Capítulo 7-a

Mina sintió la falta de la presencia oscura de su marido y trató de liberar sus manos, pero le resultó imposible. Cada vez que movía sus muñecas, la tela se apretaba más en lugar de soltarse, así que abandonó con rapidez sus intentos.

-Vergil, ¿qué estás haciendo? -preguntó con nerviosismo, temiendo la confirmación de lo que su mente ya le estaba gritando-. ¿Por qué no puedo sentirte dentro de la habitación?

El silencio le respondió.

-¡Vergil!

Silencio de nuevo.

-¿Me ataste a la cama Y TE FUISTE? -La ira se apoderó de ella cuando ya no pudo negar la verdad-. ¡Apuesto a que puedes escucharme, Vergil Larsa! ¡Regresa en este instante y libérame! Esperó un par de minutos una respuesta, pero no escuchó ni sintió nada-. ¡Voy a matarte, ASSHOLE! ¡LO JURO!

¡Su maldito marido era un bastardo! El peor que había visto en su vida. Primero la sedujo, luego la ató y finalmente desapareció sin apagar el fuego que él mismo comenzó. Voy a despellejarlo vivo cuando regrese.

-Estoy consciente de tu juramento, mi amor -susurró Vergil, con una sonrisa diabólica en sus labios, mientras caminaba por la concurrida calle del mercado en busca de su viejo amigo.

Sintió su presencia justo donde estaba parado mientras intentaba localizar a Mina y estaba casi seguro de que era él quien había enturbiado sus sentidos para que no pudiera encontrarla.

-¿Dónde estás, Tany? Deja de esconderte entre las sombras y ven a mi encuentro -Un vendedor lo miró raro y luego bajó los ojos, murmurando algo sobre turistas locos, pero Vergil lo ignoró-. Tany, Tany; sé que odias ese apodo. Sal y dejaré de usarlo -Pero cuando el silencio se alargó, él gruñó-. No me obligues a forzarte.

El príncipe demoníaco se detuvo un poco irritado frente a una tienda que mostraba un hermoso vestido egipcio negro con flores de color rosa y azul bordadas sobre una tela translúcida, y sus ojos se fijaron en la prenda. Mina se vería hermosa en eso; justo como la princesa que se supone que es. Sonrió, olvidando por un momento a su esquivo amigo, y le pidió al vendedor comprar el vestido junto con algunas joyas que lo complementaran a la perfección.

Cuando terminó de hacer las compras, se dirigió al callejón que usó para llegar y le dio una mirada dura a sus alrededores.

-Recuerda que no me dejaste otra opción -suspiró y cerró los ojos-. Tánatos, Dios de la Muerte y Segador de Almas, ven, pues yo, uno de tus hermanos, te convoco.

En un instante, el callejón se volvió más oscuro y una energía mística violeta comenzó a girar unos metros frente a Vergil antes de que una figura negra con capucha apareciera entre la niebla y la estática. El ademán de una mano pálida disipó todo antes que la figura encapuchada se convirtiera en un hombre alto con traje negro y ojos color amatista que miraban al demonio sin ninguna emoción.

-¿Por qué pasar todo el problema de convocarme, príncipe caído?

-Tenemos que hablar -El tono de Vergil se volvió serio y él hizo desaparecer el regalo de Mina para protegerlo de un posible altercado-. ¿Por qué mi padre te envió tras de mí?

-Tienes algo que él quiere fuera de su camino.

-¿POR QUÉ? -La imagen de su paloma vino a su mente haciendo que sus ojos se pusieran rojos-. ¡Ella es una simple mortal y su alma NO le pertenece! Ella es trabajo de Azrael. ¡Su alma pertenece al panteón cristiano, no al griego!

-Te diré la razón porque una presa prevenida hace que la caza sea mucho más satisfactoria -dijo Tánatos y, por primera vez, sus ojos violetas brillaban de emoción-. Las Moiras vinieron y le dijeron al Rey de las Sombras que tu esposa lo iba a matar en una batalla futura contra Lucifer. Esa es la razón por la cual la quiere muerta.

-No tendrás su alma, Tánatos -Lanzó un gruñido de advertencia y chispas de electricidad azuladas envolvieron el cuerpo del príncipe-. ¡Ella es mía! NADIE tocará un pelo en su cabeza y vivirá para contarlo; ni tú, ni la Arpía que enviaste tras ella... ¡ni siquiera el propio Hades!

-Entonces tendrás que luchar contra todo el Inframundo, quizás incluso con tu propio padre, si quieres mantenerla con vida.

-Que así sea. Tú, más que ningún otro, deberías recordar qué clase de poder tengo. ¿No fuiste tú quien me enseñó a controlar mis habilidades? ¿O acaso olvidaste quién fue el responsable de la cicatriz sobre tu ojo izquierdo que ocultas con tus poderes, Tany? -Una sonrisa apareció en los labios de Vergil cuando vio que el dios de la muerte se estremecía momentáneamente antes de que la frialdad volviera a sus rasgos.

-Has sido advertido, mi estudiante -El callejón se oscureció otra vez y el cuerpo de Tánatos comenzó a desaparecer dentro de la niebla que se arremolinaba-. Ten cuidado. Yo no bromeo cuando estoy trabajando -dijo antes de desaparecer en el aire.

-Nunca has bromeado en tu vida, viejo bastardo -murmuró el demonio antes de cerrar los ojos y frotarse las sienes-. Ariashka, ven. Forma humana, ahora.

Profundos ojos azules lo miraron por un segundo antes de clavarse en el suelo.

-¿Qué puedo hacer por usted, mi príncipe? -Su larga melena rubia ocultó su rostro del escrutinio de su señor, pero no podía hacer nada por sus manos temblorosas.

-Primero, tengo una misión para ti. Regresa al infierno e informa a mis padres que Hades está buscando a la Elegida para matarla -él continuó con los otros detalles que Tánatos le dio y le pidió que regresara con cualquier nueva orden que pudieran darle.

-Pero debería estar espiando a Mina...

Ella gritó cuando el príncipe tiró de su cabello y la obligó a mirar su rostro demoníaco.

-¿Te he dado permiso para hablar? -Los ojos de Vergil brillaron de un rojo intenso y tenues venas azuladas aparecieron sobre su piel negra-. Recuerda que ya tienes un castigo pendiente por atreverte a amenazarme a MÍ en el día de mi boda. No agregues más a la lista. Ahora vete, ¡ya no quiero verte más! -gritó y tiró a la demonio al suelo, de donde ella desapareció al instante.

Cuando Ariashka se fue, Vergil respiró hondo antes de regresar a su forma humana, salió de la calle del mercado y tomó un taxi para llevarlo de regreso al hotel. Necesitaba tiempo para relajarse y llamar a Marcus para que lo animara antes de que otra mujer desatara lo peor de él una vez más.

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