioné.

Tn: Yo... - intenté hablar pero el posó una mano en mi mejilla. Qué piel tan cálida. Se acercó más a mí.

Ace: Tengo un regalo para ti, preciosa - dijo con voz misteriosa.

Tn: ¿Cómo?

El hombre se sacó del bolsillo del pantalón una cajita de terciopelo negro. La abrió y me mostró un colgante de plata sencillo con un brillante blanco. ¡Qué preciosidad!

Tn: ¡Ahí va! ¿Esto es para mí? - dije con cara de sorpresa.

Ace: Por supuesto. Lo vi en la joyería y me acordé de ti - me guiñó un ojo.

Ese gesto hizo que volviera a ponerme roja. El joven cogió el colgante con la mano.

Ace: Déjame ponértela - dijo con otra sonrisa.

Tn: B-Bueno vale - le contesté un tanto nerviosa.

Me di la vuelta y recogí mi cabello con las manos, mostrándole mi nuca. Sentí el frío metal de aquella joya en mi piel mientras el joven me lo ponía. Toqué maravillada el brillante blanco que centelleaba.

Tn: Es... Es precioso. Muchas gra...- fui interrumpida por unos suaves besos en el cuello. Sentí una corriente eléctrica a lo largo de mi espalda. Intenté contener un gemido, pero acabó escapándose.

Tn: ¿Po-Por qué? - conseguí decir. Di la vuelta y le miré a los ojos - ¿Cómo se atreve a divertirse a mi costa? ¿Por qué me hace esto? - le repliqué confusa.

De repente, el señor Portgas me miró muy seria e intensamente. Aquellos ojos oscuros me calaron. Y respondió:

Ace: Porque quiero mancillarte.

Tn: ¿Q-Qué?

Posó sus grandes manos en mis hombros.

Ace: Cuando veo algo puro, me entran ganas de ensuciarlo... - Bajó un poco la bata dejando a la vista mi hombro y se acercó a él -. Porque yo estoy sucio - susurró.
Comenzó a besar mi hombro, haciendo camino hasta mi cuello.

Tn: Aah... Aah... se... señor Portgas - no pude contenerme.

Cuando terminó, se acercó a mi oído y susurró de forma malévola:

Ace: Una cosa... no intentes escapar... porque hay un rastreador en el brillante.

Tn: ¿Eh?

Me asusté. ¿Lo estaba diciendo en serio?

Escuché una risa. Se estaba riendo. Me miró de nuevo.

Ace: Jajaja Era broma hombre. ¡Qué cara te has puesto! - puso una cara divertida y una amplia y luminosa sonrisa.

Vaya... Aquella sonrisa terminó por matarme. Parecía otra persona. Es realmente guapo °\\\\°

Ace: Bueno - besó mi frente -, tengo que ir a una reunión. Pórtate bien, ¿eh? - me sonrió y se dispuso a irse.

Unos segundos después desperté de mi trance. ¿¿Se va ir ahora??

Tn: ¡E-Espere!...- pero ya se marchó por la puerta y se fue. Me quedé sola de nuevo.

Tn: ¡Pero será...! - al principio me enfadé, pero luego inconscientemente me llevé la mano al colgante.
La verdad es que fue un bonito detalle por su parte.
Luego puse mis manos en los hombros como si me abrazara. Durante aquellos minutos volví a sentir sus labios y su aliento cálido en mi piel.

Estaba totalmente roja. ¿Qué es esta sensación? La corriente eléctrica ahora recorría todo mi cuerpo, pasando a desprender una especie de... calor. Incliné la cabeza hacia atrás. ¡Estas sensaciones eran demasiadas!
Suspiré.

Tn: Aah... señor Portgas...

Tres horas después...

Al principio yo estaba caminando de un lado a otro de la suite porque no sabía qué hacer. Como me había quedado encerrada en ese lugar y sin poder llamar a nadie, es normal que estuviera aburrida.
Las siguientes dos horas leía y hojeaba las revistas que había en la mesita del café. Al menos pude entretenerme. Luego me cansé y me dirigí hacia la gran ventana.

Ahora mismo era de noche y toda la ciudad estaba iluminada, desde los edificios hasta las calles y carreteras. Como la suite estaba un poco a oscuras, podía contemplar mejor las luces.

Yo todavía llevaba la bata blanca de esta mañana y descalza por la moqueta. Estaba tranquila mirando por la ventana hasta que escuché el ruido de la puerta. Me di la vuelta y allí estaba el señor Portgas. Me dirigí hacia él enfadada.

Tn: Ya era hora señor Portgas. Estará contento, ¿no? Me tenía aquí totalmente aburri... - no pude terminar de hablar porque me paré en seco.

Y es que el señor Portgas se quedó mirándome detenidamente... como aquella noche... o incluso más. Tenía la cara seria.

Tn: ¿S-Señor Portgas? ¿Ocurre algo? - pregunté.

De pronto empezó a acercarse a mí. Cuando casi llega, eché unos pasos hacia atrás. Empezaba a asustarme.

Tn: ¿Se-Señor Portgas? ¿Qué pas... ¡¡Ah!! - terminó de acercarse a mí, haciendo que choque contra el cristal de la ventana. Puso sus brazos a los lados de mi cabeza apresándome.

