Capítulo 8-a
Mina tragó saliva cuando vio los ojos anaranjado rojizo de Vergil fijos en ella y trató de calmar los nervios que hacían temblar su cuerpo. Tragando por segunda vez, hizo un esfuerzo por encontrar su voz, pero no salió nada y eso la asustó aún más. ¿Qué pasaría con ella si no pudiera decirle la verdad sobre esa estúpida reunión?
—¿No dirás nada? ¡Respóndeme, maldita sea! —Una brisa fría lo envolvió mientras se transformaba en su verdadera apariencia y cruzaba la distancia entre ellos en un instante. Esta vez él convocó su armadura de batalla y su espada sólo para mostrarle con quién se estaba metiendo.
Los asustados ojos grises de ella se fijaron en sus orbes rojos y trató de hablar de nuevo mas sus cuerdas vocales no cooperaron. Y cuando él la tomó por los brazos y la sacudió, ella cerró los ojos antes que gruesas lágrimas cayeran por su rostro.
—¡No soy cualquier demonio común, Mina! —exclamó Vergil, agarrando su mandíbula con fuerza—. Soy el príncipe más joven del infierno, hijo de sus gobernantes y señor de todas las razas de demoníacas que puedas imaginar. ¿Realmente crees que dejaré que MI esposa tenga un amante HUMANO? Primero decapitaré al bastardo y me bañaré en su sangre antes de permitirle que te toque un pelo de tu cabeza. ¡ABRE TU OJOS MALDITA SEA!
La pelicastaña estaba temblando, rezando en su mente por alguna ayuda divina cuando abrió los ojos y vio a los orbes rojos de él brillando con lágrimas no derramadas. ¿Por qué está tan herido? ¿Por qué? La confusión le suprimió el miedo y al fin encontró su voz.
—El señor St. Claire no tiene ninguna relación conmigo que no sea estrictamente profesional —Su voz temblaba mientras trataba de explicarle todo a Vergil—. Es el coleccionista que nos donó el pergamino que indica el paradero de la Llave del Infierno y algunos papiros que podrían verificar la información. Se supone que están escritos por el único hombre que tuvo la Llave en su poder, un sacerdote cristiano medieval llamado Suti.
El demonio miró esos aterrorizados ojos grises mientras su mente procesaba los hechos antes de soltarla y dar un paso atrás.
—Entonces la reunión...
—Tan solo es trabajo — terminó Mina por él a la vez que su cuerpo se desplomaba sobre el piso alfombrado—. Puede que no te ame todavía, pero nunca te traicionaría. Debes creerme, Vergil —Lágrimas se escucharon en su voz—. Me aterra estar cerca de ti sin embargo, al mismo tiempo... te necesito.
—¿Qué? —Susurró el príncipe con sus ojos llenos de sorpresa.
—Lo que escuchaste —Ella levantó la cara y lo miró con la tristeza llenando sus tormentosas orbes—. Te necesito.
No podía creer sus palabras. ¿En realidad se preocupaba por él o sólo lo necesitaba para completar su investigación? Su mente era un revoltijo de pensamientos y, por primera vez en su larga vida, se sintió mareado. ¿Podría creerle? ¿Quería creerle?
El demonio gruñó, confundido en gran medida, y se pasó las garras por su largo cabello blanco antes de desplomarse en el sofá rojo detrás de él.
—Lo siento, paloma —dijo a la misma vez que bajaba la cabeza y escondía sus ojos detrás de los largos flequillos pálidos—. Es solo que esto... tú... toda la situación me está volviendo loco —Vergil levantó el rostro hacia el techo y cerró sus orbes escarlatas antes de disolver la armadura, mostrándole a ella su desnudo cuerpo negro, y recostándose sobre su asiento.
No todo lo que le dijo a su paloma era verdad. No era la situación la que lo estaba volviendo loco, los culpables de su continuo enojo eran los sentimientos que estaba desarrollando para ella, una simple mortal. Sabía que ella era sólo una herramienta para lograr su objetivo y nada más, pero no podía dejar de pensar en lo bien que se sentía cada vez que se tocaban o besaban... ¡Incluso el sexo con ella había sido increíble! ¿Cómo se suponía que la usaría y la dejaría, como una muñeca rota, cuando tuviera la Llave en su poder? ¿Cómo podría hacerle semejante monstruosidad?
—¿Qué puedo hacer para tranquilizarte?
Su voz y calidez lo envolvieron mientras ella, con lentitud, se sentó a horcajadas en su regazo y lo abrazó. Sus ojos se abrieron cuando la sintió temblar contra él. ¿Incluso temiendo mi forma de demonio, estás dispuesta a abrazarme? Niña tonta.
—Déjame retomar mi...
—No. Ahora mismo me necesitas en esta forma, no en tu piel falsa —murmuró la pelicastaña junto a su oreja y besó la curva de su cuello antes de abrazarlo con fuerza—. Estaré bien.
—Lo siento mucho, Mina —Su voz se quebró, pero ya no le importaba su orgullo. Él sólo quería tenerla cerca mientras todavía tenía la oportunidad.
—Está bien, querido. Sólo estabas celoso. Entiendo.
No, mi paloma. Te estoy pidiendo perdón por lo que debo hacerte en el futuro cercano.
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