Aún sigue con esa mirada, con esos ojos oscuros llenos de intensidad en su rostro, sin parar de mirarme. Su boca estaba ligeramente abierta.

Me quedé petrificada ante aquella imagen. Esa mirada... está pudiendo conmigo. Me sonrojé rápidamente.

Tn: Señor Port... ¡Mmm! - no terminé la frase. El hombre estampó sus labios contra los míos. Era un beso muy intenso. Me estaba robando el aliento.

Bajó sus brazos de la ventana y me abrazó por la cintura fuertemente, siguiendo con su beso. Yo tenía las manos en su pecho.

Cuando nos separamos, ambos quedamos sonrojados, aunque yo más que él y respiraba dificultosamente. El hombre todavía me mantenía presa en sus brazos.

Tn: Se... Señor Portgas... - conseguí hablar.

Él se acercó a mi cuello y susurró con voz ronca y grave:

Ace: Tengo hambre de ti... quiero hacerte mía otra vez - y con esto comenzó a besarme el cuello.

Tn: Aah... Aah... ¡Aah!... ¡No!... se-señor Portgas... - sus calientes besos dieron una especie de escalofrío por todo mi cuerpo. Empecé a perder fuerzas y me agarraba a su camisa con las manos.

Dejó de besarme el cuello y alzó su cabeza hacia mí, acercándose más a mi rostro, casi rozando la punta de su nariz. Esbozó una sonrisa lasciva, mirándome a los ojos.

Ace: Llámame Ace - volvió a susurrar y, dicho esto, una de sus manos se puso en uno de los extremos de la cinta de la bata, desatándola y mostrándole toda mi parte delantera.

Me sonrojé muchísimo más.

Tn: E-Espere no... - me volvió a interrumpir con otro beso. Ya... mis fuerzas y mi voluntad... llegaban a su límite.

.............

Tn: ¡Aah! ¡Aah!¡ Aah! ¡¡Aah!! ¡¡¡Aah!!!... Se... Señor Portgas...

Me encontraba de espaldas a la ventana alada con las piernas enroscadas en las caderas del joven, con la bata bajada hasta la mitad de la espalda y mis manos agarrando fuertemente su camisa.
Él, por su parte, todavía llevaba puesto su traje aunque sin chaqueta y sin corbata, con la camisa desabrochada de un par de botones. Me sujetaba de las piernas mientras me embestía con fiereza.

Tenía la cara roja, incluso empezaba a tener calor. Sus estocadas eran tan fuertes que hacían que gimiera y jadeara sin parar. En un momento, me contuve un gemido con la mano. Estaba demasiado avergonzada por soltar tales ruidos.
Él vio mi gesto y me apartó suavemente la mano.

Ace: No calles tus gemidos, preciosa. Quiero oírlos - dijo con una voz tan sensual, tan cerca de mis labios que hasta me derritió.
Solté un suspiro y sentí sus embestidas de nuevo.

Era curioso, pero ayer cuando me hizo aquello me dolió. Pero ahora... se sentía muy bien. ¡¡Demasiado bien!!

De pronto él paró.

Ace: Agárrate fuerte - me dijo jadeando.

Tn: ¿Ah? - me extrañó, pero aún así agarré más fuerte mis piernas en sus caderas y mis brazos pasaron a abrazar su espalda. Él posó su mano derecha en mi cintura rozando mi piel y su mano izquierda a lo alto en la ventana.

Continuó con sus fuertes embestidas arrancándome más gemidos y jadeos. Yo tenía los ojos cerrados por el tan intenso contacto de nuestros cuerpos.

Tn: ¡Aah! ¡Aah! ¡¡Aah!! ¡¡Señor Portgas!!

En un segundo, el joven acercó su rostro rojo a mí. Tuve que abrir los ojos para mirarlo.

Ace: No... di... di mi nombre - dijo jadeando como una orden.

Tn: A... A... Ace - conseguí decir entre gemidos.

Ace: Más fuerte - imploró con su intensa mirada.

Tn: Ace... - lo repetí sin tartamudear.

Ace: ¡Más fuerte! - al mismo tiempo dio una embestida tan fuerte y profunda que me hizo arquear la espalda y gritar.

Tn: ¡¡¡AAH!!! ¡¡¡ACE!!!

Él se dirigió a mi cuello, sintiendo una sonrisa satisfactoria rozando mi piel y dio calientes besos en él. Jadeé. Agarré muy fuerte su camisa mientras él volvía a embestirme sin parar. Después de tan lujuriosa pasión, estallamos en sonoros gemidos hasta llegar al orgasmo. Volví a sentir aquella calidez en mi interior.

Me fallaba la respiración y el corazón me latía a mil por hora. Con el rostro rojo, observé el suyo. Tenía los ojos cerrados, sus mejillas con pecas enrojecidas y respiraba con dificultad. Gotas de sudor resbalaban por su frente.

Abrió los ojos y los entrecerró, mirándome con una sonrisa seductora. Dios, ¿por qué tiene que ser tan guapo?

El joven se acercó a mi oído y susurró sensualmente:

Ace: Esto es sólo el principio, nena.

Me sonrojé violentamente. Ay... Dios... mío °////°

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